~ 𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒔𝒊𝒆𝒕𝒆 ~

~ 30 de diciembre de 2011, 20:00 p.m. ~

Mi mente seguía en aquella noche. El alcohol fue el gran culpable de todo, pero no me arrepentía de nada. Quería hacer todo lo que hice.

La sensación que me provocaba el estar así con él, de esta manera, y más ahora... era indescriptible. Hacía que todos y cada uno de los pedazos de mi piel desaran ser tocados por sus manos, pero más me gustaba la espera. Era como si cada vez que estábamos juntos tuviera que desactivar una bomba; los nervios de no saber si en cualquier momento iba a explotar eran de lo más excitantes.

Tenía claro que este juego no duraría mucho más, pues, si no fue el otro día, la próxima vez, uno de los dos iba a caer. De un modo u otro, íbamos a buscar la manera de hacerlo. No tenía muy claro cómo podría ser. 

El día siguiente a aquella noche ambos nos despertamos hechos una mierda, literalmente, estábamos fatal, con una resaca como un piano. Recuerdo que nos levantamos tardísimo. Hicimos algo de café y Hanma se quedó conmigo todo el día, decía que no tenía cuerpo para ir en moto a ningún lado. A mí, sinceramente, no me importó, pues yo estaba exactamente igual y lo único que me apetecía era estar tirada en casa sin hacer absolutamente nada.

Pasamos el día tirados en el sofá viendo películas. En algún momento noté que él intentó hacer acercamientos, aunque se encontraba tan mal que lo más que llegamos a hacer fueron jugueteos rozando nuestras manos mientras veíamos la tele. Al caer la noche, él se fue a casa y yo no lo pensé mucho y me fui a la cama.

Desde ese día, los mensajes que intercambiamos por teléfono parecían haber cambiado el tono. Y no me extrañaba. Incluso de vez en cuando sacaba el teléfono para leerlos de nuevo con la sonrisa de boba en la cara.

Hoy había quedado con Emma, tenía ganas de contarle lo que había pasado. Al fin y al cabo, es la única con la que puedo hablar y no quiera liarse a puñetazos con Hanma. Le dije si podía venir a mi casa y, si quería, quedarse también a dormir. Al día siguiente podíamos prepararnos en mi casa para salir por la noche con los demás a ver los fuegos artificiales. 

Ella, como le encantan los chismes, vino corriendo en cuanto se lo propuse.

 —Ya me estás contando todo —dijo nada más llegar.

 —Hola amiga, ¿qué tal las fiestas? ¿cómo lo pasaste en Navidad? Bien, gracias... —imité una conversación conmigo misma.

 —Sí, sí, luego te cuento yo, pero venga, que me has puesto los nervios a flor de piel cuando me has llamado, ¿qué? ¿ya te has liado con él?

 —No, aún no, pero casi —sonreí disimuladamente. No me daba vergüenza contarle, pero ya, cuando pensaba en él, a veces mi cara ponía expresiones involuntarias, como esa sonrisa tonta.

Le conté todo lo que había pasado; que se presentó en mi casa de la nada, le enseñé el jersey que me había regalado, que había traído la cena y que bebimos. También que la cosa se nos fue un poco de las manos. Estaba emocionada contándoselo, no me había sentido así nunca. Ella me miraba extrañada.

 —No me creo que te detuvieras, ¿seguro que no pasó nada más? —preguntó cuando terminé de contarle.

 —Te lo juro por lo más sagrado que me paré... —encendí un cigarro y me aparté un poco, a ella no le gustaba el olor a tabaco—. Pero no sabes lo que me costó Emma, estaba súper nerviosa, y mira, desde entonces no para de mandarme cosas así —le dejé mi teléfono para que leyera los mensajes.

Hanma, recibido el 25 de diciembre a las 23:30

Estoy muerto, me lo pasé bien ayer, aunque lo podríamos haber pasado mejor ;)

Tú, enviado el 25 de diciembre a las 23:45

No te lo niego.

Hanma, recibido el 27 de diciembre a las 20:09

Te odio, que lo sepas, llevo todo el día pensando en tu boca.

Tú, enviado el 27 de diciembre a las 20:11

¿En serio?

Hanma, recibido el 28 de diciembre a las 12:14

¿Cuándo nos vemos?

Tú, enviado el 28 de diciembre a las 12:30

Esta tarde hay reunión, otro de los aburrimientos de Mikey, nos vemos ahí.

Emma me miró al leer ese último.

 —¿Os habéis visto después de Navidad? —preguntó y le conté.

Aquel día no pasó nada, aunque, mientras estábamos en la reunión sin motivo que Mikey volvió a convocar por aburrimiento, él se sentó a mi lado y de vez en cuando me acariciaba la espalda y yo le pellizcaba el muslo sin que ninguno se diera cuenta, no era el momento y estaba intentando provocarme con todos delante.

De hecho, Mitsuya pareció darse cuenta en cierto momento y me miró con cara de extrañeza y le hice un gesto de que ya le contaría. Hanma se dio cuenta de ese gesto que le hice a Mitsu y se acercó a mi oído para hablarme en voz baja.

 "Mejor que no digas nada de momento, tampoco tienes nada que contar, por ahora " fue lo que me dijo.

Las ganas que tuve en ese momento de pegarle delante de todos fueron increíbles. No quería crear conflictos internos por un lío con Hanma y él, lejos de ayudar, se ponía a decirme esas cosas delante de todos. Cada vez tenía más claro que todo le importaba una mierda.

Cuando terminó la reunión cada uno nos fuimos por nuestro lado, aunque al despedirnos de manera bastante normal, vi que al irse ponía esa sonrisita en el rostro.

Emma continuó leyendo algunos mensajes más, que eran más normales. De repente, el móvil le vibró entre las manos.

Hanma, recibido el 30 de diciembre a las 21:00

¿Qué haces mañana?

Leyó Emma en voz alta y a mí se me subieron todos los colores a la cara.

 —Dame el móvil.

 —¡Ni de coña! —comenzó a reír y a correr por la habitación con mi móvil en alto—. ¿No le has dicho que venga con nosotros?

 —¡No! O sea, no es que no quiera que venga, pero igual tiene ya planes

 —Idiota, te está preguntando qué vas a hacer mañana, eso es que no tiene planes — ella sonrió pícaramente—. Te voy a hacer un favor.

 —¡Emma! ¡Para! —le gritaba intentando alcanzarla, se había subido a la cama de matrimonio que había en mi habitación y daba saltitos en ella como una niña pequeña.

 —¡¡Emma!! ¿Qué vas a hacer? —vi que miraba la pantalla del teléfono y que estaba pulsando un botón, acto seguido se acercó el teléfono a la oreja.

 —¿Hola? ¿Eres Hanma? —paró de dar saltitos y se sentó en la cama.

 —Emma, te voy a matar —le dije mientras la asesinaba con la mirada y Hanma pareció escucharlo al otro lado del teléfono.

 —¿No eres la mocosa, verdad? Déjame adivinar, ¿Emma?

 —¡Sí! Ella está aquí a mi lado, que no quería que te llamara.

 —Bueno, pues dime, ¿Qué necesitas? —Emma volvió a sonreír en mi dirección.

 —Nada, era para avisarte de que mañana vamos a ir a ver los fuegos artificiales al mirador que hay donde ponen el festival de verano. Iremos sobre las diez de la noche y daremos una vuelta primero antes de que empiecen los fuegos —yo solo la miraba intentando escuchar la respuesta de Hanma.

 —Me lo pensaré, hubiera sido mejor si me lo hubiera dicho ella misma, pero lo tendré en cuenta, gracias por avisar Emma. Nos vemos —y colgó.

Emma miró el teléfono y luego a mí. Sonreía triunfante. Aunque no sé qué triunfo se estaría atribuyendo, porque en mi mente solo pasaban las maneras de quitarle todos y cada uno de los pelos rubios de su cabeza.

 —¿Qué? —terminó por decir, con burla—. Tú no ibas a decirle nada, así que lo he hecho yo por ti. Soy tremenda.

 —No va a ir, se ha enfadado, ¿no has notado el tono en que te ha dicho eso?

 —Seguro que aparece, ya lo verás.

No estaba segura de aquello y entristecí un poco. En un primer momento no iba a avisarle para lo de los fuegos, era algo que siempre hacíamos entre nosotros e igual a los demás no les apetecía que Hanma viniese. Aunque yo sí quisiera.

~ 31 de diciembre de 2011, 21:30 p.m. ~

Emma y yo nos arreglamos para ir con los demás. Ella se había puesto guapísima; con un vestido y unas medias oscuras de invierno, unas botas con pelito y un abrigo precioso. Ella siempre brillaba con cualquier cosa que se pusiera.

Por supuesto, Emma eligió por mí; me dejó uno de sus jerséis finos de manga larga, de color negro y que se me ajustaba un poco, lo justo para resaltar las partes de mi cuerpo, unos jeans de pitillo que pegaban bastante bien, eligió un cinturón y me hizo ponerme un abrigo que tenía de color rojo oscuro, algo más arreglado de lo que solía llevar diariamente. Eso sí, insistí en ponerme las zapatillas negras con suela blanca, no iba a ir incómoda si íbamos a estar dando vueltas por allí.

Por último, ella me ayudó a peinarme y a maquillarme. Me hizo el delineado de los ojos y me puso rímel en las pestañas. En el pelo esta vez no tardó mucho, dijo que con lo que llevaba puesto, la melena suelta me quedaba mejor, así que empezó a coger los largos mechones y a hacer tirabuzones en ellos, para luego pasarles el peine y que no quedaran tan marcados. 

Al final quedaron una especie de ondas por todo el cabello que quedaban bastante bien, además, al tener el pelo en forma de pico por la parte de atrás, me encantó como todos los mechones se unían en un pequeño tirabuzón que rozaba la parte baja de mi espalda, marcando aún más la forma del corte.

 —Como siempre, si es que soy una artista, Hanma no se va a poder resistir.

 —Ay ya, calla, si seguro que ni viene —intentaba engañarme a mí misma, pensando que seguro aparecería justo donde habíamos quedado—. Espera, cojo una cosa y nos vamos.

Preparé el cigarrito de emergencia en la bolsita que siempre llevaba en estas ocasiones escondida en el sostén.

Salimos de casa y caminamos charlando de cosas sin importancia hasta donde habíamos quedado con los demás. Allí estaban Mikey, Draken, Mitsuya, Yuzuha, Smiley con su hermano Angry, Hakkai, Hina con Takemichi y Chifuyu.

 —¡Bien! ¡Ya estamos todos! Vamos a los puestos de comida —gritó Mikey.

Aunque no había ningún festival ni nada por el estilo, varias personas aprovechaban que sabían que iba a haber multitud de gente para ver los fuegos artificiales, por lo que había varios puestos de comida y de juegos.

Miré a mi alrededor y no vi a Hanma por ningún lado. Me apené un poco.

 —¿A quién buscas, Ryo? —preguntó Mitsuya.

 —A nadie, venga vámonos —le sonreí.

Me acerqué a Emma y sin que los demás se dieran cuenta le susurré

 —Te dije que no iba a venir. 

Ella me miró con cara de arrepentimiento.

 —Perdona Riri, pensé que...

 —No importa —volví a susurrarle sonriéndole y encendí un cigarro mientras caminábamos por el lugar.

Estuvimos dando vueltas un buen rato, los chicos y Yuzuha se paraban en todos los puestos de juegos a probar suerte, pero solo Yuzuha conseguía ganar algo, los demás apestaban. Todos nos reíamos viendo como ella y Hakkai se picaban por conseguir algún premio.

 —Si es que sois unos negados, quita enano —aparté a Mikey de su sitio en un puesto de tiritos y cogí la escopeta de juguete—. Mira y aprende.

Acerté todo lo que él estaba intentando apuntar y al final el tendero me dio un pequeño peluche.

 —¿Emma? —ella se acercó—. Toma, para ti, si no al final no te vas a llevar nada —reí mirando a Draken, que estaba al otro lado intentando conseguir algo sin éxito ninguno. Ella sonrió y me apartó de los demás para hablar conmigo un momento.

 —¿Estás bien? Perdona por lo de Hanma... en serio...

 —Tranquila, ya te he dicho que no importa —estaba algo triste, no lo niego, pero tampoco iba a dejar que me arruinase la noche con mis amigos.

 —Al final vas a tener razón, Emma — ella me miró confusa—. En lo de que quizá me gusta.

 —Lo sabía, lo que no me llego a explicar es por qué te gusta ese chico.

 —No sé... al conocerlo un poco más... es como yo, pero en chico ¿sabes? —sonreí vagamente. De verdad que pensaba aquello de él. 

 —Será eso —ella rio.

 —Volvamos con los demás, anda —dije y regresamos con nuestros amigos.

Eran casi las doce de la noche y estábamos sentados en unas mesas, Mikey y algunos más estaban comiendo.

 —Si no nos damos prisa no vamos a poder coger sitio para ver los fuegos, vámonos Draken... venga... —Emma tiraba de la chaqueta de Draken.

 —Nosotros los veremos desde aquí —dijeron los que aún estaban comiendo.

Hina, Takemichi, Emma y Draken se levantaron para ir al mirador. Yo había terminado de comer hacía rato y estaba fumando algo alejada de la mesa, para no molestar a los demás.

 —¿Vienes? —Hina me preguntaba. Miré a los que estaban sentados. 

Quería ver los fuegos de cerca, me gustaban demasiado como para verlos desde aquí.

 —Voy con ellos ¿vale? —les dije a los demás.

 —¿Llevas el violín? —me preguntó Smiley a modo de broma, me iba a ir con las parejitas de nuevo así que de seguro se pondrían en modo acaramelados mientras veían los fuegos.

Me acerqué a él y le revolví —aún más— esa melena afro y pelirroja.

 —No te preocupes, yo me voy a quedar lejitos de los enamorados —sonreí.

Recomendación de canción para lo que queda (ponedla en bucle)

Middle of the night - Elley Duhé

Los cinco fuimos hacia el mirador, subimos las escaleras, ya estaba bastante lleno de gente.

 —Chicos, yo me iré a verlos por allí —señalé un lugar de la barandilla donde parecía que había menos gente y podría estar tranquila sin escuchar cómo se besaban las parejitas—. Nos vemos en un rato.

Ellos asintieron y vi cómo se iban haciendo paso entre la multitud para poder llegar a la barandilla. La verdad es que la gente cuando veía a Draken se apartaba, era un punto a favor de tener esa cara de mala leche siempre, que podía hacerse hueco entre las multitudes sin ningún problema.

Me dirigí al punto que les había mencionado y al final me quedé allí. Había un par de parejas más que al poco de yo llegar decidieron unirse a la multitud que había más a la derecha, así que me quedé sola en esa parte de la barandilla.

Miré el móvil. Ningún mensaje nuevo. Faltaba poco para que dieran las doce, miré de reojo y parecía que las parejas empezaban a juntarse entre ellas para ver los fuegos abrazados.

Encendí un cigarro y me apoyé en la barandilla con los brazos. Mientras fumaba observaba el paisaje, se veían algunas partes de la ciudad y el río, desde donde tirarían los fuegos.

La suave brisa invernal mecía algunos de mis cabellos, que rozaban mi mejilla y me hacían ligeras cosquillas.

 —Diez... nueve... ocho... —la gente empezó a gritar la cuenta atrás del final del año—, cinco... cuatro... —me uní a ellos contando en voz baja y sin dejar de mirar el paisaje—, dos... uno... ¡Feliz año nuevo! —se escucharon aplausos y el estallido del primer cohete.

 —Sí... feliz año para mí también —murmuré dándole otra calada al cigarro.

Al bajar mis dedos de los labios noté dos manos apoyándose en la barandilla, una a cada lado de donde yo estaba, dejándome en medio. Esas manos...

 —Te encontré —escuché esa voz ronca desde mi espalda y sentí un escalofrío.

Una de las manos tatuadas me quitó el cigarro y lo pasó para atrás, escuché como le daba una calada y volvía a posar la extremidad en la barandilla.

 —Pensaba que no ibas a venir —dije, apoyando el codo en la barandilla y sujetando mi cabeza por la barbilla, sin dejar de mirar los fuegos artificiales que estaban iluminando el cielo.

 —Tuve un problemilla con la moto y he tenido que venir andando, pero he venido ¿no?

 —Sí... —sonreí sin que él me viera.

Nos quedamos un rato así, viendo los fuegos artificiales. Noté que en cierto momento él se acercó, agachando su cabeza hacia mi hombro derecho, el tintineo de su pendiente llegó a mi oído, al igual que su roce enfrió la piel de mi cuello. 

Pude ver de reojo su cara, iluminada por los destellos que emitían los cohetes que explotaban en el cielo. Tenía los ojos más bonitos que nunca, a causa del reflejo de las luces de colores. Volví a mirar al frente sonriendo. Estaba bien así, entre sus brazos.

Noté que giró su cara un momento hacia mi cuello. Eso hizo que su pendiente volviera a acariciar mi cuello, provocándome una sensación placentera que me recorrió la espalda de arriba abajo.

 —Feliz año enana —susurró, rozando sus labios con mi oreja.

 —Feliz año, Shuji —contesté en voz baja mirando al frente.

 —¿Cómo? —se separó un poco de mi cuello.

 —Que feliz año, Shuji, ¿puedo llamarte así no? —no me moví ni un centímetro.

 —¿Sabes qué? A tomar por culo —dijo aquello con la voz más grave de lo normal, como si las palabras fueran apagándose en su boca poco a poco.

Su mano derecha se posó en mi mejilla, haciendo que mi cara girase para quedar, otra vez, a pocos centímetros de la suya. Pude verle mejor el rostro; le brillaban los ojos y sus labios esbozaban media sonrisa a poca distancia de mi cara.

Me acarició con el pulgar de la mano que hacía que mi mirada se encontrase con la suya. Su otro brazo, aun apoyado en la barandilla, me rozaba el hombro izquierdo. Es cálido.

De nuevo, esa tensión se instauró entre nosotros, ese calor que se creaba cuando ocurría el choque entre nuestras miradas estaba de nuevo ocupando el poco espacio existente entre nuestros rostros. 

 —Se acabó el juego, Ryoko —susurró con su frente pegada a la mía.

Nuestras narices volvieron a rozarse y pude sentir su respiración acelerarse por un momento, me seguía acariciando la mejilla, hasta que, al final, pasó su mano a mi nuca e hizo que la distancia entre nuestros rostros fuera nula.

Fue como si el cohete más sobrecogedor explotara justo en mi pecho.

Sus labios rozaron los míos, una vez más, haciendo que los míos se separaran lentamente. Le correspondí de la misma manera. Estábamos devorándonos el uno al otro. Dejé que mi lengua entrase al juego, introduciéndose poco a poco, juntándose con la suya y dejando que ambas bailasen al ritmo de aquel beso, que, si bien no era salvaje, desde luego era morboso. Un beso lento pero deseado por ambos. 

Él mordía mi labio inferior. Sentía ligeros escalofríos de placer y jadeé. Me estrechó con su brazo libre y me dejé llevar. Su tacto era cálido y algo áspero, pero actuaba como una droga para mí, no quería que parase de rozar mi piel en ningún momento.

Notaba sus nervios por el roce de sus dedos en la fría piel de mi rostro, y cómo su respiración se iba entrecortando poco a poco. Sin embargo, sonreía.

Me besaba y sonreía, al igual que yo.

Ambos nos separamos por un momento para recobrar el aire que nos habíamos robado el uno al otro, con nuestros labios aún húmedos a causa del beso. Nos habíamos quedado mirándonos a los ojos, con las frentes pegadas y jugando a rozar ambas narices suavemente.

 —Esto no es justo —susurré antes de morderle el labio inferior con suavidad. 

Lo deseaba, esa acción me había provocado un deseo increíble de tener sus manos por todo mi cuerpo, pero tampoco quería ir demasiado rápido. 

 —Ya sabes que no todo en la vida es justo, enana —contestó de la misma manera y dejando otro beso, menos intenso que el anterior pero igual de placentero para todos mis sentidos.

Podríamos haber seguido allí toda la noche, ya no me importaba nada más que ese momento, me daba igual que nos mirasen las personas que estaban alrededor y, por sus gestos, parece que a Shuji le pasaba exactamente como a mí.

 —Esto... —escuché a alguien aclararse la garganta detrás de nosotros y ambos nos separamos instantáneamente, aunque Shuji dejó una de sus manos en mi hombro.

Espero que os haya gustado, ya no podía aguantarlo más♡

Decidme que os ha parecido please *.*

Besitos y bebed agüita, os quiero





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