Los mortales solían llorar confiadamente cubiertos por la oscuridad de la noche, siendo su acompañante predilecto Jimin y la tenue lumbre que obtenía de otro ser. No podía quejarse por su trabajo de consolar a aquellos que habitaban el corazón de Taehyung, por lo menos no cuando él parecía contento de verlo aproximándose para cumplir con su deber.

De todas formas, llevar a cabo aquella tácita obligación le brindaba la oportunidad de encontrarse lo suficientemente cerca para observar el actuar de Jungkook. Bajo su luz, los mortales reían y se divertían, disfrutaban de la calidez que los rodeaba.

En otras ocasiones, Taehyung simplemente se cubría con un manto de nubes, evitando que cualquiera de los dos pudiese visualizar a los extraños habitantes refugiados en su interior, otorgándoles la ocasión para encauzar su curiosidad en el contrario.