09. La gala


El piano resonaba por todo el lugar, creo que así suena el cielo. Cécile tocaba de maravilla, era impactante la manera en que lo hacía. Sonaba increíble la música que salía del piano; Diana la miraba con admiración y una gran sonrisa se le formaba entre sus labios.

Acomodé la tiara de flores que nos habían dado, amaba todo esto. Tenía una familia adoptiva, unos maravillosos amigos y personas que me querían.

Pero debo de volver tarde o temprano a mi época, con mi verdadera familia. Papá debe de estar desesperado buscándonos a Five y a mí.

Oh por Dios, Ben debe de extrañarme muchísimo también debe de estar buscándome hasta por debajo de las rocas. Nunca antes habíamos estado tan lejos el uno del otro. Él era mi mellizo, siempre cuidábamos uno del otro cuando íbamos a misiones.

Cuánto lo extraño. Espero que esté bien. Me espanté al escuchar los aplausos, y había terminado el show. Rápidamente aplaudí.

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Anne y yo atacábamos la mesa de los dulces, hasta que decidimos buscar a Diana. La pelirroja sin querer chocó contra una chica con el corte pixie, como Anne.

—Oh, me encanta tu corte pixie. —le halaga la chica, Anne sonrió para después verme emocionada. Reí para después dirigirnos a donde Diana.

—Diana, ¿no crees que son un grupo de personas extraordinarias? —preguntó con suspiros de fantasía.

—No sé qué pensar. —respondió. Evidentemente a la chica le pasaba algo.

—Yo tampoco —dice Anne pensando que Diana lo decía de la misma forma que ella, fantasioso —. Supongo que me iré a practicar.

Dice despidiéndose con un abrazo. Una vez que se fue miré a Diana.

—Ya, dime —Diana me miró confundida—. Sé que algo te pasa.

Ella soltó un suspiro para hablar: —Hablé con Cécile y me comentó que ser pianista es viajar, dejar tu creatividad entre teclas.

— ¿Y eso no es lo que tú quieres?

—Eso es lo que no sé. Quiero quedarme en casa con mi esposo, tocando el piano pero viajar por el mundo y ser reconocida por tu gran talento, también lo quiero. La tía Josephine me dijo que no era necesario ser como mis padres.

—Y la tía Josephine está en lo correcto, Diana. Somos libres de hacer nuestros propios caminos no debemos de ser como nuestros padres, si quieres seguir el ejemplo de Cécile hazlo. Aprovecha ese gran talento que tienes, demuéstrale al mundo la música que haces entre las teclas. —Ella sonrió para después abrazarme.

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Llegó la hora en la que Anne daría el poema, la pobre se encontraba muy nerviosa. La tía Josephine llamó la atención de los presentes cogiendo una copa y dándoles ligeros golpes con una cuchara.

—Buenas noches. Me encanta ver sus hermosos rostros, pero sentimos la ausencia de una y qué bella cara era. Aún la recuerdo; mirando sobre mi hombro, leyendo sobre mi hombro, el decoro no le importaba —reímos ante lo último—. Así nos conocimos. En una librería en París, una mujer se presentó como Gertrude dijo que no comprara el libro que estaba mirando que era horrible y que al final el protagonista terminaba muerto —volvimos a reír—. Me pasé los siguientes años escondiendo lo que leía ya que ella no podía evitar arruinarme los finales de las novelas o los teatros. También quiso dejarme en quiebra, gastaba mi dinero en arte y miren lo que me dejó. Más que un salón lleno de los más bellos amigos; por Gertrude, que siga leyendo sobre nuestros hombros por toda la eternidad.

—Por la pareja más maravillosa. Son mi romance ideal. Gerti y Jo. —dice una señora a mi lado alzando su copa.

Ay que hermoso, eran pareja!

—Ahora para recitar algo, en lugar de Gertrude, invité a la sorprendente, de ojos vivos y cerebro maravilloso, Anne Shirley—Cuthbert. —Aplaudimos.

— ¿Anne encaja perfectamente, no? —asentí dándole la razón a Cole.

La pelirroja se acomodé en un sitio donde todos la podíamos ver, agarró el libro y comenzó a recitar: —Y recordé de repente que el mundo era amplio, y que un variado campo de esperanzas y sueños, de sensaciones y de emociones.
Esperaba a todos lo que querían avanzar hacia su vastedad y de buscar la sabiduría de la vida entre sus peligros. —aplaudimos al finalizar, Anne lo había hecho de maravilla.

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— ¿No es una noche extraordinaria? —escuché preguntar Anne.

Me acerqué a ellas sin dejar de bailar con una chica, quién me había preguntado momentos antes que sí me gustaría bailar con ella, y el contesté con un emocionado "Por supuesto".

La danza finalizó y me despedí de la chica, se llama Danielle. Anne y yo nos entretuvimos con un acto de magia. Diana se había ido y nos pusimos a buscarla pero no la encontrábamos por ningún lado. En su caso encontramos fue a Cole, quién conversaba con la mujer del sombrero.

— ¡Cole! —llamé a nuestro amigo. Ambos nos miraron.

— ¿No has visto a Diana? Estábamos bailando y se desapareció. —preguntó Anne.

—Lo que digo es que ni el arte ni la vida no son caminos rectos, a veces ni siquiera hay un camino y tienes que tirar paredes y abrirte paso para llegar a dónde vas. —interrumpió la chica.

—Dios mío...—murmuró Anne impactada por lo que había dicho la señorita— ¿No les ha pasado que escucharon algo por primera vez pero tiene muchísimo sentido, como si hubiesen esperado toda su vida por escucharlo?

Quedé pensándolo por un momento para después negar con la cabeza.

— ¿Anne, cierto? —preguntó la chica.

—Sí. Con una "E"

—Tú tienes una hermosa conexión con las palabras. Debes saberlo. Haz algo con eso. Ve a donde te lleve tu pasión —dirigió su mirada sobre mí. Dió una sonrisa ladeada, volvió a mirar a Cole —. Prueba con la arcilla. Cole el artista. Te fortalecerá la muñeca. ¿Y quién sabe? A lo mejor te enamoras. No has perdido tu arte. Y jamás se perderá.

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La gala había llegado a su fin, los tres nos encontrábamos en mi habitación. Cole y yo bailando, Anne y Diana sentadas en mi cama.

—Cambiaré mis mangas abullonadas por un sombrero —exclama la pelirroja emocionada —. O quizá los lleve a la vez. Porque... quizá esa sea yo.

Finalizamos el baile y nos sentamos sobre la cama junto con las chicas. Noté que Diana se encontraba mal, atormentada por algo.

—Puede ser. Y Diana, ¿Cécile Chaminade? ¿Te inspiró para tocar y tocar y tocar más? —preguntó la pelirroja.

—La tía ocultaba su estilo de vida, mis padres no lo saben —soltó la pelinegra —. Eso debe significar que está mal.

Cole, Anne y yo intercambiamos miradas. Ocultar la sexualidad es temer ante lo que digan los demás, en especial nuestra familia. Pero amar no está mal, lo que sí está mal es juzgar a otros por la forma distinta en la que aman. Es algo que no se ve mucho en esta época y lo pueden llegar a considerar "fenómeno" por amar a nuestro mismo sexo.

La tía Josephine y Gertrude tenía un amor maravilloso y único, muchos de sus amigos las aceptaron pero la tía Josephine sabía que los señores Barry podían alejar a Diana de ella y que, por supuesto, no la aceptarían.

El temor te hace perder muchas cosas.

Anne agarró el libro y buscó la primera página: —"Para mi Gertrude. Alguien nos recordará, digo yo, aun en otra época. Tienes mi corazón para siempre, Jo."

—Dos mujeres jamás podrían tener hijos. No tiene sentido.

—Diana, no es necesario tener hijos para ser una familia. —le dije mientras acomodaba mi suéter.

—Pero no es natural, Aphrodite. —les juro que tenía ganas de ahorcarla en ese momento, pero era comprensible. En parte. Vivió gran parte de su vida pensando que eran mejores amigas y no pareja.

—Si tu tía vivía sintiendo que algo andaba mal en ella, que estaba dañada, que era defectuosa o antinatural, y un día conoció a alguien que la hizo entender que eso no era cierto que no tenía nada de malo, y que estaba bien...¿no deberíamos alegrarnos por ella? —preguntó Cole.

—A mí me parece espectacular. —dije recordando las palabras que me había dicho Klaus acerca de su sexualidad, ese día lloró sobre mi hombro hasta quedarse dormido. Ben y yo fuimos su único apoyo en ese momento, fuimos su calma.

—Hay muchas más posibilidades. —Diana se hizo una bolita sin decir más nada.

Pasé mi brazo por encima de los hombros de Cole, este me sonrió.

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