-14.

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DUELO DE MEDIANOCHE

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Siguieron cenando, y a mitad de cena llegaron unos invitados no muy agradables. Eran Malfoy, Lestrange escoltados por Crabbe y Goyle.

—¿Está buena la comida, Potter? ¿Los vas a extrañar cuando se tenga que ir, Weasley?—canturreó Pólux.

—¿Comiendo la última cena, Potter? ¿Cuándo coges el tren para volver con los muggles?—habló Malfoy.

—Eres mucho más valiente ahora que has vuelto a tierra firme y tienes a tus «amiguitos»—dijo fríamente Harry.

Por supuesto que en Crabbe y Goyle no había nada que justificara el diminutivo, pero como la Mesa Alta estaba llena de profesores, no podían hacer más que crujir los nudillos y mirarlo con el ceño fruncido.

—Díselo, Draco—mencionó Lestrange—Apuesto que no aceptará un cara a cara contigo.

—¿De qué hablas Lestrange?—respondió Harry—¿Crees que no me enfrentaría con Malfoy?

Soy un Potter y eso me hace mejor, soy un Potter y eso me hace mejor; se repetía Harry una y otra vez las palabras de su padre.

—Nos veremos cuando quieras—dijo Malfoy—Esta noche, si quieres. Un duelo de magos. Sólo varitas, nada de contacto. ¿Qué pasa? Nunca has oído hablar de duelos de magos, ¿verdad?

—Por supuesto que sí—dijo Ron, interviniendo—Yo soy su segundo. ¿Cuál es el tuyo?

—Fácil, será Pólux—respondió Draco—A medianoche, ¿de acuerdo? Nos encontraremos en el salón de los trofeos, nunca se cierra con llave.

Dicho esto Malfoy y los otros se fueron, Ron y Harry se miraron.

—¿Por qué acabo de aceptar un duelo con Malfoy? Papá me dijo que no me metiera en uno—preguntó Harry, su valor se había esfumado—¿Y qué quiere decir que seas mi segundo?

—Bueno, un segundo es el que se hace cargo, si te matan—dijo Ron sin darle importancia. Al ver la expresión de Harry, añadió rápidamente—Pero la gente sólo muere en los duelos reales. Lo máximo que pueden hacer Malfoy y tú es echar chispas uno al otro. Ninguno sabe suficiente magia para hacer verdadero daño. De todos modos, seguro que él esperaba que te negaras.

—¿Y si levanto mi varita y no sucede nada?—preguntó de nuevo.

—La tiras y le das un puñetazo en la nariz —le sugirió Ron.

—Con permiso—era Hermione Granger.

—¿No se puede comer en paz en este lugar?—dijo Ron.

—No pude dejar de oír lo que tú y Malfoy estabais diciendo...—dijo la niña.

—No esperaba otra cosa—murmuró Ron.

—Y no debes andar por el colegio de noche. Piensa en los puntos que perderás para Gryffindor si te atrapan, y lo harán. La verdad es que es muy egoísta de tu parte.

—Y la verdad es que no es asunto tuyo—respondió Harry.

—Adiós —añadió Ron.

Mientras una muy enojada Mérope se levantaba de la mesa. Había escuchado toda la conversación y en ese momento solo quería ir a la habitación de Draco y ponerle tinte azul a su gel para el cabello.

Draco se percató y salió detrás de su hermana.

—Cissa—la llamó Draco pero ella lo ignoró—¡Cissa! ¡Mérope! ¡Mérope Narcissa!

—¡No me digas así en público!—exclamó frenando su paso, aún sin mirarlo.

—¿Qué tienes? ¿Por qué te pones así?

—¿Vas a preguntar, Lucius?—dijo encarándolo, ella solo le decía así cuando estaba muy molesta por lo que Draco tragó en seco, lucía igual a su madre—¡Acabas de retar a Potter a un duelo! ¡Podrían expulsarte!

—¿Enserio crees que iré? Potter se tragó toda mi mentira, él ira y se meterá en problemas solo.

—Ya sé porque no quedaste en Gryffindor, ve ahora mismo con Potter y dile que esa absurda cosa se cancela.

—¡Noo! Mi plan va a perfección—dijo pero Mérope lo miraba severamente—Esta bien, si lo veo en el camino se lo diré.

—Más te vale Lucius, si Olivia pregunta dile que ya me fui a la habitación—dijo entrando a la puerta secreta junto al escobero, estaba cansada y no quería caminar mucho.

Yo le dije que si me lo encontraba en el camino se lo diría, pero lastima que las mazmorras y la torre Gryffindor quedan en direcciones opuestas; pensó Draco caminando a buscar a sus amigos para volver a la sala común.

Claramente nunca se encontró con Harry, por lo que el mensaje nunca fue entregado.

(...)

Harry estaba acostado, despierto, oyendo dormir a Seamus y a Dean (Neville no había regresado de la enfermería). Ron había pasado toda la velada dándole consejos del tipo de:

«Si trata de maldecirte, será mejor que te escapes, porque no recuerdo cómo se hace para pararlo», le decía el pelirrojo.

Tenían grandes probabilidades de que los atraparan Filch o la Señora Norris, y Harry sintió que estaba abusando de su suerte.

Por otra parte, recordaba el rostro burlón de Malfoy, y aquélla era la gran oportunidad de vencerlo frente a frente. Él era un Potter, eso lo hacía mejor que él en todo (principalmente como persona), podía vencerlo, no podía perder.

—Once y media—murmuró finalmente Ron—Mejor nos vamos ya.

Se pusieron las túnicas, cogieron sus varitas y bajaron la escalera de caracol y entraron en la sala común de Gryffindor. Ya casi habían llegado al retrato, cuando una voz habló desde un sillón cercano.

—No puedo creer que vayas a hacer esto, Harry—era Hermione Granger; con el rostro ceñudo y una bata rosada.

—¡Tu! —dijo Ron furioso—¡Vuelve a la cama!

—Estuve a punto de decírselo a tu hermano—contestó enfadada Hermione—Percy es el prefecto y puede detenerlos.

Harry no podía creer que alguien fuera tan entrometido. Murmuró a Ron un «Vamos» y lo empujó por el agujero del retrato. Hermione no iba a rendirse tan fácilmente. Siguió a Ron, gruñendo como una gansa enfadada.

—No les importa Gryffindor; ¿verdad? Sólo les importa lo suyo. Yo no quiero que Slytherin gane la copa de las casas y van a perder todos los puntos que yo conseguí de la profesora McGonagall—canturreaba la niña.

—Vete—dijo Ron

—Muy bien, pero se los avisé. Recuerden todo lo que he dicho cuando estén en el tren volviendo a casa mañana. Los niños son tan...—canturreaba Hermione, pero paró en seco.

Hermione había retrocedido hasta el retrato de la Dama Gorda, para volver; y la tela estaba vacía, había quedado fuera de la torre de Gryffindor.

—¿Y ahora qué voy a hacer? —preguntó con tono agudo.

—Ése es tu problema—añadió Ron—Nosotros tenemos que irnos o llegaremos tarde.

—Voy con ustedes—dijo Hermione alcanzándolos.

—No lo harás.

—¿No creerán que me voy a quedar aquí, esperando a que Filch me atrape? Si nos encuentra a los tres, yo le diré la verdad, que estaba tratando de detenerlos, y me apoyarán—sentenció Granger.

—Eres una amargada—dijo Ron en voz alta.

—¡Cállense!—dijo Harry en tono cortante—He oído algo.

—¿La Señora Norris? —resopló Ron, tratando de ver en la oscuridad.

No era la Señora Norris. Era Neville. Estaba en el suelo, medio dormido, pero se despertó súbitamente al oírlos.

—¡Gracias a Dios que me encontraron!—dijo aliviado y feliz—Hace horas que estoy aquí. No podía recordar el nuevo santo y seña para irme a la cama.

—No hables tan alto, Neville. El santo y seña es «hocico de cerdo», pero ahora no te servirá, porque la Dama Gorda se ha ido no sé dónde—dijo Hermione.

—¿Cómo está tu muñeca?—preguntó Harry

—Bien —contestó, enseñándosela—La señora Pomfrey me la arregló en un minuto.

—Bueno, mira, Neville, tenemos que ir a otro sitio. Nos veremos más tarde...—empezó Ron a caminar.

—¡No me dejen!—dijo Neville, tambaléandose—No quiero quedarme aquí solo. El Barón Sanguinario ya ha pasado dos veces.

Harry rodó los ojos pero terminó aceptando. Probablemente Malfoy se burlaría por llevar como público a Longbottom y a Granger, pero al final sabía que no sería capaz de dejarlos tirados.

Ron miró su reloj y luego echó una mirada furiosa a Hermione y Neville.

—Si nos atrapan por su culpa, no descansaré hasta aprender esa Maldición de los Demonios, de la que nos habló Quirrell, y la utilizaré contra ustedes—sentenció Ron.

Se deslizaron por pasillos, Harry esperaba chocar con Filch o la Señora Norris, pero tuvieron suerte. Subieron rápidamente por una escalera hasta el tercer piso y entraron de puntillas en el salón de los trofeos.

Malfoy y Lestrange todavía no habían llegado. Las vitrinas con trofeos brillaban cuando las iluminaba la luz de la luna. Harry empuñó su varita, por si Malfoy aparecía de golpe. Los minutos pasaban en silencio hasta que la única niña presente rompió el silencio.

—Desde la mañana te he oído hablar del vuelo y el quidditch, no le veo sentido a tu nerviosismo—dijo Hermione Granger—Tú padre tiene razón, lo llevas en la sangre.

—¿Cómo lo sabes?—preguntó Harry, extrañado.

—Ven por aquí, mira esta copa—dijo la castaña, Harry miró a Ron y se alzaron de hombros, siguiéndola.

Harry y Ron acercaron su mirada a la vitrina y pudieron observar un brillante trofeo, era de la copa Quidditch, en su en su base resaltaba una placa que decía:

—¡Wow Harry! No me dijiste que tu padre también fue buscador—exclamó Ron.

—Me dijo que jugaba Quidditch, pero no recuerdo que me haya dicho su posición—dijo Harry sonriente—Se pondrá feliz cuando vea que obtuve la misma posición que él.

—Seguramente, Harry—respondió la niña.

En los dormitorios de Slytherin, Mérope Malfoy no podía dormir, no es que no confiara en Draco, pero cuando analizó la respuesta que le dio sabía que no se encontraría a Potter en el pasillo, por lo cual seguramente no había cancelado el estúpido duelo.

Vio su reloj era casi la medianoche por lo que se levantó a ver si Draco había salido de su cama. Se levantó con cuidado de no despertar a Olivia, se puso una bata blanca y salió a la sala común.

Gamora, su gata que dormía a sus pies notó el movimiento de su dueña y salió detrás de ella. Encontrándose con Draco y Pólux entrando por la puerta de piedra reprimiendo carcajadas.

—¿Ya han ido a ese patético duelo? Al menos hubieras ido bien vestido Draco, padre se indignaría si se entera que fuiste a un duelo en pijamas de serpientitas bebés—dijo desde el final de la escalera con los brazos cruzados y voz firme.

—Obviamente no iríamos así, primita—habló Pólux—Te dijimos que todo estaba calculado y que nadie iba a pelear.

—¿Entonces qué hacen despiertos y entrando por la puerta?—preguntó con el mismo tono y posición de antes.

—Fue un plan, uno muy bueno para meter a Potter en problemas—respondió Draco—Le estábamos dejando una carta anónima a Filch diciéndole que un par de estudiantes se enfrentaría en la sala de trofeos a media noche.

—¿Le entregaron una carta a Filch y no les dijo nada?

—Obviamente no lo hicimos personalmente—añadió Pólux—¿Recuerdas los hechizos de papiroflexia que nos enseñaba la tía Narcissa?

—¿No me digan que le enviaron un avioncito de papel?—dijo alzando una ceja y riendo levemente.

—En realidad hermanita, fue un pajarito de papel—respondió con una media sonrisa—Pero bueno problema resuelto, podemos irnos a la cama.

—Buenas noches, Cissa—se despidió su primo.

—Agh, vengan aquí simplemente no puedo enojarme con ustedes—dijo Mérope acercándose a su hermano y primo dándole a cada un beso en la mejilla—Ojalá no los descubran, me rehuso a explicarle a papá como los echaron del colegio intentando echar a otro alumno, y no a cualquiera sino a Harry Potter.

Draco y Pólux rodaron los ojos ante la mención del gafudo que tan mal les caía. Los tres subieron a sus habitaciones.

Mérope volvió a tomar su lugar en su cama, Gamora se acostó a su lado al ver que su dueña daba vueltas y vueltas, abrazó a su mascota pero aún así batalló para dormir.

Bien era cierto que no podía enfadarse con Draco, una parte de ella deseaba que Potter se acobardara y no intentara presentarse al duelo, a ella no le caía del todo mal solo un poco, pero no le gustaría que el chico al que se le negó tanto tiempo la magia por culpa de su hermano sea sacado del lugar donde la estaba descubriendo.

De vuelta en la sala de trofeos, los cuatro Gryffindors no entendían la demora de Malfoy y Lestrange. Se veían muy dispuestos a luchar y ahora nadie aparecía.

Harry y Ron se mantenían de pie apoyados contra una pared, Hermione se había sentado en el piso con la espalda apoyada en la vitrina de trofeos y Neville estaba cabeceando una y otra vez a punto de quedarse dormido.

—¿Y ese duelo suyo, no era a media noche?—preguntó Hermione.

—Se está retrasando, tal vez se han acobardado—susurró Ron.

Entonces un ruido en la habitación de al lado los hizo saltar. Harry ya había levantado su varita cuando oyeron unas voces. No era Malfoy, no era Lestrange.

—Olfatea por ahí, mi tesoro. Pueden estar escondidos en un rincón—era Filch, hablando con la Señora Norris.

Aterrorizado, Harry gesticuló salvajemente para que los demás lo siguieran lo más rápido posible. Neville acababa de pasar, cuando oyeron que Filch entraba en el salón de los trofeos.

—Tienen que estar en algún lado —lo oyeron murmurar—Probablemente se han escondido.

—Creo que lo hemos despistado —dijo Harry, apoyándose contra la pared fría y secándose la frente.

—Te... lo... dije —añadió Hermione, apretándose el pecho—Te... lo... dije.

—Tenemos que regresar a la torre Gryffindor —dijo Ron— lo más rápido posible.

—Malfoy te engañó —dijo Hermione a Harry—. Te has dado cuenta, ¿no? No pensaba venir a encontrarse contigo. Filch sabía que iba a haber gente en el salón de los trofeos. Malfoy debió de avisarle.

Harry pensó que probablemente tenía razón, pero no iba a decírselo.

—Vamos.

De la nada hubo una presencia en la habitación, era Peeves. Los vio y dejó escapar un grito de alegría.

—Cállate, Peeves, por favor... Nos vas a delatar—rogó Harry, de nuevo pasaba por su cabeza ese internado para chicos traviesos.

—¿Vagabundeando a medianoche, novatos? No, no, no. Malitos, malitos, os agarrarán del cuellecito.

—No, si no nos delatas, Peeves, por favor—ahora rogó Hermione.

—Debo decírselo a Filch, debo hacerlo —dijo Peeves, con voz de santurrón, pero sus ojos brillaban malévolamente—Es por vuestro bien, ya lo sabéis.

—Quítate de en medio—ordenó Ron, y le dio un golpe a Peeves, gran error.

—¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA!—gritó Peeves—¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA, EN EL PASILLO DE LOS ENCANTAMIENTOS!

Pasaron debajo de Peeves y corrieron como para salvar sus vidas, hasta el final del pasillo, donde chocaron contra una puerta...cerrada.

—¡Estamos listos!—gritó Ron, mientras empujaban inútilmente la puerta—¡Esto es el final!

Podían oír las pisadas: Filch corría lo más rápido que podía hacia el lugar de donde procedían los gritos de Peeves.

—Oh, muévete—ordenó Hermione. Cogió la varita de Harry, golpeó la cerradura y susurró—¡Alohomora!

La puerta se abrió. Pasaron todos, la cerraron rápidamente y se quedaron escuchando.

—No diré nada si me lo pides por favor —dijo Peeves, con su molesta vocecita.

—Muy bien... por favor.

—¡NADA! Ja, ja. Te dije que no te diría nada si me lo pedías por favor. ¡Ja, ja!—Y oyeron a Peeves alejándose y a Filch maldiciendo enfurecido.

—Él cree que esta puerta está cerrada—susurró Harry—Creo que nos vamos a escapar...¡Suéltame, Neville!—se quejó pues el chico le tiraba de la manga—¿Qué pasa?

Harry se dio la vuelta y vio, claramente, era el pasillo prohibido del tercer piso. Y ya sabían por qué estaba prohibido.

Estaban mirando directamente a los ojos de un perro monstruoso, un perro que llenaba todo el espacio entre el suelo y el techo. Tenía tres cabezas, seis ojos, tres narices que olfateaban en dirección a ellos y tres bocas chorreando saliva entre los amarillentos colmillos.

Harry abrió la puerta. Entre Filch y la muerte, prefería a Filch. Retrocedieron y Harry cerró la puerta tras ellos. Corrieron, casi volaron por el pasillo.

Lo único que querían era alejarse del monstruo. No dejaron de correr hasta que alcanzaron el retrato de la Dama Gorda.

—¿Dónde se habían metido?—les preguntó, mirando sus rostros sudorosos y rojos

—No importa...Hocico de cerdo, hocico de cerdo—jadeó Harry, y el retrato se movió para dejarlos pasar.

—¿Qué pretenden, teniendo una cosa así encerrada en el colegio?—dijo finalmente Ron—Si algún perro necesita ejercicio, es ése.

—¿Es que no tienen ojos en la cara?—dijo enfadada—¿No vieron lo que había debajo de él?

—¿El suelo?—sugirió Harry—¿Disculpa? Creo que intentaba salvar mi vida, no detallar la habitación.

—No miré sus patas, estaba demasiado ocupado observando ¡sus cabezas!—completó Ron.

—No, el suelo no. Estaba encima de una trampilla. Es evidente que está vigilando algo—dijo Hermione fastidiada—Espero que estén satisfechos. Nos podía haber matado. O peor, expulsado. Ahora, si no les importa, me voy a la cama.

—No, no nos importa—dijo Eon indignado con la escena—Nosotros no la hemos arrastrado, ¿no?

Pero Hermione le había dado a Harry algo más para pensar, mientras se metía en la cama. Parecía que había descubierto dónde estaba el paquetito arrugado de la cámara setecientos trece.

Ese día mientras Harry descubría un monstruo de tres cabezas, Draco Malfoy dormía plácidamente, pero para Mérope la noche había sido un martirio, no podía dejar de sentirse culpable por lo que Draco había hecho y esperaba que mañana Potter siguiera siendo un alumno de Hogwarts.

—¡Por Merlín!—exclamó en un susurro—Te pido que Potter se haya librado, o mejor que ni siquiera haya ido.

Después de su plegaria pudo consolidar un poco el sueño, quería hacerse la idea de que estaba preocupada por la culpa que tendría su lo echan o porque el chico no haya delatado a Draco.

Sí, era eso ó ¿por qué ella se preocuparía por Harry Potter?

§
Feliz porque traje capítulo nuevo.

Qué tal, ya Mérope anda muy pendiente a Harry...jum.

Espero les guste. Voten y comenten, amo leerlas.

Xoxo, Ela.
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