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PROMESA

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Mi cuerpo estaba sumergido en la oscuridad absoluta. Nada podía regresarme de nuevo a la luz o al menos no hasta que la alarma sonará indicando las tres de la madrugada. 

Abrí mis pestañas observando el techo de mi habitación. La cortina de la ventana estaba abierta así que la luz de la luna iluminaba mi habitación. Me estiré escuchando a mis huesos tronar y como era costumbre me levanté haciendo mi rutina diaria. 

Sólo que esta vez hubo un pequeño cambio.

──Konohamaru, despierta. ─entré a su habitación viendo como él dormía plácidamente abrazando una almohada. 

Esté hizo una mueca cuando le encendí la luz de su habitación.

──Cinco minutos más, Yumei. ─balbuceó tapando su rostro con la sabana.

──Tienes media hora para bajar a comer algo. ─anuncié retirando su sábana. ──. Si no estás listo, atente a las consecuencias.

Pellizque su nariz antes de salir de su habitación terminando por arreglar mi cama. Ya me había duchado y colocado mi ropa que uso mayormente. Baje a la cocina para cortar algunas frutas, no le iba a dar de comer algo pesado. 

──¿Se levantó? ─preguntó una voz llegando a la cocina. 

──Por su bien, eso espero. ─vertí un poco de yogurt en las frutas. ──. ¿Gustas? ─ofrecí.

──¿Si no es molestia?

──Para nada. ─deje el plato frente a la pelinegra. ──. Lamento despertarte.

──No pasa nada. ─sonrió comiendo del tazón. ──. Me levanto cada veinte minutos al baño.

Unos pasos pesados se acercaron hasta dejar ver al pequeño Konohamaru entre dormido y despierto entrando a la cocina.

──Buenos días, Kurenai. ─saludo a la morocha. 

──Dirás madrugadas, Konohamaru. ─le aclaró con una leve sonrisa.

Él hizo una mueca al recordar que eran las casi cuatro de la madrugada.

──Deja esa cara y come la comida. ─le deje el plato frente a él. ──. Hoy será un largo día así que come todo.

Él asintió y sin decir más, comenzó a comer. Imité su acción y cuando termine de comer recogí lo que había ensuciado. Una vez que él terminó, nos colocamos nuestras sandalias.

──Nos vamos, Kurenai. ─avisé. ──. Le dices a mi hermano que regresaremos tarde.

──Sí, no se preocupen. ─llegó a la sala para despedirnos. ──. Vayan con cuidado.

Nos despedimos saliendo de casa. En cuestión de segundos subí al techo para comenzar a correr siendo seguida por mi sobrino. El "desayuno" y ahora esto, lo hicieron despertar de golpe. Medí mi velocidad para no dejarlo atrás. 

Me detuve una vez que llegamos al campo de entrenamiento número diez. Me quedé observando aquel árbol que tantos recuerdos me trae. Por un segundos me congele cuando mi ojo visualizo la figura de Banri sentado debajo del árbol mientras me daba una enorme sonrisa que nunca borraba.

Suerte, la necesitarás.

Me estremecí al escuchar su voz en un leve susurro que el viento desvaneció al igual que su figura.

Cerré mis ojos apretando mis puños para que mis ojos no se humedecieran. No ha pasado ni dos semanas desde que deje de ver esa sonrisa.

──¡Llegue! ─una voz me trajo de regreso. ──. ¡Corres muy rápido, obasan! 

──Sí quieres, en otra ocasión te digo mi secreto. ─hablé mirando mis pulseras-pesas. 

──¡Eso sería increíble! ─sonrió en grande. 

El viento sopló levemente refrescando nuestros rostros. Konohamaru se acercó riendo un poco.

──¿Por qué ríes? ─cuestioné extrañada.

──Es la primera vez que me entrenas. ─soltó unas pequeñas risas.

Imité su acción, riendo con falsedad.

──Ríe ahora que puedes, Konohamaru. ─mi voz fría lo hizo callar. ──. Porqué una vez que comencemos a entrenar no podrás descansar hasta dominar el jutsu que te enseñaré. 

Él tragó saliva al ver mi porte serio.

──Este no es como el Shuriken Kage Bunshin no Jutsu de padre. ─crucé mis brazos. ──. Ni fácil como el Katon: Haisekishō que te enseño Asuma. 

──¿F-fácil? ─balbuceó incrédulo. ──. Me llevó meses dominarla. Y aún no lo hago del todo bien. ─murmuró.

──El jutsu que te voy a enseñar es clase ofensivo de medio alcance, rango A. ─informé alejándome de él. ──. Presta atención, Konohamaru. 

Me detuve frente a unos árboles grandes. Hice los sellos de manos correspondientes sin prisa alguna.

──Fūton: Kazekiri no Jutsu. 

Una poderosa ráfaga de viento se visualizó yendo directo a los árboles cortando estos en pedazos. Giré para mirar a mi sobrino encontrando al pequeño con la boca abierta y sus ojos brillantes.

──¡¿Voy aprender eso?! ─preguntó con mucha emoción.

──Sí entrenas duro por estos días, lo harás. ─alentó. ──. Todos los días entrenarás aquí a partir de las tres de la madrugada cuando termines con tu entrenamiento matutino. 

──¿E-entrenamiento matutino? ─preguntó confuso. 

Una sonrisa maliciosa se presentó en mi rostro. 

100 vueltas al campo.
50 lagartijas.
50 sentadillas.
50 abdominales.

Mostré cuatro dedos después de mencionar los ejercicios que hará.

──¡¿QUÉ?! ─su grito espantó a los pájaros durmiendo en el árbol. ──. ¡Eso es demasiado! ¡No podré hacerlo!

──Ahora es el doble. ─demandé cruzando mis brazos con mi voz fría al verlo quejarse.

──¡Eso no es justo!

──Triple y contando. ─anuncié.

Konohamaru prefirió quedarse en silencio y a regañadientes, comenzó su entrenamiento. 

Solté un leve suspiró sentándome debajo del árbol observando a mi pequeño sobrino correr por el campo. Cerré mis ojos recargando mi cabeza con el árbol. Me estremecí al sentir un par de cabezas recargarse en la mía. Cuando abrí mis ojos noté que no había nadie.

Al menos no físicamente.

  

 

 
Suspiré con cansancio.

──Y-ya no puedo más. ─murmuró Tenten cayendo al suelo boca arriba.

──¡Arriba, Tenten! Deja que la llama de la juventud brote en tu cuerpo. ─alentó Lee corriendo, pero por no fijarse se tropezó con una roca cayendo al suelo a un lado de la castaña. 

──¿De donde sacas tanta energía? ─pregunté llegando a sus lados para caer al suelo mirando las nubes. ──. De sólo verte me canso. 

──Esa misma pregunta me la hago desde hace años. ─comentó el Hyuga.

A los segundos lo sentí acostarse a mi lado, a mi otro lado estaba Tenten y por último Lee. Nadie dijo nada, solo permanecimos acostados sintiendo la fresca brisa del viento refrescar nuestros cuerpos. 

Se sentía tan bien estar en paz.

Sin darme cuenta, me quedé dormida. 

Hasta que sentí como me llamaban a lo lejos. Abrí mi ojo observando unas perlas como ojos mirarme con cansancio.

──Hasta que despiertas. 

──¿Qué quieres, Hyuga? ─me levanté quedando sentada mirando a Tenten y a Lee seguir durmiendo, estos poco a poco se abrazaban.

──Bueno, no quiero nada en específico. ─se encogió de hombros. ──. Sólo que no habíamos hablado desde hace mucho.

Fruncí mi ceño.

──¿Desde cuándo te gusta hablar? ─pregunté abrazando mis piernas.

──Desde que desapareciste por una semana. ─rodé mi ojo. ──. Y no me voltees el ojo. 

──¿Qué quiere hablar? ─inquirí mirando el horizonte, las flores moverse gracias al viento.

Él se quedó en silencio por unos segundos. 

──No lo sé. No creí llegar tan lejos. ─lo miré de reojo. ──. No me mires así.

Bufé apartando la mirada.

──Estoy bien, sí eso es lo que te preocupa. ─hablé al saber de su preocupación. ──. No me voy a cortar las venas. Tal vez perdí a mi sensei, pero tengo a mi hermano y sobrino. ─los miré de reojo. ──. Y a ustedes. ─la imagen del vago pasó repentinamente por mi cabeza. ──. Y lo tengo a él. ─murmuré para que no me escuchara.

Parece que mis palabras lo calmaron. Estos días he podido salir adelante gracias a mi hermano, quien desde que me encontró en casa del Nara no se ha separado de mi. Casi todos los días salíamos a entrenar o en otras casos, ayudar a nuestro sobrino a entrenar. Se podía decir que nuestro lazo de hermanos se había hecho más fuerte.

Nos teníamos el uno con el otro para apoyarnos. Ya no estaban nuestros padres ni nuestro hermano para apoyarnos en ellos, solamente nosotros dos. Sabía que a veces era un poco cansado ser el pilar de nosotros, por eso lo ayudaba con el pequeño Konohamaru.

──¡Chicos! ─el gritó entusiasmado de Gai-sensei hizo que todos nos pusiéramos de pie, incluso los otros dos que estaba dormidos.

──¡Gai-sensei! ─saludó Lee olvidando su sueño.

──Tengo excelentes noticias. ─sonrió en grande.

──¡¿En serio, sensei?!

──¡Así es, Lee! ─le sonrió a su hijo perdido. ──. ¡Tenemos una misión!

──¡Sí! ─Lee comenzó a bailar de emoción.

──Significa que no podemos descansar. ─murmuró Tenten desanimada.

──Supongo que algo de aire nuevo no viene mal. ─dije, cruzando mis brazos.

Hacía tiempo no salía de la aldea. Desde ese día.

──Tal vez. ─estuvo de acuerdo conmigo el castaño. 

──En una hora los veré en la entrada. ─habló el sensei. ──. Lleven todo lo esencial para una misión de cinco días. En el camino les contaré sobre la misión. ¡No hay tiempo que perder!

Sin decir más, todos nos dirigimos a nuestras casas. Hice mi maleta y una vez lista me di una ducha tomando el otro cambio de ropa igual a la que tenía puesta. Aún tenía un poco de tiempo, así que fui a la cocina a tomar algún bocadillo.

──Dangos. ─murmuré mirando la comida dulce. ──. Algo es algo. 

Cerré el refrigerador comiendo los dangos. Camine hacía la planta de arriba esperando encontrar a mi hermano, pero solo estaba Kurenai regando sus flores medias muertas.

──Hola, Kurenai. ─salude sentándome en la orilla de la ventana. ──. ¿Y Asuma?

──Creo que estaba con Shikamaru. ─contestó concentrada en su trabajo. ──. ¿Lo necesitabas para algo?

──No, sólo le iba a avisar que iba a ir a una misión. ─termine los dangos tirando los residuos en la basura de la habitación. ──. Konohamaru llega mañana de su misión, ¿le puedes avisar que no podré supervisar su entrenamiento?

──Claro, no te preocupes. ─me sonrió.

Me quedé unos minutos con ella hablando de lo que hice hoy, no fue la gran cosa, solo entrenar y visitar a Kata en su casa. La muerte de su esposo fue dura, pero no podía lamentar su muerte sin hacerle daño a su hijo, su embarazo es delicado y cualquier emoción fuerte puede significar su muerte tanto de él como de ella.

Y no iba a perder lo último que tiene de su esposo.

Me sentí observada desde hace unos pocos minutos. Mi mirada se enfocó en unos de los techos lejos del balcón. Ladeé mi cabeza al ver a mi hermano acosando a Kurenai, pero no sólo a él, el Nara también estaba a su lado junto a otros dos. A diferencia de ellos, él me miraba. Desvié la mirada para que no notaran que me di cuenta. 

Preferí despedirme de mi cuñada para comenzar a caminar directo a la entrada de la aldea. 

──Hasta que te encuentro, problemática. ─me detuve cuando escuché esa voz hablarme. 

──Nara. ─saludé mirando al pelinegro, parecía que me estaba buscando desde que salí de la casa. 

──Creí que no te iba a encontrar. ─confesó comenzando a caminar conmigo a su lado midiendo sus pasos. ──. Sólo tengo pocos minutos. ─susurró. 

──Estás de suerte. ─le aclaré. ──. Estoy camino a una misión.

──Qué coincidencia, yo también. ─lo miré de reojo.

──¿Asuma irá también? ─pregunté recordando como acosaba a Kurenai por igual.

──Sí. ─afirmó. 

──¿Equipo 10? 

──No, es el escuadrón Asuma. ─aclaró y ahora entendía porque no vi a los otros. ──. Aunque Chouji e Ino irán con otro escuadrón. Nuestros compañeros son Kotetsu e Izumo.

Me tense al recordar la última misión que tuve con ellos.

──Ya veo. ─murmuré sin buen sabor de boca. ──. Suerte, supongo. 

──Gracias. ─me sonrió. ──. También te deseo suerte. ─tomó un mechón de cabello para soltarlo.

Dio media vuelta dispuesto a irse, pero mi mano inconscientemente tomó su muñeca reteniendo su caminar.

──Shikamaru. ─se asombró cuando le dije su nombre, normalmente lo llamaba por su apellido. ──. Cuida a mi hermano. Sé que tu cabeza sabrá sacarlo de aprietos. ─pedí con preocupación.

Él se sorprendió.

──Ya perdí a Banri, no quiero perder a mi hermano. ─confesé bajando mi cabeza. ──. Sí lo pierdo, temo que dejaré lo que soy. ─susurré, y no era mentira.

Si perdía a alguien algo dentro mío se iba a romper y volveré a la oscuridad de la que salí. Y esta vez no sería facil salir de ahí

──No te preocupes. ─envolvió sus brazos alrededor de mí. ──. Regresaremos a salvo. Lo prometo. 

Mi cuerpo se relajo cuando depositó un beso en mi frente. 

──Eso espero. ─susurré separando mi cuerpo del suyo. 

Me sonrió por última vez antes de desaparecer entre las calles.

Dejando este mal sabor de boca.















Pero alguien una vez dijo: "las promesas son para romperse". 

Y ahora mismo no tenía cabeza para recordar aquella promesa, sus cabeza solo se enfocaba en el hombre en sus brazos.

──C-cuida a mi pequeña Yumei, Shikamaru. ─susurró sintiendo sus ojos pesados. ──. T-te la dejo en tus manos... n-no la dejes s-sóla. D-dile que la... q-quiero... 

"Lo prometo"

Esas palabras resonaban en su cabeza mientras escuchaba el último aliento que daba su sensei. Le había fallado aquella azabache de lindos ojos. Se levantó alejándose de su cuerpo sintiendo al viento correr trayendo las nubes negras, a los pocos instantes, la lluvia caía llorando por una muerte.

El Nara llevó un cigarro a sus labios sintiendo el humo chocar contra sus ojos. Ahora sentía lo que su amada sintió, perder a tu sensei te lastimaba en lo profundo. 

Pero perderlo frente a ti, sin poder hacer nada... te destrozaba el alma.

























El fuerte viento sopló llamando la atención de la azabache. Giró su cuerpo observando la dirección donde corría el viento. Un nudo en su pecho se formaba sin saber el motivo. Poco a poco la lluvia iba cayendo, sus gotas chocaban contra el rostro de la Sarutobi.

──¡Hay que darnos prisa! ─ordenó el sensei de aquel equipo. ──. Aún nos falta dos días para llegar a la aldea. 

Ni siquiera prestó atención a lo que decían sus compañeros, aún seguía observando aquella dirección. Sentía que algo había pasado. Su atención se desvió cuando sintió una tela abrazar sus hombros.

──Vas a pescar un resfriado. ─su compañero le colocó una capa tapando su cabeza con la capucha. ──. Tenemos que irnos antes de que la lluvia empeore.

La joven no formuló palabra alguna, solo lo siguió. A los pocos minutos ya estaban saltando las ramas de los árboles en un silencio. De cierto modo, sentía muerte abundaba entre el aire. 

Yumei iba concentrada en saltar las ramas al final de todos sus compañeros. De pronto, una mano le dio un empujón en su espalda, dando fuerza para lo que pronto iba a suceder. De inmediato se detuvo girando su cabeza esperando encontrar al dueño del tacto, pero no había nadie. 

Al menos no físicamente. 


  

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