𝐭𝐡𝐫𝐞𝐞
ૢ ✧ LOST HISTORY ੈ ✩ ‧₊
03. ፧ ❝ BUTTERFLY EFECT ❞
NEVERLAND
MIRÓ A SU alrededor aún sospechoso y al recaer en que la persona a la que buscaba incluso había borrado sus huellas suspiró rendido pasando una de sus manos por su cabello agotado, amaba el juego del escondite pero Giselle era terriblemente buena en el.
Ya hacia un año que la pequeña rubia lo visitaba mediante sus sueños al mágico país de Nunca Jamas y pese a que aún conservaba su misma personalidad educada podía decir que ya era una niña perdida. Ya conocía cada rincón de su preciada isla — gracias a él — y se comportaba como cualquiera, con sus excepciones, claro.
Como en aquel momento en el que estaban a solas mientras los niños perdidos cazaban y él cuidaba y entretenía a Giselle para distraerla, ya que, a esta no le agradaba mucho la idea de herir a los animales del bosque, pero ellos debían comer así que la alejaban de aquello.
Volvió a dar una mirada rápida por la zona mientras recordaba con burla la primera y única vez que la intentaron incluirla a la caza, la pobre apenas y aguantó las ganas de vomitar cuando vio las zarigüeyas que los gemelos habían capturado en sus respectivas lanzas, ninguno quería una escena parecida por lo que llegaron a ese acuerdo.
Chasqueó la lengua intentando regresar por el lugar donde vino, pero, antes de poder dar dos pasos sintió como algo caía sobre su espalda tirándolo al suelo.
— ¡Piensa rápido!
Peter apenas y pudo responder con un gruñido de dolor con toda la tierra que había tragado, a la vez que Giselle soltaba fuertes carcajadas por su travesura.
Cuando a la anterior nombrada le comenzó a doler el estómago por sus risotadas se quitó de encima del mayor para posteriormente ayudarlo a ponerse de pie con lentitud.
— Por favor deja de hacer eso, — Escupió tratando de quitarse el barro del rostro con dificultad — soy demasiado joven para tener problemas de espalda.
— ¿Jugamos otra vez? — Preguntó aún divertida mientras que Peter negó espantado.
— Creo que es suficiente por hoy... — Tomó su mano y con incomodidad camino junto a ella de vuelta al campamento esperando que sus niños ya estuvieran ahí — Y debes decir "piensa rápido" antes de lanzarte, así nunca podré atraparte. — Bramó sin aliento.
La rubia asintió resignada con aquella idea en mente, era tan divertido caerle de sorpresa al castaño pero tampoco quería dañarlo, al principio era más divertido pero comenzaba a notar que ya era más pesada, por lo que al tiempo dejó de ser divertido para él y así no tenía tanto sentido.
Llegando al campamento, la pequeña de diez años fue directo a sentarse a un tronco pensativa y cabizbaja, cosa que inquietó al rey de la isla que inmediatamente la siguió.
— ¿Todo bien, Ardilla?
Giselle torció los labios ante el apodo mirándolo a los ojos. A las semanas de recurrir al lugar se fue asignado su nombre de niña perdida por las influencias de Conejo, aquel sobre nombre no le agradaba del todo pues el niño ojiazul le decía que era debido a sus enormes dientes frontales pero Peter insistía en que era por su pequeño tamaño además de ser una novata, por ende, la más "joven" del lugar.
— ¿Ya no puedo jugar contigo por que estoy creciendo? — Preguntó moviendo su pierna ansiosa.
El vestido de verde rápidamente se agachó a su altura negando levemente con su cabeza.
— No, claro que no, — Aclaró rápido queriendo alejar la horrible idea de su crecimiento — Seguiremos jugando aunque seas una anciana. — Bromeó haciéndola reír.
— Pero tu también serás un viejito... — Soltó entre carcajadas dejándolo mudo.
Agacho la mirada sin querer sacarla de su error, aún no afrontaba el hecho de que técnicamente para Giselle ellos eran solo un sueño. Es decir, la niña era consciente de que todo lo que ocurría era real, más para él y los demás en la isla la pequeña de rizos dorados era una ilusión de la cual aún no tenían respuesta a su atadura con Nunca Jamas ni del porqué de sus visitas. Giselle no era tonta y sin querer descubrió todo lo mágico como lo malo de la isla, pero aquel pequeño detalle sobre cómo pasaba el tiempo en aquel lugar aún no era de su conocimiento y preferían dejarlo así.
Buscando las palabras indicadas para tratar de responderle, el chico no se dio cuenta de que hacía un montón de muecas divertidas a los ojos de la ojiazul hasta que sintió sus pequeños dedos sobre sus cejas.
— Deja de moverlas, te ves raro. — Murmuró entre risas.
Peter aliviado de no ser el encargado de cambiar de tema siguió cambiando de expresiones aún más notoriamente que Giselle trataba inútilmente de parar.
Las risas de ambos inundaban el lugar cuando repentinamente Peter sintió una extraña presencia en sus tierras, frunció el ceño distraído y extrañado sin seguir el juego concentrándose en aquella sensación, era peligrosa y oscura, un poder que nunca había tenido tan cerca.
La niña, en cambio, queriendo volver a llamar su atención, optó por jalar sus orejas para después salir huyendo de una segura persecución.
— ¡Oye! — Gritó alarmado por lo anterior que sintió.
Si había algo dentro de la isla no era seguro que ella vagara por ahí.
Peter comenzó a perseguirla viéndola pasar por un montón de arbustos, más al intentar correr hacia allá, Giselle regresó en un santiamén como alma que llevaba el diablo escondiéndose rápidamente a sus espaldas.
La observó curioso y regresó la vista hacia el lugar adonde corrió notando como una sombra que no era la suya se abría paso entre la vegetación revelando un rostro olvidado en el tiempo.
Dejó de respirar unos segundos viendo a su hijo irreconocible.
La última vez que supo de él fue hace unos cuantos años en los que descubrió su ubicación sabiendo no solo así que era un total perdedor, sino que también contaba con un nieto, el cual secuestró e intentó endulzar para que este se quedara en Neverland, pero Rumple logró intervenir en sus planes llevándose a su crío.
— Así que volviste. — Musitó apenas, mientras que lo que anteriormente fue su hijo hizo un extraño movimiento de manos — Luces diferentes. — Ignoró lo anterior.
— Las personas cambian... — Soltó venenoso pero al instante carraspeó — La mayoría, — Se corrigió — existen otras que solo hacen promesas vacías y nunca lo cumplen. — Peter tragó duro, más no quiso demostrar que aquel fue golpe bajo. Era más fácil estar frente a él cuando su encuentro parecía afectarle más al de cabello largo.
Aquello era una herida a su ego, no le pesaba su pasado realmente, pues, Peter ya no sentía nada por Rumple, ya que, al volver a ser un adolescente, su mente y cuerpo regresó a la edad en la que aún no lo tenía. Era consiente de lo que hizo pero igual era ajeno a eso, pues era como si sus propias memorias le contaran la historia de alguien más.
— ¿Nueva adquisición? — Señaló a sus espaldas y Peter tardando segundos en reaccionar finalmente logró esconder poco más a Giselle que no dejaba de mirar a la entidad frente a ellos con temor.
— No es de tu incumbencia. — Hablo rápido — Creí dejar claro que no eres bienvenido. — Tras una profunda respiración volvió a su actitud cínica y juguetona de siempre.
Aquello pareció molestar a Rumplestilkin que en un pestañeo cambió su expresión a una amenazante.
— Deja en paz a Baelfire. — Peter frunció el ceño extrañado hasta que algo paso por su mente.
« La Sombra » pensó cerrando sus ojos el más joven físicamente.
Para ser parte de él aquella cosa era bastante independiente.
Rumple, en cambio, estaba bastante preocupado por su hijo, se negaba profundamente a repetir la historia con su progenitor pero el destino parecía ya estar escrito, pues igual este le había pedido tener un nuevo comienzo con una habichuela mágica e irse a otra parte y renunciar a ser el oscuro, pero antes de poder cruzar el portal dudó y ahora no tenía la ubicación de Baelfire. Y el primer lugar que pensó fue en el hogar de su padre — si es que aún podía seguir llamándolo así — , más por lo visto no se encontraba ahí, igual prefería tener las cosas claras con el chico frente a él en caso de que lo encontrara primero.
» — Habló en serio. — Intentó verse firme — No queremos que alguien más pague los platos rotos ¿Verdad? — El de piel verdosa dirigió su mirada a Giselle y a pasos lentos comenzó a acercarse — Puede ser un accidente... — Se burló a lo cual Peter descifrando sus intenciones le dirigió una mirada amenazante — Algo tan simple como tomar un corazón y pulverizarlo...
Giselle se aferro aún más a la pierna del castaño y este la jalo algo brusco lejos del oscuro.
— Largo de mi isla. — Dijo de forma dura.
— Quedas advertido, — Se irguió alejándose — no quiero más juegos de tu parte.
Consternado y molesto, el ojiverde intentó lanzarle una nube verde pero este había desaparecido antes de que impactará en él.
Peter eufórico respiraba erráticamente hasta que segundos después recordó la pequeña y aterrada presencia junto a él negada a soltarlo.
— Ese señor me dio miedo... — Balbuceó.
— No tienes porque temerle, yo te cuidaré Giselle. — Se agacho a su altura queriendo calmarla — Por siempre ¿Entendiste?
Ella asintió ausente aún mirando la dirección en la que Rumple había desaparecido. Estaba segura que tendría pesadillas con ese feo rostro de cocodrilo.
— Hey, mírame... — Musito suave a lo cual por fin Giselle lo vio aún preocupada — Siempre voy a estar para ti, ¿de acuerdo? — La rubia asintió — Nadie va a dañarte.
Conmovida por sus palabras, Giselle sonrió abrazándolo sintiéndose segura de cualquier mal con él.
Por otro lado, Rumplestilskin creía que ya lo había visto todo hasta el día de hoy. Estaba tan acostumbrado a ver a su padre preocuparse por nadie más que por sí mismo y la manera en la que se atrevió a proteger a aquella niña lo dejó pensante, definitivamente le importaba mucho más de lo que dejó ver y eso ya era decir mucho.
Peter no tenía idea que su instinto de protección con la pequeña rubia frente a Rumple lograría desencadenar un efecto mariposa del que años más tarde se arrepentiría y que los transportaría a un pequeño pueblo en Maine.
STORYBROOKE
— ¡Mira lo que hiciste, Grace! — Rugió su enfurecido padre — ¡Era trabajó de Javier, y tú lo arruinaste!
La rubia bajo la mirada asustada por el regaño de su progenitor, juraría que estaba rojo de furia. Ya que, regresando de la escuela se encontró con que el mayor finalmente había descubierto los sacos que recogió de la tintorería y por intentar escapar de la ley arruinó, los había escondido en lo más recóndito de su closet pero pareció no servir de mucho ante el gran aprecio que tenía este por sus costosas prendas. Pero aquello no era lo único que la atormentaba, pues por la mañana salió la terrible noticia del fallecimiento del alguacil del pueblo y no podía evitar sentir culpa respecto a ello.
Sabía que no era la causante de su ataque al corazón, pero ese tipo de enfermedades se agravaban por estrés y corajes, quien sabe, tal vez lo que hizo con Alice el otro día en la tintorería lo molestó bastante y quien sabe que tantas cosas traía encima. Se sentía pésimo por haber sido una molestia para él en sus últimos días de vida.
Suspiró cansada cuando el mayor se marchó y dio un brinco en su lugar al escuchar el fuerte azote de la puerta de su estudio. En últimas instancias había comenzado a enredar sus palabras al no saber qué más gritarle, cualquier padre hubiera concluido su reprimenda con un castigo, pero daba lo mismo si decidía aplicarle uno o no, no tenía con que de todas maneras, apenas salía a tomar clases a su escuela y a actividades extracurriculares que ellos mismos la obligan. Vivía en un castigo eterno.
Con pesar y melancolía tomó sus cosas y salió de la mansión para ir por su café matutino y después a la escuela.
Era consciente de que la relación con sus padres no era la mejor, por ello se esforzaba bastante en intentar hacerlos felices con todo lo que pidieran y esperaban de ella, por ello, el que su papá le gritara hasta quedarse sin saliva la hacía sentir pésimo. Tal parecía que fuera lo que hiciere, nunca estaría orgulloso, en cambio, ante el mínimo error lo decepcionaba bastante.
Subió al elegante auto limpiando las pequeñas lágrimas que se habían escapado de sus ojos e intentando esconder su voz rota le dio instrucciones a Javier para poner en marcha su camino.
Paso por el mismo lugar de siempre a la hora exacta cuando notó que cierta rubia miraba a sus espaldas distraída, en algún tipo de ensoñación, mientras salía de aquella cafetería, más por su distracción no se dio cuenta que él iba pasando e inevitablemente chocaron apenas, pues él si estaba al pendiente de sus movimientos.
— Grace, buenos días — Saludó, como ya acostumbraba — ¿Caramelo? — Sacó uno de su saco y se lo extendió a la ojiazul que aceptó gustosa.
— Buen día, señor Gold. — Bramó avergonzada mientras le quitaba la envoltura a aquel dulce. — Lamento el inconveniente, estaba distraída.
— Descuida... — Apretó su bastón — ¿Sabes? No me parece que la señorita Wanderlad sea una buena compañía para ti, Grace.
La anterior nombrada lo miró nerviosa de que haya presenciado el inconveniente del otro día.
» — Debes tener cuidado a quien escoges como amistades... — Dijo lento — Ese comportamiento infantil no te va bien, deberías cuidar la imagen de tu familia, no sabemos cómo reaccionarían tus padres si supieran que su única hija es una delincuente.
Grace no pudo aguantarle la mirada más tiempo y agachó su cabeza cohibida por la dura cara del hombre.
— Gracias, señor Gold, lo tomare en cuenta. — Aseguró para después con un leve asentimiento despedirse y subir a su auto.
El mayor asintió satisfecho para sus adentros al ver que fue tan fácil influir miedo en ella, el hechizo seguía fuerte, pero si continuaba así no lo sería por mucho tiempo.
La niña comenzaba a descarrilarse tomando actitudes infantiles, y continuaba reacio a que no podía dejar que esto siguiera. Tenía que ver por sus propios intereses en el hechizo, al igual que Regina, la cual percibió irritada desde la llegada de Emma Swan, encargándose de poner de cabeza al pueblo. Aún no afirmaba nada, pero si era quien sospechaba no tenía mucho tiempo para seguir retrasando lo inevitable. Por ello, debía terminar con el asunto de Giselle y su padre antes de que fuera bastante tarde.
Siguió caminando en dirección a la alcaldía cuando recayó en la persona a la que buscaba recolectando manzanas de su preciado árbol en el jardín de la gran morada.
— Regina. — La llamo anunciando su presencia — Tenemos algo que discutir. — Se acercó hasta llegar hacia ella.
— ¿Qué se te ofrece, Gold? — Preguntó con fastidio — Estoy ocupada, sin el alguacil tengo bastante trabajo.
— Tendrás más problemas si no resolvemos esto ahora. — Anunció impaciente — Me he percatado de que los habitantes están teniendo deja vús muy particulares...
La pelinegra lo observó frustrada.
— Lo se, me ocupó en ello.
— Pues no parece que lo estés haciendo bien. — Replicó — Tendré que comenzar a involucrarme.
— Ni se te ocurra. — Lo encaró dura — Déjame esto a mi.
— No sabes lo que dices. — Negó distante —También tengo que proteger mis asuntos.
— Hazlo, entonces. Pero no me involucres en tus ultrajes.
El mayor sonrió con un deje de malicia. Sino obtenía su ayuda, sin aquella ventaja podría jugar sucio.
— Te tomare la palabra. — Se dio media vuelta dispuesto a irse pero la voz de la mujer lo detuvo.
— Tecnicismos. — Expuso mirándolo con impotencia — Te encanta jugar con ellos.
— Me gustan las armas ligeras. — Regresó su vista a ella — Agujas, plumas... Sacarle punta a un acuerdo. — Soltó lo ultimo con cierto rencor. — La sutileza. — Concluyó — Algo que tu no conoces. — Se burló de sus intentos desesperados por deshacerse de Swan.
— Eres un malnacido. — Rió seco.
— Creo que el odio saca lo mejor de ti, Regina. — Hizo una mueca — Una lastima lo de Graham.
La de pelo corto se acercó a pasos largos, amenazante.
— ¿En serio estás pensando en ponerte en mi contra? — Formuló con tranquilidad, maliciosa.
— No directamente. — Aclaró con el mismo tono — Al fin y al cabo, ambos abogamos por el bien común.
Pero si no estaba con él, entonces vería la forma en arreglar su parte del hechizo sin que interfiriera. Y ya sabía con quien apoyarse.
» — ...Pero en bandos contrarios.
La ex maliciosa reina lo miró con sospecha oliendo sus intenciones.
— Creo que escogerás al caballo más lento, por mucho. — Le dedicó una mirada de desprecio.
— Jamás subestimes el amor de una madre por su hijo. — Sonrió leve enfureciéndola — Ni el odio de un hijo, por su padre.
Sin más que decir, se marchó en busca de poder iniciar su plan.
Tendría que estar de lado de Emma ahora, hipócritamente, claro, para encargarse de lo que Regina pareció inútil, más aparte, así la rubia le debería un favor y podría usarla contra Grace si se volvía la nueva alguacil. Sea como fuere, era experto en hacer pequeñas cosas para desatar desastres, como un efecto mariposa andante.
Pues, con el hechizo ella duró bastantes años como una infante y siempre estaba el riesgo de que su naturaleza saliera a relucir, por lo que, cuando llegó Henry y está igual que varios niños comenzaron a crecer y con el reloj funcionando, esto ya no puede salir mal.
Tendría que retractarse con Grace y unirla más a la adolescente revoltosa de nombre Alice, seguramente la induciría a ser una rebelde y con eso, Emma sería su piedra en el zapato para qué sus padres la restrinjan más y tengan más cuidado con ella o en todo caso, que Grace se harte y que desee más el mundo adulto fuera de sus progenitores para irse de su casa y así tal vez se aleje de Storybrook, para borrar cada pequeña chispa de su infancia.
Y él también atribuiría a eso, le metería la idea de ser una típica chica de su edad, que salga a fiestas, se llene de excesos para acercarla más al mundo adulto y ya no quedaría ningún rastro en sus memorias de Peter y todo ese mundo mágico.
Volviendo a pasearse por las calles de ese pueblo olvidado por el mundo exterior. Nuevamente paso por la famosa cafetería donde trabajaba Alicia y otro chico pelirrojo, al verlo a través del vidrio detrás del mostrador, sus gestos cambiaron a uno de sospecha al recordar el nerviosismo de Grace al salir de aquel lugar, entonces unió los hilos y cayó en que a la rubia de alguna manera le atria ese tipo.
Sonrió, ya sabiendo por dónde comenzar su plan, entro a la cafetería específicamente con ese muchacho.
Ya en la escuela, Grace pasaba por los pasillos con ese caminar inseguro y mirada gacha tan característico de ella, y cuando miró de soslayo a cierta rubia de cabello corto charlando con su usual grupo de amigos, "los matones del pueblo", aceleró su caminata, pero no fue suficiente para evitar que la más bajita la reconociera.
— ¡Princesa! — La llamo por su apodo abriéndose paso entre sus compañeros de travesuras — ¿Cómo estas? — Preguntó abrazándola por los hombros con mucha confianza.
— Bien. — Respondió simple queriendo seguir su andar pero la otra se lo impidió.
— ¿Adónde con tanta prisa? — La regresó — Ven, te presentaré a unos amigos. — ¡Hey, simios! Grace, de seguro ya la conocen. — Señalo a la chica a su lado y el grupo miró de forma poco amistosa a la ojiazul, tenía su fama de estirada, no sabían que hacía Alice con ella. — Ella es Ruby, — Señaló a una chica con blusa roja y mechón blanco — los gemelos Hank y Greta, no aprenden ninguna dirección, siempre los pasamos a buscar nosotros. — Explicó dando una pequeña descripción para Grace — Oh, y él es Jason, de seguro lo ubicas por la granja de su madre, cosechan habichuelas de frijol.
— Hola... — Saludó en general, tímida.
Alice hizo una mueca y rodó los ojos.
— Así como ven a Lady Delicadeza, — Bramó con burla haciéndola sentir incómoda — fue la que me ayudó a recuperar mi delantal del panzón de la tintorería.
— ¿Por eso llegaron tarde el otro día? — Preguntó interesado el castaño llamado Jason y la pequeña rubia asintió con emoción.
— Es una salvaje. — La sacudió fúrica, quería que causara una buena impresión y devolverle su niña obra — De hecho, pensé en invitarla a la fiesta de los trillizos. — Se giró a la chica — ¿Quieres venir?
— No creo que me dejen ir. — Negó intentando zafarse, recordando el consejo del señor Gold.
— Eso no es impedimento. — Se encogió de hombros — Si pudiste ayudarme a robar, lo justo es que te regrese el favor escapándote de tu casa.
El grupo de chicos la miraron interesados por su respuesta, esperando ver que Alice tuviera razón y que la chica no era todo lo que se decía de ella y esta, por aquella presión social terminó asintiendo sin poderse negar.
— ¡Genial! — Festejó la otra rubia siendo interrumpida por la campana que indicaba el comienzo de clases haciendo una mueca aburrida — Ven con nosotros, nos saltaremos la primera clase.
Ante la oferta, Grace sintió inquietud y angustia en su estómago, más ya era tarde cuando fue jalada por Alice a quien sabe dónde con el resto detrás de ellas.
— ¿Por qué? ¿Y si la maestra Pam se da cuenta?
— ¿Y eso qué? — Se encogió de hombros despreocupada — De seguro no tienes ninguna falta, y solo es la clase de matemáticas, quien las necesita.
Grace se abstuvo a responder sarcástica que todo el mundo necesitaba de las matemáticas, además, el grupo de chicos comenzó a animarla e intentar hacerle charla que ella apenas podía continuar y con pesar los siguió.
Rió divertida recordando uno de los chistes de los gemelos que después desencadenó una pequeña pelea entre ellos aún más graciosa.
Por la mañana la paso bastante bien en compañía de Alice y su grupo, eran bastante amigables en comparación a sus posturas supuestamente intimidantes de chicos malos y pese a sus antecedentes realmente le parecieron buenas personas. Aún no podía soltarse completamente y ser divertida y despreocupada como Alice, pero al menos ya no era la aburrida chica estirada y pudo integrarse un poco al menos, aunque no hablara mucho, prefería escuchar y reírse de vez en cuando.
Luego de eso, la otra rubia no se separó de ella y también la invito a pasar el receso con ellos e igual estuvo lleno de risas y buenos momentos, incluso tuvo la suficiente confianza para confesarle a la rubia que le gustaba Archie, su compañero de trabajo, a lo cual, esta prometió ayudarla hablándole bien de ella al chico, cosa que emocionó bastante a Grace.
Por fin, después de quien sabe cuánto, era feliz, verdaderamente feliz, era como si los demás aspectos en su vida no importaran, ya tenía amigos y estaba contenta al ser estos un gran distractor de todo lo demás.
Por ello, después de su práctica de fútbol, le pidió a Javier que se desviara hacia la cafetería de siempre con la excusa de que quería un té helado.
Ya en el lugar, la campana en el establecimiento anunció su llegada y rápidamente la primera persona que vio fue a Alice limpiando el mostrador, se acercó con una sonrisa tranquila y cuando la otra recayó en su presencia la saludó efusiva. Pero Grace ya no la veía a ella, pues ahora miraba al pelirrojo a espaldas suyas. La más baja entendiendo su interés le guiñó uno de sus ojos con exageración haciéndola reír divertida, para después acercarse a su compañero.
— Hey, ¿Puedes atenderla? — Señaló a una nerviosa Grace — Debo ir al depósito por algo. — El mayor por un par de años asintió simple y se acercó vacilante a la rubia.
— Hola de nuevo. — Saludó amable — ¿Que vas a llevar?
— Té... helado, de frambuesa, por favor. — Formuló pausadamente, jugando con sus manos.
El pelirrojo asintió anotando su pedido en la máquina registradora y al escuchar el precio, Grace le extendió un billete.
— Alice me contó que la ayudaste el otro día... — Dijo después de darle su cambio, comenzando a preparar su bebida.
— A-ah eso, no fue nada. — Bajo la vista ansiosa.
— Pues para mi fue un acto muy valiente de tu parte. — Dejó su encargo sobre la mesa guiñándole el ojo junto a una sonrisa ladina.
La ojiazul sintió su cara arder intentando sostenerle la mirada lo más que pudo, hasta que rompió el contacto visual fijándose en un número telefónico en la servilleta que acompañaba su té. Aún más roja que antes, lo tomó con cuidado y le agradeció con una sonrisa.
Fue hacía la salida a pasos temblorosos y en la puerta, miró a sus espaldas donde el chico seguía con esa sonrisa coqueta y ahora ella nuevamente sonrió más animada mostrando sus dientes. Se despidió alegre para finalmente salir conteniendo su felicidad.
No fue hasta que Archie se dio vuelta que Grace dejó escapar un chillido de emoción dando pequeños brincos en su lugar sin darse cuenta de la persona que se acercaba a ella.
— ¿A qué se debe tanta del felicidad? — Preguntó simpático haciendo que la chica detuviera su festejo abruptamente avergonzada.
— A-Ah y-yo... Nada, nada. — Guardó la servilleta rápidamente en su bolso — Tuve una buena nota en matemáticas. — Mintió entre balbuceos.
Gold asintió divertido sin creerle.
— Me alegro de verte contenta. — Sonrió amigable — Grace, me equivoqué esta mañana, lo mejor para ti es estar cómoda, ya sabes, en tu ambiente. — Señaló la cafetería por donde salió.
La anterior nombrada sonrió enternecida, aún no sabía porque pero le agradaba tener un amigo — si es que podía llamarlo así — como Gold, aunque fuera raro, pues antes no tenía amigos de su edad.
— Gracias, señor Gold.
— Tal vez sea bueno que pases más tiempos con personas de tu edad. — Enfatizó — Personas que te saquen de la rutina.
— ¿Por qué me dice eso? — Preguntó curiosa sin borrar su sonrisa.
— Todos me temen, pero tú no Grace, por eso me agradas.
— Usted también me agrada. — Aceptó cariñosa — Debo irme, tenga linda tarde.
— Igualmente...
El mayor, observó cauteloso a la rubia alejándose en el lindo auto blanco. Quedándose fuera de la cafetería más de la cuenta, giro hacia el interior y cuando el pelirrojo detrás del mostrador notó su presencia, Gold asintió cómplice y continuó su caminata.
Antes de llegar a su hogar, le pidió a su chofer hacer otra excepción y así fue como el hombre condujo hasta un pequeño parque de juegos abandonado donde Grace estaba segura de encontrar al pequeño Henry.
Cuando lo vio a lo lejos pidió que detuvieran el auto y rápidamente se bajo a pasos veloces para alcanzar al niño de diez años, que al notar quien había llegado a su santuario de paz comenzaba a irse.
— ¡Espera! — Lo llamó antes de que se bajara del juego de madera desgastada — Oye, necesitamos hablar. — Murmuró desesperada, pues el pelinegro ni siquiera la miraba — Escucha Henry, te creo.
— No lo haces, no me mientas. — Proclamó desanimado.
— No miento. — Fingió un tono seguro mientras subía a la estructura sentándose a sus pies, pues era muy alta como para caber ahí — Es que, la noticia me cayó de sorpresa y no pude asimilarla. Perdón por haberte hecho sentir que no te creía, no era mi intención. — Dijo sincera — Puedo ser Wendy, me gusta como suena, pero tengo que acostumbrarme antes de que Peter Pan venga por mi a media noche. — Terminó divertida siguiéndole el juego.
El pequeño niño sonrió sentándose junto a ella.
— No creo que sepa que estás aquí. — Bramó serio abriendo su libro — Los del bosque encantado no saben cómo llegar a este mundo sin magia. — Grace se sintió más tranquila cuando este le creyó.
— Mmm ¿Y si lo llamamos? — Siguió actuando interesada, a lo cual, Henry expandió su sonrisa al notarla convencida.
— ¡Si! — Aludió de acuerdo — Podemos buscar las páginas restantes, ciertamente ahí hay algo. — Hojeó un par de páginas hasta que repentinamente su rostro cambió a uno desanimado — Seguro que el señor Gold las escondió.
— ¿Por qué lo haría? — Preguntó curiosa.
— Porque es El Oscuro. — Confesó y Grace hizo una mueca con lastima.
Era verdad que todos le temían. ¿Pero de eso a verlo como un ente maligno? Con razón se sentía tan solo, tal vez por eso empatizaba con ella.
— Está bien, Henry, podemos buscar las páginas.
— Así se habla, — Celebró entusiasta — lo agregaré al plan cobra y le diré a Emma que te nos unirás.
— Me parece bien — Asintió riendo.
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