CAPÍTULO 37
<< Ahora, viendo las cosas a distancia, me pregunto cómo se puede alcanzar tal capacidad de humillación, cómo podemos enfermar así, cómo en los sentidos humanos cabe una cantidad tan grande de placer en el dolor. >>
CARMEN LAFORET
Buenas, mocosos. Bienvenidos a "El rincón de Trafalgar Law". Escrito y protagonizado por Trafalgar Law.
En la sección de hoy describiré brevemente algunos conceptos básicos que os ayudarán a entender el capítulo, ya que a los médicos nos encanta hablar para que no nos entienda nadie.
Haced los deberes y leedlos con atención: no me seáis cabrones y paséis de mirar las descripciones después de haberme tomado la molestia de ahorraros la consulta.
___ APRENDE CON TRAFALGAR-SENPAI (cada día caemos más bajo, Law) ___
● Suturar: coser una herida.
● Cáncer pulmonar no microcítico: se refiere básicamente al cáncer de células no pequeñas. Los subtipos más comunes de este cáncer son el adenocarcinoma y el carcinoma (ambos tumores malignos). No se desarrolla tan rápido como el microcítico, pero aun así, es responsable del 85% de los cánceres de pulmón.
● Carcinoma: es el nombre genérico que se les da a todos aquellos tumores que se inician en la piel o en las células superficiales de los órganos internos como el pulmón, el útero... Es el tipo de cáncer más frecuente y aunque hay varios tipos, no vamos a entrar en detalles.
● Traqueotomía: es un orificio que se realiza quirúrgicamente en la parte delantera del cuello y en la tráquea, de modo que se coloca un tubo con el fin de mantenerlo abierto para permitir la respiración. Casi siempre se añade una sonda traqueal a través de esta abertura para suministrar una vía respiratoria y retirar secreciones de los pulmones.
● Citotástico: es una sustancia que aletarga o detiene el crecimiento de las células, incluso las células cancerosas, pero sin destruirlas.
Espero haber alimentado vuestra sapiencia y que os haya facilitado la comprensión del capítulo. De todas formas, podéis consultarme cualquier duda que os surja a lo largo de la lectura; estaré encantado de saciar vuestra curiosidad.
Aprovecho para hacer un comunicado dirigido al escritor de "El hermano de mi mejor amigo" para que me pague por la colaboración que le he brindado a lo largo de los capítulos.
Dicho esto, os dejo con el capítulo. Disfrutad de la lectura.
Cuidaos mucho y sed listos: si pecáis, pecad con cabeza.
No te daré detalles de la operación. Solo puedo decirte que fue bien y que Hiriluk no me dejó tocar a Ace hasta el momento de darle los puntos. Suturar es mi parte favorita, pero hay que ser jodidamente meticuloso para evitar que los pliegues se monten y se gangrenen. Y como comprenderás, el hecho de saber que era Portgas-ya quien corría los riesgos, no me ayudaba a controlar el pulso.
Puede que esa fuera la razón por la que Hiriluk no me permitiera intervenir más.
Como nos enfrentábamos a un cáncer no microcítico y los carcinomas estaban concentrados en el pulmón derecho, nos limitamos a hacer una lobectomía. Así que le extirpamos el lóbulo inferior, le colocamos una sonda pleural para drenar el exceso de líquido y aire, y lo tuvimos en observación durante seis largos días.
Ni Hiriluk ni yo le quitamos el ojo de encima en todo ese tiempo, y aunque no hubo ninguna incidencia y Ace parecía responder bien a la medicación, debo reconocer que estábamos preocupados: solo Marco, de entre todos los amigos que Portgas-ya presumía tener, se dejaba ver por el hospital después de las clases.
Y no es que me importase lo más mínimo, pero Hiriluk y yo coincidíamos en la necesidad de que algún familiar estuviera presente cuando diéramos las indicaciones a seguir después del alta. Al fin y al cabo, era su primera operación y queríamos evitar posibles contratiempos.
Ya sabes lo que dicen: dos cabezas piensan mejor que una.
Sin embargo, puesto que tanto Ace como Marco me habían asegurado que Sabo estaba indispuesto por motivos académicos y laborales, Hiriluk decidió llamarlo y enviarle un mensaje para aclararle que toda la información que necesitaba para asegurarse de que Ace tenía una buena recuperación, podía encontrarla en la página web del hospital, aunque también le enviaría unas pautas y estaría disponible para resolver posibles dudas.
Pero ni Sabo trabajaba por aquel entonces, ni estaba en la universidad. Y sobre todo, no tenía ni idea de que Ace había sido operado por cáncer.
Enterarse por nosotros, y tarde, lo cabreó bastante. De hecho, no imaginaba que un tío tan alegre, educado y entregado como él pudiera encerrar tanta ira. Ni tanta tristeza.
Aquella semana, Ace había aprovechado que Sabo iría a hacer una visita a sus padres para zanjar algún asunto familiar para venir al hospital y someterse a cirugía, pero al saber lo de su hermano, volvió inmediatamente a la ciudad para enfrentarse a él. La discusión en el hospital casi fue imparable, y si conseguimos relajar a Sabo, fue porque Portgas-ya no le encontraba sentido a la porfía.
Lo seguía manteniendo: era un capullo.
A pesar de todo, Sabo se mantuvo a su lado durante el mes y medio que su hermano necesitó para que la cicatriz le permitiese hacer vida normal. Incluso tras haberle quitado las grapas diez días después de la operación, Ace encontraría molestias y cierta sensibilidad en las zonas adyacentes al toser, respirar, o hacer movimientos amplios, pues para extirpar uno de los lóbulos necesitamos separar un poco las costillas durante la intervención. Y puede que esa fuera la razón por la que Sabo decidiera quedarse a su lado un poco más.
Sin embargo, a pesar de que estaba contraindicado y de las recomendaciones por parte del cirujano, Ace volvió a su regular modo de vida poco después: alcohol, drogas, chicas, baloncesto... Nadie tenía razones para sospechar que Ace hubiese pasado por un cáncer y, según los resultados clínicos que obtuvimos posteriormente, lo hubiese superado.
Hiriluk desistió de intentar convencerlo de los contrario, yo dejé de preocuparme en exceso y Sabo, bueno... Sabo simplemente se rindió: estaba demasiado ocupado intentando resolver sus propios conflictos como para lidiar con los de Ace. Y sinceramente, creo que fue lo mejor para él.
No obstante, no fue hasta un año después que la vida de Portgas-ya y la mía volverían a cruzarse. Yo estaba disfrutando de un tentempié junto a mis amigos en la cantina de la facultad cuando Shachi, quien no había parado de hablar de los voluminosos pechos de Hancock, enmudeció súbitamente. Al alzar la cabeza me fijé en que su mirada se perdía por encima de mi hombro, y las expresiones asombradas del resto me dieron a pensar que el decano había vuelto a buscarme para advertirme de las consecuencias de mi conducta hacia un profesor bastante negligente con el que había discutido recientemente.
Sin embargo, me relajé bastante cuando, al girarme, mis ojos se cruzaron con los de Marco. No era de extrañar que los chicos se hubiese sorprendido: Marco era una leyenda del baloncesto en la universidad. Un tío popular que pasaba la mayor parte del tiempo atendiendo a una larga lista de desesperadas por tener un momento a solas con él. En resumen, un tío demasiado ocupado para juntarse con nosotros. Y por "nosotros" me refiero a "gente normal como nosotros".
"¿Podemos hablar un momento?"
Su pregunta me pilló con las defensas bajas: me esperaba cualquier cosa de él, menos que quisiera charlar conmigo. Y de hecho, me hubiera negado en rotundo de no haber reconocido un atisbo de preocupación en su mirada.
"Claro" me puse en pie y lo seguí fuera de la cantina mientras me taladraba la curiosidad. Quizás se había interesado por alguna de mis amigas y solo quería pedirme su número porque era demasiado cobarde como para encarar a una alumna de medicina. O quizás temía haber dejado embarazada a alguna chica y quería que le recomendase algún anticonceptivo. Sea como fuere, ambas ideas me parecían divertidas.
Nos detuvimos junto a una de las salas de laboratorios para tener algo más de privacidad, lejos de las miradas indiscretas del resto de estudiantes, y no pude evitar reparar de nuevo en la forma en que Marco se estrujaba los dedos. Estaba notablemente nervioso, y parecía evidente que no había hecho el viaje para buscarme en la facultad de medicina solo para comentarme alguna gilipollez.
"Iba a mandarte un mensaje, pero he preferido venir en persona" comenzó después de inspirar profundamente. "Quisiera pedirte un favor. Me gustaría que hablases con Ace..."
Alcé ambas cejas involuntariamente, sorprendido, pero me abstuve de hacer algún comentario cuando vi que hacía un acopio de fuerza de voluntad para seguir hablando.
"Temo que haya empeorado..."
"No encontramos ninguna anomalía en las últimas pruebas clínicas" declaré para tranquilizarlo.
"Hace meses que no pone un pie en el hospital."
"Portgas-ya está perfectamente" insistí, tajante. "Terminó bien la temporada, hace vida normal y..."
"¡Ese es el problema!" exclamó histérico, pero se obligó a calmarse cuando advirtió que una pareja que pasaba cerca nos miraba de soslayo. Yo me crucé de brazos y él suspiró un poco. "Ha dejado de fumar, se salta los entrenamientos, ya no queda con nosotros en el bar... Está raro."
No pude evitar poner los ojos en blanco. Ace solo se estaba limitando a ser como era: un egoísta que se enrabietaba por cualquier tontería. No veía nada de extraño en todo aquello.
"He intentado hablar con él, pero está evasivo. A veces lo veo en clase inclinarse sobre la mesa para presionarse el pecho y sé que le duele. Hace una semana faltó a clases porque decía estar resfriado y cuando lo llamé, estaba haciendo esfuerzos para no toser" hizo una pausa y desvió la mirada hacia el suelo, pensativo. "Tengo miedo de que haya recaído porque haya dejado la medicación o algo... Esperaba que pudieras hablar con él para convencerlo de que vaya al hospital."
Yo dejé escapar un profundo suspiro de pura resignación.
"Marco, sé cómo te sientes y entiendo que estés preocupado" comencé para calmarlo, "pero ni soy su médico, ni soy su amigo..."
"Estuviste con él cuando lo necesitó. Te escuchará. Además, estuviste trabajando con su cirujano. Seguro que puedes..."
"Las cosas no funcionan así, Marco" le espeté, molesto.
Casi me dio lástima la forma en que la esperanza comenzaba a abandonar sus ojos, pero yo no podía hacer nada más: si Ace no quería entender la gravedad del asunto, era problema suyo. Por otro lado, hacía un año que no veía a Hiriluk y hablarle después de tanto tiempo para pedirle que revisásemos juntos el expediente de Ace me parecía algo bochornoso. Por no hablar de que yo seguía siendo un estudiante y no tenía derecho a meter las narices en los asuntos de los pacientes del personal de medicina.
Él pareció entender mi postura, pues acabó asintiendo débilmente con la cabeza.
"Ace está bien, Marco. Seguro que te estás preocupando por nada" murmuré con una sonrisa, y él volvió a asentir.
"Sí, puede que sí..." respondió al tiempo que me devolvía el gesto. "Puede que me equivoque."
Pero no andaba muy desencaminado. Y el tiempo se nos echaba encima.
Law suspiró y alzó la mirada de los tatuajes de sus manos para cruzarse con unos ojos que lo escrutaban con severidad.
— ¿Qué?— le espetó a la joven, molesto.
— No dejas de decir que Ace era un capullo. Pero a ti también había que darte de comer a parte— replicó ____.
El cirujano frunció el ceño ofendido, chasqueó la lengua al tiempo que se frotaba el cuello y desvió la vista para esquivar la mirada de la chica.
— Sí, supongo que yo también tenía mis problemas— reconoció con un deje de timidez, una sonrisa nostálgica desfilándole por los labios—. Todos aprendimos algo y hemos cambiado en consecuencia. La universidad es el lugar perfecto para darte cuenta de que eres menos de lo que creías, así que la gente se vuelve un poco más solidaria y empatiza más con el resto.
____ asintió con la cabeza, meditativa. Law ya le había advertido alguna vez sobre lo mucho que la gente puede llegar a cambiar en un año de universidad, y ella lo había experimentado en sus propias carnes: ahora era más confiada, más extrovertida, más independiente.
— ¿Hablaste con él?
Law volvió a centrarse en ella y su sonrisa desapareció.
— ¿Con Portgas-ya? Sí, por supuesto. Pero no de inmediato— se desperezó un poco sobre el asiento para estirar los músculos e inspiró profundamente antes de continuar:— es cierto que el cáncer de pulmón es uno de los más agresivos, y también es posible que los pacientes sufran recaídas después de un tiempo, incluso sin haber dejado el tratamiento. Pero yo todavía no tenía esa iniciativa que te regala la experiencia, y mis encontronazos con Ace me habían hecho dudar de la confianza que podía darme con él. Básicamente, plantarme frente a él después de tanto tiempo para decirle "deberías ir al hospital para que te hagan una revisión" me parecía... violento.
— Pero no tardaste mucho en cambiar de opinión...— inquirió la joven al tiempo que alzaba una ceja.
Law sonrió de lado y asintió con la cabeza.
— Afortunadamente, siempre he contado con la ayuda de un viejo amigo— reconoció, y sus ojos buscaron los de ella—. ¿Te he hablado alguna vez de Donquixote Rosinante?
Hacía mucho que había superado la muerte de Cora-san y por aquel entonces, él solo era un recuerdo agridulce. No obstante, cuando regresé a la residencia aquella noche, sentí que su fantasma volvía a rondarme.
Había conocido a Cora-san durante aquella fatídica etapa de mi vida en la que vivía con un pie en la tumba. Mi enfermedad era poco común y me obligaba a pasar gran parte del tiempo hospitalizado, y fue allí donde nos encontramos. Al principio me pareció un tío irritante, callado y jodidamente torpe, pero sabía que en el fondo era buen tío.
Tenía la mala costumbre de salir de su habitación y vagar por otras plantas del hospital hasta que el médico lo arrastraba de nuevo hasta su cama, sin embargo, a veces se escondía en mi habitación y nos hacíamos algo de compañía, un gesto que yo apreciaba teniendo en cuenta que me tenían aislado por la rareza de mi enfermedad.
Cosa-san no podía hablar: su cáncer de laringe le había costado una traqueotomía para poder respirar y que le impedía vocalizar. A veces emitía gruñidos guturales que empezaron a cobrar sentido cuando me acostumbré a él. Su familia, al igual que la mía, estaba demasiado ocupada como para acompañarnos, de modo que encontramos algo de apoyo entre nosotros. Y a pesar de que todo prometía ir bien, Cora-san falleció meses después.
Más tarde me enteré de que su cáncer de laringe había metastatizado a los pulmones y aquello había acabado con él, y que si su médico hubiese estado más atento a los síntomas, o hubiese realizado más pruebas, quizás hubieran podido hacer algo a tiempo.
Y fue ese pensamiento en medio de aquella lluvia de recuerdos la que me animó a hablar con Portgas-ya.
Para evitarme futuros problemas, primero hablé con Sabo, quien a pesar de todas sus diferencias con Ace, decidió darme su apoyo para abordar a su hermano, y para asegurarme de que teníamos una buena carta que jugar a nuestro favor, convencí a Marco de que barajase con Newgate la posibilidad de expulsarlo del equipo si se negaba a someterse a tratamiento en caso de no haberse recuperado.
Era arriesgado porque Ace todavía podía mandarnos a tomar por culo a todos y encerrarse en aquel orgullo que tanto lo caracterizaba, así que Sabo propuso utilizar uno de sus puntos más débiles: el crío. No fue muy tedioso animar a Luffy para que nos ayudara a convencer a su hermano de que hiciera un último esfuerzo por su salud, y después de repasar el plan, lo dejamos todo en manos del mocoso.
Para nuestra sorpresa, Ace decidió someterse a las pruebas clínicas pertinentes una vez más, y aunque Hiriluk no me permitió participar de forma activa durante el proceso, puesto que ya no era mi mentor, Sabo me mantuvo informado en todo momento.
No obstante, si hubo algo que me dejó atónito, fue recibir una llamada de Portgas-ya en la que me pedía una reunión que parecía ser urgente. De modo que quedamos en su casa para hablar de lo que yo creía que serían los resultados clínicos. Y aunque no andaba muy desencaminado, sus intenciones iban mucho más allá.
"Metástasis..." leí sin poder evitar que un vacío me calase el pecho. Los análisis indicaban que el cáncer se había extendido hasta los ganglios de la axila derecha. "No es una buena señal".
Él negó con la cabeza, serio. Estaba sentado sobre su cama, los brazos descansando sobre sus rodillas y las manos entrelazadas. No detecté ningún tipo de emoción en su mirada.
"¿Te ha recetado citotásticos?"
"Quimioterapia" declaró con gravedad. "Dice que si no me lo tomo en serio, probablemente deba prepararme para lo peor."
"Opino lo mismo" reí, sardónico. "Me sorprende que haya hecho falta que alguien te lo diga para que empieces a ver esto como una amenaza potencial para tu vida."
Dejé caer los documentos sobre la mesa, malhumorado, pero tuve que controlarme para no sonar demasiado desconsiderado. Entendía a Ace mejor que nadie: sabía lo engorroso que era tener que lidiar con el miedo, la impotencia y la rabia al mismo tiempo. Me senté en la silla de escritorio y suavicé la mirada, preocupado.
"Newgate me ha dicho que si no mejoro, tendrá que echarme del equipo de baloncesto..." comenzó con voz rota, y supe que estaba al borde del llanto. "He intentado hablar de esto con alguien que no fuera de mi círculo más cercano. Aunque fuera para desahogarme un poco" hizo una breve pausa en la que trató de deshacer el nudo que tenía en la garganta, "pero parece que no soy tan importante para ellos como pensaba..."
Alzó la vista para cruzar su mirada con la mía y, por primera vez desde que lo vi llorando por su hermano en urgencias, recordé que era mucho más vulnerable de lo que aparentaba ser. Aquellos ojos vidriosos me ablandaron un poco el corazón.
"Hiriluk ha dicho que es un cáncer complicado."
"Bastante jodido, de hecho" reconocí por lo bajo, meditativo.
Él me escrutó minuciosamente con la mirada.
"Lo he estado hablando con Sabo y he decidido someterme a tratamiento. Pero no quiero que me trate él."
Su declaración me sorprendió un tanto, y no pude evitar alzar una ceja, inquisitivo. Al fin y al cabo, Hiriluk era el cirujano oncólogo con mas prestigio del hospital. Su rostro adoptó una expresión más seria.
"Si este cáncer es tan grave como dices que es" comenzó al tiempo que se llevaba la mano al pecho, "quiero estar en manos de alguien que ya haya tratado con casos complicados. Y tú eres mi única pista para llegar a él".
Yo fruncí el ceño, confundido.
"Sé que sobreviviste a una enfermedad que casi se lleva tu vida por delante" prosiguió con seriedad. "Todos decían que era incurable, pero hubo alguien que se negó a tirar la toalla contigo."
Entonces lo entendí todo. En el rostro de Portgas-ya apareció la sombra de una sonrisa. Su último haz de esperanza.
"Tiene que ser tu padre, Law"
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