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Dawson y Caprice tenían a los tres sentados en la mesa para contrastar el daño entre ellos y analizar mejor la situación. Querían hacer preguntas, pero había que ver quién estaba más cuerdo de los tres, bueno, de los cuatro...

Los tenían sentados en la mesa tomando té y comiendo pan mientras hacían un repaso. Basil tenía un corte en la mejilla, los músculos adormecidos y apenas se podía mantener en pie sin tambalearse; Bell tenía un gran rasguño en el brazo y las patas lastimadas, y el peor de ellos era Ratigan, porque añadido a su estado demacrado de antes, ahora tenía una pequeña contusión cerebral (bueno, en realidad todos tenían una contusión cerebral) y múltiples heridas por todo el cuerpo que habían requerido hasta 16 puntos. Seguían sin explicarse por qué estaba vivo, asumían que era debido a un extraño suero que la coneja tenía en su habitación y que previamente le habia dado.

Ninguno de ellos estaba en el mejor estado.

Basil era el más normal, pero no recordaba mucho del suceso y se perdía hablando de otros temas.

Bell hablaba incoherencias y, si preguntaban, empezaba a llorar por sus patitas.

Y Ratigan era el que más podía hablar, pero no era el más cuerdo. Estaba en un estado de letargo que lo hacía actuar un poco más... "bobo", más pacífico, más como un niño pequeño.

"Creo que hay que esperar que se les vaya el shock un poco...", susurró Dawson viendo cómo entre los tres empezaban a discutir sobre cómo se pronunciaba la palabra "murciélago".

El capibara solo asintió, preocupado.

"Iré a ver a Sineye...", susurró el ratón de baja estatura mientras se retiraba.

"¡No me dejes solo con estos tres! Yo manejo un loco a la vez", suplicó el capibara mientras lo veía alejarse.

"¡Les digo que se dice murciégalo!", chilló Bell, frustrada.

"Sí", asintió Basil.

"¿Qué, un murciélago?", preguntó Ratigan, confundido.

"Sí, también", volvió a asentir el detective en su estado de contusión.

...

Dawson se acercó al cuarto donde tenían al vaquero. Habían rogado a los policías que ellos podían resguardarlos y cuidar de ellos y, dado los fallos en el sistema y la buena reputación que tenía el médico, fue menos complicado de lo que debía explicar, más por el tema de Ratigan. Caprice se lo había tenido que llevar a rastras antes de que la policía llegara. Después de todo, ambos eran criminales (recién se había enterado de los crímenes del capibara...).

Lo bueno es que al menos las entidades policiales y la gente en general se habían enterado de que Basil no estaba muerto, sino desaparecido. Y ahora Dawson era la paloma mensajera que tenía que dar las explicaciones porque a quien le correspondía darlas no estaba en el mejor estado mental posible.

De cualquier forma, eso sería para después, porque ahora tendría que encargarse de verificar el estado de aquel vaquero que supuestamente quería acabar con Basil, pero que sabía en el fondo que sería capaz de convencerlo de que estaba equivocado, y en el peor de los casos, si no lo hacía cambiar de opinión, estaba demasiado herido para pelear y atacar en ese momento y además, el medico sabia como defenderse pese a no elegir la violencia.

Aquella rata blanca se encontraba boca arriba recostada en uno de los cuartos pero de una forma mucho más precaria. Era un simple colchón en el suelo en una habitación sin luz y llena de polvo, con el viento haciendo sonar la madera de las paredes y él en medio, con la mirada vacía, con su único ojo color verde totalmente carente de brillo y color, y su cuerpo cubierto por heridas de impactos de balas, pequeños moretones que subían y bajaban junto a manchones de sangre por todo su cuerpo tiñendo su pelaje. No era nada grave; bueno, lo más grave era una gran venda en la zona del pecho, como si algo hubiera impactado y clavado justo en la zona del corazón.

"Así que... estás despierto", susurró Dawson, preocupado y desconfiado un poco mientras se acercaba.

"¿Por qué me trajiste? No merezco compasión por tu parte...", respondió Sineye, mirando el techo, sin inmutarse siquiera.

"No presiento que seas tan malo... Conozco a los de tu clase, sé que tienen un código de honor, solo que no entiendo por qué estás en contra de Basil", se sentó a su lado el médico viéndolo desde arriba.

"Porque él es solo una pantalla de humo para los grandes problemas. ¿No es raro que hicieran una ceremonia para felicitarlo mientras tenían el cadáver de Ratigan perdido? ¿O porque la policía casi no hizo nada por la pérdida de Basil? Estaba escondido y, en vez de buscarlo, lo desecharon. Es solo un peón más de la reina", reprochó la rata blanca en un tono monótono y apagado, casi automático, como un discurso que había aprendido, no algo que le saliera de él decir, no del todo.

"Y por eso existe Basil, por eso existen los detectives privados. La policía aquí no es muy buena", respondió Dawson, negando con la cabeza. "y aun que trabaja en conjunto con ellos, creeme que no es un peon"

"la cosa no es contigo, tú no eres un peón, por eso no logras ver que solo te estan usando, es obvio que él si es uno" intentó explicarse, frustrado, el extranjero mientras mostraba por fin una emoción, cerrando sus puños y sentándose en la cama adolorido para poder verlo cara a cara.

"Basil es mi compañero, por eso quiero que entiendas que no es el malo de la historia. Y como médico que soy... me era imposible dejarte ahí. Tenías una hemorragia interna, tenías un pedazo de escombro incrustado en el pecho, casi llega a tu corazón...", explicó el ratón mientras lo veía directamente con profunda preocupación en su mirada "Si te sientes lo suficientemente bien... ¿podrías decirme qué pasó? ¿Qué ocurrió ahí?", intentó preguntar, manteniendo el tono solemne y tranquilo, casi sin miedo.

Hubo un pequeño silencio antes de que el vaquero contestara: "...Fue simple, al parecer un criminal iba a aprovechar el funeral para atacar el banco. Basil y yo llegamos al mismo tiempo, luego llegó Ratigan y Bell y, después de eso, el... cri-" Sineye paró en seco, casi como si algo le ahorcara hasta que volvió a hablar "el desconocido empezó a atacar desde el techo. Era un murciélago. Los demás se ocultaron y yo intenté detenerlo, pero puso bombas y...."

La rata blanca se paró en seco con el relato, apretando con fuerza sus manos, cerrando los puños de forma fuerte mientras su voz se llenaba de un dolor y se iba apagando.

"Al poner bombas todo explotó y... ya no recuerdo más, solo ruido y que intenté perseguir al criminal, pero no logré alcanzarlo..."

Sineye tenía grabada en la retina y en el pecho esa angustia, esa desesperación de querer ir tras él. Pese a la explosión, intentó escalar entre los escombros para alcanzar a su amado, subir por los muros enterrando sus garras en el mármol y la madera y la sensación de sus dedos rozar las alas de Nollan pero sin poder alcanzarlo, y luego caer y sentir esa punzada en el pecho. Ahora sabía que había caído de tal forma que se había atravesado el pecho con un escombro, y aun así... su corazón seguía latiendo. Unos centímetros más y ya no estaría vivo.

Dawson era ajeno a todo lo que quería el vaquero en ese momento, el no haber sido salvado... pero otra parte de él solo podía agradecer por seguir con vida, asi podria seguir luchando y buscando a Nollan, es que no entendía, no podia dejar de preguntarse... ¿por qué?

...

En algún momento, Dawson se fue dejando toda la responsabilidad del único cuerdo en aquella taberna, Caprice.

El carpincho, obviamente, no quería, más que nada por la presencia de Sineye y dado a que... bueno, en el pasado el capibara le había dado un palo en la cabeza, asumía que muy feliz de verle no estaría y que no se dejaría tratar. Una cosa había sido cuidar a Ratigan que en su momento era más manejable dado el trato y, bueno, cloroformo, pero Sineye estaba consciente, a menos que... repitiera esa vieja y clásica técnica.

Caprice se sentó en la sala pensando un poco en cómo aplicar cloroformo sin que la rata blanca se enterase. Tal vez usar morfina o algo para disfrazar el olor, tal vez moverse rápido...

Y mientras el capibara pensaba en cómo hacerlo, los tres más afectados en el sentido mental se quedaron sin supervisión al menos un tiempo.

Basil hablaba sobre química sin filtro alguno, hablando de la desnaturalización de la glucosa; Bell miraba una mosca en el techo y Ratigan... solo miraba por la ventana, empezando a sentirse profundamente aburrido...

"Me voy de aquí, voy a ver qué hacer...", anunció el ex-criminal mientras se iba en dirección a su cuarto, sobando su cabeza e ignorando el tajo que tenía en la parte superior de la nuca y la frente.

Iba subiendo poco a poco cuando, de la nada, sintió la presencia tanto de la coneja como del ratón siguiéndolo con cautela a sus espaldas, casi como dos niños que lo seguían. Y tenía sentido, una contusión cerebral no era poca cosa y de los tres, Ratigan era el menos loco.

"¿Me van a seguir?"

Ambos asintieron de forma rápida mientras continuaban siguiéndolo. En el cuarto de Ratigan no había nada muy interesante, el siguiente era el de Bell, aquel pequeño mini laboratorio sí que les dio material para entretenerse al menos un rato.

Basil estaba fascinado con los implementos de química y todo el material ilegal que tenía la médica, por su parte el ex-criminal no pudo evitar quedarse al lado del ex-detective, viéndolo y escuchando cada palabra con suma atención, disfrutando de la vista y de escucharlo tan feliz, de ver esos ojos verdes brillosos en una fascinación pura, casi ni había notado cómo sus orejas se habían teñido de un color rosa claro.

"Este ácido sería capaz de desnaturalizar cualquier sustancia, debe tener un pH bastante ácido...", comentó el ratón mientras analizaba el contenido de la botella y usaba una pipeta para comprobar cómo desintegraba una hoja de papel y devolvía la mirada para asentir con una suave sonrisa, poniendo más nervioso al ex-Napoleón del crimen por alguna razón.

Bell se quedó a un lado apartado de la mesa jugando con una aguja que tenía un extraño líquido verde. Sin querer, se pinchó con ella y empezó a llorar de fondo, lo cual era cómico; en una esquina parecía el inicio de una típica escena romántica y por otro, había una coneja con un ataque de pánico intentando no chillar fuerte porque no quería interrumpir el momento.

Ratigan seguía observando atento a lo que Basil hacía, incluso colocándose detrás de él y apoyando su cabeza sobre la suya en un gesto inocente. Era una imagen idílica, casi como una foto en el tiempo, una foto de un "qué hubiera pasado si las cosas fueran diferentes".

Tal vez ya no existiría la mayor mente criminal de todo Londres, tal vez solo existiría Padraic Ratigan, un simple profesor que tenía de pareja al mejor detective de todos, con una vida tranquila y llena de momentos como el que estaba ocurriendo.

Incluso en algún momento, para estar más cómodo, el ex-criminal abrazó de las caderas al ex-detective como un gesto nervioso y torpe. No entendía por qué tenía esta urgencia de abrazarlo, de tenerlo consigo, de simplemente estar con él. Era casi como un castigo que ahora que ambos tenían una contusión cerebral pudieran mostrar su amor, como si estuvieran estancados en el tiempo.

Basil no rechazó el gesto, todo lo contrario, llegó a soltar una pequeña risita infantil, incluso sosteniendo una de las manos ajenas con cuidado. Tampoco lograba entender del todo en su estado mental por qué se sentía tan bien, pero lo amaba de sobremanera... se sentía cálido, como algo que estaba bien, casi indescriptible.

Mientras tanto, Bell intentaba consolarse solita hasta que miró cómo en sus estantes había una cucaracha conectada a varios tubos con el mismo líquido verde y, al lado, una pulga encerrada en frasco que brillaba de manera extraña.

"Ya me aburrí, ¿podemos ir a otro cuarto?", preguntó ella sin darle importancia.

"Espera... quiero ver cómo reacciona el ácido con la sal...", hizo puchero Basil pero sin quejarse tanto, ya que de la nada sintió cómo el mayor lo tomaba bien de la cadera y lo subía a su espalda.

"Vamos a ver qué más hacer, tú vienes conmigo", dijo Ratigan mientras abría la puerta y dejaba pasar primero a la coneja.

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El siguiente cuarto era el de Caprice, aunque más que cuarto parecía más un taller lleno de cosas con una pila de almohadas y mantas en el fondo en vez de cama. La mesa estaba llena de pequeños engranajes y tornillos, pero también había varios ramos de flores, eran ramos como los que se dan en premiaciones solo que con una variedad de flores: rosas, girasoles, no me olvides, y... crisantemos y tulipanes, de todos los colores y formas...

Los tres quedaron fascinados, a un grado donde incluso Ratigan bajó a Basil para que también pudiera verlas. Eran simples ramos, seguramente el capibara se los iba a dar por su buen trabajo, pero claro, no salió las cosas como esperaría.

Y los tres, en su momento más infantil e impulsados por haber recibido un pedazo de escombro en la corteza prefrontal, cada uno sacó las flores que más les gustaban desarmando los ramos de flores.

Basil se quedó con los tulipanes blancos, Ratigan con los crisantemos y Bell con los girasoles, todos engatusados por las flores y casi como si se prendiera una pequeña ampolleta a cada uno, como si los ayudara a despertar algo...

El ex-detective acariciaba los tulipanes blancos con cuidado, se le hacían tan pacíficos y bellos, como si le trajeran calma pura. Por su parte, el ex-criminal veía algunos crisantemos con interés, no entendía por qué había flores funerarias en un ramo de felicitaciones pero le parecían un detalle hermoso.

La ex-médica y cantante de cabaret simplemente sostenía los girasoles y los abrazaba mientras daba vueltas de manera infantil.

Basil notó cómo Ratigan miraba solo unos crisantemos, no había sacado todos del ramo, y él, en un impulso inconsciente, soltó sus tulipanes y tomó los crisantemos que sobraban, atándolos entre todos y haciendo una pequeña corona con ellos aprovechando que el mayor estaba distraído.

"Hey, em... Ratigan", lo llamó, patinando un poco con las palabras y una vez que el mencionado lo miró, le colocó la corona de crisantemos con cuidado. "Heh, te declaro el rey de los crisantemos".

Esto... se sentía tan familiar, tan doloroso pero al mismo tiempo tan bien... al grado que ambos pensaban de una manera similar "Este sabor de amargo dulzor es familiar" pero no se atrevían a decirlo, y no sabían de dónde venía ese sentimiento.

En algún momento, Bell dejó de jugar con los girasoles y sintió un fuerte dolor en su cabeza hasta que... simplemente se sintió... normal, como si fuera ella misma otra vez, vio la escena y recordó lo que había pasado.

Los tres habían sufrido una contusión cerebral, aunque claro, agregado a eso ella había sufrido heridas en sus patas debido a que en algún punto recordaba estar intentando mover escombros y seguramente se había incrustado cosas. Al menos sus tendones estaban bien...

Suspiró con alivio, pero al ver la escena que estaban teniendo su jefe-amigo con su rival... simplemente sintió como su corazón se hundía. De hecho, decidió dejarlos solos en su momento.

Ella salió del cuarto, encontrándose con el capibara en el pasillo. Este iba a preguntar qué pasaba pero rápidamente ella le pidió bajar la voz y explicó un poco.

"Estábamos aburridos y nos pusimos a buscar cosas que hacer, el tema es que Basil y Ratigan aún no se recuperan de la contusión y... bueno, encontraron el regalo que ibas a darles y pues...", susurró ella mientras abría un poco la puerta para que su compañero viera la escena: ambos enemigos mortales, simplemente riendo mientras ambos tenían una corona de flores.

"...¿y cómo te recuperaste tú de la contusión?", preguntó Caprice mientras veía la escena enternecido, era lindo de ver.

"Pasamos por mi cuarto antes, me pinché con una aguja, debió de ser mi suero regenerativo que creé para Ratigan, pero como fue solo un pinchazo solo curó mi contusión y no esto...", levantó ella decepcionada sus manos y cómo estas seguían vendadas y magulladas, llenas de cortadas. "al menos mis tendones estan bien supongo..."

"Y si tu tónico regenerativo puede curar la contusión..."

"Eso significaría que para que volvieran a la normalidad habría que solo darles un poco, pero..."

"A lo mejor podríamos dejarlos disfrutar un poco...", susurraron los dos al mismo tiempo.

Aunque claro, el capibara siendo el más consciente de los dos de inmediato se arrepintió de la idea. "No, no podemos dejarlos vivir una mentira..."

"No, no es una mentira, así son ellos, solo que... es como si ya no tuvieran sus problemas", respondió la coneja nerviosa.

"Se que quieres ver a Ratigan feliz, pero mantenerlo aislado de todos sus problemas, errores y crímenes solo hace que viva en una mentira, lo mismo con Basil... no he tenido la oportunidad pero presiento que al igual que Ratigan... que esconda las cosas bajo la alfombra no les va a hacer bien..."

"Solo... déjalos ser felices unos minutos más, han sufrido mucho, merecen poder olvidarse del dolor, al menos un ratito", respondió ella asintiendo y cerrando la puerta.

"Te lo concedo, aunque, eres consciente de que si tú recuerdas todo... ellos van a recordar esto también, ¿no?"

"Ese ya no es problema mío, que afronten que se aman, puro drama esos dos", contestó Bell fingiendo demencia.

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Ambos ex-enemigos mortales se habían quedado en aquel cuarto, cada uno con su corona de flores de la forma más infantil posible. Ya que Basil había hecho una corona de crisantemos para Ratigan, este último decidió devolverle el favor, haciéndole una corona con tulipanes blancos.

Se miraron y no podían evitar sonrojarse y soltar pequeñas risitas torpes, como si volvieran a ser esos jóvenes enamorados sin más preocupaciones en la vida que calcular el tiempo juntos.

"Te ves precioso...", susurró Ratigan.

"Tú también", le respondió Basil con una sonrisa naif.

Y en algún momento Basil revisó su bolsillo sintiendo algo extraño. Al sacarlo, había un dije un poco roto y maltratado. Ambos lo miraron, estaba completamente abollado y lleno de golpes, con un tornillo faltante. Ambos lo miraron con intriga, abriéndolo a duras penas y viendo la foto de dentro.

Era una foto normal, de ambos siendo jóvenes, con un sutil abrazo del hombro. Para Basil no significó nada, en su estado de confusión solo era una foto, pero algo sí se movió dentro de Ratigan, algo resonó en su cabeza. Se sintió como un dolor punzante en su cabeza, algo no estaba bien, esa foto...

Recordó el momento exacto cuando cambió esa foto. El dije original tenía una foto que era tal cual como esta escena, ambos felices, bañados en inocencia romántica y flores que representaban cosas tan opuestas... ¿por qué un tulipán blanco amaría un crisantemo? ¿Por qué un símbolo tan puro amaría a algo que no hacía más que representar un acto tan triste como un funeral?

El ex-detective no se dio cuenta de cómo las manos de su contrario se cerraban en puños frustrados y su mueca se volvía una de dolor puro, no del dolor físico, sino que emocional. Ya podía recordarlo todo, había salido de su pequeña burbuja de fantasía inocente y lo primero que podía pensar es que era como su sueño hecho realidad, su fantasía, su mayor pesadilla...

Mientras Basil jugaba con las flores, lanzando pétalos en su estado carente de su persona, Ratigan solo podía pensar que ese no era su Basil, no era él, era un cascarón vacío que solo estaba lleno de inocencia, como si su historia, todo lo malo de su historia no existiera. Pero a su vez, Ratigan podía sentir que también estaba olvidando cosas, como pequeñas lagunas mentales de las cuales era consciente y también le aterraban...

En algún punto, el menor dejó de jugar con los pétalos de las flores y miró de nuevo el dije, luego de nuevo a su contrario y al verlo afectado lo abrazó, creyendo que era por el estado roto del dije.

El Napoleón del crimen lo abrazó por inercia mientras suspiraba con pesadez y sentía que su corazón se apretaba. Y por ese dolor, el dolor de ver a ese cascarón vacío, simplemente lo soltó mientras le pedía que lo esperara ahí.

"Vuelvo en un momento...", dijo él en voz baja.

"¿Sí...?" asintió el ex-detective mientras lo miraba un poco confundido, distrayéndose cuando al cerrar la puerta su corona de tulipanes se movió de su sitio.

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Aquella rata bajó las escaleras buscando a sus lacayos mientras se quitaba su corona de flores de la cabeza y la miraba con cierta desilusión. Un crisantemo siempre sería una flor funeraria, independiente de qué tan bella fuera... pero también, pese a todo, representaba el amor si se veía más allá de su significado inicial.

Iba a tirarla, pero se espantó un poco al escuchar alboroto en el piso de abajo, en la parte no de la taberna, sino en el espacio de cocina y sala. Rápidamente se dirigió de donde venía el ruido.

Provenía de un pequeño cuarto ubicado en un costado de la sala. La puerta estaba abierta y se veía una imagen por no decir, surreal: sus lacayos estaban sometiendo a aquella rata blanca que por lógica debía ser más fuerte que ellos, y aun así, ambos estaban haciendo lo posible por retenerlo. Era Sineye chocando en el pequeño espacio del cuarto mientras los dos intentaban inyectarle algo, seguramente medicina o anestesia. Lo suponía ya que Caprice intentaba agarrarlo y Bell era rápida intentando tomarlo por sorpresa e inyectarle por la espalda.

"¡Quédate quieto!", chilló la chica mientras se aferraba al brazo del vaquero y este intentaba zafarse de ella.

"¡No confío en ninguno de ustedes dos! ¡No confío en nadie de aquí!", gritó él en respuesta mientras golpeaba su brazo con Bell contra la pared.

"Yo sé que empezamos mal, pero tienes que recuperarte, toma... tu... medicina...", dijo frustrado el capibara mientras escondía una botella de cloroformo en su bolsillo.

"¿Y por qué debería? ¡Oli cloroformo cuando me estabas cambiando de vendas! Además, ¡no me llevo bien contigo!", gritó intentando escapar por la puerta. Pero claro, Ratigan estaba viendo todo desde fuera, muy cerca de la puerta, y por mero instinto le cerró la puerta en la cara evitando su escape.

El Napoleón del crimen se quedó afuera un poco en shock, pero aliviado y confiado cuando todo se quedó en silencio. Abrió la puerta y vio que el escándalo había terminado. La rata blanca estaba amordazada, tendida en el suelo, con las manos en la espalda, con un paño de cloroformo metido en el hocico, y con la coneja sentada en su espalda inyectándole medicina. O mejor dicho, ese mismo tónico verde, aunque claro, no sin consecuencias: Caprice ahora tenía una gran cortada en su mejilla.

"¿P-pero qué...?", preguntó titubeando Ratigan mientras sostenía su corona de crisantemos y observaba el panorama.

"No se dejaba tratar. Intenté ponerle cloroformo para hacerle curaciones y se volvió violento...", susurró Caprice agotado mientras se sentaba en una silla y se tiraba para atrás. "Pero estará bien, ya noqueado y con... eso, podré limpiar sus heridas como corresponde."

"¿Qué quieres decir con eso?"

"¿No te lo dije?", respondió Bell ahora, bajándose de la espalda del vaquero e intentando ponerlo en una posición más cómoda. "Estuve experimentando y logré crear un tónico que ayuda a la regeneración. No es mágico ni inmediato, simplemente es un acelerador de procesos", explicó ella en tono inocente mientras se miraba sus manos con decepción, aún magulladas y llenas de cortadas. Pero al menos estaba 80% cuerda como normalmente lo era y no con una contusión cerebral.

"Sí... ya comprobamos que es seguro..." El capibara iba a explicar más, pero al ver la expresión sombría y muerta de su jefe se quedó en silencio. "¿Pasa algo, profesor Ratigan?", le preguntó en un tono suave.

"¿Ese líquido cura también contusiones?", preguntó intentando volver a su forma más imponente y de criminal de renombre, pese a que dado su estado, no se sentía así.

"¡Comprobado!", asintió la médica mientras se acercaba a él. "Yo... escucha, yo ya no tengo la contusión y fue porque me pinché solamente. Eso quiere decir que podría curarlos a ti y a Basil rápidamente." Ella hizo una pequeña pausa, apartando la mirada y agachando sus orejas. "Pero no quería dárselos porque... se veían demasiado felices, tan lindos que... creí que sería correcto que vivieran tranquilos un tiempo... pido perdón", se disculpó ella de manera honesta, con un tono serio fuera de su tono juguetón e infantil.

Hubo un silencio abrumador, pero el mayor asintió con pesadez. Estaba enojado, confundido, cansado, pero también en parte, entendía la decisión.

"Solo ayúdame a recuperar al verdadero Basil. Yo sé que me quieres ver feliz, pero no puedo serlo si es solo una mentira", dijo un poco molesto mientras apretaba su corona de flores.

"¿E-espera, ya no tienes la contusión o cómo?", preguntó confundida.

"Yo... si te soy honesto... me duele el cerebro...", respondió confundido el mayor.

"Aún está con la contusión...", susurró Caprice mientras miraba a su compañera.

...

El criminal fue administrado una pequeña dosis del suero, y a los pocos minutos volvió a ser el mismo Ratigan de siempre, el señorito impulsos todo es culpa de los demás y no mía.

Y en el momento que cobró su total conciencia, lejos de la confusión y contusión cerebral... empezó a susurrar y chillar en voz baja mientras golpeaba su cabeza viendo su reflejo en la ventana en una de sus típicas reacciones dramáticas.

"¿Qué está haciendo?", susurró Caprice mientras veía a su amiga traer las cosas para suturar su herida, literalmente el rasguño era tan profundo que necesitaba puntos.

"...no sé...", fingió Bell que no podía escuchar los chillidos de rata. El monólogo de la rata era extenso y sumamente repetitivo.

Sus chillidos traducidos decían: "nonononono yo no hice eso, no pude hacer eso, no fue real, yo no hice eso, no voy a regresar a eso, pero se sintió tan bien... pero no, pero sí... es lo último que quiero y aun así se sintió tan bien. Maldita sea, Basil, ¿por qué no podemos simplemente tener algo así?" y así seguía en bucle hasta que se golpeó fuerte en la cabeza.

"Bonnibell, querida...", dijo en voz alta mientras volvía en sí, suspirando y volviendo a su compostura habitual. "Vamos por Basil, tenemos trabajo que hacer. Teniendo en cuenta que está Sineye encerrado en un armario vacío, tener a Basil atontado me preocupa y no puedo matar a Sineye porque seguramente será usado para el caso...", explicó frustrado mientras se frotaba la sien.

"¿Te... importa el caso?", preguntaron ambos lacayos sorprendidos, con el carpincho intentando no llorar porque le estaban literalmente cosiendo la mejilla. "Nah... le importa solo Basil..."

Y después de un silencio abrumador, Ratigan volvió a hablar, diciendo algo que movió a sus dos lacayos. En lugar de pedirle a Bell que lo hiciera, dijo que él lo haría, y los motivos de esta decisión eran simples y complejos a la vez. Era algo que solo era de incumbencia del Napoleón del crimen y el detective, porque ese estado de contusión e ilusión era una condena que les recordaba a ambos cómo todo se había ido al traste y el único culpable aquí era aquel villano que había firmado su condena...

Y así fue, aquella vil y sucia rata de alcantarilla subió las escaleras, se encontró con aquel cascarón vacío e inocente y con solo un pequeño pinchazo, el momento se volvió incómodo para ambos.

---

Los dos estaban en silencio, de nuevo en esa escena idílica y fantasiosa, naif y falsa, donde estaban en un cuarto, solos, rodeados de las flores que representaban a ambos esparcidas en el suelo, hechas corona y una cama de pétalos esparcidos en el suelo, con solo las rosas quedando intactas en su respectivo ramo.

"Así que así serían las cosas...", susurró Basil frustrado mientras se frotaba la cabeza sin poder mirarlo por la vergüenza.

"Aún pueden ser así las cosas", intentó responder Ratigan vacilante, apartándose y haciéndose a un lado cuando el detective se le acercó con el fin de salir de aquel cuarto.

"Jamás volverán a ser así las cosas, solo... hay que aceptarlo y ya...", dijo mientras abría la puerta, pero detenido en el acto por el Napoleón del crimen, quien lo sostuvo de la muñeca, luego aflojando su agarre para pasar a una caricia que iba arrastrándose hasta tomar su mano.

"Yo sé que un 'lo siento' no basta..."

"Oh, ahora te quieres disculpar"

"Quiero más que disculparme, quiero tenerte, quiero amarte, quiero..." intentó explicarse antes de que fuera detenido por el menor, dedicándole una tenue mirada brillante, no muerta, como si hubiera una pequeña esperanza.

"Yo sé lo que quieres, y yo también lo quiero, pero... no creo que estemos en la mejor situación y además..." Basil tomó una pausa. "No quiero estar con un asesino. Una cosa es ese jueguito tonto que teníamos y otra es la muerte misma y lo manchado que estás tú y..." volvió a hacer una pausa, mirando las coronas de flores en el suelo junto a aquel dije roto.

"No es fácil, ya no hay forma de volver y ese es nuestro problema. ¿No te das cuenta? Los dos anhelamos algo que ya no existe. Creí que el aceptarlo era suficiente, pero no, solo nos estamos frenando. Ninguno de los dos va a avanzar si seguimos fingiendo que todo será igual...", terminó por explicar el ratón, agachando las orejas y soltando un suspiro agotado.

No hubo respuesta a eso, ya que era la verdad. Esas lindas escenas de torpeza llena del amor y el coqueteo más puro ya no existían, y tenía sentido, porque fuera de lo malo y todos los errores cometidos, su relación actual se basaba en otra cosa, en la adrenalina, en la competencia, el "yo te sigo, tú me sigues" y tal vez... solo tal vez, a eso deberían apostar.

Ambos escucharon cómo Dawson llegaba y empezaba a regañar tanto al capibara como a la coneja por el estado de la rata blanca.

"¿Sineye está aquí...?" preguntó Basil al aire aún más estresado. "L-luego hablamos de esto..."

"H-hablar, ¿ahora vamos a hablar?", respondió casi que en automático Ratigan, sorprendido por el simple hecho de que alguien tan cerrado en ese sentido le pidiera hablar.

"No quiero hablar, no me gusta la idea, pero..." Basil patinó con sus palabras, estaba tan cansado y agotado a este punto. "Pero no es el momento, no es el lugar..." terminó su respuesta mientras daba una última mirada a las flores regadas en el piso.

Y con ese último diálogo, y sin poder obtener respuesta de Ratigan más allá de una mirada confundida y un gruñido de dolor, bajaron las escaleras en un estado miserable, como todos. El único en pie era Dawson.

Precisamente, este último había vuelto de dar la cara y dar explicaciones por aquí y por allá, y básicamente explicó que por órdenes de la reina, la guardia y la policía iban a escoltar y mantener protegidos a él, a Basil, a Sineye y a Bell, mientras que Ratigan y Caprice, al ser criminales, aún tendrían que ocultarse ya que eran sospechosos.

Básicamente, tendrían que separarse, y en ese momento fue que el Napoleón del Crimen dejó de escuchar, porque ahora que iban a hablar las cosas, ahora que necesitaba tiempo, simplemente se tendrían que alejar y hacer maromas para poder volver a verse. Su mente oscilaba entre querer retenerlo, en negarse y que lo dejaran quedarse una noche más para poder hablar las cosas y luego estaba la idea de que... tal vez, ese tiempo podría usarlo para demostrarle a Basil que sí, seguía siendo el Napoleón del Crimen porque ya era algo parte de él y porque sabía que ambos lo disfrutaban, pero que pese a ser criminal ya no sería un asesino... Aunque claro, jamás se había manchado las manos, siempre había mandado a matar, no matado directamente, pero sus manos seguían manchadas y tocaba limpiarlas si anhelaba volver a sostener en sus manos a la única voz en su vida.

"¡Yo no me voy de aquí! Así que dile a los policías que a mí me dejen en paz," reclamó Bell, sacando de sus pensamientos al criminal debido a que ella lo abrazaba del brazo. "Además, mi trabajo aquí es mantener a este con vida."

Lo había hecho a propósito para sacarlo de sus pensamientos, y vaya que le sirvió, ya que eso le permitió ver a los ojos a Basil, quien mantenía su mirada baja, arrugaba la nariz y sus manos temblaban. Él estaba en su propio infierno personal...

"Ojalá poder consolarte, pero no soy más que un culpable..." pensó Ratigan de manera fugaz, pero siendo cobarde como para decirlo en voz alta e incluso, por impulso, pese al dolor, no pudo evitar soltar una sonrisa tortuosa mientras se despedian.

era un adios... pero un "adios, nos veremos pronto"

...

En otro lugar, aquel murciélago de nombre Nollan se encontraba oculto en la parte alta de una catedral, hablando solo y dando vueltas mientras se comunicaba con los murciélagos salvajes. Irónicamente, él parecía más salvaje que ellos mientras contaba lo que había hecho en el día.

"Y luego dije que este mundo me había hecho mala persona", comentó en una carcajada hasta que hizo un gesto de asco. "Arg... eso fue terrible, no debí decir esa cosa... me siento sucio...", susurró con asco mientras se limpiaba el polvo de su traje.

"¿Por qué dije esa basura? No sé, se me escapó supongo...", siguió hablando solo, escuchando cómo uno de los murciélagos salvajes chillaba en respuesta. "¡Oh, cállate! No creo que puedas hacerlo mejor que yo. Es solo un papel... debo recordarme eso..."

Nollan se puso a caminar, sintiendo vidrios rotos debajo de sus pies. ¡Cierto!, había roto su espejo. Miró hacia abajo y observó a cada uno de sus papeles, cada papel que como espía había tenido que interpretar para acercarse o pasar desapercibido, e incluso vio en los reflejos a varios criminales a los cuales había estudiado durante días, inclusive al mismísimo Padraic Ratigan.

"Sineye es el único fallo en mis planes. Acorde a mis cálculos ya debió haber matado a Basil, pero parece que desvió un poco... Ojalá tener secuaces obedientes que me hagan todo el trabajo como el cobarde que soy. Digo... porque disparar el arma cuando alguien más puede hacerlo, ¿o no? Hehehe."

Rápidamente se dirigió a su pared y tomó los papeles que estaban ahí, reordenándolos y trazando cosas con un hilo rojo mientras decía en un tono serio: "Tengo que hacer un nuevo plan... tiene que ser perfecto, aún faltan tantos por eliminar...oh y que diran mis jefes... cuantos hijos tenian?"

poco a poco Nollan fue hablando solo a otra escala, en un sentido donde empezaba a hablar con otras voces, contestaba sus propias preguntas e incluso hacia manerismos que no eran propios de su apariencia elegante, se movia de un lugar a otros e intentaba exponer a los murciélago con alevosía, pero estos ni con chillidos contestaban y solo se escuchaba el eco de su voz y su risa seca y tortuosa.

aun que en algun punto se distrajo al ver en el fondo una foto de su hija y esposa "ay mi vida...mis dos chicas" susurró con afecto mientras abrazaba la foto y veia de reojo una foto de aquella rata blanca.

"pensar que lo amaba..." susurró con confusión el murcielago "amarlo seria parte de mi papel?, creo que no... no... ya no hay espacio para el amor aquí hihi"

Nollan Ikon ya no existia

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