Jimin conocía la procedencia de su luz.

Sabía que su lumbre se debía a los rayos que Jungkook desprendía desde su lugar en aquel inhóspito espacio sideral, apenas siendo consciente de la forma en que cambiaba la vida de los astros a su alrededor.

Jungkook, despistado y maravilloso, a duras penas notaba su existencia orbitando alrededor de Taehyung. Jimin sabía que su destino le colocaba al lado de Jungkook durante muy pocas ocasiones, aunque este solo pudiese acercarse unos cuantos kilómetros más.

El momento parecía más próximo que nunca, los últimos 300 años comenzando a parecerle de igual magnitud que el destello de una estrella fugaz.