~ 𝑺𝒆𝒕𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒖𝒏𝒐 ~
~ 22 de febrero de 2013, 16: 40 p.m. ~
El ruido de la puerta de la entrada al cerrarse me despertó.
¿Cuánto he dormido?
Agarré mi teléfono y vi que tenía varias llamadas perdidas de Shuji de hacía unas cuantas horas, y también tenía un mensaje que no había leído.
Mensaje recibido de Izana, 22 de febrero a las 12:45 p.m.
Este es un mensaje para todos. Hoy a las 20.00 p.m. en el 7º muelle de la Bahía de Yokohama, pelearemos contra la ToMan
Miré la hora. Casi daban las cinco de la tarde, no había pasado mucho desde que me quedé dormida. Un momento... Emma...
Todo volvió a mi cabeza en apenas un segundo y mi estómago se revolvió. Tuve que salir casi disparada hacia el baño. Me crucé con Shuji en la entrada, pero no podía detenerme. Entré al baño corriendo y subí la tapa del inodoro para vomitar.
Me ardía la garganta. Hacía muchísimo tiempo que no me pasaba esto a causa de los nervios. Los ojos me lloraban a causa del esfuerzo y de la quemazón que notaba con cada arcada. No sé cuánto tiempo pasó hasta que por fin terminó y me quedé sentada en el suelo.
—¿Puedo pasar? —le escuché hablar desde el marco de la puerta—. Bah... para qué pregunto.
No me dio tiempo a responderle. Él entró y mojó una toalla en el lavabo, llenó un vaso con agua y tiró de la cadena.
—Toma, enjuágate. ¿Estás bien?
Me tendió el vaso con agua y eso hice, tiré el agua al inodoro y él volvió a tirar de la cadena mientras con el paño húmedo me acariciaba la nuca y el cuello gentilmente.
—Shuji... ¿Dónde estabas?
—Fui a comprar tabaco, no quería despertarte.
No me estaba mirando. Sus ojos estaban fijos en la toalla que pasaba por mi piel.
Mi mente seguía aún en aquel momento, en ese ruido sordo que escuché. Y mis nervios volvieron a salir a flote. Necesitaba saber cómo estaba Emma. Tenía la ligera esperanza de que se hubiera despertado... pero no sabía nada. Shuji me había sacado de allí una vez más... pero no podía culparle...
Mi mano se elevó y acaricié con mis dedos su labio, tenía una pequeña herida a causa del puñetazo que le había dado casi sin quererlo, en aquel momento mis manos habían reaccionado solas.
—Shuji... Perdóname por esto.
Él apartó su cabeza con una ligera brusquedad.
—No es nada, no te preocupes —estaba serio, esa cara que ponía cuando algo le enfadaba, y tenía claro que ese puñetazo sí le había molestado.
—Oye —habló y, por fin, sus ojos miraron directamente a los míos, aunque seguía con la misma expresión—. ¿Estás segura de que no viste nada?
Hice memoria, pero era imposible que a mi mente viniese un recuerdo que ni existía.
—Nada...
—¿Y Hanagaki? ¿No estaba él allí también?
—No lo sé...pero creo que tampoco... recuerdo que en ese momento solo me estaba mirando a mí. Yo iba en su dirección para hablar con él... y ninguno vimos nada de lo que pasó... hasta que...
—Está bien, tranquila —una de sus manos comenzó a acariciarme la cabeza y la otra se posó en mi abdomen, apretándolo un poco con las yemas de sus dedos—. ¿Estás mejor?
Asentí. Una necesidad empezó a crecer dentro de mí, lo necesitaba más que nada en este momento. Mis brazos rodearon su cuello y tuvieron que hacer algo de fuerza para atraerlo hacia mí.
Su cabeza quedó en mi hombro y la mía en el suyo, no decíamos nada, solo permanecimos así unos instantes; mis manos acariciando los mechones de su despeinado cabello mientras que las suyas apretaban las yemas de los dedos en mi espalda, débilmente.
Cuando me quise separar del abrazo, él no me dejó.
Me apretó más entre sus brazos y hundió aún más la cabeza en mi hombro, parecía esconder sus ojos ahí y yo seguía sin entender qué era lo que le pasaba, pero imaginaba que de verdad estaba preocupado por que no me hubiera pasado nada y ahora se sentía aliviado de que fuera así. Quizá estaba intentando calmarse un poco, así que le dejé permanecer así mientras continuaba acariciando su cabello.
—Tranquilo, Shuji... Estoy bien... de verdad... —no le escuchaba llorar, pero sí le notaba temblar, y eso me ablandó aún más el corazón—. Estoy bien... no te vas a librar de mí así como así...
—Te amo... —susurró y me apretó más fuerte—. Grábatelo en la cabeza. A fuego.
—Shuji... literalmente lo tengo grabado en la piel... —reí vagamente, no estaba entendiendo esos cambios de humor, hacía un momento estaba serio y ahora se ponía a decirme eso—. Y tú también lo llevas aquí —le toqué el pecho—. ¿No estás enfadado por el puñetazo?
Él no contestó, solo negó con la cabeza aún en mi hombro para después separarse y, sin dejar que le viese la cara salió del baño para ir a la cocina. Le escuché abrir el grifo y pensé que seguramente estaría bebiendo agua.
No podíamos quedarnos aquí, necesitaba ir a verla. Necesitaba saber que estaba bien, así que no lo pensé mucho más y ahora, un poco más calmada, me incorporé del suelo del baño y me dirigí hacia donde estaba él.
Me lo encontré apoyado en la encimera de la cocina con las palmas de sus manos y la cabeza baja, mirando al fregadero y murmurando algo inentendible.
—Shuji... —llamé su atención dándole un toquecito en la espalda—. Tenemos que ir... seguro que la han llevado al hospital... Seguro que no es nada... solo un mal golpe...
—Venga, vamos —otra vez estaba serio.
Me estaba volviendo loca y eso ahora mismo no me ayudaba en nada a calmarme.
Fuimos en silencio todo el camino hasta el hospital. Él conducía su moto a un ritmo normal, no iba demasiado rápido, se detenía en todos los semáforos y en todos los cruces, comprobando que no pasara nadie para poder seguir avanzando.
Definitivamente estaba más raro que nunca, jamás conducía con tanta cautela.
Hacía frío y, si miraba al cielo, podía ver que muy al lejos, unas grandes nubes estaban empezando a formarse en el grisáceo cielo que había este día.
Pasé mis brazos alrededor de su chaqueta roja. Ambos nos habíamos puesto los uniformes de Tenjiku, pues sabíamos que, quisiéramos o no, una vez hubiésemos comprobado que todo con Emma estaba bien, teníamos que, mínimo, pasarnos por el muelle para que Kisaki e Izana no nos recriminasen el no haber asistido a la pelea.
Sería igual que tantas otras veces: una pelea de críos sin sentido ninguno más que el ver cuál de las dos pandillas era más fuerte. aunque esta vez sí tenía un ligero presentimiento de que quizá las cosas no saldrían como siempre.
Llegamos a la entrada del hospital, y ese presentimiento no hizo más que crecer cuando escuché su voz entre el silencio que allí reinaba.
—Draken...
Shuji paró el motor y ambos bajamos, observando la escena ante nuestros ojos: Draken acababa de darle un puñetazo a Mikey y Takemichi miraba, al igual que nosotros, con los ojos abiertos como platos.
—¿Qué está pasando aquí? —murmuré sin moverme de mi posición.
Shuji se colocó a mi lado y con su mano me tomó del brazo. parecía no querer que me acercase, pero de momento tampoco iba a hacerlo, no entendía por qué Draken acababa de hacer eso.
—¿¡Qué mierda estabas haciendo!? —el tatuado elevó la voz otra vez, pero el otro no parecía responderle.
Entrecerré mis ojos para focalizar mejor mi vista en el enano. Estaba cabizbajo y con la mirada perdida en el suelo sobre el que se encontraban.
Takemichi empezó a gritar, pidiendo perdón, diciendo que había sido su culpa, que él estaba allí y que no vio a aquella moto llegar, que Mikey no tenía la culpa de nada.
¿La culpa de qué? Takemichi... ¿de qué estás hablando?
Otro puñetazo del más alto impactó sobre el rostro de Mikey.
—¡Creaste la ToMan para proteger a los demás! ¿Cierto? —Takemichi intentaba detenerle en vano, pero Draken continuaba chillando—: ¡Pah-chin fue arrestado!
Empecé a notar cierta presión en el pecho, al igual que esa misma mañana.
—¡Baji murió! —de nuevo, la voz de mi amigo.
Draken... ¿a qué viene recordar todo eso ahora?
—¡Kazutora fue arrestado! —él no paraba de asestarle golpes a un Mikey que no reconocía, pues no hacía nada por defenderse, siquiera soltaba una de sus estupideces por la boca.
—¡Y ahora Emma!
Me petrifiqué cuando escuché aquello.
Shuji aflojó su agarre de mi brazo. Draken había quedado de frente a nosotros, con Mikey tendido en el suelo a sus pies, al igual que Takemichi, que yacía unos cuantos metros al lado de ellos dos. Estaba lloriqueando y pidiéndole al de la trenza que se calmase.
—Oye... —moví mi mano derecha para tomar la mano tatuada que agarraba mi brazo izquierdo —. Shuji, ¿de qué están hablando? —mi mirada se quedó fija en la escena, casi no pude pronunciar aquello—. ¿Por qué Draken está pegando a Mikey?
—Enana, vámonos.
—Shuji... Emma está bien, ¿no?
Mi garganta se cerró por completo al ver a Draken mirar en nuestra dirección para, tras darse cuenta de que estábamos ahí, caer al suelo de rodillas y comenzar a ahogar gritos de rabia sobre Mikey, mientras seguía dándole repetidos golpes.
Mi mente volvió a desaparecer.
Yo... volvía a no ser yo... todo me resultaba ajeno. Como si pudiera verme desde fuera de mi propio cuerpo y me estuviera instando a reaccionar, pero este no parecía responder a mis gritos. Solo permanecía ahí, de pie, intentando autoconvencerse de que a la idea a la que había llegado no era verdad.
La idea que aquella escena me había dado, que las lágrimas de una persona que nunca lloraba y la imagen de una persona que nunca se dejaba apalear lo estuviera haciendo en ese momento.
La idea de que mi mejor amiga acababa de morir.
Recomendación de canción: The Wisp Sings - Winter Aid
—Reika, vámonos de aquí.
El mayor tomaba a la chica con más fuerza, casi empujándola hacia la moto. Ella no podía reaccionar, su cuerpo no le respondía. Una vez más, su mente había abandonado su ser ese día, pero esta vez no se asemejaba a nada que hubiese vivido antes.
Si bien la sensación se le hacía conocida, esta vez acababa de devastarla por completo, pues su amigo acababa de hacerle revivir todos los recuerdos que su mente había guardado en lo más profundo de los cajones de la memoria, a modo de defensa, para que la chica pudiese continuar adelante sin pensar en todo lo malo que sus jóvenes ojos habían tenido que presenciar.
Ambos se montaron en la motocicleta y el chico comenzó a avanzar con lentitud, pensando que quizá lo que su novia necesitaría sería un poco de aire.
Quería alejarla de allí. No quería que siguiera escuchando cómo los que habían sido sus amigos le recordaban una vez más todo aquello. Solo deseaba que, las últimas horas que sabía que tenía con ella, no las pasara sufriendo.
Pero también sabía que eso ya era un imposible.
Siempre había sido un ególatra, un temerario. Nunca se había preocupado por los sentimientos de los demás. De nadie, salvo de aquellos a los que en algún momento de su triste vida había llegado a tomar cariño y que, por diversas razones, le habían sido arrebatados de ella. Igual que pasó con su madre.
Y eso estaba a punto de suceder otra vez.
Se sorprendió encontrándose con el sentimiento de que le dolió. Le dolió que aquella rubia ya no se encontrara en este mundo. Pero más le angustiaba por ella; por verla de aquella manera, derrumbada una vez más entre sus brazos, igual que había hecho en innumerables ocasiones y siempre había estado presente para ayudarla a continuar caminando al frente.
Le hundía el pensamiento de saber, de ser de los únicos conocedores, que esa sería la última vez que podría consolarla, que podría abrazarla intentando que ella ahogase sus lágrimas en su cuerpo.
Cosa que, él, al contrario, nunca hizo y en ese momento deseó hacer.
Deseaba poder sumirse en un abrazo infinito con ella. Que el tiempo se congelara en el día anterior, cuando aún había risas en la casa, cuando aún nada había pasado, cuando aún tenía tiempo de escapar de lo que el maldito y traicionero destino les había preparado para el día de hoy.
Pero ya era tarde.
Aceleró apretando la empuñadura de la moto dirigiéndose a donde en breve deberían reunirse con los demás de la pandilla para algo que ahora mismo a ambos les parecía el peor de los planes posibles.
Él la escuchaba sollozar en su espalda. No era un llanto desconsolado, solo ligeros sollozos entre murmullos sin sentido.
—Mikey... Draken tiene razón... todo esto debió terminar hace tiempo... todo empezó con Pah...
Él la escuchaba, pero era incapaz de articular palabra. No sabía qué contestar ni qué decirle para sacarla del trance.
Siempre lo había remarcado: no era bueno animando a los demás con palabras. De hecho, ni se preocupaba en hacerlo nunca, pero con ella su corazón se ablandaba hasta el punto de que siempre, las mejores palabras que ella podía recibir, salían de su boca. Pero en ese momento no sabía cómo hacer que se calmase y, quizá, era porque no quería darse esperanzas a sí mismo de que, animándola a ella, se animaría también a él mismo.
No creía merecerlo.
Finalmente, tras estar dando un sinfín de vueltas por la ciudad, haciendo que la mente de ambos lograse despejarse un poco gracias al aire que les aireaba los rostros, llegaron al muelle.
Aún faltaba tiempo para que la batalla empezara, pero ya había varias personas por allí.
Pudieron distinguir a muchos integrantes de la ToMan, así como a otros tantos de la marea roja que conformaba Tenjiku. Estaba claro que, si la batalla se decidiese únicamente por el número de integrantes de ambos bandos, esta pelea tenía un claro vencedor. Y ese era Tenjiku.
—Shuji... vamos con los demás...
Nada más bajarse de la moto, Reika comenzó a alejarse de la moto, pero su avance se detuvo por el agarre del pelinegro, que la rodeó una vez más con sus brazos, antes de que nadie pudiese verlos de esa manera. Quería aprovechar una última vez de su tacto.
—¿Quieres entrar a la pelea? —Shuji le preguntó, casi en un hilo de voz.
—Sí —ella respondió, firme—. Shuji, Mikey debería haber parado todo esto hace tiempo.
Parecía más calmada, aunque se le notaba titubeante cada vez que mencionaba el nombre de aquel rubio de baja estatura.
—Y si no quiere entenderlo por las buenas... lo entenderá si la ToMan pierde... El hecho de que no siempre se puede seguir así... y, si para eso es necesario partirle la cara... —la chica alzó su vista hacia él—. O bueno, intentarlo, ese niño pega unas patadas que tumbarían a un poste como tú... pero aún así... quiero intentarlo, quiero intentar frenar todo esto...
Esbozó una ligera sonrisa y cerró los ojos aún con su vista alzada hacia el mayor.
—Quiero intentarlo, Shuji. Por ella. Porque ella siempre estuvo detrás de él, deseando que todos pudieran tener una vida tranquila fuera de todas estas tonterías.
Hanma posó sus manos en el rostro de ella, para limpiarle con los pulgares el par de lágrimas que rodaban por sus rosadas mejillas.
Se sentía un hipócrita haciendo todo eso; mostrándole su cariño, sabiendo que dentro de poco tendría que hacer todo lo posible para alejarla de él. Pero le era imposible, no podía cambiar sus sentimientos por ella de un momento a otro, ni quería dejar escapar los últimos momentos que iba a poder tener así. Pero, por más que su deseo fuera el permanecer así, las manecillas del reloj no iban a detenerse ni a retroceder para ninguno de los dos.
—¡Ey! Esto va a empezar. Venga, tortolitos, vamos con los demás —el mayor de los Haitani había aparecido junto con su hermano, pasando por al lado de ellos e instándolos a apresurarse con el resto de la pandilla.
Se ubicaron donde los de mayor rango se encontraban: en lo alto de unos contenedores de mercancías, punto desde el cual podían observar como ya, los integrantes ambas pandillas habían comenzado a soltar un abanico de puñetazos y patadas a los del bando contrario.
Ella miraba hacia todos lados, buscando a quién le interesaba. Pero no aparecía.
Conforme el tiempo iba pasando, muchos iban cayendo ya rendidos y exhaustos. Ella pudo comprobar cómo todos iban siendo derrotados; todos los que fueron sus amigos se iban viendo aplacados en peleas de uno a uno, por mucha guerra que les dieran a los más fuertes de Tenjiku... todos iban perdiendo.
Chifuyu. Hakkai. Un Angry que no había sacado todo el potencial que ella sabía que tenía, Pe-yan.
Y aquellos tres que estaban en el hospital aún no aparecían.
Tampoco pudo ver a los que faltaban, Mitsuya y Smiley. Ellos tampoco parecían haber ido a la batalla, y eso extrañó a Reika aún más.
Por otra parte, el pelinegro no hacía más que observarla a ella, aunque su mirada, de vez en cuando e indiscretamente, se fijaba en el chico con lentes que se sentaba en el contenedor inferior a donde ellos estaban.
Escuchaba al rubio murmurar.
—A este paso no hará falta nada... Todo va a salir solo... Tenjiku absorberá a la ToMan. Está claro que van a perder.
Kisaki se enaltecía cada vez más. Con cada uniforme negro que veía caer al suelo, su sonrisa se volvía más y más amplia y, cuando vio al último de ellos caer, su cuerpo se levantó casi por inercia de su asiento. Comenzó a reír para sus adentros.
Hanma veía la escena, comprobando que todo estaba a punto de terminar y, como bien había predicho... La victoria de Tenjiku había sido casi inmediata.
—¿Dónde mierdas están? —la escuchó murmurar a su lado y no pudo evitar girarse—. Esto no puede quedar así... No sin que él lo vea. Hasta ese tal Inupi está ahí desviviéndose por él peleando con Koko... Y él no aparece. Ni Draken, ni Takemichi. ¿Qué coño hacen? No puedo dejar que esto termine así... Ellos... ellos tienen que venir a ayudar a los demás. Ellos nunca han perdido...
En la cabeza del chico esas palabras que decía empezaron a cobrar el sentido con el que seguro ella las estaba diciendo: volvía a estar preocupada por ellos. No quería ver perder a la que siempre había sido su pandilla.
Ella nunca los había dejado, sólo se apartó temporalmente a causa de un arrebato que, si bien era trascendente, había decidido no darle la importancia, convirtiendo todo el tema en un problema inexistente. Problema que, de hecho, pensaba haber dejado zanjado ese mismo día.
Se dio cuenta en ese momento de que eso sería una parte de ella que jamás podría cambiar. Pero, en cierto modo, lo hizo feliz.
Shuji no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa.
No le gustaba verla así de agobiada pero se alegró de saber que, aun con todo lo que había pasado, ella finalmente seguía siendo ella, la misma de siempre. Seguía preocupándose por los demás. Teniendo ese corazón que había accedido a acogerle a él, al peor de las escorias con la que podría cruzarse, a arroparlo con su calidez.
Por una vez, se enorgulleció de que ella fuera así. Una persona tan parecida a él, pero con la diferencia de que ella tenía toda la bondad que a él le faltaba.
Fue ahí, cuando Hanma se dio cuenta de que ella, aun habiendo caminado toda su vida por el más ardiente de los infiernos, nunca dejaría de ser ese ángel. Ese ser que consiguió sacar lo mejor de su persona. Algo que nadie había logrado jamás.
Y lo que más le atormentaba era que él, reconocido por sus ansias de destrucción, estaba a punto de hacer honor a su sobrenombre una vez más.
Sin siquiera desearlo, estaba a punto de cortarle las alas a la persona que le había enseñado a volar lejos de la oscuridad.
—Se acabó. La ToMan ha perdido. Tenjiku se declara ganador indiscutible —Izana, que no parecía del todo contento se había levantado de su lugar y elevaba la voz para que todos lo escucharan.
Todo había terminado con su victoria, la de ese peliblanco. O, más bien, con la de Kisaki.
Miré en su dirección, él reía como loco, al igual que aquel día en el desguace cuando nos enteramos de que ella era a quien él andaba buscando. Pero esta vez era una risa más jocosa, más orgullosa, como de aquel loco que por fin consigue sus objetivos.
—Mikey ha perdido. Ha dejado a toda su pandilla a su suerte... esto le va a costar caro. Acaba de perder el respeto de todos ellos —hablaba, mirando hacia delante, como si de un discurso se tratara.
Pero yo ya no podía escucharlo más.
Que la batalla hubiese terminado solo significaba una cosa. Y aún no estaba preparado.
Kisaki me echó una mirada por encima del hombro, con el semblante más serio que le había visto poner hasta ahora. Me atreví a pecar de osado y le devolví la misma mirada, con una de mis manos tapándome la nariz y la boca, pero con los ojos bien puestos sobre los suyos.
Y entonces la vi.
Levantó un poco su chaqueta sin que nadie más se percatara. Llevaba un arma.
¿De dónde coño ha sacado eso?
Él notó el cambio en mi expresión y se acercó a mi lado, posicionando su cabeza al lado de mi oído.
—Hanma, última oportunidad. Ya está todo hecho. O te encargas de ella, o me encargo yo de ambos. Quizá darle otro empujoncito a Mikey eliminando a Rei-
—Cierra esa puta boca —ordené.
Mordí mi labio con rabia. Contuve las ganas de matarlo allí mismo, pues todas las miradas de los cabrones de Agatsu estaban justo en ese momento puestas en nosotros, como si estuvieran esperando una señal de quien me hablaba al oído.
Shuji... se acabó... ríndete... y hazlo por ella.
La miré. Intentaba guardarme esa imagen para siempre, para atesorarla.
Su largo cabello castaño, ondeando con el viento. Suelto y despeinado como siempre. Su nariz chata. Sus ojos. Sus labios... intentando que todo se quedase grabado como una fotografía mientras aún estaba calmada.
—Enana... ven conmigo un momento...
—Pero —no me lo hagas más difícil... por favor...—. Shuji, no podemos irnos, tenemos que-
—Ven y punto, Reika.
La agarré de la mano y la arrastré conmigo a un lugar apartado, casi a las afueras del muelle.
El cielo comenzaba a ennegrecer cada vez más y se iba llenando de nubes cargadas, seguramente, de una de las últimas nevadas del invierno.
Llegamos a un lugar donde estábamos solo los dos, al lado del mar, que azotaba fuerte contra el muro de piedra que lo contenía a nuestro lado.
Miré por encima de mi hombro para verle el rostro. Ella me miraba consternada, no entendía nada, pero estaba en silencio y noté que empezaba a ponerse nerviosa, pues su mano apretaba la mía de manera discontinua.
—Shuji... ¿qué pasa?
Me detuve en seco y me giré por completo hacía ella.
Hazlo por ella... solo por ella...
Un nudo en mi garganta casi no me dejaba hablar.
¿Por qué... ¿Por qué todo está volviendo gris de nuevo?
—Reika... tenemos que hablar.
Basta ando llorando muchísimo... sabía que me iba a doler en el alma escribir todo esto pero buaf... en fin, aún quedan cosas por pasar.
Al final me dio tiempo de actualizar ^^
Por cierto, este capítulo también iba a ser muchíiiiiiisimo más largo por que iba a poner más detallado el tema de la pelea, pero al saber que ellos no iban ni a entrar siquiera, por que no les iba a hacer falta teniendo en cuenta que todos los otros se bastaban solitos (los de Tenjiku digo) pues he decidido ponerlo de esta manera, más cortito y al grano, sin rodeos. Si os hubiera gustado que detallase más pues me decís por aquí, que tiempo para corregirlo siempre tengo y lo puedo añadir en corrección cuando termine el fic ^^
Frase para que me digáis lo que queráis. Ya avisé que el canon por el forris tan tranquilamente pues es un fic y tengo que adaptarlo para lo que quiero hacer. Así que bueno... es lo que hay jajaja
Se os quiere mucho, gracias de nuevo por seguir por aquí ^^ Bebed agüita.
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