MIEDO
Tu presencia me condenó al miedo a perderte.
Ezequiel tomó su ropa, se puso el pantalón y enseguida la camisa. Su celular comenzó a sonar, lo recogió de la mesita de la sala y observó el aparato que daba aviso de una llamada entrante de Melissa, Ignoró la llamada, lo guardó en la bolsa de su pantalón y se colocó la sudadera.
—¿Te irás? ¿Qué va a pasar?
—Nina, no puedo quedarme ni llevarte conmigo, ya te lo dije. Tengo unos departamentos del otro lado de la ciudad, puedes irte ahí mientras soluciono esto.
—¿Quién es la joven que salió cuando fui a tu casa?
—No es de tu incumbencia, por favor, no te metas ni hagas preguntas que no te concierne, entiende, deja de involucrarte.
—¿Qué? Me han secuestrado y amenazado de muerte por tu culpa y aún sigues diciendo que no me meta, cuando estoy hasta el cuello por ti.
No seas estúpida, hace tiempo que intento alejarte de mí y pareces no entenderlo. También te recuerdo que quise sacarte de ese club de porquería dónde trabajas, pero preferiste seguir haciendo eso que tanto te gusta. —Nina le dio una cachetada, él la miró con molestia, al mismo tiempo apretó la mandíbula.
—No te atrevas a insinuar nada, Ezequiel.
—No me interesa lo que hagas ahí, pero no me culpes de esto, cuando yo en ningún momento te obligué, al contrario, te quise sacar y también he querido alejarte de mí, así que no me culpes. Escucha lo que te digo, toma tus malditas porquerías y ve a dónde te digo. Yo te daré todo lo que necesitas mientras soluciono esto.
—Lárgate. —Nina señaló la puerta con su mano.
—¡Mierda, Nina! ¿Eres estúpida?
—Por favor, vete. Fue un error haberte llamado. A veces estoy tan cansada de tu maldito rechazo y frialdad. ¿Acaso no tienes corazón Ezequiel?
El rostro de Nina cambió su expresión de molestia a uno de tristeza y desilusión, sus ojos se volvieron vidriosos al punto del llanto.
—No, no lo tengo, estoy podrido, me sorprende que apenas te des cuenta. Solo piensa en lo que te dije, tampoco deseo que te suceda algo.
—Bien, al menos tienes empatía por mí. Lo pensaré, vete ya, déjame sola.
—Sí, eso es; solo un poco de empatía lo que siento por ti. —Ezequiel sonrió, salió de la casa y subió a su auto para dirigirse de nuevo a la suya.
Al llegar a la casa sus ojos se abrieron en grande, la puerta de la cochera estaba abierta, sus dos perros tirados y ensangrentados. Con rapidez entró a la casa, había tres cuerpos en el suelo cercas de la entrada de la cocina y otro al lado, las sillas de la barra desayunador estaban tiradas, toda la casa hecha un desastre, evidenciando una terrible pelea.
Ezequiel corrió al cuarto de Elizabeth, al ver que no se encontraba, fue al cuarto de Neimy y tampoco había rastro de ella. Registró toda la casa y regresó a donde estaban los cuerpos, les tomó el pulso para ver si aún alguno se encontraba con vida, pero no tenía signos vitales, la rigidez en ellos dejaba en claro que habían pasado más de una hora que murieron.
Revisó los bolsillos de los cadáveres uno a uno, ninguno traía nada personal o algo que diera una pista. Tomó una silla de la barra y la lanzó por la casa, luego comenzó a golpear y tirar todo lo que había frente a él, destrozando lo poco que quedaba útil. Fue hacia uno de los cuerpos y comenzó a patearlo hasta el cansancio, tratando de calmar un poco de la ira que lo invadía. Se dejó caer de rodillas y después se sentó en el suelo mientras pasaba sus manos por su rostro y cabello con desesperación e impotencia.
La puerta de la casa se abrió y entró Elliot, se quedó pasmado con la boca abierta al ver el desastre, tragó saliva, temiendo lo peor.
—¿Qué ha pasado? —murmuró, corrió hacia Ezequiel al verlo en el suelo y se puso de rodillas frente a él.
—¿Estás bien? ¿Dónde están Neimy y Elizabeth? —No contestó y mantenía la mirada perdida.
El joven puso sus manos a cada lado de su rostro para obligarlo a verlo.
—Ezequiel, responde ¿Dónde están Neimy y Elizabeth?
—Se las han llevado, me las han arrebatado. Otra vez me quitaron a Elizabeth. ¡¡¡OTRA VEZ, DEJÉ QUE SE LA LLEVARAN!!! Soy un estúpido, como pude dejarlas solas. ¡Es mi culpa!
—Tranquilo, las encontraremos, yo te ayudaré...
—No, Elliot.
—No lo es, cómo podrías saber que esto pasaría.
—Ya lo habían intentado y aun así las dejé solas.
—No tiene caso culparte, de nada sirve lastimarte.
Elliot envolvió en sus brazos a Ezequiel, preocupado al ver a su amigo perturbado.
Una hora después, Ezequiel y Elliot permanecían en el mismo lugar a un lado del otro, acostados boca arriba, con los ojos abiertos en silencio y la mirada perdida al techo. Ya se había hecho de noche, el silencio de la casa provocaba una sensación de vacío.
—Ezequiel, tenemos que sacar los cuerpos de la casa.
—Lo sé, lo haremos de madrugada, ahora iré a ver a alguien.
—Yo te acompaño.
—No.
—Déjame ayudarte, quiero buscar a Neimy. Por favor.
—Elliot, no deseo involucrarte, no me lo perdonaría si te pasará algo también a ti.
—No me importa, me has involucrado desde que vivo contigo. Sé que tal vez solo soy un estorbo para ti, pero eres la única familia que tengo; tú y Neimy, y si Elizabeth lo es para ti, entonces para mí también lo es. Así que no me quedaré aquí cruzado de brazos mientras tú sales a buscarlas.
Ezequiel no dijo nada, se puso de pie y fue a su habitación, Elliot le siguió, abrió su closet, hizo la ropa a un lado junto con algunas cosas, golpeó la pared con el puño destruyendo una capa de madera, al quitarla reveló una pequeña puerta oculta, la abrió y sacó un baúl donde dentro había armas de diferentes calibres.
—Toma las que quieras.
Elliot asintió con la cabeza, tomó dos pistolas, una navaja y un rifle de alto calibre. Ezequiel fue a el cajón de su mesa de buró, agarró su arma y el puñal con el que había sido herida Neimy. Fueron a la cochera, quitaron una gran manta negra que cubría una camioneta doble cabina 4*4 tipo Pick - Up, de modelo reciente, se subieron y la pusieron en marcha.
Al llegar a la casa de Nina, se bajó Ezequiel dejando a Elliot, golpeó la puerta y la mujer salió al instante.
—¿Qué sucede?
—Se han llevado a mis amigas.
—¡Dios! —Nina se puso una mano en la boca sorprendida.
—Nina, no juegues conmigo, empiezo a sospechar que tú sabías que esto pasaría. Créeme, si me entero de que me traicionaste, te mataré.
—Ezequiel, me dijeron que me asesinaran, ellos solo dijeron que te hiciera saber lo que había sucedido y que te llamara.
—Idiota. ¡Te usaron para hacerme salir de la casa y llevárselas! —Ezequiel la empujó y cayó de trasero, sacó su arma y se la puso en la frente—. Eres una maldita perra, te mataré.
—Lo lamento, tenía miedo y tú te la pasas rechazándome.
—¡Cállate!
—¡Lo siento mucho!
Nina lloraba y temblaba, Ezequiel estaba a punto de dispararle, pero no pudo hacerlo, quitó el arma de su frente y golpeó la pared, la guardó en el cinturón de su pantalón por la parte de su espalda.
—¡Mierda, Nina!
—Estoy segura de que eran hombres de Víctor. —Ezequiel volvió a la camioneta ignorando a la mujer.
Al entrar al club, los dos caminaron entre la gente hasta la sala donde se encontraba Alexander.
—¿Dónde está Víctor? Llama a Víctor.
—¿Qué está pasando?
—¡Solo tráelo! —respondió con voz amenazante.
Alexander tomó su teléfono e hizo la llamada, no contestó y volvió a marcar en repetidas ocasiones.
—Te he hecho una pregunta Alexander, ¡¿Dónde está?!
—¡Basta Samael! ¿Qué sucede?
—Se han llevado a mis amigas. Tráelo o yo mismo lo buscaré. —Por fin contestó la llamada Víctor, Ezequiel detuvo su paso al escuchar que respondió.
—Necesito que vengas inmediatamente.
—Claro, padre, voy para allá.
Después de un rato de esperar en el club, Víctor apareció. Ezequiel, al verlo llegar frunció el ceño en gesto de molestia, caminó hacia él a paso rápido, lo tomó de la camisa golpeándolo contra la pared. Los guardaespaldas de Víctor y de Alexander rápidamente apuntaron sus armas a Ezequiel, mientras que el jefe de la mafia, solo miraba la escena con los brazos cruzados y un gesto de fastidio.
—¿Dónde están las chicas, Víctor? —le preguntó su padre.
—No lo sé.
—Estoy harto de ti imbécil —intervino Ezequiel.
—Tranquilo angelito, te lo diré.
Lo soltó, se dio la vuelta, dándole la espalda, y fue hacia donde estaba Elliot quien se mantenía atento a todos y en silencio. Cruzaron sus miradas y la regresó hacia Víctor. Se veía tan irritado, constantemente fruncía el ceño y apretaba la mandíbula junto con los puños. Si algo odiaba, es sentirse impotente por no poder hacer nada para encontrar respuestas.
—¡Habla ya, Víctor! —ordenó su padre.
—Ya lo dije, no lo sé —afirmó mientras se acomodaba la camisa—. Sí, mandé por ellas, pero mis hombres fueron asesinados. Alguien más llegó al lugar y se las llevó.
—¿Qué?, ¿quién?
—No lo sé, al parecer tus chicas están metidas en algo gordo.
—¿Para qué las querías?
—No, yo solo quería a la chica con alas que sacaste del laboratorio, un hombre me contactó por teléfono, dijo que me daría una fuerte suma por ella. Y la fórmula para producir la droga. Al parecer alguien más las quería.
—¿Qué estupidez has hecho, Víctor? Te prohibí que no te metieras en esos asuntos —dijo Alexander.
Ezequiel golpeó a Víctor en la cara, este cayó al suelo, se levantó al momento e intentó regresarle el golpe, pero los escoltas que había a su alrededor le apuntaron. Elliot sacó un arma y les apuntó.
—Maldito engendro. ¿Cómo te atreves?
Alexander se puso en medio de los dos, hizo una seña, para que los hombres bajaran sus armas y los separaran. Ezequiel se sacó del agarre de los guardaespaldas y observó a su alrededor, fijó sus ojos en Elliot y los regresó a Víctor.
—Esto no se va a quedar así. Estás muerto.
Señaló al hijo de su jefe y salió del lugar. Elliot lo siguió sin decir nada, dándoles una última mirada a los dos hombres.
—¿Acaso eres estúpido Víctor? Te dije que no te metieras en esto.
—Que esperabas, era un buen negocio.
—¡Idiota! Te matará, me has metido en una maldita pelea, estúpido. ¡No sabes de lo que es capaz, imbécil!
—No te preocupes por mí, lo mataré primero.
—Idiota, no lo comprendes, ahora tengo que respaldarte, solo por tus estupideces. Me has hecho perder uno de mis mejores hombres, a hora tendré que matarlo.
Todo por tu terquedad. No sé cómo alguien tan estúpido puede ser mi hijo.
Víctor salió de la sala a pasos apresurados y con un semblante de molestia. Alexander tomó un vaso con bebida que había en la mesita y lo lanzó a la pared, rompiéndolo en mil pedazos.
***
¿Adónde vamos? —Su amigo no contestó, seguía con la mirada al frente mientras manejaba la camioneta—. ¿Ahora que haremos Ezequiel?
—No lo sé, pero mataré a todos y cada uno, hasta encontrar a ese maldito, lo mataré. Espérame aquí Elliot.
Ezequiel estacionó la camioneta en un callejón oscuro, salió, sacó sus alas y voló a uno de los edificios departamentales. Se posó en uno de los balcones y entró por la ventana, miró a una mujer que dormía. A su lado también dormía una pequeña niña.
—Doctora Michelle.
Abrió los ojos y él tapó su boca con una mano para que la mujer no gritara, se acercó a su oído y le dijo despacio casi en un susurro—: Necesito hablar con usted.
Asintió con la cabeza, Ezequiel quitó la mano despacio, ella miró a su hija que dormía a un lado, se incorporó y se sentó a la orilla de la cama, se levantó y tomó una bata, ya que solo traía un camisón de dormir.
—Por favor sígueme.
Le siguió, salieron de la habitación hacia la sala y prendió la luz. La mujer le hizo una seña para qué tomara asiento y ella se sentó frente a él, pero él se quedó de pie con los brazos cruzados.
—¿Qué es lo que pasa?
—Se han llevado a Elizabeth y a otra de mis amigas.
—Entiendo.
—Necesito que me dé toda la información de quién pagó la investigación del experimento.
—Ya te lo dije, no lo sé, pero veré qué puedo investigar. He estado muy vigilada, me han interrogado repetidas veces por lo sucedido en el laboratorio y por información perdida.
—Mierda, es cierto, yo la tengo.
—Bien, veré que puedo averiguar solo espero no ser descubierta y ponga en riesgo a mi familia.
—No se preocupe doctora, yo mataré a cada uno que esté involucrado. Consiga la información que pueda cuanto antes. Yo volveré mañana.
La mujer se levantó, lo guío a la puerta y Ezequiel salió, pero en lugar de bajar por las escaleras, saltó al vacío del edificio, sacó sus alas y bajó hasta la camioneta.
Ezequiel y Elliot regresaron a la casa y se deshicieron de los cadáveres echándolos al cajón del vehículo, los taparon con una lona de plástico negra y condujeron algunos kilómetros de su casa. Los tiraron a la orilla de la carretera, Elliot los roció de gasolina y les prendió fuego.
Al regresar limpiaron la sangre y ordenaron un poco el lugar. Ezequiel se sentó en uno de los sillones de la sala, abría y empuñaba su mano haciendo fuerza, Elliot se acercó y destapó una cerveza y se la dio, destapó otra para él y se sentó enfrente sin decir nada. Ezequiel le dio un trago a su bebida y luego se recostó en el respaldo del sillón.
—Sé que Neimy no dejará a Elizabeth —comentó Elliot.
—Lo sé.
Soltó un suspiro y Cerró los ojos, tratando de calmar un poco su impotencia.
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Hola mis hermosos NEPHILIM, gracias por seguir leyendo. Mis mejores vibras para todos. Estén al pendiente que cosas nuevas vienen pronto, sabremos un poco de la infancia de nuestro hermoso trío. No olviden dejar su estrellita. Saludos y muchos besos.
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