𝗢𝟮𝟲. 𝗌𝗂𝗑𝗍𝗁 𝗌𝖾𝗇𝗌𝖾

CAPÍTULO
VEINTICINCO

❝SEXTO SENTIDO❞

• • •

Cuando noté que mi objetivo tenía una alta recompensa me imaginé que iba a ser difícil enfrentarlo. Sin embargo, me decepcioné cuando lo derrote sin necesidad de usar toda mis fuerzas. Incluso en el ataque, se vio afectada a la mayoría de su tripulación. Todos ellos quedaron bajo custodia de la ley que tenían en la isla, ellos se encargaran de entregarlos a la marine y cobrar la recompensa para reparar los daños que causaron en la ciudad.

Los habitantes querían conocer la identidad de la persona que liberó su isla de un asqueroso pirata, pero me desaparecí antes de decir algo. No quería llamar mucho la atención.

Law me invitó a quedarme en la casa del señor hasta que derrotará al pirata, sorpresa se llevaron cuando ni siquiera dure un día con ellos. Wolf, un señor de setenta años vestido con camisa playera junto a un pesquero, aceptó que me quedaría con ellos sin nada a cambio.

Algo raro, ya que los chicos me dijeron que ellos estaban con él pero no de a gratis. Wolf usaba el "dar y recibir". Supongo que el hecho de salvarlos tanto a ellos como a la isla fue mi "dar" y que me ofrezcan su casa es el "recibir".

Me iba a negar, no me iba a quedar en la isla. Los chicos se pusieron tristes y Bepo incluso estaba por matarme porqué según él era la causa de que me fuera, intentaron convencerme de quedarme por lo menos unos pocos días con excusas de que más piratas vendrán o que alguien iba a vengar a la tripulación que derrote. Law y Wolf intentaron convencerme de forma más racional sobre qué necesita reposo y mi herida en mi mano necesita atención.

Al final, se les concedió quedarme cuando una tormenta de nieve azotó toda la isla. No podías caminar ni quedar enterrado en la congelada nieve.

Wolf dijo que no necesitaba darle nada, y aún así, le ayudaba en lo que podía. Cocinando, tejiendo, limpiando y mi favorita, ayudar en el invernadero. Los chicos ya se estaban acostumbrando a que les cantara una canción para dormir y prepararles sus platillos favoritos cuando me lo pedían.

Pero todo lo bueno tarde o temprano se tiene que ir.

──¡No se vaya, Ann-san!

──¡Quédese con nosotros!

──¡No viviremos sin usted!

Bepo, Shachi y Penguin se aferraban a mí impidiendo que me fuera. La tormenta había cesado después de dos semanas y no hubo ningún avistamiento de nuevos piratas. Ya era hora de 'zarpar' con mis niños.

──¡No es justo que nos haga quererla para después dejarnos solos!

──¡Es cierto!

──¡Eso es cruel!

Los tres lloraban absorbiendo sus mocos. No quería dejarlos, ya los consideraba como otros hijos.

──Me encantaría quedarme, pequeños. ─acaricie sus cabezas. ──. Pero tengo asuntos que atender.

Se separó de mí lentamente llorando todavía. Law junto a Wolf se acercaron a los chicos. El viejo no expresaba nada, más que preocupación. Trafalgar por su parte no podía mirarme a los ojos, mismo que note cómo una lágrima traicionera rodó por su mejilla. No lo expresaba, pero era el más afectado por mi partida.

──Los visitaré cuando pueda. ─sonreí dulcemente. ──. Mientras tanto cuiden de la isla en mi ausencia.

──H-hai...

Sus lágrimas aún salían, pero ya no tanto.

──Los voy a extrañar, mis pequeños valientes.

No debí decir eso, fue más que suficiente para que se lanzarán a llorar más fuerte abrazados unos con los otros. Wolf se acercó a mí.

──Cuidate por favor, mocosa. ─miró a los chicos. ──. Ellos morirían si algo te sucede.

──Yo jamás me iré sin que ellos tengan una vida resuelta. ─aclaré mirando al viejo. ──. Muchas gracias por todo.

Hice una leve reverencia. Wolf gruño maldiciendo, sin embargo, él era como Dadan. Entre más gruñidos son más nos quieren.

Antes de irme me acerqué a ellos para despedirme de uno por uno hasta llegar con Law. El chico estaba con su rostro serio pero no era capaz de mantener mi mirada.

──Espero que cuando te vea ya seas un excelente cirujano, Torao. ─él alzó su cabeza, el apodo se lo di desde que lo conocí. ──. Hazme sentir orgullosa, ¿si?

──Tsk. ─sus mejillas se sonrojaron desviando su mirada. ──. Claro que lo haré.

Sonreí levemente. Tomé un pedazo de papel que estaba segura que lo iba a necesitar más él.

──Quiero darte esto. ─él tomó mi vivre card. ──. Por si en un futuro no necesitas o por si sólo quieres saludarme.

Se quedó observando el papel con atención, su ceño se dispersó al ver un corazón dibujado en él.

──Es para que veas, que tienes mi corazón contigo. ─sus ojos se abrieron con sorpresa. ──. Así que cuídalo.

Él tenía pesadillas y cuando lo abrazaba para calmarlo le decía Cora-san, y la única manera de calmarlo era teniendolo cerca de mi corazón donde escuchaba mis latidos. Ahora que me iré quería dejarle algo para que pudiera dormir.

──Cuidate, Law. ─acaricié su cabeza por encima de su sombrero. ──. Y cuidalos.

Lo miré por última vez para caminar lejos de ellos. Antes de desaparecer de sus vista noté cómo su sombrero escondía sus ojos y agua deslizaba por sus mejillas.

──Adiós.

Con eso, me perdí entre la nieve.

























[ • • • ]

























Estaba cansada y hambrienta. Muy apenas y pude aterrizar bien en el barco. Tenía que detenerme a comer y qué mejor lugar que el Baratie. Ya era cliente exclusivo.

Con tan sólo entrar por la puerta no tardé en sentir un par de brazos abrazar mi cintura.

──¡Ann-swan!

Un pequeño rubio con corazones en los ojos bailaba a mi alrededor después de soltarme. Me reí para colocarme en cuclillas para llegar a su altura.

──Me alegra verte, Sanji. ─acaricie sus dorados cabellos.

──¡A mi más! ─confesó feliz. ──. Permítame llevarla a una mesa exclusiva para usted, bella dama.

Tomó mi mano guiándome a la mesa que estaba en un balcón dejando ver el azulado océano. Sanji me trajo la carta y sin pensar mucho pedí todos los platos que me comía. El rubio no se sorprendía y nunca me negaba nada, de hecho, siempre me daba flores y platillos gratis.

Mientras esperaba la comida me tome un poco de tiempo para pensar en esta sensación que tengo desde que crucé el Red Line. Mis manos temblaban y mi corazón latía más rápido de lo normal, supuse que era la fatiga por tantas horas de vuelo, pero ahora que descansaba no dejaba de sentirme así.

Y empeoró con el tiempo.

Mis ojos se fijaron en una pila de periódicos que adornaban a pocos pasos míos. No leía mucho el periodico, pero mis manos ansiaban leerlo. Sin darme cuenta me acerqué tomando el de hoy y no encontré nada medianamente importante. Leí el de ayer, antier y nada. No fue que tomé el de hace cuatro días dejando un mal sabor de boca la noticia.

──Un invitado especial en el Reino Goa. ─murmuré leyendo. ──. Tenryuubito...

Deje el periodico donde lo tomé. Mis manos temblaban peor de lo que estaban. Esa clase de personas las aborrecía y no me agradaba que fueran al Reino Goa, después de todo eso está en la Isla de Dawn.

Lo que tranquilizaba era saber que mis pequeños estaban lejos del Reino.

──Ellos sólo van a la Gray Terminal de vez en cuando. ─me dije a mi misma. ──. Está a un lado del Reino, pero los Tenryuubitos no irán allí.

Trataba de tranquilizar mi mente. No quería creer algo que no me gustará. Algo que se que puede pasar. No quería escuchar a mi sexto sentido.

Si el periodico decía la verdad, el invitado especial ya debió llegar al Reino hace tres días e incluso ya debió irse de la isla. Sus visitas duran dos días cuánto mucho.

Suspiré.

──Necesito regresar.

























[ • • • ]

























Volaba todo lo que podía, ni siquiera tomé un vaso de agua. Por suerte Zeff entendió mi situación y no me quiso cobrar el dinero de la comida que ya habían preparado.

No podía dejar de temblar hasta tener en mis brazos a mis pequeños revoltosos. En mi cabeza me hacían muchos escenarios de ellos tres entrenando como siempre con Dadan cuidándolos a lo lejos.

No quería imaginar otra cosa.

Cuando llegue a la colina no tarde en regresar a mi forma humana y poco me importa caerme por mi fatiga. Me levanté corriendo por todo el bosque gritando el nombre de mis pequeños.

No podía pensar con claridad, ni siquiera me paraba a ver algunas ramas que rozaban mi piel. Me limité a correr hacia la guarida secreta de los chicos.

──¡Ace! ¡Sabo! ¡Luffy! ─grité al llegar, pero la casa estaba desolada, no había nadie y parecía que tenía días sin ser habitable. ──. No por favor.

Me dirigí hacia la cabaña de los bandidos con el corazón en mi mano, latía cada vez más fuerte y juró que mis ojos estaban a nada de humedecerse.

──Maldita sea, anciano. ─maldije a Garp, si algo le pasaba a uno de ellos nunca me lo perdonaré el irme por un trabajo que le corresponde al viejo.

Corrí y corrí hasta ver la luz del fin del bosque quedando a unos cuantos metros de la cabaña. Mi pecho subía y bajaba frenéticamente. Relamí mis labios y con leves pasos me acerqué a la puerta, la abrí cómo de costumbre llamando la atención de los bandidos.

El aura en el lugar era triste y melancólico, no me gustaba para nada.

──Ann-san llegaste. ─Dogra se alegró pero su sonrisa cambió a uno de tristeza.

Mis ojos revisaron todo el lugar hasta visualizar a Ace y Luffy juntos. Me acerqué a ellos envolviendolos en mis brazos todavía temblando.

──Están bien. ─me dije a mi misma. ──. Todo está bien.

A los segundos me percaté que Luffy tenía heridas al igual que Ace. El azabache menor lloraba con dolor en mi hombro mientras que el mayor apretaba con su puño mi ropa reteniendo sus lágrimas.

Me sorprendí y al mirar a Dadan me quedé en silencio al ver que tenía peores heridas que mis pequeños. Observé a los lados en busca del rubio, pero no lo encontraba.

──¿Qué sucedió? ¿Dónde está Sabo? ─interroge, nadie respondió. Luffy lloró más y la mayoría bajó la cabeza. ──. No me importa lo que hicieron, no me enojaré, sólo quiero saber dónde se encuentra Sabo.

Luffy se soltó a sollozar con fuerza aferrándose a mi ropa.

──S-sabo... ─Luffy intentó hablar entre lágrimas. ──. É-el... S-sabo m-mi her-hermano... ¡Murió!

Silencio.

Nadie emitía ninguna palabra. Mis ojos se abrieron por unos segundos, sorprendida de esa noticia. Un dolor en mi pecho se alojó junto a el nudo en mi garganta, sin embargo, no puedo permitirme llorar.

Tengo que ser fuerte para que mis hermanos puedan llorar.

──La vida suele quitar más de lo que te da, pero no es motivo para caer. ─acaricie las cabezas de ambos. ──. Hoy su hermano no está con ustedes, pero mientras lo tengan presente no se irá. ─ambos levantaron sus cabeza mirando mi sonrisa. ──. Tienen que levantar sus caras y cumplir sus sueños, en nombre de su hermano y de ustedes.

Acaricie sus mejillas deshaciendo sus lágrimas.

──Ya es algo tarde. Descansen, ¿sí? ─golpeé levemente sus frente y en segundos cayeron dormidos. ──. Todo estará bien.

Los dejé acostados juntos.

──Dadan. ─mi rostro se ocultó en la sombra de mi cabello. ──. ¿Quién les hizo esas heridas?

Mi voz fría estremeció a todos en la sala.

──Los Piratas Bluejam. ─murmuró fumando. ──. Ya no importa. A esté pasó ya se fueron lejos.

──Dogra, ¿me acompañas?

Sin escuchar su respuesta, salí. Lo sentí seguirme hasta afuera de la cabaña.

──Tú siempre sabes todo. ─el viento sopló removiendo mis largos cabellos. ──. Dime, ¿qué sucedió exactamente?

Cada palabra que salía de la boca de Dogra sentía mi pecho encogerse y el nudo de mi garganta se convertía en un coraje atorado en mi pecho. El viento se volvió desastroso atrayendo las nubes negras cargadas de agua, truenos cayendo por toda la isla y los animales inquietos corriendo por el verdoso suelo mientras que el océano se agitaba creando olas inmensas.

──Y le dispararon dos veces al barco. ─terminó de relatar refugiándose bajo el techo. ──. ¿Qué pasa con esté clima?

──Eso fue lo que pasó, ¿eh? ─fruncí mi ceño, truenos caían cada vez más fuertes.

Di unos pasos.

──Ann-san. ─Dogra me detuvo. ──. Sabo dejo está carta para ti. De seguro la envió antes del accidente.

Me la tendió y con gusto la guardé. Ni siquiera la miré, tenía otra cosa más importante que hacer.

──Saldré un rato. ─avisé. ──. No me esperen para cenar.

Me dirigí aquella colina ignorando sus gritos preocupados. En cuanto llegué salté transformándome en el ave mitológico.

Tenía una sóla dirección.

• • •

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