-32.

XXXII:
RESCATE.


HARRY LLEVABA UNA MEDIA HORA manteniendo una conversación con un extraño elfo de nombre Dobby que había aparecido a advertirle que alguien quería atentar contra él.

La verdad el Potter menor se encontraba bastante aturdido, no entendía nada de lo que la criatura intentaba expresar y ahora, su tío Vernon había escuchado ruidos haciendo que el ruido de sus pasos subiendo los escalones se hiciera cada vez más fuerte.

—¡Rápido! ¡En el armario! —dijo Harry, empujando a Dobby, cerrando la puerta y echándose en la cama en el preciso instante en que giraba el pomo de la puerta.

—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó tío Vernon rechinando los dientes, su cara espantosamente cerca de la de Harry—. Acabas de arruinar el final de mi chiste sobre el jugador japonés de golf... ¡Un ruido más, y desearás no haber nacido, mocoso!

Tío Vernon salió de la habitación pisando fuerte con sus pies planos. Harry, temblando, abrió la puerta del armario y dejó salir a Dobby.

—¿Se da cuenta de lo que es vivir aquí? —le dijo Harry, cansado, solo quería que su padre llegara por él—. ¿Ves por qué debo volver a Hogwarts? Es el único lugar donde tengo..., bueno, donde creo que tengo amigos.

—¿Amigos que ni siquiera escriben a Harry Potter?—preguntó maliciosamente el arrugado elfo.

—Supongo que habrán estado... ¡Un momento! —dijo Harry, frunciendo el entrecejo—. ¿Cómo sabes que mis amigos no me han escrito?

—Harry Potter no debe enfadarse con Dobby. Dobby pensó que era lo mejor...

—¿Has interceptado mis cartas?

—Dobby las tiene aquí, señor —dijo el elfo, y escapando ágilmente del alcance de Harry, extrajo un grueso fajo de sobres del almohadón que llevaba puesto.

Harry pudo distinguir la esmerada caligrafía de Hermione, los irregulares trazos de Ron, la delicada letra de Violet, las letras cuadradas de Romeo y la reconocible letra de su padre, hasta un garabato que parecía salido de la mano de Hagrid, el guardabosques de Hogwarts.

Estaba completamente indignado con el elfo.

—Harry Potter no debe enfadarse... Dobby pensaba... que si Harry Potter creía que sus amigos lo habían olvidado... Harry Potter no querría volver al colegio, señor.

Harry no escuchaba. Se abalanzó sobre las cartas, pero Dobby lo esquivó.

—Harry Potter las tendrá, señor, si le da a Dobby su palabra de que no volverá a Hogwarts. ¡Señor, es un riesgo que no debe afrontar! ¡Dígame que no irá, señor!

—¡Iré! —exclamó Harry enojado—. ¡Dame las cartas de mis amigos!

—Entonces, Harry Potter no le deja a Dobby otra opción —dijo apenado el elfo.

Antes de que Harry pudiera hacer algún movimiento, Dobby se había lanzado como una flecha hacia la puerta del dormitorio, la había abierto y había bajado las escaleras corriendo.

Con el corazón en la boca, Harry salió detrás de él, intentando no hacer ruido. Saltó los últimos seis escalones, cayó como un gato sobre la alfombra del recibidor y buscó a Dobby.

—... señor Mason, cuéntele a Petunia aquella divertida anécdota de los fontaneros americanos, se muere de ganas de oírla...—decía la voz del tío Vernon desde el comedor.

Harry cruzó el vestíbulo, y al llegar a la cocina, sintió que se le venía el mundo encima.

El pudín de la tía Petunia flotaba cerca del techo. Dobby estaba en cuclillas sobre el armario que había en un rincón.

—No —rogó Harry con voz ronca—. Te lo ruego..., me matarán...

—Harry Potter debe prometer que no irá al colegio.

—Dobby..., por favor...

—Dígalo, señor...

—¡No puedo!

—Entonces Dobby tendrá que hacerlo, señor, por el bien de Harry Potter.

El pudín cayó sobre la cabeza de la elegante señora que estaba sentada en el sofá de la sala de sus tíos, Harry había quedado en shock, sintió el verdadero terror y solo pensó en las mil y un formas que su tío lo mataría después de eso.

Miró hacia el elfo cuando en un chasquido como el de un látigo, Dobby desapareció.

El tío Vernon se giró hacia Harry con la única intención de degollarlo, por primera vez el pelinegro deseaba que una visita fuera eterna y así no tener que pasar por lo que le esperaría después, aunque existía la posibilidad de que fuera salvado por el tiemble que anuncie la llegada de James sabía que no la tendría fácil.

Gracias a Merlín la señora Masón aceptó la ayuda de limpiarse y ante la pérdida del postre la Tía Petunia sacó helado del congelador y Harry, todavía temblando, se puso a fregar la cocina.

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En el preciso instante en que tía Petunia estaba ofreciendo a sus invitados unos bombones de menta, una lechuza penetró por la ventana del comedor, dejó caer una carta sobre la cabeza de la señora Mason y volvió a salir.

La señora Mason gritó como una histérica y huyó de la casa exclamando algo sobre los locos.

Harry estaba en la cocina, agarrado a la fregona para no caerse, cuando tío Vernon avanzó hacia él con un destello demoníaco en sus ojos diminutos.

—¡Léela! —dijo hecho una furia y blandiendo la carta que había dejado la lechuza—. ¡Vamos, léela!

Harry la cogió. No se trataba de ninguna felicitación por su cumpleaños.

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"Estimado Señor Potter:
Hemos recibido la información de que un hechizo levitatorio ha sido usado en su lugar de residencia esta misma noche a las nueve y doce minutos.
Como usted sabe, a los magos menores de edad no se les permite realizar conjuros fuera del recinto escolar y reincidir en el uso de la magia podría acarrearle la expulsión del colegio (Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad, 1875, artículo tercero).

Asimismo le recordamos que se considera falta grave realizar cualquier actividad mágica que entrañe un riesgo de ser advertida por miembros de la comunidad no mágica o muggles (Sección decimotercera de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos).

¡Que disfrute de unas buenas vacaciones!

Afectuosamente, Mafalda Hopkirk.

Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia
Ministerio de Magia"
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Harry levantó la vista de la carta y tragó saliva.

—No nos habías dicho que no se te permitía hacer magia fuera del colegio —dijo tío Vernon, con una chispa de rabia en los ojos—. Olvidaste mencionarlo... Un grave descuido, me atrevería a decir...

Se echaba por momentos encima de Harry como un gran bulldog, enseñando los dientes.

—Bueno, muchacho, "¿sabes qué te digo? Te voy a encerrar... Nunca regresarás a ese colegio... Nunca... Y si utilizas la magia para escaparte, ¡te expulsarán!

Y, riéndose como un loco, lo arrastró escaleras arriba.

—¡Mi padre no lo permitirá!—gritó Harry—. ¡Él vendrá por mí aunque tenga que tumbar esa puerta!

—Sigue soñando, fenómeno—respondió Vernon—. Tu padre y sus cosas de fenómenos no se acercarán a esta casa porque él no sabrá que estás aquí.

—Le recuerdo que es un mago, lo sabrá de una forma u otra—espetó el niño.

Su tío lo arrojó a la habitación y Harry solo sintió el sonido del cerrojo.

A la mañana siguiente, mandó poner una reja en la ventana de su dormitorio e hizo una gatera en la puerta para pasarle tres veces al día una mísera cantidad de comida. Sólo lo dejaban salir por la mañana y por la noche para ir al baño.

¿De qué le serviría utilizar sus poderes mágicos para escapar de la habitación, si luego lo expulsaban de Hogwarts por hacerlo?

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James Potter caminaba de un lado a otro, hace tres días que no le respondían de la casa de los Dursley.

Estaba muy preocupado, además de que no respondían le había llegado una carta del ministerio que decía que habían detectado uso de magia por un menor en esa casa. Si Harry había hecho algo que pudo expulsarlo era por algo.

—¿Petuni...

Hola hola, hablas con la amable casa Dursley, soy Petunia y no podemos responderte ahora , pero deja tu men...—James colgó de golpe, una vez más el maldito contestador.

Lo había intentado todo: Llamadas, paquetes por correo, cartas por correo muggle y hasta había enviado una lechuza a Harry, pero seguía sin tener una respuesta. Estaba preocupado.

—Tendré que ir hasta allá si quiero volver a ver a Harry—se dijo a sí mismo, tomó las llaves de su auto y se fue—. Perdón, perdón Harry, te di el peor cumpleaños número doce.

Condujo hasta la casa de los Dursley, ahí se bajó y empezó a golpear la puerta como si no hubiera un mañana.

—¡Harry! ¡Harry!—golpeaba con toda su fuerza—. ¡Escucha Vernon, si no abres esta maldita puerta voy a derribarla!

James sacó su varita, pero fue interrumpido por alguien.

—James Potter, yo no haría eso si fuera tú—dijo una vecina, una vieja vecina que James reconocía.

—Hola señora Figg—saludó.

—Por si no te habías dado cuenta, una feria está sucediendo en el vecindario—James se dió la vuelta morfo el montón de personas y carpas que había afuera—. Si llegas a derribar una puerta con un palo que lanza chispas el ministerio tendría que hacer un reseteo de memoria masivo y tú terminarías en la cárcel o en bancarrota de tanto pagar multas.

—¡Pero es Harry!—exclamó el pelinegro—. No sé nada de él y ya es costumbre de estas personas secuestrarlo o algo así.

PUM PUM PUM.

Unos golpes una ventana o algo así alarmaron a James, miró a la vieja que señaló hacia una ventana del segundo piso con su bastón.

¡Papá! ¡Papá!

PUM PUM PUM.

—¡Papá! ¡Soy yo, Harry!—gritaba el niño mientras golpeaba la ventana. El corazón de James se rompió en mil pedazos, su niños gritaba desesperado detrás de unos barrotes tal como Sirius en Azkaban—. ¡Sácame de aquí! ¡Perdón por usar magia!

—¡Tranquilo renacuajo!—gritó el padre—. ¡Ahora no puedo usar magia, mañana a primera hora te sacaré de ahí!

—Te llamaré cuando todo esté despejado y puedas venir por él—le dijo la amable señora a James—. Ahora que sabes que Harry no está en medio del océano puedes irte a descansar.

—¿Se nota que no he dormido estos días?—respondió con una leve risa y la señora asintió.

—¡Harry!—lo llamó—. ¡No dejes que te saquen de esa habitación! ¡Vendré por ti! ¡Te amo!

—¡Aquí esperaré!—respondió—. ¡También te amo! ¡Eres el mejor!

James con lágrimas en los ojos y el dolor de su alma subió de nuevo a su auto. Seguramente los Dursley no estaban y por eso ambos pudieron gritar como si no hubiese un mañana.

Si quería sacar a Harry de ahí necesitaba ayuda de sus amigos, así que pensó en ir del más cercano al más lejano.

—Sabrá Merlín donde vive Granger—se dijo a sí mismo viendo una de las fotos mágicas que Harry había puesto en el auto—. Primer descartado, vamos con Remus.

James marco el teléfono y luego de un par de timbres alguien respondió.

¡Cornamenta! ¡Por Merlín!—exclamaron del otro lado—. Llevo tres días intentando contactarte y no respondes ningún teléfono, ¿Todo bien?

—Si y no, lunático—suspiró y Remus contesto con un ruido de confusión—. Lo hicieron de nuevo, volvieron a secuestrar a Harry y yo no te llamé o contesté porque duré día y noche esperando alguna llamada de esa casa.

¿Lo sacaste? ¿Están bien?—Remus ahora se encontraba muy preocupado, por James y por su sobrino.

—No pude, yo necesito ayuda—contestó afligido—. ¿Podrías ayudarme? Mañana temprano, quiera hacerlo hoy pero hay demasiado público muggle, apenas esa gente se desaparezca lo haré.

¡Claro que cuentas conmigo!—respondio sin pensarlo.

Dile que puede pasar la noche aquí en La Madriguera, ambos pueden y mañana irán por el chico—una voz de tono maternal se escuchó por el teléfono.

Es Molly, supongo que ya la escuchaste—habló Remus de nuevo—. Lo mejor será que vengas, no aguantarás estar solo sabiendo que Harry está encerrado y debemos ir por él.

—Aceptaré la invitación—suspiró—. Ya salgo para allá.

James arrancó y Harry desde su ventana vio ir el carro de su padre.

Corrió a empacar pues por fin saldría de ahí, su padre iría por él, celebrarían su cumpleaños y podría ir a Hogwarts como una persona normal. Estaba aliviado, feliz y agradecido de tener un padre como James.

—¿Escuchaste Hedwig?—le habló a su lechuza—. Saldremos de aquí mañana, podrás volar y yo podré decirle a mis amigos porqué no respondí sus cartas.

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Esa noche en la madriguera se llevaba a cabo una charla muy importante. Violet y Ron habían escuchado la conversación de Remus, ademas de ver la preocupación en el rostro de James Potter cuando llegó al lugar.

—¡Sabía que a Harry le pasaba algo!—exclamó Ron—. No podía ser normal que no contestó ni nuestras cartas de cumpleaños.

—Tienes razón, Ron—contestó Violet—, si al menos lo hubiéramos sabido antes, lo habríamos sacado de ahí.

—Lo habríamos saca...¡Lo tengo!—exclamó el pelirrojo.

—¿Qué te dio?

—Vamos a sacar a Harry de ahí, está noche—dijo con un tono de suspenso.

—¿Eata noche? Pero mi tío James irá por él en la mañana—respondió confundida.

—¿Recuerdas lo qué pasó la última vez que el señor Potter aplazó ir a buscar a Harry?—dijo Ron y la Lupin asintió—. ¡Exacto! ¡Terminó en medio del océano!

—Creo que en eso tienes razón, pero tú y yo en medio de la noche buscando la manera de cruzar hasta Londres—la pequeña se cruzó de brazos—. ¿O acaso tienes un plan para llegar hasta allá?

—Planear algo lleva mucho trabajo para nosotros dos—dijo y luego formó una sonrisa maliciosa, Violet lo miró con una vela alzada—. Te recuerdo que somos hermanos de Romeo, Fred y George.

Violet entendió el mensaje y los dos corrieron hasta la habitación donde dormían sus hermanos.

En Privet Drive el pequeño Harry sentía que iba a morir de hambre, desde que su padre le dijo que iría por el, el tiempo parecía pasar tres veces más lento que de costumbre.

Se abrió la gatera y apareció la mano de tía Petunia, quien dejó un plato de sopa de lata. Harry saltó de la cama y se abalanzó sobre el plato. La sopa estaba completamente fría, pero se bebió la mitad de un trago.

—No debes despreciarlo, es todo lo que tenemos —dijo Harry con tristeza.

Suponiendo que James no lograra sacarlo de ahí y  siguiera vivo cuatro semanas más tarde, ¿Qué sucedería si no se presentaba en Hogwarts?

¿James vendría con Dumbledore o Hagrid y tumbaron la casa para que él pueda salir? ¿Podrían conseguir que los Dursley lo dejaran ir? ¿Si lo expulsan James lo ingresará a la secundaria muggle?

Harry no sabe porqué pero se preguntó si ¿No volver a Hogwarts significaría no volver a ver a Mérope Malfoy?

A final de año se había llevado bien con la chica y le parecería una pena perder contacto con ella, el chico no entendía porqué la rubia le causaba tanto interés, más sabiendo cómo era su hermano.

Entre tantos pensamientos, Harry concilió un sueño agitado.

—¡Para! —dijo Harry, sintiendo el golpeteo en su dolorida cabeza de un horrible sueño que estaba teniendo—. Déjame en paz...Basta ya..., estoy intentando dormir...

Abrió los ojos. Una luz de la luna brillaba por entre los barrotes de la ventana. Y dos personas, con los ojos muy abiertos, lo miraban tras la reja: alguien con la cara llena de pecas y el pelo rojo, junto a alguien de cabello rubio cenizo y ojos muy azules.

Violet Lupin y Ron Weasley estaban afuera en la ventana.

—¡Ron! ¡Violet!—exclamó Harry, encaramándose a la ventana y abriéndola para poder hablar con él a través de la reja—. Ron, Vi ¿cómo has logrado...? ¿Qué...?

Harry se quedó boquiabierto al darse cuenta de lo que veía. Ron sacaba la cabeza por la ventanilla trasera de un viejo coche de color azul turquesa que ¡flotaba!. Sonriendo a Harry desde los asientos delanteros, estaban Fred, George y Romeo.

—¿Todo bien, Harry?—preguntó Romeo a su primo.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Ron—. ¿Por qué no has contestado a mis cartas? Te he pedido unas doce veces que vinieras a mi casa a pasar unos días, y luego mi padre vino un día diciendo que te habían enviado un apercibimiento oficial por utilizar la magia delante de los muggles.

—¿No te han hecho daño?—preguntó ahora Violet—. El tío James está muy preocupado, hubo días que no apareció, pero ahora está en casa con papá.

—No fui yo. Pero ¿cómo se enteró tu padre Ron?

—Trabaja en el Ministerio, y además como dijo Violet tu padre está en mi casa, y contó que a él también le llegó la notificación—contestó Ron—. Sabes que no podemos hacer ningún conjuro fuera del colegio.

—¡Tiene gracia que tú me lo digas! —repuso Harry, echando un vistazo al coche flotante—. No puedo creer que mi padre sepa que estuvieron a punto de expulsarle, yo pensaba decírselo después.

—¡Esto no cuenta! —explicó Ron—. Sólo lo hemos cogido prestado. Es de mi padre, nosotros no lo hemos encantado. Pero hacer magia delante de esos muggles con los que vives...

—No he sido yo..., pero es demasiado largo para explicarlo ahora—suspiró, era hora de resignarse—. Mira, puedes decirle a papá que lo esperaré aquí, y si no logra sacarme puedes decir en Hogwarts que los Dursley me tienen encerrado y que no podré volver al colegio.

—Harry, ¿Eres tonto o te haces?—se quejó Violet—. Es obvio que estamos aquí por ti.

—Deja de decir tonterías —dijo Ron—. Hemos venido para llevarte a casa con nosotros, tu padre, tu tío, todos están ahí.

—Pero ustedes tampoco pueden  utilizar la magia para sacarme...

—No la necesitamos —repuso Ron, señalando con la cabeza hacia los asientos delanteros y sonriendo—. Recuerda a quién he traído conmigo.

—Ata esto a la reja —dijo Fred, arrojándole un cabo de cuerda.

—Si los Dursley se despiertan, me matan —comentó Harry, atando la soga a uno de los barrotes. Fred aceleró el coche.

—No te preocupes —dijo George— y apártate.

—Da espacio renacuajo, estás hablando con los reyes del sigilo—completó Romeo.

Harry se retiró al fondo de la habitación, donde estaba Hedwig. El coche aceleró más y más, y de pronto, la reja se desprendió limpiamente de la ventana mientras el coche salía volando hacia el cielo. Harry corrió a la ventana y vio que la reja había quedado colgando a sólo un metro del suelo.

Harry escuchó preocupado, pero no oyó ningún sonido que proviniera del dormitorio de los Dursley.

Después de que dejaran la reja en el asiento trasero, a su lado, Fred dio marcha atrás para acercarse tanto como pudo a la ventana de Harry.

—Entra Harry—Violet lo llamó.

—Pero todas mis cosas de Hogwarts... Mi varita mágica, mi escoba...

—¿Dónde están?—preguntó Romeo.

—Guardadas bajo llave en la alacena de debajo de las escaleras. Y yo no puedo salir de la habitación—respondió.

—No te preocupes —dijo George desde el asiento del acompañante—. Quítate de ahí, Harry.

Fred y George entraron en la habitación de Harry trepando con cuidado por la ventana, mientras Romeo tomó el timón del auto para mantenerlo en vuelo y asegurarse que su primo esté bien.

Hay que reconocer que lo hacen muy bien, pensó Harry cuando George se sacó del bolsillo una horquilla del pelo para forzar la cerradura.

—Muchos magos creen que es una pérdida de tiempo aprender estos trucos muggles —observó Fred—, pero nosotros opinamos que vale la pena adquirir estas habilidades, aunque sean un poco lentas.

Se oyó un ligero «clic» y la puerta se abrió.

—¿Alguna vez dudaste de nosotros, enano?—dijo Romeo con sorna y Harry negó con la cabeza—. Date prisa con ese equipaje, tus tíos los ogros en cualquier momento salen de su pantano.

—Bueno, nosotros bajaremos a buscar tus cosas. Recoge todo lo que necesites de tu habitación y ve dándoselo a Ron por la ventana—susurró George.

—Tengan cuidado con el último escalón, porque cruje—les susurró Harry mientras los gemelos se internaban en la oscuridad.

Violet bajó del auto hacia la habitación de Harry para ayudarlo a empacar, ambos recogieron las cosas y se las pasaban a Ron a través de la ventana.

—Volvimos—susurraron los gemelos al tiempo.

Luego ayudó a Fred y a George a subir el baúl por las escaleras, mientras que Violet volvía a subirse al auto. Oyó toser al tío Vernon.

Ahora los gemelos ayudaron a Harry con su baúl, Romeo y Ron ayudaban desde el auto, mientras que Fred, George y Harry empujaban desde adentro hasta que el baúl pudo deslizarse por la ventana.

Tío Vernon volvió a toser.

—Un poco más —dijo jadeando Fred, que desde el coche tiraba del baúl—, empujen con más fuerza debiluchos...

—Vamos enano—ánimo Romeo—. Recuerda que eres un Potter.

Harry y George empujaron con los hombros, y el baúl terminó de pasar de la ventana al asiento trasero del coche.

—Estupendo, vámonos —dijo George en voz baja.

Pero al subir la ventana, Harry oyó un potente chillido detrás de él, seguido por la voz del tío Vernon.

¡ESA MALDITA LECHUZA!—gritó con su gruesa voz.

—Harry—Violet tocó su hombro—. ¿No te olvidas de alguien?

—¡Me olvidaba de Hedwig—recordó y se bajó de nuevo.

Harry cruzó a toda velocidad la habitación al tiempo que se encendía la luz del pasillo. Cogió la jaula de Hedwig, volvió velozmente a la ventana, y se la pasó a Ron.

La puerta se abrió de par en par y todos los pasajeros de aquel ford quedaron blancos como un papel, el tío Vernon se quedó inmóvil en la puerta; luego soltó un mugido como el de un toro furioso y, agarró a Harry por un tobillo.

Ron, Fred y George lo asieron a su vez por los brazos, y tiraban de él todo lo que podían. Romeo intentaba conducir el auto hacia el aire con la esperanza de que Harry no se cayera por la ventana.

—¡Suéltelo! ¡Viejo loco!—gritó Violet tirándole una lata vacía, pero su mala puntería evitó que cayera sobre Vernon.

—¡Petunia! —gritó tío Vernon—. ¡Se escapa! ¡SE ESCAPA!

Pero los Weasley tiraron con más fuerza, y el tío Vernon tuvo que soltar la pierna de Harry, pudieron subirlo al coche.

—¡Romeo, aprieta el acelerador!—gritó Ron.

El coche salió disparado en dirección a la luna.

—Estuvo cerca, pensé que ibas a caerte enano—dijo Romeo conduciendo el auto.

—Casi, el tío Vernon por poco y acaba con mi tobillo—se quejó Harry acomodando el zapato que Ron le entregó—. ¿El tío Femus sabes que sabes manejar esta cosa?

—Él me está enseñando a conducir, pero claramente no sabe que vuelo autos.

—Nadie sabe que sabemos conducirlo—dijo Fred.

—Y apenas lleguemos entraremos en silencio, correremos hasta nuestras camas y luego cuando mamá llame para comer haremos como si nada—habló George.

—El tío James se va a poner muy feliz de verte—Violet abrazo a Harry con un brazo—. Nos alegra que estes bien.

—Madriguera, allá vamos—completó Ron y tomaron rumbo a aquella acogedora casa, donde ningún sabía que les esperaba.

Harry respiró tranquilo viendo la inmensidad de Londres, no había perdido a sus amigos, estaría junto a su padre, volvería a Hogwarts y probablemente vuelva a hablar con ella.

§
¡Nuevo Cap!
Bueno, ustedes me pidieron doble actualización así que espérense unas horitas.

Segundo escape del Harry jajajaja, amo esto.
Ya el otro cap vemos a Mérope de nuevo, a veces sin querer escribía su nombre, definitivamente no hablo de ella un capítulo y ya la extraño.

Espero les guste esta versión editada del escape de Harry.
Voten, comenten y síganme.

Xoxo, Ela.
§

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