𝑸𝒖𝒊𝒏𝒄𝒆 ~ 𝑪𝒐𝒍𝒐𝒏𝒊𝒂 𝑯𝒆𝒕𝒆𝒓𝒐𝒎𝒐𝒓𝒇𝒂
Eran buenos chicos, hacía tiempo que no pasaba un rato tranquilo en la playa con más compañía aparte que la de Inupi, Ryu o el pelón. Me había estado riendo tanto con aquellos dos chicos, que el tiempo pareció volar esa mañana, de hecho, hasta agradecí el haber sacado al perro a su paseo antes de venir, si no hubiera tenido que irme cuando me dispuse a hacerlo hacia un buen rato ya.
Me contaron que ambos trabajaban en una tienda de animales que no les iba nada mal, al parecer siempre había sido el sueño del pelinegro, y gracias a la ayuda de su madre y sus amigos pudo montarla en cuanto tuvo el dinero y los medios necesarios para ello. Me recordó a mí, muchísimo, pues mientras hablaba de su negocio y de ese deseo, su cara parecía iluminarse de un brillo comparable al mío cuando lo hacía sobre peces o cuando a penas estaba empezando en esta isla.
El otro chico, Kazutora, parecía algo más reservado, aunque no mucho más, pues de vez en cuando soltaba algún que otro comentario bastante ocurrente y que nos hacía estallar en una carcajada. Él le ayudaba en la tienda, al parecer no tenía ninguna ambición en particular más que la de estar al lado de su amigo y, la verdad, parecía que de verdad eran buenos trabajando juntos, como compañeros, dejando de lado esa amistad que los unía.
Me quedé a comer con ellos, habían cargado con bocadillos como para un regimiento, y no me extrañaba, pues mientras yo únicamente tomé uno de esos panes que me ofrecieron, ellos se zamparon por lo menos dos o tres cada uno. Tampoco me extrañaba, los dos estaban en forma, ambos bastante tonificados y marcados, con la diferencia de que el cuerpo Baji parecía ser más ancho y musculoso a mis ojos. Imaginaba que, para mantener ese aspecto, tanto él como el del pendiente de cascabel pasarían sus buenas horas entrenando y haciendo ejercicio, y que por eso también debían de hartarse de comer cada que tenían la oportunidad de hacerlo.
Cuando terminamos de comer, otro rato más pasó, en el que estuve contándoles a lo que me dedicaba en la isla e invitándoles a pasarse un día por mi establecimiento, solo por si les apetecía realizar alguna actividad diferente en la isla aparte de ir a la playa. A ellos pareció gustarles la idea, y prometieron que alguno de los días que estuvieran allí se acercarían a echarle un vistazo, y que quizá traerían a los demás amigos a los que estaban esperando para pasar las vacaciones. Me contaron que iban a quedarse unos diez días, así que tendrían tiempo de sobra para ver y hacer todo lo que les apetecía en Okinawa.
—Oye Nami, igual te hemos entretenido demasiado ¿quieres que te acerquemos a tu casa? — Baji interrumpió el silencio que por unos momentos se había creado y que solo había sido cortado anteriormente por un bostezo del de mechas, el cual lucía realmente cansado y parecía necesitar una buena siesta para recuperarse de la borrachera que me habían dicho que agarraron la noche anterior.
—Pues... — Dudé por unos instantes, tampoco quería ser una molestia para nadie. — No te preocupes, puedo ir en el autobús, siempre lo hago, así que no hay problema.
—Nada de eso, — Kazutora se levantó de la arena y empezó a recogerlo todo, sacudiendo las toallas y guardándolas en su mochila. —Yo me voy al hotel, y Baji te llevará en coche, así me deja dormir, aunque sea media hora tranquilo y sin tener que escuchar el maldito ruido del secador de pelo.
—Pero, de verdad que no...— intenté convencerles de que de verdad no hacía falta que me llevaran, pero el pelinegro volvió a asaltarme.
—Vamos Nami, no seas cabezona anda, yo te llevo, así volverás antes y me aseguro de que llegas bien a tu casa.
No me quedó más remedio que aceptar la oferta de Baji de llevarme a casa, cosa que hizo con una sonrisa que no se le borró en todo el camino mientras le iba indicando por qué calles debía ir tomando para llegar a la otra zona del pueblo donde se hallaba mi establecimiento.
—Oye, — el pelinegro me detuvo antes de salir del coche, y pude ver que tenía un ligero rubor en las mejillas. — ¿lo has pasado bien?
Me pareció que aquello no era lo que quería decir, pero igualmente esbocé una sonrisa mientras me colocaba la mochila en el hombro.
—Desde luego, sois increíbles los dos, espero que de verdad lo paséis bien en Okinawa y disfrutéis de todo lo que se puede hacer aquí, y ya os he dicho, cuando tengáis tiempo, pasaros por aquí — señalé hacia mi establecimiento. — Estoy segura de que os encantará ir a bucear.
—Sí, de eso estoy seguro...— se rascó la nuca y se recogió la corta melena que llevaba en una pequeña moña alta —oye Nami, ¿quieres venir a tomar algo con nosotros esta noche? Puedo pasar a recogerte si quieres.
—¿Esta noche? — no tenía ningún otro plan diferente al de siempre, y no me pareció mala idea, me habían caído bien y parecían buenos chicos, así que no tuve que darle muchas vueltas. —Claro, ¿por qué no? Pero no te preocupes, apunta mi número de teléfono, mándame un mensaje con el lugar y la hora, yo iré en autobús, antes de ir para allá tengo que hacer cosas en casa así que igual llego un poco tarde.
—¿Segura? Mira que no me importa venir a por ti.
—No te preocupes, ya bastante has hecho trayéndome ahora — le sonreí y él tendió su teléfono hacia mí para que me agendase yo misma. —Listo, aquí tienes.
—Está bien, pues más tarde cuando Kazutora se despierte le cuento el plan y te aviso por mensaje. No me habrás dado un número falso, ¿no? — bromeó con una sonrisa pícara en el rostro mientras yo salía completamente del auto.
—Tendrás que comprobarlo — respondí a su juego cerrando la puerta y apoyándome en la ventanilla del coche con una sonrisa. —Aunque... ¿tan poco te fías de mí?
—Vale, me fiaré de ti — sacudió la cabeza con otra sonrisa y mordiéndose ligeramente el labio inferior mientras volvía a poner en marcha el coche. —Nos vemos luego, Nami. Y si necesitas cualquier cosa o te piensas mejor lo de que venga a buscarte, me avisas cuando te mande el mensaje ¿de acuerdo?
—¡De acuerdo! Y muchas gracias de nuevo, Baji. — le sonreí por última vez y me giré para caminar hacia mi establecimiento, el pelinegro abandonó también el lugar en ese momento.
Tenía aún tiempo suficiente para relajarme en la ducha, recoger un poco la casa, pues al irme la había dejado con todo por medio y sacar a Ryu, por lo que me apresuré a llegar cuanto antes a la puerta.
Antes de subir, escuché a Ryu, que había comenzado a ladrar cuando seguramente me notó llegar; y, en el establecimiento de al lado, podían oírse también unas voces que hablaban en un tono normal, pero imaginé que Draken tenía la puerta del garaje abierta y por eso el ruido llegaba a la calle, también escuchaba el tintineo de alguna de sus herramientas.
¿Aún está trabajando?
Pensé, pero no le di mucha más importancia, pues, después de mucho tiempo, había hecho planes para salir con alguien por la noche, y quería estar lista antes de que se me hiciera demasiado tarde.
—¿Cómo que te quedas en mi casa?
—¡Te echo demasiado de menos como para irme a un hotel, Ken-chin! — el enano me estaba mirando casi con un puchero en el rostro.
Habíamos hecho una parada antes de continuar con el camino porque Mikey por poco no se cae de la moto al dar un cabezazo.
—Mikey, en mi apartamento solo hay una cama.
—No importa, duermo en el sofá, venga, déjame quedarme contigo anda, no me niegues que tú también me has echado de menos — tenía razón, no podía negar que echaba de menos nuestras conversaciones tontas hasta altas horas de la madrugada. Hasta el estrés que me producía a veces con sus berrinches era algo que extrañaba de mi vida en Tokio.
—Está bien, pero nada de liármela, ya sabes que tengo que trabajar y necesito descansar por las noches.
—¿Entonces puedo?
—¿No ves que te estoy diciendo que sí? Venga anda, termínate ya de beber el refresco y pongámonos de nuevo en marcha, que al final se nos va a echar la tarde encima.
Puso esa cara de ilusión que siempre me había gustado verle en el rostro y se apresuró a terminarse la lata de refresco que tenía en una de las manos, para que, de nuevo, volviéramos a conducir sobre la moto hasta llegar a nuestro destino.
No nos quedaba mucho rato más en la carretera, y él había vuelto a quedarse dormido, no me extrañaba que, quizá cuando llegásemos, lo primero que hiciera fuera tirarse en mi cama y dormir el resto de la tarde. Pero así era mejor, pues podría terminar de arreglar el carburador de una motocicleta que vendrían a recoger a la mañana siguiente sin tenerle de por medio enredando con todas las herramientas.
Pero me di con un canto en los dientes. Nada más llegar al apartamento, soltó la enorme mochila en la entrada y empezó a dar vueltas por todos lados, inspeccionando cada una de las habitaciones que había en ese pequeño piso.
—Esto es más grande que la habitación que tenías cuando eras pequeño. No te quejarás, ¿no?
—Claro que no me quejo, además, aquí tengo privacidad absoluta...— pensé en Nami, y en que quizá tampoco era tanta la privacidad que tenía por el tema del balcón. — Bueno, casi.
—¿Casi? ¿Te espían o qué?
—No, imbécil, tengo una vecina un poco molesta, solo eso.
Se cruzó de brazos y se me quedó mirando fijamente, como analizándome el rostro por si hacía alguna mueca extraña. Aunque la única expresión que pudo llegar a haber visto en aquel momento sería mi labio tambaleante y el arqueamiento de una de mis cejas.
—¿Qué pasa con esa cara? ¿Por qué me miras así? — le pregunté.
—¿Es guapa?
—¿Quién?
—La novia de Chifuyu. — se acercó y me dio un pequeño golpe en el brazo. — ¡Tu vecina! ¿Quién si no? No recordaba que perdieras el hilo de la conversación tan rápido. — seguía con la misma expresión en el rostro.
—Es...peculiar. Dejémoslo ahí.
No preguntó nada más al respecto, pero no borraba esa expresión que ya empezaba a ponerme nervioso. Así que intenté dirigir la atención de la conversación hacia otra cosa.
—Imagino que te vas a echar a dormir, ahora en la tarde puedes hacerlo en mi cama, pero a la noche te vas al...
—¿Dormir? Ni en broma, ya he dormido en el camino — Empezó a darle pataditas al aire. —Ahora estoy en plena forma y totalmente despierto. Te acompaño a lo que tengas que hacer, así me enseñas el taller.
No hubo manera de persuadirle, así que bajamos al taller y le enseñé el local. Él no hacía más que mirar por todos lados y comprobar todas las herramientas que había sobre una mesa metálica mientras yo me ponía el mono de trabajo para no mancharme de grasa con lo que tenía que hacer.
Pasamos un rato en silencio, cosa que agradecí, pues había empezado a dolerme un poco la cabeza por el ajetreo de la moto y también porque la noche anterior no había dormido del todo bien.
El rubio estaba sentado en una silla alta, entre donde yo me encontraba y aquella mesa metálica, desde donde me iba pasando las herramientas que le pedía. Básicamente, esto era lo que hacíamos también en el taller que teníamos en Tokio, él pasaba algunas tardes conmigo limitándose a darme conversación mientras me ayudaba con alguna que otra moto, aunque lo más que hacía era servirme de ayudante.
En cierto momento, empecé a escuchar los ladridos de Ryu. Cuando volví, me había fijado en que las persianas de su apartamento estaban bajadas, por lo que supuse que no estaría en casa y que se habría ido a echar el día fuera, y justo que el perro empezase a ladrar me indicó que quizá ella acababa de volver a casa. Levanté instintivamente la cabeza y miré hacia la calle a través de la enorme puerta del garaje, limpiándome las manos con un trapo e incorporándome para asomarme, pero justo cuando salí hacia la calle, escuché la puerta del edificio cerrarse.
Ya ha entrado.
—¿Me la vas a presentar? — Me encontré a Mikey justo a mi lado, haciéndose esa moñita de nuevo en el pelo mientras me miraba con los ojos bien abiertos. Se me escapó una sonrisa y decidí burlarme.
—Si te portas bien, sí.
—¿Eh? — frunció el ceño y puso cara de mala hostia — ¿Acaso soy un perro?
No pude evitar empezar a reírme con eso y le revolví un poco el peinado que acababa de hacerse, a lo que él respondió apartando mi mano de un manotazo.
—Es un poco intensa, no sé que podría llegar a pasar si dejo que os juntéis los dos. Por eso te lo decía. —Suspiré y él adoptó una pose pensativa.
—Seguro que si tú dices eso es porque sabes que me va a caer bien...un momento...— alzó la vista y me miró con una sonrisa malévola— Ken-chin... ¿acaso se pelea contigo?
—No hay más preguntas, señoría. — Contesté al instante y quizá demasiado rápido.
—¡Cuéntamelo! He acertado de lleno ¿a qué sí?
Mi teléfono vibró en el bolsillo que ese mono tenía en el pecho.
Salvado por la campana.
O más bien, por quien quisiera que hubiera decidido mandarme un mensaje en ese momento.
—¿Qué pasa? — Mikey curioseaba la pantalla de mi teléfono desde el lateral.
—Es Baji, me ha mandado una foto de Kazutora durmiendo — empecé a reírme viendo como se le salía la baba de la boca en la imagen. — Y dice que nos veamos esta noche, para ir a tomar algo y juntarnos por fin.
—¿Iremos no?
Rodé los ojos y le di un ligero empujón con mi cuerpo para que dejase de cotillear en mi teléfono.
—Claro, no seas tonto, tengo ganas de verlos.
—¿Andando? — el rubio alzó su mirada hacia arriba, sentado en el pequeño sofá de mi sala mientras que yo le terminaba de hacer una coleta en el pelo.
—No, en autobús. Pero hay que andar hasta la parada.
—¿Y por qué no vamos en Zephyr? — bufó casi en un puchero.
—Por que vamos a beber, y no quiero que le pase nada a la moto. — yo ya estaba listo para salir, pero a él se le había metido entre ceja y ceja que le arreglase el pelo como cuando éramos jóvenes y no me quedó más remedio que hacerlo. De todas formas, o lo hacía, o jamás saldríamos de mi apartamento.
Cuando por fin terminé, ambos salimos del apartamento y comenzamos a dirigirnos hacia la parada de autobús más cercana para tomar el que iba hacia la zona del hotel donde se quedaban nuestros amigos; estaba del otro lado del pueblo, por lo que ir caminando no era la mejor opción de todas si queríamos llegar allí cuanto antes, había al menos hora y media a pie entre el lugar donde habíamos quedado y donde estábamos nosotros.
Apenas habíamos avanzado unos cuantos metros, que escuché un chancleteo en el suelo, detrás de mí, acercándose rápidamente. Antes de que pudiera girarme, algo había agarrado mi coleta y tirado de ella, deshaciéndola por completo.
—¿Dónde vas, peloncete? — me giré al instante y Mikey hizo lo mismo, aunque él pareció reaccionar de manera diferente, siempre había tenido buenos reflejos y tuve que aguantarle con el brazo antes de que se le ocurriera actuar antes de ver que era Nami. Bueno, no del todo, volvía a lucir diferente.
Mis ojos la recorrieron de arriba abajo, llevaba el pelo diferente, parecía habérselo rizado un poco. Utilizaba un pañuelo de color celeste entre el flequillo y esos rizos poco marcados pero que me pareció le quedaban bien a su oscuro cabello. Vestía ropa que no le había visto nunca, un top sin ningún tipo de escote, con el cuello redondo, ajustado y sin mangas, el cual se encontraba cubierto en la zona de su abdomen por la gomilla de una falda larga y vaporosa, a conjunto con el color del pañuelo que llevaba de adorno en el cabello, aunque, a diferencia de este, tenía estampado en ella un sinfín de pequeños lunares blancos por cada rincón de la tela, la cual caía por sus piernas. Era como si esa prenda se las acariciase gentilmente con cada paso que daba sobre esas sandalias que dejaban sus pies al descubierto.
Estaba sonriéndome, con las manos a su espalda y meciéndose en el sitio con los ojos cerrados. Pude ver que se había maquillado un poco, no tanto como aquella otra vez cuando fuimos al bar, pero sí lo suficiente como para darme cuenta de que no llevaba la cara del todo limpia como habituaba a hacer.
Me recorrió un escalofrío por la espalda y me coloqué mejor el haori antes de alzar mis brazos para rehacerme la coleta que su mano había deshecho.
—¿Uh? ¿Y él? ¿Es un cliente? — su mirada analizaba a Mikey con duda en esos azules y enormes ojos.
—No, es mi amigo Mikey, ¿recuerdas que te lo mencioné una vez?
—¿Sólo le has hablado una vez de mí? Qué rastrero... —Mikey se plantó delante de mí y le hizo una leve reverencia a modo de presentación.
—Soy Sano Manjiro, pero puedes decirme Mikey...¿y tú eres?
—Yo soy Nami, imagino que Draken ni me habrá mencionado y no tendrás idea de quién soy ¿a qué no?
—Pues no, la verdad. — Le respondió el rubio girando su rostro y mirándome con media sonrisa acusatoria.
—Mikey, ella es mi vecina. Vecina, este es Mikey. ¿Podemos irnos? No vamos a llegar nunca a este paso. — Empezamos a caminar, los tres juntos, en la misma dirección, y mis ojos no podían parar de mirar como esa ondeante falda casi arrastraba el suelo con cada paso que daba la pelinegra.
—¿Nos estás siguiendo? — le pregunté cuando ya casi habíamos llegado a la parada de autobús.
—No, solo voy a tomar el autobús, he quedado.
¿Quedar? Tenía entendido que ella no tenía amigos. ¿Tendría una cita con alguien? No, tampoco creía que fuera eso.
—¿Con quién has quedado? — osé preguntar.
—Con unos amigos que he hecho esta mañana en la playa. Vamos a ir a tomar algo — ella miraba los horarios de los autobuses en la parada mientras me contestaba — Vale... menos mal que hay autobús nocturno... — murmuraba para ella misma con un dedo posado sobre sus labios y, tras comprobar lo que quería, se giró hacia nosotros — ¿Y vosotros? ¿Dónde vais? ¿Vas a enseñarle a tu amigo algo de la isla?
—No, también hemos quedado con unos amigos que han venido de Tokio.
—¿No ha venido solo él? — señaló a Mikey y este fue el que tomó la palabra a continuación.
—Han venido algunos más, pero yo he llegado hoy y voy a quedarme con Ken-chin en su casa.
Ella soltó una pequeña risita, estaba seguro de que le había hecho gracia como acababa de llamarme el enano, pero no le di más importancia y me senté al lado de él a esperar que el autobús llegase. Ella, en cambio, permaneció de pie delante de nosotros.
—Y... ¿vais a quedaros por mucho tiempo?
Empezó a hablar con él mientras yo los miraba en silencio con una pícara sonrisa en dirección a ella. Quería ver cómo se desenvolvía frente a alguien con la personalidad tan característica de Mikey.
Mi amigo distaba de ser una persona callada, lo que sí parecía incomodar a las personas, era que a veces, su actitud era demasiado infantil e impulsiva, y no sabía como ella reaccionaría ante eso.
Para mi sorpresa, o no para tanta, pues a pesar de todo, era algo que sí me imaginaba desde que la conocí, al poco de empezar a hablar, terminaron empatizando mucho, quizá demasiado el uno con el otro, hasta el punto de que me era imposible interrumpir la charla sobre la variedad de restaurantes a las que podía llevar a mi amigo durante su estancia en la isla.
Mikey parecía encantado con ese tema de conversación, me imaginaba que estaría hasta salivando para sus adentros. Y, por otro lado, Nami lucía esa ladina y perlada sonrisa en su rostro mientras le contaba los mejores lugares en los que podría comer multitud de manjares que saciaran las ansias del rubio por probar todos los platillos típicos de la zona.
No se callaron ni un minuto, ni siquiera cuando tuvimos que pagar por los boletos del autobús al subirnos en él. Se pasaron todo el trayecto hablando, en algún momento empezaron a contarse anécdotas bobas el uno al otro, y ahora, parecían conocerse desde toda la vida. De hecho, en cierto momento, Mikey comenzó a hacer comentarios en broma hacia mí, pero yo pasaba de entrar al trapo y me mantuve serio únicamente intentando mantener la compostura en el transporte público. Ella, sin embargo, no paraba de reírse con bobas carcajadas que parecían salirle de lo más profundo, y eso si hacía que mis labios se curvaran en una diminuta sonrisa apenas apreciable a los ojos de los que me acompañaban.
Bajamos del autobús y busqué en el móvil la dirección que Baji me había enviado esa misma tarde al teléfono. A pesar de vivir en esa isla, había calles y zonas que no me eran tan conocidas como otras, y prefería no perderme en el camino.
Baji era gracioso. Cuando me envió la dirección, también me preguntó si de verdad ese era mi teléfono o finalmente le había engañado. Y cuando le contesté aceptando definitivamente la invitación a pasar un rato con él y Kazutora por la noche, haciéndole saber de esa manera que sí era mi móvil, me envió una fotografía de su amigo durmiendo y diciendo que se lo había encontrado así tras llegar al hotel de nuevo cuando me acercó a mi casa.
Prácticamente estuvimos toda la tarde mandándonos mensajes, no paraba de preguntarme lugares a los que podría ir con sus amigos, cuáles más le recomendaba a parte de todos los que ya había hecho durante el tiempo que estuvimos en la playa por la mañana, y eso, entre alguna que otra broma, me tuvo toda la tarde pegada al teléfono. No por nada en especial, pero se sentía bien hablar con alguien que no fueran los de siempre. Era como volver a tener amigos más allá del trabajo.
Draken también parecía buscar una dirección en el teléfono mientras caminábamos, siguiendo las indicaciones que nos iban dando nuestros aparatos.
—¿Aún nos sigues? — me preguntó cuando ya llevábamos un rato caminando en el que él no había dejado de hablar con Mikey sobre un tal Pah-chin y de su futuro hijo. No quise meterme ni escuchar mucho una conversación entre ellos, pues no quería parecer entrometida con el rubio que acababa de conocer y que, curiosamente, era tan diferente al otro que nos acompañaba.
—No, a lo que estoy siguiendo es las indicaciones que me da esto — levanté mi teléfono. —Pero supongo que nos separamos aquí, yo he quedado en ese bar de ahí — guardé el teléfono en el bolsito de mimbre y señalé ahora hacia la calle de enfrente.
—¿Has quedado ahí? — él guardaba también su teléfono en uno de los bolsillos del pantalón. — Ya es casualidad...
—¿Qué murmuras?
—Nada, nada, nosotros también vamos ahí.
—¿En serio? — Mikey habló casi gritando. — ¡Entonces quizá podamos echar más tiempo juntos Nami!
—Sí que te ha caído bien la pececita, ¿no, Mikey? — lancé una mirada acusatoria al dueño de esas palabras cuando se las dijo a su amigo. Pero este último, se quedó mirándole de una manera extraña.
—¿Pececita? ¿Tú poniendo motes?
—Sí Mikey, así me llama cuando quiere picarme... — le contesté con voz pesada y alzando las manos antes de que Draken pudiera decir nada. Pero eso tampoco hizo que la cara del rubio cambiase, al contrario, alzó una ceja y se quedó mirando al más alto con una expresión aún más inquietante.
Pero no le di más importancia y comencé a cruzar la calle hacia el bar, seguida de esos dos a pocos pasos tras de mí.
Draken pasó por mi lado, adelantándose y abrió la puerta del bar, dejándome pasar antes que ellos lo hicieran.
Qué diferencia con la primera vez que lo vi. Ahora hasta parece todo un galán.
Reí para mis adentros, aunque no pude distraerme mucho, pues nada más entrar, una voz empezó a gritar mi nombre desde el final de ese bar con decoraciones amaderadas por todos lados y que parecía asemejar el interior de un navío antiguo, hasta había un timón a modo de decoración en uno de los laterales.
—¡Nami! ¡Estamos aquí! Corre ven a-... — Baji era el que llamaba desde el lugar que ocupaba en aquella mesa, pero su cara pareció cambiar cuando vio al que entraba detrás de mí en el bar. Se levantó y empezó a acercarse apresuradamente, junto con Kazutora a su espalda y no sé por qué, pero me asusté al ver que venían tan rápido en mi dirección.
¿Quizá piensan que Draken...?
—Oye Baji, no es na-... —traté de detenerles con mis palabras, solo por si acaso se había hecho una idea equivocada de algo, pero de repente, ambos esbozaron una enorme sonrisa.
—¡Draken! — el pelinegro saludaba al mencionado de manera efusiva, seguido del de mechas rubias, que lo hizo algo más calmadamente, pero con otra expresión rebosante de alegría.
—Espera, ¿os conocéis? — estaba confusa, y no paraba de señalarles intermitentemente.
—Eso tendría que preguntarlo yo, ¿no? — Draken me miraba, aun saludando a Baji, el cual instantáneamente se colocó a mi lado y pasó un brazo por mis hombros. — ¿Cómo es que conoces a estos dos? ¿Con ellos es con quienes habías quedado? Y más aún... — entrecerró los ojos en dirección al que apoyaba su cuerpo sobre mí —Baji... ¿qué con esas confianzas?
Alcé una ceja y una sonrisa burlona se dibujó en mi rostro al ver la expresión del más alto. Iba a contestarle, pero no me dio tiempo
—Nos hemos conocido esta mañana y hemos echado el rato en la playa ¿verdad, Nami? —Baji empezó a empujarme hacia la mesa donde estaban sentados antes de que entraramos, y donde ahora únicamente se encontraban Mikey y Kazutora, que parecían haberse adelantado a nosotros y ahora miraban la carta de bebidas. Me di cuenta de que el que me empujaba estaba mirando a Draken por encima del hombro, sonriéndole de la misma manera en la que yo lo había hecho cuando tuve la intención de contestarle.
—Siéntate donde quieras Nami, hay espacio de sobra para todos — dijo Kazutora alzando la vista por encima de la carta.
Me había dado cuenta de que, desde que se descubrió el pastel de que Mikey, Draken y yo íbamos a reunirnos con las mismas personas, Baji y el pelón no dejaban de mirarse, como si un fino hilo uniera sus ojos de manera tensa.
Sin embargo, ese ambiente tampoco pareció durar mucho. Me senté entre Mikey y Kazutora, y los tres empezamos a hojear esa carta en busca de qué beberíamos mientras los otros dos charlaban ahora de manera relajada, sonriéndose y preguntándose el uno al otro cómo les iban las cosas en sus respectivos negocios.
—Mikey, ¿tú qué vas a pedir?
—Un cóctel. Oye Nami, ¿Sabes cuál es el más dulce que tengan? ¿Y le ponen sombrillita?
Me reí sin quererlo. Pero no porque me hiciera gracia que un adulto se preocupase por esas cosas, al contrario, me pareció un comentario demasiado honesto e inocente por su parte, tanto, que mi cara no pudo evitar mirarle de la misma manera con la que lo hacía a los niños que acudían a mi local.
El camarero se acercó a nuestra mesa y pedimos la primera ronda de bebidas, todos eran combinados de alcohol y refresco, exceptuando la del rubio, que finalmente se había pedido uno de los cócteles más dulces que servían en ese bar.
—Menos mal que sigues entrenando a diario, si no cualquier día te daba una sobredosis por el azúcar... — Draken reía entre dientes burlándose de su amigo.
—Déjalo Draken, sabes que es imposible hacerle dejar de tomar tanto azúcar. — Kazutora fue el que le respondió soltando otra pequeña carcajada.
—¡Ya! De algún lado tendré que sacar la energía ¿no? — Mikey parecía haberse rebotado y giró su cara hacia mí, yo le estaba dando un sorbo a mi vaso en ese momento. — Nami, ayúdame, diles que paren y me dejen estar.
Me atraganté y tosí un par de veces, parecían llevarse demasiado bien, y no me dejaban de lado en ningún momento. Mientras ellos hablaban, siempre había alguno de ellos que me incluía a la conversación de alguna manera, preguntándome por mi opinión, o si yo había hecho algo similar a las anécdotas que ellos relataban de sus aventuras pasadas.
Salvo Draken, él permanecía en silencio cuando la atención de los otros se centraba en mis respuestas. Callado, observándome fijamente, cómo intentando escuchar y apuntar cada palabra que salía de mi boca en su cabeza. No me incomodaba, mientras yo hablaba, mis ojos se posaban en los suyos, como si, a veces, las respuestas se las estuviera dando a él en lugar de a cualquiera que hubiera sido el que formulaba la pregunta hacia mí en ese momento.
En cierto punto, preferí dejar de beber, no quería emborracharme, pues más tarde tendría que tomar el autobús de regreso y no quería que la noche pasara ante mis ojos sin disfrutar bien de este momento. Hacía demasiado tiempo que no me divertía de esta manera, con personas a las que, de no haber sido por que estaban de paso en la isla, podrían haberse convertido en mis amigos.
Esa idea, la de que en algún momento esos tres con los que ahora me estaba divirtiendo tendrían que marcharse de vuelta a Tokio, me apenó un poco. Me quedé callada durante un rato, mirando hacia mi vaso vacío y rozando la boca de este con la yema de uno de mis dedos.
Los demás habían seguido bebiendo, y ahora se levantaban de la mesa cada dos por tres, bien para ir al baño, o para acercarse a la barra a pedir algo más para tomar. En una de esas, Draken se situó a mi lado, donde antes estaba Mikey, y aprovechando el momento en el que este había ido al servicio para sentarse a mi lado.
Baji y Kazutora cantaban una de las canciones que sonaba ahora en el bar, con las jarras de cerveza que acababan de pedir en alto y un brazo de cada uno de ellos sobre los hombros del contrario. No eran los únicos así en el local, pues ya era de madrugada, y el alcohol también había empezado a hacer sus efectos en casi toda la multitud que había acudido al lugar.
Yo solo me limitaba a observar la escena, y una sonrisa algo melancólica se dibujó en mi rostro al ver que el rubio que acababa de volver de los servicios también se unía a ellos en el festejo.
—¿A qué viene esa cara? — Draken inquirió en un tono bajo, dándome un ligero codazo en el costado que me hizo un poco de cosquillas
—No es nada. — mantuve mi mirada al frente, al igual que esa boba expresión que no se había borrado aún de mi rostro.
—Anda ya, esa es la misma cara que tenías aquel día con los niños. Dime, ¿qué pasa? — insistió.
—Parece que os queréis mucho, solo es eso. —Di un sorbo al vaso, estaba vacío, pero aún tenía algo del hielo derretido en el fondo.
—Si yo te contara... — esbozó una sonrisa y se acomodó en la silla.
—Cuéntame, ellos parecen haberse montado la fiesta los tres y a ti no parece que te vaya mucho eso de ponerte a cantar ¿Verdad? — bromeé girando mi vista hacia él, sosteniendo el vaso con ambas manos y apoyando mi cabeza en estas.
—No es nada, de pequeños peleábamos demasiado, teníamos una pandilla, no hacíamos más que meternos en un problema tras otro, la cosa cada vez se nos iba más de madre... y bueno, pasaron cosas entre esos dos, bastante fuertes, de hecho... — señaló a Mikey y a Kazutora disimuladamente. Dio un profundo suspiro. Por un momento se había puesto serio, pero, de la nada, una afable sonrisa volvió a pintarse en su rostro — Pero Baji consiguió que dejaran todo eso a un lado y la paz reinara por fin para todos.
No quise preguntar, parecía como si, al haber puesto esa expresión momentánea de seriedad, algunos malos recuerdos hubieran rondado su cabeza, y no quería aguarle la fiesta haciéndole pensar en esas cosas.
—Supongo que sois todos buenos amigos entonces, de esos que siempre están ahí para cuando los necesitas ¿no? Hasta han venido a visitarte al culo del mundo. No es poca cosa. — Le sonreí y le vi dar un trago a su vaso. Una similitud algo boba se pasó por mi cabeza y la solté sin pensar. — Es como si fuerais una colonia de animales diferentes, pero que os unís para apoyaros los unos a los otros.
Se quedó mirándome con cara rara, como siempre cuando le soltaba algo de ese estilo, pero al final se echó a reír.
—Sí, son los mejores. — respondió honestamente y casi al segundo de que la risa había cesado. —Ellos son mi familia. En cierto modo, hasta me agrada que los hayas podido conocer, la verdad.
Dejé salir una risita nerviosa y noté que mis mejillas empezaban a aumentar su temperatura, pero imaginé que sería a causa del par de copas que había bebido. Sin embargo, me quedé pensando por unos instantes. Él había dicho eso de la manera más afectuosa que le había escuchado hasta el momento. Se le veía relajado, como nunca le había visto. Parecía una persona completamente diferente con ellos alrededor.
Mi pie llevaba un rato traqueteando en el suelo, separándose de la suela de la sandalia que llevaba puesta.
—Y a mi me agrada haber coincidido con ellos, Draken. De verdad que son increí-...
Todo sucedió mientras decía aquello. A los otros tres se les había ido de las manos la fiesta, y, en un arrebato de adrenalina, habían empezado a tambalearse, haciendo que, sin querer, la cabeza de Mikey impactara directamente contra la copa de Kazutora, la cual cayó al suelo, debajo de la mesa donde nos encontrábamos, estallando en decenas de fragmentos de cristal que se esparcieron por el suelo.
Noté algo clavándose en mi pie en una de esas en las que lo apoyé por completo en el suelo. Y, sin terminar de formular la oración que había empezado a decirle a Draken, de mi boca se escapó un pequeño grito ahogado de dolor.
Me había clavado uno de esos pedazos transparentes en el talón, y, por cómo dolía, parecía haberse adentrado demasiado en mi piel.
—¿¡Qué pasa!? — Draken se sobresaltó a mi lado y dejó corriendo su vaso sobre la mesa.
Por otra parte, Kazutora, Mikey y Baji se acercaron casi al momento al escucharme, pero fue el de mechas el primero en pasar entre los cristales que había alrededor y llegar a mi otro lado.
—¡Hostia Nami! Perdona, no nos hemos dado cuenta... — le bailaban un poco las sílabas, al igual que a los otros dos, pero parecían plenamente conscientes de que algo me había pasado.
—Creo que se me ha clavado un trozo del vaso en el pie... — les contesté a los chicos quitándome la sandalia y levantando el pie sobre mi pierna contraria. Salía sangre, mucha sangre. Y escocía horrores, literalmente era como si me hubiera clavado un pequeño puñal en esa parte de mi cuerpo. Noté como mi rostro palidecía y una helada sensación me invadía el cuerpo al ver ese cristal clavado en mi extremidad, pero respiré profundamente y, con los dedos, empecé a sacar el pedazo que se había quedado dentro.
—¿¡Qué haces!? ¡No lo saques estúpida! — Draken paró mi mano en seco. — Eso solo va a hacer que te sangre más.
—¿Y qué hago Draken? ¿Me lo llevo de recuerdo? — dije casi riéndome a causa de los nervios, sabía que no tenía que sacarlo, que lo mejor era ir a urgencias y que allí viesen qué tan profundo estaba. Pero, cuando el dolor había pasado un poco y Baji me trajo algo de agua con unos paños que el camarero le había dado, creí notar que quizá ese cristal no se había clavado tan profundo como me pareció al principio.
—Nami, estate quieta anda. Te vas a hacer más daño si...
No le hice caso, antes de que terminase de hablar, ya me había sacado el cristal del pie y lo sostenía en alto delante de sus narices, mirándole con una sonrisa y los ojos algo llorosos. Al final no era tan grande, la razón del porqué me había causado tanto dolor era porque justo ese fragmento había ido a romperse triangularmente, clavándoseme precisamente por la parte donde tenía el pico más acentuado.
—Eres la persona más cabezota que me he echado a la cara, en serio. — Parecía haberse enfadado, o al menos, alterado un poco, y ahora él volvía a agarrar la botella de agua con el paño y me limpiaba el pie en silencio mientras los otros tres miraban. El camarero, al poco acercó un botiquín para que pudiéramos utilizarlo y preguntó si me encontraba bien antes de volver a su trabajo. Yo le respondí con una sonrisa y un asentimiento, él miró a mi alrededor e imaginé que pensó que estaba en buenas manos, pues el pelinegro con el dragón tatuado en la sien no había dejado de curarme la herida desde que él depositó ese botiquín sobre la mesa.
—Draken, me haces cosquillas. — Le susurré al cabo de unos minutos, llevaba un rato aguantándome, pero ya no podía más, me estaba cosquilleando el pie mientras me curaba, aunque la sangre había dejado de salir hacía rato, ahora solo era él, mirando qué tan profunda estaba la herida mientras me ponía algún que otro punto de aproximación y unas vendas alrededor.
—Cállate, no es tu culpa, pero estate quieta, anda, déjame terminar aquí. — contestó en el mismo tono.
¿Qué por qué susurraba? Ni idea. Quizá no quería que sus amigos le vieran ocuparse tan hábilmente de una herida.
Los otros tres habían decidido pedirse una última ronda tras comprobar que todo estaba bien, aunque ahora bebían de sus copas de manera más tranquila, sentados alrededor de esa mesa mientras continuaban hablando.
Baji de vez en cuando me preguntaba si me encontraba bien, a lo que yo le respondía que mejor hablase por él mismo, pues claramente era el que más borracho iba de los tres y apenas se le entendía hablando. Sin embargo, hasta supuse que él intentaba distraerme de alguna manera del dolor, cosa que agradecí bastante.
Kazutora hablaba con Mikey, el cual me había percatado de que llevaba cabeceando desde que se había vuelto a sentar, lucía cansado, terriblemente agotado, hecho que no me extrañaba, pues había llegado justo hoy a la isla e irse de fiesta con sus amigos igual no era la mejor idea.
Salimos del bar cuando hubo pasado otro largo rato. Mikey había terminado por quedarse dormido con la cabeza apoyada en sus brazos sobre la mesa, y ahora Draken lo cargaba a la espalda como si fuera un niño pequeño.
Baji me ayudó a caminar fuera del establecimiento, agarrándome por la cintura y haciéndome pasar el brazo por sus hombros para que estos me hicieran de apoyo. Aunque esto casi que no hacía falta, pues, como bien había podido comprobar esa misma mañana, esos músculos no estaban solo de adorno, tenían la fuerza suficiente como para levantarme únicamente con ese agarre que su extremidad hacía alrededor de mi cuerpo.
—¿Estás segura de que no quieres que te lleve a cuestas? — me preguntó en voz baja mientras los demás avanzaban a varios metros por delante.
—No te preocupes, voy bien así, pero gracias Baji, eres muy amable. — No quería que me cargara por una simple razón. Aún yendo con él de esa manera, su cuerpo no paraba de tambalearse de un lado a otro a causa del alcohol. Y esa última copa que habían bebido él y los otros dos no parecía haber tenido buen efecto sobre ninguno, pues Kazutora iba al lado de Draken de la misma manera en la que Baji caminaba, y Mikey...bueno, el rubio había caído en combate hacia ya largo rato.
Con todo y con eso, llegamos a la parada del autobús, donde esperaríamos a que nos recogiese el próximo del turno de noche para poder regresar a la zona de nuestros apartamentos.
—Ken...chin... — Miré hacia arriba, Mikey estaba babeando y hablando en sueños. Todos, menos Draken, nos echamos a reír, y ni siquiera eso despertó al rubio.
—Oye Nami, ¿Cada cuanto pasa el autobús? — Draken parecía impaciente por llegar a casa. Los otros dos no hacían más que dar vueltas a la parada, riéndose de Dios sabe qué tontería que el alcohol les estuviera haciendo pensar.
—Pues en teoría cada media hora o así...— escuché un ruido al final de la carretera— mira, ahí está.
Sin embargo, cuando nuestros ojos se posaron en el vehículo, pareció como si nos hubiéramos puesto de acuerdo para hablar al unísono.
—No puede ser.
En el enorme parabrisas del autobús había colgado un gran papel alargado en el que podía leerse:
"FUERA DE SERVICIO"
Holi! He cortado este capítulo ahí, porque si no iba a ser muy muy largo por lo que me quedaba por meter, así que nada, espero prontito poder subir el siguiente capítulo, lo tengo medio escrito ya, pues como he dicho, he decidido partir este en dos por no hacerlo tan largo.^^
Oye, pero que si los queréis largos no los separo, decidme por aquí como preferís porfa.
Perdonad por tardar tanto en actualizar, pero entre el error de Wattpad con las imágenes, y que he estado liada preparando otras cosas, ni tiempo había tenido de terminar de escribir esta parte T_T
Ya cada vez les queda menos, pero quiero darles su protagonismo también a los amigos de Draken, que no en todos los fics hay un Baji vivo jajajajajaja
Besitos, se os quiere mucho <3
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