~ 𝑪𝒐𝒅𝒂 ~ 𝑹𝒆𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏
Decidimos no modificar el orden de destinos, a pesar de que de esta manera quizá no viéramos la nieve en Aomori.
Pero no importaba. De hecho, por mi parte, lo prefería.
Solo de recordar el frío que pasé cuando fui y me puse a recorrer todos los templos se me encogía todo. Además, ella estaba tan contenta, que no pareció importarle.
Antes de salir de Tokyo tuvimos que dejar unas cuantas cosas en orden, sobre todo el tema del bar.
No sabíamos cuánto tiempo estaríamos fuera, así que le ofrecimos a Wakasa si quería encargarse del local en nuestra ausencia. Obviamente, se llevaría gran parte del porcentaje de las ganancias de ese tiempo que nosotros no estuviéramos, y él aceptó casi sin dudarlo.
Estaba raro. Más callado que de costumbre, y eso ya era decir. Al poco nos enteramos de que ese comportamiento se debía a que su novia se había quedado embarazada y él aún no lo asimilaba.
Nunca quiso ser padre, y no sabía cómo afrontarlo, así que empezó a pasarse menos por la casa que compartía con ella. En cuanto la enana volvió a verlo una vez nos hubimos enterado de eso, le empezó a echar la mayor bronca del mundo por comportarse así.
Él solo asentía y le daba la razón mientras Takeomi y yo los mirábamos aguantándonos la risa.
Takeomi se sumó a la idea de que Wakasa se encargase del bar. Esto, para evitar que el insistente de su hermano lo hiciera.
Sanzu se puso bastante pesado con que él se haría cargo del establecimiento, pero, por razones más que obvias y teniendo en cuenta lo que le gustaba el desmadre, no nos terminábamos de fiar, pues seguramente si lo dejáramos en sus manos, cuando volviéramos eso ya no sería un bar, si no una montaña de escombros. Y habíamos invertido mucho ahí. Por lo que no era siquiera una posibilidad.
Que Takeomi fuera el que se ofreciera a ayudar al de las paletitas nos vino de perlas.
Emma y Draken habían fijado la fecha de la boda para el año siguiente, así que tampoco teníamos que preocuparnos por eso.
Y la casa... bueno, la enana les dejó las llaves a esos dos para que de vez en cuando fueran a echar un vistazo y comprobar que todo estaba bien. Y, de paso, que huyeran un poco de Mikey, que seguía siendo la maldita garrapata que no dejaba intimidad siquiera a su hermana, a pesar de que ahora se pasaba casi todo el día con Izana dando vueltas en la moto, eso no quitaba que, cuando el aburrimiento se apoderaba de él, se volvía el ser más insufrible del mundo.
Con todo y con eso, decidimos empezar el viaje en mayo.
Comenzando por el onsen al que una vez fuimos juntos y que, como imaginé, al ella no haber pasado por allí en este futuro, estaba a punto de cerrar... Y sí, exacto, además de pasarlo como niños pequeños en el agua una vez más, ella se pasó la mayor parte de las dos semanas que estuvimos allí haciendo cartelitos y atrayendo turistas.
De hecho, nos costó una pequeña discusión por que a mí eso se me daba de puta pena y lo único que hacía era arruinar todo lo que ella iba dibujando con mis nulas capacidades para el arte.
Pero todo se quedó ahí, en esa pequeña discusión que más tarde arreglamos en las termas de aquella habitación que a los pocos días abandonamos para dirigirnos hacia donde nos encontrábamos ahora mismo.
Llevábamos unos días en Aomori, habíamos visto la pagoda y el maldito puente rojo al que tanto asco le terminé agarrando. Solo el recuerdo de los días que pasé ahí mirando a la nada con una lata de cerveza me daba escalofríos.
Conforme íbamos llegando a diferentes lugares, yo hacía por explicarle lo que vi cuando estuve en todos ellos.
Eso no tenía nada de malo, de vez en cuando la chinchaba con lo mal que estaba y que todo era a causa de lo mucho que la quería y echaba de menos.
Al menos así podía tomarme con humor todo aquello y dejarlo atrás de cierta manera.
Recorrimos varios templos y terminábamos todos los días reventados en la cama del hotel. Casi nos quedábamos dormidos a la mínima que nuestros cuerpos caían boca abajo sobre ese colchón.
Putos templos de los cojones... menos mal que hoy no ha sido para tanto y solo hemos ido a ver un par de ellos...
Nos habíamos duchado para poder dormir a gusto y nos pusimos las batas que había para los huéspedes del hotel en el armario.
Caí en la cama en redondo, pero aún no tenía sueño ni me notaba tan cansado. Así que, mientras ella terminaba de hacer lo que coño estuviera haciendo en el baño, que seguramente sería desenredarse la melena y eso le llevaba largo rato, decidí comprobar los mensajes de mi teléfono, aunque no pensaba contestar ninguno que no fuera importante.
Mensaje recibido de Koko
¡Traedme algo!
Mensaje recibido de Wakasa
Todo bien. Dile a la pequeñaja que ya he arreglado las cosas con mi novia...
Alcé una ceja, aún no se le notaba convencido, pero imagine que algo era algo.
Mensaje recibido de Sanzu
Hanma, ¿puedo hacer una fiesta en el local?
A esto me refería con cosas importantes.
Mensaje enviado a Sanzu
Ni de puta coña, te vas a una discoteca.
Continué revisando y no pude evitar reírme con el siguiente. Bueno, los siguientes.
Mensaje recibido de Ran
¿Por qué no me contestas a los mensajes?
Le hemos comprado un coche teledirigido a Ren
Sumire me ha vuelto a echar la bronca, ayuda.
Dice que me va a echar de casa y se va a quedar con mi hermano, que traición más grande.
¿Cuándo volvéis? Necesito emborracharme.
Mensaje recibido de Rindou
No le hagas caso a mi hermano, todo bien por aquí, es un exagerado.
Sumire le ha tirado a la cabeza el juguete ese que ha comprado, dice que el niño no iba a usarlo hasta que fuera grande, que para qué coño quería eso siendo un bebé.
Ran está llorándole JAJAJAJAAJAJAJ si Reika estuviera aquí se estaría descojonando.
—¿De qué te ríes tanto?
Giré mi vista, mis ojos la recorrieron de arriba abajo y me perdí.
Estaba apoyada con un hombro en el marco de la puerta del baño, con la melena aún algo húmeda cayéndole por ambos lados de su torso.
—¿Y eso que llevas puesto?
No se lo había visto nunca. Se había puesto un body de encaje rosa palo, ajustado. Con un pronunciado escote hasta prácticamente el ombligo, con las piernas al aire. Podía verle la marca de sus caderas en el abdomen pues la tela de la prenda quedaba por encima de esta.
—¿Esto? —murmuró, insinuante y se pasó las manos delicadamente por los tirantes—. Una sorpresa.
Me levanté de inmediato de la cama y dejé el teléfono a un lado. Eso ya no tenía ningún interés para mí.
Verla así había provocado que mis manos desearan tocarla de inmediato.
Me acerqué a ella mordiéndome el labio y mis dedos tomaron su mentón para elevar su rostro hacia el mío.
Esbocé una sonrisa pícara conforme mi cara se acercó a la suya.
—¿Para mí? ¿Por qué?
—¿Y por qué no? —ella juntó sus labios con los míos sin llegar a besarme—. Sé que te gusta verme con estas cosas... Además...
Mis manos la agarraron de la cadera, me acababa de poner tenso con el susurro de esas palabras.
Comenzaba a jugar conmigo como siempre hacía; provocando que mi mente empezara a pensar de todo menos en dormir.
Apreté mis pulgares en la piel de su abdomen y la atraje hacía mí. Mi mano derecha se deslizó con suavidad hacia su culo y empezó a apretarle una de las nalgas.
Mi boca fue hacía su oído, ella podría escuchar que se me había acelerado la respiración, pues el tono en el que le hablaba ya no era el de siempre, si no con esa tonalidad que expresaba mi deseo por ella, algo que nunca había parecido desaparecer.
—¿Además?
—Me gusta la cara que pones cuando me ves así... —se le había erizado la piel, y sus manos habían comenzado a desatar el nudo de la bata que yo llevaba puesta—. Pero me gusta más lo que te provoca... —susurraba en mi oído y sus labios rozaban mi cuello, cosquilleándolo de una manera que me hizo gemir suavemente contra su cuello—. Me gusta lo que te provoca querer hacerme, Shuji...
No me aguanté más, hice presión en su culo, elevándola en el aire y apoyando su espalda en la pared.
Ella me había dejado la bata abierta y solo con los bóxers.
Comencé a morderle el cuello, para posteriormente dejar que mi boca pasase a sus labios para devorarlos como tanto me gustaba y como sabía que a ella le encendía. Mis colmillos dejaban ligeras mordidas en su labio inferior, donde después mi lengua daba una ligera pasada antes de introducirse en su boca, deseando jugar con la suya en ese frenético beso que la situación nos había hecho tener.
Ella empezó a mover la cadera, aún apoyada en la pared, frotándose contra mi entrepierna, en donde cada vez mi erección iba creciendo con cada pasada que ella hacía.
Dejé salir una ronca risita en su oído:
—¿Qué es lo que dices que quieres que te haga? —mis labios se movieron, aún posados en los suyos y apreté mi entrepierna contra ella, haciendo que su cabeza diera un ligero golpecito contra la pared en la que la estaba aprisionando.
Estaba toda agitada. Ni siquiera me contestaba, solo movía sus manos por mi pecho y se apoyaba en mis hombros para ayudarse a seguir con los roces.
Volví a sonreír y la llevé a la cama, donde la tiré para que cayera de espaldas y me permitiera colocarme sobre ella, apoyando las palmas de mis manos a ambos lados de su cabeza, la cual no dudé en bajar hacia su cuello para que mi lengua pudiera ir lamiéndole desde la parte superior de éste hacia el medio del pecho.
—¿Follarte? Eso es lo que te gusta, ¿no?
La vi asentir y continué bajando mi lengua por el pronunciado escote del body, pero mis dedos ya deseaban entrar al juego también, por lo que le separé las piernas y comencé a tocarla por encima de la tela.
Quería calentarla antes de dar el próximo paso, y en eso, sabía que yo era un experto, y con los años había mejorado. Ella misma me lo había dicho.
Le desabroché la prenda abotonada en su entrepierna y le aparté la ropa interior a juego que parecía tener. Aunque, de ser por mí, se las habría arrancado. Pero eso ya me había costado numerosas broncas veces anteriores, así que por una vez decidí no hacerlo.
Saqué la lengua y comencé a darle placer con ella, pasada tras pasada, dejando que cada vez se retorciera más.
Mis brazos pasaron alrededor de sus muslos para mantenerla las piernas abiertas, metí mi lengua un par de veces en su interior y volví hacia arriba, para estimularle de nuevo el clítoris mientras mis dedos le daban ligeras embestidas que fueron aumentando de intensidad conforme mi mente iba volando cada vez más con cada gemido que soltaba y cada tirón de pelo que me daba yo le daba más fuerte.
Me había perdido tanto que no me di cuenta de que estaba a punto de correrse, pues soltó un jadeo más fuerte que los anteriores y me incorporé de inmediato.
No sabía qué coño me pasaba. Cuando volví, pensé que se me haría raro acostarme con ella, pero no fue así, al contrario. Si antes ya era un puto adicto, ahora era mil veces peor. Me ponía muchísimo más y todos sus toques y roces con las manos me hacían desconocerme.
Volví a colocarme encima de ella, quitándome el bóxer en ese momento y pasándole mis manos por todo el cuerpo mientras le abría las piernas para colocarme entre ellas.
Sus manos delineaban mi torso, el tatuaje de mi pecho, mi abdomen, que en ese momento estaba más tenso que nunca, al igual que todos los demás músculos de mi cuerpo. Mis manos, en cambio, habían apartado ese body, haciendo que sus pechos quedasen al aire para mí. Comencé a estimularle un pezón mientas que mi otra mano fue hacia su boca y le introducía el pulgar en ella.
Empecé a rozarme con ella. Mi erección abría sus labios y se frotaba contra su clítoris, podía verle en la cara el placer que le estaba dando con eso y continué así por unos segundos más antes de metérsela. A pesar de estar mojada, sus paredes siempre estaban tan apretadas al principio, que la primera vez que se la metía sentía un enorme escalofrío recorrerme el cuerpo.
Era increíble, cómo poco a poco se iba acostumbrando a mí y se iba dilatando cada vez más, pero, de verdad, que había veces que solo con metérsela yo creía que me correría en ese instante.
Poco a poco mis embestidas fueron intensificándose, mis manos se posaron en sus rodillas y le abrieron las piernas aún más, ella comenzó a estimularse y a tocarse un pecho. Empecé a gemir desde la garganta y sin separar mis labios; cuando la veía así me parecía una diosa, una que me haría postrarme ante ella en cualquier momento.
Pero no aquí. Al menos, no ahora. Por mucho que me lo negara, le encantaba que yo tomase el control cuando follábamos, fue algo que siempre supe.
—Shuji... —va a correrse, se lo veo en la cara.
Paré mis movimientos y la incorporé para que se subiera encima de mí. Empezó a mover las caderas en círculos y yo comencé a notarlo; en esa postura podía metérsela entera y con los movimientos que ella hacía se sentía todo muchísimo más.
Me miró y se abalanzó a mi boca para besarme, acababa de empezar a botar más rápido sobre mí y yo ya no iba a aguantarlo más. Que hiciera eso me volvía loco.
Mi pecho se elevaba con las rápidas respiraciones y comencé a notar la tensión en mi abdomen:
—No pares... Dios... Sigue así...
La agarré por la cintura con fuerza para ayudarla con los botes, le di una nalgada en una de esas y ambos comenzamos a gemir entre beso y beso cada vez más, hasta que me mordió el labio y se dejó caer sobre mí emitiendo uno de esos gemidos inigualables.
La sujeté y, mientras ella se corría, le di un par de embestidas más y terminé al igual que ella, ahogando mi orgasmo en su boca y apretándola contra mi cuerpo.
—Me matas... —aún no recobraba el aliento.
Ella giró su cara, aun estaba toda colorada por la actividad y me sonreía. Le aparté un par de mechones de la cara y le di un ligero azote en el culo que le hizo dar un respingo aún con mi miembro dentro de ella. Reaccionó solo. Nos pusimos serios y le esbocé una pícara sonrisa:
—¿Otra vez?
—Listo... ya... —aún no recobraba el aliento—. Ya será mejor que descansemos... Si no mañana va a conducir quien yo te diga.
Estábamos los dos tirados boca arriba en la cama aún recuperándonos, nos levantamos y fuimos a darnos otra ducha pero, esta vez, juntos.
—Oye, enana... con respecto a lo que nos queda de la lista... —el agua caía por nuestros cuerpos y charlábamos mientras terminábamos de aclararnos el jabón—. Vamos a quedarnos en casa de los Kimura, ya te he hablado de ellos muchas veces, ¿no?
Él al principio no parecía acordarse, pero le conté que esa pareja le ayudó cuando tuvo aquel accidente y que por eso le llamaban tan de seguido cuando él aún no había regresado del pasado. Sin embargo, desde que volvió, era él el que los llamaba cada semana, y algo había estado planeando con ellos a mis espaldas.
—Sí, me acuerdo.
—Ya he hablado con ellos, vamos a quedarnos un tiempo con ellos. No mucho. Y después... vamos a ir a Kioto, pero el hotel lo tenemos ahí, solo que algunos días saldremos de la ciudad para ir a Nara y por último a Himeji, ¿vale? ¿Te parece bien?
—Te estás ahorrando el pegarte la paliza de ver todos los templos de Kioto de seguido ¿verdad?
—Básicamente...
Le sonreí. Me parecía buena idea, me daba igual, mientras pudiera estar con él.
Me daba igual el itinerario que siguiéramos.
El principal motivo de hacer aquella lista fue hacer algo juntos, lo que fuera. Así que poco me importaba todo lo demás.
~ 11 de agosto de 2020 ~
Habíamos pasado casi todo el verano con los Kimura en Shirakawa, el par de ancianos más amables que pude haber conocido jamás. La señora Kaiyo me enseñó a cocinar muchísimos platos típicos y, por lo general, pasábamos el día entre los cultivos de Iwao, el señor Kimura, y paseando por el pueblo.
Fue relajante. La tranquilidad que se respiraba allí era una que en Tokio jamás podríamos tener, y el tiempo que estuvimos allí nos sirvió para relajarnos y saborear los pequeños placeres de la vida; el sonido de las cigarras cuando el sol empezó a calentar; el olor del campo; el murmullo del pequeño arroyo que cruzaba los cultivos; las luciérnagas alumbrando por las noches...esas noches en las que nos tirábamos horas charlando con el señor Kimura mientras fumábamos en el porche de la casa hasta que a alguno de nosotros empezaba a darle sueño y decidíamos ir a acostarnos.
Sin duda, estaba siendo uno de los mejores veranos de mi vida.
Nos fuimos hacía ahora un par de semanas de allí, no sin que antes los Kimura nos invitaran a pasar todos los veranos que pudiéramos allí.
Parecíamos haberles caído bien y a Shuji le habían cogido un especial cariño.
Por lo visto, cuando tuvo el accidente y ellos lo vieron, era porque acababan de perder a su hijo que vivía en Tokio y estaban allí para arreglar un tema de papeles del hospital donde estuvo. Hijo que, curiosamente, tenía un tremendo parecido al poste con patas y por eso no pudieron dejarlo hasta asegurarse de que estaba bien.
Shuji, sin que ellos se enteraran, me contó que él ya los conocía de antes, de cuando él hizo el viaje, y que pasó aquí unos meses.
Se supone que yo también los conocí, pero como esa yo no es la de ahora, evidentemente, no tenía ni puta idea de quiénes eran y, aún así... Cada día que pasaba con ellos sentía una añoranza increíble.
Me recordaba a cuando vivía con mi abuela... Esa mujer, que aún a día de hoy aún no conseguí descubrir quién era realmente, pero a la que siempre querría y trataría como lo que fue para mí: mi querida abuela.
Estas dos semanas habíamos permanecido en Kioto, salvo un día que fuimos a Nara de visita.
Día que quedará para el olvido, porque los dos nos pusimos a pelearnos a causa de los malditos ciervos.
No me dejaban tranquila, y Shuji parecía solo estar pendiente de buscar a uno de esos bichos y no me quiso decir el porqué. Decía que, si daba con ese ciervo en concreto me lo contaría, que si no, no. Y, obviamente, yo le gritaba y le reprendía que era imposible encontrar a un ciervo específico entre todos ellos... joder... eran todos iguales... y cada cual tenía los cuernos más grandes.
Era ya de noche, y estábamos cenando en un restaurante barato de la ciudad. Era nuestra última noche aquí, mañana iríamos a Himeji y de ahí volveríamos a Tokyo por la noche. Shuji se había tirado toda la noche sin hablar y lo notaba nervioso.
—¿Qué te pasa?
—¿Mhm? —me miró mientras terminaba de darle un bocado a la comida—. Nada. Solo estoy pensando en lo rápido que se me ha pasado todo. El viaje no ha durado tanto tiempo como cuando yo lo hice, pero aún así, se ha pasado volando.
—Sí... pero bueno, aún queda mañana, ¿no?
Sonrió y me tomó la mano.
—Sí... aún queda mañana. Prepárate para estar cuatro horas subiendo y bajando escaleras.
—¿Qué? No, me niego, paso.
—¿Cómo? ¿No quieres visitar el castillo?
No es que no quisiera, pero tenía claro que después de eso íbamos a terminar reventados y demasiado tarde como para poder relajarnos un poco en alguno de los parques que había por alrededor al castillo.
—Sí, pero podemos solo verlo por fuera y quizá hacer una de las visitas cortas... que no haya que hacer tanto esfuerzo... y...
Se empezó a reír suavemente entrecerrando los ojos tras aquellas gafas.
—Lo sabía. No pasa nada, yo tampoco quería volver a recorrerlo, con una vez me bastó. No te preocupes... —tenía el vaso de agua entre las manos y le daba vueltas, definitivamente estaba nervioso por algo—. Ya había pensado en otra cosa. Además, mañana es tu cumpleaños, y tengo una sorpresa para ti.
Recomendación de canción (en bucle): I Will Found You - Audiomachine
~ 12 de agosto de 2020, 18:00 p.m, Parque Shiromidai, a las afueras del Castillo Himeji ~
El sol empezaba a ponerse de nuevo entre esas dos estatuas de peces raros. Se estaba bien.
Hace casi un año que estuve aquí... ya casi no recuerdo el contenido exacto de todas las cartas... pero sí recuerdo lo que decía aquella que yo creía era la última...
Por la mañana habíamos hecho un poco de turismo por el castillo, y, tras eso, decidimos quedarnos en el parque a pasar la tarde.
Solo caminamos un rato para después sentarnos en una manta a comer algo que compramos en una tienda. Y aun seguíamos aquí, en el mismo parque. Pero nos habíamos ubicado delante de esas dos estatuas para ver la puesta de sol.
—Enana...
—Dime, Shuji.
Me sonreía, llevaba nerviosa todo el día, era su cumpleaños y le había dicho que tenía una sorpresa para ella... Pero aún no sabía muy bien qué hacer con esto. No tenía ni idea si mostrárselo sería una buena idea o no, pero tenía que hacerlo.
—¿Sabes qué? Aquí leí la última de tus cartas.
—¿Aquí? ¿Y qué decía?
—Decías que te hubiera gustado quedarte aquí a esperarme, para que pudiéramos ver esto juntos —señalé al cielo, hacia la puesta de sol y se me formó un nudo en la garganta.
Si bien había hecho por olvidarme de todo, el viaje me había hecho recordar algunos de los peores momentos de mi vida, como lo eran cada vez que tenía que leer una de esas cartas, o más bien, cuando las terminaba de leer y me quedaba siempre plantado en donde quiera que estuviese en ese momento y en casi todas las ocasiones rompía a llorar.
Tragué saliva y metí la mano en el bolsillo del pantalón, donde traía un par de cosas que había previsto para el día de hoy desde mucho antes de que el viaje comenzara.
Ella tomó mi otra mano y se acercó a mí, dejando caer su peso contra mi cuerpo.
—Bueno... al final estamos aquí los dos, ¿no? Y todo es gracias a ti. Siempre me han gustado las puestas de sol. Imagino que si te dije aquello fue porque todos los días... cuando miro como cae el sol me acuerdo de ti. Tus ojos tienen el mismo color que el cielo ahora mismo, Shuji... siempre me han gustado.
—Qué bonito eso —me dio un pellizco—. Tonta, que te lo digo en serio... Yo no sé de verdad qué coño viste en mí. Recuerdo la primera mañana que estuvimos juntos tras acostarnos, aquél día iba a avisarte de que quizá yo no fuera la mejor compañía para ti, que quizá deberías haberte buscado a alguien más...
—¿Eres gilipollas?
—No me has dejado terminar, también recuerdo que me arrepentí al instante de intentar decirte aquello. Obviamente no hay nadie mejor para ti que yo —lo dije de manera burlona, pero sí era verdad que lo pensaba—. Aún así, sigo sin saber en qué te llamó la atención de mí. Quitando el hecho de que siempre he estado buenísimo, eso es obvio...
Se empezó a reír.
—Eres idiota, Shuji.
—Lo sé, pero eso también te encanta.
Se mordió el labio inferior y sacudió la cabeza, sonriendo. Y continuó:
—Evidentemente sí me llamaste la atención por el físico, pero eso solo fue al principio... —se puso más seria, aunque no quitaba esa sonrisa de su cara y sus dedos comenzaron a hacer lo mismo que hacía todas las noches, recorrer el kanji de una de mis manos con delicadeza—. Pero luego me enamoré... No sé por qué, pero lo hice. Quizá fue tu forma de pensar o hacer las cosas, que quizá no sean las más inteligentes, pero nunca me has fallado. La manera que tenemos de conversar, la forma en que los dos parecemos ver el mundo de la misma forma... No lo sé, tus ojos, tus manos... todo.
Alzó su vista y ahora me miraba directamente:
—Quizá fue solo tu manera de ser conmigo lo que me hizo querer estar aquí contigo hoy, viendo el sol caer en el cielo que hay sobre nosotros.
Agaché mi rostro y le di un beso, no podía decirle nada pues, como hablara, ese nudo en la garganta iba a estallar en lágrimas de felicidad. Y no quería que volviera a llamarme llorica, así que dejé que nuestros labios tuvieran un fugaz encuentro que interrumpí al cabo de unos segundos.
—Te amo, Reika... —tomé aire y aún con mi frente pegada a la de ella lo solté—. Y... tengo algo para ti. Pero necesito que me prometas una cosa, y es que, si te lo muestro... no vas a querer hacer ninguna locura. Por favor. Es mi regalo de cumpleaños.
—Ya sabes que si me lo pides no lo haré... además... —sacudió la cabeza—. Bueno, dime, ¿qué es?
Los nervios empezaban a crecer.
—Enana... ya sé todo lo que pasó con tus padres... y tu abuela, lo sé todo.
Se le cambió la expresión de golpe, estaba seria con los ojos bien abiertos, incrédula.
—¿Cómo? ¿Desde cuándo lo sabes?
—Desde antes de empezar el viaje, cuando estábamos haciendo la limpieza en casa de mi madre... no te lo vas a creer... porque yo aún no me lo creo —solté una carcajada seca—. Toma.
Le tendí primero unas cuantas fotografías de las que había en el viejo álbum, quedándome solo con una de ellas aún guardada:
—¿Los reconoces?
—Esta es tu madre, ¿no? Y... —se acercó el trozo de papel a la cara—. Shuji... ¿por qué mis padres están aquí con ella? No entiendo nada...
Sus ojos iban de la foto a mi rostro, intermitentemente, pero no le dejé ponerse más nerviosa:
—Encontré todo esto en casa de mi madre —le di las hojas de papel y ella las tomó con manos temblorosas—. Léelas... pero me lo has prometido, Reika, por favor.
—Sí... no te preocupes por eso... ¿puedes acercarte un poco más? Me he puesto nerviosa...
Le pasé un brazo por la cintura y me apegué a ella mientras leía esos pedazos de papel. Esas hojas donde mi madre contaba lo que había acontecido hacía ahora demasiados años como para que ninguno de nosotros pudiéramos recordarlo.
Donde mi madre contaba la trágica historia que nos unía a la enana y a mí, desde antes incluso que coincidiéramos en aquella nave abandonada.
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~ Preludio ~
Shuji, hijo mío... eres aún demasiado joven para que pueda contarte esto, y, además, eres igual que tu padre, igual de impulsivo y descerebrado, por eso no puedo contarte nada sin que el miedo que tengo a perderte crezca. Porque no puedo perderte a ti también... eres todo lo que me queda... mi niño... mi pequeño niño que cada día crece más y me va dejando atrás.
Quizá un día, cuando seas adulto, encuentres esto y comprendas todo... y sobre todo, espero que me perdones por quizá no ser la mejor madre que podría haberte tocado, pero lo intenté, hice todo lo que estuvo en mi mano porque pudiéramos vivir lo mejor posible... y fue justo eso lo que al final... me está obligando a escribir esto.
Por que tengo miedo, Shuji.
Vienen a por mí, lo sé desde hace mucho tiempo, y no sé cuándo sucederá, pero esto no va a terminar bien para mí, lo presiento.
Quiero contártelo todo hijo... tu padre... tu padre no era una mala persona, pero sí una con muchas deudas. Y que decidió pedirle ayuda a quien menos tenía que haberlo hecho... se metió en cosas muy oscuras con un grupo criminal y por eso terminó en la cárcel, intentando huir de ellos hizo que lo detuvieran a propósito para evitar que lo matasen... pero no resultó de nada... esas personas tienen contactos dentro de la prisión y al final todo terminó mal. Tú aún eras un bebé cuando él entró a prisión... pero quizá sí te acuerdes de él, íbamos a veces a visitarlo, ¿Recuerdas?
Ella dejó de leer por un momento y me miró asombrada.
—Shuji... tu padre... ¿te acuerdas?
—Vagamente, pero eso tampoco es relevante. Tú sigue leyendo.
—Vale, vale.
Volvió a fijar sus ojos en las palabras de mi madre.
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Él me dijo que, si en algún momento me pasaba algo, que te llevase con su madre, vive en una casa lejos de Kabukichou. Tu padre nunca se llevó muy bien con ella, a pesar de que es una mujer buena, sin embargo ... y desde aquello... no he vuelto a tener contacto con ella, y no puedo pedirle más de lo que ya hizo por mí... pero creo que dentro de poco te llevaré Shuji, no creo que estés a salvo aquí conmigo.
He estado alargando esto muchísimos años, porque las cosas parecían haber vuelto un poco a la normalidad, que nadie sabía que yo estuve involucrada en aquello... pero al parecer me equivocaba y han terminado por descubrir lo que estuve a punto de hacer.
Hijo, creo que ya sabes a lo que me he dedicado la mayor parte de mi vida, no hace falta que te lo detalle... pero no lo hacía por gusto... sino para saldar la deuda de tu padre con la mafia... tenía que hacer algo.
Y, sin embargo, aún dentro de esas personas que tenían amenazadas a todas las chicas del club, había gente buena. Un matrimonio que no parecía compartir los ideales de todos ellos y que nos ayudaba a escapar de ahí, nos conseguían todo lo necesario para poder empezar una nueva vida en cualquier otra parte del país o incluso fuera de él.
Tenía miedo Shuji... por aquél entonces aún eras un crío de no más de siete u ocho años... y no quería que te pasara nada, teníamos que irnos de aquí, además, resultó que ese matrimonio vivía cerca nuestra... y desde que me contactaron pasaron muchas tardes en casa, como si fuera una visita de vecinos, todo era normal, no levantaba sospechas, o al menos eso creíamos... hasta traían a su hija pequeña y tu te pasabas la tarde peleándote con ella... eráis dos mocosos tan graciosos...
¿Te acuerdas de Reika? Tú le decías "enana", porque a pesar de ser un crío ya eras bastante alto, ella era más pequeña que tú y por entonces aún era muy bajita. Aun así, la mayoría de las veces que te metías con ella, Reika lloraba y después te pegaba, esa niña era toda una caja de sorpresas... y... por mi culpa...
Shuji... por mi culpa sus padres murieron... ese día... nos estaban ayudando a escapar, íbamos en un coche detrás de ellos y lo vi, vi como delante de nosotros ese coche no pudo frenar y se salió de la carretera, esa es la imagen que jamás se me borrará de la mente.
Conseguí sacar a Reika de allí, ellos también estaban intentando escapar de sus ataduras en Tokyo... y cuando me acerqué a ese coche y solo la vi a ella viva...no supe qué hacer. Eso no podía haber sido un accidente, tenía claro que de alguna manera los habían descubierto... y a los traidores solo les quedaba un destino, el mismo que el de tu padre... pero esa niña no tenía culpa de nada... no tenía la culpa de que sus padres intentasen ayudar a los demás, ni de que yo quisiera escapar contigo lejos de esta vida Shuji... la culpa es mía... solo mía... por eso me la llevé...
La llevé al único sitio donde se me ocurrió... con la madre de tu padre Shuji... ella tenía su apellido de soltera, por lo que no podían relacionarla con nosotros de ninguna manera... la pobre niña estaba en shock, no hablaba, no decía nada, ni siquiera lloraba y eso me partía el alma.
Tú seguías preguntando por ella algunas veces, pero parece que con el tiempo te olvidaste de ella, pero Shuji... por favor... solo hazlo por mí... si algún día lees esto... búscala... yo no sé si saldré de esto y viviré para poder ver a esa niña de nuevo, rompí todo el contacto con la que un día fue mi suegra cuando la llevé con ella, no quería involucrarlas a ninguna de las dos... solo les llegué a enviar un par de fotografías de sus padres una vez...
Por favor... asegúrate de que está bien, si no sus padres nunca podrán perdonármelo...
Perdóname por esto, Shuji... pero necesitaba contártelo de alguna manera...
Te quiero muchísimo mi niño.
Mamá siempre va a estar contigo.
- Hanma Sora
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No hablaba.
Se había vuelto a quedar muda, igual que el día que los Haitani le contaron la verdad sobre su identidad.
—Toma —le di un cigarro, pero ella simplemente se lo posó en la boca sin encenderlo y continuó mirando al frente con el papel en las manos.
—No puede ser... —suspiró mientras le acariciaba la espalda con la mano—. No puede ser...
—Enana... ¿Estás bien? ¿Quieres agua? ¿Algo?
—Es que no lo entiendo... se supone que esto lo escribió tu madre, ¿verdad? Pero... ¿por qué sabes que habla de mis padres? O sea... sí... todo cuadra, pero, ¿y si es coincidencia?
Alcé una ceja, incrédulo de que ni ella misma se diera cuenta.
—Enana, contigo las coincidencias no existen.
Y saqué en ese momento la última fotografía que no le había dado antes. En ella aparecían dos niños; uno de ellos era yo, sentado en el suelo y sosteniendo un palo, mientras una niña con los mismos ojos de ella tiraba de ese palo para arrebatármelo.
—Este niño... yo he visto a este niño antes...
—Soy yo.
Giró su mirada hacia mí y le di la vuelta a la fotografía, donde había algo escrito que ella debía leer.
"Higanbana Reika y Hanma Shuji, primavera 1996"
—Yo soñaba contigo... ¡Tú eras el niño que se metía conmigo en mis sueños! Por eso me sonaba la casa de tu madre, Shuji... Si yo soy la de esta carta... Tú y yo... ¡Tú y yo nos conocemos desde niños!
La subí en mis piernas.
—Lo sé. De hecho, siempre tuve una sensación extraña contigo... y al final... siempre fuiste tú, enana. Imagino que de pequeño me gustabas de alguna manera y por eso me metía contigo. Ya sabes, las mierdas que hacen los críos.
Eso la hizo sonreír, al menos había cambiado la expresión y ya parecía estar algo más espabilada. Tomó una gran cantidad de aire, suspiró y vi como una lágrima le caía por la mejilla.
—Qué alivio...
—¿Alivio? —me sorprendió.
Yo creía que al enterarse de que sus padres murieron por traicionar a la yakuza, igual se le removería todo el pasado, y a saber la locura que podría ocurrírsele. Pero parecía que me había equivocado.
—Sí... No eran malos... Siempre he intentado pensar eso... Pero nunca lo supe con certeza y la duda estaba ahí, Shuji. Siempre tuve esa duda y, al final... Pero tu madre no tiene la culpa de nada, al contrario... me salvó la vida. Igual que tú. Yo os debo más a vosotros. Además... al final mi abuela... resultó ser la tuya —empezó a reír de manera nerviosa—. Te robé a la abuela, Shuji.
Sus risas aumentaron, pero todo era a causa de los nervios.
La abracé más fuerte e hice que mi mano empujara su cabeza hacia mi pecho:
—No... Tú me salvaste a mí, tonta. No sabía qué hacer con mi vida. De haber encontrado esto antes quizá no le habría hecho caso... No creo que mi yo adolescente se hubiera pensado siquiera el buscarte. Por eso creo que esta carta ha aparecido justo cuando tenía que hacerlo. Cuando ya sabía que quería estar contigo para siempre, aunque ese siempre hubiera empezado antes de que ninguno de nosotros lo supiera.
—Eso parece, que llevamos jugando desde críos, ¿no?
¿Jugando? Reí.
—Tú y tus juegos... —le acaricié la mejilla y dejé un beso en sus labios—. ¿Estás bien entonces?
La vi asentir y me quedé más tranquilo:
—Vale, pues... aún tengo algo más por tu cumpleaños...
—¿Más? ¿Tú quieres que me dé un infarto hoy?
—No, estúpida, esto no es nada malo, mira —saqué un par de latas de cerveza de la bolsa en la que estaban los restos de la comida y le di una—. Toma.
Ella seguía encima de mis piernas y el sol ya estaba a punto de desaparecer en el horizonte, aunque aún algunos rayos iluminaban su rostro. Abrió la cerveza, pero no bebía, se había quedado mirando al cielo apoyando su cabeza en mi hombro. Le di un beso en la cabeza y tomé aire:
—Enana, ¿verdad o reto?
No movió su cabeza, parecía estar cómoda así.
—Reto, siempre, ya lo sabes —sonreí y bajé mi boca a su oído.
— Cásate conmigo.
Se incorporó de inmediato y se me quedó mirando con cara de sorpresa:
—¿No habías dicho que no querías que me diera un infarto?
Puse cara de extrañado.
—¿Qué mierda de reacción es esa? No tengo un anillo que darte pero, oye, que me ha costado lo mío... ya sabes que estas cosas se me dan fatal.
—Ah no, no, no. Mira, te voy a contestar lo mismo que te dije una vez: por hoy, decido beber.
Pero no lo hizo, en lugar de eso se agachó y posó sus manos en mis rodillas, rebuscando algo en el bolso que había a mi lado.
—¿Qué haces? —¿acababa de rechazar casarse conmigo?
—Shuji, me toca, no pienso casarme contigo de momento y ahora te diré el porqué, pero, ¿verdad o reto?
¿De qué coño está hablando? Está loca, definitivamente está loca, pero es mi loca.
Y por eso, con ella, solo tengo que dejarme llevar.
—Reto, siempre.
—Dame las manos y cierra los ojos —puse mis manos con las palmas hacia arriba y la enana dejó algo en ellas.
—¿Este es el reto? —noté que se había acercado y sentado otra vez sobre mis piernas. Noté sus labios rozarme el oído y empezó a susurrarme.
—No pienso casarme contigo aún, porque quiero beber en nuestra boda. Pero claro que quiero, me acabas de hacer la más feliz del mundo... Así que... tu reto... —la escuché reír, a saber, no podía imaginar qué coño estaría tramando—. Abre los ojos.
—Reika esto es...
— Ese es tu reto... ser papá.
Era una prueba de embarazo, con las dos líneas bien marcadas.
Las manos comenzaron a temblarme, llevábamos tiempo intentándolo y no había habido suerte... Por eso antes no encendió el cigarro y, ahora que lo pensaba, llevaba todo el día sin fumar. Y no había probado ni una sola gota de alcohol.
Cosa que también llevaba extrañándome largo rato.
—Me hice la prueba esta mañana. Y mira —estaba sonriendo y volvían a salirle dos lágrimas de los ojos—. Parece que nos hemos puesto de acuerdo para desvelarnos cosas, ¿verdad?
La besé. La prueba se me cayó de las manos, pero daba igual, la tenía a ella, a la mujer de mi vida, de toda mi vida, entre mis brazos.
Mi mano fue a su abdomen y lo acaricié al igual que cuando había vuelto al pasado.
—¿Te duele la tripa? —quería asegurarme, notó mi preocupación y negó sonriente—. Bien, de todas formas, cuando volvamos a Tokio vas a ir al médico de cabeza.
—Está bien, Shuji... iré al médico... pero ahora ven aquí... —sus manos se posaron en mis mejillas y me atrajeron hacia ella una vez más para que la besara.
Mi pecho tenía una sensación de emoción como nunca. Y yo que quería haberle dado la sorpresa y al final... fue ella la que siempre hace que todo de la vuelta en un instante... siempre.
El sol terminó por ponerse entre las dos estatuas, y cuando la oscuridad fue amainada por algunas farolas que iban encendiéndose, detuvimos ese beso. Pero no nos separamos, los ojos de ambos profundizaban en la mirada del contrario, como si solo con eso pudiéramos decirnos todo lo que nuestros corazones no podían expresar con palabras.
Aun así, mis labios decidieron moverse sobre los suyos una vez más antes de abandonar Himeji, dando por terminado el viaje que siempre quisimos hacer, y dando comienzo a otro del que no teníamos un listado ni unas pautas que seguir. Pero que, igualmente, recorreríamos unidos de la mano.
— Te amo, mi vida.
yo: igual los epílogos son más cortos.
este epílogo: 7 mil palabras.
Nice.
Y sí, dije que los iba a publicar juntos, pero no puedo, no os fieis nunca de mi palabra jajajajajaj en fin, ya seguramente mañana o pasado suba el último epílogo y ese será mi final :')
Frase para lo que queráis decirme. Por favor, opiniones sobre lo de la mamá de Hanma, porque es algo que también tenía unas ganas de soltar increíble jajajajaja
Os quiero, no sé que más deciros que no os haya dicho ya. :')
Queda solo un capítulo más :(:(:(:(
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