𝑺𝒊𝒆𝒕𝒆 ~ 𝑳𝒂 𝒔𝒆́𝒑𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒔𝒆́𝒑𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒍𝒖𝒏𝒂
Me he pasado. Muchísimo.
Me quedé todo el día en casa, de vez en cuando me asomaba por el balcón para mirar si Draken seguía por ahí abajo. Me sentí mal, porque siempre las cosas siempre eran igual conmigo, yo saltaba a la mínima que algo me molestaba, por mucho que intentase contenerme o no querer reaccionar de esas maneras, había veces que era inevitable. Y odiaba eso de mí, odiaba lo infantil que podía llegar a ser a veces, y como esa mierda de comportamiento había traído siempre los problemas.
Él no sabía nada, no tenía la culpa de que Ryu hubiera hecho eso, y tenía razón en todo lo que me había dicho, e imaginaba que ahora, lo último que querría hacer en el mundo era escucharme pidiéndole disculpas, ni si quiera imaginaba qué podría haber pensado Inui al ver toda esa escena.
Joder...
Estaba sentada en la cama, con las piernas cruzadas, mirando el yukata que tenía preparado para salir esta noche con ellos, pero decidí guardarlo, así como todo lo demás que tenía preparado para ponerme. Esta noche no iría a ningún lado, no tenía el derecho si quiera de estar junto a ellos divirtiéndome. Pensaba que quizá esa noche podría limar algunas asperezas con el pelinegro y que por fin nos empezáramos a llevar algo mejor, pero tras lo de esta mañana eso ya había quedado como un imposible para mí.
Y no sabía por qué me dolía tanto. Pero quizá era porque, en ocasiones, durante algunos momentos que habíamos pasado juntos, el estar pendiente de la próxima contestación que iba a darme, o imaginándome maneras de molestarle, quizá era en esos momentos cuando me sentía alejada de todo lo demás, por unos breves instantes de tiempo mi mente se centraba solo en el pelón y en lo divertido que se me hacía pelearme con él, por muy nerviosa que me pusiera.
Eran unas ideas contradictorias que ni mi mente era capaz de conciliar, el hecho de que por mucho que discutiéramos continuamente, no era capaz de odiarle, al contrario, me emocionaba, me hacía hurgar en mi mente para soltar un comentario más ingenioso que el suyo, para quedar por encima de él, pero eso acababa de terminarse.
Además, él se había comportado amablemente conmigo durante todo el día y yo se lo pagué echándole un cubo de agua encima.
Eres imbécil Nami...
"¿Cuándo dejarás de comportarte como una cría?" "¿Ves todo lo que ha pasado por tu ineptitud?" "¿Nunca piensas en nadie más que en ti misma?" "¿Acaso no sirves para nada más que para hacernos la vida más difícil?"
Esas voces resonaban una y otra vez en mi cabeza, y no pararon de hacerlo en toda la tarde, en la que permanecí abrazada a mí misma en la cama, con Ryu dormido a los pies del colchón y levantando de vez en cuando la cabeza cada que me escuchaba sollozar un poco.
Lo siento... no sé qué me ha pasado esta mañana... he tenido un mal día y creo que lo he pagado contigo... entenderé si no quieres contestarme, pasadlo bien esta noche.
Miré el teléfono, había escrito eso en la conversación que tenía con Draken, pero no me atrevía a mandárselo.
Quizá una ducha me vendría bien para pensar si mandárselo o no, así que me levanté y dejé el teléfono encima de la cama con la conversación abierta.
Mientras el agua caía por mi cuerpo, mi mente no paraba de darle vueltas a lo mismo una y otra vez.
Draken se parecía a mi hermano. No físicamente, ni de lejos, mi hermano es muchísimo más guapo, pero sí en esa actitud cambiante. Podíamos estar peleándonos todo el día, pero luego simplemente bastaba una sonrisa y un "¿Vamos a por un café?" para que mi ceño fruncido desapareciese.
Él me daba las mismas sensaciones que él. A veces quería matarlo, tirarle ese cubo a la cabeza, no solo el agua, si no el cubo entero, plástico y todo incluido, pero de la misma manera, tenía el presentimiento de que, tras eso, y como ya había pasado en un par de ocasiones, si él me decía de acompañarme a cualquier cosa y pasar un rato tranquilos, no podría evitar el aceptarlo y dejar que en mi rostro se esbozase una sonrisa.
Sinceramente, algo dentro de mí temía el que no quisiera volver a hablar conmigo, no entendía por qué tenía ese miedo, si apenas era una persona que acababa de conocer, por mucho que me recordase a él, pero era así, y sabía que, si eso pasaba, si él actuaba igual que ellos, igual que mis padres habían hecho cuando me disculpé por aquél entonces, entendería que mi actitud no tendría ningún tipo de solución y que me limitaría de nuevo a encerrarme en mí misma, no mantendría contacto con nadie más, podría soportarlo una vez más, pero solo una más.
Salí de la ducha y fui de nuevo a la habitación, pensé que lo mejor sería disculparme en persona, así que borraría el mensaje y me acercaría a su piso a disculparme.
Pero otra vez mi ineptitud me jugó la mala pasada. Cuando quise buscar el teléfono, Ryu lo tenía bajo su pata, y le había dado a enviar el mensaje hacía ahora quince minutos.
Aparté a Ryu de la cama, me había puesto de los nervios de repente. Y me quedé con la toalla enrollada al cuerpo encima de la cama, mirando fijamente al móvil y esperando ver si me contestaba. Pero comprobé que el mensaje ya había sido leído por su destinatario, y que no había habido respuesta alguna.
Lo comprendía, no podía hacer otra cosa más que respetar su decisión de no hablarme más, por mucho que eso me molestase o incluso me doliese.
¿Ahora me pide perdón?
Me había dejado empapado, tenía sus motivos para tirarme el agua, pero se había pasado, esta vez definitivamente había actuado de la peor manera que podía imaginarme. Sin embargo, tampoco podía quitarme parte de la culpa que yo tenía para hacerla reaccionar así.
Yo también le había hablado en un tono que no solía poner con nadie más que con mis amigos, y, a pesar de que ella venía con su buena intención a limpiar la rueda de la moto, cabizbaja y esos ojos plantados en la botella que sostenía en sus manos, en ese momento yo solo estaba pensando en la moto y en las mil maneras de las que podría estropearse por que el perro hubiera decidido hacer sus necesidades sobre ella.
Hacía años que no perdía los estribos de esa manera, y ella volvía a hacer que salieran a flote todos esos nervios, el estar siempre al acecho, pensando a ver con qué estupidez salía en cada momento y de qué manera rebatírsela.
Era ya de noche, y estaba a punto de salir de casa para ir con Inui a donde habíamos quedado. Miré el teléfono una vez más tras salir por la puerta y rodé los ojos a la par que mi lengua daba un ligero chasquido.
No, si al final hasta me siento mal.
Fui a su puerta y di varios toques con el puño sobre ella.
— ¿Sí?
Escuché su voz al otro lado de la puerta, pero no la abría.
— ¿Vas a venir?
— ¿A dónde?
— Con nosotros.
Tras decirle eso abrió la puerta lentamente y se me quedó mirando con esos enormes ojos azules, pero parecía confusa. Pude ver que los tenía enrojecidos, y eso solo me hizo sentir más culpable todavía. Por muy mal que nos lleváramos, no la odiaba, y algo que nunca me había gustado era que la gente llorase por algo que yo pudiera haber dicho o hecho, pero, me daba la sensación de que, si le preguntaba por esos ojos rojos, solo iba a enfadarse conmigo, así que descarté la idea al momento.
Ella no decía nada, solo volvió a mirar al suelo, en dirección a mis pies.
¿No va a soltar un comentario de los suyos?
— No...
— ¿No vas a venir?
— No... no me apetece mucho Draken... no me encuentro bien — tosió, bueno, fingió toser — creo que he cogido frío esta mañana en la inmersión...
Alcé una ceja y me crucé de brazos frente a ella, recostándome en el marco de su puerta — ¿Tan mala estás?
Alzó su vista y se puso una mano sobre la frente — Sí, me está dando dolor de cabeza...
Sus orbes fueron hacía la izquierda, apartando la mirada de mi rostro de manera nerviosa. Alcé mi mano y coloqué el dorso de esta sobre su cuello, tenía la piel fría, por lo que, efectivamente, me estaba mintiendo.
— No parece que tengas fiebre ni nada por el estilo.
Ella tomó mi mano y la apartó con suavidad de su piel — Ya... pero aún así no me encuentro bien, enserio... — su mano soltó la mía escasos segundos después de alejarla del cuello y comenzó a cerrar la puerta de su casa — no pasa nada... pasadlo bien ¿Vale?...
Elevé el labio y me aparté un poco de la puerta, si no quería venir no iba a insistirle, además, tenía el pijama puesto, parecía que estaba a punto de meterse en la cama. Y ese tono de arrepentimiento con el que me hablaba solo me estaba poniendo cada vez más nervioso, haciéndome sentir más culpable con cada segundo que pasaba, y yo nunca había sabido como manejar este tipo de situaciones. Con mis amigos siempre había sido fácil, como comprar una sandía y partirla par comerla todos juntos, o agarrar un balón y liarnos a patadas con él entre risas.
Sin embargo, con las chicas todo se me complicaba horrores, me quedaba sin saber qué hacer la mayoría de las veces, y quizá por eso fue por lo que, tras Emma, nunca volví a tener novia. Con ella me bastó para darme cuenta de que jamás podría tener una relación normal con nadie. Aún hoy día sigo preguntándome como aquella rubia pudo llegar a estar enamorada de mí una vez, si por aquel entonces, y aún ahora, era más seco que un desierto.
Y, por mucho que me doliera lo que hizo Emma, había llegado hasta a entenderlo, pero aún de vez en cuando me seguía quemando por dentro. Ese fue otro de los motivos para dejar Tokio, alejarme de todo lo que me hacia recordarla, pero no me imaginaba que aquí me iba a encontrar a una persona totalmente opuesta a ella, opuesta a todas las demás con las que había compartido algo más de tiempo, y que, de todas ellas, esta pelinegra de Okinawa fuera la que me desubicaba la mente a mí, de la misma manera que esas otras chicas decían que yo les desconcertaba a ellas.
— ¿Tú qué vas a hacer? — Detuve un poco la puerta con la palma de mi mano.
— Pues quedarme aquí Draken, me iré a dormir y punto... — hacía presión con la puerta sobre mi mano — venga, déjame cerrar, Inui te estará esperando.
No quise insistir más y terminó por cerrar la puerta dejando salir un último "buenas noches".
En fin... he hecho lo que he podido...
Comencé a alejarme en dirección a la moto, iría en ella al centro y así no tardaría mucho en llegar con el rubio que en teoría debía estar esperándome en el bar de debajo de su apartamento.
Llevábamos cosa de una hora en aquel bar, bebiendo unas cervezas e intentando despejarnos un poco de todo el trabajo que habíamos tenido desde que abrimos la tienda. No charlábamos de nada en concreto, solo recordábamos viejas peleas y algunas que otras tonterías que habíamos hecho cuando éramos más jóvenes. En un rato subiríamos a la azotea de su edificio a ver los fuegos artificiales y, tras eso, seguramente continuaríamos bebiendo hasta que amaneciera, habíamos decidido tomarnos el día de mañana libre y cerrar el taller, no habíamos tenido ni un día libre todavía, y ya iba tocando un poco de descanso.
— Oye Draken ¿y Nami?
— En su casa.
— ¿Te disculpaste por lo de esta mañana?
— Sí — mentí, no lo había hecho, pero sí había ido a su casa a buscarla e imaginé que eso podía entenderse como una disculpa ¿verdad?
— ¿Y por qué no ha venido?
— Decía que estaba mala, dijo que quizá había agarrado un resfriado de la inmersión que tuvo esta mañana.
— Ah... — se puso serio por un momento — pues qué pena, seguro que se lo hubiera pasado bien.
Sí... probablemente se estaría riendo de mí o haciendo algún que otro comentario gracioso acerca de mi pelo.
Bebí de mi cerveza e involuntariamente una sonrisa se me dibujó en el rostro. Bajé el vaso de nuevo a la mesa y miré hacia la puerta del bar, acababan de entrar dos chicas rubias que me sonaban bastante.
Me fijé un poco mejor en ellas, eran esas chicas de la tarde anterior, se habían presentado, pero no recordaba sus nombres, en aquel momento ellas parecían nerviosas hablando conmigo y yo lo único que estaba haciendo era esperar que la pelinegra saliera de la tienda para ir con ella a dar un paseo y decirle lo de esta noche.
Me dio una punzada en el pecho al recordar la cara que puso cuando se lo pregunté antes de irme a casa la noche anterior, parecía contenta, más contenta que nunca, una expresión muy diferente a la última con la que acababa de verla.
— Tsk... — chasqueé la lengua quizá demasiado fuerte, me había empezado a sentir culpable otra vez.
— ¿Qué pasa ahora? — Inui se acercó a mí, pero no me dio tiempo de responder, pues aquellas chicas me habían visto y una de ellas había comenzado a agitar el brazo en mi dirección, mientras que la otra parecía decirle algo en voz baja.
— ¡Draken! — se habían acercado a la mesa y ahora nos miraban a ambos — ¡Qué casualidad! ¿verdad? — la que parecía ser más extrovertida me sonreía mientras que la otra se mantuvo mirando a Inupi.
— Sí, ¿habéis venido a tomar algo?
— ¡Eso es! — miró los sitios que quedaban libres en aquella mesa enfrente de nosotros — ¿podemos acompañaros? Estamos las dos solas y ya andamos algo aburridas de escucharnos la una a la otra.
— Claro — Inui le sonrió de vuelta a la otra chica — Yo soy Inui y bueno, a mi amigo ya parece que lo conocéis ¿no?
— ¡Sí! — ambas se miraron — nos conocimos ayer y, mira, hoy hemos vuelto a coincidir.
En ese momento el camarero se acercó para tomar nota de lo que tomarían ellas, y, de paso, nosotros le pedimos un par de cervezas más.
Pasó otro rato más, y pude averiguar el nombre de las chicas gracias a que en algunos momentos ambas conversaban entre ellas, la extrovertida Haruka, y Aoi, que era algo más callada pero tampoco parecía sentirse incómoda con nosotros.
Durante ese tiempo, pude notar claramente que esas chicas estaban interesadas en nosotros no solamente para tomarnos una cerveza. Inui sí que parecía más receptivo con Aoi, y eso seguía inquietándome, pues yo tenía clarísimo que a él le gustaba Nami, pero quizá no tanto como para no ligar con otras. Sin embargo, este chico siempre había sido raro ligando, simplemente le bastaba sonreír un par de veces, no hacían falta muchas palabras, que solo con sonreír ya tenía a cualquiera en el bote.
Haruka no había parado de hablar conmigo y tratar de hacer alguna que otra broma sobre mi tatuaje o cualquier otra cosa para hacerme reír, y, aunque no lo conseguía, intenté ser educado y fingir alguna sonrisa. No sabía como terminaría la noche, quizá cuando estuviera algo más borracho se me soltaría la lengua y podría dar rienda suelta a lo que mi cuerpo quisiera en ese momento, y si terminaba con ella tampoco me importaba, era guapa, rubia, con los ojos rasgados y de color azul celeste.
Son bonitos, pero el tono de los de Nami es más intenso y raro que este.
Miré hacia un lado. Definitivamente toda la pelea que habíamos tenido esta mañana me había dejado trastocado, se me venía a la cabeza cada dos por tres, mirándome con esos ojos de pena y cerrando la puerta de su casa lentamente, echándome de allí.
— Sí... la inmersión de ayer estuvo bien... — habían empezado a hablar las dos con Inupi mientras yo seguía pensando en la mocosa que vivía al lado mía. Aoi miró hacia su amiga — ¿Cómo se llamaba la chica? ¿Nana? ... no, no era así.
— Se llama Nami — solté antes de darle otro sorbo al vaso.
— ¡Eso! — Haruka le dio un golpecito a la otra de manera suave — Ya te dije yo que no era Nana — ambas se empezaron a reír — la verdad es que estábamos en nuestro mundo y casi que nos perdimos todas las explicaciones, cuando estábamos bajo el agua nos agobiamos y decidimos quedarnos en la superficie, pobre Nami...
— ¿Pobre? — alcé una ceja — ¿por qué?
— Es que tuvo que estar con nosotras y a la vez mirando que los de abajo estuvieran todos bien, por eso digo, la pobre subía y bajaba sin cesar, yo no sé como no le explotaban los oídos con esos cambios de presión.
— Bueno, eso es por que ella está más acostumbrada a bucear que vosotras — ahora Inui fue el que interrumpió.
— Puede ser... pero es un poco rara ¿no? — Haruka bajó la voz y puso una expresión un tanto extraña, me recordó a una señora mayor cotilleando.
— ¿Por qué dices eso? — Inui soltó una carcajada — A ver, tiene sus cosas, pero no es rara, de hecho, es muy amable con los demás — vi que me miraba de reojo y ahora su dedo me señalaba— bueno, con él no.
— Ah ¿no? Pues ayer parecíais llevaros bien — Aoi me miró con los ojos muy abiertos.
— Tú lo has dicho, parecía, pero no es así, bueno, ni yo mismo sé cómo nos llevamos, la verdad — ambas se miraron una vez más, intentaron disimular esa mirada cómplice, pero no pudieron, era una de esas típicas miradas que se hacen las chicas y que yo no tenía ni idea de lo que significaba, pero tenía pinta de ser algo parecido a que se habían llevado un chasco, pues Haruka en ese momento había dejado de sonreír por un momento.
— No sé, digo lo de que es un poco rara porque, cuando veníamos para acá, la vimos caminando sola por la playa, y mira que está vacía y no hay nadie, pero ella estaba ahí dando vueltas y pateando la arena con los pies hacia delante.
Rodé los ojos y resoplé — ¿Iba con el perro?
— Qué va, estaba completamente sola — Haruka volvió a reír en voz baja y no sé por qué, pero me molestó.
Así que al final sí querías salir ¿no?
Miré a mi alrededor, dándome cuenta de una cosa, estaba aburrido. Pensaba que quizá estas chicas me sacarían un poco del aburrimiento, pero ahora, al estar Inupi en pleno tira y afloja con Aoi, en el cual la otra rubia de vez en cuando intervenía para hacer algún comentario apoyando a su amiga y yo no hacía más que mirar, esa sensación era mayor aún. Los últimos diez minutos me había limitado a darle vueltas al vaso vacío sobre la mesa.
¿Seguirá en la playa?
— Inui, me voy.
El rubio se giró hacia mí al instante — ¿Y eso?
— Estoy cansado, solo es eso...
Alzó una ceja y me miró son media sonrisa en el rostro — Nami no tiene nada que ver con que te vayas ¿no?
Resoplé y pasé de contestarle, miré a las otras dos — Bueno chicas, os dejo en buenas manos...
— ¿Enserio te vas a ir? ¿Por qué no te tomas una última conmigo? — Haruka se había levantado de su asiento y ahora me tomaba por el brazo, tirando un poco de mí para impedirme el caminar.
— Lo siento Haruka, pero de verdad que estoy cansado. Ya nos veremos por ahí.
Me solté de su agarre con cuidado, volví a despedirme de ellos y sin pensarlo más, abandoné el bar, montándome en la moto para ir en dirección a mi apartamento. No sé por qué había sentido la necesidad de ir con ella en ese momento, quizá por que en mi interior sabía que solo con haber ido a avisarla para salir no eran suficientes disculpas, y el hecho de que ese sentimiento de culpabilidad no había hecho más que aumentar dentro de mí conforme los minutos pasaban sentado en ese bar hicieron que tomase la decisión final de salir de allí y quitarme el peso de encima.
Apreté la empuñadura de la moto y emprendí el camino de vuelta. Las calles estaban llenas de gente a pesar de que ya era casi medianoche, faltaban apenas unos cuarenta minutos para que llegase la hora de los fuegos artificiales, así que todos se estaban dirigiendo a las azoteas o hacia lugares desde donde pudieran verse mejor.
Pasé con la moto por la carretera paralela a la playa, recorriendo la medialuna que esta formaba, buscándola en la arena, pero no estaba ahí, en la arena no había absolutamente nadie. Miré al lejos, fijándome en los edificios de nuestros establecimientos y comprobando que, en el suyo, las luces de la planta superior estaban encendidas, dibujando una silueta oscura en el balcón.
Ahí estás...
Recomendación de canción, en bucle hasta que termine el capítulo
Maze – Alicia Daydreams
Al final había ido a dar una vuelta por la playa para despejarme, pero no muy larga, quizá estuve una media hora caminando por la arena y dejando que la fría arena se me metiese entre los dedos de los pies, así como el agua de las olas cuando me acerqué a la orilla para sentir la temperatura algo más cálida que tenía el mar a esas horas de la noche.
Sin embargo, empecé a tener algo de frío y había decidido aprovechar, ahora que estaba un poco más animada, para sentarme en el balcón con Ryu, algo de cena, pues todavía no había cenado, tocar algo de música y ver los fuegos artificiales desde ahí. A mi perro le asustaba un poco el ruido que hacían los cohetes al explotar en el cielo, por eso intentaba siempre estar con él, ya fuera en la playa o en casa, pues parecía que cuando me tenía al lado se calmaba a los pocos minutos de que los ruidos empezasen.
Me había estado preguntando durante toda la noche si ese gesto de Draken había sido a raíz del mensaje que Ryu decidió mandarle por mí al pulsar el botón con la pata, si aquellas eran sus maneras de pedir disculpas, o si solamente lo hacía para sentirse bien consigo mismo. No tenía ni idea, pero me había calmado un poco que viniera a preguntarme si querría salir al final con ellos. Evidentemente me había negado poniendo una excusa, prefería evitar que el día de mierda que estaba llevando terminase aún peor solo por querer ir al centro vestida con ese yukata a dar una vuelta y dejar algún que otro deseo escrito en los papelitos de los bambús de las tiendas.
Seguramente ellos dos se lo estarían pasando bien, emborrachándose en cualquier bar y, seguramente, terminarían la noche con alguna chica. Los dos lo tenían bastante fácil, eran atractivos, y sabía que Inupi ligaba, pues ya lo había visto con alguna que otra chica en esos meses que llevaba en Okinawa. Lo que yo me seguía preguntando era qué tendrían esas chicas que a mí me faltaba.
No buscaba una relación seria ni mucho menos con él, ni en realidad tampoco sabía, en el caso de que surgiera la ocasión, qué haría en ese momento. Era una sensación extraña, me atraía, pero si me imaginaba con él en esa situación, solo conseguía ponerme nerviosa y no era capaz de pensar en cuales serían mis movimientos o acciones. Quizá estaría tan nerviosa que terminaría por cagarla.
Miré hacia un lado del balcón, donde Ryu descansaba tranquilamente y se mordía las patas delanteras, solía hacerlo para limpiarse las uñas — Ryu, me parece a mí que vas a tener una madre soltera para siempre, no tengo ni idea de como ligar con los chicos — empecé a reírme sola y le di un sorbo a la taza de té que me había preparado después de haber cenado una sopa instantánea.
Sopa, que estaba haciendo sus efectos justo ahora, indicándome que o iba al baño o terminaría meándome encima al mínimo estornudo que diese. Así que me levanté y fui corriendo antes de que eso pasase.
Mientras estaba ahí, escuché el sonido de algunas motocicletas pasar por delante de mi edificio, pensé que seguramente sería la gente que iba hacia el otro lado de la playa para ver los fuegos artificiales desde ahí.
Lavé mis manos, salí de nuevo por el ventanal del salón y volví a sentarme en el suelo del balcón con las piernas por fuera, de manera que balancearan en el aire.
— Hola cara pez.
Mi culo pegó un brinco en el suelo del balcón. Miré hacia ambos lados, pero ahí no había nadie, así que asomé la cabeza entre dos barrotes del balcón y miré hacia abajo, encontrándome a Draken apoyado en la pared de mi establecimiento fumando un cigarro, justo bajo el saliente donde yo estaba sentada.
— ¿Qué haces aquí? ¿No estabas con Inupi?
— Tú lo has dicho, estaba — exhaló algo de humo — ¿y tú no estabas enferma?
Fingí toser otra vez, aunque me atraganté conmigo misma — Tú lo has dicho, — se me escapó una risita floja — estaba.
Le escuché emitir el mismo sonido que yo, una simple risita que me llegó a los oídos desde debajo del balcón.
— Ya... por eso has ido a la playa ¿verdad? Para ver si te bajaba esa fiebre que tenías.
— ¿Vuelves a espiarme o qué?
— Nunca lo he hecho, eres tú la que me espía a mí.
— ¿Perdona? ¿Qué interés tendré yo en hacer eso?
— ¿Acaso yo tengo alguno?
— No sé... — volví a sonreír, esta vez hacia el frente — igual eres también un pervertido...
— Agh... — ahora resoplaba con fuerza — Ya, Nami, paremos... no me apetece discutir ahora — lo dijo con pesadez y vi que otra nube de humo subía hacia el balcón.
Pasaron unos minutos en silencio, no sabía qué decirle, no entendía por qué estaba aquí en lugar de estar con Inupi. Pensé que, seguramente, estaría cansado y había decidido volver antes a casa, pero, si era así, ¿por qué seguía ahí abajo fumando en lugar de subir a su apartamento?
Busqué mi paquete de tabaco, ya que estaba, aprovecharía para fumar yo también. Sin embargo, con todo el lío del día, se me había olvidado comprar y cuando comprobé el contenido de la cajita de cartón me di cuenta de que estaba vacía.
Pues qué bien... Nami, hoy no es tu día, desde luego que no.
Me asomé de nuevo por los barrotes del balcón — Oye...
El pelinegro inclinó su cabeza atrás para mirar hacia arriba.
— ¿Quieres un cigarro?
— ¿Cómo lo sabes?
— ¿Eh? Nada, solo te lo estoy ofreciendo — había puesto cara de extrañado — pero si lo quieres, ven aquí, baja de tu apartamento un momento.
— Está bien, voy.
Me levanté del suelo, me coloqué unas chanclas para salir a la calle y agarré una manta de la salita, la cual me eché por los hombros y, tras eso, bajé las escaleras. Ryu estaba ya durmiendo, así que intenté no hacer mucho ruido al cerrar la puerta de casa.
Arrastré mis pies hacia el frontal del edificio, y vi que, de nuevo, una nube de humo se asomaba por la esquina, se habría encendido otro cigarro. De normal no solía fumar tan de seguido, me había dado cuenta en esos días, por que simplemente le veía salir del taller cada dos o tres horas.
¿Acaso está nervioso o qué?
— Buenas noches... otra vez — me situé al lado de él, apoyando también mi espalda contra la fachada.
— Toma — me tendió el paquete de tabaco y tomé uno.
— Gracias...
Fumábamos en silencio, mirando hacia delante, nadie decía nada, pero no me encontraba incómoda, para mí, el hecho de que cuando estaba con él ocurrieran este tipo de silencios, era algo ya más que normal, así que no me generaban ningún tipo de nerviosismo ni nada por el estilo, al contrario, por algún motivo, me daban paz.
Pero imaginaba que esa paz que me generaban no era por otra cosa que el simple hecho de que cuando él abría la boca para decirme cualquier cosa, en ese momento, era cuando la guerra empezaba.
— Nami — tiró el cigarro y se giró hacia mí, me nombró con el tono de voz más grave de lo normal y ahora se rascaba la nuca mirando hacia un lago — Perdona por lo de esta mañana... no quería hablarte así... es solo que esa moto es importante para mí.
Me quedé pensando unos segundos, parecía arrepentido de verdad. Empecé a pensar que quizá no me odiaba tanto como yo pensaba y que de verdad le importaba, aunque fuera mínimamente, cómo yo había reaccionado.
— ¿No vas a decir nada?
— Sí... perdóname tú a mi también... no he tenido un buen día, la verdad. — Tiré también la colilla tras darle una última calada — No debí haber hecho eso, lo siento.
— Está bien entonces — había empezado a mirar los papelitos de colores que colgaban de la planta de bambú, parecía estar leyendo los deseos que algunas personas habían escrito ahí — ¿has escrito el tuyo?
— ¿Te digo la verdad? — le sonreí — con todo esto, se me ha olvidado.
— Ya... a mí también...
— Tengo una idea — saqué las llaves de casa — espérame aquí un momento.
Fui casi corriendo con las chanclas de nuevo a casa, subí las escaleras y agarré un bolígrafo que tenía en la entrada y volví con él.
— ¿Dónde has ido?
— Toma — le tendí el bolígrafo — ¿Por qué no escribes tu deseo en esa planta?
— Solo si tú escribes el tuyo en aquella otra — señaló a la planta que había frente a su tienda y esbozaba media sonrisa con los labios cerrados.
— Está bien, tú primero.
Agarró uno de los papelitos y, tras escribir algo en él, me tendió el bolígrafo y fui hacia la fachada del taller, imitando su acción y dejando mi deseo en un papelito de color violeta.
Cuando me giré para volver de nuevo con él, me lo encontré a mi espalda, parecía estar fisgoneando lo que había escrito.
— ¡Oye! Es secreto, no puedes leerlo — le empujé un poco apoyando mis manos en su pecho y haciendo que retrocediese unos pasos hacia atrás.
— Vale, vale — se reía y alzaba las manos a ambos lados de su cuerpo, pero terminó apoyándolas en mis hombros y giró su cabeza — Oye, queda poco para los fuegos artificiales, ¿verdad? ¿quieres verlos?
Me quedé mirándole la cara girada hacia atrás y como el reflejo de la luna le iluminaba el rostro, quité mis manos de su pecho y me coloqué un poco mejor la manta, él volvió a mirarme.
— Sí, quiero verlos — estaba tranquila, se me había pasado todo el enfado, y mi día ahora había parecido mejorar al menos en cuanto a cómo me estaba sintiendo — pero desde el balcón se ven mejor.
Se puso serio de repente — ¿Te vas a casa entonces?
— Supongo que sí... — bajé mi mirada por un momento, pero volví a elevarla casi al instante — ¿Quieres verlos conmigo? Me refiero, desde mi balcón.
— ¿Me vas a dejar subir a tu casa? — sonó burlón.
— Supongo que me has pillado de buen humor ahora, así que sí, solo si quieres, claro.
Apretó un poco sus dedos en mis hombros y luego apartó sus manos de ahí, dejando una ligera caricia en la parte alta de mis brazos con las palmas — Claro, vamos.
Subimos al piso, la verdad, lo tenía algo desordenado, pero no tanto como para que alguien se asustase, solo tenía algunas cosas tiradas por el salón, materiales de haber estado pintando, algo de ropa, y el ukelele. Él no pareció fijarse mucho en nada, simplemente entró respetuosamente y acarició a Ryu, que se había despertado cuando subimos y se acercó a nosotros.
Le vi agacharse a su altura y acariciarle la cabeza — ¿Me perdonas tú también?
Ryu le lamió la cara y yo no pude evitar reírme en voz alta.
— Supongo que eso es un sí... — el pelinegro se pasó la mano por la cara — ¿tienes una toalla o algo para limpiarme?
— Sí, claro, ve al balcón, ahora te la llevo, ahí hay un sofá, puedes sentarte en él si quieres... — no solía tener visita, bueno, no la tenía nunca, y eso sí me puso algo nerviosa, no sabía cómo comportarme con las visitas — ¿quieres un té o algo?
— No, no te preocupes, estoy bien — ya había ido al exterior, así que simplemente agarré una toalla y la humedecí un poco con agua tibia antes de salir con él al balcón. Me fijé en la hora, aún quedaban unos quince minutos para que empezasen los fuegos artificiales, así que imaginaría que nos mantendríamos ahí en silencio hasta que el primer estruendo sonase en el cielo.
Salí y me senté en el suelo, como estaba antes de que el tatuado llegase, y él permaneció sentado a mi derecha en ese sofá que yo misma había construido, y, que esperaba no se viniese abajo en algún momento, pues no sabía si soportaría el peso de Draken, pero no parecía que fuera a ser el caso. Cuando él terminó de limpiarse el rostro, dejo la toalla colgada de la barandilla del balcón para que se secase.
Ryu había arrastrado su camita hasta el lado del sofá, colocándola entre este y donde yo me encontraba, y se había tumbado encima, parecía querer estar en medio de nosotros dos.
Le acaricié y me quedé mirando al frente de nuevo, viendo como las olas iban y venían. Como bien sabía, nos mantuvimos sin decir nada durante unos minutos, pero había algo que me generó curiosidad en ese momento.
— Oye Draken, ¿por qué es tan importante esa moto para ti?
— Mhm... — se inclinó hacia delante y apoyó los codos en sus rodillas, dejando que sus dedos acariciasen sus labios mientras pensaba — Es una tontería, pero si te lo digo, ¿puedo hacerte yo también una pregunta?
Me extrañé, pero lo veía justo — Claro.
— Zephyr es lo más preciado que tengo, ha estado conmigo casi desde que era un crío, era la moto que siempre quise tener y lo primero que conseguí por mí mismo... supongo que por eso siempre la he cuidado muchísimo...
— ¿Zephyr?
— Así se llama mi moto — empecé a reírme — ¿tú también vas a burlarte?
— Para nada, me gusta el nombre — le cambió la cara, parecía sorprendido — de hecho, me gusta mucho.
— ¿Por qué te gusta?
— No sé, suena a "zafiro", como el azul del mar, es bonito — dejé de reírme y se me quedó la sonrisa en la cara — es un buen nombre.
— Nunca lo había pensado así, solo es el modelo de la moto.
— Ya... ya sé que ese es el modelo — acaricié a Ryu y la sonrisa se me fue de la cara, pero sacudí la cabeza y volví a mirarle a él — ¿Qué ibas a preguntarme?
— ¿Por qué eres así? — ladeé mi cabeza para indicarle que fuera más específico — ¿Por qué te alteras tanto cuando te gritan?
Una punzada presionó mi pecho e, involuntariamente, aparté mi mirada hacia el frente una vez más.
— Yo...
— Si no quieres hablar de ello no te preocupes.
— No es eso... — respiré — fue por algo que pasó hace pocos años con mi familia...
Un estruendo me interrumpió. El primer cohete acababa de estallar en el cielo y ambos giramos la vista hacia el cielo, ahora iluminado por miles de pequeñas motas de colores que caían hacia abajo, dando el inicio a un sinfín de sonidos y a una amplia gama de tonalidades que iluminaban la oscuridad de la noche.
Ryu se acercó un poco más al sofá y yo le posé mi mano en el lomo, comenzando a acariciarlo para que supiese que no pasaba nada.
No insistió en que continuase con mi relato, y, la verdad, se lo agradecí, no me gustaba hablar de eso, y en este momento tampoco me apetecía mucho, pero creí que no sería malo contarle, de algún modo, ahora mismo me encontraba más tranquila con él que nunca.
— Oye Nami — inclinó un poco más su cuerpo hacia mí — ¿Y si empezamos de nuevo?
— ¿Cómo si no nos conociéramos?
— Eso es.
Lo pensé por unos momentos y tuve una idea — Podemos presentarnos de nuevo y decir algo que nos guste del otro, así al menos podemos ver que no todo es malo, no sé, algo que nos llamara la atención del otro cuando nos conocimos.
— ¿Acaso hay algo que te agrade de mí? — dijo eso con media sonrisa y dejando salir una ligera carcajada a la que yo respondí de la misma manera.
— Quizá si lo pienso mucho se me ocurra algo — giré mi vista hacia él, sí que había algo que me gustaba, y creo que fue algo en lo que me fijé nada más conocerle.
— No me vayas a decir que te gusta mi cuerpo porque eso es más que evidente.
— Fíjate, pues no iba a decirte eso, creído — puse una mueca y le di un golpecito en la pierna con la palma de la mano — ahora por hablar, empieza tú, te recuerdo que aquel día ni te presentaste conmigo.
— Qué lata, pero venga — se incorporó en el sofá y posó sus codos en las rodillas, se restregaba las manos la una con la otra, parecía avergonzado de alguna manera — Hola, me llamo Draken.
Le sonreí — ¿ves cómo no hubiera sido tan complicado hacer eso desde un principio? — le tendí la mano — encantada, soy Nami, ahora que nos hemos presentado, ¿puedes decirme por favor, por qué coño aquel día no lo hiciste?
— Por tu mirada.
No había agarrado mi mano, y me quedé mirándole con curiosidad, se me frunció el ceño, pues no entendía a qué se refería. — ¿Cómo?
— Tu mirada, eso es lo que me gusta de ti, tus ojos, pero me ponen muy nervioso — giró su cabeza hacia el frente — no sé Nami, es raro, ese azul no es normal y asusta un poco — me miró de reojo — ¿se te han puesto así de pasar tanto rato bajo el agua o qué?
Alcé una ceja y le puse cara de asco — ¿Eres tonto? Son así desde que nací, bueno, desde que era pequeña — sin embargo, empecé a reírme en voz baja para no despertar al perro — ¿tu has sido siempre calvo o es por el estrés?
— No, de hecho, de pequeño tenía bastante pelo — él también soltó una pequeña risita y acarició a Ryu alargando el brazo — de hecho, en realidad soy rubio ¿sabes?
— ¿Tú eres rubio? — le miré la cabeza y empecé a reírme — Vivo rodeada de rubios entonces — ahora mis ojos se posaron en Ryu y en mi mente apareció la cara de Inupi.
— Eso parece... — hizo una breve pausa — bueno, ¿y de mí? Tienes que decírmelo tú también, así que venga, habla.
Sonreí pícaramente — No te lo digo — saqué la lengua y le guiñé un ojo — es secreto de Estado.
— ¿Cómo? — se puso colorado de un momento a otro — Tú me has hecho decirlo en alto, así que venga, habla...
— No te lo digo — volví a burlarme y él empezó a reír, parecía haberse resignado y sacudió la cabeza, dejándose caer en el sofá para seguir viendo los fuegos artificiales.
Yo hice lo mismo, me dejé caer sobre mis codos en el suelo del balcón y descansé el cuerpo.
Se estaba bien. De vez en cuando mis ojos le miraban con discreción, parecía estar tranquilo en el sofá, simplemente mirando al cielo y encendiéndose un cigarro para disfrutar del espectáculo.
Empecé a pensar que, quizá podríamos llevarnos bien de alguna manera, solo teníamos que poner algo de empeño en ello, e intentar no tirarnos tierra cada vez que nos cruzábamos. Todo había sido a raíz que le eché la cruz desde el principio por portarse de manera tan indiferente conmigo cuando nos vimos por primera vez, y quizá los dos nos habíamos pasado de la raya. Al fin y al cabo, vivíamos al lado, era mejor intentar congeniar de alguna manera o esto sería un sin vivir constante.
Los fuegos terminaron al cabo de unos veinte minutos, momento en el que pensé que terminaría por irse a casa, y, sin embargo, dijo algo que hizo que me diese un vuelco en el interior, una tontería, una simple pregunta, que me llenó de ilusión.
— Oye Nami, ¿me enseñas esas fotografías de los peces de ayer?
Aquella noche, el pelinegro permaneció con ella, escuchándola, mientras ella le relataba todos y cada uno de los detalles de los diferentes animales que iban apareciendo en las fotografías. No sabía por qué, pero no le aburría, todo lo contrario, le parecía entretenido ver como divagaba en los más míseros detalles sobre el curioso color de ese pulpo, o el porqué este cambiaba para camuflarse, hasta cuando se puso a contarle sobre cómo las esponjas era que se alimentaban, él no dejó de prestar atención.
A veces se burlaba de ella, bien por una foto que había salido borrosa, o porque un animal había quedado con medio cuerpo fuera del encuadre, y ella le respondía del mismo modo, con cualquier burla sobre lo primero que se le pasase por la mente. Sin embargo, no discutían.
Por primera vez desde que se conocieron estaban cómodos al cien por cien mientras charlaban de cosas sin sentido, alguna que otra anécdota de la pelinegra durante sus inmersiones, así como algún que otro cliente complicado con el que el tatuado había tenido que lidiar en la capital.
Empezaban a conocerse, pero aún así, ambos guardaban con recelo sus más profundos sentimientos, aquello que hacía que ambos tuviesen ese comportamiento el uno con el otro. Ninguno de los dos quería que el contrario conociese su interior, ¿por qué? Quizá la respuesta es más sencilla de lo que parece, vergüenza. Vergüenza, a ser juzgados por el otro, a tener que escuchar lo mismo otra vez de alguien que la vida había tenido el humor de juntar más de lo que ellos mismos creían.
Pues vivían separados, por una distancia de escasos metros, pero que, esa noche, pareció acortarse con cada risa que sonaba en el balcón de la chica.
Después de que el último fuego artificial adornase el cielo con sus colores, pasarían dos horas hasta que ambos se despidieran. Y para que, sin saberlo, ambos hicieran lo mismo a escondidas del otro.
Decidieron bajar a comprobar qué deseo había dejado el otro delante de su establecimiento, en aquellos papelitos de colores que habían ondeado durante toda la noche a causa de la brisa veraniega.
El rostro de uno de ellos sonrió al descubrir el deseo del otro, mientras que el del contrario se tornó en una mezcla entre extrañeza y curiosidad al imitar esa acción varios minutos más tarde, pues no entendía a qué se podía referirse esa única palabra entintada sobre el papel.
"Llevarnos bien"
"Despierta"
Quizá esos deseos no se refiriesen al otro, o quizá sí, pero era algo que ellos no sabían y que tampoco preguntarían, pues ninguno quería ser descubierto fisgoneando en el deseo del otro, sería algo que tendrían que descubrir ellos mismos de ahora en adelante, desde esa misma noche, en la que ellos habían podido acercarse un poco más, al igual que los dos protagonistas de esa antigua leyenda que se conmemoraba en todos lados durante la séptima noche de la séptima luna del año.
Hola, hola ^^ perdón por tardar en actualizar un poco más, estaba liadita.
Tanabata
Cuenta la antigua leyenda que hace mucho tiempo existía una princesa que vivía en el espacio exterior, se llamaba Orihime y se pasaba los días tejiendo. Contrajo matrimonio con un pastor de vacas llamado Hikoboshi. Después de la boda y con el tiempo, ambos dejaron de cumplir con su labores: Orihime dejó de tejer, y Hikoboshi dejó de cuidar a las vacas dejándolas a su suerte.
El rey se enojó bastante y para castigarlos decidió separarlos y convertirlos en estrellas. A cada uno lo mandó a un extremo del Amanogawa (vía láctea). Pero con el tiempo su hija se puso muy triste y el rey no pudo con su dolor, por lo que les concedió la posibilidad de verse nuevamente una vez al año y sería la noche del séptimo día del séptimo mes.
Esta leyenda lo que hace es explicar un fenómeno que se puede observar en el firmamento año con año. La estrella Vega se encuentra situada al este de la Vía Láctea y la estrella Altair está al Oeste. Sin embargo, durante el primer cuarto lunar (séptimo día) del séptimo mes lunar, las condiciones lumínicas hacen que la Vía Láctea parezca más tenue, como si un puente uniera las dos estrellas.
Muchas gracias por leer un día más, se os quiere mucho, besitos <3.
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