DEBER, PROFECÍA Y DESTINO
(26 años antes.)
Una sangrienta batalla terminaba, fuertes guerreros se enfrentaban. Demonios y arcángeles peleaban por el territorio.
—¡Alumit, corre hija!
—No, madre, pelearé con ellos hasta el final.
Dos enemigos llegaron y las dos los enfrentaron, pero eran muy fuertes, uno atravesó la espada en el vientre de su madre. Alumit cortó la garganta de uno de ellos, pero otro la golpeó por y la hizo caer al suelo de rodillas. Levantó la cabeza y vio a su madre arrastrarse ensangrentada, mientras otro arcángel le asesinaba.
—¡¡¡NO, MADRE!!!
—Eres la hija del que llaman el salvador. Lástima, no podrá ver cómo te matamos. La tomó del cabello y la hizo levantarse, la arrastró y la llevó con otras que tenían capturadas y la encadenaron de pies y manos. Ella miró a su alrededor buscando a su padre, vio como otros arcángeles decapitaban a los demonios, entre ellos a su progenitor, intentó correr, pero las cadenas no la dejaron avanzar y calló al suelo. Uno de los arcángeles la jaló y fue arrastrada.
—Compórtate si no quieres ser igualmente decapitada.
Todas las hembras que fueron capturadas las llevaron a unos calabozos. Durante semanas ella permaneció ahí, casi no comía, el dolor de haber visto a sus padres ser asesinados la hacía desear morir. Días después la trasladaron a otro lugar y la llevaron a una celda, ahí conoció a una mujer llamada Areana. En varias ocasiones observó que iban por ella y por las noches regresaba a su celda.
—¿Adónde te llevan?
—Oh, si hablas. Hace tres días que estás aquí y no te había escuchado decir una sola palabra.
—¿Qué esperabas? ¿qué me presentara?
—Cariño, no ganas nada con esa actitud.
—¿No me dirás a dónde te llevan?
—A los campos, hacer trabajos de agricultura. Es mejor que quedarse aquí —dijo la demonio y soltó un suspiro.
—Preferiría morir antes que servirles.
—No seas estúpida, eso no sirve de nada, es mejor ganarse su confianza, con suerte uno de esos arcángeles te hace su sirvienta personal y llegas a tener libertades. He escuchado que las sirvientas del palacio viven como princesas.
—Pero aun así siguen siendo esclavas.
—Cualquier cosa es mejor que estar aquí encerrada.
—Prefiero morir a servir a esos hijos de puta. —la demonio soltó una risa.
—Pequeña estúpida, con esa actitud tu deseo pronto será cumplido. Tienes que ser más lista que ellos, yo espero ganarme su confianza, que me den algunas libertades y después huir al mundo terrenal.
—¿Al mundo terrenal?
—Sí, he escuchado que más de algunos han escapado ahí, cuando confíen en mi lárgate también para allá.
—Yo no quiero huir, mi deseo es acabar con sus vidas.
—Nadie puede matarlos, son casi dioses. Solo un ser con un poder más grande que ellos podría.
—¿Quién?
—Un dios.
—Hace mucho que no nos escuchan, están de su lado.
—La demonio se recostó en el suelo sobre una pequeña frazada y vio al techo. Alumit espero que siguiera, pero la demonio se quedó callada con la mirada perdida.
—La mujer que estaba aquí antes, me preguntó que si sabía por qué los arcángeles tenían prohibido que se relacionen con los demonios. ¿Tú lo sabes?
—Supongo que por ser especies distintas y por su gran fanatismo de mantener su raza pura.
—Hay una leyenda entre ellos, no recuerdo muy bien cómo va, pero sé que anuncia la caída del imperio celestial de la mano de su propio hijo, resultado del pecado, un ser con el poder de las dos razas.
—Un Nephilim —susurró Alumit.
—Sí, es por eso que no toleran una relación así y mucho menos un hijo. Eso es pena de muerte. Aunque solo es una leyenda. Ningún Nephilim sería más fuerte que un arcángel de casta blanca y alas doradas. Los supremos son muy poderosos.
—Claro, solo los podría superar un Nephilim de ellos mismos —volvió a susurrar.
—Eso es una locura. —Alumit se quedó en silencio—. Es difícil llegar a servir al palacio e imposible llegar a acercarse aún supremo. Matarían a cualquiera antes de siquiera verlos.
—Igual moriremos.
—No pasarás de los campos.
—Talvez. ¿Cómo hago para que me lleven a trabajar?
—Solo espera, ya estás aquí, come cuando puedas y no hagas escándalos. Tarde que temprano te elegirán.
Días después comenzaron a llevarla a trabajar a los campos. Ella observaba cada detalle con atención y se dio cuenta de que cada tres o cuatro días iban sirvientes del palacio por chicas para las labores. Algunas no volvían porque lograban quedarse como esclavas personales y otras por alguna razón eran asesinadas. Sabía que tenía que llamar la atención de aquellos sirvientes para poder poner un pie en el palacio. Dos días después su compañera fue llevada, al llegar Alumit estaba deseosa de saber todo sobre el lugar y solo se miraban una a la otra, ya que no podían hablar porque eran vigiladas casi todo el tiempo. La joven comenzó a escribir en la tierra suelta bajo sus pies
—Estuve todo el tiempo en la cocina. Ese lugar es hermoso y enorme.
—¿Te volverán a llevar mañana?
—No lo creo, si me llevan me mandarán a otra área, hacen eso para que no haya vínculos entre los sirvientes o los soldados, son muy cuidadosos en todo sentido. No pude averiguar nada porque todo el tiempo están vigilando.
—No importa, solo estate atenta.
—Tenemos que conseguir que te lleven a ti, tú eres más valiente e inteligente y sobre todo mucho más hermosa. Vi como los soldados miraban a las demonios e incluso puedo asegurar que hay muchas cosas ocultas bajo esas paredes.
—Tú igual, eres muy bella. —La demonio sonrió y negó con la cabeza.
—No compares, seguro, solo necesitamos que te miren uno de esos bastardos y caerán a tus pies. Cuando eso pase, sé obediente y amable, tienes que crear un vínculo para que asegures un lugar ahí. —Alumit asintió con la cabeza, se recostó y e intentó dormir.
Los días siguientes trataba de ser obediente y atenta en sus labores, al llegar devuelta a su celda miró que ya estaba ahí su compañera, le pareció extraño porque los que iban al castillo regresaban muy tarde. La observó recostada en el suelo de lado hacia la pared, se arrodilló y le llamó. Areana se volteó con dificultad, vio como su rostro estaba lleno de golpes, incluso en su antebrazo derecho se veía una ligera deformidad por una fractura en el Radio.
—¿Qué te ha pasado?
—La castigaron por intentar hablar con un sirviente y yo te castigaré a ti si no te callas —dijo el soldado que las vigilaba. Alumit lo ignoró y volvió a hablarle a su amiga en susurro.
—Tranquila, te ayudaré. —Se levantó y fue por unas telas, con una la ató sentada en un pilar de hierro y le dio otra—. Tendrás que morderla fuerte, acomodaré tu brazo y eso dolerá.
La joven asintió y metió la tela en su boca. Desde la distancia el arcángel las observaba atento. Alumit se preparó y tomó el brazo de la chica.
—¿Estás lista?
—Sí. —respondió con lágrimas en los ojos. Alumit jaló con todas sus fuerzas hasta que el brazo hizo un leve crujir y la deformidad desapareció. La joven gruñó de dolor, un gruñido que fue silenciado por la tela que mordía y el apretar de sus dientes. Le hizo una férula con paja y pedazos de telas para inmovilizar su brazo. Después fue donde tenían un contenedor con agua, trajo un poco y con una tela limpió sus heridas y puso unas compresas en su rostro hinchado. Por alguna razón su cuerpo no sanaba con rapidez mientras estaban dentro de las celdas, algo bloqueaba su poder. Esa noche se la pasó cuidando a su amiga y compañera de celda. Uno de los soldados la observó. Lo vio hablar con aquel sirviente que las vigilaba, él pareció aceptar que se la llevaran y abrió su celda.
—Irás con los soldados al palacio, compórtate si no quieres que corten la garganta. Alumit asintió y siguió a aquel sirviente de vestimenta muy parecida a los árabes, unos pantalones de manta y unas telas muy finas alrededor de su cadera, como una especie de falda. Su cabello era largo y rubio, su caminado se veía diferente, con un contoneo afeminado. Al llegar al palacio, el sirviente la llevó con una anciana, le entregaron ropa que cubriera todo su cuerpo ahí todos usaban vestimentas muy parecidas a las de Arabia y a la Grecia antigua.
—Gracias, me encargaré de ella. — El arcángel asintió y se retiró—. Sígueme niña. Me han comentado que eres una chica muy obediente y te esmeras en lo que haces, ¿por qué? —Alumit se sorprendió por la pregunta de la mujer.
—Solo quiero ganarme un lugar mejor que las celdas.
—Entiendo. El soldado que custodia a los esclavos dijo que sabes mucho de curación.
—Sí, mi madre me enseñó desde que era muy pequeña.
—Bien, me ayudarás con los pequeños ángeles y futuros guerreros.
—Si señora.
Ese día, por fin, entro al palacio, directo al lugar donde se educaban a las crías de 3 a 6 años, a esa edad ya eran separados de sus madres con estrictas reglas, después eran llevados a cuarteles dónde según sus capacidades les entrenaban. Gracias a su excelente trabajo, Alumit fue llevada ahí con más frecuencia. Así pasaron los meses hasta que un día la llevaron al ala este del palacio para que limpiara la biblioteca principal.
—¿Adónde vas? Te estoy hablando —Escuchó una voz varonil, fuerte y demandante.
—Lejos de ti —dijo una voz que claramente era de un joven varón.
—No me respondas así, Raziel. Tenía que hacerlo. —La puerta del lugar se abrió de golpe.
—No, padre, no te lo voy a perdonar. Sabes que está enferma y que la hayas preñado la matará. No sobrevivirá a eso.
Los dos entraron sin darse cuenta de la presencia de Alumit. Ella se ocultó entre los grandes estantes de libros.
—Tienes que entender que es la última oportunidad para nosotros de mantener la casta albina de alas doradas, si ella muere sin dejar una hija, las probabilidades de que el linaje de la familia suprema se disminuye a un 99%. Es la última hembra.
—Que se joda la casta. —El arcángel adulto le soltó una bofetada tan fuerte que hizo que se tambaleara el adolescente. Se tocó el rostro y miró a su padre con odio.
—Tienes que entenderlo, un día tomarás mi lugar y serás el pilar de este mundo, nuestra especie está en decadencia y cuando yo no esté el peso de mantenerla caerá sobre ti y si no eres lo suficiente fuerte y sabio, la llevarás al exterminio.
—Llévala al mundo terrenal, ahí tienen tecnología, tal vez puedan hacer algo. No quiero que muera mi madre —habló con su mano aún en su mejilla roja por el golpe.
El adolescente regresó por donde entró y salió del lugar. Su padre se quedó unos segundos más frustrado por el rechazo de su hijo y de igual forma salió. Al caer la noche la regresaron a las celdas, comenzó hablar con su compañera por medio de palabras escritas en la arena para no ser escuchadas por los soldados.
—Hoy pasó algo; vi al supremo con su hijo, estoy segura de que eran ellos, eran diferentes, tenían una discusión sobre que moriría la madre del joven.
—Es la madre suprema, todos la llaman así, es la única hembra con alas doradas, ella posee el mismo poder que ellos y sus hijos son supremos, solo que por alguna razón han muerto al nacer, solo uno ha sobrevivido. Si ella muere y no logra tener una hija se llevará la esperanza de que siga el linaje supremo.
Hola familia ya volví, espero que les haya gustado este primer capítulo de Nephilim 2 estoy emocionada, se que me había tardado con la segunda parte pero pues lo prometido es deuda empezamos con este segunda aventura.
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