Los días transcurrieron en una borrosa sucesión de deudas, preocupaciones y la fría realidad de su fracaso. Gi-hun apenas dormía, la imagen del billete de lotería, su última esperanza, grabada en su mente. Fue entonces cuando recibió un mensaje de texto de un número desconocido: "Gi-hun, soy In-ho. ¿Te gustaría cenar conmigo el viernes? Un buen restaurante, mi invitación."

Sorpresa y desconfianza se mezclaron en el estómago de Gi-hun. ¿Cómo había obtenido In-ho su número? La memoria del encuentro bajo el puente, la conversación fugaz y la sensación inquietante de que el hombre sabía más de él de lo que debería, volvieron con fuerza. Aun así, la idea de una cena gratis, una noche fuera de su sombría realidad, era tentadora. Respondió con un simple "Sí".

El viernes, Gi-hun se encontró en un restaurante de alta cocina, un lugar que jamás habría podido permitirse. In-ho, impecablemente vestido, lo esperaba con una sonrisa cálida. No hubo menciones al juego, ni a oportunidades extraordinarias. La conversación fluyó con naturalidad, girando en torno a temas triviales: el clima, el tráfico de Seúl, la belleza de la ciudad iluminada por la noche. In-ho era un conversador encantador, atento y observador. Gi-hun se sintió sorprendentemente a gusto en su compañía, olvidando por un momento la angustia que lo consumía.

La comida era exquisita, una experiencia sensorial que Gi-hun apreciaba a pesar de su situación. In-ho le preguntaba sobre su vida, sobre su trabajo, sobre su hija, escuchando con verdadera atención. Hablaba de sus propios intereses, de sus viajes, de su trabajo... pero sin revelar detalles concretos. Mantenía un aura de misterio, una sensación de profundidad que fascinaba a Gi-hun.

Al final de la cena, In-ho pagó sin vacilar. No hubo promesas, ni insinuaciones. Simplemente, una conversación agradable, una comida deliciosa, y una sensación de alivio temporal en el corazón de Gi-hun. Al despedirse, In-ho le entregó una tarjeta con su número de teléfono. "Si necesitas algo, llámame", dijo con una sonrisa enigmática.

Gi-hun se fue con la mente llena de preguntas. ¿Por qué In-ho lo había invitado a cenar? ¿Qué pretendía? La invitación había sido inesperada, generosa, casi... demasiado perfecta. La sensación de misterio que rodeaba a In-ho era más intensa que nunca. El juego, aunque aún no revelado, ya había comenzado a jugarse en la mente de Gi-hun.