𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒔𝒊𝒆𝒕𝒆 ~ 𝑪𝒐𝒐𝒓𝒅𝒆𝒏𝒂𝒅𝒂𝒔

Recomendación para todo el cap: Chasing a Dream - NSH

 —Al final vas tú con ella ¿no? Ya te vale...

 —¿A qué viene ahora ese comentario Inui?

El rubio llevaba toda la mañana mirándome de reojo con una sonrisa ladina en el rostro.

 —No viene a cuento de nada, es solo por hablar, la mañana está aburrida y tú eres la única compañía que tengo —se acercó a donde yo estaba y se sentó en el suelo —, además, ya no tengo más papeleo que hacer, así que puedo echarte una mano con... ¿Qué coño haces?

Le miré de reojo sin apartar mis manos de las cubiertas de la Kawasaki que tenía al frente.

 —Estoy midiendo una cosa, quiero ver si aquí cabría un dibujo.

Mi amigo se llevó las falanges hacia el rostro, posándolas sobre sus labios antes de musitar algo únicamente con la garganta.

 —Sí que te estás tomando en serio lo de arreglar esta moto... ¿Qué quieres poner ahí?

 —Una ola. Bueno, el dibujo famoso ese de la ola, ¿Sabes cuál te digo?

 —Ni puta idea, pero Google seguro que conoce la respuesta ¿no?— contestó y preguntó entre pequeñas risitas.

Parecía haber conseguido desviar el tema de conversación hacia la moto, y menos mal, porque últimamente, cuando hablábamos de Nami, él me acribillaba a preguntas o comentarios estúpidos a los que la mayor parte de las veces yo no sabía cómo contestarle; hoy no me apetecía otro de sus interrogatorios.

 —Sí, además, no voy a dibujarlo, solo imprimiré plantillas para poder hacerle el diseño en esta zona y listo. Creo que le gustará.

 —¿Ya estáis juntos oficialmente o seguís vírgenes?

Nada, no había manera. Pero tampoco podía reprocharle la gran cosa aparte del tono burlón con el que siempre me hablaba de Nami, pues él había sido testigo, todas y cada una de las tardes desde aquel día que fui con ella a Naha en moto, de cómo ahora ella y yo aprovechamos las tardes para ir a dar vueltas con Zephyr por el pueblo.

Eso sí, ahora Nami se negaba a salir de este. Decía que ni en broma volvía a dejar que me pusiera a más de cien kilómetros por hora en carretera; que lo pasó fatal, que casi le da un infarto, que creía morirse, que no quería irse con los dioses tan joven... y un sinfín de excusas más que cada día a mí me habían hecho reír y aceptar esa condición con tal de que algún día consiguiera volver a salir con ella a otro lugar que no fuera el pueblo.

Al menos ya soporta ir en moto, es un avance; uno grande.

 —No Seishu, no estamos juntos.

 —¿Ahora me llamas por mi nombre? Sólo lo haces cuando te mosqueas.

 —Es que estás pesadito con el tema Inui. No estamos juntos, tampoco sé si lo estaremos o no en un futuro. Pero así estamos bien, tampoco hay que darle muchas vueltas al asunto, no quiero presionar a Nami a nada.

Ese tema era otro asunto que llevaba rondando mi mente los últimos días, el de si ella y yo conseguiríamos avanzar o, por el contrario, en algún punto ambos veríamos que no íbamos a ningún lado juntos. No quería agobiarme, pero lo pensaba, y solo la idea de perder lo que ahora teníamos generaba una cierta incomodez en mi interior.

Porque me lo pasaba bien con ella. Me olvidaba de todo y me reía como hacía años, cuando nada me preocupaba tanto. Con ella volvía a sentirme en calma... siempre y cuando nuestras pequeñas discusiones dejaban paso a esos tranquilos momentos, claro.

Pero, la cuestión era, que me gustaba demasiado pasar tiempo con ella. Aunque no estuviéramos haciendo nada, tirados en el suelo de su piso o el mío, en silencio, viendo como iba oscureciendo poco a poco a través de la ventana, o cuando le acompañaba a sacar a Ryu a esa misma hora de la tarde y manteniendo la conversación más tranquila y banal del mundo... era algo que disfrutaba.

Íbamos poco a poco, muy poco a poco, no tenía prisas ninguna, al fin y al cabo, en esta isla, todo parecía suceder así, con calma; no era como la bulliciosa ciudad de Tokio en la que pasan mil cosas en tan solo un parpadeo, no, para nada. Aquí podíamos disfrutar de cada pequeño momento que el día nos tuviera preparado.

 —Vale, vale, ya no te lo digo más, pero cuando estéis juntos formalmente me lo cuentas, ¿eh? Que al único al que le cuentas las cosas parece ser Mitsuya.

 —No es que le cuente todo, solo que ese tipo es un maldito cotilla y el que me dio la palmadita en la espalda para ir con Nami en su día... así que no para de llamarme para ver como van las cosas... —era verdad, Mitsuya me había estado llamando cada dos o tres días para preguntarme—, menos mal que le dije que en un par de días nos vamos a Ishigaki juntos y ha dejado de molestarme...

Miré a Inui de manera acusatoria, a ver si de esa manera pillaba la indirecta y él dejaba de hacer lo mismo.

 —¿Os vais en un par de días ya? Joder, qué rápido ha pasado el tiempo... pensaba que faltaba más.

 —Nos vamos este viernes por la tarde, ¿tú te quedarás en casa de Nami o irás y vendrás desde tu piso? Te vas a encargar de Ryu, ¿no?

 —Me quedo en su piso, es más cómodo, así además es como si yo mismo me fuera de vacaciones, del centro del pueblo a la playa... aunque sea por un fin de semana estará bien... aunque no creo que tenga mucho tiempo para disfrutar la playa... la verdad...

Había hecho una mueca extraña y desviado la mirada hacia el exterior del local.

 —¿Por?

 —Nah, cosas mías, ya lo verás cuando volváis. Vosotros pasadlo bien y traedme algún recuerdo, con eso me doy por servido.

Este estaba escondiendo algo, pero yo, a diferencia de él, no era tan pesado para sonsacarle las cosas, si quería contármelo, bien, y si no, pues también bien. Pero le notaba nervioso por algún motivo, y eso sí me inquietaba un poco más.

Tuve la intención de preguntarle, pero él se me adelantó.

 —¿Cuándo volvéis? —sus verdes ojos se clavaban en la empuñadura de esa Kawasaki, y con las manos parecía estar toqueteando una parte de esta—. A esto le hace falta engrasarlo un poco Draken... ¿De verdad no quieres que te ayude? No me digas que soy pesado, es que me gustaría hacer algo por Nami de vez en cuando, solo es eso.

Por primera vez, pareció ser totalmente sincero conmigo, pues noté cierta pena en sus palabras, casi como si fuera un perrito pidiendo un premio con los ojos y orejas caídas.

 —Y luego dicen que yo soy el chucho... —bromeé con una sonrisa en el rostro—, regresamos el lunes y... Vale, puedes continuarla tú si es lo que quieres, pero nada de intentar arrancarla hasta que vuelva ¿eh?.

Quería ser testigo de cómo esa moto volvía a rugir después de tanto tiempo. No sabía siquiera porqué la estaba arreglando. Al principio fue por aburrimiento y para devolverle el favor a Nami por lo de la fachada, pero ¿ahora? Era algo más, pero no sabía el qué. Tenía claro que ella no podría conducirla, no tenía pinta de saber manejar una moto, y si a eso le sumamos el miedo que les tiene... Como que las cosas no cuadran ¿no?

El futuro de ese vehículo era un misterio para mí, pero, al menos, podría decir que había restaurado a la perfección esa otra Zephyr y estaba seguro de que me enorgullecería de ello una vez la pusiera en marcha.

 —En fin... —me levanté del suelo y estiré mi espalda, haciéndola crujir un poco, ya me dolía de estar ahí agachado y a lo tonto llevaba toda la mañana en la misma postura—, me voy a tomar un descanso rubio, voy a ir a comprar tabaco y algo para comer ¿Quieres algo de la tienda?

 —No, no te preocupes, he traído comida, pero gracias.

De nuevo, sonrió amablemente y por mi mente pasó la imagen del perro de Nami. Definitivamente, me estaba volviendo loco.

Me cambié el mono de trabajo por unas bermudas y salí en dirección a la tienda de abastecimientos más cercana. Pero me detuve frente a la puerta del local de ella.

Hoy tenía inmersión por la mañana, me lo había dicho ayer por la noche antes de despedirnos, así que seguramente ahora estaría en aquella playa a la que dirigí mi vista por unos instantes en los que también una leve sonrisa se dibujó en mi rostro.

Estaba nervioso.

Me encontraba así desde que me propuso ir con ella a Ishigaki. No por el hecho de ir a ver a esos bichos, cosa que aún no tenía muy claro si haría o no, porque me daba respeto meterme debajo del agua con animales rodeándome.

Lo estaba porque iba a pasar casi tres días enteros con ella y tenía la sensación de que en ellos iba a conseguir conocerla un poco mejor, quería saber más... todo.

Saqué mi teléfono aún sin borrar la sonrisa.

Mensaje enviado a Nami.

Ten cuidado ahí abajo. Luego me cuentas qué tal. Un beso.

Sabía que tardaría en contestarme, pero me había habituado a mandarle ese tipo de mensajes. De hecho, se me hacía extraño no mandarle algo así cada día, ya fuera por las mañanas o antes de que supiera que ya estaba acostada y lista para irse a dormir.

El teléfono vibró en mis manos casi al instante, y me sorprendí. ¿Quizá habría terminado antes?

Mensaje recibido de Baji

Q pasa vieja pelona? He tenido q enterarme por Mitsuya q ya avanzaste con mi diosa isleña ¿no? Ala, pues más te vale cuidarla que ya sabes... yo siempre estoy al acecho.

Estaba seguro de que la vena de la frente se me había hinchado.

Mensaje enviado a Baji

Como q "tu diosa isleña"? Eres tonto? Baji, tú sigue sumando puntos para cuando vaya a Tokio te de una paliza.

Tu madre sabe que usas el móvil para estas cosas? JAJA

Mensaje recibido de Baji

Esq no me lo niegues, es una diosa. En fin pasadlo bien en el viajecito, voy a seguir trabajando.

Y deja a mi madre tranquila, que bastante tiene con aguantar a Tora ahora.

Mensaje enviado a Baji

Baji, olvídate de Nami de una vez.

A Kazutora? Q le pasa ahora a ese? Pobre Ryoko

Mensaje recibido a Baji

Xq tengo q olvidarme? Estás enamorado o qué? Según tng entendido ni estáis juntos, no?

Largo de explicar, ya te contaré.

Sabía de sobra que todos estos mensajes solo los mandaba para fastidiarme, siempre había sido así con él. A pesar de ser de las mejores personas que conocía, tenía esa tediosa costumbre de crisparme los nervios cada que podía.

Mensaje enviado a Baji

Para ti sí estamos juntos, asíq déjate d tonterías, greñoso

Ya me contarás, sigue trabajando y dja d dar x culo un rato anda

Una mentira piadosa no estaba mal ¿no?

Tras guardar el teléfono y caminar unos cuantos metros hacia delante, volví a pararme en seco. No por nada en especial, solo porque acababa de darme cuenta de que lo que acababa de decirle a Baji no me desagradó.

Me sorprendí a mí mismo al descubrir que la idea de estar con Nami no me desagradaba. Al contrario, eso había hecho que ciertos nervios volvieran a instalarse en mi estómago.

Sin embargo, también sabía que era pronto para formalizar nada con ella, demasiado pronto. Ni siquiera habíamos pasado una noche juntos, de manera íntima... pero eso tampoco me importaba. Sinceramente, y aunque sonara a locura, por muchas ganas que tuviera de que ese momento llegase... me daba igual esperar lo que hiciera falta si con eso podía seguir pasando tiempo con ella.

Volví a sonreír por enésima vez.

Maldita Nami... y yo que vine a Okinawa sin ninguna intención de que algo así pasara...

Sacudí la cabeza y mis pies retomaron la marcha, aún sin que esos nervios por que el viernes llegase desapareciesen.

Si había una única cosa que odiase de viajar era justo esto, hacer la maleta. Nunca sabía qué llevarme. Aunque tampoco es que yo viajase mucho, pero recordaba que de pequeña odiaba cuando mi madre me mandaba a preparar la mochila para irnos a cualquiera de nuestras excursiones en familia.

Aquello siempre terminaba en un regaño hacia mí, ya que a la mochila, en lugar de meter cosas útiles como podrían haber sido qué sé yo; una botella de agua, unas venditas, un paquete de pañuelos e incluso algún que otro snack, yo prefería meter a mi amigo de peluche junto con sus accesorios, la comba para saltar, una pequeña caña de juguete -no me preguntéis porqué-, así como miles de objetos inservibles.

A Kaito siempre le hizo gracia esto, de hecho, cuando veía que yo me ponía triste porque me hacían volver a sacar todo eso de la mochila para meter lo que sí que era necesario, él solía agarrar el peluche y esconderlo en su mochila para dármelo una vez estuviéramos en el coche y que así mis padres ya no tuvieran tiempo de dar media vuelta.

Sonreí hacía una de las estanterías de mi habitación. Ya dije una vez que no era mucho de peluches ni cosas así, pero ese era el único que aún conservaba y, lejos de lo que podáis estar imaginando, no, no era ningún bicho marino.

Era un peluche de Totoro, pero estaba sordo. Le faltaba una de las orejas y no recuerdo bien el porqué era eso, pero así estaba desde siempre, al menos, desde que yo tenía memoria. A Kaito también le gustaba ese peluche que ahora tenía de compañía a Draki, la mantarraya amorfa de la feria que me regaló Draken.

He de admitir que de vez en cuando agarraba ambos peluches y los metía en la cama conmigo para dormir, aunque ya tuviera 24 años, de vez en cuando me gustaba dormir abrazada a algo blandito y suave, y no, Ryu tampoco era una opción porque en realidad no me gustaba que se subiera a mi cama, lo hacía a traición cuando yo no estaba o lo perdía de vista por algún momento.

Me había quedado pensando en todo aquello sin despegar la vista de la estantería, pero no podía entretenerme más, no me gustaba llegar tarde a los sitios ni tener que ir con prisas, y el preparar la mochila ya me estaba llevando más tiempo del que quería, pues nos íbamos esta tarde para el aeropuerto y todavía tenía que dejarle las llaves de mi piso a Inupi y algo de comida preparada en el frigorífico.

El rubio me había dicho que no hacía falta, pero iba a sentirme fatal si encima de que le iba a hacer cuidar de Ryu, tuviera que dejar que también se pusiera a cocinar, más sabiendo la pereza que le daba hacerlo. Por eso había decidido dejarle aunque fueran cuatro o cinco envases con comida lista y... Aún no había hecho nada.

No me entretuve más. Agarré algo de la ropa de siempre y la metí a la mochila, junto con ese vestido amarillo que me puse para ir al acuario, solo por si en algún momento íbamos a algún lado más elegantes -a pesar de que el vestido tampoco era la gran cosa-, la cámara de fotos con su cargador, las cuatro cosas básicas que siempre usaba para maquillarme, el cargador del teléfono, documentación, dinero, algunas pastillas por si nos dolía algo y por último, enganché el ukelele a la mochila.

Este último era imprescindible. Seguramente sería algo de lo que cuando era pequeña mis padres, como bien decía, se habrían quejado, pero esta vez sí iba a llevármelo. Era un pequeño viaje para relajarnos y ver las mantarrayas... pero sabía que cuando volviésemos cada día al lugar que había reservado para pasar las noches me iba a apetecer tocar un poco para despejarme por completo.

Ya solo faltaba preparar la comida para Inupi. Y quedaban seis horas para irnos a Naha, perfecto, creía que tendría tiempo.

Estaba nerviosa.

Hacía apenas diez minutos que terminé de preparar todos los envases con comida para Inupi y de dejarle todo lo que le haría falta para Ryu. Y ahora estaba sentada en el salón, traqueteando con el pie en el suelo esperando que pasase la hora que quedaba hasta que Draken me avisase para irnos.

Tenía muchísimas ganas del viaje, y ya no era solo por ir a bucear, sino porque también me hacía ilusión pasar más tiempo con él lejos de nuestra rutina. Además, quería creer que esa pequeña escapada también me serviría para conocerle un poco más, ya que, si me ponia a pensarlo detenidamente, casi no sabía nada de su pasado aparte de las pocas cosas que él mismo o sus amigos me habían contado.

Yo conocía al Draken de ahora, al que vivía aquí en Okinawa, el tipo tranquilo y callado que de vez en cuando soltaba veneno por la boca, el pelinegro que no parecía meterse en problemas con nadie y que, de hecho, parecía evitar también que los demás se metieran en ellos.

¿Cambiaría algo el hecho de conocer cómo era antes de venir aquí? No lo creía. Me gustaba tal y como era ahora... no creía que algo de su pasado pudiera afectar a lo que sentía por él.

Sin embargo, no podía evitar cuestionarme todo aquello, pues sería hipócrita no hacerlo si siempre había estado intentando ocultar una parte del mío solo por ese miedo a lo que él pudiera pensar... a pesar de que a él no parecía importarle tanto... a pesar de que Draken me decía que le gustaba tal y como era ahora...

Chasqueé la lengua por rabia y al pensar que quizá, si él hubiera llegado unos cuantos años antes, quizá podría haber conocido a la sonriente Nami que nunca hacía un espectáculo por cualquier cosa, la que no tenía a veces un humor de perros, a la que no le hubiera supuesto ningún problema ir más allá... pero no era así.

Eso era complicado de cambiar a estas alturas... Y que él sintiese algo por mí, a pesar de saber cómo era ahora mismo... Eso solo hacía que las mariposas que sentía en el estómago pareciera que comenzaban a batir sus alas con más brío.

Unos toques en la puerta de la calle me hicieron reaccionar y sacarme de los pensamientos que habían empezado a aturdirme los sentidos un día más.

¿Draken?

Miré la hora. Aún era pronto para irnos, sin embargo, bajé las escaleras más rápido que nunca, de hecho me tropecé en el último escalón. Menos mal que la puerta estaba cerrada y nadie me vio chocar de bruces con ella. Lo que sí tenía claro, era que el ruido que había ocasionado el golpe se habría escuchado fuera.

Si es él, seguro va a burlarse.

Abrí la puerta mientras acariciaba mi frente -zona que había impactado con la puerta al tropezar- y, para mi sorpresa, no era el pelinegro.

 —¿Señorita... Nami Uchima? — Un chico joven y con uniforme de reparto sostenía un paquete frente a mí. Sus ojos parecían posarse en donde mi mano acariciaba esa zona que aún estaba algo adolorida —, ¿se encuentra bien? He escuchado un golpe.

No había visto nunca a este chico, quizá seria nuevo.

 —Sí —sonreí amablemente—, solo me he tropezado, soy un poco torpe... y sí yo soy a quien buscas.

Él sonrió en respuesta. Qué vergüenza, de verdad que menos mal y no había visto nada.

 —Esto es para usted. ¿Puede firmar aquí?

¿Quién me enviaba un paquete? Ni idea, pero lo averiguaría en cuanto volviese arriba.

Firmé el papelito que confirmaba que había recibido esa enigmática caja envuelta y me despedí del repartidor con algo de prisa. Si antes estaba nerviosa por el asunto del viaje, ahora también le sumaba la emoción de haber recibido algo.

Nunca nadie me mandaba nada.

Mi nombre y dirección estaban escritos en una preciosa y cuidada letra algo inclinada hacia la derecha, como si la persona que había empuñado el bolígrafo fuera alguien cuidadosa y delicada.

No reconocía la letra. Y tampoco iba a rebanarme los sesos intentando averiguar a quién pertenecía, así que me senté en la cama con el paquete sobre las piernas y lo abrí. Ryu se había quedado a mi lado, sentado en el suelo y ahora había agarrado uno de los trozos del papel que envolvía aquella caja de cartón y ahora lo protegía como si fuera su tesoro.

Es un papel, vas a romperlo con las pezuñas en cuanto te muevas, bobito mío.

Sonreí y mi vista fue directa al interior de la caja.

Parecía haber algo envuelto en una bolsa de tela, algo más dentro de una cajita más pequeña y, sobre todo eso, un papel doblado a la mitad que no dudé en abrir antes que lo demás.

"Hola Nami, soy Mitsuya.

Igual te extraña que te haya mandado un paquete así de la nada, pero no pude evitarlo. Vi unas telas justo antes de volver a Tokio y me recordaron a ti, así que, aprovechando que tras volver a la capital he tenido unas cortas vacaciones, te he hecho una cosa. No es mucho, pero estoy seguro de que va a gustarte... bueno, y si no te gusta, miénteme y dime que sí ¿vale?

Espero que sigáis bien por allí y que volvamos a vernos pronto, fue un gusto enorme conocerte, Nami, de verdad. Puedes contar conmigo para lo que necesites.

Pd: llévate esto a Ishigaki, ya me dijo Draken que iríais pronto.

Pd2: no le digas a Draken nada de que te he mandado esto que se pondrá celoso."

De todas las personas de las que podía imaginarme que me enviasen algo en algún momento, desde luego Mitsuya no ocupaba las primeras opciones. Quizá por eso me sorprendió y también quizá por eso ahora tenía una sonrisa enorme en el rostro, sin tan siquiera haber desvelado aún a lo que el amigo de Draken hacía mención.

Sin embargo, cuando abrí aquel paquetito la sonrisa se me borró del rostro. No por nada malo, al contrario, pues lo que descubrí me dejó con la boca abierta y casi sin poder articular ninguna palabra.

Un vestido precioso, en tonos azules con detalles dorados, de una tela fina que casi se deslizaba por mis dedos como si de seda se tratase.

Me levanté de la cama y fui casi corriendo frente al espejo para probármelo por encima de la ropa. Parecía tener escotes de pico tanto por la espalda como por la zona del pecho, y también creía que iba atado al cuello por la forma que tenía la parte delantera. Simplemente no tenía palabras para describirlo, era precioso y, lo mejor de todo, era que Mitsuya parecía haber acertado con todas las medidas, incluso con el largo del vestido.

Parece que le bastó con verme para saber las medidas...

Tenía que mandarle un mensaje, pero había dos cosas que tenía que hacer antes: abrir el otro paquetito que restaba dentro de la caja, y pedirle a Draken el teléfono de Mitsuya, pues no lo tenía ni se me había ocurrido pedírselo cuando estuvo en la isla.

Quedaba aún media hora para que Draken apareciese por allí, así que guardé el vestido en la mochila, intentando que no se arrugase demasiado y procedí a descubrir el contenido del otro paquetito.

¿Qué es esto?

Era un peluche y un collar de perro. No entendía nada, pero también había una pequeña nota dentro de esa otra cajita.

Otra sonrisa aún más grande que la anterior apareció en mi rostro, pero esta vez, iba acompañada de alguna que otra carcajada mientras leía la nota.

"¿Cómo está la más bonita de Okinawa? El más guapo de Tokio está genial.

Soy Baji, por si no has pensado en mí cuando he dicho eso, aunque espero que sí lo hayas hecho. ¿Te acuerdas de mí?

Mitsuya me ha dicho que lo acompañase a la oficina de correos a mandar una cosa que ha hecho para ti, no ha querido enseñarme qué era, pero bueno, al menos así puedo aprovechar y te mando algo yo también... aunque en verdad no es para ti, es para Ryu.

Cuando estuvimos allí vi que tenía el collar bastante viejo y creo que le vendría bien uno nuevo, así que te envío uno y un peluche para que se entretenga cuando no estés en casa, tiene un pequeño agujero donde puedes meterle chuches, así se quedará un buen rato con el peluche, ya verás, es un éxito en ventas aquí en la tienda.

No tengo tiempo de decirte mucho más Nami, espero que nos veamos pronto.

Espero que Ryu y tú estéis bien."

Este tipo...

La nota tenía algunas -por no decir bastantes- faltas de ortografía, pero eso no importaba, al fin y al cabo yo también las cometía a veces. Me quedaba con lo importante de esas dos notas... que parecía que aquello que me decía Draken de que ellos ahora también eran mis amigos cada vez lo veía más como una realidad que como algo que él me decía por cortesía.

Me hacía feliz que se acordasen de mí... mucho. Yo me acordaba de ellos, pero hasta la fecha me había dado palo mandarles muchos mensajes por el hecho de no saber si quizá ellos solo me habían visto como alguien a quien casualmente conocieron en unas pequeñas vacaciones y al volver a la capital habían olvidado.

Y no era así... así que, en cuanto le colocara el nuevo accesorio a mi mascota le mandaría un mensaje también a Baji.

El collar era de cuero teñido en un azul marino precioso, y parecía tener grabadas unas olas en el material. Miré a Ryu y le enseñé el objeto. Él pareció entender que era para él, pues, en cuanto fijó sus orbes avellanados en lo que sostenían mis manos, volvió a poner esa expresión sonriente y se acercó más al borde de la cama.

 —¡Mira qué bonito Ryu! ¿Esto para quién es? —el animal movió el rabo frenéticamente— ¡claro que sí! ¡Para ti!

Entre risas le hice el cambio de collar y, tenía que decirlo, el nuevo le quedaba muchísimo mejor y además Ryu parecía estar loco de contento, pues se había puesto a dar saltitos y vueltas sobre sí mismo, cosa que también se veía alentada por el hecho de que yo estaba haciendo lo mismo, acompañándolo y brincando por la habitación como una niña pequeña en Navidad.

Estaba muy feliz.

Tras darle el peluche a Ryu, quien lo agarró y se lo llevó corriendo a su camita del salón, yo tomé mi teléfono e inmediatamente marqué a Baji.

 —¡Baji! ¡Muchas gracias! ¡Acaba de llegarme lo que me enviasteis!

 —¡Hola, Nami! ¿De verdad te ha gustado? Oye, ¿no os íbais a Ishigaki hoy? ¿Cómo has recibido el paquete? ¿No habéis ido al final? No me digas que... ¿Ya no estás con la pelona?

Tuve que reírme.

 —No, no es eso —hice una pequeña pausa para tomar el aire que la risa me había robado—, nos vamos ahora en un rato, pero quería llamarte antes de irme, de verdad, me ha encantado todo, y Ryu está como loco con el peluche, se lo ha llevado corriendo... Gracias Baji, de verdad.

 —Vaya... yo que tenía la esperanza de que me dijeras que Draken y tú os habíais peleado... en otra ocasión será... —él también parecía estar riéndose—, me alegro que te haya gustado, ojalá haberte podido mandar algo mejor, pero me pilló de improvisto y...

Parece que algo le interrumpió de repente, y juré que a quien escuché a continuación de fondo era Kazutora.

 —¡No! ¡Es que ya estoy harto! ¡No puedo más! ¡Baji, sal ahí y dile algo a la imbécil esa, por favor! Yo ya me rindo, a este paso me voy a volver loco.

 —Nami, perdona, dame un momento —Baji se excusó—, Tora, estoy al teléfono, vete a pelearte con los peces si quieres, pero a mí déjame tranquilo, no me interesan tus peleas con ella, te lo llevo diciendo toda la semana.

 —Esto es la guerra... —de nuevo Kazutora habló de fondo, pero ya no le escuché más.

 —Nami, perdona, el gilipollas está últimamente irritado y se pelea con todo el mundo.

 —Baji, ¿le pasa algo? ¿Está bien?

 —Sí, él está perfectamente, es solo que... bueno, no, mejor te lo cuento cuando vengas a verme a Tokio, ¿qué te parece?—dijo aquello en un tono más bajo, recordándome a la tarde en la que me acercó a mi apartamento en el coche.

Me reí.

 —Ten por seguro que en algún momento iré a veros, no lo dudes. —Hasta ese simple hecho me hacía ilusión. Hoy estaba demasiado animada.

 —¡Nami! ¿¡Qué haces!? ¡Vámonos ya o no llegamos al bus! —Escuché a Draken gritar desde la calle. No me había dado cuenta de que ya daba la hora de irnos y yo seguía hablando con Baji por teléfono, así que, sin terminar la llamada, eché un último vistazo a todo, agarré la mochila con todo y me despedí de Ryu antes de bajar las escaleras corriendo de nuevo.

 —Oye Baji, tengo que colgar —le dije mientras abría la puerta de la calle, Draken estaba ahí de pie, junto con Inupi.

 —Vale, pero oye, cuando vengas a Tokio me avisas, y si no tienes donde quedarte, puedes hacerlo en mi casa ¿vale? ¡Pasadlo bien!

 —¡Vale, si voy a Tokio te avisaré! ¡Cuídate Baji y gracias de nuevo!

Colgué el teléfono y no pude evitarlo, tenía toda la adrenalina del mundo dentro de mi cuerpo, así que no pude hacer otra cosa que, tras haber guardado el móvil en la mochila y colocarme ésta a la espalda, saltar al frente y rodear a esos dos que se habían quedado mirándome, a uno bajo cada uno de mis brazos.

 —¡Qué bien! ¡Qué bien!

Draken me sostuvo por la cintura para que no me cayese, e Inupi hizo lo mismo pero en el brazo con el que le había rodeado el cuello.

 —Pues sí que estás contenta... —el rubio fue el que habló primero y, antes de bajarme de ellos, les di un beso a cada uno en las mejillas— fíjate... hasta un beso nos da... ¿hemos hecho algo bueno hoy?

Draken no decía nada, solo me miraba intentando contener una sonrisa.

Yo, en cambio, les sonreí a ambos, achinando los ojos y aún rebosando emoción por los poros.

 —¡Sí! ¡Lo habéis hecho! —Ryu apareció por la puerta en ese momento— ¡Pero no os lo voy a decir!

 —Lo suponíamos... —ambos hablaron casi a la vez.

No sabían hasta qué punto estaba tan feliz de haberlos conocido. Ni que gracias a ellos hubiera conocido a los demás. Me daba un poco de vergüenza decírselo a ambos.

 —Bueno, Nami, supongo que tienes que darme las llaves del piso ¿no? —Inupi acariciaba a Ryu, quien, tras saludar a Draken, había ido directamente hacia el rubio, parecía saber que iba a quedarse con él durante un par de días. Además, acababa de fijarme que Inui traía una mochila a la espalda.

 —Sí, toma —le tendí las llaves casi al instante y me agaché a la altura de mi perro— Ryu, pórtate bien ¿vale?

 —Nami, venga, el bus sale en quince minutos.

Le eché una mirada asesina a Draken.

 —¿Puedo despedirme de mi "perrhijo"? ¿Sí? Gracias, muy amable señor Ryuguji —espeté en tono burlón.

Le vi rodar los ojos y sonreír de medio lado, pero también comprobé el repiqueteo que su pie traía contra el asfalto de la calle, así que no me entretuve mucho más y dejé que tanto Inupi como Ryu se metieran al interior de mi apartamento.

Mientras aún miraba la puerta de mi piso, noté que Draken se agachaba y dejaba un beso en mi mejilla.

 —¿Tan contenta estás de ir conmigo de viaje, renacuaja? —preguntó en tono burlón—, no sabía que te hacía tanta ilusión.

Me giré hacia él y aprovechando que estaba agachado le pasé los brazos por los hombros para arropar su cuello con ellos intentando no apretar mucho.

 —Hoy me siento bien, solo es eso, y claro que estoy contenta, pero que no se te suba a la cabeza, peloncete.

Sus manos acariciaron mi espalda suavemente y le escuché soltar una ronca risita cerca de mi oído.

 —Por cierto Draken —me separé un poco de él para mirarle a la cara— ¿puedes decirme el teléfono de Mitsuya? Quiero mandarle un mensaje.

 —¿De Mitsuya? —parecía extrañado—, ¿y eso?

 —Ah... —el famoso diseñador me había pedido que no dijera nada, y yo no podía ir desvelando los secretos de un famoso, así que... —, no puedo decírtelo... es un secreto. ¿Me lo das, porfi?

Empezamos a caminar hacia la parada del bus. Habíamos decidido ese medio de transporte ya que Draken no se fiaba de dejar la moto en cualquier parking cerca del aeropuerto, así que también ese era el motivo por el que, a pesar de que el avión salía a medianoche de Naha, estuviéramos yendo hacia allí antes de que anocheciera.

 —Si no me dices para qué lo quieres, no, no te lo doy —me miraba de reojo y seguía con el tono burlón—, ¿el de antes era Baji?

 —¡Sí! Me ha enviado un collar para Ryu y un peluche ¿No es genial? A Ryu le ha encantado, seguro que lo destroza dentro de poco, pero bah, qué más da, al menos lo habrá disfrutado... —empecé a hablar demasiado rápido, no conseguía calmar mis nervios.

 —¿Qué te dijo Baji?

Eso lo preguntó en un tono más serio y me giré para verle fijamente. Como bien suponía, ese perfil suyo tan varonil había adoptado una expresión digna de un premio a la solemnidad.

 —Si me das el teléfono de Mitsuya te lo cuento.

Aproveché la oportunidad. Y pareció funcionar pues me tendió su teléfono al instante con el contacto del mencionado. Tardé apenas diez segundos en copiarlo a mi teléfono y le devolví su móvil.

 —Ahora cuéntame.

 —Ah, nada, que si voy a Tokio alguna vez dice que puedo quedarme en su casa. Sólo es eso.

 —Maldito cerdo... mira que le dije... —parecía haberse enfadado, pero sonreía de una manera que me erizó la piel, como si le acabase de poseer o picar algo.

 —¿Eh? ¿Qué te pasa con Baji? —le pregunté en una risa nerviosa, no sabía si quizá había metido la pata contándole eso, tampoco le veía nada malo ¿no? Sólo era una invitación sin sentido por parte del pelinegro de Tokio, algo que se dice por cordialidad ¿verdad?

No me contestó.

La parada de bus no quedaba muy lejos de nuestros apartamentos, y no fue hasta que llegamos a ella que él se dignó a hablarme. Sentado ahora en la banca del lugar de espera, me tomó de la mano y me colocó entre sus piernas, pasando sus brazos por mi cintura y alzando la vista apoyando el mentón en mi pecho.

 —Nami.

 —¿Me vas a contestar a la pregunta que te he hecho o no?

Puso de nuevo una mueca de desagrado y yo rodé los ojos.

 —A Baji le gustas, solo es eso. Lo sé porque me lo ha dicho abiertamente.

 —Bueno, a mí también me cae bien, no veo nada de malo en eso ¿no? —me rasqué la mejilla con uno de mis dedos y posé la otra mano en la nuca de Draken, acariciándole un poco.

Ahora fue él quien puso los ojos en blanco antes de hundir su cara en mi pecho y resoplar.

 —Mira que eres cortita a veces —volvió a mirar hacia arriba. No me estaba enterando de nada—, que le gustas más que como amiga, boba. Le dije que te dejara tranquila y que... —enmudeció por unos segundos—, bueno, solo le dije eso.

Mentía. Había algo más que acababa de callarse.

Yo, en cambio, acababa de ponerme más roja que un pulpo y no supe qué decirle.

 —¿No te parecía extraño cómo se comportaba contigo?

 —Pues no, la verdad... aunque ahora que lo dices... —quizá sí que era demasiado cariñoso a veces, pero yo no lo entendía de otra manera que no fuera que Baji simplemente era así con sus allegados—, un momento, ¿estás celoso de Baji? No sabía que eras celoso.

 —Y no lo soy. Bueno, no lo era —desvió su mirada unos instantes hacia el final de la calle antes de que esos oscuros ojos volvieran a mirarme fijamente—, no lo era. Así que tuve que decirle que estábamos juntos para ver si así te...

Me aparté un poco de él, no era como si eso me hubiese molestado, pero sentí algo extraño en mi interior, una punzada que no me gustó nada y, aunque intentase que no se hubiera notado, Draken pareció captarlo al instante.

Sin embargo, sus palabras siempre eran las adecuadas para calmarme.

 —Tranquila, sé de sobra que no es así... solo no quiero que Baji se llegue a poner pesado y eso te agobie, él tampoco es de esos, pero nunca he sabido qué le pasa por la cabeza a ese chico, y pensé que una mentira piadosa podría aplacar un poco su afán de joderme...

 —No te preocupes por eso Draken —volví a acercarme a él y lo abracé de nuevo—, no veo a Baji más que como un amigo... además... ninguno de vosotros me agobia... no como creo que estás pensando.

 —Nami, solo no quiero verte como aquel día del bar porque algún tío te agobie.

 —Qué bonito...

 —No te burles, estúpida, es la verdad.

 —No me burlo —reí en alto y noté que una de sus manos había pasado a acariciarme la mejilla—, de verdad me parece bonito, pero ya te digo que eso no pasaría con Baji, no te preocupes...

Aquello solo me pasaba con ese chico.

 —Dame un beso, anda. Dejemos de hablar de esto, no quiero empezar el viaje con mal pie.

Le sonreí burlona.

 —No me agobies ¿eh?

Sonrió de medio lado y su palma presionó mi nuca, acercando mi rostro al suyo.

 —¿Acaso lo hago?

 —No.

 —Entonces cállate y dame un beso, imbécil.

Sonreí y terminé por juntar mis labios con los suyos en un suave beso mientras que sus manos acariciaban mis costados y las mías hacían igual en su rostro.

El autobús no tardó mucho más en llegar.

Seguía feliz... Esa emoción no desaparecía de mi ser el día de hoy... y no había hecho más que aumentar con la idea de que el chico al que ahora le miraba mientras nos subíamos al autobús se preocupaba por mí.

No era el único, sabía que los viejos del pueblo también lo hacían, pero de ellos podía llegar a pensar que era por echar en falta a una nieta o algo similar; sin embargo, que Draken se preocupase así... me hacía sentir especial para alguien, y no como cuando creía serlo para Kanaye.

Con el del dragón tatuado sentía que podía de verdad llegar a creerme esas palabras, que no eran ninguna mentira para conseguir algo más allá. Pero, aun así, me gustaba ser cautelosa y, por eso, también debía controlar como buenamente pudiera mis emociones.

No fue hasta que el bus se puso en marcha, con nosotros ya sentados en su interior, que pude sacar de nuevo el teléfono para mandarle aquel mensaje a Mitsuya.

Mensaje enviado a Mitsuya

Hola Mitsuya, soy Nami, espero que no te incomode pero le pedí tu teléfono a Draken :)

Muchas gracias por el vestido!! No me ha dado tiempo de probármelo pero seguro que me queda bien, lo llevo en la mochila para el viaje

No hacía falta que t mosqueases

Molestases*, perdón el autocar

...

Autocorrector*

Jo, mejor me callo, ¡gracias de nuevo Mitsuya! Espero q todo vaya bien^^

 —Draken.

 —¿Qué?

 —Deja de fisgonear y sigue mirando por la ventana, que te estoy viendo.

 —A sus órdenes, señorita Uchima.

 —Eso es... buen perro.

 —¿Ves? Al final no ha pasado nada.

 —Claro, ¿y si yo no llego a tener espacio en la mochila qué? Te hubieras quedado sin tu juguetito ¿no?

 —¡No! —Nami daba saltitos, intentando colocar su mochila en los compartimentos superiores del avión—. Me las hubiera ingeniado o si no lo hubiera pagado, pero no ha hecho falta ¿has visto? A grandes males, grandes soluciones...

Reía despreocupada con los brazos en alto. Yo ya había guardado mi mochila en el espacio habilitado para ello, pero la pelinegra seguía ahí intentándolo y, antes de que se formase más cola en el estrecho pasillo de la aeronave, le arrebaté su mochila y la coloqué al lado de la mía.

 —Siéntate anda, ¿quieres mi sitio? —a mí me había tocado en la ventanilla.

 —¿No te importa? —preguntó con pena.

 —No, además así puedes dormirte y apoyar la cabeza en la pared, bastante me has taladrado el cerebro antes de subir con el dichoso instrumentito.

Apretó los labios e infló los mofletes pero, aún así, pasó hacia el asiento de la ventanilla y lo ocupó. Yo me senté al lado de ella, quedando en el lugar de en medio.

Pareció haberse enfurruñado, no me miraba, su vista ahora estaba fija en la pista de despegue del aeropuerto de Naha.

¿Que a qué venía toda la discusión por su ukelele? Sencillo.

Cuando llegamos al aeropuerto y tras un viaje en el bus de lo más calmado en el que nos habíamos limitado a mirar por la ventana mientras nuestras manos jugaban la una con la otra, fue que me di cuenta de que ella estaba cargando no solo con su mochila, si no que también con el ukelele enganchado a ella.

Obviamente, le dije que no iban a dejarle subir dos bultos al avión, pues los billetes que habíamos comprado lo especificaba claramente: "Sólo se permitirá un bulto por pasajero", pero ella seguía erre que erre con que sí le dejarían.

No había sido hasta que fui a preguntar a una chica que atendía en la zona de facturación y la cual, evidentemente, me dio la razón, que Nami empezó a ponerse nerviosa. Aunque se le pasó al ver que mi mochila era más grande y ahora su empeño había sido el intentar meter el ukelele ahí dentro.

Y menos mal que cabía, si no, no me quería imaginar la que hubiera tenido que soportar por abandonar su instrumento en el aeropuerto.

La gente seguía tomando sus asientos, Nami parecía comprobar ahora cómo los operarios cargaban las maletas facturadas en el avión. Lucía entretenida, sin embargo, de vez en cuando bostezaba; ya el reloj marcaba casi medianoche, por lo que tampoco era extraño que a ambos se nos empezasen a cerrar los ojos.

Por suerte, el vuelo no duraba más de hora y media, así que imaginaba que, entre que salíamos del aeropuerto y pedíamos un taxi, para las tres o cuatro de la mañana ya estaríamos en el lugar que teníamos para descansar.

 —¿Estás bien ahí?—La fina voz de Nami llegó a mis oídos desde la derecha, haciéndome girar la vista hacia ella al instante. Asentí con una sonrisa—. ¿Seguro? Eres enorme, no creo que el asiento del medio sea el mejor para ti.

 —Estoy bien, además es poco tiempo —coloqué mejor las piernas, que cabían a duras penas en el pequeño espacio que quedaba entre nuestros asientos y los de enfrente—, tú solo no des mucho el coñazo ¿vale?

Entrecerró los ojos y me miró alzando una ceja, antes de bufar y girar la cabeza hacia el lado contrario, fingiendo cierto enfado.

Reí en voz baja y, conforme el avión empezaba a caminar tomé su mano. Ella no rechazó ese contacto entre nuestros cuerpos, de hecho, cuando la aeronave comenzó a despegar, apretó aún más el agarre, entrelazando sus dedos con mayor fuerza con los míos.

Seguíamos en silencio, pero todo el pasaje se mantenía del mismo modo, así que tampoco parecía haber ningún tipo de conversación que mereciera ser hablada y pudiera destruir el calmado ambiente que había mientras surcábamos las nubes.

A mi lado izquierdo se había sentado una anciana de cabello no muy largo, lacio y canoso, la cual no había parado de rebuscar algo en su bolso desde que el avión se estabilizó en el aire. Yo la miraba de reojo, aún acariciando la mano de Nami con las mías, ella parecía no querer que la soltara y, de hecho, cuando dejaba de pasar mis dedos por su piel, la removía suavemente como indicándome que no parase.

Caprichosa.

Sonreí para mis adentros y recliné mi cabeza hacia atrás, permitiéndole a mis ojos que se cerrasen por unos instantes para descansar los párpados.

Se sentía bien estar así, aún con los nervios por llegar a nuestro destino pero, a la vez, relajado al saber que ella parecía tener las mismas ganas que yo de esto.

Escuché un ruido a mi izquierda y entreabrí los ojos. La señora había sacado un libro de pasatiempos y parecía haberse puesto a realizar sudokus para matar el tiempo. No presté mucha más atención a eso y volví a descansar la vista.

Otro movimiento de la mano de Nami porque había dejado de acariciarla.

Que sí... que sí...

No sé cuánto tiempo pasaría, pero creí haberme quedado dormido, y digo creí, porque hubo algo que me hizo darme cuenta de que no lo estaba. Nami había dejado caer su cabeza en mi hombro, removiéndose un poco en el asiento, haciendo que el pelo se le enmarañase de los roces con mi cuerpo y que algunos de sus cabellos me cosquillearan el cuello. Un segundo después, se acomodó hasta llegar a pasar su brazo por el mío, abrazándolo como si yo fuera una especie de almohada.

Tuve que abrir los ojos para mirarla, aunque los oscuros mechones que le cubrían el rostro me lo impedían, así que, con cuidado, los aparté y comprobé que se había quedado dormida.

 —Oye renacuaja... —No pude evitar sonreír y dejar una caricia en su bronceada mejilla—, mira que te he dejado el lado de la ventanilla por si te dormías te apoyases ahí ¿eh?...

Únicamente dejó salir un suave gruñido, acomodándose de nuevo y apretando aún más mi brazo contra su cuerpo.

 —Vale, vale... puedes quedarte ahí...

Escuché a la mujer de al lado reír en voz baja y mirar de reojo hacia nosotros, pero no parecía haberlo hecho con malicia, más bien, había sido una risita tierna.

Pareció murmurar algo inaudible mientras el lápiz seguía escribiendo números en aquellos recuadros del sudoku, pero sonreía vagamente.

En fin... delirios de viejos...

Volví a cerrar los ojos, quedaba aún poco menos de una hora de vuelo, así que podría aprovechar para descansar.

 —Draken... —Notaba algo tocándome la nariz—, oye, pelón...

 —¿No despierta? —Una voz que no reconocía y parecía provenir de mi izquierda.

 —No... ¿usted cree que ha muerto? Señora, ¿se imagina que mis vacaciones empiecen con un funeral? Ya sería mala suerte...

Ahora, unas risas débiles repiqueteando mis oídos desde ambos lados. Notaba que mi sien izquierda se apoyaba en algo, y por el tacto que sentía averigüé que era la cabeza de la renacuaja.

 —No estoy muerto Nami... estoy dormido...

Ella rió nasalmente y su cabeza se movió hacia delante, pero parecía tener cuidado de mantener la mía sobre ella.

 —Señora, esto es un milagro para la ciencia...

 —Pobre chico... no le digas esas cosas Nami... con lo bueno que parece, se mantuvo quieto todo el rato hasta que te dormiste sobre él...

Reí para mis adentros y seguro que en mi cara se esbozó media sonrisa.

Eso es señora, defiéndame, que ella se dé cuenta de lo bueno que soy...

 —No lo parece señora... aquí donde lo ve... incluso con las pintas que lleva... es más bueno de lo que parece.

¿Eh?

Entreabrí mis ojos lo suficiente como para ver el rostro de Nami desde arriba.

 —Creo que es lo primero que te escucho decir de mí que no sea un insulto— le dije en un tono bajo y algo burlón.

Enrojeció al instante y me reí, aclarándome la garganta en ese momento. Ella apartó su cabeza de mi hombro y se quedó mirándome, con los labios fruncidos como si el que le escuchase haber dicho aquello le diera vergüenza.

 —Al fin despiertas, acabamos de aterrizar —ahora sonreía—, ya creía que nos quedaríamos aquí para siempre.

La señora se había levantado, sin dejar de soltar risitas en un tono bajo. Nosotros hicimos lo mismo y bajé de los compartimentos tanto nuestros equipajes como el de la señora, la cual se despidió de Nami amablemente antes de encaminarse hacia la puerta delantera del avión.

 —¿La conocías? —pregunté una vez nosotros habíamos abandonado el vehículo también.

 —¿A esa señora? Qué va, pero me desperté cuando tu enorme cabeza chocó con la mía y me asusté... —ella se explicaba, mientras que sus ojos parecían buscar los letreros que indicaban la salida del aeropuerto al que habíamos llegado—, la señora se rió y a partir de ahí estuve hablando con ella el resto del vuelo... Mira, por ahí.

Indicó con uno de sus dedos en la dirección que parecía debíamos tomar, afianzó su mochila a la espalda y tomó una de mis manos, entrelazando sus dedos con los míos y empezando a caminar unos pasos por delante de mí. Prácticamente me estaba arrastrando tras ella.

 —¿Y no te apartaste de mi hombro en ningún momento?

 —No quería despertarte, tú has trabajado hoy, yo no, al menos así descansabas un poco... ¡Mira, la salida está ahí! ¡Vamos, antes de que nos quedemos sin un taxi!

Tiró más de mí y casi empezamos a correr hacia el exterior.

Ella parecía no darse cuenta de que, esas pequeñas cosas que hacía o decía se quedaban rondando mi mente por varios segundos. Los detalles, la incierta forma de mostrar algo de afecto por su parte... hacía que de vez en cuando notase mi pecho arder.

Conseguimos tomar un taxi que nos transportaba ahora hacia la costa. Nami miraba por la ventana, observando todos y cada uno de los detalles de esa otra isla mientras que las luces nocturnas le alumbraban el rostro, añadiendo a este unas connotaciones claras que también sus orbes reflejaban.

Yo, en cambio, la miraba a ella.

Cada día que pasaba me iba dando cuenta de que la sensación arraigada en mi interior no parecía desaparecer. Todo lo contrario, con cada nuevo dato que ella poco a poco había ido desvelándome, o cualquier información que de algún modo yo había conseguido obtener, era como si las raíces de esas sensaciones se me extendieran aún más por dentro.

Cada día me gustaba más. Y parecía no existir manera de que eso no pasara... pero... en el fondo... tampoco quería.

Solo me seguía preguntando el verdadero porqué de que a ella no le gustase que la conocieran así, tal como es... o al menos... cómo es cuando está conmigo. Decía que había cambiado su forma de ser pero... ¿cuánto puede llegar a cambiar una persona?

Alargué mi brazo y le acaricié la parte trasera de la cabeza.

 —¿Mhm? —giró su vista hacia mí, con los redondos ojos abiertos y cuestionándome con la mirada—, ¿Pasa algo?

De verdad me preguntaba si esa Nami que ella decía ser en el pasado hubiera llegado a suscitar hoy en día esto que yo sentía.

¿Cómo eras antes, Nami?

 —Tranquila, no pasa nada.

Es solo que me gusta ver el reflejo del mundo en tus ojos...

Más cuando estos parecen brillar de felicidad como ahora mismo...

Solo es eso.

El trayecto en taxi no duró más de una media hora, lapso en el que me había entretenido mirando a través de la ventanilla. Solía hacer eso cuando iba a un sitio que no conocía bien; mirar a través del cristal por si, en algún momento, pasábamos por cualquier lugar que quizá llamase mi atención para visitarlo durante el viaje.

Sin embargo, esta vez era de noche, y no había podido ver más allá que los locales más próximos a la carretera por la que circulamos hasta llegar a nuestro destino.

Un lugar rodeado de una frondosa vegetación donde, en uno de los claros a un lado de la carretera, se erguía una edificación de una única planta, que se suponía antiguamente había sido una vivienda, pero los dueños decidieron dividir en dos pequeños apartamentos con capacidad para que cupiese una familia quizá solo de tres integrantes en cada uno de ellos.

Un anciano fue el que nos recibió a pesar de ser casi las cuatro de la mañana y nos indicó cuál iba a ser nuestro apartamento de esos dos. El hombre casi no hablaba, y, cuando lo hacía, su voz sonaba en apenas un susurro, de manera que a duras penas pudimos entender que su apellido era Asano,

Nos abandonó ahí tras darnos las llaves e indicarnos no una, sino dos veces, el funcionamiento de la máquina expendedora que había a las afueras de la fachada del edificio. Juro por los dioses que yo no le entendía nada, pero Draken sí parecía hacerlo y yo no comprendía cómo. Así que, antes de entrar al que sería nuestro lugar de descanso, decidí interrumpir ese bostezo que estaba teniendo justo en ese instante.

 —Oye, ¿cómo eras capaz de entenderle?

 —¿Eh?— terminó de bostezar y giraba la llave para abrir la habitación, parecía que había que darle unos cuantos toquecitos o no funcionaba bien—, ¿De qué me hablas Nami?

Le miré la cara, tenía los ojos alicaídos, como si estuviera quedándose dormido de pie. Estaba segura que él iba a ser el primero en caer rendido nada más entrásemos.

 —Al señor Asano, ¿tú lo entendías hablando?

 —Ah... no, para nada —dejó salir una risita tonta y por fin consiguió abrir la puerta.

Ambos pasamos al interior y encendimos las luces. No sabíamos si habría alguien en el otro apartamento, así que por si acaso, intentamos no ser ruidosos.

 —Entonces... ¿Por qué asentías a todo lo que te decía como si sí te estuvieses enterando? No lo comprendo...

 —Cuando no entiendo a alguien... solo asiento con la cabeza... —bostezó de nuevo— y espero que no me esté preguntando nada.

Le miré divertida y no pude evitar reírme en voz baja.

Ambos dejamos las mochilas en el suelo y empezamos a ver la estancia. No pudimos permitirnos dos habitaciones separadas en ningún hotel, y esto fue lo mejor que encontramos en relación calidad-precio. Además, a mí me llamó la atención por una cosa que iría a comprobar en cuanto hubiéramos echado un vistazo a lo demás.

No era la gran cosa. De hecho, se parecía bastante a nuestros apartamentos; un enorme habitáculo, en el que se encontraba un gran sofá en ele -algo viejo, por cierto-, con un televisor enfrente y, en un lateral, una pequeña cocina abierta. Tras ese sofá, a un par de metros de distancia, una cortina colgada del techo dividía la habitación en dos y, tras ella, una cama de matrimonio con un pequeño armario a un lateral y, del otro lado, una puerta que daba al baño.

Todo estaba decorado en tonos claros, con algunos puntos de color más fuertes como lo eran una frondosa planta que cubría de verde la parte trasera de donde se ubicaba el televisor, unos cuantos jarrones azules con flores frescas en su interior y algún que otro cuadro en las paredes cuyos marcos eran de ese mismo color, un profundo azul. Al fin y al cabo, los colores marinos siempre habían sido el distintivo de este tipo de lugares vacacionales con playa.

Entre el respaldo del sofá y esa cortina tras la que se ubicaba la cama, había el suficiente espacio como para considerar aquello un estrecho pasillo que iba hacia aquello que a mí me había llamado la atención, un ventanal que daba al exterior y que, si no recordaba mal, era un pequeño patio desde el que, al estar el edificio ubicado a cierta altitud, podía verse el océano.

 —Nami... yo voy a ir a guardar las cosas al armario ¿vale? Duerme tú en la cama, no te preocupes.

 —Dije que yo dormiría en el sofá...

Draken fue el primero que mencionó el hecho de que, aunque fuéramos a compartir el apartamento, él dormiría en un sitio y yo en otro. Quizá no quería dormir conmigo, pero yo estaba bien con eso, no importaba y, en realidad, era una tontería, si él lo prefería así, estaba bien.

 —No seas pesada, además, este sofá es grande, no como el de mi piso, aquí quepo perfectamente... —se agachó y dio un toquecito en mi nariz con la punta de su dedo— ve hacia el patio ese, anda, que estás deseando perderme de vista para ir a mirar el mar desde aquí ¿verdad?

 —¿Tú no vienes?

 —No... voy a guardar mis cosas en el armario, ya te he dicho, pero tú guardas las tuyas luego ¿eh? No lo dejes por medio.

 —Vale —sonreí y antes de irme hacia el patio, él se acercó y dejó un corto beso en mis labios —, intenta no hacer ruido, yo entro en seguida, no tardaré.

 —No te preocupes boba, además, aquí la ruidosa eres tú —me estaba hablando en voz baja, lo que suponía que su voz, que de por sí era grave, ahora lo fuera aún más.

Era precioso.

Ese patio parecía haber sido antes una enorme terraza, ahora dividida en dos gracias a un pequeño muro de yeso. Sobre éste había una celosía de madera por la que recorría una verde y frondosa enredadera, a través de la cual podía vislumbrarse algo de aquella otra parte del patio.

Supuse que, al otro lado de esa separación, habría una zona similar a esta; un patio que pertenecería al otro apartamento del edificio para que también los huéspedes pudieran disfrutar de lo que mis ojos tenían ahora mismo en frente.

El mar.

Bueno, el inmenso océano que también podía ver desde mi apartamento pero que, solo por el hecho de estar observándolo desde unas coordenadas diferentes, parecía distinto.

Me había apoyado en el muro de aquella terracita, dejando a mi derecha ese juego de dos sillas y la mesa de mimbre que ocupaban la mayor parte del espacio en ella, y mantuve mi vista al frente no sé por cuánto tiempo. Quizá fueron cinco, diez o incluso quince minutos, pero no importaba, solo había dejado mi mente en blanco y permitido que lo único que inundara mis sentidos en ese momento fuera todo lo que provenía del exterior.

El sonido de la leve brisa meciendo las copas de los árboles, junto con el arrullo de la tambaleante superficie del mar, llegaba a mis oídos.

Un olor salino entremezclado con el de la vegetación era el que lo hacía a mis fosas nasales.

Esa misma brisa, ni demasiado fría, ni demasiado cálida, pero que había ocasionado un ligero escalofrío que me recorrió la espalda de arriba abajo y había hecho que mi piel se erizase por completo.

Mis vista, posada en aquello que con la luz del día siguiente tendría el mismo color que mis ojos.

Y, por último... el dulce sabor que remanecía aún en mis labios a causa del breve beso que Draken me había dado antes de salir a la terraza.

Él también tiene que ver esto.

Volví al interior con la intención de arrastrarle afuera aunque no quisiera. Pero no estaba en ese pequeño saloncito.

 —¿Draken?— pregunté casi en un susurro.

No hubo respuesta.

Me asomé por la cortina y lo vi tirado en la cama, boca abajo y con la cara hundida en la almohada.

 —Oye...

Me acerqué hasta quedar al lado de la cama y le di un par de toquecitos en la cabeza que le hicieron girar el rostro hacia mí. Tenía los ojos cerrados y emitió un suave gruñido.

 —¿Estás dormido? Ni siquiera te has puesto el pijama...

Reí para mis adentros. Seguramente se sentaría un momento en la cama tras guardar todo en el armario y el cansancio se habría apoderado de él, pues podía ver que había colgado toda su ropa ahí y dejado espacio para que yo hiciera lo mismo con mis cosas.

 —Está bien... —le acaricié con cuidado el tatuaje con mis yemas y me senté al borde de la cama con cuidado—, entonces... me quedo yo en el sofá, al final me salgo con la mía, peloncete.

Le aparté un par de mechones del rostro y, por unos segundos me quedé mirando su perfil, igual que aquella noche que me lo encontré durmiendo en el sofá.

Mentiría si dijera que sus facciones no me atraían. El maldito era condenadamente atractivo y, cuando dormía, su expresión era tan calmada que permitía que mis ojos pudieran apreciar mejor cada detalle.

La marcada mandíbula adornada por una incipiente barba que tenía claro se afeitaba cada mañana junto con los laterales de la cabeza, cómo las trazas negras del dragón le discurrían hasta el inicio del cuello. Ese frío arete de acero plateado cuyo tintineo había escuchado de cerca ya en innumerables ocasiones, la puntiaguda nariz que perfilaba varonilmente su rostro, las oscuras cejas y pestañas; la nuez de Adán que ahora se acababa de marcar aún más al haber tragado saliva.

No iba a despertarle. No teniendo en cuenta que para mañana habíamos planeado varias actividades y por la noche terminaríamos igual de muertos que hoy. Así que le dejé descansar en la cama, me levanté tras dejar un ligero beso en su sien y le tapé con una manta que nos habían dejado a los pies de la cama; Draken era demasiado grande como para intentar moverlo y taparlo con las sábanas, así que tendría que conformarse con eso.

Yo no tenía sueño. No mucho, al menos. Además, vi que el pelinegro había dejado su paquete de tabaco en la mesita del salón y yo hacía tiempo que no me fumaba un cigarro tranquilamente, de hecho, hacía tiempo que siquiera los compraba.

Bueno, pues le robo uno.

Volví afuera, ahora incluso con más sigilo que antes al saber que Draken dormía. Encendí el cigarro y le di una profunda calada antes de soltar de nuevo el humo hacia arriba.

No había escuchado nada proveniente del apartamento de al lado, aunque quizá por la hora que era y si estaba ocupado, eso se debiera a que los huéspedes dormían. O quizá no había nadie, eso también era una opción.

Seguí fumando y, en algún momento, mi mente se alejó de todo una vez más. Ahora estaba sentada en una de esas sillas de mimbre, con los pies también arriba y apretando las rodillas en mi pecho. Sin darme cuenta, había empezado a tararear una canción que llevaba sonando en mi cabeza desde que la habíamos escuchado en el taxi que nos trajo aquí.

 —In another life... I would make you stay...

 —¡Hey! ¡Yo conozco esa canción!

El respingo que pegué en la silla por poco no me tira al suelo. Se me atoró el humo en la garganta y empecé a toser como una loca.

 —Joder perdón por el susto, es que me he emocionado al escucharte... ¿Puedo asomarme? ¿Eres una chica verdad? Digo, para no llevarme una sorpresa.

Una voz femenina sonaba desde la otra terraza. Al final parecía que sí había alguien ahí.

 —Sí, sí puedes —me levanté y fui hacia el muro para poder asomarme yo también. Era un poco raro, pero, solo con eso que había dicho y una pequeña risita que le escuché soltar, no me parecía que fuera alguien en quien no confiar —, oye... y perdona, igual te he desperta...

Al asomarme me quedé muda. Una chica con una melena castaña larguísima pasándole hacia delante por uno de los hombros, una sonrisa enorme en el rostro y unos oscuros ojos entrecerrados apuntando en mi dirección. Estaba medio desnuda, con la sábana cubriendo la parte delantera del cuerpo y que me dejó ver que su espalda estaba completamente adornada por la negra tinta de un tatuaje al que no pude verle la forma.

Me fijé en su mano, que sostenía un cigarrillo y llevó a sus labios suavemente, dejándome ver que también tenía algo de tinta en esa muñeca.

 —Ah, no, estaba despierta, solo he salido a fumar y te escuché cantando... cantas bien ¿sabes?

Hablaba rápido. Y no borraba la sonrisa del rostro. Parecía simpática.

 —Bueno... lo normal, tampoco es la gran cosa... pero gracias, supongo.

Siempre me había costado hablar con chicas de mi edad. No sabía porqué, pero con los chicos siempre me había resultado más sencillo.

Sin embargo, ella no parecía tener ningún problema para ello, pues cuando me vio enmudecer fueron sus labios los que volvieron a moverse.

 —Esto es muy bonito... ¿Te quedarás mucho tiempo? Nosotros ya nos vamos mañana temprano... qué pena...

 —Nosotros estaremos hasta el lunes... hemos venido a bucear con las mantarrayas.

 —¿¡Vas a bucear!? — Ahora hizo un puchero, apagó el cigarro en el muro y apoyó sus codos ahí, mirando hacia el frente. Era muy guapa, guapísima —, yo me he quedado con las ganas... quería ver pececitos... jo...

Maldijo a alguien en voz baja, pero no me enteré bien de lo que decía.

 —¿Eres de aquí? —Al verla así, se me ocurrió una cosa.

 —Qué va, de Tokio... pero ahora estamos mi novio y yo de vacaciones y estamos recorriendo estas islas... de hecho, antes de venir aquí estuvimos en un concierto en Yonaguni... no veas qué buena fiesta tenían allí montada... —me hablaba como si me conociera de toda la vida, pero yo estaba cómoda, sorprendentemente, me encontraba tranquila hablando con ella—, mañana vamos a Okinawa y ya es nuestro último destino.

Se me encendió la bombilla sobre la cabeza.

 —Oye, yo soy de allí. Si te has quedado con ganas de bucear aquí, puedes buscar mi local en Okinawa — una nunca sabe donde puede encontrar clientes, así que tenía que aprovechar toda oportunidad que se me presentase—. Yo me dedico al submarinismo, así que si quieres... mi negocio se llama "GoDeep", si lo buscas en internet debería salir... ¿Os quedáis mucho tiempo en Okinawa?

Abrió los ojos muchísimo, y casi me pareció que empezó a dar saltitos en el sitio, haciendo que esa sábana que la cubría por poco no se le cayese al suelo.

Se rió y agarró con fuerza la tela.

 —Ay, que casi se me ven las tetas —de nuevo sonreía en mi dirección—. ¡Claro que lo voy a buscar! Vamos a estar allí una semana, así que tenemos tiempo de sobra.

Bien, un dinerito fresco para mí.

 —Por cierto —la castaña volvió a hablar—, ¿Cómo te llamas? Soy una maleducada, perdón, puedes reñirme si quieres.

No tenía vergüenza ninguna, al parecer, pero eso solo hizo que mis labios se curvaran hacia arriba.

 —Soy Nami, ¿y tú? Tampoco me has dicho tu nom...

 —Enana —una voz masculina, más grave incluso que la de Draken, sonó desde donde suponía estaba la puerta hacia el interior del apartamento de ella. Imaginé que sería su novio—, ¿qué haces ahí fuera desnuda? ¿Eres tonta? Te vas a poner mala.

 —Estoy fumando, ahora entro, no tardo. —dijo tras girar levemente el rostro hacia atrás, momento que pareció aprovechar para guiñarme un ojo. Le había mentido a su novio descaradamente, pues ella había apagado el cigarro hacía ahora unos minutos.

 —Déjame la mitad del cigarro y avísame, no hay más tabaco —le respondió él con voz perezosa.

 —¿Cómo? —La castaña se puso seria al instante—, ¿no has comprado antes cuando te lo he dicho?

 —¿Cuándo me lo has dicho? No me has dicho nada.

 —¿No hay más tabaco entonces?

El chico enmudeció por segundos antes de contestar.

 —No.

 —Vale —la chica se giró hacia mí— oye Nami, ha sido un placer conocerte, una lástima que al que no vas a llegar a conocer nunca es a este imbécil, en serio, nunca te eches un payaso por novio, es horrible.

 —¿Con quién hablas?— el chico parecía insistente.

 —No te importa, cállate un momento —replicó ella.

 —Ven adentro y cállame tú, medio metro.

Ella resopló y rodó los ojos hacia mi dirección.

 —En fin... —la vi sonreír de nuevo— puedes llamarme Riri, Nami.

 —Encantada, oye, ¿quieres un par de cigarros? Yo tengo tabaco ahí dentro.

Bueno, técnicamente no era mío, pero seguro que Draken no se da cuenta.

 —¿De verdad? Nami, ¿eres un ángel?

Reí alto, pero intentando no elevar mucho el tono de voz, no me olvidaba de que Draken seguía durmiendo.

 —Qué va, para nada, ahora vuelvo, espérame.

Entré adentro a coger un par de cigarros. Esos dos que estaban fuera no habían parado de discutir en voz baja, sin embargo, no se parecía en nada a cuando Draken y yo lo hacíamos. Ellos decían las cosas en un tono más... ¿gracioso? Sí, podría describirlo así, como si todo lo que se contestaban fuera con segundas.

Sería divertido tener una pareja así como amigos.

Volví fuera y le di un par de cigarrillos.

 —¡Gracias! Eres lo mejor que me ha pasado en la isla, de verdad, ten por seguro que iremos a tu negocio.

 —Oye, ¿no que lo mejor había sido venir conmigo? Qué traicionera eres... por cierto, ¿Tienes que hacerte amiga de todo el mundo?—podía escuchar al hombre que estaba con ella y que seguía replicándole cosas —Espera, enana... ¿de qué negocio estás hablando? ¿Dónde iremos?

A pesar de lo entretenida que estaba en la terraza, el cansancio apareció en mi cuerpo como una lluvia repentina de esas que no esperas, haciéndome bostezar y que mis ojos empezasen a pesar más de la cuenta.

 —Es una sorpresa, Shuji, ya lo verás —Riri se reía en voz baja, con malicia, como si estuviera tramando algún tipo de plan. Me miró de nuevo—. Oye, yo voy ya para dentro, y tú deberías hacer lo mismo, pareces cansada. Nos vemos en Okinawa ¿Vale? Un gusto conocerte.

Le sonreí con mis últimas fuerzas y restregando uno de mis ojos.

 —¡Claro! Allí os espero, solo llamadme un par de días antes para teneros en cuenta, os haré un descuento.

 —Lo que yo diga, eres un ángel—volvió a reír— ¡Nos vemos, Nami!

Sacudí la cabeza y, aún con una risa tonta, volví a entrar en el apartamento.

Agarré el pijama corto que había traído de la mochila, me lo coloqué, y me tiré en el sofá a descansar. Pensé en enviarle un mensaje a Inupi y preguntar cómo se estaba portando Ryu, pero ya era tarde, así que mejor llamaría mañana.

Aún con la felicidad pintada en el rostro, cerré los ojos, dejando que el sueño se apoderase de mí.

Mañana... iba a ser un día divertido.

<3

YASEQUEHETARDADONOMEMATEIS.

Que estoy adelantando cositas de borradores también y el otro día fue mi cumple y me entretuve con eso. 

Los del final son los protas de H.EAVEN.S, por cierto, pero no tiene nada nada que ver ese fic aquí, tomémoslo como un cameo de ellos en un mundo donde todo lo que pasa en esa otra historia no ha pasado porque ajá... si leéis los primeros capítulos pues entendéis jajaja pero, SINOLAHABÉISLEIDONOSÉAQUÉESPERAIS, que es igual de bonita que esta.

Ah, y la canción que Nami tararea es The One That I Got Away de Katy Perry. JE.

Se os quieree ^^ Intentaré actualizar más de seguido pero a veces la vida no me deja. Besitos.

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