𝟎𝟏
Las garras y colmillos de la helada nieve se clavaban en su piel; y las fuertes ráfagas de viento resonaban en sus oídos y penetraban por las rasgaduras en su ropa.
El invierno lo azotaba sin piedad; la temperatura de su cuerpo estaba casi al alcanzar los -30 °C
Trató de moverse pero su campo de visión se volvío aun más borroso mientras su cuerpo se estremecía y titiritaba.
Lo único que podía hacer era esperar su muerte.
Yo no había retorno.
O eso creía.
Un rayo de luz descendió desde el cielo. ¿Un milagro? El chico entrecerró los ojos por la incandescente y cegadora luz. Tal vez sólo eran alucinaciones suyas.
Dentro de sus supuestos delirios vio a un a un ser extraño, ¿un demonio?, nunca había visto algo parecido. Este ser lo tomó en brazos. A pesar de intentarlo no pudo liberarse de su agarre, hasta que, tras oír su voz, todo frente a sus ojos se oscureció; su melodiosa voz lo hechizó, haciéndolo caer en un sueño.
El chico se durmió sin siquiera saber que estaba a salvo de morir bajo la tempestad invernal por hipotermia.
Pronto, pasó el invierno y llegó la primavera, tan rápido como el volar de un colibrí.
Sus ojos grisáceos se posaron en una bandada de aves que anida en un dosel en flor, mientras que la melodía producida por los árboles y el viento la arrullaba. Segundos después, los pajaritos empezaron a batir las alas y a volar hacia un lugar desconocido. Tal vez asustadas por el aura que emite y la extraña máscara que lleva.
La dama respiró profundamente y volvió a centrarse en su tarea principal, agarrando con fuerza la empuñadura de su espada para luego irse en busca de su objetivo.
Encontrar a Tomioka Giyū y tomar su corazón para poder volver a casa.
La dama saltaba de una rama a otra, acompañada por la fresca brisa, dirigiéndose ambas hacia el norte bajo la oscuridad de la noche. Gracias al novilunio y la capa oscura que llevaba sobre su cabeza pudo ocultar su presencia aún mejor.
Ahí está.
El chico que buscaba estaba allí, de pie junto a un caudaloso río, totalmente ajeno a su presencia, según ella.
Sus pies se posaron suave y silenciosamente en el suelo. Y con sigilo comenzó a acercarse a su presa. A medida que la distancia que la separa de él se acorta, optó por empuñar su daga con su mano libre.
Cuando estaba lo suficientemente cerca de él levantó su espada, pero empezó a dudar. Esto no está bien. Lo siguiente que escuchó fue el agudo choque de los metales de sus katanas entrecruzándose y la mano con la que llevaba su daga ahora estaba vacía. La máscara que llevaba cayó partida por la mitad al suelo, no lo vio venir, todo pasó demasiado rápido.
La respiración de la ninfa se entrecortó cuando sus ojos se cruzaron. Su mirada era fría como un glacial, y dura como el acero; sus ojos eran oscuros como las profundidades de los océanos, al igual que su cabello, era azabache, tal cual cielo tras el atardecer.
Cuando lo hiba a atacar de nuevo, él golpeó su sien, haciendo que perdiera el conocimiento.
A partir de ahí, no recuerda más nada.
A continuación alguien le quitó el saco que envolvía su cabeza, pero aún seguía atada con una cuerda que anudaba sus muñecas y tobillos. Tras lograr enfocar sus ojos lanzó su mirada a las personas que la rodeaban.
─Vaya vaya, ¿qué tenemos aquí?─ Preguntó un hombre con el pelo hasta los hombros, apoyando la barbilla entre su dedo índice y su pulgar. ─Dime, querida─ Continuó mientras ve a la chica de cabellos plata examinar la visible y llamativa cicatriz en la parte superior de su rostro. ─¿Que asunto tienes contra los Kisatsutai? ¿Porqué atacaste a Tomioka?─
El silencio invadió la habitación iluminada por velas hasta que un hombre lo rompió poniéndose de pie, su enfado era evidente.
─¡Eh! ¿Eres muda o qué? Oyakata-sama te está preguntando-─
Dicho hombre se detuvo cuando la mano de su lider se alzó, impidiéndole gritar más.
─La estás asustando Sanemi─ Le dice, tratando de calmarlo, para luego volver a mirar a la singular chica frente a él, tenía un aura extraña a la de todos los humanos que había conocido, pero no era la de un demonio; era la primera vez que sentía un aura tan peculiar.
El hombre mencionado anteriormente accedió a regañadientes con una vena marcada en su frente, enviando una mirada de desprecio a la dama, cuya mirada fue devuelta por parte de ella con la misma intensidad.
Luego de eso, sus ojos grisáceos se posaron en el Pilar del Agua.
─Mis asuntos son sólo con Tomioka Giyū─ Anunció mientras el aire circundante se espesaba. ─El resto de vosotros─ Dijo mirando a todos los Hashiras. Posando su mirada en Sanemi terminó su frase: ─No me interesan─
Un estruendo resonó: ─¿Pero-?─ Un hombre con un reptil blanco envuelto alrededor de sus hombros golpeó la mesa con su puño, vehementemente insultado. ─¿Quién te crees que eres para hablarnos así?─
Un coro de acuerdo rugió en apoyo del Pilar de la Serpiente. El Jefe Ubuyashiki procedió a levantar la mano de nuevo, silenciando a los Pilares. Ella permaneció estoica en medio del clamor, levantando la barbilla en señal de desafío.
─Ahora...─ Comienza de nuevo el patriarca mientras suelta un suspiro y vuelve a centrar su atención en la pálida dama frente a él ─Tomioka Giyū es un activo importante en el Cuerpo de Exterminio de Demonios; está bajo mi vigilancia, al igual que todos los demás miembros─ Expone Kagaya, con tono serio. ─Necesito saber ¿qué quieres de mi Pilar de Agua?─
─Su corazón─ Contestó sin vacilar.
El silencio se apodero de todo el lugar. Estaban muy sorprendidos y un tanto confundidos por la respuesta, exceptuando al Pilar del Agua, que continuó indiferente. La única emoción visible en su rostro es la sospecha, nada más.
Entrometerse en los asuntos de los humanos está proscrito por las leyes de su pueblo. Pero, el efímero mundo de dichos mortales era algo que anisaba conocer, pero no podía. Era como un Adán que tenía curiosidad por ese fruto prohibido, y si dicha curiosidad sobrepasaba los límites tendría que pagar un precio, que era nada más y nada menos que: el exilio.
─¿Qué quieres decir?─ Pregunta titubeante una voz femenina, mirándo con las cejas fruncidas a la de cabellos grisáceos.
─¿Estás pidiendo la mano de Tomioka-san en matrimonio?─
Tras su pregunta, la chica cuestionada empezó a recordar el mandato de sus mayores: para volver, debes obtener su corazón. Al rebobinar el casete se dio cuenta de que el manifiesto está repleto de dobles sentidos. Entonces, contemplando al silencioso Pilar del Agua, una epifanía comenzó a iluminar su mente.
─Supongo que si─
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