『16』

Se encontraba, con las pupilas dilatadas por la falta de iluminación, solo un pequeño rayo de luz podía ser captado por sus iris.

Los escombros amontonados la aprisionan; definitivamente está enjaulada y atrapada.

Shiroi se había despertado acurrucada en el gélido suelo, con una camisa envuelta en el antebrazo. A pesar de estar atada con fuerza, lo sangre se filtraba a través de la tela. Al principio no le dolía pero ahora que la emoción pasó, captó el malestar que corría lentamente por sus venas.

Al salir de su estado de confusión para embarcarse en la realidad, recordó que Mikey estaba protegiéndola de los escombros que caían.

Junto a ella estaba sentado un Mikey sin camisa, con la espalda jorobada un poco. Su cabeza también estaba inclinada hacia abajo mientras sucumbía al sueño. No parecía tener heridas; eso es bueno.

Luchó débilmente por redimir sus intentos de levantarse, pero el dolor de la herida se le fue haciendo familiar a cada segundo, permitiéndole moverse con más soltura.

Un hueco entre las rocas y los escombros, permitía que un rayo de luz iluminara el lugar donde se encontraban.

De su bolsillo, sacó su teléfono. Pero en el momento en que sus ojos se posaron en las barras de cobertura sin rellenar la devastó, aplastando lo que quedaba de su esperanza.

¿Los encontrarían? Si es así, ¿lo harán cuando no sean más que cadáveres?

Está más preocupada por Mikey, que de por sí misma, él no hizo más que ayudar a una mentirosa, y ahora acabó en una situación de vida o muerte con la misma mentirosa.

Sin embargo, ella pensó que podría haber la pequeña posibilidad de que la señal regrese aunque sea por un segundo.

─Chifuyu, Mikey está vivo. Estamos atrapados entre los escombros... Por favor ayúdanos─ pronunció desde el teléfono, haciendo notable un sutil temblor en su voz.

El mensaje fue directo al buzón de voz de Chifuyu. Lo único que queda por hacer es esperar que se transmita cuando vuelva la señal.

Con los hombros caídos, sus uñas se clavaron en la palma de su mano, en señal de toda la angustia y la culpabilidad que sentía. Su alma y mente se estremecieron, temiendo no poder revertir sus errores.

─Lo siento...─ susurró Shiroi, mirando a Mikey.

Se acercó hacia él y se sentó a su lado. Su mano ahuecó suavemente su rostro.

El resplandor de la pequeña luz resaltaba su perfil lateral. Sus ojos se hundieron en la profundidad de sus rasgos. -Parece... tranquilo-

Unos dedos se deslizaron con gracia sobre su piel, entrelazando la mano de ella con la de él.

Necesitó toda su valentía para hacerlo, confiando en que él no se despertaría en ese momento.

Con los ojos cerrados, se inclinó hacia él, para que sus labios conectaran con la suave piel de su mejilla.

A pesar del olor a sangre, olía como un bebé.

-Tal vez nunca estuvimos destinados a estar juntos...- los pensamientos conflictivos volaron por su cabeza. -Pero aún así me encanta estar contigo-

Inhalando bruscamente, cerró los ojos, bloqueando todo lo demás para dejar que la oscuridad la arrullara.

La presencia de Mikey era suficiente para acunar su ser. El aroma de él era tan dulce como el néctar.

La conciencia de Shiroi de a poco, se disipó. Su mente estaba en el terreno del sueño, pero sus sentidos permanecían activos. Sintió que su figura caía, pero no abandonó su estado de sueño.

Al ver su rostro imperturbable, un suspiro ahogado escapó de su garganta. La dejó caer sobre su regazo, amortiguando su frágil cabeza.

Devolviéndole el mismo fervor que ella le había ofrecido hacía un rato, sus delicados labios encontraron el camino hacia los de ella, provocando un choque delicado.

Ese fue su primer beso.

Una simple colegiala fue el primer beso del más fuerte y temido presidente de una de las pandillas más conocidas "La Toman".

─Shiroi-chin, despierta─

El bullicio entre el sonido de los camiones y los taladros llenaba los alrededores. Ya se ha abierto una gran brecha, pero aún faltaba. Fue una sorpresa para ella no despertarse ante tal ruido.

─Mikey...─ levantó su torso y se sentó al estilo indio.

─¿Qué pasa?─ ladeó la cabeza, mirándola. Por un segundo, sus ojos viajaron a sus labios, confundiendo a Shiroi, ella pensó que sólo estaba viendo cosas.

Tenía muchas ganas de decirlo; quizá no hubiera tiempo una vez que salieran de allí. Ella se iría tan pronto como pudiera, y no podrían hablar a solas.

─¿Eh? ¿Ibas a decir algo, Shiroi-chin?─

Era ahora o nunca. ─Yo...─

─¡Vosotros dos, venid subid aquí!─ un bombero se asomó desde una apertura en los escombros, le hizo un gesto para que escaparan antes de que se derrumbara algo más.

Sus manos fueron directas a la cintura de ella, ayudándola a subir al agujero. Al llegar su turno, ella le echó una mano, tirando de él hacia arriba con toda la fuerza que pudo reunir.

─¡Kobayashi!─

─¡Mikey!─

Los llamó los de la Toman. Chifuyu se acercó primero a ella, alborotándole el pelo.

─Volvemos a llegar tarde porque han detenido a otra pandilla─ Los de Toman, excluyendo a Mikey, la miraron. Arrugó la frente y frunció el ceño en señal de confusión.

-¿Qué fue eso?-

Draken corrió hacia Mikey, haciéndolo girar como un niño pequeño mientras lo inspeccionaba en busca de alguna herida, afortunadamente no encontró ninguna.

Al soltar una carcajada, todo el ambiente se aligeró. ─Al menos vosotros dos estáis bien─

─¿Cómo está Emma?─ preguntó, mordiéndose el labio.

─¡Me golpeó en la cabeza!─ Refunfuñó Nahoya mientras se quejaba.

─¡Sí, porque le estabas haciendo demasiadas preguntas mientras ella solo intentaba descansar!─

Mitsuya, el más responde de todos, se acercó a ella. ─Tiene unas cuantas quemaduras y heridas leves, pero eso es todo─

Sin llegar a responder, Mikey acercó de repente su mano y la entrelazó con la de la peliblanca, haciendo que Shiroi recuerde lo que pasó la noche anterior.

─Emma va a estar bien. No tienes que preocuparte. Como escuchaste solo son heridas leves─

En aquel entonces, ella se habría derretido por la cantidad de calor y dulzura que había en sus palabras.

Pero ahora, todo lo que podía sentir era arrepentimiento y miseria.

Se arrepiente de todo lo que les ha hecho pasar.

El agarre de Mikey en su mano se hizo más fuerte, sin querer dejarla ir.

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