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Como todos los días, el hombre que le acosaba no paraba, lo malo, nadie le creía que otro hombre le estuviera acosando, ni siquiera la policía.

-Hola, mi rey, ¿Estás libre hoy?- dijo el hombre.

Doyoung sentía asco, era un hombre repugnante, ni siquiera volteó a verlo, solo pasó. El hombre siempre hacía lo mismo, todas las mañanas y todas las tardes.

Se sentó en su oficina como de costumbre, había cientos de harpías en su trabajo y estaba seguro de que pronto su jefe vendría a regañarlo por algo que no hizo o por el capricho de alguna de esas mujeres.

-Este trabajo está muy mal.- dijo su jefe, mirándolo con desprecio, partió su trabajo en dos.

-Pero Señor...lo hice como uste- -

-¿Quién te crees que eres para responderme?- interrumpió.- tu madre está enferma, ¿No? Tu hermano está en la cárcel, nada en tu familia está bien, incluso tu trabajo es un asco. Di una orden y tienes que hacer lo que te digo.

Doyoung suspiró y asintió con la cabeza gacha. Siempre le humillaba de esa forma, solo porque sabía que necesitaba el trabajo.

-Viendo que su hermano está en la cárcel, se lo tiene bien merecido.- dijo una de las harpías que se acostaba con el jefe, Doyoung la miró con odio.

- Cállate.- le gritó. La mujer le miró sorprendida y no dijo nada, seguramente le iría a decir al jefe.

Doyoung se sentía tan enfadado, ni siquiera le pagaban tan bien en ese trabajo, casi todo en el lugar no funcionaba.

-Kim Doyoung, esto es el colmo, ¿Cómo se te ocurre gritarle? Sabes que está teniendo problemas y tú simplemente le gritas, será mejor que recojas tus cosas.

-¿Qué mierda? ¡También estoy teniendo problemas y lo único que hace usted es regañarme por cosas estúpidas!- se quejó.

-Vete, estás despedido.

-¡Jodanse todos! ¡Imbéciles!- gritó ya harto de ese mal trato que le daban.

El grupo era conformado en su mayoría por mujeres y casi todas estaban buscando el puesto que él tenía, así que finalmente lo echaron, seguramente la harpía se quedaría con su puesto, bueno, ni siquiera pagaban tan bien.

Cuando salió vio al hombre de todos los días, ¿No tenía algo más que hacer?

-Hey, precioso, ¿Te llevo a tu casa? Ya sabes, podemos beber un poco de alcohol y luego...

-¡Jodete imbécil de mierda!- le gritó en su cara, finalmente había explotado, estaba harto de todo. El hombre le miró sorprendido y luego frunció el ceño.

-Ahora si tienes voz para insultar, ¿Eh, puta? Estaba siendo amable y me vienes con estas palabras.- Doyoung lo ignoró, pero no se dio cuenta de que el hombre lo empezó a seguir.

Doyoung estaba llegando a su apartamento y abrió la puerta cuando sintió que alguien tomaba sus manos por detrás, lo metía al apartamento y lo llevaba al sofá.

-¡Suéltame idiota!- gritó.

-No quisiste por las buenas, ahora será por las malas.

Doyoung se sintió asustado, como pudo trató de liberarse, el hombre empezó a tocarlo y sintió demasiado asco, sintió asco por su cuerpo siendo tocado cuando no quería. Las lágrimas comenzaron a caer cuando el hombre estaba apunto de quitarle la camisa, así que en un movimiento se giró y golpeó la entrepierna del tipo.

Tomó las llaves de su apartamento y salió, cerró la puerta con llave para que otro no saliera. Escuchó los insultos y los vecinos salieron de sus apartamentos.

La señora Hyuna era amable con él siempre, así que cuando ella salió fue rápidamente hacia ella.

-¿Podría prestarme su teléfono por favor? Necesito llamar a la policía.

Luego de algunos minutos, la policía le hizo algunas preguntas después de llevarse al tipo. La señora Hyuna estaba tomando su mano mirándolo de forma compresiva.

-Lamento que hayas tenido que pasar por esto, Doie.- Doyoung intentaba dejar de llorar, pero era innevitable, no podía dejar de recordar ese aterrador momento, seguía vivo en su mente.

-Tendré que buscar otro apartamento e iré a trabajar de algo mientras encuentro un trabajo fijo...

-¿Le dirás a tu madre?- preguntó Hyuna.

-No, no puedo, si le dijera se pondría peor de lo que está.- suspiró.- me preocupa no tener dinero para sus medicamentos en el hospital...- tapó su rostro con sus manos, frustrado.

-Puedo ayudarte, Doyoung, no te preocupes.

-No, no, apenas y le dan el poco dinero que dejó su esposo...no podría quitarle.

-No...no te preocupes.

-No, señora Hyuna, de verdad me gustaría aceptarlo pero es el único sustento que tiene usted, buscaré la manera de conseguir dinero, muchas gracias.

-Está bien.- suspiró.- me preocupas, puedes quedarte aquí por hoy si quieres.

Doyoung asintió. Le habían quitado su apartamento porque no había pagado la renta de ese mes, esperaba conseguir algo de dinero para el hospital en donde se encontraba su madre, si no la echarían a ella.

Fue hacia la pequeña habitación que la Senora Hyuna le indicó y se acostó en la incómoda cama. Bueno, algo era algo, estaba dándose el lujo de dormir en una cama al menos.

Lo único bueno del día para él, era dormir. Se encontraba en un mundo donde podía estar tranquilo, si tener que trabajar, en donde su madre y su hermano estarían con él sanos y a salvó, en completa paz y tranquilidad, y sobretodo, en donde podía ver a alguien que no le hacía sentirse miserable y solo.

Al cerrar sus ojos, fue como volver a abrirlos de nuevo. En el monte viendo el atardecer, de pronto, ahí estaba, Jaehyun se sentó a su lado.

-¿Cómo estuvo tu día?- preguntó Jaehyun, con una sonrisa, Doyoung amaba verlo, amaba a ese hombre.

-Realmente mal...pero verte me hace felíz.

-A mí también me hace felíz verte, Doyoung. Me gustaría poder ayudarte.- le miró triste.

-No te pongas triste, son cosas que pasan.

-Siempre estaré para ti si necesitas un abrazo, ¿Lo sabes, no?

-Claro que lo sé, Jaehyun.- sonrió. Se acercó al de cabello castaño y lo abrazó con suavidad. Los sueños eran su único lugar felíz, en donde podía ser rodeado por esos brazos que le hacían sentirse seguro, amaba a Jaehyun, era una lástima que todo fuera simplemente un sueño y que no fuera real.




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