𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒆 ~ 𝑪𝒐𝒓𝒓𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒅𝒆 𝒓𝒆𝒔𝒂𝒄𝒂

¿Qué hora es?

Abrí un poco los ojos y me di cuenta de que no estaba en mi habitación. Era la de Draken. Noté mi cara enrojecer al instante, y empecé a pensar que todo lo de la noche anterior había pasado de verdad, que no era algo que me hubiera imaginado a causa del alcohol o similar.

Pero él no estaba a mi lado. Recordé, una vez por fin había conseguido despertarme del todo, que no habíamos hecho nada más allá de los besos y varios roces... y era mejor que permaneciese así. Que todo se quedase ahí y no fuera a nada más.

Miré por la ventana, aún era de noche, por lo que seguramente ni serían las seis de la mañana y me habría despertado por cualquier mísero ruido de la calle. Me incorporé y empecé a recoger mis cosas de la habitación de Draken; mi vestido, que había permanecido en una esquina de la habitación, el bolsito, mi teléfono y el peluche que él me había regalado la noche anterior. Creía que, con todo el jaleo, se habría perdido en la playa. Pero no, estaba ahí, en un lado de la cama, orientado hacia la parte donde yo había estado durmiendo. Imaginé que Draken lo había puesto ahí y eso solo me hizo sentirme peor.

Acababa de empezar el día y ya me sentía como la mismísima mierda y sabía que, cada día que empezaba sintiéndome de esta manera, no hacía más que empeorar, lo tenía más que asumido por todas las veces que ya me había pasado, pero, además, hoy, se le sumaba el hecho de que oficialmente era mi cumpleaños.

Intenté no pensar más y una vez hube agarrado todas mis pertenencias, caminé de puntillas e intentando no hacer ruido hacia fuera de la habitación. Las escaleras para salir de su piso estaban prácticamente al lado de esa estancia, así que sería una escapada rápida y sigilosa.

Sin embargo, justo cuando estaba en la parte más alta de las escaleras que bajaban a la calle, escuché un suave gruñido proveniente del salón que hizo que mi vista se girase hacia allí.

¿Ha dormido en el sofá?

Por unos momentos creí que estaría despierto. O que quizá había dormido en la cama, pero se habría levantado, pero no parecía ser el caso.

El balcón estaba ligeramente abierto, dejando que la suave brisa meciera con suavidad las translúcidas cortinas que adornaban el marco del ventanal, siendo aún la pálida luz de la noche la que atravesaba sus cristales, alumbrando pobremente la estancia.

Me acerqué un poco. Estaba ahí, encogido como podía en ese sofá en el que cabía a duras penas, imaginé que quizá tenía algo de frío, pues el sofá estaba alineado justo con esa apertura del balcón, y la brisa no hacía más que darle directamente en el cuerpo.

Con sumo cuidado, fui hacia el balcón e, intentando ser cautelosa, lo terminé cerrando sin emitir ningún ruido.

Bien, ahora sí, a casa.

Pasé de nuevo por su lado, y me quedé mirándole un momento.

Míralo, así dormido no parece ni él. Es como cuando sonríe.

Sonreí para mí misma, y, sacudiendo ligeramente la cabeza, por fin me dispuse a salir de su piso para ir al mío.

Una vez fuera, me fijé en el pomo de mi puerta.

¿Qué hace esto aquí?

Era mi horquilla. La que me había puesto la noche anterior para ir al festival. Y tenía un trozo de papel enganchado.

Un sudor frío recorrió mi espalda. Aún estaba medio desnuda, únicamente vestía el haori que Draken me había prestado, pero ni me importó, mi cuerpo corrió hacia la fachada de los establecimientos y mi respiración se aceleró de golpe.

Pero ahí no había nadie, solo estaba yo.

Desdoblé el papelito y vi que tenía algo escrito.

"Te dejaste esto en la playa"

Era su letra. Podría reconocerla en cualquier sitio que estuviera escrita.

Un temblor se adueñó de mis manos, haciéndome arrugar ese mísero pedazo de papel antes de que lo tirase a un lado de la calle y volviese a mi apartamento con las mismas prisas con las que había corrido hacía un momento para ir a la zona frontal del edificio.

Me quedé apoyada en la puerta, dejándome caer al suelo aún con los nervios en mi pecho. Ryu se acercó a mí, de manera pausada y como si acabase de despertarse.

—Nos ha visto...

Acariciaba la cabeza del animal, que se había tumbado a mi lado apoyando el hocico en mi pierna. Repetía una y otra vez las mismas palabras en voz alta, mientras que por mi mente solo pasaban miles de situaciones posibles que ese hecho podría llegar a desencadenar.

—Ryu... Kanaye nos ha visto...

Solo pensaba en los problemas que podría ocasionarle a Draken con todo esto. Si él nos había visto besándonos, tenía claro que esto no iba a quedar aquí, y, por el bien de ambos, esto solo era otro motivo más para alejarlo de mí.

Ya no era solo por Kanaye...también era por mí. Con todo lo que ya había pasado, y teniendo en cuenta que no había podido seguir...cada vez tenía más claro que mi destino no era otro que el de quedarme estancada para siempre de esta manera. Pero eso ya no era algo que me preocupase, simplemente no quería arrastrar a nadie más conmigo, solo era eso.

No estaba.

Me había quedado dormido hasta tarde, y agradecí que hoy hubiéramos decidido cerrar el taller aprovechando la festividad local, pues, para colmo, me había levantado con un dolor de cabeza horrible.

Nada más espabilarme un poco, me había levantado del sofá e ido directamente hacia mi habitación. ¿Acaso esperaba encontrármela ahí? Quizá, pero no estaba. Imaginé que se habría levantado antes que yo y se habría ido a su apartamento.

—Agh...

Resoplé pesadamente y fui al baño a lavarme la cara. Tras hacerlo, me quedé por unos momentos mirando mi reflejo en el espejo, cerciorándome en ese momento de que tenía una pequeña marca en el cuello.

La acaricié con mis dedos y volví a sentir una pesadez en el rostro, notando nuevamente sus labios en mi piel y recordando la manera en que sus ojos me miraban la noche anterior mientras volvíamos al apartamento. Mi respiración aumentó de nuevo al imaginármelo todo de nuevo, pero en cuanto sus palabras resonaron de nuevo en el interior de mi cabeza, todo volvió a la normalidad.

Me froté los ojos con una de mis manos, aun apoyado con la otra en el lavabo.

—En fin... habrá que hacer como que nada ha pasado y ya. —dije en voz alta, autoconvenciéndome.

Me preparé una taza de café y volví al sofá a revisar mi teléfono, suponía que Mikey habría pasado la noche con aquella chica, y que dentro de nada me avisaría de que estaba volviendo a mi apartamento, pero, conociéndole, quizá todavía era demasiado temprano para él, a pesar de ser casi mediodía. Seguramente el enano seguiría dormido y más teniendo en cuenta que él sí se quedaría hasta bien tarde despierto.

Miré la fecha del teléfono. Seguía siendo el cumpleaños de mi amigo, pero también el de ella. Y, por mucho que me había dicho que no quería celebrarlo, se me ocurrió algo que quizá podría destensar un poco todo lo que había pasado la noche anterior, pues, por más que tras todo aquello hubiéramos mantenido una breve charla en mi habitación, tenía el presentimiento de que ella se encontraba en este momento igual que yo: sin tener ni puta idea de como actuar cuando la tuviera de frente.

Me cambié de ropa y decidí ir a buscarla, pensé que quizá le apetecería ir a comer al restaurante ese que tanto parecía gustarle. Sin embargo, una vez me planté delante de su puerta, no era capaz de llamar.

Inspiré profundamente y di dos toques en la puerta.

—Nami, soy yo.

Pasaron unos segundos y nadie contestaba. Volví a intentarlo.

—¿Estás ahí? —escuché ruidos dentro de la casa—. Oye...

Definitivamente, no quiere verme.

—Mira Nami, voy a ir al restaurante de siempre, si quieres venir y hablar de lo de anoche, allí te espero.

Sacudí la cabeza y esperé que me hubiera escuchado, tampoco quería insistirle más, así que saqué un cigarrillo y me encaminé hacia el restaurante, con la esperanza de que quizá ella apareciese por ahí al poco rato.

Pero no apareció. Llevaba ahí unas dos horas, y había aprovechado para comer algo ligero, pues tampoco era que tuviera mucha hambre, simplemente quería charlar con ella y dejar el tema zanjado de una vez, pero hoy no parecía que fuera a ser ese día. Aún estaba todo reciente, y hasta comprendía el que ella hubiera preferido encerrarse en casa y no querer saber nada de mí.

¿Quizá ahora le daba vergüenza?

No, no podía ser eso. Ella no me había mostrado ser vergonzosa en ningún momento, y no creía que por algo así su actitud fuera a cambiar tan repentinamente. O quizá sí, pues como ya me había dado cuenta hacía mucho tiempo, Nami era experta en transformar sus emociones de un momento a otro, así que no me sorprendería que ahora pudiera llegar a ser de otra manera diferente.

En todo caso, estaba dándole demasiadas vueltas a todo, y eso no hacía más que aumentar el dolor de cabeza con el que me había levantado.

Para mi suerte, o, mejor dicho, mi desgracia, el teléfono empezó a sonar en el bolsillo de mi pantalón.

—¿Qué quieres ahora Kazutora?

—¡Tienes que llevarnos al aeropuerto!¡Ya!

—¿¡Eh!? ¿¡Qué pasa!?

—¡Que mañana han dado un mal tiempo de narices y nos han reubicado en un vuelo que sale en cuatro horas!

Kazutora pero no grites, lo vas a dejar sordo, ya le basta con ser pelón...

Esa voz...

—¿Qué hace Nami con vosotros?

¡Ken-chin! ¡Recoge mis cosas y no te olvides del regalo que me hizo Nami! —ahora se escuchaba a Mikey, también al fondo.

—¿Por qué estáis todos juntos?

Trae anda... —Baji le quitó el teléfono a Kazutora— fuimos a llamaros esta mañana a los dos para ir a la playa a ver si se nos pasaba un poco la resaca, pero tú no dabas señales de vida y solo vimos a Nami, que estaba bañando al perro afuera de su casa, por más que te hemos aporreado la puerta no te has dignado a levantarte, así que nos hemos ido sin ti.

—Qué buenos amigos...

En ese momento caí en la cuenta. Por eso ella no me había contestado cuando llamé a su puerta, simplemente era que no estaba.

Qué imbécil me siento ahora mismo...y yo aquí preocupado...

—Y...déjame adivinar, estáis lo suficientemente bien como para ir a la playa con el coche, pero no como para conducir un par de horas ¿verdad?

¡Exacto! —mis tres amigos gritaron al teléfono.

—¿Podéis dejar de gritar? —de nuevo, su voz llegó a mis oídos.

Bueno, en cuanto terminemos de recoger nuestras cosas en el hotel vamos a buscarte, Nami también va a venir. —ahora Kazutora había agarrado el teléfono. Parecían agitados, como si estuvieran apresurándose y moviéndose de un lado a otro.

¿Cómo que yo voy a ir también? Yo no he dicho nada de eso.

Venga ya Nami...tienes que venir a despedirte...al menos de mí...—ese era Mikey, y me lo estaba imaginando.

Vale, vale, voy, pero ya, suéltame el brazo.

—Sigo aquí ¿eh? —dije al teléfono, pues parecía que por unos momentos se habían olvidado de que me tenían al otro lado del teléfono y solo se reían de los dos que suponía estaban haciendo un numerito.

Sí, sí, —Kazutora retomó la conversación—, pues, lo dicho, que en un rato pasamos a buscarte, no tardamos, adiós.

¡Mikey que me sueltes!

¡No quiero irme Nami!

La escuché reírse, de manera dulce, repitiéndole al enano que la soltase.

Y ahí la llamada finalizó.

Empecé a sonreír como un completo idiota. No me importaba que ellos hubieran echado el rato sin mí, al final de cuentas, sí que habían venido a buscarme, pero estaba tan cansado de anoche que ni habían sido capaces de despertarme, así que no había caso en que me molestara por eso.

—Agh...— lo que quizá sí me daba un poco de pereza era ahora tener que ponerme a recoger todas las cosas de Mikey, las cuales, por supuesto, había ido dejando desperdigadas por todos los rincones de mi apartamento durante los días que había estado hospedándose ahí.

Miré hacia la taza de café vacía que acababa de terminar en el bar, así como al plato de comida que, del mismo modo, estaba vacío. Y tuve una pequeña idea, estaba seguro de que ella no les había dicho a los demás que hoy era su cumpleaños, así que seguramente habrían comido cualquier porquería en un restaurante de comida rápida y ya.

Me acerqué hacia la barra y llamé la atención del camarero, aprovechando también ese momento para pagar la cuenta que debía.

—Oiga, ¿hacen encargos?

—Claro, incluso los llevamos a domicilio.

—Eso me vendría de perlas... ¿por la noche seguís abiertos?

—Por supuesto —el canoso hombre esbozó una enorme sonrisa-, solo tiene que dejarnos indicado por aquí lo que desea...—me tendió un papelito para que anotase el pedido—, y no se olvide de indicar también la dirección y la hora a la que quiere que se lo llevemos.

—De acuerdo, gracias.

Indiqué el pedido mientras él iba a la caja a guardar el dinero con el que le había pagado.

Él volvió y revisó el pedido, fijando demasiado sus ojos en la nota que acababa de entregarle para, seguidamente, fijar su vista en un calendario que tenía colgado en la pared del restaurante.

—Tú eres el vecino de Nami ¿no es así?

—Sí ¿por? —me sorprendió la pregunta, aunque como podía imaginar al ser un pueblo pequeño, aquí todo el mundo sabría del pequeño taller que había abierto al lado del local de la chica a la que ya todos conocían. Además, me habían visto varias veces con ella rondando por aquí.

—Por nada hijo...—musitó en un tono más bajo y giró su vista—parece mentira que ya hayan pasado dos años de aquello...pobrecilla. Imagino que sabes la historia.

Mi cuerpo se tensó un poco.

—Sí...algo me ha contado. —contesté en el mismo tono que él.

—Entonces estoy seguro de que esto le va a animar —ahora esbozaba una sonrisa, aireando el papel en el aire mientras se alejaba—. Esto no hace falta que me lo pagues, corre a cuenta de la casa. —hablaba de manera bonachona y yo no pude más que hacer una pequeña reverencia a modo de agradecimiento.

—Eres un buen chico hijo, cuídala.

Fruncí un poco mi entrecejo, algo confuso, pero él desapareció tras la cortinilla que daba a la cocina del local y no me dio tiempo de contestarle. Aunque me hubiera gustado hacerlo.

Eso intento...

No le di más vueltas y me encaminé de vuelta al apartamento, estaba seguro de que esos cuatro no tardarían en aparecer por la zona, con las prisas por que les llevara a Naha para que pudieran tomar el avión de vuelta a Tokio.

Aproveché el camino para avisar a la única persona que quedaría en la isla y con la que tenía por seguro que a Nami le apetecería pasar también el rato para lo que había planeado en apenas unos segundos.

Mensaje enviado a Inui

Tú, no hagas planes para esta noche, cenamos en mi casa con Nami.

Tengo que ir a llevar a estos tres al aeropuerto, les han adelantado el vuelo, e imagino que más tarde habrá que llevar el coche de vuelta a la tienda de alquiler del centro. Pasaré a recogerte cuando volvamos de Naha.

¿Te llevas luego el coche de vuelta al centro cuando terminemos de cenar? ¿Podrías hacerme ese favor y devolverlo tú a la tienda?

No tardó mucho en contestar.

Mensaje recibido de Inui.

Claro, sin problema.

¿Una cena? ¿Celebramos algo?

Me quedé leyendo ese mensaje unos segundos.

¿Acaso él no sabía que hoy era su cumpleaños? ¿Nami no le había dicho nada a Inui?

Entonces... ¿Sólo yo lo sabía?

Sentí un poco de pena... me dio pena el hecho de que ni si quiera hubiera sido capaz de contarle eso a la persona que en teoría le gustaba, pero, por otro lado...me hizo ilusión. Y me odié un poco por eso...por el que me hiciera ilusión que yo fuera el único conocedor de que hoy era su cumpleaños... porque, tras todo lo que había pasado, quizá ella ahora se arrepentía de habérmelo contado, quizá hubiera preferido decírselo al rubio de la cicatriz y no a mí... no quería ilusionarme con nada...pero ese hecho lo hizo, y puede que lo que empezase a sentir fuera un poco de miedo.

Miedo, a ilusionarme con algo que no tenía ningún futuro. Odié la sensación de ilusionarme con algo, no quería hacerlo, no quería volver a pasar lo mismo otra vez... ni quería que por culpa de esto mi vida en Okinawa se asemejase a aquella de la que había huido en Tokio.

Suspiré, alejando de nuevo todo aquello de mi mente y le mandé un último mensaje a mi compañero.

Mensaje enviado a Inui.

No, pero estaría bien pasar un rato los tres juntos ¿no? Así sales de ese piso de soltero un rato.

Había guardado todas las cosas de Mikey en su maleta, incluido el regalo que Nami le había hecho, aunque con este último decidí hacer algo antes de que se lo llevase de vuelta a Tokio.

Aún no llegaban, así que me había dado tiempo de bajar al taller y hacer una copia de la fotografía para conservarla yo también, pues no dejaba de ser un recuerdo más del tiempo que ellos habían pasado en la isla conmigo, y me pareció buena idea añadir esa fotografía al tablón de mi habitación.

—¡Ken-chin! —la puerta del taller se abrió de golpe y Mikey entró corriendo— ¿Tienes todas mis cosas?

Estaba acalorado, a pesar de que seguramente, solo había recorrido unos metros, pero, también imaginaba que habrían venido casi con las prisas.

—Sí, tienes todo ahí —indiqué a su maleta con un gesto de cabeza. Yo aún estaba sentado en la silla del escritorio—. ¿Los demás están fuera?

—Sí, venga, vámonos o no llegamos —agarró su maleta y se la echó al hombro mientras yo apagaba el ordenador y me levantaba de la silla, él se había acercado con los ojos entrecerrados y mirándome directamente al cuello —. ¿Qué tienes ahí?

Mierda, la marca.

Me tapé con la mano al instante.

—Nada, vamos.

—No, cuéntamelo —dejó de nuevo la maleta en el suelo y se plantó delante de la puerta impidiéndome el paso.

Rodé los ojos e hice por apartarle, cargando yo con su maleta.

—No es nada Mikey, en serio, vamos.

¿Pasó algo con Nami? —me dio un suave codazo en el costado preguntándome en voz baja.

—Sí, pero nada como lo que seguramente tú te tirarías toda la noche haciendo con aquella chica ¿Verdad? —abrí la puerta del local para salir.

—Qué pasada de noche... ¿Quieres que te cuente? —había conseguido distraerle, o eso creía yo— Espera, ¿no hicisteis nada?

Volví a resoplar y cerré la puerta antes de que los que había visto que estaban fuera esperándonos pudieran escuchar algo.

—Solo nos besamos, y ahí parece que se va a quedar la cosa, ¿podemos dejar el tema aquí? No me apetece hablar del tema ahora, Mikey.

—Vale, vale...

Volví a abrir la puerta y salí antes que él, que se había quedado murmurando algo por lo bajo a mi espalda.

Por eso lleva rara todo el día...

Le miré por encima del hombro mientras se acercaba a los otros y yo echaba la llave al taller.

Estaba en lo cierto. Ese comentario de Mikey acababa de confirmarme que mis sospechas de que ella se habría quedado pensando en todo eran ciertas. Ahora solo tenía que intentar que todo volviera a la normalidad.

Me acerqué a los otros, habían salido del coche y charlaban apoyados en el capó mientras me esperaban. Baji ayudaba a Mikey a meter en el maletero sus cosas y Kazutora parecía estar contándole algo gracioso a Nami, pues esta tenía media sonrisa en el rostro, pero no terminaba por reír, tenía los brazos cruzados sobre el pecho, y, de vez en cuando, se apartaba algún que otro mechón de pelo de la cara.

—Hola. —fue lo único que me salió decirles una vez hube llegado a su altura.

Ella se giró hacia mí, y entonces pude fijarme de que tenía unas incipientes ojeras bajo los ojos.

¿A qué hora se despertaría?... no tiene buena cara.

—Hola... —respondió en apenas un susurro. El aire se volvió demasiado denso en apenas unos segundos. Y todos parecieron notarlo, pero, menos mal que Mikey por una vez supo cómo actuar.

—¡Toma! ¡Las llaves! Corre, llévanos al aeropuerto. —me tiró las llaves del coche y se sentó en el asiento del copiloto.

—Me pienso echar una siesta en el coche... —Kazutora refunfuñaba por lo bajo mientras se montaba en los asientos traseros. Fue entonces cuando me fijé en mis otros dos amigos, los dos llevaban una cara horrible, como si ni siquiera hubieran dormido la noche anterior, estaban ojerosos y pálidos como muertos vivientes.

Baji mantuvo la puerta trasera abierta, dejando pasar a Nami antes que él, para que se colocase en medio de la parte trasera del coche y, tras eso, montarse él. En ese momento, la vista de Nami y la mía habían vuelto a cruzarse por unos dos segundos escasos.

Ya estaban todos dentro del auto, di dos golpecitos al capó, intentando animarme un poco y resoplé.

—Está bien, vámonos.

Me monté y emprendimos la marcha.

Mikey se había quedado dormido apoyando la cabeza sobre la ventanilla del coche, Kazutora había hecho lo mismo, pero su cabeza reposaba sobre el hombro de Nami, la cual, junto con Baji, no paraban de picarle las mejillas haciendo que el de mechas dijera una o dos palabras en sueños que los hacía ahogar risas.

—Mamá...no toques mis revistas...—murmuraba el del tigre y en ese momento hasta a mí me hizo gracia.

¿De qué revistas habla? —preguntó Nami girando su vista hacia Baji. Yo los miraba a través del espejo retrovisor.

Estaba centrado en conducir, pero, de vez en cuando, no podía evitar mirar hacia ese espejito para darme cuenta de que, en la mayoría de las ocasiones, ella apartaba sus ojos del mismo sitio para llevarlos a cualquier otro punto del coche.

Ah... es que Tora tenía miles de revistas porno por su casa, y siempre andaba escondiéndolas de su madre... pero ella siempre las terminaba encontrando.

No jodas... qué vergüenza...

Volvían a sonreír, aunque escuchaba a Baji bostezando de vez en cuando, y aún quedaba la mitad de camino.

—Tú, ni se te ocurra dormirte también. —le dije al pelinegro, pasando mi brazo hacia atrás y dándole un suave golpe en la pierna.

—No, no, no me duermo, no te preocupes.

Miré a Nami a través del retrovisor una vez más.

—Tú si quieres duérmete, tienes mala cara.

Arqueó una ceja y miró a mis ojos en el reflejo. Pero apartó su vista al instante hacia Baji.

—¿Tengo mala cara? —le preguntó.

—Para nada, estás bonita como siempre —el otro le contestó, mirándome de reojo y con media sonrisa en el rostro.

Este tío siempre igual.

Apoyé uno de mis brazos en la puerta del coche, manteniendo la otra mano sobre el volante y me tallé el rostro soltando un suspiro.

Bah...

Ella sonrió e inclinó su cuerpo hacia delante, posando sus manos en la zona alta de los asientos delanteros.

—¿Vas bien? Tú si te ves cansado. —Sus ojos estaban puestos en mi perfil, demasiado abiertos, con esa cara de pez incrédulo que tanta gracia me hacía.

Volví a colocar la mano que no aguantaba el volante en este, para soltar la otra y dejar un suave pellizco en su mentón con dos de mis dedos.

—Estoy bien, no te preocupes —sonreí de lado girando un poco más mi cara hacia ella, pero sin dejar de prestar atención a la carretera—, aún queda un rato, si estás cansada, usa a Baji de almohada y échate un rato.

—Yo también estoy bien, Draken... no te preocupes. —sonrió de vuelta.

Me había dicho eso en un tono extraño, y, por cómo me miraba, entendí que no se refería al hecho de querer quedarse dormida. Sentí un poco de alivio. Parecía que de verdad podríamos hacer como si lo de anoche no hubiera pasado y seguir tan normales.

Sin embargo, cada que se acercaba un poco a mí, mis músculos se tensaban de manera increíble, y era como si volviese a tener quince años y no supiera cómo responderle.

Ella se quedó ahí, con el cuerpo inclinado y mirando hacia la carretera por el hueco de en medio de los asientos delanteros. Pero no me importaba, poco a poco, fui calmándome y me acostumbré a sentir su respiración a mi lado.

Miré de nuevo hacia atrás, Baji parecía estar hablando con alguien por teléfono, y en ese momento, vi algo de lo que no me había dado cuenta antes. El pelinegro llevaba algo en los pies, de color azul y bastante grande.

—Baji, ¿qué llevas ahí?

—¿Esto? —alzó su vista y elevó un poco eso en lo que me había fijado, parecía ser un peluche.

—Sí, eso, ¿qué coño haces con un peluche?

—Ah...esto lo compramos por insistencia de Mikey, es para Angry —lo terminó de sacar por completo de debajo de sus piernas—, es del acuario al que fuimos, ya sabes que al algodón azul le gustan estas cosas, así que le llevamos un recuerdo.

No pude evitar reírme, daba igual los años que pasaran, que algunos de nosotros seguíamos manteniendo los gustos de cuando éramos críos.

—¿Angry? ¿Quién es? —me preguntó ella algo confusa.

—¿Te acuerdas de las fotos que te enseñé? —ella asintió—, los gemelos Kawata, pues el que llevaba el pelo azul, es tipo tiene la habitación infestada de peluches.

Nami soltó una risita — Qué lindo... —dijo en un susurro apenas audible. Verla más relajada me hacía sentirme igual a mí, y, por fin, mis brazos se destensaron y pudieron volver a agarrar el volante con ligereza.

—Qué ganas de ir a su restaurante... en cuanto lleguemos a Tokio pienso pasarme por allí...

Baji se acariciaba la tripa y se me borró la sonrisa del rostro.

—No tendrás hambre, ¿no? —reaccioné al instante de verle así.

—¿Por qué te asustas de esa manera? —Nami pegó un respingo, haciendo que Baji y yo intercambiásemos una mirada y empezásemos a reírnos en voz alta, tanta, que hicimos despertar a Kazutora. Mikey seguía tieso.

El resto del camino lo pasamos entre alguna que otra risa, y contándole a Nami algunas de nuestras andanzas de cuando éramos jóvenes, al igual que aquella noche en el bar cuando salimos todos juntos.

Pero había una diferencia con respecto a aquella noche en la que ella recién había conocido a mis amigos. Esa vez, la mirada de Nami lucía vergonzosa, cómo si no supiera donde meterse o qué pintaba con nosotros en un bar. Y hoy era totalmente diferente, el atisbo de un brillo en ese profundo azul podía notarse incluso a través del espejito por el que yo no había podido dejar de mirarla cada vez que la labor de conducción me lo permitía.

Me gustaba verla así, pues, empezaba a sospechar que, desde que había pasado lo de su hermano, parecía que, únicamente conmigo, era cuando esa sonrisa se había permitido el lujo de abandonar su rostro por unos instantes, para dejar salir lo que ella trataba de ocultarle a los demás. Pero no a mí; a mí ya no podía engañarme tan fácilmente.

Empezaba a darme cuenta de cuándo fingía, cuándo se ponía nerviosa o cuándo estaba a punto de cambiar su expresión. Quizá el que fuese capaz ahora de hacer esto se debía justo a cómo empezamos a relacionarnos el uno con el otro, ya que, si al principio no hubiéramos estado peleándonos cada dos por tres, quizá jamás me hubiera parado tanto a analizar sus gestos y expresiones, que, por aquel entonces, no era más que para averiguar con qué saldría a continuación.

Pero ahora era diferente...

Recomendación de canción: Things I Could Never Say to You - Noni

Acabábamos de despedirnos de ellos en el aeropuerto, y ahora volvíamos al pueblo, ambos en silencio en el interior del coche.

Ella se había sentado en el asiento del copiloto. Y no paraba de bostezar cada dos por tres, pegándome los bostezos a mí cada vez que lo hacía.

—Si tienes sueño duérmete, no seas cabezota. —terminé por romper el silencio.

—No voy a dormirme para que tú también te quedes dormido al volante, Draken. —se estiró un poco emitiendo un sonidito con su garganta— ¿te da pena que ya se hayan ido?

—¿Mis amigos? —sonreí de lado—, claro que me da pena, pero seguro que vuelven en cuanto tengan tiempo, me parece a mí que esto les ha gustado demasiado.

—Me alegra eso... —dejó caer su cabeza sobre la ventanilla del coche y se empezó a airear el rostro con la mano—. Me gusta que la gente disfrute de esta isla...

—Esto es un paraíso Nami, habría que estar loco para no disfrutarlo —bajé un poco su ventanilla para que le diera el aire— ¿Mejor así?

Ella asintió y se acomodó mejor en el asiento. Seguía mirando al frente, ahora con algunos mechones de su cabello siendo azotados por la corriente que entraba por el hueco de la ventanilla que había quedado abierto.

Volvió a guardar silencio por unos instantes, hasta que suspiró y habló de nuevo.

—Tienes mucha suerte de tener amigos así, que vengan a visitarte al culo del mundo... me da un poco de envidia...

Hablaba en un tono bajo, lo suficientemente fuerte como para que yo pudiera escucharla.

—¿Tú no hiciste amigos en Tokio?

—Qué va... solo me dediqué a trabajar y trabajar para poder ahorrar y volver aquí...cuando era más pequeña sí tenía amigos aquí, pero al yo volver, todos ellos ya se habían ido de la isla...

Hice una mueca con el labio. Volvía a escucharle ese tono melancólico.

—Kaito era el único que venía de Tokio a verme de vez en cuando. A pesar de ser mi hermano mayor y tener las cosas típicas de hermano mayor, podría decirse que era el único amigo que tenía aquí. Bueno y...

Se cortó en seco y sacudió la cabeza.

—No, nada, Kaito era el único.

—Pues ya no lo es. —quería que quitase esa cara que acababa de poner—. Estoy seguro de que esos que acaban de irse ya no solo querrán venir a verme a mí aquí, Nami.

Mis ojos seguían comprobando las expresiones que iba poniendo de manera disimulada, y en ese momento pude ver que sus ojos se achinaban, a causa de la leve sonrisa que había apretado sus ahora sonrojadas mejillas.

—Ellos también son amigos tuyos ahora, renacuaja. —alargué mi brazo y le revolví un poco el cabello, dejando caer mi mano lentamente hacia el cambio de marchas del coche—, así que querrán venir a verte cuando puedan.

—Si tú lo dices...

No dijo nada más, pero no había borrado esa última sonrisa en lo que restó de camino. En algún momento del trayecto, encendió la radio y puso algo de música.

Parecía saberse todas y cada una de las canciones que iban sonando, y las canturreaba con esa dulce voz que conocía tan bien, pues llevaba escuchándola desde que llegué a la isla, todas las tardes, inundando la desierta zona de nuestros apartamentos.

Había cerrado los ojos, aun apoyada contra la ventanilla del coche, sin dejar de tararear la melodía que salía por los altavoces, amenizando el viaje de vuelta, pareciera como si su voz encajase perfectamente con todos los paisajes que íbamos dejando atrás, era relajante, demasiado apacible, aunque no hablásemos ni dijésemos nada, se sentía bien.

Toda la tensión que había estado acumulando desde esa mañana había terminado por desaparecer mientras solo su sonido llegaba a mis oídos.

En cierto punto, tras un rato en el que no la había estado mirando, noté que su mano se posó suavemente sobre la que yo tenía en el cambio de marchas, y un pequeño escalofrío recorrió mi espalda. Ya no cantaba.

—Nami... ¿Qué...? —giré un poco mi cara para mirarla y sonreí.

Se había quedado dormida, con las piernas encogidas y su cuerpo girado hacia mí, imaginé que su mano, buscando algo de comodidad, había ido a parar al único sitio cercano para apoyarse, siendo justo el lugar donde yo tenía la mía, sujetando el cambio de marchas.

Dejé que permaneciera ahí durante unos segundos e involuntariamente, mi pulgar comenzó a moverse bajo su palma, acariciando con suavidad esa zona.

Para...

No hizo falta que yo detuviera nada. Ella se giró en ese momento, abandonando mi mano y dejándola ahí, con el dedo pulgar un poco elevado, como si ahora extrañase el contacto que había tenido hasta hacia dos segundos.

Me lo había propuesto esa misma mañana, y ya estaba desobedeciendo a mi mente y decisiones una vez más...

Draken... céntrate y piensa con la cabeza... no te dejes llevar más.

—Sí, ayer me los encontré con tremenda borrachera encima... si los vieras...estaban intentando imitar lo que bailaban quienes estaban encima del escenario.

—No me jodas... qué puta vergüenza.

—Ya te digo... lo peor fue cuando Baji se puso a intentar pelear con Kazutora en mitad de la calle cuando pasamos por delante de un establecimiento donde enseñan artes marciales...

Escuché la risa de Draken. Se estaba riendo mientras hablaba con alguien.

Me desperté completamente desubicada. Y encima, escuchando esa voz que me extrañó.

Abrí los ojos poco a poco, estábamos en el coche, pero ya era bien entrada la tarde y todo a nuestro alrededor se teñía de nuevo de esos tonos anaranjados. Miré hacia un lado. Draken seguía conduciendo.

—¡Buenos días! —esa otra voz me hizo dar un respingo, miré hacia la parte trasera del coche, descubriendo en ese momento que Inupi estaba ahí también, mirándome con una enorme sonrisa en el rostro.

—¿Qué haces ahí? ¿En qué momento te has montado aquí? ¿Por qué seguimos en el coche? —pregunté algo adormilada y frotándome los ojos con ambas manos.

Los dos empezaron a reírse.

—Inupi va a venir a mi piso a cenar, le avisé para recogerle cuando volviéramos del aeropuerto.

—Ah...vale... —aún estaba agarrando señal, me había pegado una buena siesta, de esas en las que incluso llegué a soñar, y aún no estaba lo suficientemente despierta como para entablar una conversación, pero caí en la cuenta de algo —. Mierda...Draken, perdóname, al final me dormí... has tenido que estar aburridísimo todo el camino...

Negó ligeramente con la cabeza, quitándole importancia a ese hecho y me sonrió de lado.

—¿Has descansado al menos?

Asentí y me coloqué mejor en el asiento. Notaba los ojos del pelinegro clavados en mí de reojo, pero me encontraba tranquila. Aun me escocían un poco los ojos a causa de haber estado dormida, pero poco a poco iba recobrando la energía.

—Oye Inupi —giré mi vista hacia atrás —. ¿Qué decías de Baji y Kazutora? ¿Se pusieron a bailar el Eisen?

—¿El qué? —el rubio me miró extrañado y reí suavemente.

—El baile regional, imagino que sería eso lo que vieron ¿no? —alcé mis manos e imité tocar un tambor en el aire—. ¿No llevaban tambores taiko?

—Ah... así que así se llama el baile —asentí y él sonrió—. Sí, fue gracioso, pero no veas que vergüenza, todo el mundo les estaba mirando, iban borrachísimos.

Inupi empezó a reírse recordando aquello.

—Tendríais que haberlos visto —decía entre carcajada y carcajada—. ¿Dónde os metisteis vosotros?

Draken y yo nos miramos de manera cómplice, pero con cara de no saber donde meternos, aunque al final ambos terminamos sacudiendo la cabeza con una ligera sonrisa que destensó la situación.

—Nos fuimos a casa, estábamos muertos de la fiesta y se hizo bastante tarde. —fue el pelinegro el que respondió mientras giraba el volante para entrar al fin en nuestra calle—. Bueno, pues ya estamos aquí.

Los tres salimos del coche y Draken estiró su espalda, moviendo también las piernas en el aire, como si las tuviera agarrotadas de haber estado conduciendo.

—Bueno... pues voy a casa, tengo que sacar a Ryu y esas cosas... pasadlo bien. —me despedí de ellos, pero recordé que en el maletero del coche tenía algo que había comprado mientras estaba con los otros y lo había guardado ahí para recogerlo más tarde—. Un momento, cojo una cosa y me voy.

Ellos me miraban, aunque Inupi parecía estar observando a Draken de manera extraña, como si estuviera cuestionándole algo, a lo que él hizo un gesto de cabeza quitándole importancia.

Agarré la bolsa que había dejado en el maletero esa mañana y cerré el capó.

—Ahora sí, voy arriba. Lo dicho, pasadlo bien —me despedí de ambos con una sonrisa y fui casi corriendo hacia mi casa, sin mirar atrás.

Una vez crucé la puerta, fui escaleras arriba y saqué el contenido de la bolsa para guardarlo en el refrigerador.

No sabía que había quedado con Inupi...

Esa mañana, mientras esperaba que Baji y Kazutora recogieran sus cosas en el hotel, había bajado al supermercado a comprar unas cervezas típicas de la isla, de la marca Orion. Pensé que quizá era buena idea invitar a Draken a tomar algo por la noche, para destensar la situación de anoche e intentar que todo volviera a la normalidad lo antes posible, lo que no sabía era que él iba a preferir pasar la tarde con su compañero.

Lo entendía, quizá para él la situación también era rara y prefería evitarme por el momento, y por supuesto que no tenía nada que reprocharle. De hecho, quizá así era mejor.

En fin... pues supongo que esta noche me beberé una aquí en casa... espero que les dé tiempo de enfriarse en lo que saco a Ryu y me doy una ducha...

Miré un momento hacia el ventanal de mi balcón, esa mañana había puesto una lavadora y tenía ahí secando el haori de Draken, la idea era habérselo devuelto ahora, pero no quería interrumpir una cena de amigos.

Me sentía extraña, así que, antes de que empezase de nuevo a comerme demasiado la cabeza, agarré a Ryu y fui con él a dar una vuelta rápida.

Recomendación de canción: Thoughts out Loud - Hila

No habíamos tardado mucho, y ya había vuelto a casa e incluso me había dado una ducha. Hoy hacía especial calor, así que me coloqué ropa algo más fresca, uno de esos pantalones cortos de tela que para nada eran ceñidos, y una camiseta de tirantas que me estaba un poco larga. En definitiva, ropa de estar por casa, pues tampoco tenía pensado salir de ahí.

Sin embargo, algo me hacía querer levantarme del sofá de mi balcón, en el que me encontraba sentada ahora mismo e ir a la casa de al lado a devolverle el haori... todavía era temprano para cenar, así que igual esos dos sí aceptarían tomarse una cerveza conmigo, ¿no?

Con muchas dudas, doblé bien la prenda de Draken sobre uno de mis brazos, guardé las cervezas en una bolsita que me colgué de la mano contraria y salí de casa para quedarme plantada justo en frente de la puerta de la puerta del pelinegro.

Inspiré profundamente y alcé mi mano, pero la puerta se abrió antes de que yo pudiera siquiera llegar a rozarla con los nudillos.

—Vaya, justo iba a ir a buscarte —Draken me miró de arriba abajo —. Vaya pintas llevas.

—¿Eh?

—Que vaya pintas, esa ropa que la has sacado ¿del cubo de basura? —señaló hacia el final del callejón que había entre nuestros edificios, donde se ubicaban los cubos de la basura.

Me tembló un poco el labio y todo lo que había venido pensando desde la noche anterior pareció no haber existido jamás en mi mente.

—No, lo he sacado de la misma tienda donde tú te compras los trapos, pelón. —sonreí de lado y de manera burlona—. Encima que venía a traeros una cerveza por si os apetecía... está bien... me iré yo sola a tomármela a la playa.

Empecé a caminar hacia la zona frontal, con burla en mis movimientos, aunque escuché una risita detrás de mí.

Miré mi brazo un momento y me di cuenta de que aun cargaba con la prenda de él.

—Ah sí, toma, no voy a cargar con esto —le tiré el haori, que, por suerte, cayó en sus manos—. Gracias por dejármelo anoche.

—¿Lo has lavado?

Me giré hacia él —Claro, estaba lleno de arena, igual que mi vestido. Es lo mínimo que podía hacer ¿no?

Escuché que una moto se paraba justo en la puerta del taller de Draken y él pasó de largo sin decirme nada. Pero volvió casi al segundo y me pasó un brazo por los hombros, casi arrastrándome y haciéndome caminar a su lado.

—No hacía falta que lo lavaras, tonta —dijo en un tono suave—, y tú no vas a ningún lado, vienes a cenar con nosotros.

—¿Qué?

—Mira —abrió la bolsa y el olor que desprendía me abrió el apetito de golpe— no es mucho, ni tampoco la gran cosa... pero Nami... sigue siendo tu cumpleaños ¿no?

—¿Qué es esto?

—Son tallarines de esos que te gustan, y las gyozas, las encargué esta mañana en el bar que te gusta. Vamos a celebrar tu cumpleaños —se rascó la nuca y pude notar que estaba nervioso.

—Draken... te dije que no me gustaba cele-

—No lo he olvidado —me interrumpió. Ahora mis ojos se posaban en los suyos, volvía a mirarme de esa manera intensa que hacía que una electricidad recorriera mi columna—, pero ¿puedes olvidarte de todo por un maldito día y disfrutar? Inupi no sabe nada de tu cumpleaños, es una cena sin más para él. Así que tampoco es como que vayamos a montar una fiesta ahí arriba.

No sé por qué, pero noté mis ojos humedecerse, no de tristeza, todo lo contrario, era la primera vez que era consciente de que alguien me intentaba sacar de todo y hacer que me distrajera un rato.

—No me pongas esa cara Nami —apartó su mirada y soltó su agarre en mi hombro para ir hacia delante. Abrió la puerta y se quedó ahí plantado, esperándome —¿Vienes o qué?

—Sí... —me acerqué y pasé hacia el interior, volvía a estar nerviosa y me giré hacia él antes de subir las escaleras.

—Draken...

—¿Sí? —él acababa de entrar y se quitaba de nuevo los zapatos antes de subir.

—Gracias...

—No tienes que darme las gracias por nada... —Estaba evitando mirarme, pero seguía hablando en un hilo de voz—te lo he dicho mil veces. Y venga, subamos antes de que se enfríe todo.

—¡Draken! ¿Ya llegó la comida? —Inupi llamó desde arriba de las escaleras y ambos subimos.

—¿Nami? ¿Tú también vas a cenar con nosotros?

—Eso parece —sonreí y vi a Draken hacer lo mismo mientras se acercaba a la mesa baja del salón—. He traído cervezas ¿Queréis?

—Obviamente —ambos respondieron al unísono y echaron a reír por la coincidencia.

Todos los nervios se disiparon mientras cenábamos entre risas, charlando de cosas sin sentido, viendo, entre risas, como Inupi empezaba a escenificar cómo Baji y Kazutora habían estado imitando los bailes que vieron la noche anterior, y contando algún que otro chiste.

Estábamos echando un buen rato, uno que hacía tiempo no pasaba en esta fecha. Y por primera vez después de mucho tiempo, me sentí feliz. Feliz de haber conocido a Inupi e, incluso, feliz de que mi relación con Draken ahora fuera de esta manera, aunque solo se quedase en una amistad y olvidásemos todo lo que había pasado, estaba contenta de poder tenerle al lado.

Me di cuenta de que en cierto momento me había quedado mirando al pelinegro, seguramente con una cara risueña al haber estado pensando en todo eso. Y él se había dado cuenta, pues me miraba mientras le daba un sorbo a una de las latas de cerveza. Tenía la cara colorada, a causa de que ya se había bebido dos o tres de estas, pero no apartó sus ojos de los míos.

Y me sonrió, moviendo sus labios, intentando decirme algo para que solo yo pudiera entenderlo, pues Inupi en ese momento no le miraba.

"Feliz cumpleaños, tonta"

No borró la sonrisa, de hecho, tras decir aquello, se amplió, de esa manera diferente a cómo sonreía habitualmente, casi cerrando los ojos y dejando ver sus perfectos dientes entre sus labios.

Verlo así me provocó una punzada en el pecho y mi mente volvió a divagar mientras le sonreía de vuelta a modo de agradecimiento.

No quería sentir nada más por él, todo debía quedarse en lo de anoche y ya. Pero... si seguía haciendo todas estas cosas, teniendo estos pequeños detalles conmigo y tratándome así... por más que quisiera engañar a mi cabeza, las emociones que sentía en mi pecho iban a opacarlo todo de nuevo.

Y, a pesar de todo, seguía teniendo miedo. Ese miedo a perder a alguien más, o a ser tratada de la misma manera, era el que frenaba un poco las emociones que estaba empezando a notar.

No me gustaba esa sensación de temor, pues él, Draken... él no se merecía lidiar con algo de lo que no era el causante... ni si quiera lidiar conmigo.

Él no merecía a alguien como yo, pues no iba a poder darle una relación normal, ni a él, ni a nadie.

—¡Venga! ¡Un brindis! —Un Inupi, claramente afectado por las cuatro cervezas que había tomado, alzaba otra de ellas en alto—. ¡Por nosotros! ¡Los mejores locales de Okinawa!

De esta manera, los tres, continuamos con la celebración de una cena normal entre amigos.

Sin embargo, para mí, era el primer cumpleaños, tras dos años sin hacer absolutamente nada más que llorar, en el que podía decir que había sonreído.

Y todo, gracias al pelón del dragón tatuado en la maldita cabeza, el cual ahora me acompañaba a la puerta de mi apartamento.

Habían pasado unas horas tras aquel brindis iniciado por Inupi, y cuando el efecto del alcohol pareció desvanecerse del organismo del rubio, este había tomado el coche para volver al centro, donde él residía.

—Oye, llevo pensando algo unos días...

Draken me detuvo antes de entrar a mi apartamento.

—¿El qué? —le miré algo confusa mientras él se recogía los mechones sueltos en esa moña que siempre llevaba hecha y que ahora parecía habérsele deshecho.

No me imaginé lo que me preguntaría, pero haría que de nuevo ese oleaje de emociones recorriera mi cuerpo, volviendo a arrasar con mi mente una vez más aquel día.

—La próxima vez que vayas a ver a tu hermano... ¿puedo ir contigo? Me gustaría conocerlo. 

¡Olita de mar! 

No sé por qué este capítulo no me gusta como ha quedado, pero a la vez sí me gusta, es raro, tengo el mismo lío en la cabeza que Nami y Doraken, pero es lo que tenía que suceder, así que decidme qué os ha parecido por favor. 

No avisé por aquí, pero lo hago ahora, que hice un pequeño cambio en el fic, no afecta mucho a la trama, es solo que puse en los primeros capítulos que Nami, en lugar de haber vuelto a Okinawa hacía tres años, lo hizo hace cinco, que llevaba un tiempo pensando y así me da más margen para otra cosita. 

Muchos besitos y gracias por leerme ^^ 

El título, que se me iba olvidando:

Corriente de resaca: Una corriente de resaca o corriente de retorno es una fuerte corriente superficial (o casi superficial) de agua , que retrocede desde la costa hacia el mar. Se genera principalmente por la rotura irregular de las olas a lo largo de la cresta, llegando bruscamente a la playa con un índice elevado de energía, desvaneciéndose luego sobre el fondo para, posteriormente, regresar hacia el mar por un canal a través de las olas. 

(Es copypaste de la wiki, que no se note)

Significado: que la cosa va pa atrás con estos dos otra vez, porque son lerdos, básicamente, pero con los pedos que tiene cada uno era lo que se esperaba que pasase. Pero no se preocupen, que va a llegar un salvador a la isla para darle un cate a Draken JAJAJAJ cofelhiloscofcof

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