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Me había costado quedarme dormido, en realidad, no dormí por gusto, había sido obligado por Bonnibell. Según ella, el dormir ayudaba a la regeneración muscular pero... no sé si estos sueños me ayuden a sanar precisamente, y lo confirmé en un segundo.
Estaba soñando, en un escenario totalmente diferente... estaba en una cama, recostado mirando el techo, lo cual no sería raro si no fuera porque no eran las mantas típicas que usaba, sino sábanas y mantas finas de seda, suaves y cómodas. Pese a estar oscuro, podía ver que a mi alrededor estaba lleno de decoraciones reales, un hermoso diseño victoriano clásico con el que había soñado siempre. En mi vida como criminal jamás había logrado tal nivel de opulencia, me habia acercado, pero a este nivel de lujo y detalle era casi que un sueño hecho realidad para cualquiera que soñara con ser un rey, iba mas alla de las riquezas en dinero y gemas, mas alla de la decoración, lo era todo el espacio, hasta el ultimo detalle, era demasiado idilico y eso significa una sola cosa...
Estaba esperando que algo malo pasara, que mi conciencia me diera la peor de las imágenes, y... en parte no me equivoqué.
Me senté en la cama para ver todo mejor a mi alrededor y fue una vista tanto reconfortante como horrorosa, en un sentido doloroso ya que parecía ser como si otra de mis fantasías se cumpliera. Aunque suena bien, me hace pensar en lo diferente que hubieran sido las cosas. Detrás de mí había un ventanal enorme que permitía que la luz de la luna entrase, lo que me permitía ver el espejo frente a mí, un espejo grande con una extensa mesa llena de joyas, monedas y fotos.
En las fotos estaba yo y Basil, eran fotos comunes pero con una diferencia: yo vestía como un rey y lo manipulaba como si un muñeco se tratase, se veía tan manejable y sumiso, como si él no fuera Basil, estaba haciendo cosas con él que se que le incomodarian, que no le gustaban y aun en las fotos se dejaba, eran actos simples, cosas como si fuera una simple muñeca, bailar y moverlo como como una bailarina, como un ser sin alma, aprovechar mi gran tamaño y mi fuerza sobre él, no era un vals suave, era yo manipulando su cuerpo a mi antojo.
Miré de reojo a mi costado y, en efecto, estaba "Basil" durmiendo plácidamente con sus ojos cerrados y con una expresión suave.
Rápidamente me levanté horrorizado de la cama y simplemente salí al balcón. Sentía el frío en mi pelaje, la respiración entrecortada y un dolor horrible en el pecho, se sentia horrible por el simple hecho de que no bastaba matarlo de manera fisica, si no tambien matarlo de una manera que me mi convenia, era matar todo aquello que lo hacia alejarse de mi, sus valores, los valores que habian forgado toda su vida...
"Esta es otra de tus fantasías, ¿no? La fantasía donde Basil se une a ti, donde solo son ustedes dos, donde él te ama y solo te pertenece a ti," dijo esa voz en tono de burla.
"¡Solo cállate! Yo sé lo que quiero y no es esto," grité frustrado al cielo estrellado, sabiendo que la voz salía desde arriba. La luna estaba llena y parecía ser solo otro elemento con el cual atormentarme, como una mirada fija que se clavaba en mi y que me juzgaba, era brillante y hermosa pero simbolizaba mi horrible tormento de la peor forma posible
"¿Y qué es lo que quieres, Rey Ratigan?" Preguntó aquella voz mientras sentía que mis piernas ya no podían con mi cuerpo, me aferré al barandal y, en ese momento, pude sentir unas pequeñas manos abrazarme desde la parte superior de la cadera.
"Rey Ratigan, ¿estás bien, amor?" Preguntó la voz débil de aquel que no era mi Basil, sonaba genuinamente preocupado, como cuando yo solo era un joven estudiante y él me decía que me calmara. Una parte de mí tenía el instinto de atacarlo, de tomarlo del cuello, sacar las garras y alejarlo, pero también tenía un profundo miedo de lastimarlo, de que se cumpliera otra de mis fantasias.
Todas mis fantasías de muerte ya no estaban y solo quedaba miedo y una extraña necesidad de cariño...
Matar a Basil era perderlo todo, era matar una parte de mí, y ahora que lo entendía, era tan tarde. No había frenos, no había un tope con el cual parar. Disfrutaba de ser malo, de robar y regocijarme en la desgracia ajena. Hoy cometí un robo junto a una amiga y se sintió deliciosamente bien, como gloria pura el imponerme y decir "yo mando aqui", pero la idea de matar... la simple idea de matar ahora me hace pensar en ese sonido del crujir de los huesos.
"¿E-Está todo bien?" Me preguntó nuevamente aquel falso Basil, y pese a tener el impulso de atacarlo, ya que no era real, en su lugar... solo pude darme la vuelta y abrazarlo con desesperación mientras me aferraba a él, a su pequeño cuerpo, que aunque fuera falso y doloroso de tener entre mis manos... era lo único que podía sostenerme, lo único que podía sasear mi necesidad de tener un poco de su calor.
...
Hace tanto que no sentía su cuerpo contra el mio, el presionar y sentir su calidez, el escuchar esos suaves gemidos clamar mi nombre y pedir mas, sentir sus labios sobre los míos mostrandome adoración y en general... sentir ese amor de la forma más salvaje, placentera y... erótica posible. Pero, pese a todo, yo seguía sufriendo. Sufría porque todo esto no era real y sabía que jamás lo volvería a ser.
Esa sensación de placer y dolor me hacía recordar cuando intentaba salir con una de las "mujerzuelas" que tenía entre tantos de mis cabarets, todas ellas hermosas y buenas en "ese" sentido. Era placer puro pero también era totalmente vacío. Se sentía... como cuando uno es alérgico a una comida que le gusta. Da placer comer algo así pero el costo es un dolor que, dependiendo de la situación, puede valer la pena o simplemente ser una experiencia desagradable. Jamás me reprimí en ese sentido. Bueno, siempre he sido dominado por mis propios impulsos, eso no es una sorpresa.
En algun momento ya no podia ver sus ojos muertos, hubo un punto en el que no podia soportar que fuera tan sumiso y obediente ante mi, que no tuviera nada mas que decir que mi nombre, aun que en realidad... no era mi nombre del todo, de cualquier forma, pese a estar harto aun estaba tan hambriento de recuperer ese calor, ese amor, tan hambriento estaba que no me detuve, al contrario, simplemente lo tome entre mis manos y lo di vuelta sobre la cama para que me diera la espalda.
"A-Ah Rey Ratigan~" gimoteó con su pequeña y falsa voz mientras ponia su cabeza sobre las sabanas y tiraba levemente de ellas mientras yo mantenia mis manos fijas en sus caderas.
Como odiaba ese apodo... ya no queria escucharlo, solo me llamaba de esa forma y simpmemente ya no queria, cuando preguntaba porque todo lo que me podia contestar entre gemidos y jadeos era un torpe "es que tu eres el rey"
...Definitivamente esto no es lo que quiero... no de esta forma... no asi, no con una muñeca que solo era carne y estaba carente de identidad...
...
Una vez terminamos, él dormía suavemente sobre mi pecho con una expresión plácida. Yo no podía ni pegar ojo, estaba tan... frustrado, porque todo lo que quería era que esa fantasía de querer tenerlo conmigo fuera... una realidad, obvio no asi pero...
Me encontraba mirando las fotos puestas en el espejo. Si las veías con detalle, cada una de ellas era más mundana que la anterior, en parte rodeadas de decoraciones en el marco con un patrón de crisantemos y tulipanes que en vez de blancos sabía que eran los tulipanes manchados con sangre.
"Y bien, ¿es esto lo que deseas?" Preguntó la voz desde el techo. Simplemente me limité a mirar hacia arriba y responder en un susurro.
"Sí, una parte de mí lo desea."
"...¿Qué?" Parece que lo tomé por sorpresa.
"Una parte de mí lo desea, pero no significa que lo quiera hacer de verdad... quiero que sea mío, poseerlo y tenerlo para mí, no permitirle nunca que me deje solo, el deseo de matarlo y castigarlo por mi desgracia, todo eso... lo deseo y aun así no lo quiero, no si significa tener que causar sufrimiento a él y a mí de esta forma..."
"¿No niegas tus deseos oscuros?"
"Negarlos implicaría ocultarlos bajo una alfombra y un día explotar, y ya hice eso una vez," expliqué frustrado.
"¿Vas a dejar de ser un criminal entonces?"
"Nah, quiero ver este mundo arder bajo mi mandato, pero no quiero... lastimar a Basil, al menos, no de una manera tan vulgar.
Todo lo que quiero es esa relación de competencia, el pelear en un sentido de... sentir la emoción y la adrenalina de perseguirnos mutuamente."
Sí... eso es lo que quiero, la dualidad de la adrenalina y la oxitocina...
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La noche estaba tranquila, la taberna acababa de cerrar y ambos dueños se encontraban limpiando un poco el lugar, barriendo y asegurándose de que todo estuviera en su lugar. En general, era una taberna tranquila que no sufría de muchos problemas. Los hombres venían a ver el show, tomaban y se iban. Lo único que molestaba era tirar a los borrachos a la pila de borrachos del callejón.
Bell se encontraba tirando a uno de los borrachos al callejón mientras bostezaba cuando escuchó las escaleras moverse. Se asomó a mirar y, en efecto, el Napoleón del crimen había despertado a una hora que no era normal.
"¡Alto ahí!" le gritó ella, soltando al borracho y corriendo para alcanzarlo y detenerlo de seguir bajando las escaleras. Se paró frente a él y extendió los brazos como si fuera una muralla. "Debes descansar-"
"Si no, la recuperación tardará más..." terminó la frase el criminal mientras la miraba.
"Y si sabes entonces por qué..." ella iba a preguntar, pero al mirarlo a los ojos supo que había algo mal. "No es la anestesia ni la medicina, ¿cierto?" Preguntó ella apartándose y dejándolo pasar. Este solo iba a la cocina casi como en piloto automático.
Al no haber respuesta, ella fue a buscar a su compañero para hablar de la situación. El capibara se encontraba ordenando las mesas.
"Pst... Caprice," se acercó ella, contándole la situación a susurros como un secreto.
"Ya veo..." escuchó atento. "Sí... debe ser algo grave, no habló dormido cuando le apliqué la medicina, su pulso y respiración eran bajos."
"¡Yo debería decir eso!" Chilló ella antes de detenerse para bostezar.
"Bell, ve a dormir, yo me encargo de esta situación, tú duerme," le dijo el capibara de manera tranquila y cambiaba de tema mientras se dirigía a la cocina viendo la deprimente vista.
Ratigan se encontraba mirando la ventana, las últimas gotas de lluvia de una tormenta que parecía atormentar y limpiar sus culpas. Estaba concentrado mirando su reflejo, volvía a sentirse como si no fuera él mismo. No había ido al baño a verse debido a que, por alguna extraña razón, deseaba la compañía de alguien pero no quería pedirla explícitamente.
Aunque en algún punto se dio la vuelta confundido al ver en el reflejo cómo el capibara se colocaba su abrigo y le ofrecía el que había robado.
"La noche a esta hora es muy tranquila y no hay nadie en las calles, Profesor Ratigan, ¿qué tal si salimos un rato a caminar? No tiene que decirme nada si no quiere, tampoco voy a preguntar..." empezó a hablar Caprice en un tono normal y tranquilo, manteniendo su distancia mientras Ratigan lo miraba de manera vacilante sin decir palabra alguna.
"Pero es mejor hacer algo que quedarse mirando toda la noche la ventana y hundirse en su miseria," terminó de decir el capibara mientras veía que su jefe tomaba el abrigo de forma brusca y asentía con la cabeza.
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Creí que iba a tener otro sueño donde retomaría esas escenas que me hacían tan feliz, pero en su lugar, de nuevo estaba en mi departamento con ese frío gélido y la chimenea encendida con la foto de Ratigan y mi violín hechos totalmente polvo, con la diferencia de que ahora había pequeños insectos alrededor y el suelo estaba lleno de pétalos de crisantemo. Me hice hacia atrás horrorizado para simplemente caer sobre ellos.
Iba a levantarme, pero no pude. Me quedé paralizado donde estaba dado que escuché la voz del falso Ratigan desde mi sillón. Estaba sentado, al parecer, esperándome.
"Entonces... ¿está todo perdonado?" Preguntó el Ratigan de ceniza mientras me miraba como si me estuviera enjuiciando.
"¿Qué quieres decir con eso?" Pregunté intentando levantarme, pero el frío era aún peor y se hacía doloroso incluso.
"¿Acabas de perdonar a un asesino?" Preguntó él mientras se levantaba sobre mí, usando su fantasmal figura para hacerse más grande e intimidante.
"N-no he perdonado nada ni a nadie," grité con desesperación sabiendo lo que se vendría, ese horrible castigo donde me hacía morir de frío para tomarme en sus cálidos brazos y luego volver a lanzarme al frío, una y otra vez.
"Entonces, ¿por qué fantaseas con él?" Se acercó molesto a mí, chocando su nariz con la mía haciéndome jadear y pegarme más al suelo por la sorpresa. "Oh, ya entiendo... no estás pensando en el Ratigan que yo conozco, ese criminal de pacotilla con las manos bañadas en sangre. Solo piensas en ese instinto animal tuyo, jeh, y yo que creí que los ratones eran civilizados..."
"E-eso no es cierto. Yo... yo solo estuve pensando en el pasado," confesé avergonzado, porque sabía que en parte era verdad y en parte mentira. Porque me concentraba en esos recuerdos para renegar la realidad, porque me hace preguntar lo diferente que serían las cosas de haberme quedado... tal vez, no hubiera llegado a ese extremo.
Vi cómo aquella figura volvía a desaparecer y aparecer sentado en mi sillón, sosteniendo un libro, uno que yo sabía perfectamente cuál era.
"N-no, ¡espera!" Grité levantándome a duras penas y acercándome para quitárselo de las manos, pero me detuvo algo, como si mis pies estuvieran amarrados al suelo, y lo estaban. Los crisantemos se habían enredado en mis tobillos lo que me hizo caer otra vez. El dolor del choque contra el piso y mis costillas era real, pero no pude despertar.
"Veamos qué es lo que tienes en tu defensa... pareces ser más honesto contigo en papel que con tu propia conciencia..." expresó con molestia mientras abría el libro. "Oh, este es mi favorito..."
"No, por favor..." intenté decir nervioso mientras intentaba no congelarme. Había escrito esas cartas hace mucho, antes de ser detective, antes de que pudiera tener la cabeza en otro lado que no fuera hundida únicamente en mi dolor. Originalmente iba a quemarlas, pero... eran una parte de mí, una que aún dolía y que no me podía deshacer.
"Déjate abrazar por los crisantemos mientras decido leer mi favorito, pero antes..." escuché cómo chasqueaba los dedos y toda la habitación se oscurecía y toda la luz venía de la chimenea y de pequeñas llamaradas verdes alrededor como pequeñas velas.
Cerré los ojos e intenté no escuchar, prestar atención a otra cosa, al frío, al dolor en el pecho, el dolor del tobillo, ¡lo que sea! Pero al escuchar la primera frase-
"Profesor Ratigan..." y ahí empezó a leer, no se saltó ningún detalle y al contrario, parecía poner énfasis en cada uno de ellos. "Lo admito, te amé... Todas las noches, tengo pensamientos terribles de pensar que tú eras el indicado... Y cambiarás y te convertirás en el buen hombre que pensé, pero no sirve de nada, no soy más que un tonto y un romántico empedernido, simplemente no puedo sacar estos pensamientos de mi cabeza. ¿Cambiará? Lo he pensado mil veces, un millón de veces, pero no, seguirá siendo vil y cruel. Mis sueños de que estemos juntos no son más que eso, un sueño tonto."
Agaché la cabeza frustrado y decepcionado porque me había dejado comer la cabeza nuevamente por las fantasías de un Ratigan que no fuera una mala persona, que genuinamente me amara y que genuinamente pudiera tener una vida tranquila junto a mí. Jamás lloré por él, pero de que sufrí... oh Dios que lo hice... era algo hermoso, algo divino, lleno de felicidad y de buenos momentos. Por muy tarde comprendí que nunca debí amarte...
"Veamos, te sientes culpable por no quedarte, te sientes culpable de amar a alguien como él y te ahogas en el pasado. ¿Qué hubiera pasado si nunca lo hubieras descubierto? ¿Qué hubiera pasado si no lo hubieras seguido a su casa ese día? No te hubieras enterado de sus actos y tal vez seguirías en los brazos de un asesino, con sus manos manchando tu cuerpo con la sangre de inocentes..."
¿Por qué? ¿Por qué estaba siendo cada vez más agresivo conmigo? ¿Esto es un castigo por fantasear? ¿Por dejarme llevar por todo lo bello que tuvimos? Estoy harto, estoy cansado, ¡no quiero más de esto!
"¡Así es! Me siento como una basura por haberlo dejado solo y por creer que podría hacerlo cambiar" grité mirándolo directamente, ya completamente enojado porque ya no quería sentirme de esta manera. "Pero adivina qué, tenía el derecho de irme, ¡así que no tengo la culpa de nada! ¡Él eligió esta vida, pude haberme quedado pero ya no lo hice!"
Me miró expectante desde mi sillón en completa pausa.
"Y sí, mi alma está pensando en eso que pudo ser, porque negar que algún día lo amé es ilógico. ¡No puedo negar mi pasado, no puedo negar que lo amo, no puedo borrar su recuerdo y no se me debería juzgar si solo son pensamientos! ¡No he hecho más que intentar atraparlo! Porque si me dejara llevar por mis deseos y fantasías, ¡me hubiera unido a él! Si mi único crimen ha sido amar, pues que se me condene por eso, pero que quede claro que yo no tengo la culpa de ninguna acción," terminé de decir, con la voz rota mientras me sentía más liviano, como si el decir que no era mi culpa me hiciera sentir mejor en parte.
Vi cómo se acercaba a mí mientras aún me encontraba pegado al suelo, enredado entre crisantemos. Se agachó a mi altura con una leve sonrisa y con un tono tranquilo y burlón.
"Eso es lo que quería escuchar de tu boca, el aceptar la culpa y al mismo tiempo, saber que no la tenías. Tu único crimen es amar a un asesino, pero como dices, a nadie se le puede incriminar por fantasear, más cuando no has hecho nada. Me alegro que lo entendieras."
Me quedé en blanco sintiéndome más alterado y molesto.
"¿Hiciste todo esto solo para enseñarme una mísera lección?"
"Oh, y eso que mi plan original era peor... fui misericordioso por esta vez," me dijo de forma sombría antes de volver a chocar su nariz con la mía y sonreír. "Aún hay tanto para reparar, pero vamos avanzando. Toma un premio." Lo último que sentí fueron sus cálidos y falsos labios sobre los míos.
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Ya era de mañana, la taberna estaba calmada hasta que la puerta del cuarto de Dawson y Basil fue abierta de una patada por la dueña de la taberna.
"¡DÍA DE LAVANDERÍA! ¡TENEMOS UNA MISIÓN IMPORTANTE Y NI MODO VAMOS A IR SUCIOS Y... ¿por qué Basil está en el suelo...?" Preguntó ella preocupada mientras miraba a ambos ratones levantarse a duras penas.
El ratón de baja estatura sostuvo su pecho unos segundos debido al susto antes de notar cómo su compañero se encontraba tirado en el piso, enredado entre las sábanas.
"Otro con problemas de sueño, venga, ayúdame a levantarlo," le dijo Bell a Dawson antes de que ambos se espantaran al ver a Basil levantarse de golpe, completamente angustiado y tosiendo polvo.
"¿Q-qué?, ¿c-cuándo!?" Gritó él confundido e intentando ponerse de pie.
"Yo... em... luego lavo las ropas de ustedes..." desapareció ella un poco desconcertada, yéndose a buscar a los demás creyendo que sería una situación más tranquila, pero al buscar entre los cuartos de Caprice y Ratigan tampoco estaban.
"¡Dannazione! ¡Fanculo i morti, non posso avere una mattinata normale!?" Maldijo ella mientras bajaba las escaleras para buscar a los demás y, en efecto, los encontró. Tanto Ratigan como Caprice se encontraban durmiendo placidamente en el sillón de la sala. "Oh, ahí están. Ya no maldigo a nadie hehe... espera, ¿q-qué pasó anoche?"
...
Llegó el momento del desayuno y, por ende, el repaso del papel de cada personaje en el grupo, o así sería si no fuera porque parecía haber un silencio cuasi funerario por parte del que había planeado todo.
Basil miraba hacia abajo y fingía estar analizando algo, su mirada era sombría y apagada, con apenas un leve brillo de esa chispeza detectivesca, como si todo su avance volviera a apagarse. Y al que más le dolía ver esa mirada muerta era el Napoleón del crimen frente a él, quien no quería ver de nuevo esa mirada muerta de cascarón vacío, como de una simple muñeca...
"Basil..." le llamó la atención el Napoleón del crimen buscando que levantara la mirada, como si desesperadamente quisiera que lo mirara, que le confirmara que era el Basil que tanto había amado y dueño de sus mejores y peores fantasías.
"Solo dame un segundo..." se excusó aún con la cabeza gacha, mirando sus notas e intentando esquivar cualquier contacto, porque pese a admitir su culpa, también era aceptar ese sentimiento de necesidad de cariño, aún estaba sensible en ese sentido, estaba... conflictuado nuevamente. Su único consuelo era de que en realidad, Ratigan jamás lo había dejado de amar. Si tan solo no fuera un criminal... "bien, repasemos entonces el plan," dijo por fin sin levantar la vista.
El detective empezó a repasar lo que se haría y, pese a hablar en general y haber cinco personas presentes en la habitación, la atmósfera se sentía como si el espacio se cerrara sobre los dos, porque solo ellos dos sabían qué había detrás de esa historia de persecución mutua. Porque el odio y el amor son dos caras de la misma moneda, se necesitaban mutuamente. Y aunque era fácil decirlo y relatarlo, el paso de todos esos sentimientos no era algo que pudieran soltar simplemente de un solo tirón y sus conciencias lo sabían a la perfección.
Ratigan, el Napoleón del crimen, aquel rey que se había manchado las manos indirectamente y había construido un castillo a base de rabia, odio y desesperación pura.
Y Basil, aquel detective que se encontraba con su cuerpo enredado y manchado por un pasado que se sentía tan cálido y quemador, todo escondido bajo la alfombra, bajo ese papel de caballero blanco.
"Adelántense ustedes, yo me encargo de estos," les susurró Caprice a Dawson y Bell con cierta confianza y serenidad perpetua en su voz.
"¿Qué es lo que harás exactamente?" Le interrogó el ratón de baja estatura.
"Solo espera..." empujó a ambos lejos de la cocina y se quedó sentado entre la rata y el ratón. "Bien, entonces luego de derrotar a Sineye, ¿qué harán?" Preguntó el capibara en un tono tranquilo.
¿Qué harían después...? ¿Volver al mismo juego de siempre?
"Pensaba en que podríamos tener un pequeño festejo aquí mismo y, si es necesario, podrían quedarse todo el tiempo que necesiten antes de volver a la normalidad. Sé que sería muy de golpe. Además, necesitan un descanso, ¿no?"
"Sí..." respondieron apenas los dos, por fin topándose levemente con la mirada contraria.
"Además... me parece que tienen cosas que resolver entre ustedes, pero bueno, viendo que Bell les tenía un regalo, yo no quería quedarme atrás. Se los doy en la celebración, espero que les gusten las flores," susurró con tranquilidad, sabiendo que estaba un paso por delante. Estos dos eran tan transparentes y al mismo tiempo tan enigmáticos. Ya empezaba a recordar por qué disfrutaba leer sobre ellos.
"Ahora, ánimo, ustedes dos. Se nos viene una larga jornada. ¿Por qué la cara larga? ¿No tengo frente a mí al mejor detective de todos Londres y a la mayor mente criminal? Esto no es nada para ustedes. ¿Cuánto ha pasado? ¿Unos... 3 o 4 días desde que Sineye apareció? Si me lo permiten decir, ambos lo están haciendo excelente," le terminó por decir Caprice mientras abría la puerta para ellos. "Jamás vi almas tan determinadas. Fue un gusto trabajar a su lado, caballeros."
Ambos, el mejor detective de todos Londres y la mayor mente criminal, se miraron pensativos. ¿Qué harían después de esto? Simplemente hablar las cosas. Ya lo sabrían... aunque hay que destacar que antes de que Basil saliera Ratigan le tiró del brazo de manera rápida, tirando de él en un abrazo corto pero lleno de emoción, pero también de un profundo miedo y desesperación.
El detective no dijo nada y al contrario, solo respondió devolviéndole el abrazo. Porque los dos en el fondo sabían que el otro no había tenido precisamente la mejor de las noches. Se conocían lo suficiente para saber lo que esa mirada opaca y putrefacta significaba. Y entre el abrazo, en medio de ese silencio que compartían, se comunicaban sin palabras, dejando que la conexión que siempre había estado entre ellos hablara por sí misma.
...
El día era frío y completamente nublado, el clima clásico e ideal de Londres, si no fuera porque el aura del funeral, del supuesto impoluto y bien encaminado jefe de la guardia real, siempre había sido un símbolo de bien y respeto. Pero en el fondo, se había dejado llevar por su avaricia y había mal usado ciertos fondos y donaciones de su gente aprovechando su estatus.
La ciudad de los ratones estaba cohibida y deprimida. Todos recordaban a aquel hombre como un buen hombre. Basil, en vez de anunciar con bombos y platillos que sabía quién era en realidad, solo se quedó callado. A este punto, pelear contra esa imagen sería inútil. Ya no estaba esa figura, y aunque estuviera mal, su moral estaba tan rota ese día que simplemente tampoco tenía las fuerzas para hablar. En su lugar, se quedó entre la multitud, observando con sus dos compañeros y esperando la señal, aunque le resultaba incómodo que Caprice estuviera escondiéndose detrás de sus espaldas y debajo de su abrigo.
"¿Qué te pasa?"
"No me llevo bien con los guardias reales..." susurró el capibara aterrorizado, intentando esconderse mientras veía pasar a un guardia saludando a Basil.
Mientras tanto, Ratigan y Bell se encontraban junto a Sineye sobre un árbol, observando todo desde las alturas. El pastor de la iglesia, un pequeño topo nariz de estrella, estaba dando el pésame tranquilamente, y en general todo estaba en calma, aunque en parte no del todo.
La coneja se sentía ahogada por el aura tan pesada que emanaban ambas ratas. Ratigan apretaba los puños y mantenía la nariz arrugada, pero se mantenía en silencio, como si algo lo estuviera molestando profundamente, como si no quisiera estar allí. Por otro lado, el extranjero estaba leyendo unos papeles mientras los apretaba y movía su cola como un frenético látigo, pero sin hacerlo sonar. Bell no lo sabía, pero aquella rata blanca estaba leyendo las notas que había robado de Basil y se estaba empezando a cuestionar cosas...
En algún momento, aquella rata blanca dobló las notas y las guardó para así poder poner en marcha el plan. Iba a decirle a Ratigan que hiciera de carnada, pero antes de que pudieran iniciar, se escuchó una gran explosión.
"N-no fuiste tú, ¿cierto?" preguntó la coneja, cubriéndose las orejas mientras todos comenzaban a gritar en pánico. Mientras Ratigan miraba rápidamente a su amado, este intentaba calmar a la gente junto a los guardias y la policía.
"No, ese no fui yo... " soltó un gruñido molesto mientras miraba a la distancia "Otro día me encargaré de Basil..." dijo tajante el extranjero, mientras simplemente silbaba para llamar a su animal equino de compañía.
"Espera, ¿estás renunciando a tu plan?" preguntó confundido Ratigan.
"Solo quiero tomar una vida, no matar a todo Londres..." respondió rápidamente. "Ustedes hagan lo que quieran, yo iré a ver qué es esa explosión", dijo de forma seria mientras saltaba del árbol al lomo de su pony.
"Vaqueros, supongo, ¿verdad...?" comentó Bell, confundida, mientras miraba a su jefe, que tenía la mirada en blanco y divagaba entre mirar a Basil y mirar la explosión. Su moral estaba tan podrida y golpeada en ese momento que ya no sabía qué posición tomar.
"¡Eh, Basil va en dirección hacia allá! ¿Es ese un caballo? ¿Acaso es de roedores robar caballos? ¡Yo también quiero uno!" dijo ella deprimida de manera infantil, claramente alzando la voz para sacar a su contrario del trance.
"¡Qué el qué!?" gritó Ratigan, mirando en esa dirección, y en efecto, su amado había hecho tal hazaña. Parecía que su sentido de la justicia lo hacía más eficiente que los policías. Eso le gustaba de él...
"Oye, oye, ¡ya camina, no nos podemos quedar atrás!" le chasqueó los dedos la coneja, intentando que Ratigan volviera a salir de sus pensamientos.
...
El banco central de los ratones tenía una gran apertura en la pared del salón. Los pocos ratones que se encontraban allí ya habían escapado, y al llegar, Basil solo encontró todo hecho trizas y completamente oscuro, con aún pedazos de muro cayéndose y desprendiéndose de la pared.
El detective se había presentado solo en esa ocasión. Aunque tendía a llevar consigo a Dawson a rastras en cada caso, en esta ocasión le pidió que se quedara junto a los policías y los guardias para calmar y guiar a la gente mientras llegaban refuerzos. Él se había movido meramente por ese instinto, pero aún con un plan, uno a medias, pero un plan al fin y al cabo. Tenía fe en sus habilidades, por lo que el miedo era lo único que le faltaba.
Escuchó sonidos que venían desde la bóveda. Iba a acercarse, pero de la nada una fuerza imparable se lanzó sobre él. Aquella rata blanca se había escondido entre los escombros y, en vez de matarlo como tanto se esperaba, simplemente lo obligó a esconderse junto a él en una parte oscura y llena de escombros.
Aquel criminal le cubrió la boca con una de sus manos y con señas le indicó que se quedara callado.
"¿Qué pasa? ¿Ahora no quieres matarme?" susurró con desconfianza el detective, sorprendiéndose un poco al ver cómo la rata blanca simplemente arrugaba la nariz y sus bigotes se alteraban.
"Aun quiero matarte, pero si yo no causo explosiones es porque es alguien peor..." confesó el vaquero, incapaz de mentir mientras intentaba bajar la voz y no explotar en cólera por su confusión moral, porque si Basil fuera un actor, no se hubiera tomado la molestia de venir hasta aquí...
En la bóveda se escuchaba movimiento, pero no aparecía nadie aún. Solo quedaba ver una manera de acercarse de manera silenciosa. Ambos empezaron a analizar de manera casi continua y como si la justicia les diera el poder cósmico de sacarse planes de escape de la nada siguiendo principios matemáticos y de física que nadie entendería.
"Hay una viga colgando en la entrada, podríamos esperar el momento justo con un disparo rápido para disparar en la base y así-" empezó a explicar Basil, vacilante.
"Que esta caiga y quede empalado al cruzar, con un revolver no es posible al menos que el disparo sea en un milisegundo antes de que lo cruce, lo que le da tiempo a la viga para asegurar su caída" completó Sineye mirando el techo y sus alrededores. "Pero nadie nos asegura que saldrá caminando..."
"No, pero si la viga no lo atraviesa, aún tenemos una opción: los escombros en la entrada podrían bloquear su salida. Las columnas de mármol están a punto de caer en diagonal."
"Dado la ruptura en su base, solo se necesitaría deshabilitarlas un poco para dejarlas caer, ya sea con un disparo o algo con que golpearlas."
"Y así, si la viga no funciona, le bloqueamos la entrada. No podrá escapar y sería un dos contra uno, así la policía podrá llevárselo", dijeron al unísono mientras se miraban y al mismo tiempo apartaban la mirada, incómodos.
Ambos escucharon pasos, pero no venían de la bóveda, sino de afuera. Algo se acercaba, pero no era un enemigo; al contrario, era Ratigan con una pequeña coneja a sus espaldas.
"Oh dios, parece que llegamos tarde", comentó ella en un susurro hasta que un pequeño pedazo de escombro le cayó en la cabeza.
"Ratigan, ¿qué haces aquí...?" susurró Basil mientras se acercaba a él, dejando atrás al vaquero.
"Vine a echar una mano", respondió cortante, como si aún estuviera pensando en lo que había soñado y en la conversación que había tenido con Caprice por la noche. Todo lo que deseaba era acabar con todo esto y volver a tener a su Basil y su imperio del mal, todo lo que tenía antes, sin deseos más allá de eso... Pero volver a su realidad era difícil cuando tienes ciertos sueños y cuando ya se han hablado ciertas cosas... "Sineye podría matarte, quería asegurarme de que eso no pasara..."
"P-pero tú no puedes pelear, sigues herido y..."
"En realidad, sigue herido, pero... además de anestesia, me aseguré de que todo estuviera en su lugar y... bueno, ahora sí que puedo pelear. No entraré en detalles, pero... estuve haciendo medicina", anunció Bell en un canturreo juguetón hasta que se dio cuenta de la mirada confundida de Sineye.
La rata blanca iba a preguntar, pero en ese momento los cuatro escucharon cómo los sonidos en la bóveda se apagaban, lo que los alertó y los hizo ponerse en posición de alerta para efectuar el plan para capturar al intruso. Pero este no salió ni caminando ni corriendo, sino que apareció en el vestíbulo una figura ennegrecida volando a alta velocidad, pero parando en seco antes de llegar debajo de la viga.
Era un murciélago de tamaño mediano, un murciélago de la fruta de apariencia elegante con una mirada fría y seria, cargando consigo un gran saco de dinero y una carpeta de archivos.
"Basil... tú... tú deberías estar muerto", gritó frustrado el murciélago mientras se elevaba hacia el techo para esconderse en las sombras.
El mencionado iba a responder, pero se distrajo al ver cómo la rata blanca a su lado simplemente chilló de felicidad.
"Nollan, amor mío, ¡ahí estás!" gritó feliz Sineye, pero la sonrisa se le borró del rostro al percibir con su olfato olor a pólvora, lo que los otros escucharon como cuando alguien tiraba del gatillo de un arma de fuego. Y en realidad, eso era lo que estaba sucediendo, ya que una lluvia de bala caía desde el techo con rapidez, golpeando las columnas y bloqueando la entrada.
Obviamente, todo lo que pudieron hacer fue cubrirse de las balas entre los escombros, como si fuera un pequeño campo de guerra, ocultos y protegidos por una fina capa de mármol y cemento.
Obviamente todo lo que pideron hacer fue cubrirse de las balas entre los escombros y como si un pequeño campo de guerra se tratase, ocultos y protegido por una fina capa de marmol y cemento.
Basil iba a sacar su revolver y disparar pero rapidamente Sineye se lo impidió tomandole de la muñeca.
"Dejame hablar con él, yo lo distraigo, ustedes busquen como salir" le pidió el extranjero mientras saltaba la barra de escombros y las balas se detenian con su precencia.
"Quitate de enmedio!" Le exigió el murcielago mientras empezaban a discutir levemente.
"Ninguno de ustedes se atreva a pelear ahora, si quedan como colador no los puedo revivir" dijo la coneja detras de los escombros mientras tiraba de las camisas de Ratigan y Basil.
"Hay que esperar que se le terminen las balas..." susurró Ratigan por lo bajo frustradomientras se sentaba. "Sineye no te hizo nada o si?"
"No... al contrario, habiamos planeado una forma de atrapar a quien sea que estuvuera ahi, pero parece que lo que decia Dawson era cierto, no es un tan mal tipo..." tambien expresó frustrado el detective mientras tambien tomaba asiento.
En algun punto la discución pacifica se volvió mas personal, se escuchaban los caquetes de bala caer de vez en cuando y aun que los 3 intentaban no prestarle atención en algun punto se puso personal la conversación y les recordaba a algo...
"Se supone que hariamos estos juntos!" Gritó la rata blanca frustrada mientras esquivaba las balas que venian del cielo, moviendose de un lado a otro usando su rapidez y su habilidad de ir a cuatro patas.
"¿Nosotros...?, ¿¡nosotros!?, ¿nosotros que cosa?, ¡no me hagas reir!" Soltó una carcajada aguda y chirriante, desquisiada incluso "Me cansé de quedarme esperando que simplemente la gente fuera buena persona, tu me enseñaste que aveces hay que tomar la justicia por mano propia..." respondió el murcielago mientras usaba sus alas para moverse por el techo a gran velocidad "voy a llenar las calles de londres de sangre, me ayudes o no!"
"Una cosa son los corruptos, pero robar a los inocentes no es justicia, y no puedes matar a todos porque si!"
"¡Mirame hacerlo!" En el techo se empezó a escuchar a como el sonido de un pequeño pitido y sonidos mecanicos. "Me cansé de ser buena persona Sineye, hoy, voy a demostrarle a todos esos ratones lo que querian ver..."
Ratigan fue el primero en notar que en la oscuridad del techo se apreciaba un dispositivo.
"Tu no eres asi, por favor amor mio!, se supone que no eres mala persona..." se escuchaba como la voz del extranjero iba rompiendose poco a poco.
"Yo no soy mala persona...este mundo... ¡este mundo me hizo mala persona!" Gritó Nollan provocando que el eco retumbara en las parades mientras activaba el dispositivo, su gran escape.
El napoleon del crimen reaccionó ante esa frase, al menos unos segundos, sintió como una apuñalada en el pecho, como si algo rezonara dentro de si por solo escucharla y no fue el unico, para Basil esa frase se sentia tan familiar... le recordaba perfectamente a alguien.
El techo del banco central explotó provocando la huida de aquel murcielago y dejando todo el caos atras, unicamente con el sonido de los escombros estrellandose y el eco de la polvora haciendose presente mientras se levantaba una nube oscura de polvora, polvo y demas restros que solo causaban que el caos y el dia gris fuera mas deprimente de lo que de por si era, no solo por el clasico clima sombrio de londres, si no por los sentimientos a flor de piel que habian estado en tensión todo este tiempo.
Y luego, todo siemplemente se volvió oscuridad.
...
Ratigan fue el último en despertar. Estaba de nuevo en su cuarto improvisado en aquella taberna, lleno de vendas, especialmente en la zona de la espalda, y tenía un parche en medio de la frente. Se sentía más magullado y sacudido de lo que ya estaba por sí mismo. Estaba feliz de estar anestesiado, pero rápidamente volvió a preocuparse. Empezó a recordar cómo había llegado hasta allí y solo podía recordar una pequeña seguidilla de imágenes difusas.
El techo cayendo, él agarrando a Basil mientras intentaba buscar una salida, corriendo hacia una salida en la pared y luego... viendo un pedazo de escombro caer sobre sí.
Rápidamente salió del cuarto alterado, siendo detenido en el pasillo por Caprice.
"Calma, todo está bien, solo... no te muevas brusco, Dawson dijo que era un milagro médico que no tuvieras el cráneo hecho trizas", lo detuvo el capibara a solo centímetros de su puerta. "Eres el último en despertar, de hecho, y si te lo preguntas, Basil y Bell están bien. Ahora, respira un poco, eres el más lastimado y necesitas recuperarte, apenas y las marcas de pinchazos han sanado..."
Ratigan respiró hondo y luego se concentró en la única cosa que le interesaba.
"¿Dónde está él?" Preguntó exageradamente, cogiendo al capibara de los brazos y sacudiéndolo con insistencia.
"Está abajo... comiendo..." dijo a duras penas Caprice.
"Bien, gracias", dijo Ratigan, apartándolo suavemente a un lado mientras bajaba corriendo las escaleras.
"Pero ponte una camisa o algo y no corras, te vas a descoser!"
Corrió como pudo hasta la cocina, de la manera más alterada y dramática posible, con su pecho subiendo y bajando en busca de aire desesperadamente. En la cocina, solo se encontraba un Basil igual de machacado que él, tomando un té, con una gran herida en la mejilla y con una postura algo debilitada y tambaleante.
Se quedaron en silencio unos pocos segundos, la rata fue el primero en hablar, en acercarse incluso. Volvió a abrazar al detective mientras susurraba un desesperado "me alegro que sigas con vida..."
Basil solo pudo pensar en... ¿qué clase de cosas habrían pasado en la cabeza de Ratigan para cambiar tan abruptamente?
El abrazo fue tan fuerte e intenso que se escuchó un pequeño crujir que rápidamente alertó al criminal. Soltó a su contrario y se hizo hacia atrás horrorizado, con miedo puro.
"H-hey... ya no me duele la espalda..." susurró aliviado y desconcertado el ratón.
Fue una falsa alarma... fue solo una falsa alarma...
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