CAPÍTULO 24
<< Ella quiere que la invites a tocar tu corazón >>
MALDITA NEREA
Luffy le chocó la mano a Usopp cuando ambos consiguieron ganar un peluche de Spider-man tras haber acertado todas las dianas que había al otro lado del mostrador del tenderete, los dos recogieron sus respectivos premios y salieron corriendo hacia el puesto contiguo.
Ace compuso una sonrisa nostálgica mientras observaba el rostro alegre de Luffy y deseó que su hermanito no se hiciese mayor nunca. El tiempo había pasado demasiado rápido, y se había dado cuenta de que apenas había disfrutado de la compañía de sus hermanos: siempre que había podido, había salía con sus amigos, le había importado más el baloncesto que hablar de algo con ellos y las resacas que acostumbraba a llevar encima cada mañana solo le habían traído el distanciamiento que ahora tanto odiaba.
-- ¡Vamos, chicos! ¡Soul King está subiendo al escenario! -- gritó Luffy, entusiasmado.
Sin embargo, si había algo de lo que se arrepintiera Ace, era de no haber tratado a Sabo como se merecía, de haberlo usado como un saco de boxeo emocional cada vez que las cosas se torcían y de no haberle agradecido nunca todo lo que había hecho por él. Sabo había abandonado la universidad hacía dos años para buscar trabajo y poder pagar los tratamientos del pecoso, y por si fuera poco, también se había encargado de llevar la casa de los D hacia delante, de cuidar de Koala y de ser el prototipo de hermano ejemplar que Ace siempre había querido ser.
Más que admirarlo, Ace casi lo envidiaba: no entendía cómo el rubio podía ser tan decidido y conseguir todo lo que se proponía; pero la pregunta que más lo desconcertaba era: ¿por qué no los había mandado Sabo ya a la mierda?
Aquella era una de otras muchas razones por las que Ace sentía el peso de una deuda que jamás podría pagar.
-- ¿No vienes? -- dijo una voz a su lado, sacándolo de su ensimismamiento --. Si no nos damos prisa, dudo que podamos animar a Soul King desde primera fila.
Ace giró la cabeza y sus ojos se encontraron con los de _____, quien le sonreía con una timidez evidente en sus mejillas. Él dejó que su mirada se perdiera en la forma en la que el pelo le caía por encima de los pechos, en cómo el traje de indio se ajustaba a su cuerpo y en lo adorable que estaba con aquella corona de plumas de colores sobre la cabeza. Los símbolos que tenía dibujados en la cara le daban un aire exótico, casi arcaico, y el color de sus labios destacaba entre aquellos jeroglíficos de tonos blanquecinos.
-- Ace, ¿me estás escuchando?
El pecoso tuvo que parpadear varias veces seguidas para volver a la realidad, y fue entonces cuando sintió el peso de la profunda mirada de la muchacha.
-- P-Perdona..., ¿qué has dicho? -- balbuceó con una sonrisa a modo de disculpa.
Ella puso los ojos en blanco, molesta.
-- Argh, nunca me escuchas... -- bufó la joven, e hizo ademán de marcharse, pero Ace se inclinó sobre su silla de ruedas para cogerla de la mano.
-- ¿Qué culpa tengo de que haya demasiado jaleo? --replicó el pecoso, señalando a su alrededor .
____ arqueó una ceja al tiempo que componía una sonrisa de medio lado y se cruzaba de brazos. Aún no sabía cómo había podido seguir el consejo de Nami y acercarse a hablar con Portgas D Ace; sin embargo, fuera como fuese, la pelirroja tenía razón: el pecoso quería estar con ella.
Ace chasqueó la lengua y se rascó la nuca mientras barajaba sus opciones: Sabo había accedido a dejarle el coche en caso de que fuera necesario, y Luffy había insistido varias veces durante el trayecto hacia el festival para que hablara con la muchacha. No obstante, las cosas no eran tan sencillas como sus hermanos las pintaban.
Al fondo del pasillo que formaban los tenderetes, Soul King había comenzado a canturrear una de las canciones que había sacado en su último álbum "Desfile del Alma". ____ observó a lo lejos cómo Brook acompañaba su voz con unos acordes de su guitarra, y sonrió al recordar la animada conversación que el cantante había tenido con ella y con Luffy el año pasado.
-- ¿No vas a verlo? -- preguntó Ace mientras la observaba con curiosidad --. Luffy me dijo que estabais deseando escucharlo cantar.
La joven se encogió de hombros para quitarle importancia y se frotó los brazos cuando una fresca brisa le meció el pelo. Ace la miró y sonrió de lado.
-- La verdad es que este año no tenía muchas ganas de venir -- confesó ella --. Preferiría estar en casa o...
-- ¿O ir a cenar al bar que hay cerca de la estación?
____ no pudo evitar mirar al pecoso con una expresión de sorpresa, y sintió que se le aceleraba el corazón y su respiración se volvía más pesada cuando una sonrisa de complicidad se insinuó en los labios de Ace.
-- Sí... -- rió ella --, eso era justo lo que había pensado.
Ace soltó una risita, se aseguró de que llevaba las llaves del coche en el bolsillo del pantalón y le hizo un gesto con la cabeza a ____ para que lo siguiera. Volvieron sobre sus pasos, cruzando frente a los mismos establecimientos donde se habían detenido minutos antes para participar en los juegos que cada tenderete ofrecía, y la joven no pudo evitar volver a fijarse en unos carpines de colores que nadaban indiferentemente en la enorme pecera del expositor.
Ace se detuvo cuando se percató de que ____ no lo seguía, y no pudo evitar apreciar el brillo especial que destellaba en sus ojos, y como si no tuviera suficiente con el cúmulo de sentimientos encontrados que se enfrentaban en su interior, el pecoso decidió que no dejaría que aquel precioso centelleo desapareciera aquella noche. Impulsó su silla de ruedas hasta situarse junto a la joven en el mostrador y sacó un billete de su cartera.
-- Deme dos -- le dijo al tendedero al tiempo que le ofrecía el dinero.
-- ¡¿Qué?! ¡Ace, no hace falta! -- se apresuró a decir la muchacha.
-- Ya lo sé -- sonrió Ace --. Es lo bonito de los detalles, que no son necesarios.
____ se lo quedó mirando, sorprendida; parecía mentira que lo hubiera visto llorar hacía un par de semanas. Se fijó de nuevo en esa sonrisa que lo hacía tan especial, y se preguntó qué pensamientos le rondaban la mente en ese instante.
El tendedero le dio a Ace una bolsa transparente llena de agua con dos carpines, uno dorado y otro negro, y le dio las gracias y les deseó a la pareja una buena noche. El pecoso se despidió de él, dejó la bolsa cuidadosamente sobre su regazo y se dispuso a continuar su camino; ____ lo seguía de cerca sin aparatar los ojos de los peces que nadaban en el interior de la bolsa.
Ace detuvo la silla de ruedas frente al Audi de Sabo y le ofreció la bolsa a ____, entonces se puso en pie para plegar la silla de ruedas, la metió en el maletero y se aseguró de que tenía bien sujeta a la espalda la pequeña mochila donde guardaba la botella de oxígeno. El pecoso miró a la chica y le sonrió un instante antes de abrirle la puerta del copiloto.
-- Gracias -- canturreó al tiempo que entraba al coche.
Ace puso los ojos en blanco y una sonrisa le cruzó el rostro a medida que los latidos de su corazón se hacían más intensos.
-- Luego me llamas grosero... -- la provocó.
____ soltó una risita y Ace cerró la puerta, rodeó el coche y tomó asiento frente al volante. Estaba a punto de arrancar cuando sonó la alarma de su reloj de pulsera, y el muchacho maldijo en voz baja y chasqueó la lengua.
-- ¿Puedes pasarme la botella de agua que hay ahí? No, en la guantera.
La chica buscó donde le había indicado Ace y le pasó un botellín.
-- Gracias -- sonrió él. Sacó dos envoltorios de uno de los bolsillos traseros del pantalón, los rompió y se llevó las píldoras a la boca antes de dar un trago a la botella --. Buah, qué asco de pastillas, en serio...
-- ¿Antiinflamatorios?
Ace asintió con la cabeza y le lanzó a la joven una mirada ladina.
-- No serás una de esas personas controladoras, ¿verdad? -- bromeó.
-- Fuiste tú quien me dijo que las de la narcolepsia te las tomabas a las seis -- repicó ____.
Ace alzó las manos en gesto de rendición y arrancó el vehículo.
-- Muy bien, enana, ¿a dónde te gustaría ir a cenar? -- canturreó al tiempo que se apresuraba a encender la calefacción.
-- ¿A dónde quieres ir tú?
Ace soltó una carcajada.
-- Me temo que no puedo cenar. Mañana tengo análisis, así que prohibido comer, y no podré beber a partir de las doce -- explicó el pecoso.
-- Debe ser una broma...
-- Ojalá, pero son órdenes directas de Law, y no me apetece que me corte el cuello -- bufó Ace.
-- Bueno, si no cenas, yo tampoco -- declaró ____, resuelta.
Ace dejó escapar una risotada.
-- ¿Qué clase de tontería es esa?
-- No me hace gracia ir a ningún lugar vestida así, y menos si es para comer yo sola. -- gruñó ella --. Además, después de tu pequeño detalle, estoy segura de que pretendes invitarme a todo esta noche.
-- Por supuesto -- sonrió Ace, y comenzó a salir del aparcamiento.
-- Entonces no.
-- ¿Por qué?
-- Porque no quiero que me pagues nada -- rió ella --. Me haría sentir..., no sé... Mala gente.
-- ¿Crees que vas a estar en deuda conmigo si te invito a cenar?
____ asintió con la cabeza y sintió que le subían los colores.
-- Bueno... -- suspiró Ace mientras trataba de poner en orden sus pensamientos --. Yo lo veo así: me gusta estar contigo, quiero invitarte a cenar porque me siento bien haciéndolo y no hace falta que me devuelvas nada. Lo hago sin compromisos, porque puedo y porque quiero. Sobre todo porque quiero.
-- De todas formas no tengo mucha hambre...
-- No te creo -- sonrió él.
-- Ace, en serio, que no hace falta.
El pecoso suspiró y detuvo el coche cuando el semáforo se puso en rojo.
-- Lo que quieras. Pero que sepas que tenemos una cena pendiente -- concluyó él al tiempo que le lanzaba una mirada de complicidad.
____ puso los ojos en blanco, pero asintió con la cabeza y la sombra de una sonrisa le cruzó el rostro.
-- Bueno, ¿entonces a dónde?
-- ¿Tienes alguna preferencia?
-- Deja de responder con preguntas -- gruñó Ace.
____ se llevó una mano a la boca para esconder su sonrisa del pecoso, se acomodó en su asiento y desvió la mirada a los dos peces que nadaban sobre sus piernas.
-- Al mirador...
-- ¿Qué? -- Ace sintió que se le disparaba el corazón.
-- Me gustaría ir al mirador -- repitió ella, esta vez más decidida.
Ace asintió con la cabeza, tensó la mandíbula y dio la vuelta en cuanto pudo para poner rumbo hacia la montaña que había a las afueras de la ciudad. Era increíble cómo todos sus planes se habían ido a la mierda en dos segundos: desde el principio, le hubiera gustado cenar en un sitio tranquilo y charlar con ella hasta que fuera hora de dejarla en casa, pero no contaba con que ____ tuviera pensado ir al mirador.
¿Qué podía hacer él allí además de avergonzarse por la forma en la que metió la pata? Y por si no tuviera suficiente, la imagen de Marco se materializó en su cabeza para recordarle cómo eran las cosas: era él quien estaba saliendo con la chica.
Ace tuvo que hacer un acopio de fuerza de voluntad para apartar esos pensamientos de su mente, y buscó entre el montón de CDs que Sabo tenía en el coche para poner música que destensase un poco el ambiente. Para su alivio, encontró un álbum de Jackson Browne que lo animó inmediatamente.
Stay era sin lugar a dudas su canción favorita y el pecoso no tardó en comenzar a tamborilear el volante con los dedos al ritmo de la música. Lo que no sabía era que ____ recordaba esa canción con especial cariño por las veces que su padre le había puesto Jackson Browne cuando era pequeña. Ace la espió por el rabillo del ojo y se sorprendió al ver que la muchacha tarareaba la letra por lo bajo.
-- Now the promoter don't mind -- comenzó a cantar el pecoso con la mirada puesta en la carretera --. And the union don't mind...
____ observó a Ace con la fascinación de un niño que ve por primera vez el arco iris, y sintió una extraña presión oprimiéndole el pecho.
-- Oh, won't you stay -- siguió ella cuando la voz de Jackson Browne fue sustituida por la de una mujer --. Just a little bit longer...
Ace sonrió involuntariamente y siguió cantando con ella mientras una parte de su mente se preguntaba qué estaba haciendo con su vida. Jamás había cantado antes, ni siquiera cuando estaba solo, y sin embargo, allí estaba ella para sacar aquel lado de Portgas D Ace que ni siquiera el muchacho conocía.
Ambos se miraron cuando acabó la melodía y rieron tras ser conscientes de lo ridícula que había sido aquella situación y que, por otro lado, había conseguido despertar una pequeña parte de sus almas.
Ace detuvo el coche frente al mirador y su intranquilidad fue en aumento. Le latía tan rápido el corazón que temía separar las manos del volante por si empezaba a temblar, aunque consiguió relajarse tras unos instantes, apagó el motor y la música dejó de sonar al mismo tiempo que las luces del vehículo se apagaron. Entonces se recostó en el respaldo del asiento, suspiró profundamente y giró la cabeza para cruzar miradas con la muchacha.
-- ¿Quieres salir?
____ echó un vistazo al temporal que había al otro lado del parabrisas del coche y observó minuciosamente la forma en la que la nieve se precipitaba sobre ellos y cómo el viento azotaba las ramas de los árboles.
-- Creo que será mejor que nos quedemos dentro -- sonrió.
Ace asintió con la cabeza y acarició con los pulgares el tapizado del volante. Se incorporó un poco, se apoyó en el respaldo de su asiento y se impulsó para llegar a la parte trasera del coche. ____ frunció el ceño mientras analizaba los movimientos del pecoso, confundida, pero su desconcierto desapareció cuando Ace se acomodó en los asientos traseros y le ofreció la mano para que lo acompañara. La chica dejó con cuidado la bolsa con los peces sobre la guantera, tomó la mano del pecoso y dejó que la ayudara a sentarse junto a él.
-- Elige un número del uno al cuatro -- sonrió él cuando la chica se hubo acomodado a su lado.
-- Tres.
Ace pulsó una tecla táctil en la pantalla de su móvil y la voz de Chris Martin los envolvió con su Something just like this. El pecoso chasqueó la lengua, se encogió de hombros y se guardó el aparato en la chaqueta.
-- Un número más y estarías deleitándote con la voz de Bruce Springsteen -- canturreó él.
____ dejó escapar una risita, se acomodó el pelo detrás de las orejas y apoyó la cabeza en el hombro del moreno, a quien se le cortó la respiración al momento y se puso tenso como la cuerda de una guitarra. Ace empezó a creer que el corazón acabaría por taladrarle el pecho, no obstante, pese a sus nervios, consiguió retomar el control de su cuerpo, y extendió el brazo para entrelazar su mano con la de la muchacha.
-- ¿Puedo ser sincero contigo? -- musitó por lo bajo tras unos minutos de silencio.
-- Creía que este era el lugar perfecto para decir lo que verdaderamente piensas -- rió ella con un deje de ironía en la voz.
Ace sonrió de lado y acarició la mano de la chica con el pulgar.
-- Siento lo del otro día -- comenzó él --, ya sabes.
-- ¿Por qué no me respondiste las llamadas? -- murmuró ____, y en sus ojos apareció una sombra colmada de tristeza.
Ace se mordió los carrillos y apoyó la cabeza sobre la de la muchacha en busca de una determinación que hacía tiempo que no sentía. Odiaba hablar de sus sentimientos, pero sabía que el corazón le acabaría explotando si ella no estaba al tanto de lo que pensaba.
-- Tenía miedo... -- susurró --, de perderte. De que decidieras no volver a estar conmigo.
-- ¿Y en qué momento exactamente se te pasó esa idea por la cabeza? -- rió ____, y se separó un poco de él para poder mirarlo a los ojos. Entonces sintió una fuerte presión en el pecho y notó que se le encendían las mejillas --. No te llamé para hablar de tus sentimientos, sino de los míos...
Ace dejó de acariciarle la mano con el pulgar y venció el miedo a mirar a la muchacha a los ojos, los cuales centelleaban en medio de la oscuridad del interior del coche y lo atraían, como si entre ellos hubiera un campo magnético imperceptible. El pecoso sintió que se le cortaba la respiración cuando ____, avergonzada, apartó la mirada, y le colocó la mano en el rostro para obligarla a mirarlo y así no perder de vista el precioso fulgor de sus orbes.
Era la primera vez que la sentía tan cerca de él, y notaba cómo se mezclaban sus respiraciones entrecortadas y la forma en la que el pecho de la chica subía y bajaba despacio, como si ni siquiera ella fuera capaz de controlar su respiración.
____, por su parte, no sabía cómo sentirse al respecto; Marco no se merecí aquello y, sin embargo, la muchacha no podía ignorar que estaba completamente enamorada de Portgas D Ace y sus juegos provocativos. Tener sus labios a escasos centímetros de la boca estaba consiguiendo que la joven perdiera el poco autocontrol que le quedaba, y su mente se debatía en duelo mortal con su corazón.
<< No le hagas caso, ____. Marco es un interesado... >> le recordó la voz de Nami, e inmediatamente la asaltó el recuerdo de los rumores que habían circulado por la universidad tras la fiesta de bienvenida de Ace, los cuales afirmaban que el rubio se había insinuado a varias chicas durante el evento.
¿Pero qué demonios estaba haciendo? ¡Al cuerno con Marco! Si alguien debía arrepentirse de cómo habían acabado, era él. ____ ya había agotado todas sus esperanzas en que el rubio comenzara a pensar debidamente, aprendiendo de sus errores y dejando de lado el egoísmo que había provocado todo aquello. No había duda de que la quería, y eso ____ lo sabía perfectamente, pero no podía seguir limitándose a esperar a que Marco madurara un poco, sobre todo porque era ella la que se pasaba las noches llorando lágrimas que podrían haberse evitado si su pareja hubiera sido un poco más considerada.
Era irónico que hubiera empezado a percatarse de su hastío a base de hablar con Portgas D Ace, la única persona en el mundo que conseguía desarmarla completamente y sacarla de sus casillas en menos de cinco segundos; un muchacho con aires de erudito matemático que poseía un exquisito (al mismo tiempo que inusual) gusto musical; el hermano mayor de su mejor amigo que prefería no hablar de sus problemas y obsesiones con tal de no preocupar a nadie; un grosero puntual que estaba dispuesto a acompañarla hasta donde fuera a pesar de que era incapaz de permanecer en pie más de cinco minutos; una persona que había sufrido el cáncer y que le había estrechado la mano a la muerte....
Pero por encima de todo aquello, era Ace, el joven que tenía tallado el firmamento en las mejillas, el chico que soñaba con columpiarse del Golden Gate y la persona que le había enseñado a decir lo que verdaderamente pensaba...
-- Te quiero -- murmuró ____ con voz temblorosa, y una lágrima descendió por su rostro hasta fundirse con el maquillaje blanco que decoraba sus mejillas.
Aquellas palabras consiguieron cavar un profundo hoyo en corazón del pecoso, quien sintió que era incapaz de respirar. Era irónico que, a pesar de lo mucho que temía que se le cortara la respiración, Ace deseaba que aquel sentimiento que lo paralizaba no desapareciese nunca. Limpió cuidadosamente con el pulgar el rastro que dejaba el llanto de la chica, y se preguntó si ____ estaría tratando de calmar aquel mismo cúmulo de sentimientos.
Ace había imaginado varias veces aquello, pero sus expectativas no coincidían para nada con lo que aquel momento le ofrecía: había pensado en que se le escaparía una enorme sonrisa cuando la muchacha le dijera aquellas palabras, que la estrecharía contra su cuerpo y que la besaría al estilo de las películas que tanto le gustaban a Sabo; sin embargo, la realidad era que Ace no podía moverse, ni pensar en otra cosa que no fueran los brillantes ojos de ____ observándolo.
Sabo ya le había dicho de camino al festival que le contara a la joven la verdad sobre su cáncer terminal, sus problemas de hacía dos años con la policía y la depresión que estaba tratando de atravesar. No obstante, Ace se avergonzaba de su propia situación y se culpaba por no haberse molestado en ser más responsable, y aunque estaba dispuesto a relatarle a la chica algún pasaje de su historia, tenía miedo de hablarle sobre el cáncer; si había algo que había aprendido Ace en aquellos dos últimos años era que la enfermedad provoca rechazo, y no podía imaginarse cómo se sentiría si la chica decidiera alejarse de él.
<< Es ahora o nunca >> le había dicho el rubio en el coche, pero estaba convencido de que Sabo se hubiera sentido igual de acorralado si estuviera en su lugar.
-- Yo también te quiero -- respondió Ace tras un silencio en el que trató de acompasar su respiración y poner en orden sus pensamientos: <<Es ahora o nunca >>.
Debía decírselo. Debía contarle a ____ la verdad sobre el futuro que le esperaba dentro de algunos meses. Tenía que sincerarse con ella para evitarle el mayor sufrimiento posible.
Los labios de ____ se convirtieron en una fina línea cuando trató de contener el tembleque de su barbilla: el cúmulo de sentimientos encontrados que la asaltaban estaba consiguiendo hacerla llorar. Ace volvió a enjugarle las lágrimas, le colocó el pelo tras la oreja para apartárselo de la cara y dejó que su mirada volviera a perderse en la profundidad con que lo observaba ____.
<< Ahora o nunca >> trató de animarse, sin embargo, su determinación desapareció cuando ella le regaló una de aquellas sonrisas que tanto le habían exprimido el corazón, recordándole que la vida no era una escala de grises.
-- A la mierda -- gruñó el pecoso.
Y se inclinó para besar a la chica al estilo de las películas que tanto hacían llorar a Sabo.
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