~ 𝑪𝒖𝒂𝒓𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒄𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 ~

Al día siguiente y tras dormir unas dos horas escasas en la tienda de campaña, nos despertaron con un jaleo terrible. Los chicos estaban formando un escándalo por que no encontraban las dichosas chanclas de Mikey, y este andaba pegando patadas a los árboles. Decía que seguro las habían escondido en las ramas y que así caerían de donde quiera que estuvieran.

 —Mikey... ¿Qué fumaste anoche? —le pregunté, aun restregándome los ojos somnolienta.

 —Tú, ¡tú me las has escondido! Seguro —se acercó a mí—. Me la tienes jurada por todo lo que hago, no puede haber sido otra persona.

Alzó su pierna con intención de patearme, lo hacía siempre que se cogía un berrinche y, como siempre, le ponía la zancadilla y terminaba cayendo de culo al suelo. Miré debajo de la tela de su tienda de campaña. Y ahí estaban.

 —Toma, imbécil, y pásame el número de tu camello porque de verdad, la que llevarías ayer para no acordarte de que las dejaste ahí debió de ser gorda. Yo también quiero de lo que sea que te hayas metido.

Sanzu rio en alto al escuchar ese comentario y se acercó a mí por la espalda, pasando sus brazos por la cintura y abrazándome.

 —Tú tienes que contarme algo, ¿no?

Me giré y quedé frente a él, Shuji apenas empezó a asomar la cabeza por la tienda de campaña, con una cara de sueño increíble. Al verlo empecé a reírme, estaba guapísimo y, a la vez, con un cabreo monumental. Se le notaba que no le había hecho ninguna gracia que le despertaran con el ruido.

 —Sanzu, te quiero. Qué puta pasada, no diré más.

 —¿Cómo que no dirás nada más? ¡Te dije que quería detalles! Sabes como soy, así que venga, suelta la lengua. ¡Y tú, Hanma! Más de lo mismo, aunque me interesa más la versión de ella —rio de nuevo.

Me encantaba la manera de ser de Sanzu; era tímido cuando estaban los demás, pero conmigo se comportaba de una manera especial. Sabía de sobra que no tenía ninguna otra intención conmigo. Ni yo con él. Pero siempre intenté llevarme bien con todos y, con Sanzu, aunque no habláramos muy de seguido, era de los pocos —si no el único— al que recurría cuando necesitaba despejarme de verdad. 

Además, siempre parecía tener especial interés en los detalles más escabrosos de todo. A veces me pregunto si Muto y él hablarán de la misma manera, pues siempre parecen estar tan callados el uno con el otro que hasta me extrañaba que se llevaran bien.

No nos quedó más remedio que contarle todo lo de la noche anterior, así que pasó adentro de la tienda de campaña con Shuji y conmigo para que los demás no escucharan. Más de lo que habíamos estado haciendo, él quería saber cómo nos habíamos sentido. 

A mí no me daba vergüenza hablar de nada de eso, y me encantaba ver las expresiones que estaba poniendo Shuji al relatarle a Sanzu cómo me hizo sentir, aunque no entré en muchos detalles. Podía ver en la cara de Shuji una mezcla entre excitación y vergüenza.

 —¿En serio no te da vergüenza hablar de eso con cualquiera? —preguntó, una vez Sanzu nos había dejado solos.

 —Pues... la verdad es que no. No soy una cría, y con Sanzu se puede hablar bien de eso, es... como si fuera mi confidente sexual —reí.

 —¿Te lo has tirado también? —cuestionó sin maldad y mientras se restregaba los ojos, aún estaba medio dormido.

 —Qué va, no te creas que me he acostado con todos los de la ToMan, Shuji. Al contrario de lo que pueda parecer, son todos amigos míos, y los quiero mucho, pero hasta ahí.

Sacudió la cabeza y sonrió. Me abrazó y me tumbó en el suelo de la tienda de campaña, apretándome entre sus brazos y posando su cabeza en mi pecho.

 —Por cierto, buenos días, bonita —dejó un beso en mi mejilla—. ¿Podemos dormir diez minutos más? O al menos quedarnos así.

 —¿Shuji? ¿Eres tú? 

Estaba cariñoso, no me había dicho ningún insulto como era habitual, y eso me pareció bastante extraño.

 —Shuji está durmiendo no le molestes, por favor.

Reí y pasé mis brazos alrededor de él, acariciándole el pelo. Se quedó dormido al instante, seguramente estaría cansado. 

No me había olvidado de lo que habíamos hablado, iba a venirse a vivir conmigo, ¿era una locura? probablemente. Pero, sinceramente, me importaba una mierda lo que dijeran los demás, si al fin y al cabo era cierto que se pasaba la mayor parte del día en mi casa, y casi que solo salía a trabajar o a recoger algo a su apartamento.

Permanecí imaginándome si algo cambiaría una vez viniera a instalarse en casa, pero no encontraba ningún motivo para que algo fuese diferente. Estuve al menos media hora mirando al techo de la tienda mientras seguía removiendo mechones de su pelo entre mis dedos. Bajé mi mirada y ahí seguía.

 —Te quiero —susurré, para no despertarle.

Vi que sonrió de manera pícara.

 —¿¡Pero tú no estabas durmiendo!? —grité, incorporándome.

 —Eso intentaba, pero se estaba bien mientras me hacías cosquillas en el pelo —empezó a reírse—. Además, te lo vuelvo a decir, piensas muy alto. No te rayes con lo que sé que estás pensando.

Tocó con un dedo la punta de mi nariz, dando un toquecito.

 —No va a cambiar nada, estúpida.

 —Cualquier día llamo a la tele, en serio. Tú lees la mente, me das miedo.

Rio y me abrazó de nuevo, acariciando mi cabeza.

 —Yo también a ti, ya lo sabes —susurró en mi oído.

Me sentía bien allí, entre sus brazos. Siempre pensé que no necesitaba ningún tipo de protección, que me bastaba yo solita para todo, pero con él, la pizca de fragilidad que tenía en mi interior salía a la luz, deseando que, si en algún momento alguien tuviera que protegerme, fuera él.

(Recomendación de canción: Strawberries and cigarettes - Troye Sivan)

~ 20 de julio de 2012, 23:30 p.m. ~

Pasaron los días, durante los cuales empezamos a traer las cosas de él a casa. Había espacio de sobra para sus cosas, aproveché para hurgar y averiguar a ver qué tenía por su apartamento.

Flashback

 —¿Tienes una puta videoconsola y no la has llevado nunca a casa? Punto negativo.

 —Yo qué sé, lleva cogiendo polvo años.

 —¿Y esto otro?

 —Ah... Un álbum de fotos antiguo.

Le sonreí malévolamente.

 —¿Hanma de pequeñito? Eso quiero verlo.

 —¡No!

Empecé a huir de él con el álbum de fotos en los brazos.

— ¡Dame eso! ¡Apenas hay nada! Son casi todo fotos de mi madre.

Tarde, me había sentado en el sofá del pequeño apartamento y estaba viendo las fotos; había algunas con bastante gente que parecían celebrar algo. Pasé de página, había un bebé regordete.

 —¿Eres tú? —pregunté, señalando la foto y riendo.

 —Agh... sí, pero creo que es la única que hay en este álbum de mí. Ya te he dicho, las demás son de mi madre cuando era joven y alguna de justo después de tenerme.

Pasé de página. Una foto a modo de retrato de una mujer ocupaba casi la mitad de la página. Era preciosa, tenía los mismos ojos que Shuji; unos profundos ojos color miel y el cabello negro azabache que le caía lacio por los hombros.

 —¿Es tu madre?

 —Sí, aunque aquí está mucho mejor que los últimos años que vivió.

 —Era guapísima... —me quedé embobada viendo la foto. Acerqué mi cara a la mirada de aquella mujer, que se enfocaba al frente, mirando hacia la cámara. Tuve un déjà vu algo extraño—. Shuji, ¿cómo se llamaba tu madre?

Lo miré y estaba encendiéndose un cigarro. 

 —Sora, Hanma Sora.

Arqueé una ceja y me reí.

 —Venga ya, ¿otra más?

 —¿A qué te refieres? —preguntó, aunque al momento entendió que me refería al significado del nombre de su madre—. Ah, otra referencia al cielo, ¿no?

Le contesté con una sonrisa y cerré el álbum de fotos. Le quité el cigarro de la mano y lo levanté del sofá.

 —Venga, vamos a seguir, si no, no vamos a terminar nunca.

Continuamos guardando cosas en cajas y bolsas y metiéndolas al coche para llevarlas a casa. No tardamos muchos días en terminar. Aprovechábamos las tardes para ir colocándolo todo.

Fin flashback

Le conté a Emma sobre el hecho de que Shuji se viniese a vivir conmigo. Bueno, a Emma y a los demás. Sorprendentemente, les pareció buena idea que hubiera alguien conmigo en casa, aunque, si lo pensaba detenidamente, antes de conocer a Shuji, había veces que estaba sola, sí, pero casi siempre aparecía alguno de ellos por allí aporreando la puerta.

Había pasado más de un año desde que toda mi historia con Shuji comenzó, desde la primera vez que lo vi en el desguace, el día que pasó lo de Pah...ahí empezó todo.

Probablemente si tuviera que decidir una época en la que me gustaría quedarme para siempre, sería esta. No teníamos ningún problema con la pandilla, más allá de tener reuniones —si es que a eso podía llamársele así— solo porque Mikey estaba más aburrido que una ostra. Aunque nos lo pasábamos bien en ellas, las chicas pudieron venir y yo pasaba la mayor parte del tiempo hablando con ellas.

El resto de los días habían transcurrido con normalidad, ambos íbamos a nuestros respectivos trabajos, volvíamos a casa y pasábamos la tarde juntos; viendo películas, jugando a la videoconsola o cualquier cosa que se nos ocurriera para no aburrirnos.

Alguna que otra noche que Shuji tenía libre, íbamos con las motos a dar una vuelta por ahí. Hacíamos carreras con las motos gritando y riendo como locos. Hasta que, hoy, había ocurrido la desgracia. La mayor desgracia de todos los tiempos de la historia.

 —¡Nooooooo! —gritaba, casi llorando—. Mi bonita, ¿qué te pasa? ¡Shuji! ¿Por qué hace esto?

Estábamos con las motos dando una vuelta, y en uno de los cruces en los que nos paramos, la moto empezó a sonar de manera estridente, como si quisiera salir disparada, tenía el puño de la moto agarrado.

 —A ver, suelta el puño un momento.

Lo solté y la moto casi sale volando hacia delante conmigo encima, menos mal que me dio tiempo de pararla con los pies, solo habría recorrido un metro hacia delante.

 —¡¡Gilipollas!! ¡Pero agárrate al suelo! ¡No levantes los pies! —me gritó y lo fulminé con la mirada.

 —¡¡No me grites!! ¿¡No ves que estoy sufriendo!? —Apagué el motor—. Ay, ¿qué te pasa bonita? Mejor que te llevemos con Draken, aquí no nos quieren, por lo que parece —Miré a Shuji con un puchero. Él ladeó la cabeza riéndose. 

Apagó su moto y se acercó a mí.

 —Quita, anda —Me bajé de la moto y él empezó a mirar el puño de esta más detenidamente. La arrancó de nuevo y soltó el puño poco a poco pero aguantando la moto con firmeza—. Está acelerada.

 —¿Y eso qué es?

 —Pues que se le habrá quedado enganchado el cable de aceleración y se acelera sola. ¿Entiendes?

 —Ni puta idea de lo que me estás diciendo —sonreí—. Tendré que llamar a Draken para que le eche un vistazo.

 —Nah, esto te lo puedo mirar yo. Deja al chucho tranquilo en su caseta.

Volvimos a casa y pasamos la noche fuera, en el patio, alumbrados por la pequeña bombilla de la pared lateral. Yo estaba sentada encima de un armarito que tenía allí, con las piernas colgando en el aire y balanceándolas, mirando lo que hacía Shuji y pasándole las herramientas que me pedía.

 —Mira, ¿ves este cable? Esto es lo que le pasa, que se ha quedado aquí enganchado —Tiró un poco de uno de los cables, para separarlos—. Y por eso la moto se aceleraba sola.

 —Ajá —asentí, fingiendo enterarme de algo, pues la verdad, el tema de las motos y la mecánica no era mucho de mi interés, y más que mirar lo que estaba haciéndole a la moto, me quedé observando los movimientos que hacían su espalda y sus hombros mientras arreglaba lo que fuera que estuviera mal.

 —Listo —se levantó y se sacudió las manos—. Ahora debería ir bien, probemos a ver.

Arrancó la moto y todo parecía estar bien, ya no hacía ruido ni intentaba huir ella sola. Miré a Shuji sorprendida.

 —¿Por qué me miras así? Te dije que entendía de motos. A ver, no soy un experto, pero sé bastantes cosas.

 —¿Sabes que Draken quiere tener un taller de motos?

 —¿Y?

 —Joder, que podríais trabajar juntos, parece que es lo único que tenéis en común, aparte de la forma de ser, claro.

 —No me imagino nada en el mundo más coñazo que tener a Draken todo el día al lado, si me cuesta aguantarlo veinte minutos —hizo una pausa y sonrió—. Qué va, ni de puta coña vamos.

 —Bueno, puedes pensarlo, siempre es una opción, ¿no? —sonreí y él se acercó a mí una vez se había lavado y quitado la grasa de las manos, rodeé su cintura con mis piernas y le abracé—. Gracias por arreglarme la moto, estoy feliz de tenerte aquí.

Me dio un beso corto.

 —Eso digo yo, menos mal que estoy aquí, de no ser por mí, cualquier día te matas con la moto, anda que levantar los pies antes, mira que eres torpe a veces —besó mi nariz, de manera cariñosa—. Cambiando de tema, ¿queda poco para tu cumpleaños, no?

Es verdad, ¿ya? Qué rápido ha pasado el año.

 —Sí, quedan un par de semanas.

 —¿Qué quieres de regalo?

 —Eso no se pregunta, imbécil. Aunque tampoco sabría qué decir —le miré a los ojos—. Creo que ahora mismo tengo todo lo que quiero.

Le agarré de las manos, apoyando mi espalda en la pared. Miraba sus tatuajes y los acariciaba con las yemas de mis pulgares... Un tatuaje... 

Sonreí.

 —Un tatuaje.

 —¿Otro? ¿Qué te quieres hacer?

 —No te lo digo —En realidad, aún no lo sabía. Una frase se me vino a la cabeza, pero no quería decírsela, me dio vergüenza; era tan cursi que hasta me puse colorada, pero me parecía bonito.

 —¿Eso quieres?

 —Sí, pero no hace falta que tú me lo regales, puedo hacerme un autorregalo, suelo hacerlo todos los años, ¿sabes? 

~ 12 de agosto de 2012, 9:30 a.m. ~

La enana llevaba unos cuantos días pegada a un trozo de papel, parecía darle vueltas y vueltas a la cabeza con algo y no quería decirme nada. Me desperté antes que ella. Estaba ahí dormida, tan tranquila. Nos habíamos habituado a despertarnos a la vez para hacer el desayuno juntos, aunque no hablásemos casi nunca hasta que no nos habíamos terminado el café y ya estábamos fumando. Éramos como dos zombies recién levantados, y cada cual tenía peor carácter para hablar por las mañanas.

Pero hoy no quería que fuera así... 

No sé, al menos voy a intentar hacer algo mínimamente romántico por ella, dice que no le gustan estas cosas, pero bueno, casi que creo que lo dice más porque yo muy romántico no soy y prefiere no presionarme.

Me quedé mirando cómo dormía un poco más y le di unos golpecitos en la mejilla con el dedo. Parecía completamente sumida en el sueño.

Con cuidado de no hacer mucho ruido me levanté de la cama y me puse la camiseta. Bajé las escaleras hacia la cocina y empecé a preparar el desayuno, tampoco la gran cosa, ella nunca comía nada, solo se tomaba el café y fumaba la mitad del cigarro compartido, pero hoy le había comprado un trozo de tarta de esos que le gustan. Lo saqué de la nevera y lo dejé en la bandeja. Preparé el café y serví dos tazas que coloqué también ahí.

 —Mierda, la vela

Nada, si es que cuando digo que yo para estas cosas no sirvo, es que no sirvo. Rebusqué por los cajones de la cocina, a ver si de casualidad había alguna vela que ponerle a la tarta, sin éxito ninguno. Aunque encontré algo que podría hacerme el apaño.

 —Bueno, que no sea por originalidad.

Subí las escaleras con cuidado de que no se me cayese nada y entré a la habitación.

 —Shuji... ¿Qué haces? ¿Dónde estás? ¿Qué es ese ruido de cajones? ... —se estaba revolviendo en la cama, aún medio dormida—. Te voy a matar... Odio despertarme con ruido...

Sacudí la cabeza y dejé la bandeja en la mesita de noche.

 —¡Eh! Despierta, medio metro —la sacudí levemente.

Ella emitió un quejido.

 —¿Qué puta hora es? —se incorporaba sentándose en la cama aún con los párpados medio caídos y todo el pelo alborotado.

 —¡Qué más da! No te pienso cantar el cumpleaños feliz pero... —cogí la bandeja y la dejé sobre sus piernas, dejando en ese momento un beso en su frente— Feliz cumpleaños, enana.

 —¿Hoy es mi cumpleaños? —Bostezó y se frotó los ojos—. ¿Y esto? ¡Qué bueno! Ni me creo que hayas hecho esto —se estaba riendo, parecía algo nerviosa—. Gracias, no sé qué decir, la verdad.

 —Espera, espera... Tienes que pedir un deseo —saqué el sucedáneo que había encontrado a la vela, lo encendí y lo planté encima de la tarta.

 —Shuji —miró lo que le había puesto al pastel—. ¿Esto es una cerilla?

 —Corre, que se consume rápido, pide un puto deseo y apágala.

Vi que se estaba aguantando la risa y sopló entre carcajadas a la cerilla, por poco no tira todo a la cama.

 —Creo que esta es la mejor mañana de cumpleaños de mi vida —dijo entre lágrimas por la risa y sosteniendo la cerilla entre sus dedos.

Al mirarla de esa manera, con esa cara que desde el primer momento me atrajo de ella, me sentí completo. Era una sensación extraña, pero me gustaba. No pude evitar sonreír como un completo imbécil.

Nos tomamos el café y ella comió del pedazo de pastel, dio varios gemidos de placer al probarlo y puso los ojos en blanco.

 —Madre mía, yo de verdad no sé cómo no pueden gustarte los dulces, de verdad, ¿no quieres? —Negué con la cabeza. Mientras la miraba comer pensaba en el hecho de que para mí, que ella tuviera esa expresión de felicidad, solo con eso, yo también era feliz.

 —Venga, vamos a la ducha, vístete y haz lo que tengas que hacer. Vamos a un sitio —dije cuando habíamos terminado de desayunar.

 —¿A dónde? Oye que yo tengo cita luego en...

 —Es una sorpresa. No quieras saber tanto, venga —no la dejé terminar de hablar.

Al terminar de ducharnos, ella se quedó dentro del baño para peinarse y secarse el pelo, pero empezó a tardar más de la cuenta. Me asomé y vi que estaba con la cara pegada al espejo, como buscándose algo en la cara.

 —¿Qué coño haces?

 —Shuji, ¿tú me ves alguna arruga nueva?

Alcé una ceja.

No me lo pongas tan a huevo... es tan fácil a veces...

 —A ver... —me acerqué a ella y le cogí la cara entre las manos, me aproximé aún más y fruncí el ceño, mirándola fijamente entre las cejas—. Anda, pues mira, parece que aquí sí te ha salido una.

 —¡¿Quéeeeeee?! ¿Ya? ¿En serio?

Se apartó de mí y empezó a buscar la supuesta arruga en el espejo. Yo salí del baño intentando ser sigiloso y que no viera que iba a empezar a reír en cuanto no me estuviera mirando.

~ Un rato después ~

 —Menudo chancletazo me has dado, loca —me quejé, tocándome la cara.

Cuando le hice la broma me persiguió por toda la casa tirándome ropa y zapatos, menos mal que con lo que me acertó fue una chancla. No estaba enfadado en realidad, pero fingí que me dolía.

 —Ya te he dicho que lo sentía... No me odies —decía, abrazada a mi cintura en la moto.

Estábamos de camino a la sorpresa que le tenía preparada, aunque bueno, no tuve que pensarlo mucho, al fin y al cabo ella me dio la idea. Tampoco era nada del otro mundo, en realidad.

 —No puedo odiarte por eso, no seas exagerada —reí y acaricié su mano. Noté que había recostado su cabeza en mi espalda. Me abrazó más fuerte.

Hacía calor, el Sol estaba pegando fuerte ese día, aun así, la poca brisa veraniega que podía sentir mientras íbamos montados en la moto era agradable; tenía ese olor característico del verano.

Entramos a la calle donde se encontraba nuestro destino y noté que ella empezó a mirar hacia todos lados. Parecía reconocer la calle.

Dejé la moto en el estacionamiento que había para ellas y le pasé el brazo por el hombro.

Caminamos hasta la entrada de un pequeño local, que compartía sitio con un bar. En la fachada podía leerse un cartel: "Tattoo & Beer", no era nada del otro mundo, pero conocía al hombre que hacía los tatuajes y me consiguió un hueco para hoy temprano en la mañana.

La miré y vi que estaba sonriendo.

 —¿Es lo que querías, no?

Asintió pero seguía aguantándose la risa no sé por qué. Decidí no preguntar y pasamos dentro. El tatuador se nos acercó.

 —¡Tío, Hanma! Qué de tiempo, habéis llegado antes... ¿Es para ella no? — Asentí. 

Él y yo nos conocíamos desde hacía unos años. Pues, además de haberme hecho aquí los tatuajes, el hombre era un cliente asiduo del bar en el que trabajaba. Dirigió su mirada hacia ella y puso cara de sorpresa.

 —Yo te conozco.

 —Pues claro que me conoce, como que tengo cita aquí más tarde para tatuarme —se estaba riendo en alto—. Pero bueno, un poco antes tampoco está mal, perdona si luego se te queda el hueco libre... o puedo esperar y venir más tarde a la hora que yo tenía reserva... 

Se había puesto nerviosa pero el hombre la interrumpió. Parecía que ni le había escuchado.

 —¡Tú eres aquella niña! La de las alas, ¿verdad?

¿Eh? Venga ya, ¿en serio? Vi que ella se giraba y le mostraba la espalda al hombre.

 —De mis mejores trabajos, sí señor, veo que lo has estado cuidando bien, ¿eh?

 —¡Por supuesto! —ella dirigió su mirada hacia mí, riendo—. Shuji, yo también había pedido cita aquí para dentro de un rato, ¿sabes que aquí me hice el tatuaje de la espalda?

Seguía sin creérmelo. El tatuador volvió a hablar.

 —Bueno... Y esta vez, ¿qué tienes pensado? —sonrió hacia ella.

Ella me miraba mientras le decía algo en voz baja al tatuador.

 —Comprendo... Hanma, lo siento, pero espérate ahí —señaló los sofás que tenía para que los acompañantes pudieran esperar.

Pude escuchar cómo hablaba con él, aunque sólo distinguí una frase que el tatuador le dijo.

 —¿Y si lo pones en inglés? Creo que suena mejor.

Ella asentía frenéticamente con la cabeza y pasaron a la sala del fondo. Escuché cómo al poco el zumbido de la máquina empezó a sonar.

Mientras esperaba me puse a mirar hacia la pared, donde parecía haber un mural con fotografías de todos los tatuajes que se habían realizado allí. ¿Estará el mío? Rebusqué por la pared hasta que lo distinguí, no mi tatuaje, sino el de ella. Aparecía de espaldas, pero miraba a cámara por encima del hombro con una sonrisa enorme. Parecía más joven y más pequeña de lo que ahora es. Siempre ha sido preciosa por lo que parece.

Sonreí y miré al lado de esa foto. De nuevo. Ya a veces hasta parecía de coña. Mis manos estaban ahí. Al lado de ella. Otra casualidad más para que se apunte en su lista. No me extraña que ella crea tanto en el destino si siempre le han pasado cosas así. Cuando salga de la sala se lo tengo que contar, verás la cara que pone.

No pasó mucho más y la puerta del fondo se abrió, ella salía escondiéndose las manos por detrás de la espalda mientras se acercaba a mí, sonriendo.

 —¿Qué te has hecho? —pregunté tras darle un beso en la cabeza.

 —Es un poco una locura...

 —Di que no, que es muy bonito coño. Además, está chulo teniendo en cuenta lo que me has contado —el tatuador reía desde el mostrador.

 —¿Te acuerdas lo que me dijiste el día de la pelea con Agatsu? —preguntó ella, parecía nerviosa.

 —¿Aquello del cielo y la muerte? Sí, lo recuerdo, pero creo que dijiste que era un juego de palabras estúpido con nuestros motes.

 —Al final me gustó, pero no sabía cómo hacer para que quedara bien. Llevo varios días probando combinaciones y ninguna me gustaba.

 —Así que eso es lo que hacías tan concentrada con los papelitos —le dije—. ¿Pero eso qué tiene que ver? No lo entiendo.

Sonrió y me enseñó los laterales exteriores de las muñecas. Estaban enrojecidas y podían leerse dos palabras en cada una de ellas.

▪︎ From heaven to death ▪︎

Espera, espera... ¿se ha hecho un puto tatuaje de una tontería que dijimos?

 —Sabía que igual no era buena idea... —dijo ella con pena, pero no podía estar más equivocada, me encantaba que fuera así de impulsiva y que se le ocurrieran cosas como hacerse un tatuaje por mí, bueno, nosotros. Aunque...

 —Pero la frase está al revés, ¿no? No creo que fuera "Del cielo a la muerte", sino al revés.

 —Por eso, es un poco rebuscado y tonto, pero yo— Puso su mano sobre el pecho y vi que se estaba poniendo colorada— Joder, es súper cursi pero bah... Se refiere a que yo, el "angelito" —hizo comillas de manera muy graciosa e incluso pude ver que puso cara como de no gustarle el mote que tenía—, voy hacia ti, ¿comprendes? Tu mote y la muerte.

Agitó las manos frenéticamente, antes de taparse la cara con ellas.

 —No lo pienso volver a repetir ni explicar mejor porque me ha dado una vergüenza horrible decir eso en alto. Joder...

Reí y me agaché a su oído, abrazándola ligeramente con uno de mis brazos. 

 —Te quiero.

 —¿Eh?

 —Pero esto no tiene ningún sentido si tú eres la única que "va hacia el otro" , ¿no? Suena como si me estuvieras acosando —bromeé y le di un beso corto en los labios—. Ahora vengo, tonta. Por cierto, mira las fotos de la pared. A ver si encuentras el tesoro.

No contestó, pero estaba sonriendo. Me acerqué al mostrador y llamé la atención del tatuador.

 —¿Aún tienes el hueco de ella disponible?

Él asintió y pasamos a la sala.

Al rato salimos y ella estaba fuera fumando. Pero, al verme de nuevo, entró corriendo al local.

 —¡Tú! ¿¡Has visto que nuestros tatuajes están aquí!? ¿¡Juntos en fotos!?

Reí alto, asintiendo con la cabeza. Sabía que se iba a poner así. Me la imaginé murmurando cosas como: "otra vez el destino", "ves, si es que todo está conectado" mientras miraba las fotos.

 —Pues si están juntas es por que os haríais los tatuajes el mismo día, están colocadas en orden cronológico —dijo el tatuador y la sonrisa se borró de mi cara. Mire hacia ella, perplejo.

 —¡Eras tú! No, no, esto es una cámara oculta o algo en mi vida —estaba casi gritando—. Cuando vine a hacerme mi tatuaje, había un tipo alto saliendo con los plásticos en las manos. ¿Vas a decirme que eso no es una señal ahora o qué?

 —Coincidencia, solo es eso —la verdad que me había sorprendido yo también. La de gente que puede pasar por un sitio como este, y que justo ella y yo coincidiéramos. No sé, al final me va a convencer de la mierda del destino ese. En fin.

Fui al mostrador de nuevo y le di el dinero al hombre por el trabajo que había hecho.

 —Nos vamos ya, muchas gracias por todo.

Salimos del local, encendí un cigarro y apoyé mi espalda en la pared. Ella se acercó a mí y me cogió la mano que tenía libre. Podía ver que aún estaba avergonzada. Creo que nunca la había visto así.

Tenía su mirada hacia el suelo y se balanceaba ligeramente de delante hacia atrás. Cualquiera diría que en algún momento de su vida esta chica le había partido las narices a más de uno. 

 —¿Qué has hecho ahí dentro? Al final estuve casi todo el rato fuera fumando —preguntó, en voz baja y sin levantar el rostro.

 —Te he dicho que ibas a parecer una acosadora si sólo tú me perseguías —tomé su mentón con mis dedos, elevándolo ligeramente.

Como suponía, estaba toda colorada, y evitaba que sus ojos se encontrasen con los míos.

 —Ay, ya, no me recuerdes más eso que te he dicho que te doy otro chanclazo —refunfuñó.

Sonreí y levanté mi camiseta, mostrándole la zona enrojecida que había en la parte alta de mi pectoral izquierdo.

 —No seas tonta. Mira, ahora tú puedes decir lo mismo de mí.

▪︎ From death to heaven ▪︎

Ea, ese era el tatuaje del primer capítulo :')

Espero que os haya gustado este cap, es el motivo del nombre de la historia así que dadle amor jajajaj

Por si acaso, los tatuajes son:
- Del cielo a la muerte (Ryoko)
- De la muerte al cielo (Hanma)

Besitos

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