22. Anomalía regresiva


Esperaba con Los Cuthbert y Gilbert frente a la escuela en espera que alguien más venga con la propuesta.

—No vendrán. ¿Después de todo esto? —preguntó Anne.

—Tengan fe —notó nuestra mirada —. Es una sugerencia. No les digo qué hacer.

Reí un poco. Y poco a poco fueron llegando a lo que Anne y yo nos miramos emocionadas.

—Bienvenidos. —me sorprendí al ver a llegar a Prissy.

—Jane dijo que estaban haciendo una tontería con la que estaba en total desacuerdo. Así que vine. ¿Puedo unirme?

—¡Por supuesto! —respondí emocionada.

—Nuestro momento se acerca. ¿Listos para luchar por lo correcto?

—¡Sí! —gritaron.

—¿Tienen sus pañuelos? —pregunté alzando mi pañuelo. Marilla le prestó un pañuelo a Prissy, quién no había traído.

—Puedes usar la tabla de Diana. No vendrá. —dijo Anne con remordimiento ante su nombre. A lo que miré a Gilbert confundida y este estaba aún más confundido —. ¡Es hora de hacer ruido!

Comenzamos a caminar hacia el ayuntamiento haciendo ruido y alzando los pañuelos, poco a poco la gente se fue uniendo. Llegamos al ayuntamiento con nuestras tablas en manos, los ancianos se encontraban en una mesa fumando y leyendo papeles.

—¿Qué demonios sucede aquí? —preguntó un anciano al vernos llegar.

—Disculpen. Estamos reunidos. —dijo Rachel.

Nos subimos al escenario ignorándolos, Anne salió. Los talones se abrieron dejándonos a la vista del público, sosteníamos unas tablas amordazadas.

"LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN ES UN DERECHO HUMANO"

Las personas comenzaron a murmurar hasta que un anciano se levantó.

—Vamos. Ya es suficiente. —intentó quitarnos la tabla pero fue sorprendido por el flash. La señorita Stacy había tomado una fotografía.

Gilbert subió al escenario acercándose a él.

—Gracias por la sugerencia. —Y rompió el papel que nos habían enviado.

—¡Señorita Stacy! —la llamó y la señaló —. ¡Controle a sus niños!

—Ellos no son niños. Y no están fuera de control. —Y las personas comenzaron aplaudir.

❪...❫

La escuela. La escuela estaba totalmente destruida. Se había hecho cenizas.

—No hay rastro de la imprenta. —dijo la señorita Stacy.

—Una imprenta no se puede ir volando. —dijo Gilbert.

—El horno no estaba encendido. —dijo Moody.

—Tampoco había rayos. —dijo Charlie.

—Pregúntale al que se llevó la imprenta. No está aquí. —dije

—¿Qué quieres decir? —me preguntó Tellie.

—¿Se la llevaron? —preguntó Josie.

—¿Alguien hizo esto? ¿A propósito? —preguntó Diana.

—¿Quién...?

—Fue a los que desafiamos. —respondió Gilbert.

—Esto no se quedará así. Hay que hacer algo. —propuso Moody.

—Hicimos algo y este fue el resultado. —señaló Tellie.

—Ahora no tenemos nada. Es mi culpa. —murmuró devastada Anne.

—No es culpa de Anne. Ni de ustedes. Es culpa de las mentes cerradas. No sabemos qué pasó, quizá nunca lo sepamos, pero no podemos dejarnos caer ni que nos silencien. Sí, es un acto vil y cobarde, pero prueba que causamos un impacto. Felicitaciones. Ahora es momento de concentrarse en su futuro y los exámenes de ingreso, y no en este acto de cobardía. —Al decir eso, Anne salió corriendo.

❪...❫

Anne y Gilbert hablaban entre ellos acerca de lo que recientemente ocurrió, trataba de ignorarlos pero sus voces eran cada vez más notables.

—Ya no me den cuerda. —gruñó la señorita Stacy.

Después de un tiempo, finalmente se callaron. Al fin, paz y tranquilidad.

—¡Dile que se concentre, Aphrodite! —llegó Jane quejándose de la rubia —. Los exámenes son mañana y lo único que sabe convertir geométricamente son corazones.

—¿Quién dijo que ser romántica es menos respetable que ser estudiosa? Pregúntale a Gilbert. Es el más estudioso y es romántico.

—No creo que sea romántico. Bueno sí, solo...—me interrumpió.

—No contigo. Con Winifred.

Miré a Gilbert y este a mí, soltó un suspiro y las chicas comenzaron atacar a preguntas. Aparté la mirada centrándola en mi libro de estudios. Cuando creí que había logrado ignorarlos la respuesta de Gilbert fue la que me desmoronó.

—Mañana iré a Charlottetown por mis exámenes, cenaré con ella y sus padres después.

❪...❫

Me había encontrado a la tía Josephine cuando estaba por llegar a la casa de los Barry. Al notar mi tristeza decidió hablar conmigo.

—¿Presentarás el examen para Queen's? —me preguntó.

—Los Barry me quieren llevar a la escuela de princesitas primorosas —hice una voz chillona al decir la escuela causando que Josephine se riera—. Pero aún así presentaré el examen, es donde quiero ir y lo haré.

—Así se dice. Eres bastante inteligente no dudo de que vayas a quedar. Pero presiento que eso no es lo que te lastima. Háblame con sinceridad, pequeña.

—Es sobre un chico. Él me gusta bastante pero mañana probablemente le pida la mano a otra. Gilbert es un chico bastante dulce, moderno, caballeroso y comprensivo.

—¿Él sabe sobre tus sentimientos hacia él? —negué—. Entonces díselo, probablemente también le gustes.

—Pero ese no es el principal problema, tía Jo, el problema es que somos muy diferentes. Yo no pertenezco aquí, lo que hace lo nuestro imposible.

—Lo imposible es lo único que daña el amor. No dejes que algo te impida ser feliz junto a alguien que hace que tengas esa hermosa sonrisa día a día. No pierdas más tiempo y ve y díselo.

—Eres grandiosa, tía Jo. Muchísimas gracias por el consejo. Mañana mismo se lo diré. —dije.

❪...❫

—¡Lo logramos! —gritamos tirando nuestros sombreros. Habíamos terminado de presentar el examen y aprobamos, incluso Diana se dignó a venir a presentar el examen para Queen's. Me sentía orgullosa.

—¡Traje licor! —dijo Charlie sacando la botella.

—¡Yo primero! —dijo Diana agarrando la botella y bebiendo de ella. Nos reímos ante eso.

Ahora solo faltaba una cosa: Decirle a Gilbert que me gusta.

Llegó la noche y Gilbert aún no llegaba, esperaba en los escalones de su casa pacientemente, a la mierda ya ni paciencia tenía en estos momentos; justo cuando me estaba por ir él llegó. Me levanté rápidamente y me acerqué a él.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó.

—¿Podemos hablar? —le pregunté, él rió.

—Ya lo estamos haciendo—reí —. Curiosamente yo también tengo al por decirte.

—Entonces dilo —Tenía esperanza de que fuese sus sentimientos pero no fue así. Fue acerca de Winifred y sus padres —. ¿Y qué te dió en la bandeja de plata?

—La soborna, mi futuro, dinero y...permiso para declararme. —eso último me lastimó aún más.

—Tienes un futuro asegurado con esa hermosa chica. ¿Qué te detiene? —pregunté a apoyando mi mentón sobre mi mano.

—No lo sé —respondió viéndome—. ¿Qué me ibas a decir?

Oh sí, mis sentimientos. Bueno, ya perdí.

—Nada. Ya debo de irme, es tarde y después preocupo a los Barry.

No esperé respuesta ni nada parecido así que me adentré al bosque, dejando que las lágrimas salieran. Cuando estaba por mitad del camino, una anomalía azulada se situó a unos metros del suelo, estaba lista para atacar pero una persona apareció en medio de esta anomalía.

—¡Five! —grité feliz. Él cayó al suelo como saco de cemento. Lo ayudé a levantarse rápidamente.

—Que alegría de verte, Eight.

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