𝗢𝗢𝟯. 𝗂𝗇𝗌𝗉𝗂𝗋𝖺𝗍𝗂𝗈𝗇
─ CAPITULO ─
TRES
❝ INSPIRACIÓN ❞
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El sol reluciente en el cielo poco a poco se fue ocultando entre aquellas nubes negras cargadas de humedad anunciando que la lluvia estaba a poco tiempo de caer.
Seguir mi destino en aquella condición no era lo más conveniente así que preferí detenerme en la primera villa que encontré.
Villa Shimotsuki.
Pocas eran las veces que visitaba la pequeña villa poco poblada. Me gustaba la tranquilidad y el silencio que había por ser un lugar pequeño y rural. Me llamaba mucho la atención el hecho de que en esta villa se encontraba un dojo, prácticamente una escuela de espadachines. Las pocas veces que he venido siempre pasaba a visitar al dueño del dojo junto a su hija.
La pequeña era buena con la espada, sin embargo, las veces que me pedía pelear con ella la diferencia de fuerza era notoria. Ella anhelaba siquiera tocarme con la espada, pero aquello no estaba ni cerca de poder cumplirse.
Sabía que podía lograrlo en un futuro, cuando ya no sea una niña y su fuerza se incrementará.
Suspiré de felicidad cuando mis pies tocaron el pasto de la villa. Estaba a buen tiempo para poder hospedarme en algún lugar y pasar la noche hasta que la lluvia se detuviera y también, para saludar a Koushirou-san.
Al caminar por las calles note que estas estaban vacías, supuse que por la lluvia que se avecinaba, pero lo descarté cuando escuché gritos en la taberna de familia de la señora Mai. No eran cualquier gritos, parecían más exigencias y órdenes de parte de hombres.
Apresuré mi paso y sin pensarlo abrí la puerta del lugar llamando la atención de los presentes. Alcé mi mirada notando la situación de inmediato. La señora Mai estaba siendo tomada hostilmente de su ropa por un hombre moreno de cabello castaño al igual que sus ojos, vestía como un bandido cargando dos pistolas en su cinturón, detrás de él había otros cinco hombres vestidos igual a él.
No necesitaba preguntar para saber que eran bandidos de montañas que no saben hacer nada más que joder a las personas indefensas.
──Con permiso. ─hablé caminando a paso lento hasta sentarme en la barra.
Pasé mi pierna por encima de la otra mientras apoyaba mi codo en la barra y mi otra mano encima de mi rodilla. Podía sentir las miradas obscenas de aquellos hombres sobre mi persona, recorriendo cada detalle de mi cuerpo. Contuve mis ganas de golpearlos y dejarlos fuera del juego, aún no era el momento.
──Si no es mucha molestia, podría soltar a la mujer. ─pedí mirando por el rabillo de mi ojo al hombre. ──. Muero de sed.
Él pensó un poco antes de soltar a la mujer bruscamente para caminar y sentarse a un lado mio.
──¿Q-qué va a querer, señorita? ─preguntó Mai mirando mis ojos con terror por los hombres.
──Un vaso de agua es suficiente. ─escuche la risa del hombre ante mi orden. ──. ¿Acaso dije algo gracioso? ─pregunté sin rodeos.
──No, la verdad es que no. ─dejó de reírse para verme. ──. No puedo esperar nada de una mujer. Claramente tienen que ser delicadas para impresionar a los hombres, ¿o me equivoco?
──No necesito impresionar a ningún hombre. ─cerré mis ojos por unos segundos. ──. Y tampoco soy para nada delicada.
──Sí, claro. ─rió. ──. Entonces, no le importaría compartir un trago conmigo.
La señora me dio mi vaso con agua, lo tomé de inmediato entre mi mano.
──Lo siento, pero no acostumbro a beber en mi trabajo. ─dije bebiendo el agua hasta dejar el vaso vació.
──¿Trabajo?
Sonreí mirando de reojo al hombre confundido. Sin que nadie lo viera venir, estrellé el vaso en su cabeza. Uno de los cinco hombres me apuntó con su pistola, pero fui más rápido y lo pateé. Tomé su brazo rompiendo su hueso. Lo usé de soporte para balancear mi cuerpo y estampar ambas piernas en el pecho de un tercero. Giré hacía atrás esquivando el filo de una espada, me agache golpeando con mi pie sus tobillos, antes de que cayera, lo tomé de su cuello para estrellarlo contra el suelo. Tomé su espada cortando por la mitad la pistola del último hombre pie, cuando apretó el gatillo ninguna bala salió. Sin decir nada, golpeé su cabeza con mi puño cerrado, su cuerpo cayó encima de sus compañeros.
──Eso fue fácil. ─sacudí mis manos mirando a todos inconscientes. ──. ¿Se encuentra bien, Mai-san? ─me acerqué para ver si seguía viva.
──¡Gracias por haber llegado, Ann! ─me abrazó fuertemente llorando de felicidad. ──. No se como compensarlo.
──No tiene porqué hacerlo. ─negué de inmediato. ──. Para esto estoy, ¿no? ─sonreí dejando ver mis dientes blancos. ──. Aunque bueno, no me molestaría que me prestara uno de sus hospedajes para pasar la noche.
──¡De inmediato lo haré! ─sonrió alejándose de mí. ──. Y le diré a Yasu que se encargue de amarrar a los hombres.
──No se olvide de contactar con la Marine, posiblemente estos sujetos tengan recompensa. ─le recordé. ──. Así usan el dinero para reparar los daños.
──Eso es lo de menos. ─aclaró.
──Si no le molesta Mai-san, iré al dojo. Regresaré antes de que la lluvia comience.
──Entendido, tendré su hospedaje listo.
Me despedí con la mano antes de salir del lugar y caminar hasta encontrar el indistinguible dojo Isshin. Me quedé de pie observando a dos personas pelear bajo la luz de la luna con gran pasión y fuerza. Sonreí al ver como la azabache terminó ganándole al peliverde, a pesar de que el niño fuera más pequeño, contaba con gran fuerza.
──Aún te falta mucho para vencerme. ─alegó la chica mirando a su oponente.
──¡Maldita sea! ─expresó el chico.
Me acerqué un poco a ellos haciendo notar mi presencia.
──Sigues siendo invencible, ¿eh, Kuina? ─dije mirando a la nombrada.
──Ann-san. ─se sorprendió al verme.
──¿Y tú eres? ─miré al peliverde. ──. ¡No me digas que por fin hiciste amigos, Kuina! ─expresé mirando a la chica con una sonrisa.
──¡Ann-san! ─se avergonzó mirando a otro lado. ──. No la escuches, Zoro. Es mentira.
──Así que te llamas Zoro, ¿eh? ─miré al chico, parecía tener unos diez años. ──. Es un gusto conocerte, soy Ann. ─sonreí dulcemente.
──Roronoa Zoro. ─murmuró mirando a otro lado.
──Qué lindo nombre. ─me sinceré.
──Ann-san. ─giré mi cabeza mirando a Kuina seriamente. ──. Hace meses que no la veo. He estado entrenando arduamente por este tiempo así que creo que ya estoy preparada para nuestro encuentro.
Mi sonrisa se borró al verla tan seria y determinada.
──Ya veo. ─cerré mis ojos por unos segundos. ──. Entonces tendré que ponerme seria.
Mi semblante dejó de ser carismático para pasar a uno sombrío. El viento a nuestro alrededor era frío y se movía más rápido. Ella tomó su Wadō Ichimonji mientras que yo tomaba a Murasame. El peliverde se alejó al sentir el ambiente frío y sombrío, sabía que esto sería peligroso para quien estaba alrededor.
──¿Segura? ─pregunté mirando sus ojos. ──. Estos pueden ser tus últimos momentos de vida.
──No lo serán, lo presiento. ─dijo confiada.
──En ese caso. ─elevé mi aura mientras desempuñaba a Murasame lentamente dejando ver su filo.
Murasame es una espada inexistente ante los ojos de todo el mundo, ya que fue fabricada con la sangre maldita del rey de los piratas. Solo aquellos con su misma sangre son los únicos que pueden empuñarla sin consecuencia alguna.
Ella desenvainó la suya tomando su pose con firmeza. A pesar de estar confiada, su cuerpo le hacía mala jugada y temblaba ante el inmenso oponente que tenía al frente.
──Déjame ver cuánto has cambiado. ─dije en señal de empezar el combate.
Su velocidad era más rápida al igual que sus reflejos y ni se diga de su manera de reaccionar. Para una persona normal seguir sus pasos sería complicado casi imposible.
Para su mala suerte, no soy una persona normal.
Con inmensa velocidad golpeé su cabeza con la parte sin filo de murasame.
──Gané. ─cerré uno de mis ojos sacando levemente mi lengua. ──. 15/15 ─todas a mi favor.
──Casi lo tenía. ─murmuró guardando su espada.
──¡¿Qué demonios fue eso?! ─gritó Zoro sin creerlo. ──. ¡Venciste a Kuina como si nada!
Para cuando reaccione lo tenía enfrente de mí con un brillo en sus ojos.
──¿Cómo lo hiciste? No, no me digas. ─negó con su cabeza. ──. Mejor, ¡enfréntate a mí!
Lo detuve colocando mi mano en su cabeza.
──Para enfrentarte a mí tendrán que pasar años. ─aclaré guardando mi espada. ──. Cuando sea poseedor de alguna espada real búscame y con gusto acepto tu encuentro. Hasta entonces, vuélvete fuerte, Roronoa Zoro.
Un brillo de determinación se posó en sus ojos. Había algo más que admiración y anhelo, sus ojos gritaban inspiración cada vez que me miraba. Inspiración para poder vencer los obstáculos que se le presentaran en la vida.
Y estaba segura de que lo lograra.
──Vuélvete fuerte, Zoro. ─dije acariciando su cabello.
Le brinde una sonrisa sincera.
──Lo haré, Ann-san. ─aseguró con firmeza.
De una manera u otra sentía que él iba a ser importante.
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