Los párpados de Hardin se abrieron lentamente, adaptándose a la luz que lo rodeaba. Todo parecía tranquilo, demasiado tranquilo que hasta pensó que todo había sido un mal sueño.
Pero cuando levantó sus pequeñas manos y observó sus diminutos dedos, la cruda realidad lo golpeó con fuerza. Seguía siendo un bebé, y esto no era un sueño.
Miró su atuendo, un conjunto blanco impecable, una imagen que habría sido encantadora si no fuera porque esas mismas personas que lo vestían con delicadeza querían sacrificarlo.
"Sería todo lindo si no me quisieran matar." Pensó.
Su atención se desvió del ropaje y recorrió su entorno con cautela. Frente a él, un grupo de mujeres vestidas con túnicas blancas murmuraba palabras en un idioma antiguo. Las reconoció al instante.
Brujas.
Y entre ellas, una figura que no podía ignorar: Genevieve.
El desprecio se apoderó de él al verla, una emoción feroz y rabiosa que ardía en su diminuto cuerpo infantil.
Las palabras de las brujas resonaban a su alrededor.
─ La luna casi se ha desvanecido del cielo. Necesito prepararme ─ anunció Genevieve con una voz fría y resuelta.
─ Ella seguirá adelante. Los ancestros le prometieron su vida ─ agregó otra.
"¿A quién carajo le importan los ancestros?" pensó Hardin con furia. "Malditos metiches de mierda, quédense muertos como están."
Intentó ignorarlas, pero pronto sintió cómo la canasta en la que estaba era levantada. El movimiento lo hizo parpadear repetidas veces hasta que la luz del amanecer lo cegó momentáneamente.
Su mirada se ajustó al nuevo entorno.
Tumbas.
Estaban en un cementerio.
Y entonces, otra canasta fue colocada junto a la suya. No necesitó verla bien para saber quién estaba dentro.
"Hope”
Un escalofrío recorrió su pequeño cuerpo cuando Genevieve se inclinó sobre él, su mirada fija en la suya.
"Recién acabo de renacer y ya me quieren matar."
Las preguntas inundaron su mente con amargura.
"¿Por qué no renací en una familia normal?"
"¿Por qué justamente en esta?"
Pero no había vuelta atrás.
"Cálmate, Hardin. Esta es la vida que te tocó, y por algo será." Pensó.
─ Es la hora ─ declaró la bruja pelirroja con una voz seria y feroz.
Se acercó más, sus ojos brillando con determinación mientras elevaba una daga en el aire.
"Genial, seré el primer sacrificio."
Las brujas comenzaron a entonar un hechizo, sus voces fundiéndose en un canto macabro.
El miedo lo envolvió.
"¿Moriré por segunda vez?"
Su corazón — o lo que fuera que tenía ahora — palpitaba con una desesperación creciente.
Y entonces, un grito rompió el ritual.
─ ¡NO!
"Hayley"
El alivio lo embargó.
Los murmullos de las brujas se entremezclaron con el caos que se desató a su alrededor. Gritos. Ruidos de combate. Órdenes gritadas en la distancia.
"No puedo dormirme... no quiero dormirme..."
Pero su pequeño cuerpo no estaba acostumbrado a tanto estrés.
Los sonidos seguían retumbando a su alrededor cuando una bruja se acercó de nuevo con la daga en alto.
"¿Cuándo terminará esto?"
Justo cuando creyó que todo estaba perdido, la bruja dejó escapar un grito ahogado antes de escupir sangre. Su cuerpo se sacudió violentamente antes de desplomarse, su hechizo interrumpido abruptamente.
Hardin sintió su pequeño corazón latiendo con fuerza dentro de su diminuto pecho. El miedo aún lo mantenía paralizado, su mente atrapada en la idea de que esta vez sí moriría. Pero entonces, unos brazos fuertes lo tomaron con firmeza, envolviéndolo en una seguridad desconocida.
Su visión, borrosa por el cansancio y el estrés, se aclaró lo suficiente como para distinguir un rostro familiar. Marcel.
El vampiro lo sostenía con un solo brazo, su agarre firme pero cuidadoso, como si lo acunara con el más absoluto respeto. En su otro brazo, llevaba a Hope, protegiéndola con la misma devoción.
La batalla aún rugía a su alrededor, los gritos de brujas y el sonido de golpes y estallidos de magia resonaban en la distancia, pero Hardin ya no tenía fuerzas para seguir prestando atención.
"Bien… ahora sí puedo dormir tranquilo", pensó con un último suspiro de alivio.
Su pequeño cuerpo, tan frágil y vulnerable, estaba al límite de sus fuerzas. Cada músculo parecía pesar toneladas, y su mente, colapsada por el terror y el cansancio, ya no podía procesar lo que sucedía a su alrededor. La última chispa de resistencia se apagó cuando el suave vaivén de los brazos de Marcel lo envolvió en una sensación de protección, algo que nunca había experimentado en su corta vida.
El susurro del viento, la agitación de la lucha a lo lejos, todo se desvaneció en un ruido lejano e indiferente. Hardin, sintiendo cómo el calor del abrazo de Marcel lo rodeaba por completo, permitió que sus párpados se cerraran por completo. La oscuridad fue un alivio, una fuga bienvenida de todo el caos que había conocido hasta ahora. En ese momento, su cuerpo se rindió por completo, aceptando la calma que la quietud del sueño le ofrecía.
Su respiración se volvió regular, un suspiro de paz que solo los bebés podían experimentar cuando el mundo les parecía demasiado grande y aterrador. El agobio y el miedo se desvanecieron, reemplazados por un sueño profundo, inmóvil, sin sueños, en el que solo existía el consuelo de la seguridad que ahora lo envolvía.
Por primera vez en su nueva vida, Hardin se permitió descansar sin temer por su vida ni por la de Hope. Estaba a salvo, al menos por ahora. Y con esa certeza en su mente, su pequeño cuerpo dejó de resistirse al agotamiento, entregándose por completo al descanso que tanto había necesitado.
[...]
Cuando despertó, la calidez de un abrazo lo envolvía. Era una sensación reconfortante, una que no recordaba haber experimentado en su vida anterior. Su pequeño cuerpo estaba acunado con cuidado, protegido contra un pecho cálido y familiar.
Por un instante, se permitió cerrar los ojos nuevamente, disfrutando del suave vaivén de quien lo sostenía. Era un contraste absoluto con lo que había vivido antes de renacer en este diminuto cuerpo. No había frío, ni hambre, ni desprecio. Solo seguridad, solo amor.
Abrió los ojos lentamente, parpadeando varias veces para enfocar su vista. Lo primero que vio fue un rostro hermoso, con ojos llenos de ternura y preocupación. Su nueva madre.
Hayley.
Sus labios se curvaban en una sonrisa suave mientras lo observaba, sus manos recorriendo su espalda en un gesto instintivo de protección. Sintió su propio pecho apretarse con una emoción desconocida. Jamás había sido sostenido así, con tanto amor y devoción.
Quiso llorar. No de miedo ni desesperación, sino de alivio.
Porque esta vez, no estaba solo.
─ Él es tan lindo ─ escuchó decir a Hayley.
Hardin parpadeó un par de veces antes de dirigir su mirada a su alrededor, tratando de ubicarse en su nuevo entorno. La luz suave iluminaba la habitación, proyectando sombras sobre las paredes. El ambiente era cálido y acogedor, muy diferente al frío y la hostilidad que había sentido antes de este renacimiento.
Su atención se desvió hacia una figura alta y distinguida que se encontraba cerca. Elijah Mikaelson, con su porte impecable y su elegancia natural, sostenía a Hope en sus brazos con la delicadeza de un hombre que comprendía el valor de lo que tenía entre sus manos.
Había algo en la forma en que Elijah la miraba, una devoción silenciosa, una promesa de protección inquebrantable. Su expresión serena contrastaba con la intensidad de sus sentimientos, pero Hardin podía verlo. Elijah no solo estaba sosteniendo a su sobrina; la estaba contemplando con el orgullo y la adoración de un hombre que había encontrado algo puro en medio de un mundo de caos.
Hope, envuelta en una pequeña manta, parecía completamente ajena a todo, su respiración pausada y tranquila mientras dormía en los brazos de su tío. Hardin sintió un ligero cosquilleo en el pecho. Era extraño, pero por primera vez en mucho tiempo, no tenía miedo.
Ahí, con esa familia, tal vez tenía una oportunidad. Y entonces, el temor inicial que había sentido por ser parte de esta familia comenzó a desvanecerse.
Tal vez el universo se había apiadado de él después de todo.
─ Miren lo que les compré ─ anunció Elijah, sacando dos pequeños peluches.
A Hope le entregó un conejito.
Para Hardin, un lobito de peluche.
Hayley los colocó en la cuna nuevamente, y fue Klaus quien rompió el silencio.
─ Ellos necesitan un nombre.
─ Es cierto ─ asintió Hayley, pensativa, Elijah se fue dejándolos a solas ─ a ella podríamos ponerle... ¿Zoey?, ¿Kaythey?, ¿Katherine?
La expresión de Klaus se transformó en una mueca de absoluto disgusto.
─ ¡Dios, no!
Hardin rió sin poder evitarlo.
Klaus lo miró sorprendido antes de soltar una carcajada.
─ Parece que a nuestro hijo tampoco le gusta ese nombre para su hermana.
Hayley negó con la cabeza, sonriendo.
─ Cuando Elijah pensó que moriste, dijo que habíamos perdido la última esperanza de la familia ─ dijo Klaus.
Hayley miró a la pequeña niña en la cuna.
─ Hope ─ susurró con ternura ─ Hope Mikaelson.
Klaus asintió.
─ Hope Andrea Mikaelson.
Hardin sonrió.
"Al menos su nombre no cambió" Pensó.
Pero entonces, llegó el turno de Hardin.
─ ¿Y él? ─ preguntó Klaus.
─ Qué te parece... ¿Erik? ─ intentó Hayley.
Hardin puso una mueca de disgusto.
─ ¿Lucas? ─ frunció el ceño, descontento.
"¡Mi nombre verdadero, por favor!" Suplicó Hardin mentalmente.
─ ¿Hardin? ─ probó Hayley.
Una sonrisa se dibujó en su rostro infantil.
Los dos híbridos se miraron entre sí, comprendiendo la reacción de su hijo.
─ Hardin Alexander Mikaelson ─ declaró Hayley finalmente.
Klaus la observó con sorpresa, dándose cuenta de que su segundo nombre era en honor a él.
Se inclinó hacia la cuna, besando con ternura la frente de ambos bebés.
─ Quédate con ellos ─ le dijo a Hayley ─ Iré a ver a Marcel.
Mientras lo veía marcharse, Hardin sintió algo cálido y desconocido en su pecho.
Eran amados.
Él era amado.
Y haría todo lo posible para proteger a su nueva familia.
¡CAPÍTULO 2!
[Creo que Alexander era el segundo nombre de Klaus, lo leí por ahí, no sé si es fake o real pero me gustó]
¿Qué les pareció el nuevo capítulo?
[ EDITADO Y CORREGIDO ]
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