𝟎𝟔

Dulces y acogedoras casitas llenaban toda la extensión silvestre, envolviendo la humilde aldea en un pintoresco cuadro con un bello fondo de colinas ondulantes.

El pueblito era bañado mayormente por tonos verdes, rodeado por extensos valles. El Pilar de Agua esbozó inconscientemente una sonrisa infinitesimal, antes de volver a su típica fachada fría e indiferente.

La damisela de cabellos plateados logró captarla, Va a llover. Había sido testigo de la ligera curvatura de las comisuras de sus labios. Este fenómeno pasa una vez cada 600 años ¿me voy a morir? o... ¿estoy soñando.  Aunque bueno, Giyū también es capaz de sonreír, después de todo también es una persona y aunque no sea muy abierto, también tiene sentimientos.

Sintiendo el peso de una mirada sobre si, dirigio su vista hacia donde provenía, cruzándose por unos segundos esos efímeros orbes zafiro suyos con la curiosa mirada de unos ojos argentados, segundos después fueron interrumpidos.

─¿Tomioka? ¡Tomioka!─ Una voz bramó acercándose. Era un hombre de mediana edad con un aspecto afable.

─Yamamoto-san─ Giyū procedió a hacer una reverencia en señal de respeto al hombre mayor. El aldeano esbozó una cálida sonrisa, posando su atención ahora en la mujer tras el Pilar.

─Te estábamos esperando Tomioka-san ¡Vaya! ¿Y quién es esta encantadora dama? No sabía que vendría alguien más─

El rostro de Giyū fue pintado por tonos de amabilidad y afecto.

─Soy T-tomioka Khione─ Se presentó ante el señor con el apellido de su "esposo" con un tono rojizo bañando sus normalmente pálidas mejillas.

─Para ser hermanos no se parecen en nada─ Rió el señor, no se imaginaba que Giyū pudiera tener novia, y mucho menos esposa.

Una rara sonrisa se mostró en su rostro una vez más, mientras su mano tomaba la de la fémina a su lado, haciendo que ella lo mire sorprendida y un tanto confundida por el mero hecho de que le tome de la mano y sonría, Definitivamente... estoy soñando.

Giyū volteó para mirarla haciendo que su frecuencia cardíaca aumentara extrañamente.

─Ella es mi esposa─

Un traicionero y notable rubor invadió su rostro y sus latidos se aceleraron aún más.

El hombre mayor irradió una risita alegre. ─Ya veo, me alegro de oír eso. Eres afortunado de tener a una chica tan linda y ella de tenerte a ti, hacen una bonita pareja. Será agradable tenerlos por acá─ Exclama Yamamoto haciéndoles señas para que lo sigan. ─Es algo nostálgico...─























Khione exploró con sus ojos los alrededores de la cabaña donde vivirían por un supuesto corto periodo de tiempo, era muy bonita y acogedora. En la sala de estar había una chimenea, la cual proporcionaba calor al lugar. El bungalow era rodeado por una pequeña y encantadora parcela, además, no muy lejos de allí había un hermoso arroyo de caudalosas aguas cristalinas, era como un pequeño Edén.

La chica caminó por la engawa hasta la puerta y apoyó su peso en el marco de esta, para continuar con el reconocimiento.

Mientras observaba y analizaba todo a su alrededor, sus pensamientos empezaron a divagar sobre el papel que se le ha asignado en esta misión. Empezando a formular ideas negativas haciéndole fruncir las cejas inconscientemente. Sin embargo, fue interrumpida al percibir una presencia aproximándose.

─Espero que nuestro nuevo hogar sea de tu agrado─ Se detiene a su lado, siguiendo con la mirada su inquieto deambular por la morada.

La chica tarareó un zumbido en respuesta, observando por una de las ventanas cómo la aldea era bañada por los tonos rojizos del atardecer.


























Más tarde, tuvieron una cena consistente en verduras en escabeche y carne estofada.

─Tomiok-─

─Giyū─ Le corrigió el Pilar. ─Los demás aldeanos podrían preguntarse por qué eres tan formal conmigo cuando se supone que estamos casados─

─Tienes razón─ Asintió. ─Debería llamarte por tu nombre y tu también. Pero... ¿y si empiezan a preguntarme por qué no me refiero a mi esposo con ningún apelativo cariñoso?─ Una sonrisa rebosante perfiló sus labios.

─¿Tienes alguno en mente?─

─Hm... déjame ver...─ Anidó la barbilla en la curva de su pulgar. ─¿Qué tal bebé?, según sé muchas parejas se llaman así unas a otras─ Ahogó una risa al ver la mueca que apareció en el rostro de nuestro querido Topioka.
 
─No soy un bebé─ Se quejó.

A la dama se le escapó una carcajada. Estos últimos días, se ha sentido más cómoda en torno al reservado Pilar de Agua. Giyū era como el río Amazonas, poseedor de las corrientes más fuertes del mundo, y en vez de ir en contra de sus onerosas corrientes, es mucho más fácil fluir junto a ellas. Y ahora, por así decirlo, la corriente la ha llevado a lugares desconocidos permitiéndole ver una faceta diferente de él.

─Lo sé─ Una sonrisa radiante se dibujó en su rostro mientras lo miraba a los ojos. ─Mi amor─

Eso le tomó por sorpresa. Haciendo que evadiera su mirada en un instante, pivotando su cuerpo en otra dirección.

La de cabellos plata inclinó la cabeza hacia un lado, dirigiéndole una mirada interrogante. ─¿Adónde vas?─

─Me voy a dormir─ Responde Giyū caminando hacia sus aposentos, sin apenas dedicarle una segunda mirada.

Ella solo encogió los hombros, ya estaba acostumbrada a sus respuestas taciturnas.

Un fuerte estruendo resonó, haciéndole azotar la mirada hacia donde provenía: la habitación de Giyū. Sus facciones fueron bañadas por una fuerte preocupación mientras se levantaba apresurada para ir a comprobar que había pasado.

─¿Giyū?─

Una vez que deslizó la puerta corrediza para abrirla, sus ojos se encontraron con su forma engarzada sobre el frío y duro suelo, agarrándose de su pecho. Sin demora, la chica de arrodilló cerca de él, inclinando su cabeza sobre su regazo, dándole apoyo.

─Giyū, no te preocupes, estoy aquí, todo va a estar bien─

El Pilar sacudió la cabeza en señal de negación. La damisela lo miró de forma tranquilizadora mientras colocaba con suma delicadeza una de sus manos sobre la que él tenía sobre su pecho, segundos después cedió, dándole luz verde para cruzar, haciendo que ahora se centrata en la raíz de su malestar y cortarla.

─Dejame ayudarte─

Giyū la miró con los ojos entrecerrados, observando como su palma se posaba sobre donde provenía el dolor.

Sin previo aviso, una luz se filtró a través de sus dedos, tomándole por sorpresa. El resplandor era tenue en comparación con su brillo habitual, señal de que la fuerza de sus habilidades disminuían lentamente.

Mordiéndose el labio inferior nerviosa, comenzó a canalizar toda la energía que tenía hacia él.

Sus ojos turquí se volvían cada vez más pesados a medida que el dolor se desvanece.

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