CAPÍTULO 10
<< Si tú eres la chica de mis sueños, yo soy las legañas de los tuyos >>
XHELAZZ
Ace se dejó caer sobre el colchón de su cama. Cruzó las piernas, apoyó un codo en la rodilla y el mentón en la palma de la mano, sus ojos observando con sincera curiosidad a ____. Ella, por otro lado, no tenía idea de cómo esconder su nerviosismo del pecoso.
____ dejó el vaso de agua en la bandeja de la merienda y alzó la vista lentamente para cruzar miradas con el muchacho, quien la contemplaba con una sonrisa a la espera de una explicación, divertido.
-- No te preocupes, puedo sacar mis propias conclusiones -- rió Ace tras comprobar que ____ no tenía intenciones de hablar --. Veamos... -- se llevó un puño a los labios y frunció el ceño, fingiendo una expresión de concentración --, estás colada por él...
Aquello último lo dijo con un tono pícaro, ofreciéndole a la muchacha una sonrisa ladina y una mirada de complicidad. ____ sintió un nudo en el pecho, pero consiguió disimular su nerviosismo lo suficientemente bien como para no levantar más sospechas en el pecoso.
La joven se levantó ignorando el comentario del pelinegro con una sonrisa, dispuesta a desviar la atención de Ace hacia otro tema y comenzó a explorar su dormitorio, paseando los ojos por los estantes abarrotados de trofeos y figuritas de acción. Sus pies se detuvieron frente a la última leja de la hilera de estanterías que había distribuidas por la pared, sus orbes fijos en una fotografía que le llamó la atención. Extendió el brazo y examinó la imagen de cerca.
No le fue difícil reconocer al mejor equipo de baloncesto de la universidad a la que asistía. Los jugadores estaban agrupados -- algunos de pie; otros arrodillados --, formando dos filas y posando para el fotógrafo. ____ reconoció el rostro sonriente de Marco, quien rodeaba con el brazo los hombros de Thatch. Estuvo a punto de perfilar el contorno de su rostro con el pulgar, pero logró contenerse. Después distinguió al entrenador del equipo y profesor de educación física, Edward Newgate, que se encontraba a la derecha de los muchachos, sujetando un cuaderno de anotaciones. Todos vestían el uniforme del equipo y lucían unas brillantes medallas doradas a la altura del pecho.
-- Fue nuestro último partido -- la voz de Ace casi consiguió sobresaltar a la chica.
El pecoso se había levantado sigilosamente y se había colocado detrás de ella para observar la fotografía por encima de su hombro, nostálgico.
-- Antes de que todo se fuera a la mierda y me sometieran a la operación -- añadió. Su tono era monótono.
____ bajó la vista y localizó a Ace en la foto. Estaba en cuclillas, sonriente y abrazando una gran copa plateada mientras alzaba una medalla por encima de su cabeza. Tenía la frente perlada por el sudor -- a diferencia del resto de los jugadores -- y se le marcaban las venas en los antebrazos y el cuello.
____ se culpó por no haber sido capaz de reconocerle antes, ¿pero cómo podría haber imaginado que aquel chico de mirada distraída podía ser capaz de sonreír de aquella forma? Lo contempló detenidamente, reparando en todos los rasgos de su rostro y entristeció la mirada involuntariamente cuando advirtió que el pecoso era el único que parecía haberse sometido a un gran esfuerzo.
<< Ya estaba enfermo por aquel entonces... >> pensó apretando los labios, un nudo en su pecho.
Ace se situó al lado de la chica y frunció el ceño cuando reconoció su expresión. Ya había visto aquel gesto de lástima y pesadumbre en otra gente, y no pensaba lidiar con aquella actitud compasiva por más tiempo.
Puso los ojos en blanco, cansado de tener que recurrir a comentarios estúpidos para que la gente no tuviera tiempo de pensar en lo desdichado que era. Aquella era una de las razones por las que había decidido no decirle nada a nadie sobre los verdaderos resultados médicos del último análisis. Lo último que necesitaba era que le tuvieran lástima.
Cogió con desgana la fotografía que ____ aun sujetaba entre las manos y la devolvió al lugar al que pertenecía antes de tomar a la chica por la muñeca y conducirla hasta su cama. Ace se sentó sobre el colchón y tiró del brazo de la muchacha suavemente para que hiciera lo propio.
Apretó los labios y meditó detenidamente las palabras que tenía pensado decirle desde la noche en que la conoció. Se rascó la nuca en un gesto nervioso y volvió a cruzar miradas con ella. Ace sintió un nudo en el pecho cuando distinguió un curioso color rojizo en las mejillas de ____, pero decidió no soltar a la chica hasta que hubiera dicho lo que se había propuesto.
-- Oye... -- e intensificó su mirada a pesar de que solo tenía ganas de esconderse de aquellos orbes brillantes que lo observaban con curiosidad --, tienes que dejar de mirarme con esa cara.
____ arqueó las cejas en una expresión interrogante, compuso una sonrisa nerviosa y procuró ignorar el hecho de que el pecoso seguía sujetándola por la muñeca.
-- No te estoy mirando con ninguna cara -- quiso esconder su preocupación de la mirada inquisitiva del pelinegro.
Ace frunció el ceño, molesto, pero no cedió.
-- Acabas de volver a hacerlo -- declaró con un tono de reproche --. ¿Crees que me sentiré mejor si me sonríes de esa forma tan forzada?
____ se vio obligada a desviar la mirada, sintiéndose cada vez más pequeña a medida que las recriminaciones de Ace iban dejando huella en sus sentimientos.
-- No soy ningún animal agonizando -- aunque lo cierto es que sentía que lo era --. Lo único por lo que deberías preocuparte es que ya no podrás verme jugando al básquet.
____ buscó los ojos de Ace cuando dejó de sentir su mano ceñida a la muñeca. Descubrió una expresión socarrona en su rostro, cosa que alegró a la muchacha, y no pudo evitar embelesarse con la sonrisa ladina que el pecoso le ofrecía.
-- ¿Acaso eras bueno? -- le provocó ella, arqueando las cejas y devolviéndole el gesto.
Ace frunció el ceño, molesto. ____ soltó una risita y escondió una sonrisa traviesa tras su mano, cosa que consiguió enervar al pelinegro.
-- ¡No te atrevas a subestimarme, enana! -- le advirtió, golpeándola enérgicamente con uno de los cojines que había a los pies de la cama.
Ace saltó del colchón inmediatamente, sujetando su arma con ambas manos y adoptando una postura de defensa, alerta. Mientras, observaba divertido como ____ aun intentaba analizar la situación. Sus ojos se encontraron lentamente y el pecoso le lanzó una mirada de suficiencia.
-- Con que esas tenemos... -- canturreo ella, devolviéndole el gesto.
____ estiró el brazo rápidamente para alcanzar otro de los cojines, pero Ace predijo sus movimientos. Se abalanzó sobre ella con la almohada en alto y una sonrisa que hacía tiempo que no se dibujaba en sus labios.
Un grito de sorpresa por parte de la muchacha eclipsó el estruendoso ruido que se produjo cuando los hierros de la cama chocaron contra la pared. Ace se mordió los carrillos, maldiciéndose por no haber calculado la fuerza con la que se había lanzado sobre el colchón.
Hizo una mueca y se encogió de hombros. Sabo se había cargado la puerta, no pasaría nada si él hacía un pequeño boquete en la pared.
Apartó el cojín de la cara de ____ con una sonrisa diabólica, aunque su expresión cambió radicalmente cuando sus orbes dieron con los de la chica. Se le disparó el corazón.
No se había dado cuenta hasta que ya había sido demasiado tarde, pero la había abordado bajo su cuerpo y ahora sus ojos estaban tan solo a un palmo de distancia. Nada más quitarle el cojín de la cara, había sujetado sus manos por encima de su cabeza y se había limitado a delinear con las pupilas el contorno de sus labios.
Se sonrojó inevitablemente. ¡Ni siquiera recordaba haberlo hecho! Solo habían pasado segundos, ¿no? Abrió la boca para decir algo, pero se interrumpió cuando se fijó que el rojo había asediado las mejillas de ____.
Ace chasqueó la lengua, se maldijo por ser tan idiota y ladeó la cabeza antes de que la chica se percatara de su abochorno. Soltó una de sus manos al tiempo que se quitaba de encima de ella, avergonzado, y se colocaba bocabajo a su lado. Entrelazó su mano izquierda con la de la joven y giró la cabeza para no tener que mirarle a los ojos.
-- Solo... -- y volvió a sentir una fuerte presión en el pecho --, no vuelvas a mirarme así y punto.
____ asintió con la cabeza a pesar de que el pecoso no podía verla y trató de acompasar su respiración entrecortada. El recuerdo de que el pelinegro había estado encima de ella hacía unos pocos segundos, solo consiguió encender más sus mejillas. Apretó los labios, nerviosa, y se atrevió a espiar sus manos entrelazadas por el rabillo del ojo.
No se había dado cuenta hasta ahora, pero sus manos eran grandes y cálidas.
Se quedaron en aquella posición durante unos minutos, en silencio, hasta que ____ hizo ademán de querer retirar la mano y él la dejó ir. La muchacha se incorporó sobre el colchón y observó con curiosidad la espalda del pecoso. Sonrió; le gustaba el aire infantil que le daba su cabellera desordenada.
-- Ey, ¿y si vemos alguna película? -- propuso ____ --. Podemos meternos en mi cuenta de Netflix.
Él tardó en responder.
-- Qué poco original -- se quejó. Entonces se incorporó lentamente, se giró para mirarla y alzó una ceja, adoptando una actitud sugestiva --. ¿Quieres escuchar algo increíble?
____ asintió con la cabeza enérgicamente, se quitó las botas para acomodarse en la cama y espero a que Ace pusiera en marcha un antiguo equipo de música bajo el que había un pequeño armario. Él abrió la puerta del compartimento y extrajo un disco de vinilo que colocó con cuidado en el equipo.
Enseguida comenzó a sonar una canción que a la chica le sonó increíblemente familiar. Sonrió. Ace se volvió hacia ella y sonrió de lado.
-- Hungry Heart de...
-- ¡Bruce Sprinsgteen! -- rió ella.
Se puso inmediatamente en pie y corrió hacia el equipo de música para ojear el resto de discos que el pecoso escondía en el armario.
Ace estaba sorprendido. Observó con una sonrisa curiosa la expresión fascinada de la muchacha conforme iba descubriendo a otros cantantes.
-- ¿Puedo? -- preguntó ____ con cierto aire de timidez, sosteniendo un disco entre sus manos.
Ace sonrió y se hizo a un lado para dejarle espacio a la joven. ____ quitó con cuidado el disco de Sprinsgteen antes de que comenzara a sonar otra canción. Esta vez, Can't help falling in love, de Elvis Presley.
____ se giró para mirar con una sonrisa triunfante al pecoso.
-- Ey, no tienes mal oído, eh... -- rió él, asintiendo con la cabeza.
Pasaron el resto de la tarde escuchando música, sentados en la cama del pelinegro y hablando de cosas triviales y sueños infantiles. Ace le contó su experiencia en su primer día de universidad, su papel en el equipo de baloncesto y algunas otras anécdotas. ____ le habló de cómo conoció a Luffy, de las trastadas que habían hecho desde entonces y de cómo se había decantado por estudiar medicina.
Ninguno mencionó nada que tuviera que ver con cicatrices, enfermedades, ni hospitales. Y eso alegró a Ace considerablemente. El muchacho había tardado poco en olvidarse de su cáncer, de la narcolepsia y de las pastillas que tendría que tomarse dentro de otro par de horas. Y le encantaba aquello.
Cada vez que dejaba de sonar una canción, se turnaban para levantarse y escoger otro disco, cambiaban de conversación y el uno volvía a perderse en los ojos del otro. Ace perdió la cuenta de las veces que había llegado a sonreír aquella tarde; estaba más pendiente de recordar las que le regalaba la chica.
Billy Joel dejó de cantar Piano Man y esta vez fue ____ la que se levantó para cambiar el disco. Estaba buscando algo más animado cuando de repente, escuchó una voz proveniente de las escaleras.
-- ¡Ace, ya estoy en casa! -- canturreó Sabo.
El pecoso casi sufrió una taquicardia. Saltó de la cama lo más rápido que le permitieron sus piernas, agarró a ____ por el brazo y le tapó la boca con la mano que le quedaba libre tras advertir que la chica tenía intenciones de contestar.
-- ¡No entres, no entres, no entres! -- exclamó Ace, pegando la espalda a la pared, estrechando a la chica contra su cuerpo.
____ sintió el agitado corazón del pecoso taladrándole la espalda. Espió a Ace por el rabillo del ojo y comprobó que miraba con recelo la puerta, nervioso. La muchacha tamborileó con los dedos la mano de Ace para indicarle que no articularía palabra y él destapó su boca lentamente, aunque no la separó de él.
-- ¡Que no entres! -- rugió Ace cuando escuchó los pasos de su hermano en el pasillo.
____ aguzó el oído y advirtió que las pisadas del rubio se habían detenido.
-- ¿Qué pasa, te estás haciendo una paja? -- rió Sabo, guasón.
Ace chasqueó la lengua y se llevó una mano a la cara para ocultar su sonrojo de la chica que aun retenía entre sus brazos.
-- ¡M-más o menos! -- balbuceó Ace.
Se escuchó una carcajada proveniente del pasillo y Ace tuvo que estrechar más a la joven contra su cuerpo para que no advirtiera el distinguible rojo que había invadido el rostro del pelinegro.
-- Bueno, entonces te dejo tranquilo -- se burló Sabo --. Te veo en la cena.
Ambos escucharon a Sabo bajar las escaleras; después un largo silencio. Tras unos minutos, Ace tomó aire y deshizo el abrazo que tenía presa a ____. Ella le miró con una sonrisa socarrona.
-- ¿Qué? -- Ace arqueó una ceja.
-- ¿Por qué nos escondemos? -- rió ella, inquisitiva.
-- Porque si mi hermano se entera de que he estado a solas, con una chica una tarde entera en mi cuarto, mientras no había nadie en casa... va a empezar a hacerse ideas tontas -- le respondió, haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia --. Y paso de que me haga un interrogatorio.
Se quedaron un rato en silencio en el que ninguno supo exactamente qué decir. Ace le lanzó una mirada furtiva al reloj digital que había sobre su mesita de noche. Las 20:30 . Volvió a cruzar miradas con ____.
-- ____, me encantaría que te quedaras a cenar -- se rascó el cuello, nervioso --, pero antes tengo que pensar una escusa para Sabo...
-- ¿Vas a echarme? -- ____ esbozó un gesto de fingida decepción.
Ace se apresuró a negar rápidamente con la cabeza, temeroso de que la chica se hubiera hecho una idea equivocada. Entonces ella le dio en el hombro suavemente con el puño.
-- Es broma, tonto -- soltó una risita, satisfecha con la reacción del pecoso.
Se calzó sus botas de tacón y se echó al hombro la mochila que había traído consigo, no sin antes dejar sobre el escritorio una bolsa de dulces que ella misma había preparado.
-- Dáselos a Luffy de mi parte -- le pidió.
-- Hecho -- aunque lo cierto es que pensaba comérselos todos él solito.
____ se balanceó hacia delante y atrás unos segundos, le ofreció una tímida sonrisa a Ace y se encaminó hacia la puerta.
-- Bueno, nos vemos otro día -- se despidió --. Gracias por...
-- Eh, eh, eh, ¿adónde vas? -- la sujetó por el antebrazo, deteniéndola en el acto.
-- A-a mi casa... -- balbuceó con un leve sonrojo en las mejillas, nerviosa.
-- Ni de coña -- bufó --. Te llevo yo. Dame un segundo.
Ace soltó a ____ para ponerse la chaqueta que había dejado sobre la silla. Desconectó el móvil del cargador y lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón. Comprobó que no se olvidaba de nada, apretó los labios y entrelazó su mano con la de la chica antes de abandonar la habitación.
Atravesaron el pasillo, bajaron las escaleras y pasaron frente a la cocina de la forma más sigilosa de la que fueron capaces. Ace cogió su abrigo del perchero, se lo echó al hombro y abrió la puerta de casa procurando hacer el menor ruido posible.
Ace soltó la mano de ____ cuando llegaron al garaje. El pecoso se puso el abrigo, subió sobre la moto y esperó a que la joven se acomodara detrás de él para poner en marcha el motor.
No dijeron nada durante el trayecto, sino que se dedicaron a disfrutar cada uno del calor corporal del otro. ____ volvió a esconder la cara en la espalda de Ace y él se embelesó de nuevo con la piel de las frágiles manos que le abrazaban.
Ace detuvo la moto frente a la casa de la chica, sintiendo que alguien estaba a punto de arrancarle una parte de él. ____ le devolvió el casco, con una sonrisa a modo de agradecimiento, se ajustó las asas de la mochila a los hombros y se encaminó hacia la puerta de su casa.
Aquella vez, Ace decidió acompañarla. Se sentía inquieto, egoísta e infantil, pero sobretodo, se sentía vivo. Cuando llegaron al umbral de la vivienda, los dos se giraron para mirarse.
-- Gracias por todo, Ace -- murmuró ella.
El pecoso reconoció la timidez en su voz. Sonrió.
-- No ha sido nada -- escondió las manos en los bolsillos del abrigo y se encogió de hombros --. En realidad ha estado bastante bien para ser la primera cita... -- quiso provocarla.
Su comentario pareció escandalizarla. Lo más probable es que se achacara al hecho de que su madre estaba tras aquella puerta.
-- ¡No ha sido nada de eso! -- exclamó en voz baja.
Ace soltó una risotada y se miró la punta de los zapatos antes de atreverse a decir algo más.
-- Oye, estás más alta -- sonrió él mientras la observaba de arriba abajo. Entonces le ofreció una mirada ladina --. Oh, espera... que son las botas.
-- ¡Eres un descarado! -- le espetó ____ mientras alzaba el brazo para propinarle un puñetazo en el hombro.
Ace detuvo el golpe con facilidad, sujetando a la chica por la mano. Una sonrisa ladina se dibujó en sus labios. Tiró un poco de ella y entonces volvió a tenerla lo suficientemente cerca como para volver a oler aquel perfume que la acompañaba a todas partes.
Ambos dejaron de sonreír.
Ace esperaba que el tiempo se congelara a su alrededor, que su cuerpo dejara de sentir el gélido aire atravesándole la piel y que sus labios ejecutaran un último acto de valentía antes de volver a casa.
Nada de aquello ocurrió.
La separó de él con un leve empujón, le revolvió el pelo y le dio la espalda sin molestarse en ofrecerle una última sonrisa. ____ aun no comprendía que acababa de pasar.
-- Buenas noches, enana -- fue todo lo que escuchó la muchacha antes de ver cómo el pecoso ponía en marcha el motor de la moto y desaparecía en un cruce de la avenida.
-- Buenas noches... -- dijo, y el viento se llevó aquel suspiro junto a las hojas que caían de los árboles.
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Dejó la moto en el garaje, entró en casa y colocó con desgana el abrigo sobre el perchero. Estaba a punto de subir las escaleras que conducían a su cuarto, cuando de repente una voz lo detuvo en seco.
-- ¿Se puede saber a dónde has ido?
Ace se golpeó la cara con la mano, exasperado.
<< Mierda, me había olvidado de Sabo >> maldijo en sus pensamientos.
Retrocedió sobre sus pasos y se coló en la cocina para hacerle frente a la mirada reprochante de su hermano.
El rubio estaba de brazos cruzados, sentado en una de las sillas que había en torno a la mesa. Ace se fijó en los platos que descansaban sobre el tablero de madera: dos raciones de carne con unas pocas verduras.
-- ¿Necesitas algo? -- suspiró el pecoso. Volvió a mirar la cena --. Tengo sueño, no creo que vaya a cenar esta noche.
-- ¿Dónde estabas? -- Sabo suavizó la mirada.
-- Necesitaba dar una vuelta... -- se rascó la nuca y giró la cabeza hacia otra parte.
-- ¿No has ido a acompañar a nadie a casa? -- canturreó el rubio.
Ace cambió de expresión radicalmente. Cruzó miradas con Sabo, quien lo miraba con una pícara sonrisa al tiempo que se llevaba un trozo de carne a la boca.
-- Tch -- rió Ace, procurando no exteriorizar su nerviosismo --, si he estado solo toda la tarde...
-- Ajám... -- el rubio señaló con la cabeza el fregadero, donde él mismo se había encargado de dejar la merienda que el pelinegro había tomado con ____ -- Ace, que no vea por un ojo no significa que esté completamente ciego...
-- Tenía hambre -- sonrojado.
-- Ya, y has comido y bebido por dos -- rió Sabo.
Ace comenzó a rascarse enérgicamente la cabeza, esperando que alguna deidad descendiese del techo de la cocina con un saco lleno de escusas. Sabo estudió su reacción con aire divertido.
-- Ace... -- y enarcó las cejas en una expresión irónica --, tenemos que hablar.
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