~ 𝑪𝒂𝒏𝒐𝒏 ~ 𝑬𝒏𝒊𝒈𝒎𝒂́𝒕𝒊𝒄𝒐

<< Caecus non indicat de colore>>

El ciego no distingue los colores.


Recomendación de canción: I will go to you like the first snow - AILEE 

Quiero agradecer a Screen_modeS por la recomendación de esta canción, en cuanto me la dijo sabía que iba a ir aquí, así que miles de gracias^^ Al final del capítulo voy a dejar la letra traducida al español para que veáis el significado de que haya elegido ponerla en esta parte. 

~ ???????????, ??:?? ~

—Mhmmm 

¿Estoy en una cama?

Un ligero aroma invadía mis sentidos, pero la cabeza me dolía horrores y casi ni podía reaccionar bien.

Abrí los ojos como buenamente pude y no podía creérmelo. Esto no podía ser verdad, debía estar soñando.

Yo había muerto. Kisaki acababa de matarme, ya no por el disparo, sino porque me hizo precipitarme por la décima planta del edificio de la organización.

Me llevé la mano al pecho, y ahí no había nada. Solo la tela de la camiseta blanca que usaba hace años para dormir.

¿Qué coño es todo esto? ¿Dónde estoy?

Miré a mi alrededor y lo averigüé.

Estoy en casa... en esa casa... pero ¿cómo? ¿Esto es el cielo?

Otra ráfaga de ese aroma me volvió a rodear. Era café.

Mi respiración comenzó a agitarse. 

Todo lo que estaba sintiendo se notaba tan real que asustaba. No parecía ser ninguna alucinación y eso solo hacía que mi nerviosismo aumentase. Me pellizqué la cara, los brazos, sin conseguir más que hacerme daño.

A mis oídos llegó un leve sonido que no provenía de la habitación donde me encontraba. Como si alguien estuviera recogiendo unos cubiertos.

No puede ser...

No me preocupé de ponerme nada en los pies, a pesar de que sentía el frío suelo, caminé hacia fuera de la habitación.

Y el aroma se intensificó aún más.

Seguía mirando a todos lados. Estaba tal como la recordaba; ese pasillo de la planta superior, que dejaba la barandilla de las escaleras, así como éstas a mano derecha y las puertas a las otras estancias a la izquierda. Mis manos pasaban por la barandilla, sintiendo el tacto de mi piel contra el material del que estaba hecho.

Entré al baño y me miré al espejo. Mi mente no podía asimilar lo que veían mis ojos. 

Mi cabello más corto, todo despeinado y con aquella mecha rubia en la mitad. Me toqué la cara con ambas manos mientras mi vista recorría mis facciones de manera incrédula. Volvía a ser joven, pero, ¿cómo? ¿Esta es la apariencia que tenía mi fantasma?

Me levanté la camiseta y comprobé que no había nada en mi pecho, solo esa frase tatuada. Nada más. No había ningún orificio. Ni ningún tipo de cicatriz que hubiese podido dejarme el disparo.

Estaba empezando a agobiarme como nunca, pero algo... un sonido... me sacó de esa pesadilla.

 —Ay... —una voz.

Su voz.

Giré mi cabeza hacia la puerta del baño y miré las escaleras. No lo pensé dos veces y, casi corriendo, las bajé con cuidado de no caerme, aún estaba desconcertado y los nervios no me dejaban pensar con claridad.

Respiré profundamente y mis pies comenzaron a caminar lentamente, casi arrastrándose hacia de donde parecía provenir el aroma a café y aquellos sonidos que había escuchado. Pero se detuvieron en seco, al igual que todo mi cuerpo, me quedé más helado que la fría nieve a la que tenía en tan alta estima.

Tú no puedes estar en el cielo Shuji... no te lo mereces... es imposible que... 

Estaba ahí, de espaldas a mí, preparando café como solíamos hacer todas las mañanas. Con ese pantalón largo de pijama, su camiseta negra de tirantas que se ponía para dormir porque decía que yo desprendía demasiado calor. Y su larga melena suelta y despeinada. 

Mis ojos recorrieron ese enorme tatuaje de la espalda. Era ella... estaba ahí, justo enfrente.

Me daba miedo acercarme, me daba pavor que todo fuera un sueño. Una pesadilla. Que cuando me acercara a ella, se desvaneciera una vez más ante mis ojos igual que en todas esas noches en las que me quedaba dormido y ella aparecía ante mis ojos.

 —Buenos días, Shuji. ¿Has dormido bien?

Se me hizo un nudo en la garganta. La escuchaba con total claridad, como si ella estuviera de verdad aquí.

— ¿E... enana? 

Se giró, y pareció como si el tiempo se detuviera con ese movimiento. Esos enormes y oscuros ojos volvían a mirarme una vez más, esa nariz chata, esos labios que habían pronunciado un simple "buenos días", volvía a verlos, todo, toda ella estaba tan nítida que no podía ser real.

No me di cuenta de que, poco a poco, se había acercado a mí y se había parado justo en frente. Su mano se había elevado y me tocaba la mejilla. Su mano... me estaba tocando... y yo la notaba, su calor, la caricia que me estaba proporcionando y cómo con ella me transmitía el cariño que tanto había extrañado.

 —Shuji, ¿estás bien? Te ves páli-

Está aquí. Está viva ...

Creí desvanecerme por un momento.

 —¿Eres tú de verdad? 

Las lágrimas escapaban de mis ojos, pero me daba igual. No podía esconderlo. No sabía cómo, ni por qué, pero ella estaba aquí conmigo, de rodillas en el suelo al igual que yo.

Estaba aquí conmigo, y podía abrazarla. Podía sentir su respiración contra mí. Cómo le latía el corazón cada vez más acelerado. Pero sus latidos no podían compararse a los míos, en ese momento creía que el pecho me iba a estallar

 —Dime que no estoy soñando... Enana... dime que estás aquí de verdad.

 —Shuji, ¿qué estás diciendo? ¿Sigues dormido? —su mano me acariciaba el pelo gentilmente, como siempre había hecho y como siempre me gustó— Espera... ¿Estás llorando? 

Se rió. Y escucharla hacer eso me erizó la piel. Mis ojos dejaron salir aún más lágrimas y mi nariz sorbió un par de veces. Estaba intentando contenerme, pero no podía. No podía parar lo que estaba experimentando en ese momento y simplemente lo dejé salir en su hombro. 

No sabía cómo me encontraba. Estaba feliz y angustiado a partes iguales, como si en cualquier momento alguien fuese a tirar de la manta para despertarme del sueño en el que me encontraba ahora mismo.

Y no quería. No quería que me separaran de esos brazos una vez más, esos brazos que ahora me arropaban intentando calmarme.

 —Oye... ¿Qué te pasa? Me estás preocupando.

Me separé de ella y no lo pude evitar. No sabía si estaría bien, pero la besé. Un beso como aquel último que pude darle hace años.

Con la diferencia de que, esta vez, el sabor salado que notaba no era por sus lágrimas, sino por las mías.

Mis brazos la apretaban contra mi cuerpo, deseando que ese beso no terminase nunca, pero ella paró, se separó de mí para emitir un ligero gemido... ¿de dolor?

 —No he dormido bien... aún me duele la tripa... —me quitó algunos mechones de la cara con sus dedos—. ¿Ya estás mejor? ¿Has tenido una pesadilla o qué? Anda que ponerte a llorar así de pronto...

¿Le duele la tripa?... un momento...

 —Por cierto, acabo de hablar con Emma. He quedado en verme mañana con ella, ¿podrás acompañarme? 

Sus manos volvieron a mi rostro y me acariciaban las mejillas con las yemas de los dedos, pero ya no lloraba. Ahora estaba escuchando sus palabras a la vez que sentía el mayor dejavú que jamás había sentido.

 —Tierra llamando al satélite... ¿estás ahí?

¿Emma?... ¿Emma está viva?

Mi mano pasó a su abdomen y lo acarició con cariño.

No puede ser...

La imagen de Takemichi se me pasó por la cabeza. Pero no quería creerlo. No podía ser.

Esa locura que me había contado no tenía ningún puto sentido, y tampoco quería hacerme ilusiones creyendo una historia que era imposible.

Pero... yo ya he vivido todo esto... esta conversación...

 —Enana... ¿Qué día es hoy?

 —Veintiuno de febrero —mi mano no paraba de tocarle el abdomen y apretaba de vez en cuando con la yema de los dedos—. Shuji, ayer no bebimos, por lo que no puedes estar borracho, pero estás rarísimo —resopló.

La cafetera empezó a borbotear cada vez más fuerte, indicando que el café estaba preparado. Ella se apartó de mí y se levantó del suelo para apagar el fuego. Conforme la veía ir a la encimera de la cocina, yo la imité y me alcé del suelo.

Decidí intentar calmarme, esto no era un sueño lúcido, pues ya me habría despertado, estaba durando demasiado y se sentía demasiado real. Me acerqué a su lado e intenté aparentar normalidad. 

Saqué un par de tazas del armarito y eché leche en una de ellas para calentarla en el microondas, a ella le gustaba el café así, con leche y dos o tres cucharadas de azúcar, y siempre nos preparábamos uno el café del otro, por lo que ella tomó la otra taza y echó café en esta, ese era para mí, sin leche y con poco azúcar.

No había parado de mirarla de reojo, todas sus acciones, todos sus movimientos, esperando algo que me indicase que todo esto era fruto de mi imaginación. El microondas sonó, saqué la taza de leche caliente y estaba hirviendo...

Igual los pellizcos no han sido suficientes...

Metí el dedo en la leche hirviendo y me quemó como el mismo infierno.

 —¡Su puta madre! ¡Dios! Agua, agua, el grifo, ábreme el grifo.

 —¿¡Pero qué coño haces!? Shuji, de verdad, ¿tú hoy no te has apretado los tornillos antes de salir de la cama, no? 

Definitivamente, todo esto es verdad. La quemadura que me estaba saliendo en el dedo era tan real como el hecho de que hacía un rato yo acababa de morir. Y ahora, inexplicablemente, estaba aquí con ella.

 —Oye, ¿dónde has quedado con Emma mañana?

 —En el cementerio, ¿por?

 —Por nada... 

Tengo que ir a hablar con él... tengo que terminar de confirmarlo... si lo que me dijo era verdad... igual él está aquí también... 

 —Venga, vamos a tomarnos el café al salón.

Acabábamos de tomar el café en el más profundo de los silencios, como siempre hacíamos, y ahora, por fin, estaba más calmado. Ya no sentía tanta presión en el pecho, pues se habían opacado por los nervios de no saber cómo debía actuar.

Ella estaba a mi lado, recostada sobre mí mientras yo seguía dándole caricias en el abdomen, de vez en cuando ella gemía y se doblaba sobre sí misma.

 —Creo que debería tomarme algo para el dolor... ha venido fuerte esta vez...

 —Quédate aquí un momento. Voy a buscar algo.

No sabía qué hacer. Fingí rebuscar algo entre las medicinas.

 —No quedan antiinflamatorios... —mentí.

 —Y tabaco tampoco —la vi sacudir una cajetilla.

Ah no... eso sí que no...

 —Enana, vete a la cama otra vez, voy a ir a la farmacia a comprarte pastillas, ¿vale?

 —¿Te acompaño?

 —No —mi mano volvió a posarse en su barriga—. Hazme caso y vete a la cama.

 —Vaaale —rodó los ojos con pesadez y dejó un beso en mi nariz—. Pero no tardes.

Ambos subimos y ella se metió en la cama, arropándose hasta el cuello y quedándose ahí en posición fetal. Abrí el armario y saqué algo de ropa para vestirme, miré en la mesita de noche y agarré mi teléfono, no me había dado ni por mirarlo antes, pero al hacerlo mis sospechas volvieron a hacerse cada vez más ciertas al ver la fecha.

- 21 de febrero de 2013 – 9:30 a.m.

Era esa fecha, la del maldito febrero de aquel año.

Me agaché al borde de la cama y volví a quedarme mirando su cara.

 —Enana...

 —Dime, ¿no te ibas? Oye, compra tabaco de paso, ¿vale?

 —Sí, sí... —sí lo voy a comprar, porque necesito fumarme un cigarro más que el comer, pero tú no vas a hacerlo—. Oye...

Abrió sus ojos y se quedó mirándome. No quería dejarla sola, ni un solo minuto. Pero tenía que averiguar un par de cosas y no quería que ella se alarmara, pues me trataría de loco si le contaba todo lo que estaba pensando en ese momento.

 —Vengo enseguida, ¿vale? —le acaricié la mejilla con la palma de mi mano y dejé otro ligero beso en sus labios.

Ella no dijo nada.

 —Reika.

 —¿Qué? —murmuró.

 —Te quiero. No te haces a la idea de cuánto.

Otro beso más.

 —Qué cariñoso estás, qué bien —se acurrucó aún más en la cama—. Corre, no tardes.

Sonreí y me dispuse a salir de la habitación.

 —¡Shuji! —exclamó y me giré antes de cerrar la puerta—. Yo más.

Mis labios se curvaron en una sonrisa que, tras cerrar la puerta de la habitación volvieron a hacerlo hacia abajo, adoptando una expresión seria. Tenía que darme prisa. Si todo esto estaba pasando de verdad, tenía poco tiempo para intentar hacer algo.

Salí de la casa y ahí estaba, mi moto. Aquella que un día, tras todo aquello, destrocé en un ataque de rabia y que luego me arrepentí.

De verdad que me gustaba esa moto.

Me monté en ella sin arrancarla, pues pensaba ir andando. Pero quería volver a sentir lo que era estar sobre ese vehículo. Acto seguido, saqué el móvil, marcando el número de aquel rubio al que, seguramente, le extrañaría que lo estuviera llamando.

 —¿Hanma?

Sorprendentemente, me respondió al tercer toque.

 —Hanagaki, ¿podemos vernos?

 —Esto... ¿Qué pasa?

¿Qué podría decirle? ¿Qué podría hacer para que confiase en mí? Ah...

 —Takemichi... ¿vais mañana al cementerio?

 —Ehm... sí... ¿por?

Esto es una locura. Si no estoy en lo cierto, me va a tratar como un loco.

 —Oye... igual te parece una locura... pero bah... a la mierda —respiré profundamente y lo solté—. Sé lo que va a pasar mañana. No sé si eres el mismo al que estoy buscando, pero en fin... ¿Cuántos años tienes?

No respondió. Se quedó en silencio y eso me dio aún más esperanzas, pero quizá debía presionarlo un poco más.

 —Takemichi... ¿por qué me hablaste de un tal Naoto?

 —¿Cómo sabes tú quién es Naoto? Espera... ¿tú... —le escuché tragar saliva—. ¿Tú también? ¿Por qué? Yo nunca he hablado contigo de Naoto. ¿Cómo sabes quién es?

 —Sí lo has hecho, pero no en este año.

De nuevo el silencio.

 —Tenemos que vernos —sentencié—, ven a la farmacia que hay cerca de casa. Y no tardes, no sé cómo coño estoy aquí, pero voy a volverme loco si no lo confirmo.

 —Nos vemos allí. No le digas nada a ella. A nadie.

Había comprado tabaco y esperaba en la puerta de la farmacia. No compré antiinflamatorios, pues sí que había en casa, pero si ella estaba como pensaba, no sabía si podía tomarlos o no. No tenía ni idea de qué es lo qué podía o no podía tomarse. 

Lo que sí compré fue una prueba de embarazo. Pensaba hacérselo nada más llegara a casa para quitar todas las dudas de golpe.

Joder... menos mal que le he dicho que se dé prisa...

En ese momento apareció. Había venido corriendo y ahora jadeaba enfrente de mí. Yo le miraba mientras terminaba de fumarme el cigarro.

 —Hola, Takemichi —él alargó la mano para saludarme—. No, ni me toques. Atrás.

Por un momento pareció extrañado, pero pareció comprender.

 —Ven conmigo —pedí.

Al lado de la farmacia había un parque, el mismo donde hacía años tuve que parar con ella tras la pelea en el desguace, y ambos nos sentamos en ese banco que dejaba la pequeña fuente frente a nosotros.

 —Takemichi, tú tienes más edad, ¿verdad? Mentalmente, digo.

No contestó. Pero cada vez se le veía más nervioso y decidí explicarle todo lo que él mismo, un Hanagaki de mayor edad, me había contado en el cementerio. Cómo me contó que podía viajar en el tiempo casi a voluntad si estrechaba las manos con el que entonces sería su cuñado. Le conté todo lo que había pasado hasta ese momento y él no hizo más que llevarse las manos a la cabeza de manera desesperada.

 —Esto es una locura... entonces... ¿no conseguí nada?

 —Bueno, tú y Hinata seguíais vivos, y también vuestra hija.

 —¿Tuvimos una hija? Hina... pero si de cuándo yo procedo... Ella está... 

En ese momento levantó la cabeza y me miró con sus ojos, del mismo color del cielo, tan abiertos que parecía que se le fueran a salir de sus órbitas:

 —Hanma, ¿de qué año vienes tú?

 —De dos mil veinte.

 —Claro... eso es posterior... tiene sentido...

 —Me dijiste que no podías volver, que lo habías intentado... Imagino que al morir Naoto ya no podías, ¿no? Además... mencionaste a Mikey... pero para serte sinceros... y ahora que lo pienso... —pensé en esa pequeña niña que no mostró ningún miedo al verme—. Creo que quizá tenías algo más valioso que proteger allí que aquí. Por eso no podías volver... Pero no lo sé... No entiendo nada, Takemichi. Se supone que tú eres el experto en esto y, de hecho, aún no sé si me estoy volviendo loco. Yo morí. Kisaki me mató. Es imposible que esto esté pasando. Debería estar muerto.

Se empezó a reír de manera nerviosa.

 —¿De qué coño te ríes? —saqué otro cigarro y le hablé de manera cortante—. No te estoy bromeando, a mí me mató ese hijo de puta...

 —No, no... —hizo aspavientos con las manos—. No me malinterpretes. Es solo que... la primera vez que llegué aquí, yo también había muerto. Me caí a las vías del tren. Bueno, más bien, me empujaron.

¿Lo empujaron?

 —Qué curioso... Kisaki me empujó de aquel edificio... —sin quererlo empecé a reír. 

Me sentía aliviado, aunque fuera una completa locura, estaba empezando a comprender algunas cosas. Este chico había estado intentando salvarlos, una y otra vez, y nunca pudo conseguirlo.

 —Hanma... si tú estás aquí... eso quiere decir que podemos cambiar el futuro. El que yo no pude. Aún no me explico por qué, pero-

 —Si esto va de salvar a alguien... —hice una pausa demasiado larga—. Quizá sea por ella, Takemichi... Por la enana.

 —¿Qué pasa con ella?

 —Que murió — me volvió a doler el pecho.

Recordarlo todo de nuevo volvía a escocerme como si todo fuese algo reciente.

 —Y yo no pude hacer nada en el futuro para protegerla, a pesar de haber estado años viviendo para hacerlo, no pude.

 —Entonces... hagámoslo ahora, Hanma. Si estás aquí es precisamente por ella. Tenemos que buscar el desencadenante de todo... una pista, algo...

 —Bueno... —sonreí—. En ese caso jugamos con ventaja. Creo que sé cuál fue el desencadenante.

Si todavía estaba a tiempo, tenía por seguro que podría salvar a más de una persona. 

Recordé aquel día de febrero. De hecho, nunca lo había olvidado.

Aquel día, fui con Kisaki y los de Agatsu ya estaban allí, por lo que seguramente, ese fue el día, y ese fue el momento, justo antes de que yo llegase donde ellos, ese fue el momento en el que se suponía era mi compañero les había dado las órdenes de atacarnos si se nos ocurría hacer algo.

Esa era mi ventaja. Que yo, a diferencia de Takemichi, sí conocía los planes que Kisaki tenía.

Planes que no pensaba dejarle llevar a cabo.

 —Espera un momento, Takemichi. Tengo que hacer una llamada, solo para comprobar una cosa.

Saqué mi teléfono y marqué el número que iba a confirmármelo todo al cien por cien.

Maldito cabronazo... déjame escucharte una vez más...

Un toque, dos toques... y descolgó.

 —¿Qué quieres?

Hijo de puta... ¿Cómo que qué quiero?

 —Buenos días Kisaki, oye... —carraspeé—. Mañana habíamos quedado, ¿verdad?

 —Sí, y no puedes faltar, ya te dije. 

Actúa.

 —Ya, ya... qué pereza —suspiré—. En fin, ¿podemos vernos un rato antes? Tengo que llevar a Reika a un sitio y-

 —¿Antes? —pareció dudar por unos momentos—. Sí, claro, no creo que haya problema. Yo tenía que hacer algo, pero puedo dejarlo para después.

¿Tan engreído eres cómo para no darle importancia a cuándo les des esas órdenes al hijo de puta de Yamanaka y sus chicos? Te pillé, Kisaki... No vas a llegar a darles esas órdenes... esta vez... esta vez no me tienes bajo tus hilos... aún así... debo ir con pies de plomo.

 —Perfecto, pues quedamos en eso. Luego te mando un mensaje.

 —Está bien. Adiós.

Suspiré y el rubio que tenía al lado no hacía más que mirarme.

 —¿Era Kisaki?

 —Sí —posé mi mirada sobre él—. Takemichi, Kisaki tiene pensado matar a Emma mañana. Eso es lo que tenemos que evitar. Porque a raíz de ahí... a partir de ahí... es cuando todo se fue a la mierda. Así que venga, ven a casa conmigo.

 —¿Cómo?

 —No te lo estoy pidiendo, vas a venir conmigo y vamos a planear algo —un pensamiento cruzó mi mente en ese instante—. Por cierto, ¿quién más sabe lo de los viajes en el tiempo?

 —Pues... —se rascó la nuca de manera nerviosa—. Chifuyu y Hina son los únicos.

Me reí en alto.

 —¿A ti nunca se te ocurrió contarlo a los demás? Digo yo, que a lo mejor te hubiera venido bien una ayudita 

Lo miré de arriba abajo, este muchacho siempre me pareció débil, pero, sin embargo, comprendí que había estado llevando una carga a sus espaldas demasiado grande. Y eso sí lo convertía en, al menos, un intento de héroe. Había intentado todo sin matar a nadie...

Pero yo no soy un héroe... no lo soy... ¿y qué iba a hacer? ¿Contárselo a ella? Eso solo la pondría nerviosa... y no quería que lo hiciera... ¿en serio iba a tener que recurrir a ellos? En fin...

Caminábamos hacia casa, a paso rápido, pues no me había olvidado de que ella estaba allí sola y, como bien había dicho, no quería dejarla ni un momento sin vigilancia. Aún estaba asustado de que cualquier cosa imprevista pudiera suceder.

Aunque, si aún todo estaba igual, hoy no tendría que pasar nada fuera de lo común. Tenía un único día de margen para organizarlo todo, por eso tenía que empezar cuanto antes.

Y quizá lo primero... lo mejor que podíamos hacer... era adelantar esa charla que ella quería tener.

Llegamos a la puerta de la casa.

 —Takemichi, se me ha ocurrido una cosa, mejor que aquí... Aquí no vamos a poder hablar — joder, no me creo ni lo que le voy a pedir que haga—. Llama a Draken.

 —¿A Draken?

 —Sí... llámale. Si lo llamo yo no me va a contestar.

Pareció hacerme caso y sacó su teléfono. En cuanto escuché la voz del tatuado al otro lado del aparato, se lo quité a Takemichi de las manos.

 —Hola, chucho.

¿¡Hanma!? ¿Qué coño haces con el teléfono de Takemichi?

Miré al teléfono con burla y se me escapó una risita.

 —Mira que bien reconoce el perro a su dueño... — bromeé— . Bueno, en fin, no abras el hocico ahora y escúchame. Takemichi va a ir a dónde quiera que estés —miré al rubio que tenía enfrente y él no parecía entender nada—. Te va a contar algo que es una puta locura, pero créele, dice la verdad.

 —¿A qué viene esto? ¡Takemichi! ¿Te está haciendo algo este cabrón?

 —¿Puedes escucharme y dejar de ladrar? 

Me acordé de cómo él fue el que la sacó de todo ese pozo y decidí calmarme un poco. Aunque aún me costaba. Este chico siempre me había provocado una rabia que no sabía de dónde venía. Pero, siendo sinceros, disfrutaba los piques y las peleas que teníamos. Siempre me habían hecho gracia y parece que eso era algo que no iba a poder dejar atrás tan fácilmente. Ni aún sabiendo todo lo que ahora sabía.

 —Os voy a mandar una dirección, vas a ir a recoger a Emma. Y tú, ella, Takemichi y Hina vais a ir allí, ¿entendido? ¿Sí? De acuerdo.

No le dejé contestar, solo le pasé el teléfono a Takemichi, que tuvo que quedarse dialogando con él hasta convencerlo de hacerme caso.

 —Hanagaki, ve a buscarlo, yo... —miré hacia la casa—. Yo tengo que entrar ya.

 —Nos vemos en un rato, ¿no?

Asentí y le hice un aspaviento con la mano.

 —Corre, ve, y suena convincente. Ah, ... y dile al de la cara de peluche que si quiere también venga. Así al menos, no seremos los dos únicos locos.

Se fue casi corriendo.

Entré a la casa y subí a la habitación casi igual de rápido que Takemichi acababa de salir disparado para verse con Draken. 

Me agaché al lado de la cama y ella seguía allí, pero estaba dormida. Se había vuelto a quedar tranquilamente sumida en el sueño, esperando a que yo volviera.

Le acaricié la mejilla y ella posó su mano sobre la mía. 

 —Ya estoy aquí, enana... He vuelto...

Y esta vez... esta vez no pienso dejar que te pase nada.

Lo que yo os decía, que el canon me lo he comido tan tranquilamente, lo llevaba diciendo desde el principio ^^ y esta era la razón principal de avisar con tanta antelación. 

Aún ando estructurando estos últimos capítulos, pero más o menos serán, como mucho cinco partes (contando con esta).

Al final del fic voy a hacer un apartado de Anexos, donde explicaré muchas cosas, como por ejemplo el porqué de los títulos del fic (Interludio, réquiem y canon), pero os adelanto que son formas musicales y tienen mucho que ver con lo que va pasando en la trama. 

Gracias por quedaros y leerme :)

Besitos. Os quiero.

Aquí os dejo la letra de la canción de antes. 

<3

I will go to you like the first snow - AILEE

Antes de aferrarme a ti
No sabía que el mundo en el que estaba
Era tan brillante
Te busqué con pequeño aliento de vida
Y el amor me llamó sin temores

Me gustó cuidar de ti
Mientras mi corazón palpitaba
Incluso cuando estaba ridículamente celosa
Y entre todos esos momentos

En la oscura eternidad
Y durante esa larga espera
Llegaste a mi como el brillo del Sol

Antes de dejarte ir no sabía
Que el mundo en el que estaba
Era tan solitario

Flores lindas florecieron y se marchitaron en este lugar
Eres la estación que nunca volverá

Comencé a volverme codiciosa
Quería envejecer contigo 
Sosteniendo tus arrugadas manos
Y decir qué tan cálida hiciste mi vida

Fue una sola bendición
Después de ese corto encuentro
Lloraste como la lluvia

Solo quería ser
Feliz por una vez
Pero eso te hizo llorar

Olvida todo y continúa
Porque volveré a ti
Cuando tu aliento
me llame de nuevo

Nunca lo olvidaré
Mientras mi corazón palpitaba
Incluso cuando estaba ridículamente celosa
Entre todos esos momentos que me regalaste

Algún día nos volveremos a encontrar
Y ese será el día más feliz
Iré hacia ti como la primera nevada

Volveré a ti

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