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SOLA

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El viento soplaba con suavidad las hojas que se desprendían de los árboles y volaban por el aire hasta caer al agua de aquel arroyo. Observaba mi reflejo en la cristalizada agua, mis ojos parecían estar sin vida. Vació era lo único que se podía apreciar en ellos, ya no existía aquel brillo que tanto resaltaba mi esmeralda.

El viento sopló moviendo mi cabello hasta que mis ojos quedaron obstaculizados por el azabache de mis mechones. Cerré mi ojo soltando un leve suspiró. Aparte mi cabello de mi rostro al mismo tiempo que me alejaba del borde del puente siguiendo el camino a mi destino. 

Han pasado menos de dos días desde que Jiraiya se había marchado en aquella peligrosa misión. Eso me intranquiliza un poco, a pesar de que me prometió volver con vida, no me tranquilizaba, al contrario, me inspiraba más desconfianza y miedo. Todas las promesas que me han hecho terminan rompiéndose.

¿Por qué está sería la excepción? 

Mis pasos sin prisa resonaban por las calles, caminaba ajena de todas las personas que pasaban por mis lados y las pocas que yacían comprando o consumiendo en los puestos. Mi mirada se enfocaba siempre al frente, como era costumbre traía mi uniforme ANBU. No podía quitármelo por si se presentaba una situación de último minuto. Hoy había terminado el entrenamiento más temprano aliviando a mi escuadrón. 

──¡Yumei! ─escuché un gritó llamándome. ──. ¡Por aquí! 

Giré mi cabeza notando a los equipos de Gai y Asuma tomando el té con algunas galletas, tal parece que el equipo del Hatake y Kurenai aún no llegaban de su misión.

──¿Vienes a comer galletas con té? ─invitó Tenten brindando una sonrisa.

Simplemente pase de largo, no tenía tiempo para comer galletas. La razón por la cual finalice el entrenamiento temprano fue porqué iba a visitar a Kata. Hoy le tocaba una revisión, cómo ahora tenía ocho meses de embarazo sus citas con el doctor eran cada semana. 

Era increíble como los meses habían pasado tan rápido, mientras Kata estaba a ocho meses, Kurenai tenía cinco meses. Ni siquiera podía permanecer en la misma habitación que la pelinegra sin recordar a mi hermano. 

Asuma.

Ni siquiera pude decirle adiós. No me pude despedir de él, la última vez que hablé con él fue la noche antes de que se fuera a esa maldita misión. Esa noche me había dicho que sería padre, quise decirle muchas cosas sobre nosotros al recordar a nuestro padre, pero preferí guardar el tema al verlo tan feliz. 

No pude decirle cuanto lo quería.

Cerré mi ojo inhalando un poco de aire intentando olvidar todo rastro de aquellos pensamientos que se alojaban en mi cabeza. Preferí enfocar mi atención en la puerta del hospital esperando a ver la cabellera castaña. Esperé algunos minutos para ver el rostro sorprendido de la viuda de mi sensei. 

──No era necesario que vinieras. ─habló acariciando su abultado vientre. ──. De hecho, no es necesario que vengas aquí a cada rato. No quiero distraerte de tus obligaciones, Yumei.

──No me importa. ─negué con mi cabeza. ──. Le prometí a Banri cuidar de ustedes. Quiero cumplir con ello. 

Ella me brindo una cálida sonrisa.

──¿Caminamos? ─pregunté notando que por lo lejos se veían nubes negras.

Ella aceptó con gusto. A los pocos segundos caminaba a su par mirando de reojo su vientre. Era increíble ver como una vida se va formando dentro suyo. El silencio nos sepultó durante un tramo del camino.

──Él siempre estuvo orgulloso. ─rompió el silencio al notar que no iba a hablar. ──. A pesar de que Suki era su favorita, él vio en ti lo que no vio en ella. Por eso siempre fue duro contigo y te enseño todo lo que sabía.

La miré de reojo sin saber qué decir. Era claro que la castaña era su aprendiz favorito, sin embargo, nunca le enseño como a mí lo hizo. Me había confiado algunos jutsus de sellado de su clan y gracias a ellos he creado un jutsu que me permite moverme a la velocidad del viento.  

──Él nunca lo demostró, pero le partió el alma cuando su equipo se desmoronó en pedazos mientras él solo veía sin poder hacer nada. ─confesó afligida. ──. Fue muy duro para él. 

Desvíe mi mirada hacía el cielo no tan azulado, se notaba más cerca las nubes grises.

──Ahora por fin está descansando. ─dijo, mirando al cielo con una leve sonrisa. ──. Ya no sufre.

Solté un leve suspiró.

──¿Y ya eligió un nombre? ─pregunté cambiando el tema. 

Ella desvió su mirada hacía su abultado vientre.

──Desde el primer momento que supimos que seríamos padres, escogimos los nombres. ─comentó con una sonrisa. ──. Bueno, más bien, él los escogió y como eran lindos no me opuse.

──Veo que lo tenían preparado. ─susurré, me sorprendía aún que ambos deseaban con ganas tener un hijo. 

──Él propuso que sí era una niña se llamaría... Yumei. 

Abrí mi ojo sorprendida de sus palabras, no pensaba que él le pusiera a su hija mi nombre. Aparte la mirada para que no notara mi sorpresa, aunque ella lo noto de todos modos.

──Es un... lindo nombre. ─me guarde la modestia. 

──Lo es, pero a mi pequeño no le pareció. ─fruncí mi ceño al escuchar su risa. ──. Por suerte, Banri me dijo el nombre para nuestro hijo. ─me miró con una sonrisa. ──. En cinco semanas conocerás a Kenzo

Sentí mi respiración entrecortada al escuchar el nombre del hijo de mi sensei. No me sorprendí, ya lo veía venir un poco. Suavice mi mirada brindando una ligera sonrisa casi visible. Acerqué mi rostro un poco a su vientre mirando lo grande que era.

──Traidor. ─susurré, por unos segundos me había imaginado a una pequeña Yumei.

Me reincorporé siguiendo con el camino a su casa.

──Cuando mi pequeño crezca, me gustaría que fueras su sensei, Yumei. ─miré sorprendida a Kata por tal petición. ──. Me gustaría que él conociera al último aprendiz de su padre. Que conozca lo que su padre te inculcó.

──Te aseguró que lamentará conocer lo que Banri me inculcó. ─comenté recordando el sufrimiento. ──. Con gusto seré su sensei en el futuro, Kata-san. Cuenta conmigo. 

──Te lo agradezco mucho. ─sonrió deteniendo su paso pues ya habíamos llegado a su casa. ──. Llegamos antes de que la lluvia se presentará.

──Sí. ─susurré mirando las nubes. ──. Descansé un poco, ¿sí?

──Sí, no te preocupes por nosotros. ─acarició su vientre. ──. Tengo una maravillosa cita con la cama y unos libros que nos esperan. 

──Eso está bien. ─sin decir más, di media vuelta dispuesta a irme.

──Yumei. ─me llamó. ──. Deberías hablar con tus amigos. Ya es costumbre que vengan conmigo a preguntar por ti. ─solté un leve suspiro. ──. Ellos están preocupados por ti. 

──La veo después, Kata-san. ─intenté irme sin más.

──No trates de alejar a todos. ─alzó un poco su voz. ──. Te lo digo por experiencia, Yumei. Perdí a mi hermana, mis compañeros, a mi sensei y alejé a todos... pero a Banri jamás pude alejarlo. 

La miré de reojo, ella me estaba dando la espalda. 

──Cada vez que miró a Shikamaru, veo a mi Banri. ─soltó una leve risa. ──. A él no podrás alejarlo siempre.

──Descanse un poco. 

Sin decir nada más desaparecí de un parpadeo de su vista llegando encima de un edificio observando la aldea desde lo alto. No sabia que pensar con certeza. Mis pensamientos estaban hechos un revoltijo pensando en sus palabras, yo más que nadie conozco el dolor que le hacía a mis amigos por alejarlos solo porqué tenía miedo de perderlos. 

Cada que pierdo alguien, siento una inmensa culpa. 

Me quedé sentada en aquel edificio observando a los aldeanos caminar sin preocupación alguna por las calles. A veces quisiera ser como ellos, sin tantos problemas como los míos. Vivir sin preocuparme por entrenar, por si alguien muere en mi liderazgo o por donde atacará el enemigo.

Quisiera ser una simple aldeana.

Cerré mi ojo imitando la acción que siempre tenía el lado izquierdo, nunca lo abría a no ser que usará el Byakugan, el cual no uso muy a menudo. No me gustaba usar el poder que una vez fue de ella. Aunque fuera un Dojutsu poderoso, mi viento le ganó en una pelea era insignificante usar el poder que una vez se vio derrotado bajo mi viento.  

Relaje mi cuerpo escuchando lo que el viento soplaba de lo que los aldeanos hablaban, eran cosas endebles qué para ellos eran un gran problema. Mis cabellos se movían suavemente al compás de su brisa. Así fue por pocos minutos.

Pronto, esa suave brisa se convirtió en una ventisca lo suficientemente fuerte para ocultar mi rostro con mis cabellos azabache. Con el dorso de mi mano retiré mi cabello con delicadeza regresando este a su lugar mientras mi mirada se detuvo en la dirección en la que provino la ventisca. 

Poco a poco fui sintiendo pequeñas gotas de lluvia comenzar a caer anunciando que la llovizna se presentaba cada vez más fuerte. Alcé mi vista dejando que las gotas cayeran directo a mi rostro pasando por debajo de mis ojos simulando lágrimas. 

La lluvia lloraba por alguien.

Levanté mis dedos índice y medio haciendo un sello para en un parpadeo aparecer debajo del árbol de sakura, que se encontraba en el campo de entrenamiento diez. 

Al ver que la lluvia no iba a parar pronto me decidí sentar, pero al hacerlo mi porta-armas se abrió y de esté cayó mi libro. Levanté mi libro notando que era el Icha Icha Tácticas que Jiraiya me regaló. No había tenido la oportunidad de leer por completo, por eso siempre lo traía conmigo para cuando tuviera tiempo. 

Lo tomé y recargando mi espalda en el tronco del árbol comencé a leerlo desde donde me quedé mientras la lluvia seguía cayendo. Al paso de los minutos no podía pasar la página puesto que no podía concentrar mi mente en la lectura, algo me lo impedía. Suspiré frustrada cerrando de golpe el libro recargando mi cabeza. 

Vi una flor caer del árbol, la seguí con la mirada hasta que terminó en un charco de agua. Ahora mi pupila prestaba suma atención a las gotas golpear el agua formando las ondas que movían a la flor. 

Sentí el chakra de una persona acercarse hasta aparecer al frente mío.

──La Hokage exige su presencia. 

Informó el ANBU de cabello púrpura, era la líder de otra unidad diferente a la mía. 

──Enseguida estoy ahí. ─anuncié levantándome del lugar.

Ella sólo desapareció en un parpadeo. Sacudí mi uniforme guardando mi libro para tomar mi máscara y colocarla. No sabía para que me quería la Hokage, pero debía estar preparada para cualquier cosa.

Sin importar la lluvia, salté por los edificios y techos de la aldea hasta que llegué a mi destino. Al estar a escasos kilómetros decidí aparecer en un parpadeo frente a ella en cuclillas en forma de respeto. 

──Me mandó a llamar, Hokage-sama. 

Alcé mi cabeza mirando su rostro de seriedad aunque sus ojos reflejaban un poco de tristeza, me extrañó un poco no ver a Shizune con ella, pero no le presté atención.

Cerró sus ojos soltando un pesado suspiró. 

──Te seré directa. ─abrió sus ojos mirando a mi persona. ──. Jiraiya está muerto. 

Silenció.

Nadie decía nada. Mi voz no salía y era porque no tenía nada que decir. Mis ojos se volvieron más opacos mientras que en mi pecho se alojaba otro vacío en lo profundo. Si yo jamás le hubiera dicho dónde podía estar ubicado el líder de Akatsuki, él seguiría vivo.

Suspiré.

Otra promesa rota. 

──Entendido. ─fue lo único que dije. ──. Me imagino que el líder de los Akatsuki sí se refugiaba en Amegakure

──Antes de morir logró traer a un ninja de Amegakure, justo ahora Ibiki se hará cargo. ─informó con firmeza.

A pesar de que sonaba fuerte por dentro se desmoronaba en pedazos. Ahora era la única que quedaba de los tres Legendarios Sennin y de su equipo gennin. 

──También nos trajo el cuerpo de unos de los Pain. ─fruncí mi ceño. ──. Shizune está a cargo de la autopsia. 

──¿Pain? ─inquirí.

Ella soltó un leve suspiró.

──Por lo que se por ahora es que el líder se llama Pain y son seis. ─me sorprendió. ──. Aún no estoy muy informada. Fukasaku vendrá a explicarlo mejor. 

──Lo hará cuando llegue Naruto, ¿cierto? ─su silencio fue la respuesta.

No quería ni imaginar lo que va a sentir el Uzumaki cuando se entere que su sensei, al que ve como un abuelo y único familiar, esté muerto. 

──También por lo que dijo dejo una pista. 

Eso era bueno.

──¿Eso sería todo? ─pregunté, si no había nada que pudiera hacer prefería irme a caminar.

──Sé que eras la fuente de confianza de Jiraiya y te sentirás culpable por su muerte. ─dijo, me conocía tan bien. ──. Pero no lo es. En todo caso sería mi culpa por permitirle ir... y hacer aquella... ─cerró sus ojos.

──Lo entiendo. 

La escuché soltar un suspiró. 

──Kakashi y Yamato junto a los demás llegarán mañana a más tardar, hasta entonces no tendrás misiones. 

──¿Entonces cuál será cuando la tenga? ─cuestioné.

──No sabemos cuando los Akatsuki se manifestarán para llevarse a Naruto, por eso mismo tú lo vigilarás en todo momento. 

──Comprendo. 

Prácticamente, tenía que seguirlo por las sombras. 

──Puedes retirarte. 

Sin decir nada desaparecí de su vista. Aparecí en el rostro de piedra de mi padre, me quité mi máscara dejando que la lluvia resbalara por mis mejillas simulando las lágrimas que retenía. 

Estaba comenzando a hartarme de las promesas que siempre terminan rompiéndose.   

Solté un pesado suspiró bajando de la piedra hasta que mis pies comenzaron a caminar por las calles recordando todas las promesas que me habían hecho y posteriormente las han roto. No creía poder soportar otra muerte más y menos de alguien cercano a mí. 

──¡Oye, Yumei! ─escuché un gritó a mi espalda, suspiré al ver que me estaba siguiendo.
  
──¿Qué quieres, Lee? ─miré sobre mi hombro al mencionado, un poco retirado estaban los demás en el puesto de dangos.
  
──Estamos todos en el puesto de dangos ─señaló el lugar. ──, y te vimos pasar, queríamos saber si tú–...
  
──No, gracias. ─fui cortés dando media vuelta para seguir caminando, pero Lee era persistente y me tomó del hombro. 
  
──Yumei, te estás alejando de nosotros. ─sus ojos reflejaban preocupación. ──. No podemos verte así, queremos ayudarte. 
  
──Solo quiero estar sola. ─iba a hablar, pero no lo dejé. ──. ¿Qué tiene eso de malo? Estoy bien, no hace falta que se preocupen por mí. No necesito su ayuda.
  
──¡Una persona que quiere estar sola no está bien! ─me alzó su voz por primera vez. ──. ¡Sabemos que todo esto es porque no superas la muerte de Banri y tu hermano! ¡Si permaneces solo esa herida nunca sanará! ─me tomó de mis hombros. ──. ¡Le prometí a Kenzo que te cuidaría y no lo hago porque te alejas!
  
──Las promesas nunca perduran, Lee. ─me zafé de su agarré bruscamente. ──. Y te lo volveré a repetir, quiero estar sola.

Sin más, di media vuelta alejándome de ellos sin importar sus gritos constantes. Solo quería estar sola y poder dormir para nunca más despertar.

¿Tanto era pedir?

  

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