II
LOVE
Mañana es el gran día. Pero ante todo, tu gran momento.
Vas a sacar a relucir todos esos diamantes que tienes escondidos en el interior del pecho; vas a deslizarte sobre el hielo con la elegancia de alguien que desprende música de su cuerpo; vas a enamorar a aquellos que todavía no hayan sucumbido al arte de tus movimientos; y vas a hacerme sentir el hombre vivo más afortunado del mundo.
Pensar en el abanico de posibilidades que nos espera mañana ha conseguido quitarme el sueño, y es por eso que vuelvo a escribirte, Yuuri. Para silenciar los pensamientos que me susurran al corazón mientras estás a mi lado. Pero, sobre todo, para ser fiel a mis palabras: "no voy a descuidarte ni un solo segundo de mi vida".
Vuelven a ser las tres de la madrugada, pero esta vez no estamos compartiendo la cama; tú también estás demasiado nervioso para dormir y te has tomado la libertad de salir a la terraza para respirar un poco de aire fresco. Las cortinas en movimiento me dan a entender que el viento trae la banda sonora de un futuro lleno de nuevas oportunidades para los dos, y la luz de la Luna se cuela en la habitación y baña de brillos el oro del anillo que me has regalado por mi cumpleaños.
Aún no me acostumbro del todo a su tacto, pero tampoco pretendo familiarizarme con él tan pronto; si algo me has enseñado, Yuuri, es que las mejores cosas ocurren poco a poco, casi sin darnos cuenta.
Fue lo mismo cuando entendí que me había enamorado de ti. La única diferencia es que, de alguna manera, deseaba que ocurriera con todas mis fuerzas.
Acabas de volver a la habitación y estás tratando de decidirte entre acostarte en tu cama o tumbarte en la mía. Te he visto dudar demasiadas veces para poder afirmarlo.
-- Ven -- te digo, y tú sonríes y brincas hasta donde me encuentro.
El colchón se sacude cuando te dejas caer a mis pies y trepas sobre las sábanas hasta que tu cabeza alcanza mi pecho, lugar que has bautizado como tu zona de descanso. Me posas un beso a la altura del corazón y me estrechas contra tu cuerpo en un abrazo del que me siento culpable de no ser cómplice; no puedo perder el hilo de mis pensamientos o este escrito dejaría de tener sentido.
-- ¿Qué haces? -- tus ojos buscan los míos.
He dejado de escribir un segundo para mirarte y regalarte una sonrisa tranquilizadora.
-- Pensar en ti.
El rojo que acude a tus mejillas es la mejor respuesta que podrías darme, y ahora soy yo quien te posa un beso, pero en los labios. Que están hechos a mi medida. Tú sonríes y buscas ese roce cálido otra vez.
-- Ahora a descansar -- digo tras romper el beso y acariciarte el pelo --. Órdenes del entrenador.
Sueltas una risita cuando mis dedos te rozan el rostro en un intento de quitarte las gafas, las coloco sobre la mesita de noche y tú te permites apoyar la cabeza en mi pecho después de besarme la mandíbula.
Acabo de darme cuenta de lo rápido que me late el corazón y de lo mucho que deseo que no llegue mañana; me gustaría que este momento durara para siempre. Sé que puede sonar contradictorio después de todas las veces que he insistido en que me encantaría ganar el oro..., pero la verdad es que no me importa demasiado. Lo único por lo que estoy luchando desde estas últimas semanas es por tener un momento como este contigo.
Solos. Juntos.
Me quito el sombrero ante ti, Yuuri, y es que has conseguido hacerme llegar el amor que tanto deseabas trasmitir con tus programas. Me he empapado de cada uno de los movimientos de tu cuerpo, y el mensaje que encriptaba la intensidad de tu mirada se ha instalado con insistencia en una parte de mi corazón que creía inexpugnable.
Tampoco sé porqué me he extrañado tanto; ya descifré tu magia cuando vi aquel vídeo tuyo. Y magia es la palabra con la que me gustaría describir lo que siento cuando estoy contigo. Cuando estamos así. Ahora. Tú durmiendo sobre mi pecho..., o al menos intentándolo.
Estás tamborileándome la piel con los dedos, quizás en un intento de aplacar tus nervios por la prueba de mañana. Pero no te preocupes, Yuuri: estoy contigo.
Aunque me hayas confesado hace un par de horas que prefieres que todo acabe después de la final del Gran Prix, a pesar de que me haya enfadado y me sienta roto, voy a animarte y a apoyarte desde lo más profundo de mi corazón.
Quizás no te lo haya dicho, Yuuri Katsuki, pero te he proclamado mi valiosa medalla de oro. Reluciente. Única. Mía. Mi más preciado tesoro. La joya más brillante de mi corona.
¿Y sabes qué es lo mejor? No importa qué ocurra mañana en el hielo. Porque nada de lo que he dicho va a cambiar. Y creo que es ahí donde reside la verdadera magia de mis sentimientos. Porque nada ni nadie, solo tú, Yuuri, ha conseguido hacerme sentir persona. Y por si fuera poco, me has ayudado a cuidar de ti y de mí mismo.
Debo decir, Yuuri, que nunca estaré lo suficientemente en deuda contigo. Que nunca podré devolverte el favor o agradecértelo como te mereces. Más que nada, porque no sé cómo hacerlo. Lo único que se me ocurre es dedicarte cada segundo de mi vida. Puede parecer egoísta, y puede que en cierto modo, así lo sea, pero me gustaría que siguieras enseñándome a cuidarte, a proteger tus sentimientos y a saber interpretarlos.
Llámalo amor, si lo prefieres. Dicho de otra forma, no conseguiría hacer sombra a cómo me siento.
Siento el peso del anillo y no creo, sino que estoy completamente seguro, de que soy el hombre más feliz del mundo.
-- Víctor...
-- ¿Hum?
-- ¿Sobre qué escribes?
Aparto la mirada de la pantalla del móvil para analizar tu expresión curiosa. Los ojos te brillan y me invade el mismo sentimiento de deseo que me he limitado a aplacar desde que te conocí... ¿Qué palabra podría describirlo mejor? ¿Locura, quizá?
-- Sobre mí -- y aunque hago un ademán para quitarle importancia al asunto, solo consigo alimentar tu sed de curiosidad --. ¿Qué?
-- ¿Puedo leerlo?
Y de repente me planteo ofrecerte el teléfono y abrirte todas las puertas de mi intimidad.
-- Quizá -- sonrío con complicidad al tiempo que vuelvo a centrar mi atención en la pantalla --. Si mañana ganas el oro.
-- ¡Víctor! -- me reprochas, y yo suelto una risita por lo bajo que únicamente te pone más colorado.
Las ganas me pueden, así que me inclino para darte un tierno beso en la frente que solo me recuerda lo mucho que me encanta el tacto de tu piel. El rojo se aviva en tus mejillas, frunces los labios y mi corazón siente que es tuyo para siempre. Incondicionalmente.
Palpas la superficie de tu anillo y en tus ojos aparece un fulgor eléctrico que me deja sin respiración. Verte patinar es asombroso, Yuuri, pero poder analizarte fuera de la pista, en tu intimidad, tan cerca de mí, es un privilegio que adoro poder permitirme.
-- Voy a ganar -- murmuras, y sé que estás pensando en voz alta.
A mí sí que me has ganado, Yuuri Katsuki. Con tu sensibilidad, tus sonrisas y tus ganas de seguir adelante.
-- Confío ciegamente en ti -- y yo también pienso en voz alta.
Me miras y parece que el mundo se detiene para nosotros dos.
Bendita la hora en que cogí un vuelo a Japón y bendito el momento en que decidí ponerme un par de patines.
Debes de haberme leído la mente o algo por el estilo, porque me envuelves en un abrazo que no es propio de ti, enrollándote con mi cuerpo y besándome el pecho.
-- Mi boca está aquí arriba, ¿sabes? -- murmuro, irónico.
Una sonrisa ladina se insinúa en tus labios para dar vida a esa parte de ti que solo yo conozco.
-- Ya lo sé, tonto -- y subes para plantarme un beso casto en la boca que me dispara los sentidos.
Casi prefiero mandar el móvil a tomar por culo, terminar de desnudarnos y dejar que sea mi imaginación la guíe mis movimientos. Casi. Mi repuesta a tu gesto acaba reduciéndose a una sonrisa cansada, y tú me la devuelves antes de apartarte, darme la espalda y desearme las buenas noches antes de cubrirte con las sábanas.
Bienvenidos a "cien maneras de cómo cargarse un momento romántico". Dirigido, producido y protagonizado por Víctor Nikiforov.
Tengo ganas de acariciarte la espalda y de ver hasta dónde podría llegar nuestro juego si me propusiera continuarlo, pero ambos necesitamos estar descansados para mañana, y algo me dice que esta no será la última vez que compartamos la misma cama.
Y los mismos sentimientos.
Pase lo que pase mañana, Yuuri, y decidas lo que decidas a partir de entonces, puedo asegurarte que te quiero con todas las interpretaciones posibles que pueda envolver la palabra "amor", y quizás te haga llegar este escrito cuando tengas el oro colgando de tu cuello.
Ya lo sabes; nos lo susurró el destino al oído hace mucho tiempo: nacimos para hacer historia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top