~ 𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒄𝒊𝒏𝒄𝒐 ~

Recomendación de canción: Cherry Wine - grentperez

~ 23 de diciembre de 2011, 13:55 p.m. ~

Esos días aproveché para hacer algo de ejercicio en casa, llevaba algún tiempo sin dedicarme a mí. Me sentó bastante bien y recuperé la energía de nuevo. Fue como ponerle pilas a un mando viejo.

El día del cumpleaños de Chifuyu me acerqué a su casa y estuve un rato con él. Hablamos de todo un poco y le di un detalle, me pareció bonito que él lo tuviese. Era una foto de nosotros tres; Baji, él y yo. La tenía en mi casa en un marco y pensé que igual le gustaría tener esa foto, pues no había más copias de ella. Él se puso a llorar cuando se la di y al final acabé llorando con él. Aún así lo intenté animar con mis bromas y la tarde terminó entre risas.

Quizá no había sido el mejor cumpleaños del mundo, pero no quería que lo pasara solo. Al fin y al cabo, Chifuyu, Baji y yo solíamos pasar mucho tiempo juntos.

También continué hablando con Hanma de tonterías por el móvil. Me contaba lo que se había hecho de comer, o me mandaba fotos de sitios en los que estaba. Al final se convirtió en rutina. Ya no lo tenía guardado en mi agenda como "Hanma "Dios de la Muerte", lo cambié hace un par de días a "Hanma", simplemente y así de soso.

—¿Mañana es Navidad ya? Qué pereza, tendré que salir a comprar para hacer la cena y esas cosas —dije mirando la nevera, que estaba vacía—. Mañana pienso emborracharme, aunque sea sola en casa.

Llamé a Emma para que me acompañara a comprar, pero había quedado con Draken. Mitsuya estaba ocupado haciéndoles a sus hermanas unos disfraces de Santa Claus. Con Mikey era imposible ir a comprar nada así que ni lo pensé. Smiley y Angry estaban con su familia...

Se me agotaban las opciones.

—Bah, venga, ¿por qué no? —suspiré.

Tú, enviado el 23 de diciembre a las 14:05

¿Me acompañas esta tarde a hacer unos recados?

Hanma, recibido el 23 de diciembre a las 14:10

Claro, dime hora, ¿paso a recogerte?

Tú, enviado el 23 de diciembre a las 14:11

No hace falta, nos vemos en la calle X a las 17:00, no tardes que me cierran las tiendas.

Hanma, recibido el 23 de diciembre a las 14:13

Allí nos vemos, abrígate ;)

Siempre con los guiñitos.

Las horas pasaron y me empecé a vestir. Me puse un pantalón negro con una camiseta de mangas largas y un jersey de lana color salmón que me había comprado con Emma el día que fuimos a las tiendas. Me hice una coleta para que el viento no me llevara los pelos a la cara, me delineé un poco los ojos y me puse las botas negras, cogí el bolso asegurándome de llevar todo lo necesario y salí de casa.

Caminé hasta el principio de la calle comercial y allí vi a Hanma, que destacaba entre los demás debido a su altura.

Farola.

Sacudí la cabeza sonriendo y me acerqué a él.

—¿Llevas mucho esperando? —miré el reloj, eran las 17:10.

—Qué va, he llegado hace nada —contestó tirando un cigarrillo al suelo y apagándolo con el pie.

—Bien, vamos.

Empezamos a caminar por la calle uno al lado del otro. No podía evitar mirarle de reojo mientras mirábamos los escaparates, que estaban llenos de jerséis gorditos con dibujos de renos y copos de nieve.

—Te verías tan gracioso con uno de estos —le dije mientras reía. Él solo puso cara de pocos amigos.

—Ni loco me pongo eso.

—Buah, pues a mí me encantan, ¿tú sabes lo calentitos que son? —dije abrazándome a mí misma.

—Qué gustos más raros tienes —lo miré de arriba abajo.

—No sabes bien hasta que punto son raros... —hice una mueca burlona y giré mi cara, apartando la vista tanto del escaparate como de él y continué andando.

—Hanma —hablé cuando noté que estaba a mi lado—, ¿cuándo es tu cumpleaños? Bueno, y a todo esto, no tengo ni idea de la edad que tienes —reí, a veces se me pasaba preguntar cosas tan simples como esa—. Me acabo de dar cuenta de que nunca te lo pregunté.

Él sonrió.

—¿Qué? ¿Vas a regalarme algo? 

—Puede, pero dime cuándo es, sino poco voy a poder hacer. Por si no lo sabes, me encanta hacer regalos a los demás. Más que recibirlos, de hecho.

—A mí no me hace falta que me regales nada —me acarició la cabeza—. Es el veintisiete de octubre, y tengo veintidós años, soy mayor que tú.

—Ya decía yo que parecías más viejo —bromeé y vi cómo puso cara de pocos amigos, para luego responder con una de sus típicas contestaciones.

—No te equivoques, yo soy como el buen vino, mejoro con la edad —no pude evitar mirarle pícaramente.

Sin duda, puede que llevara razón en eso, porque otra cosa no, pero guapo era un rato, al menos para mi gusto sí lo era.

—Puede ser, pero bueno ¿no te importa pasar tiempo con alguien más pequeña, no? —sonreí inocentemente y girando mi cuerpo también hacia él, sinceramente, estaba disfrutando de este pequeño paseo en el que solo hablábamos de cosas normales.

—Claro que no, tú en cambio seguirás siendo una enana por muchos años que cumplas —ahora era yo quien lo asesinaba con la mirada y lo imité en su burla.

—No te equivoques, los mejores perfumes vienen en frascos pequeños —bufé e hice un ligero puchero, inflando mis mofletes.

Él esbozó una sonrisa.

—Eso seguro, y también los mejores venenos... —le oí murmurar.

Llegamos al supermercado al que quería ir. Allí tenían una gran variedad de cosas que no podía comprar en mi barrio. Entramos y cogí un carrito que al final Hanma terminó por llevar mientras yo iba mirando las estanterías. Fui a la sección de comida preparada y cogí varias cosas y las introduje en el carrito mientras él miraba atento todos mis movimientos, me imaginaba que se preguntaría el por qué compraba tantas cosas, pero el motivo era más sencillo del que parecía: así no tendría que ir a hacer la compra en unos días.

Más tarde fuimos a la sección de los pasteles, la cual me quedé mirando por un momento.

Había varias personas comprando tartas de nata y fresas para el día siguiente. Me paré a pensar y caí en la cuenta de que, desde que la abuelita murió, yo no había vuelto a celebrar el día de Navidad, solo me limitaba a ver la tele, cenar y acostarme.

De repente, una señora se acercó a nosotros con una bandeja para probar diferentes tipos de dulces.

—Señorita pruebe este, está delicioso —tomé un palillo con un pequeño pedazo de pastel. Era de chocolate con almendras y algo de galleta entre el bizcocho. Lo probé, estaba buenísimo, era uno de los mejores dulces que me había llevado nunca a la boca, se me deshizo en ella provocándome una sensación de placer que hacía tiempo no sentía al comer algo. Giré mi cara hacia Hanma y le hice un aspaviento bastante efusivo con la mano.

—Hanma, ven, prueba esto, te vas a morir del gusto —giré hacia la señora—. Perdone, ¿puede probarlo él también? 

—Claro, ¡sin problema! —contestó la mujer con una gran sonrisa.

Hanma soltó el carrito por un momento y se acercó a donde estábamos. Mientras lo hacía, pude ver como sonreía y sacudía la cabeza ligeramente. Cogí palillo con el trocito de pastel y se lo acerqué a la boca con el mayor de los cuidados una vez que él se había agachado un poco. El verlo abrir la boca cuidadosamente, e introducir ese pequeño trozo de pastel dentro, hizo que algo cosquillease mi espalda una vez más.

Mi mano se había quedado ahí, con el palillo en alto mientras él degustaba la pequeña porción de tarta y, cuando parecía habérselo tragado, me sonrió y me arrebató el palito de la mano con sus dientes, dejándolo en su boca para empezar a mordisquearlo mientras me miraba de una forma diferente a cómo lo había hecho hasta ahora.

—Está bueno, sí. 

—¿A qué sí? No lo había probado nunca —sonreí entrecerrando los ojos.

Noté que la mujer nos estaba mirando a ambos.

—¡Qué pareja más bonita! ¿Por qué no os lleváis un pastel de este tipo para mañana? Veo que os ha gustado.

Ambos nos miramos al instante y nos quedamos con los ojos fijos el uno al otro por unos instantes. Noté la punta de mis orejas arder al igual que cuando me hice los dos pendientes que tenía en esa zona. Él, en cambio, no pareció experimentar nada. Solo estaba ahí, sonriendo a medias como siempre. Volvimos a mirar a la mujer.

—¿Nosotros? —reí, algo nerviosa—. Lo siento señora, creo que se confunde, no somos pareja. Aun así, sí me llevaré un pequeño pedazo de este pastel ¿puede ser?

—Oh, perdonad entonces, es que parecíais tan... bueno... te preparo el trozo ¿sí? —la mujer parecía haberse puesto algo incómoda por la equivocación.

 —Gracias, no se preocupe —le dije sonriendo. 

Hanma había vuelto al carrito y estaba mirando a las familias que esperaban a recoger sus pedidos en la zona de pastelería. Parecía triste, quizá no debería inmiscuirme tanto en su vida personal pero... si él me había preguntado a mí, imaginaba que no habría ningún problema en hacerlo yo también.

 —¿Qué te pasa? —me acerqué y metí la bandejita que me había dado la señora en el carrito mientras le miraba.

 —Nada, recuerdos, solo eso, ¿a dónde ahora? —contestó con un tono frío que interpreté como una señal para no hacer más preguntas al respecto, así que lo mejor era que continuáramos con las compras. 

Miré la lista de la compra y sonreí.

 —Ahora lo más importante: el alcohol —le dije, intentando hacerle reír.

Funcionó y él empujó mi espalda con su mano mientras sacudía ligeramente la cabeza.

 —Venga, vamos. A ver qué mierda es la que sueles beber.

Había tantas botellas que no tenía ni idea de que coger. Terminé metiendo en el carrito varias latas de cerveza, un par de botellas de vino y una botella de ginebra.

 —¿Piensas beberte todo eso? —preguntó asombrado y abriendo los ojos a modo de sorpresa.

 —No... todo no, pero así tengo de reserva en casa... —dije casi en un susurro—. Ya solo me queda coger un par de refrescos para la ginebra y nos vamos ¿vale?

Cogí lo que faltaba y pasamos por la caja para pagar. Al final llevaba tres bolsas llenas de cosas, me había dejado un buen dineral, pero bueno, era Navidad y tampoco tenía ningún gasto extra, así que por esta vez estaba bien. Hanma cargó con un par de bolsas y yo con otra que pesaba menos.

 —¿Para esto querías que viniera? —me miraba con una cara de circunstancia increíble y alzando las bolsas a sus lados con los brazos.

Pensé que quizá un poco sí, por eso quería venir acompañada, sino, tendría que cargar todo yo sola.

 —No te preocupes, te lo compensaré —le dije cerrando los ojos y sonriéndole.

 —Deja de ponerme esa cara —giró su mirada y pude comprobar que en su rostro se esbozó media sonrisa tonta—. Qué remedio, vamos a la moto a dejar esto y te llevo a casa.

Volvimos a recorrer aquella calle. Las luces de Navidad se estaban encendiendo en ese momento, pues ya estaba empezando a oscurecer. Salía vaho de nuestras bocas por el frío que empezaba a hacer. Miré hacia arriba mientras andábamos para poder ver mejor la iluminación navideña.

Siempre me había gustado la cantidad de colores que brillaban en las calles en estas fechas, y, también siempre, me quedaba embobada con mis ojos puestos en ellas.

 —Qué bonitas... —pude notar la mirada de Hanma clavada en mi rostro, pero yo no desvié la vista de aquellos farolillos. Al poco tiempo, vislumbré a través de todas esas lucecitas que el cielo se estaba nublando demasiado.

 —Parece que va a nevar —habló Hanma.

 —Eso parece, sí, mejor que nos demos prisa —contesté y empezamos a andar más rápido, de reojo seguía mirando algunos escaparates y vi algo en una joyería que llamó mi atención, pero ya era tarde y no nos iba a dar tiempo de entrar, así que borré esa idea de mi mente. Quizá en otra ocasión.

Metimos las bolsas con la compra en el cajón de la moto y nos dirigimos hacia mi casa.

Al llegar, Hanma me ayudó a guardarlo todo. De verdad que me sorprendía lo servicial que era a veces conmigo. 

Parecía cansado. Bastante, de hecho. Y además era ya bastante tarde. 

Posé mis ojos en los suyos.

 —Oye, ¿te quieres quedar a cenar? —pregunté—. Así por lo menos te agradezco lo de hoy de alguna manera.

Él negó con un gesto de su cabeza. 

 —No puedo enana, tengo cosas que hacer.

 —Está bien —dije algo decepcionada, la verdad que me apetecía pasar un poco más de tiempo con él—. Oye, ¿Qué vas a hacer mañana? ¿Irás con tus amigos como me dijiste?

 —Sí, lo más seguro es que sí.

 —Vale, pues pásalo bien mañana entonces —volví a hablar sin cambiar la expresión. Él se acercó y puso su palma en mi mejilla, para mi sorpresa, no me aparté y le dejé hacer mientras le miraba a los ojos.

 —Me ha gustado estar contigo hoy, eres una molestia, pero una divertida —me acarició y yo me quedé ahí, esperando, pero ¿el qué? por un momento pensé en besarle. Mi cuerpo se movió solo y se inclinó un poco hacia él, aún con la cabeza baja. 

Él, repentinamente, se separó y se dirigió de nuevo a la puerta.

 —Lo siento, tengo que irme, hablamos por aquí ¿vale? —dijo enseñando su teléfono.

 —Claro... —me despedí desde la puerta, y, en cuanto le vi desaparecer por la esquina, me llevé una mano al pecho. Se me había acelerado la respiración en cuestión de segundos y por nada, solo con una mirada y un roce de su mano... Joder..

~ 23 de diciembre de 2011, 20:03 p.m. ~

 —¿Qué coño hacías el otro día en su casa? ¿Ahí escondido como una rata detrás del muro? —dije llegando al lugar en el que habíamos quedado, claramente alterado.

 —Vigilar, Hanma, vigilar sus movimientos, esa chica es clave, ¿cómo vas con ella? 

 —Kisaki, estoy a punto de pegarte la paliza de tu vida, deja de rondar su casa, el otro día quedé con ella para que me explicase lo que hablasteis en la reunión cuando nos fuimos — enserio pensé en romperle todos y cada uno de los huesos si seguía haciendo esas cosas.

 —Primero, te lo podría haber contado en su propia casa. Segundo, tardasteis demasiado ¿qué coño hacíais?. Tercero, ¿qué hacías dándole un beso?

 —No te importa, Kisaki, es la última vez que te lo voy a decir, ya deja mis asuntos estar. Sino, dejaré de trabajar contigo, y no quieres eso ¿no? —él negó.

 —Está bien, haz lo que quieras. Me fío de ti, al menos por ahora, pero no olvides que eres mi peón, Hanma, y aunque no quieras conocer mis planes... si sigues así con esa chica algún día te vas a arrepentir... te voy avisando —intentó parecer intimidante. Y digo intentó, porque no lo consiguió en absoluto.

 —Eso es problema mío —sentencié y, tras eso, él abandonó el lugar.

Miré la hora en el reloj, aún estaba a tiempo, así que no lo pensé más y arranqué, dirigiéndome de nuevo allí y esperando, con suerte, que aún pudiera conseguir uno de esos.

Están a esto )(








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