23| En su casa -segunda parte.

Hola a todxs! He vueltooo!

Si, se que he desaparecido por mucho tiempo, y espero que me perdonen por ello.

Sé que normalmente escribía las notas al final, pero es que nadie las leía y esta es bastante importante :(

Esta historia la empecé a escribir en 2020 (hace un montón, no?) y desde aquel entonces las cosas respecto bryce y los sways boys han cambiado bastante (muchísimo diría yo). A pesar de ello, quería continuar la historia y que pudieran disfrutarla (si lo hacen, la vrd es que no lo sé jasjsja) un poquito más.

No me demoro más, simplemente quería comentarles esta cosilla.

¡Disfruten del capítulo!

P.d: He echado MUCHÍSIMO de menos vuestros comentarios, ¿qué tal estáis?

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Desmenuzo poco a poco el pan que sostengo en mi mano. Algunas migas caen en el plato, y otras tantas salen volando torpemente hacia mi vestido, el cual me sacudo y limpio de vez en cuando. 

Desde que nos hemos sentado en la mesa del comedor nadie ha pronunciado ni una sola palabra. La madre de Bryce luce una gran sonrisa, mientras turna la mirada entre su hijo y yo. Nos observa detenidamente, como si estuviese analizando cada pequeño detalle de nuestro comportamiento, como si al mirarnos se enterase de todo lo que ha pasado entre nosotros. 

Bryce acaricia mi pierna por debajo de la mesa, claramente se ha dado cuenta del gran nerviosismo que siento al encontrarme en aquella habitación con su madre presente. 

Me muerdo el labio levemente, y cuando soy consiente de lo que estoy haciendo disminuyo lentamente la presión. 

—Pareces un tomate andante, hija —suelta de repente Lisa, sin razón alguna. Ante tal comentario Bryce empieza a reírse, y no tarda en apretarme con dulzura mis mejillas—. Oye Brycito, no te rías de ella que tú tampoco te quedas atrás —añade a continuación. 

Intento ocultar la sonrisa que me provoca el comentario de Lisa, pero no puedo. Decido mirar a Bryce a la cara, y me doy cuenta de que un leve color rojizo se asoma por sus mejillas. Ahora soy yo las que se las escacha. 

<<Son tan blanditas>>

No paro de apretarle las mejillas, y ahora hago ligeros movimientos circulares. 

<<Debería hacerlo más a menudo, tendré que apuntármelo>> 

Le doy un pequeño beso en sus labios —los cuales se encuentran redondos y gorditos por la presión que estoy ejerciendo en su cara— y me alejo, para volver a sentarme correctamente en mí sitio. 

—Es lo que hay mamá, somos una pareja de tomatitos andantes y rojitos —dije Bryce, y todos nos reímos por su extraño pero a la vez cierto comentario. 

—Siempre supe que haríais buena pareja, desde el primer momento que les vi junto —confiesa Lisa entre risas. Ella se muestra totalmente feliz, en cambio nuestra reacción es totalmente distinta: Bryce y yo nos miramos, fijamente, sin expresión ninguna, y después dirigimos la mirada a su madre, esperando una explicación para poder comprender lo que ha dicho. 

 —¿A qué te refieres? —pregunta Bryce, como si me hubiese leído la mente. 

—Me refiero a aquel día en el parque, cuando Celia y yo os presentamos —dijo tranquilamente Lisa—. ¿No se acuerdan? 


Mamá había decidido ir al parque, a pesar de que quería seguir viendo la tele en el salón, junto a mi gran elefante de peluche llamado Dumbo. Me vestí como ella me indicó, pero los zapatos que había elegido me parecían incómodos y muy sosos. 

—¡Mamiiiii! —grité, y ella apareció por la puerta al momento—. Estos zapatos no me gustan —le dije mientras me lo quitaba de mis pequeños pies—. ¡Quiero mis zapatos rosas, los que brillaaaannn!

—Pero Lucía, en el parque se te pueden ensuciar e incluso romper —dijo mientras recogía el zapato del suelo—, ¿no quieres que le pasen nada malo verdad? —me preguntó mientras que me enseñaba dichos zapatos, con diminutos diamantes. 

—Jooooo —me enfurruñé, y crucé los brazos, pero como era lo que mamá decía, empecé a ponerme de nuevo los zapatos—. Yo quería ser la princesa del parque —confesé—, ¡podría encontrar un príncipe! —exclamo emocionada, recordando las películas de Disney que tanto me gustaban. 

—¿Un príncipe azul? —pregunta papá asomando la cabeza por la puerta—. No creo que haya algún hombre en la Tierra que se merezca una princesita tan asombrosa como tú —asegura él con una gran sonrisa. 

—¡Papiiiii! —salgo corriendo con un pie con zapato y el otro descalzo, sin importarme en absoluto. Al momento, me lanzo a sus brazos —. Pero no podré ser una gran princesa sin unos zapatos rosas como esos —digo señalándolos. 

—No creo que pase nada si los lleva al parque, ¿verdad? —le pregunta papá a mamá y ella encoge los hombros riendo, mientras que se une al abrazo. 

No pasa mucho tiempo hasta cuando llego al parque, el cual está completo de niños y niñas que corretean de un lado a otro sin parar. Entonces, veo a aquel chico: tiene el pelo algo largo, haciendo que se caiga torpemente delante de sus ojos; sus ojos son de color avellana, con una mirada algo peculiar; muestra una pequeña y vergonzosa sonrisa; sus cachetes son gorditos, dándole un toque de dulzura; ... en general era perfecto, tenía claro que sería mi príncipe azul. 

Nos encontrábamos jugando al pilla pilla, mientras corríamos y saltábamos encima de los columpios y toboganes, como si nuestra vida dependiese de ello. 

Me tocaba pillarlo a mí. Corría y corría: esquivaba a algunos niños, saltaba para no tropezarme con piedras, turnaba la mirada entre el suelo y Bryce, ... Entonces, cuando estaba a punto de pillarlo, siento que mis pies pisan en algo mucho menos duro que el suelo, algo mucho más blando y viscoso: barro.

¡Noooo! —exclamo, y retrocedo para sentarme en el suelo— ¡Mis zapatooooosss! —vuelvo a exclamar. 

Empiezo a limpiarme los zapatos con las manos, sin importarme el hecho de que me las pudiese ensuciar. Froto y froto y froto, pero no es suficiente. Un nudo comienza a formarse en mi garganta, amenazando con la posibilidad de llorar. Pero no puedo, no puedo llorar en un momento como este. Froto y froto más desesperada. ¡Son mis zapatos! ¡Mis zapatos de princesa! ¡No se pueden ensuciar!

Cuando estaba a punto de rendirme, entra en mi visión una pequeña mano con una prenda de ropa. ¿Es una chaqueta? Miro hacia delante y me encuentro a Bryce sentándose a mí lado. Empieza a frotar de nuevo, esta vez con algo mucho más útil que antes. Poco a poco la mancha comienza a irse, ya que el barro no había llegado a secarse. 

Tras terminar de limpiar mis dos zapatos Bryce se levanta y se coloca de nuevo la chaqueta. Me ofrece su mano para levantarme, pero yo decido levantarme sola: una princesa no necesita siempre de la ayuda de un príncipe, aunque tampoco está mal aceptarla de vez en cuando, pero el caso es que Bryce ya me había ayudado, y levantarse lo podía hacer yo sola. 

Estando de pie, me doy cuenta de que como consecuencia de limpiar mis zapatos le ha aparecido una gran mancha de barro en su chaqueta. 

 —Bryceee —exclamo, y señalo a su chaqueta —. ¡Tu chaqueta! ¡Mira la mancha! —añado. 

Bryce dirige su mirada a su chaqueta, y simplemente encoge los hombros, disminuyendo su importancia. 

—Le diré a mí mamá que me caí, no pasa nada —dice, y se queda mirando fijamente a mis zapatos, los cuales están limpios, casi iguales que en un principio—. Parecen los zapatos de una princesa —añade, sorprendiéndome totalmente. 

—¿Te gustan? —pregunto esperando su aprobación. 

—¡Siii! —exclama—. Son muy bonitos, pero tú eres más bonita —sonríe—, tan bonita como una princesa —añade, ampliando más su anterior sonrisa. 

Sin dudarlo, le doy un corto beso en la mejilla, haciendo que estas se sonrojen. Suelto una pequeña risa, y me separo. 

Para su sorpresa, le toco el hombro. 

—¡Pillado! —exclamo y salgo corriendo, para así crear una gran diferencia de distancia entre él y yo para que no me pueda pillar, a pesar de que verdaderamente tan solo quisiese tenerlo junto a mí, a mi lado. 


Espero que les haya gustado

Con amor, Kiara 

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