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"COMO UNA SOMBRA"

Era sofocante.

Mirarlo era extrañamente sofocante.

Esa sensación de miedo. Aquel momento donde tu respiración se va de ti.

– ¡Idiota, ¿crees que eso es suficiente?!

– Señor, no puedo darle nada más con el dinero que me dio.

El hombre tiró lo que había sobre la barra. Sobresaltando a más de uno.

– ¿Qué se cree ese hombre? – preguntó con cierto enojo su compañero  – Le diré algo...

Justo en el momento que éste se iba a poner de pie, lo sostuvieron del brazo.

– No te precipites, Boruto.

Este se volvió a sentar. Analizando a su compañero.

– Kawaki, estas... ¿nervioso?

– Solo siéntate y no intervengas.

Boruto hizo caso y se quedó viendo a aquel hombre.

– ¿Son shinobis de Konoha? – ambos se asustaron un poco ante la repentina presencia de la mesera – Disculpen, es que me pareció conocida la capa con capucha que llevan.

Ambos se miraron y al segundo, Boruto se quitó la capucha.

– Sí, somos de Konoha – esbozó una de sus típicas sonrisas.

– Lamento mucho el escándalo, es que el hombre...

– ¿Viene mucho aquí? – concluyó Kawaki, en un tono serio. Ambos lo miraron con confusión – Eso parece...

La mujer se volteó discretamente a donde el hombre y el cantinero estaban discutiendo. Bueno, uno discutía con rabia y el otro suspiraba mientras trataba de controlar la situación.

– Es un alcohólico que siempre viene por bebidas fuertes, pero que no tiene mucho dinero.

Kawaki le dio el último sorbo al caldo de su ramen y sin querer, azotó el tazón sobre la mesa.

– ¿Estas bien? – Boruto se veía angustiado, nunca lo había visto actuar de esa manera. Sí, cuando se encontrarón con él, éste se comportaba hostil, con un horrible caráter y siempre parecía estar malhumorado; pero esta vez era difrente. – Estas actuando extraño.

– Nos trae la cuenta, por favor. 

– ¿Eh?, yo aún estoy cansado del viaje.

– Podemos pararnos a descansar en otro lado.

La mesera asintió y con una breve reverencia se fue.

– No trates de evitar mi pregunta, Kawaki.

El rubio azabache se mantenía inquieto, sus dedos repiqueteaban sobre la mesa y el nudo en su garganta le hacía imposible sentirse en paz. 

– Cúbrete la cabeza, mucha gente sabe quien eres y es molesto tener que pararnos por personas que se te acercan.

Boruto no pudo evitar sonreír y sentirse valioso. Ese comentario le levantó el ego en un segundo.

– Tú tampoco te quedas atrás. Ambos tomamos un papel crucial en la guerra interna.

– Claro, después de casi matar al hijo del Hokage... – suspiró al recordar tan mal momento – Claro que se me van a acercar para algo bueno – concluyó, sarcástico.

Boruto volvió a su anterior postura, él tampoco la había pasado bien en aquel entonces. Esa época los marcó a todos de una forma complicada y difícil de olvidar. 

– Pero ahora ya todo mejoró – tranquilizó el rubio – Tenemos una buena vida, familias que nos aman y seguimos completos. No creo que nada sea más importante que eso.

– Tienes razón. – Kawaki no pudo evitar ver al hombre – Tengo a mi familia...

– ¿Hima se enojó contigo? – trató de adivinar – Debiste haber echo algo muy malo, hermano. Para que Hima se enoje es difícil... A menos de que le rompas su peluche favorito.

– No, nada de eso.

La sonrisa que esbozó en ese momento puso un tanto nervioso al rubio. No le entendía, pero sabía que había algo malo en aquel lugar. Pero era algo que solo le afectaba a Kawaki; se veía perdido desde que llegaron a aquella aldea y cada vez ocultaba más su rostro en los lugares públicos. 

Era como si tratara de ocultarse de alguien.

– Puedes contarme todo – propuso – Somos hermanos, ¿lo olvidas?

El rubio azabache tomó de golpe toda el agua del vaso y se levantó de la mesa.

– Iré a pagar, si nos apresuramos llegamos por la mañana y me encantaría descansar en mi cama.

Boruto asintió e imitó a su contrario, pero en lugar de dirigirse a la barra, el rubio se fue directo a la puerta de salida.

Kawaki fue sigiloso al llegar al lado del hombre aún exaltado. Sacó dinero de su bolsillo y lo puso encima de la barra.

– Y le da al hombre lo que quiere, por favor.

De inmediato sintió la mirada del hombre sobre de él.

– No acepto donaciones de nadie – exasperó – Yo puedo pagar mi vicio por cuenta.

– Es evidente que no – respondió con neutralidad – ¿Tan poco fue el dinero que te dieron por.... o te duró tan poco debido a tu severo problema con el alcohol?

El cantinero solo dio las gracias, pero el hombre no dejó de mirarlo, más enojado que antes.

– Sigues siendo el mismo idiota, Kokatsu – soltó, con rabia. Parecía que cada palabra se arrastraba con aspereza – Sigues siendo el mismo.

– ¿Con que derecho hablas de mi como si me conocieras, niñato?.

Kawaki no se movió, aun que tenía al hombre más atento de él.

Sintió una mano posarse en su hombro.

– Ey, hermano... – Boruto estaba preocupado por él y su repentina actitud.

Por el rabillo del ojo y con lo que la capucha le permitía ver, Kawaki observó como el hombre volteaba hacía Boruto y se quedaba contemplandolo, estupefacto.

– ¡Eres ese niño! – parecía sorprendido y asustado a la vez – ¡El niño héroe de la cuarta guerra ninja!

Boruto parecía confundido, pero pronto entendió.

– Ese es mi padre, señor – afirmó – Yo solo he oído historias de esa guerra pero no hay forma de que yo ya existiera.

El hombre cambió de actitud repentinemente.

– Ya veo... Así que podrías darme dinero, ya que has de tener tanto por tener de padre a un héroe de toda la nación shinobi.

Boruto parecía sorprendido.

– ¿Qué dice? – alzó la voz.

– Sin duda, es el mismo de antes – habló para sí – Vamonos, Boruto. No vale la pena relacionarse con un viejo como él.

Kokatsu soltó un gruñido de enfado. Mientras que Kawaki tomaba al rubio del brazo y lo conducía a la salida.

– ¡Espera, Kawaki...!

En ese momento, Kawaki supo que todo se había ido al carajo.

El hombre —que ya habían dejado atrás— se rió. Una risa fuerte y cargada de sarcasmo.

No tuvo el valor de voltear hacia él, solo se limitó a quedarse quieto mientras esperaba el próximo movimiento del hombre; Boruto no entendía que pasaba, y a comparación de su contrario, decidió mirar al hombre.

– Kawaki, ¿eh? – su voz ya había cambiado, pero no dejaba de ser tosca – ¿Tan rápido te olvidas de tu padre?

Ambos Uzumaki se quedaron pasmados. Uno por el hecho de haberse reencontrado con su padre biológico y el otro por el hecho de saber que la persona que se convirtió en parte de su familia y que tuvo una vida dura, haya sabido que aquel hombre era su padre desde que éste ingresó al local y que no se lo haya dicho.

Boruto se dirigió al hombre y lo divisó bien. No se parecía en nada con el Kawaki que conoce y conoció: era robusto y sus facciones eran toscas; tal vez en lo que se asemejaban era en el corte de cabello, que ambos eran altos y en sus ojos grises. Pero en todo lo demás eran opuestos.

– Seguramente tú te olvidaste si quiera que tuviste un hijo – respondió de forma frívola – Pues tan solo te ofrecieron gran cantidad de dinero y no dudaste en venderme sin preocuparte por lo que querían hacer conmigo.

El rubio azabache se dio la vuelta y bajó su capucha. Ya no le tendrí miedo a ese hombre, ya no más. 

Pero al verlo bien, de pies a cabeza, analizando que se seguía viendo como antes, un nudo apareció en su estómago. Creía que las heridas del pasado habían sanado cuando, en aquel lugar, pudo ver lo que fue de su madre. Pero lo cierto era que no sabía que aquel sentimiento de remordimiento e intranquilidad iba a volver con la reaparición de su padre.

– ¡Mírate! – burló – Te ves más grande pero apuesto que sigues siendo ese niño inútil que solías ser.

Boruto frunció el ceño.

– ¿¡Cómo le hablas así a tu propio hijo, imbécil!? – no pudo evitar gritar – ¡Tu hijo salvó inumerables de vidas y se ha ganado el cariño de la gente de Konoha, ¿tú que has de saber de él?!

– Konoha, ¿eh? – el hombre habló tan bajo para sí, sabiendo solo él sus intenciones.

– Si es así, te daré una oportunidad para volver a relacionarte conmigo – sonrió de lado y Kawaki supo que, tal vez podía convencer a los demás, pero a él no. Ya no – Estas invitado a volver a casa. Cuando quieras.

Kawaki chistó y, apretando el brazo de Boruto —el cual nunca soltó— lo sacó de aquel lugar.  

– ¿No vas a hablar con él?

– No te fies de nada de lo que dice.

– Pero es tu padre.

– Dejó de serlo desde hace mucho tiempo. – resopló – Y no insistas, que digas lo que digas, no voy a volver ahí.





































Chyio67

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