~ 𝑪𝒊𝒏𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒐𝒄𝒉𝒐 ~


 —¿Vamos dentro?

No sabía cómo asimilar todo aquello. ¿Me sonaba el apellido de ella? Sí, lo hacía, y no sabía bien por qué, pero una extraña sensación me recorría el cuerpo desde que lo mencionaron. Había oído hablar de ese grupo, ya no por lo que me contó Wakasa el día que ella fue al bar por primera vez, sino de antes.

Ella estaba nerviosa, no era para menos, acababa de descubrir quién era en realidad, aquello que yo llevaba intentando averiguar tanto tiempo y no daba con la clave. Quizá fue mi culpa, por no caer en algo tan simple como preguntarle su nombre completo, asumí desde el primer día que la acompañé a su casa que su apellido era el que aparecía inscrito en aquel muro y no le di más vueltas. 

A veces peco de simple, pero soy así. No puedo remediarlo y, justo en este momento, estaba odiando ser de esta manera.

Pero la principal cuestión no era esa, mi personalidad ahora mismo no era lo importante, lo que sí rondaba mi mente era el cómo Kisaki había llegado a conocer todo aquello. No sabía con exactitud hasta qué punto de la historia era conocedor, ni tampoco desde cuándo. Sin embargo, había vuelto a usar sus trucos para ayudarme, o eso me gustaba pensar a mí. Aunque, quizá, no lo haga por ayudarme a mí, si no a ella o quizá... 

No, no creo que sea otra cosa que no sea el ayudarnos.

La miré por unos momentos, me estaba sosteniendo la mano e indicándome para volver dentro con aquellos dos tipos. Llevé mi mirada desde lo más alto de su cabeza hasta sus pies, por su largo cabello y cómo éste la caía por los hombros hasta casi la cintura, los grandes ojos con los que me estaba mirando, un poco enrojecidos, al igual que su nariz chata y sus pómulos. Tenía los labios entreabiertos y, entre ellos, salía un ligero vaho con cada respiración que daba o con cada palabra que mencionaba. 

Aún estaba haciéndome a la idea, pero mirase por donde la mirase, aquel nombre le quedaba que ni pintado. 

Era un nombre precioso, igual que ella.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por un chasquido de ambos dedos de su mano delante de mi cara, que me hicieron volver a la realidad.

 —Shuji —sonreía—, ¿estás aquí o en tu mundo? Vuelve, te necesito conmigo.

 —Perdona, aún estoy procesándolo.

 —Creo que la que más tiene que procesar aquí soy yo, ¿no crees? Además, vamos a darnos prisa, con todo el lío se me había ido de la cabeza que hace un rato estábamos en la iglesia por algo quizá más importante que mi identidad.

 —Deberías poner en orden tus prioridades, creo que esto es más importante que cualquier otra cosa.

 —Puede que sí. O quizá no. No lo sé, ya lo pensaré —definitivamente estaba nerviosa y no pensaba bien. 

Cuando dudaba de aquella manera, podía saber de sobra que lo estaba, le pasaba muchas veces en casa; cuando no encontraba algo entre todo ese desorden que tenía y se ponía a divagar mientras andaba por el pasillo hablando sola. O aquel día que fuimos a hacernos los tatuajes y se puso a excusarse con el tatuador por llegar antes de su hora.

 —Venga, tranquila, vamos ya adentro y haz las preguntas que quieras. Cuando te quieras ir nos vamos, solo tienes que decírmelo —miré una última vez hacia la ciudad desde aquel balcón—. Aunque estamos a tomar por culo, irnos de aquí nos va a costar, mínimo, un resfriado si vamos andando.

 —No te preocupes. Imagino que ellos podrán llevarnos luego —se acercó un poco más a mí para hablar en voz baja—. ¿Has visto la decoración de este sitio? Aquí manejan dinero, no como nosotros, que somos unos pobrecitos... —soltó una ligera carcajada. Al menos, su sentido del humor seguía ahí, y eso era buena señal.

Volvimos adentro y aquellos dos estaban hablando en voz baja, muy cercanos el uno al otro. Pero al nosotros entrar de nuevo en la sala giraron su vista hacia ella.

 —Reika, ¿estás bien?

Ella continuó andando sin responder, aún tomada de mi mano, hasta llegar al sofá donde antes estábamos sentados.

 —¿Reika?

 —Coño, perdona Rindou —soltó mi mano para rascarse la nuca—. Me va a costar acostumbrarme a que me llamen así. De todas maneras, lo he estado hablando con él. No sé si querré que mis amigos lo hagan... Sería raro que de pronto yo no sea yo... o sea, sigo siendo yo, pero no... pero a la vez sí...

Posé mi mano en su rodilla y le apreté con los dedos, indicando con ese gesto que se tranquilizara. Los hermanos volvieron a reírse.

 —De verdad, de lo poco que la recordamos, podemos decirte que eres igual a tu madre en actitud. Ella también daba muchas explicaciones cuando se ponía nerviosa, ¿sabes? —Ran hablaba con un tono calmado e inclinado hacia delante en el sofá que estaba frente a nosotros—. Pero tienes razón, debes estar en shock ahora mismo, Rindou siempre está metiendo la pata.

 —¿Por qué los mataron? —la enana interrumpió al otro.

Giré mi vista instantáneamente hacia ella.

Al formular esa pregunta la sala se había quedado en un silencio sepulcral, que fue roto por un chasquido de lengua por parte de Rin.

 —No tenemos ni idea, pero fueron ellos —habló el de lentes—. Quizá fuera para que la familia secundaria subiera al poder de la mafia... o quizá un ajuste de cuentas... vete tú a saber. Lo único que sabemos es que, tras eso, todos te dieron por muerta y la familia secundaria subió a la cima. Hoy día siguen al mando, y desde hace...

 —Rin, no creo que hoy sea el día para hablar de trifulcas entre mafias. Quizá ella quiera saber otras cosas, ¿verdad?

La castaña asintió.

 —¿Dónde están? —estaba seria, como no la había visto nunca; su mirada se fijaba al frente con determinación y yo tenía un leve presentimiento de lo que estaba pensando hacer, pues esa mirada... esa mirada me recordó a la época en la que pasó lo de mi madre. 

Y en lo que pensé. 

Lo primero que quise hacer fue matar a todo aquél que hubiera estado implicado en su asesinato.

 —¿Piensas vengarte? —Ran la miró con cara de sorpresa y esbozó una sonrisa.

 —Aún no lo sé, necesitaría conocer... saber acerca de ellos, aunque sea un poco más, para idear algo... pero si fueron ellos... Quizá sí. Quizá quiera vengarme.

 —¿Sabes que si apareces de repente vas a meterte en todo el embrollo, verdad? —Rin se había levantado del sofá y se dirigió hacia la ventana, por donde echó un vistazo afuera antes de volver a dirigir su mirada hacia ella—. Aún hay acólitos que niegan a la familia que está al mando... era como si esos antiguos integrantes esperaran que algún día la hija de aquellos dos volviera... aunque perdieron la esperanza hace tiempo al no dar contigo y viven con resignación hoy día.

 —¿Cómo sabéis vosotros todo eso? —ella volvió a interrumpirlos—. Y más aún, si tan difícil era encontrarme, ¿por qué vosotros sí lo sabéis todo sobre mí? Vale, queda claro que somos familia. Pero no creo que eso sea razón o pista suficiente como para dar conmigo así de simple, en una iglesia el día de Navidad y asumir que yo era quien creíais.

Hubo otro cruce de miradas.

 —Ahora pareces tu padre, siempre se lo cuestionaba todo e intentaba hallar soluciones a todos los problemas. Pobre hombre, la que tenía que aguantar con nuestra tía —Rin esbozó una sonrisa.

 —Eso no responde a mi pregunta, Rindou.

 —Lo sé, lo sé... cómo te explicamos... a ver... Ran, hazlo tú.

El mayor de ellos se rascó la nuca, haciendo que esas trenzas que llevaba se revolvieran un poco.

 —Esto... a ver, nosotros siempre tuvimos la sospecha de que no habías muerto ahí, nuestra madre siempre lo dudó y fue como si nos hubiera transmitido esa duda a nosotros. Al parecer no encontraron tu cuerpo y todo el mundo asumió que se habría quemado en el accidente, el coche salió ardiendo y apenas se pudieron-

 —No entres en tantos detalles —espeté al notar que a ella le estaba empezando a temblar de nuevo la pierna bajo mi mano—. Ve al grano y listo.

Ran arqueó una ceja en mi dirección, bastante serio.

 —Ella ha pedido que le contemos.

Ahora fui yo el que arqueó la ceja ante lo desafiante con lo que había dicho aquello último.

 —No me estás entendiendo, ¿verdad? —crují los nudillos de mi mano con los dedos—. Los detalles escabrosos sobran, Haitani.

 —Ya, parad los dos —ella posó su mano sobre la mía en la rodilla—. Pero tiene razón, Ran, por favor, evita entrar en esas cosas y cuéntame, ¿cómo supisteis que era yo?

El otro suspiró.

 —Fue todo por rumores; que si te habían visto por aquí o por allá. Pero hubo algo que sí nos dio una pista clave.

 —¿El qué?

 —Hace tiempo, no muchos años... parece que alguien a quien debes conocer estuvo investigando por su cuenta. Iba preguntando por todos los barrios; Shibuya, Kabukichou, Roppongi... Obviamente, cuando llegó a este último nos enteramos de él.

¿Kabukichou? ¿Qué tendría que ver el barrio donde me crié con todo esto? Bueno, no dejaba de ser un barrio donde la mala vida estaba a la orden del día, quizá era ese el motivo del que me sonara el apellido de ella; lo habría escuchado en alguna conversación por el barrio.

 —Y por eso, ese día fuimos a aquella pelea en el desguazadero —continuó Ran—. Nos enteramos de que ese chico estaba en una pandilla. Intentamos averiguar más sobre ella y decidimos asistir de espectadores pero con otros fines diferentes: queríamos ver si de casualidad averiguábamos algo más del círculo de ese chico.

 —Y vaya si lo hicimos, de hecho, pareciera como si tú hubieras sabido aquel día quienes éramos y por eso viniste a donde estábamos nosotros. Te reconocimos casi al instante... ¿Sabes? Físicamente, eres como tu madre. Igualita —Rin fue el que intervino esta vez.

 —¿Por eso me detuviste aquel día y no me dejaste entrar en la pelea?

 —Bueno, eso fue más un acto reflejo, pero si lo piensas, quizá sí —el rubio de mechas le regaló una amplia sonrisa.

 —Vale, pero dejando eso de lado —ella tomó aire, yo no podía hacer más que escuchar—. ¿Por qué andas con el misterio? ¿De qué chico habláis?

 —No sabemos su nombre, pero es fácil de distinguir. Tiene un tatuaje en la sien. Bastante característico, por cierto.

 —¿Un dragón? —pregunté en alto, ella se había quedado boquiabierta y sin poder articular palabra. Me acerqué un poco más a su cuerpo y le pasé el brazo por la cintura. No reaccionaba, pero empezó a murmurar algo por lo bajo, inentendible y casi en un susurro.

 —Exacto, un dragón. ¿Sabéis de quién hablo?

 —Shuji, vámonos.

Los tres la miramos confusos. Ellos no parecían entender, pero yo empezaba a notar como se le estaba agitando la respiración y cómo dijo aquello de la misma manera en la que lo hacía cuando hablábamos de, lo que hace apenas unos minutos, era desconocido para ella.

—Está bien. Venga. —me levanté del sofá y tiré de su mano para que ella también lo hiciera—. Suficiente por hoy.

 —Os acercamos, no os preocupéis.

Asentí con la cabeza y le pasé el brazo por el hombro.

De ese modo, los cuatro abandonamos aquella sala. Nos cruzamos con una chica en el camino a la salida del edificio, que se paró un momento a hablar con ellos y dirigió una mirada indiscreta hacia nosotros, ahí pude ver que tenía unos ojos bastante extraños, igual a los de aquellos dos, pero de un color aún más intenso. Le dio un beso a Ran para después alejarse por donde había venido.

 —¡Sumire, no tardamos en volver! —le gritó Rindou antes de que por fin saliéramos del edificio.

Recomendación: The Right Man – Christina Aguilera

¿Draken lo sabía? ¿Todo este tiempo? ¿Por eso no me hablaban? No podía ser, hacía poco que habían empezado a alejarse de mí... y si él lo sabía desde hace tiempo... ¿Por qué nunca me dijo nada?

Todo el camino de vuelta en el coche permanecí en silencio, intentando calmarme mientras Shuji me acariciaba el hombro y de vez en cuando dejaba algún beso en mi cabeza. No paraba de darle vueltas y vueltas a todas esas preguntas que empezaron a clavarse en lo más profundo de mi ser.

Por fin salimos del auto. Nos habían dejado a escasas calles de la iglesia donde nos habíamos encontrado hacía ya unas horas.

 —Nosotros nos vamos, ten —Ran me tendió un trozo de papel con un par de números de teléfono anotados—. Son nuestros, llámanos para lo que necesites —pasó su mano por mi cabeza, dándome una caricia y, con ese último gesto, volvió al coche y se alejaron de allí. En cierto modo, parecía preocupado.

Me quedé absorta mirando el trozo de papel por unos instantes.

 —Vamos a casa, enana.

¿Qué había pasado en la iglesia? ¿Habrían conseguido detener a Taiju? ¿Estarían bien? ¿Sólo Draken lo sabía o quizá alguno más?  Seguro... alguien más debía saberlo... han sido todos los que se han ido alejando... de hecho, Draken es el que menos lo hizo... 

¿Se sentía culpable?

El vacío de mi pecho volvió a crecer, una vez más. Pero quizá esta vez fue diferente. Esos ojos me sacaron de mis pensamientos, me miraban fijamente, salvándome de nuevo. Shuji estaba agachado frente a mí y pasó su mano por mi mejilla para quitar una lágrima que yo si quiera sabía que había empezado a recorrer mi rostro.

 —Deja de pensarlo ahora. Y si hay que sacarle los dientes a alguien dímelo, que estaré ahí el primero para hacerlo —sonrió—. A tu lado.

Me abracé a su cuello y dejé que mi cabeza se hundiera ahí unos momentos.

 —Llévame a casa Shuji... —sollocé—. No quiero saber de nadie ahora mismo, solo quiero pensar.

Noté que pasó su mano hacia la parte trasera de mi cabeza y la acarició, dejándome un tiempo para que sacara todo lo que tenía adentro sobre su hombro, una vez más, desahogándome en su cuerpo.

Empezamos a caminar hacia casa, de vuelta, sin siquiera saber qué es lo que había pasado en ese edificio que habíamos dejado atrás y que ni quise mirar. Pero, aunque no quisiera mirar, había algo que no podía evitar, y fue el escuchar el sonido de la CB250T de Mikey. 

Mi vista se giró al instante hacia el otro lado de la calle y al lejos lo vi, con Takemichi montado en la parte trasera. Distinguí que el último tenía un ojo morado, pero ambos sonreían...

Al menos quise pensar que, por esa sonrisa, todo había salido bien.

Miré mi teléfono. Ninguna llamada. Ningún mensaje. Nada.

Nada ni nadie que me dijese como habían ido las cosas. 

De no ser por quien estaba a mi lado, me hubiera quedado sentada en una acera, a ver el tiempo pasar, como solía hacer de niña cuando no tenía amigos, cuando estaba sola y mi mayor entretenimiento era jugar a dibujar cosas en la arena con un palo al lado de la casa de la abuela... ¿La abuela? No me habían dicho quién era. Aunque tampoco parecían saberlo... pero entonces, ¿quién era ella?

En cuanto llegamos a casa, tras un camino en silencio en el que Shuji no paró de fumar y de mirar al frente mientras parecía pensar algo, lo primero que hice fue dirigirme hacia el altar del salón. Tomé las tres fotografías y las abracé.

Papá, mamá... Abuelita...

Me daba igual que ella no lo fuera de sangre. Aún no sabía si todo aquello era cierto o no, pero parecía serlo. La vida me estaba dando otro golpe de realidad, y este había sido de los más duros de todos... ya no por el hecho de saber quién era. Si sólo hubiera sido por eso no me sentiría así. Lo aceptaría y, con suerte, habrían terminado las pesadillas. 

Sin embargo, que la gente que estaba a mi alrededor, mis amigos, pudieran conocer todo aquello y nunca dijeran nada... No sabía cómo sentirme con eso.

Shuji se colocó detrás de mí, abrazándome por la cintura y estrechándome contra él.

 —¿Cómo estás?

Me encogí de hombros y dejé que mi peso recayera sobre su pecho.

 —No sé... Shuji... Draken lo sabía...

 —¿Puedo contarte una cosa? —preguntó, con algo de duda en sus palabras.

 —No me asustes, ¿tú también?

 —No, yo no lo sabía... pero me enteré de que, por lo visto, cuando eras pequeña, había rumores de que esa gente había estado rondando por aquí. Pero no le di importancia, creí que serían rumores y seguramente mentiras... Jamás se me ocurrió pensar que tendrían que ver contigo.

Shuji se apretó aún más contra mí. Parecía que no iba a dejar que me escapara de sus brazos, de hecho, le notaba nervioso, pero al decirme aquello, era como si se hubiera quitado un peso de encima.

 —¿Cómo te enteraste de eso?

 —En el trabajo, alguien lo comentó unos días después de que tu vinieras como una anécdota —decidí creerle pues, en este punto, ya no tenía ganas de que por esto él también se alejara. No era lo mismo, si él había escuchado aquello y no le había dado importancia, podría comprender incluso que no lo llegase nunca a relacionar conmigo.

 —¿Vas a enfadarte conmigo? —cuestionó en voz baja.

Dejé salir una única risa sarcástica.

 —No, claro que no. No seas tonto. Eso es lo último que haría ahora mismo.

 —Vale... —tomó aire y continuó—. Pues llevo intentando averiguar cosas de tu pasado desde que volvimos de Akita, pero no conseguí dar con nada... No soportaba la idea de volver a verte así, como aquella noche, quería ayudarte y bueno...

 —¿Le pediste ayuda a Kisaki, verdad?

Abrió los ojos como nunca lo había hecho, su cara hasta me sacó una sonrisa.

 —¿Cómo lo sabes?

 —Shuji, porque es más que evidente que, si no encontrabas nada, ibas a recurrir a él... Es tu amigo, ¿no? Además, ya te lo dijimos los dos una vez, te falta de aquí —le señalé con el dedo la sien.

 —Enana... perdóname si te ha moles- 

Mi teléfono vibró en ese momento y Shuji paró de hablar.

Recibido de Draken "El dragoncito" el 25 de diciembre a las 23:35

Reunión de toda la ToMan en un par de días, donde siempre a las 20:00.

¿Dónde estabas?

Shuji recibió el mismo mensaje. Tras comprobarlo él también me miró, pero no dijo nada. Ambos guardamos los teléfonos y me di la vuelta, para colocarme frente a él, aún sentada entre sus piernas.

 —¿Qué ibas a decirme?

Me acercó a él, pasando mis piernas por su cintura.

 —Perdóname si te ha molestado que le contase lo que quería averiguar a Kisaki... Y perdóname por lo de hoy, tampoco quería que estuvieras en la iglesia.

 —¿El sacarme de allí ha sido cosa vuestra?

 —No, mía no. O sea, sí, yo seguía sin querer que estuvieras allí, pero no tenía ni idea de que esos dos iban a aparecer y mucho menos para todo esto... Aunque no lo parezca, yo también tengo un puto lío en la cabeza ahora mismo.

Se llevó los dedos a los ojos para frotarlos. 

Él no sabía nada, ni de cómo iba a terminar todo esto, no podía culparle de nada de lo que había pasado esta noche. De hecho, ni siquiera podría culpar a Kisaki; había ayudado a este tonto a averiguar algo que le tenía preocupado, y lo había hecho por mí... Quizá no es lo más bonito del mundo, teniendo en cuenta todo lo que mi mente estaba procesando, pero él era así. Shuji... él no pensaba mucho en las consecuencias de lo que podían acarrear sus actos o decisiones, eso lo sabía con una certeza increíble.

 —Shuji, es una pregunta un poco tonta, pero —dudé un momento—, ¿tan importante es para ti que yo esté bien?

 —¿Importante? —rio y pasó sus manos a mi cara, acercando su frente a la mía—. ¿Eres tonta o qué? ¿No sabes ya que sí? —dijo en un suspiro mientras las yemas de sus dedos se deslizaban por mis mejillas. Una de mis manos le acarició de la misma manera y negué ligeramente con la cabeza a modo de respuesta. Él esbozó media sonrisa.

 —Si tu estás bien, yo también. Es simple, ¿no entiendes eso? ¿Me vas a hacer decirlo? —no contesté. Su rostro se acercaba al mío, pero no me besaba, aún no...—. Mira que eres molesta... 

Finalmente, sus labios rozaron la comisura de los míos, gentilmente; erizándome la piel y susurrando dos simples palabras que harían mi mundo voltear una vez más.

 —Te amo. ¿Lo entiendes ahora?

Estoy llorando, no es broma, y esto no es nada para lo que se viene más adelante. 

Por cierto, sí, voy a cambiar que la reunión que se hace en el manga después de fin de año, aquí va a ser antes, poder del guion.

Besitos, cuidaos y bebed agüita ^^

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top