𝑶𝒏𝒄𝒆 ~ 𝑬𝒍 𝒕𝒊𝒃𝒖𝒓𝒐́𝒏

Parecía que aquella cara que me había puesto hace un par de días fue solo momentánea, pues al día siguiente volvía a estar como siempre, con esos aires burlones, pero con una sonrisa en la cara. Al menos ahora me sonreía más que al principio de conocernos, y ese mismo hecho ocurría conmigo.

Con cada rato que pasaba con ella, notaba que los nervios desaparecían y mi cuerpo se sentía cada vez más cómodo, como si mi mente se hubiera acostumbrado a pensar y prever la próxima idiotez que la pelinegra soltaría por esa boca para poder responderle con un comentario aún peor. Era como, si aquello que al principio nos hacía enfadar al uno con el otro, ahora se hubiera convertido en el más entretenido de los pasatiempos.

La noche anterior habíamos empezado a pintar el lateral del taller, ella estaba reventada, había tenido una inmersión por la tarde y de verdad que la cara que traía después de estar bajo el mar era de las peores que le había visto nunca. Me contó que le había vuelto a tocar otro grupito de amigos que no hacían caso a nada de lo que ella decía y casi que tuvo que suspender la inmersión cuando a penas estaban empezando.

Flashback

— Draken.

— Dime.

— ¿Vas a quedarte mirándome o me vas a ayudar?

Llevaba un rato mirándole la cara de malas pulgas que llevaba, y como, subida a esa escalera, daba brochazos contra la pared, estaba delineando el borde superior del lateral para después poder pintar con el rodillo sin miedo de pasarse de ese trazado con la pintura. Pero esos brochazos de vez en cuando eran más fuertes de lo normal y se acompañaban de un suspiro de desesperación.

— ¿Qué te ha pasado hoy? — me acerqué a la escalera y posé mi mano en su gemelo, aguantándola un poco, pues esos movimientos bruscos que hacía con los brazos no hacían más que impulsar la escalera y hacer que ésta empezara a tambalearse de una manera que me empezaba a poner nervioso — Parece que estés enfadada con ese pincel, y el pobre seguro que no tiene la culpa de nada.

— De verdad, Draken, — me indicó con la mano que le elevase el cubo de la clara pintura para volver a mojar el pincel en él — Yo es que no entiendo como la gente puede permitirse el lujo de gastar el dinero en algo para no disfrutarlo — con la mano que no le estaba agarrando la pierna, le elevé el cubo y ella removió el pincel con fuerza en su interior mientras me contaba aquello — y mira que no son baratas... pero parece que a la gente le sobra el dinero, qué pena no poder decir lo mismo, joder — sacó la brocha de golpe, haciendo que unas cuantas motas de pinturas cayeran sobre mi cara y me mancharan la nariz, pero ella pareció no darse cuenta, o quizá no lo vio, pues ya era de noche y lo único que nos alumbraban eran un par de linternas de farol y una frontal que ella llevaba en la cabeza.

— Hay gente para todo Nami, también me pasaba en Tokio en el taller... — resoplé y dejé el cubo en el suelo para poder intentar limpiarme algo de la pintura que me había caído.

— Ya, Draken. — había empezado a hacer aspavientos con los brazos dando brochazos sin ton ni son contra la pared, ahora ya no delineaba el borde, simplemente parecía desfogarse con el muro utilizando ese pincel — la diferencia es que ahí — señaló al mar con el pincel y eso hizo que otro par de gotas de pintura me cayeran sobre la cabeza, había girado sus pies y la escalera volvió a tambalear — como alguien tenga un fallo y no sepa que hacer, y yo no esté cerca para ayudarle, puede llegar a pasarlo realmen... — a razón de que no se estaba quieta, terminó por perder el equilibrio y no sirvió de nada que mi mano la estuviera aguantando, pues la escalera se cerró de golpe y menos mal que yo estaba mirándola a ella y no hacia donde su mano señalaba.

En un movimiento rápido conseguí aguantarla de la cintura, rodeándola con los brazos, y sujetándola mientras la escalera caía al suelo y hacia un estrepitoso ruido. Ella, fruto del susto que se había llevado y para también sujetarse, me abrazó la cabeza con fuerza, aun con el pincel en la mano, y eso provocó que mi cara se hundiera en su pecho sin querer.

Huele a vainilla.

— Perdón — ella se apartó apoyando sus pequeñas manos en mis hombros, aún con la respiración agitada — me he emocionado contándote y he tropezado. — alcé mi mirada, seguramente, al haber tenido el rostro hundido en su cuerpo, ahora tendría la cara colorada, pero al verla, me di cuenta de que ella estaba igual, bajo esos enormes ojos, sus mejillas se habían teñido de un carmesí a juego con la camiseta que llevaba puesta, pero sonreía de manera tonta mientras sus ojos se clavaban en los míos.

No sé el tiempo que permanecimos así, no fue mucho, pero mis manos instintivamente le apretaron un poco más, dejando que mis dedos hicieran algo más de presión en su cuerpo y ella lo notó — Oye... ¿me bajas? — sonrió por última vez y la bajé con cuidado al suelo.

Se había empezado a sacudir la pintura que le había caído en las piernas y, cuando volvió a mirarme, alzó su mano para pasarla por mi nariz — te he manchado a ti también, perdona.

¿Qué me pasa?

Estaba ahí mirándome e intentando quitar la pintura de mi rostro, y mis ojos no paraban de recorrerla de arriba abajo.

Es solo cosa del momento Draken, no te hagas ideas raras, es imposible.

— No se quita... — sin darme cuenta, ella se había acercado aún más, se había puesto de puntillas, y ahora refregaba con más fuerza sus dedos contra mi piel, hasta me hizo un poco de daño y no pude evitar soltar un pequeño quejido — Joder perdón... hoy estoy que no estoy... lo siento.

— No pasa nada... — hablé casi en un susurro, aún con su cara a poca distancia, y, tras eso, decidí incorporarme para tomar algo de distancia con ella — Nami, será mejor que continuemos otro día ¿Vale? Ya es bastante tarde — miré la fachada, llena de pintadas incoherentes — además, tú hoy no tienes el humor para nada de esto, deberías irte a descansar.

Empezamos a recoger todo lo que teníamos por allí tirado y decidimos despedirnos por esa noche, habíamos quedado en que, al día siguiente, iríamos al centro para buscar la ropa que compraríamos para hacerle el cambio de look que le había propuesto.

Fin flashback

Y, sin embargo, ahora me estaba arrepintiendo de aquello.

Habíamos entrado a una tienda que tenía ropa de todo tipo, y ella había tenido la genial idea de que, ya que ella no podría saber a qué ropa exactamente era a la que me estaba refiriendo, dejó a mi decisión la ropa que ella se compraría, y yo decidí decirle lo mismo, que ella fuera la que escogiera mi atuendo.

Joder... ¿por qué coño me metí en esto?

Mis manos pasaban las prendas colgadas de un perchero en la sección de mujeres, mientras notaba las miradas indiscretas de algunas señoras y chicas que andaban por allí comprando.

Esto se me da fatal... si Mitsuya estuviera aquí seguro ya estaría cargando con veinte conjuntos para que ella se probase...un momento...

Agarré el teléfono y marqué el número de mi amigo, miré hacia el otro lado de la tienda, no quería que ella viera ni escuchara lo que iba a hacer, pero no creí que pudiera hacerlo, pues parecía estar igual que yo, dando vueltas por la sección masculina, cargando con alguna que otra prenda entre sus brazos, pero rebuscaba algo entre un montón de camisetas y no parecía convencerle nada de lo que veía.

Coño Draken, al fin me llamas ¿qué pasa?

— Hola Mitsuya, mira, tengo un problema, ¿tienes un momento?

Justo me pillas desocupado ¿ha pasado algo?

— No... — volví a mirarla y me hizo gracia verla rebuscar entre toda esa ropa — solo necesito que me ayudes a elegir un conjunto para una chica.

¿Perdón? — su tono era de sorpresa — ¿Qué haces eligiendo ropa para una chica amigo? No me digas que...

— No te hagas ideas raras, es una amiga, le gusta Inupi y viste como una niña pequeña. Le he dicho que iba a escogerle un conjunto.

Pues si es tu amiga y se entera que acabas de contarme eso te va a matar. — empezó a reírse igual que siempre, pero él sabía que no me gustaba andarme con rodeos para explicar las cosas, y con él siempre había tenido la suficiente confianza como para saber que no iría pregonándolo por ahí. Cosa que no hubiera sucedido si, por ejemplo, hubiese llamado a Mikey, ese retaco se pondría a cantarlo a los cuatro vientos nada más le hubiera colgado la llamada. — Bueno, dime, ¿Qué necesitas?

— A ver, un conjunto, no sé, suele ir vestida con ropa ancha, un peto vaquero y camiseta básica debajo. No se arregla nunca, dice que no tiene nada de ese estilo, pero tampoco es como que vayamos a ir a ningún sitio elegante... ¿quizá algo normal pero más arreglado? No sé Mitsuya, me estoy poniendo nervioso aquí en la tienda.

Vale... ¿por qué no buscas algún pantalón ajustado? Pero no me seas simple y agarres un vaquero, busca alguno liso, negro quizá, eso pega con todo y así no te lías con los colores.

Fui a la sección de pantalones y vi un maniquí justo con un pantalón como el que se suponía que me había dicho mi amigo. Me despegué el teléfono de la oreja y le hice una foto al maniquí para mandársela a él a través de un mensaje.

— Te he mandado una foto, mira el teléfono.

Justo, coge ese, pero mira bien la talla.

— Y yo qué coño talla sé que tiene.

No seas burro, tú coge una que más o menos veas que le quedará bien y si no luego ella se encargará de pedir su talla, solo te ha pedido que le escojas la ropa ¿no?

— Vale. — Cogí una talla pequeña y cargué con los pantalones en el brazo — ¿Ahora qué?

Busca una blusa lisa, vaporosa... mira a ver si tienen algo con escote de pico.

— ¿Eso qué es?

Dios... — suspiró, pero volvió a reír desde la garganta — A ver, pues un escote que forme una V en el pecho ¿comprendes ahora?

Creí entender e hice un sonido afirmativo con la garganta, miré a mi alrededor y vi unas cuantas blusas de ese estilo colgadas de un raíl. Eran bastante simples, pero justo como me había indicado Mitsuya por teléfono, de una tela fina, semitransparente, y la cual se deslizó por mi mano mientras iba buscando un color en concreto.

— Mitsuya, ¿el azul marino pega con el negro?

Depende de qué azul, mándame una foto.

Hice lo que me dijo y le escuché dudar.

No, ese azul es demasiado oscuro — Sin embargo, a mí me gustaba, pero él era el experto — no te la juegues, solo agarra la de color blanco que tiene al lado y listo, dile que se ponga una chaqueta bonita de algún color o estampado llamativo y ahí tiene su conjunto.

— Aquí hace demasiado calor para llevar chaqueta.

Pero seguro que tú siempre llevas tu haori puesto ¿a qué sí?

Resoplé con una ligera carcajada, dándole la razón — Sí... — levanté la mirada y miré a través de la cristalera de la tienda. Justo en frente había un puesto que llamó mi atención, pues parecían vender ese tipo de atuendos que a mi me gustaban tanto, y entre ellos, uno de un color azul intenso llamó mi atención, pero no tenía tiempo para eso, y si ella me veía salir de la tienda seguramente luego me lo reprocharía.

¿Sigues ahí?

— Sí, gracias Mitsuya, con esto creo que es suficiente, perdona por molestarte.

No te preocupes, llámame si necesitas cualquier otra cosa. Por cierto, Mikey quería llamarte un día de estos, dice que tiene una sorpresa para ti.

— A saber. Bueno, te cuelgo, voy a seguir con esto. Gracias otra vez.

Él se despidió y guardé el teléfono. Miré las blusas una vez más y agarré una de color blanco tal y como me había aconsejado el profesional de la moda.

— Ya tengo todo ¿tú como vas? — miré hacia el lado, Nami estaba ahí, asomando su cabeza por el lado de una enorme pila de ropa que cargaba en sus brazos.

— ¿Qué es todo eso? — pregunté mirando hacia el montón de ropa y luego dirigiendo mi vista hacia ella.

— Es que no sabía qué coger... y por si acaso he tomado varias tallas... ¿y tú?

— Esto — alcé mis manos enseñándole lo que había elegido y ella no pareció del todo convencida — no pongas esa cara, pruébatelo primero a ver cómo te queda, no sé qué talla tienes, así que si necesitas otra se la pides a ese chico que anda dando vueltas por la tienda preguntando si necesitamos algo.

— Esta bien, toma, pruébate tú también todo esto. Escoge algo, pero no me digas el qué. Seguramente yo tarde menos en probarme, así que te espero fuera cuando termine en los probadores ¿vale?

No me dejó contestar, agarró las prendas y fue a los probadores con ellas en las manos. Yo hice lo mismo, y, una vez dentro de uno de aquellos habitáculos, empecé a mirar lo que había elegido.

Había toda clase de camisetas, camisas y pantalones, todo de diferentes colores, pero nada era como lo que ella había estado hablando hacia unos días, no eran demasiado arreglados, pero sí tenían un estilo diferente al que yo solía llevar.

De entre todo aquello, hubo dos prendas que llamaron mi atención, y, sin pensarlo mucho más, me las probé, sorprendiéndome a mí mismo de lo bien que me quedaban. Eran unos vaqueros negros de mezclilla un poco más ajustados de aquellos bombachos que siempre solía llevar, y una camisa negra lisa con una gran franja blanca que cruzaba el pecho, era de una tela fresca y cómoda, pero que hacía que mi cuerpo luciera bien con ella puesta.

Listo. Esto me voy a llevar. No le voy a dar más vueltas.

Salí de los probadores y la escuché dentro de otro de esos cubículos. Parecía estar pidiendo una talla diferente de la blusa que le había llevado. Al final, yo había terminado antes que ella, así que fui a la caja, pagué por lo que había escogido y salí de la tienda a fumar mientras la esperaba.

Mis ojos volvieron a fijarse en el puesto de en frente 

Es bonito...

Eché un vistazo hacia el interior de la tienda. Ella parecía que aún estaba en los probadores, así que creí tener tiempo. 

~ Sábado por la noche ~

Me miré una última vez en el espejo.

— Joder, qué rara estoy.

Sin embargo, no podía negar que me quedaba bien. Esa blusa blanca, con los pantalones negros ajustados y el cinturón dorado que ya tenía por casa y que había sacado de una de las faldas me hacían lucir una persona totalmente diferente.

Me había hecho media moñita en el pelo, dejándome el flequillo y un par de mechones sobre la cara. Además, me había esmerado en pintarme un poco mejor, un delineado intenso sobre los ojos, rímel que realzó un poco más mis pestañas que de por sí ya eran largas y, por último, pinté mis labios de un tono un poco más oscuro que mi piel, no era muy intenso, pues tampoco pretendía ir muy recargada.

Bueno pues ya está...

Miré a Ryu, hoy se había quedado dormido pronto, estaba tirado en el salón, sobre su cama y con la panza hacia arriba, en una postura bastante graciosa que me hizo sonreír. Nunca me hubiera imaginado que llegaría a cogerle tanto cariño a ese perro.

Había quedado con Draken en ir andando hasta el centro, estaba un poco lejos, por lo que en mis pies opté por unas bambas negras de suela blanca que le quedaban bien al conjunto. Iba arreglada, pero cómoda, al fin y al cabo, no podía dejar de ser yo misma y ponerme unos tacones o algo por el estilo, además, ni siquiera sabía andar en tacones, por lo que esa opción estaba totalmente descartada.

Le llené a Ryu su bol con agua, el otro que había al lado con comida antes de salir y cerré con cuidado la puerta de la calle, intentando no hacer ruido para que no se despertase.

— Al fin bajas. — pegué un respingo aun de espaldas a él. Me giré y me quedé con la boca abierta, ya no del susto, si no por verle vestido con la ropa que le había elegido.

— Qué buen ojo tengo, sabía que eso te quedaría bien — le dije burlonamente y alzando una ceja, pero él no contestó, no al menos inmediatamente.

— ¿Y tú quién eres? — terminó por hablar, sus ojos no habían parado de explorar todas y cada una de las facciones de mi rostro, al igual que más tarde habían bajado a hacer lo mismo con mi cuerpo. — ¿Dónde está Nami?

— Si me dices eso solo me entran ganas de subir a cambiarme... — me giré de inmediato con intención de volver arriba, aunque fuera a quitarme un poco de maquillaje, sabía que todo esto no me sentaba bien, lo sabía de sobra. Pero él me agarró de la muñeca haciendo que volviese a quedar frente a él.

— ¿Dónde coño vas?

— A cambiarme, acabo de decírtelo.

— ¿Eres imbécil? — volvió a mirarme de arriba abajo, y tras eso, giró su mirada y empezó a arrastrarme para que comenzáramos a andar, casi arrastrándome — venga, vamos, así estás bien.

No le dije nada, solo acepté la aprobación que él le había hecho al look y empezamos a caminar en silencio en dirección al centro.

— ¿No vas a decirme nada de lo guapo que voy?

Le miré y comprobé que él también lo hacía en mi dirección, pero a través del rabillo del ojo. Esbocé media sonrisa, pero continué mirando hacia delante.

— Si hoy ligas, me das las gracias después. — solté una risita en tono bajo a modo de burla — Te queda muy bien, pero eso ya lo sabía.

— Ya... — él levantó uno de sus brazos para rascarse la nuca — Supongo que tú también deberás darme las gracias si conseguimos algo hoy con el rubio ¿no?

— Nah, ya te digo yo que no creo que esto funcione.

— Bueno, comprobémoslo entonces.

Estaba segura de que Inupi no iba a tener una actitud diferente conmigo solo por haberme vestido diferente a como solía hacerlo, pero no perdíamos nada por intentarlo, por eso fue que acepté esto en primera instancia.

— ¡Al fin llegáis! ¿Por qué no habéis venido en la moto de Draken? Habríais llegado mucho antes. — Inui se acercó a nosotros, él ya estaba esperándonos en el bar al que alguna vez que otra había ido con él a tomar algo.

— Pues porque si voy a beber prefiero no conducir, rubiales — el más alto pasó uno de sus brazos por los hombros de su amigo, y, con la otra mano, agarró su mandíbula haciendo que la verdosa mirada del rubio se posase en mí — Mira, ¿a que no parece ni ella?

Madre mía, pienso matarlo.

— Hola Inupi — le sonreí, pero su respuesta apenas salió entre sus labios en un susurro, se había quedado mirándome con la boca entrecerrada y analizándome con la mirada, parecía realmente sorprendido, cosa que yo no entendía, tampoco era para tanto, y, sin embargo, sabía que solo por esto, luego las burlas de Draken serían continuas, ya me lo había empezado a imaginar diciéndome cosas como "Te lo dije", "Me debes una", "¿Has visto qué cara ha puesto?" y miles de sandeces de ese estilo.

— Estás... ¿Diferente? — Inupi me sonrió — pero estás muy guapa Nami, en serio.

Algunas personas nos observaban charlar en la puerta del bar, y entre ellas, me fijé en un grupo de seis o siete chicas que se sentaban en una mesa redonda al fondo, estaban casi escondidas en ese rincón, cuchicheando entre ellas mientras miraban a aquellos dos hacer el tonto mientras nos dirigíamos hacia una mesa para sentarnos.

Eran unas mesas rectangulares de madera envejecida con una especie de sillones a modo de banco en sus lados más alargados. Inupi y yo nos sentamos en la misma banca, de manera que podíamos ver al frente la puerta del bar. Draken, por su parte, se ubicó en el banco de en frente, ocupándolo un asiento en el medio de este.

Empezamos con una ronda de tragos mientras charlábamos de cosas del trabajo de cada uno. Ese tema de conversación siempre salía a flote cuando estaba con Inupi. Le conté sobre el problemilla que había tenido con los clientes del otro día, y sobre algún que otro animal que hubiera llamado mi atención en las pocas inmersiones de las que no le había hablado todavía.

Él parecía escucharme atento, con su codo apoyado en la mesa y reposando su mejilla sobre la palma de la mano para tener su cabeza girada hacia mí. Se reía con algunos de mis comentarios y de vez en cuando dejaba una caricia en mi mejilla.

— Menos mal. — dijo en una de esas en las que su mano dejó una caricia en mi rostro y yo estaba toda colorada.

— ¿Mhm? — le di un sorbo a mi bebida y me quedé mirándole — ¿Qué pasa?

Durante todo ese tiempo, el pelinegro que se sentaba en el lado opuesto no había dejado de mirarnos a ambos, de vez en cuando él también entraba a la conversación que Inupi y yo manteníamos, y en otras ellos dos eran los que hablaban mientras yo me limitaba a mirarlos mientras seguía bebiendo.

— Digo que menos mal que a pesar de que te veas diferente, sigues siendo tú — su pulgar acarició gentilmente mi mejilla y yo noté enrojecer mi rostro muchísimo más todavía. Pero él parecía tan normal, con esa sonrisa en el rostro que ponía siempre que me hablaba, nada me parecía diferente.

— Pues claro, no es como si por vestirme de otra manera vaya a cambiar de personalidad, Inupi — le devolví la sonrisa y él finalmente terminó por quitar su mano de mi cara para tomar su bebida y llevársela a los labios.

Pasaría un buen rato más en el que continuamos charlando y haciendo alguna que otra broma que provocaba la risa de los tres, hasta que él decidió ausentarse para ir al baño un momento, y tanto el pelinegro como yo lo vimos cruzar por aquella puerta del fondo que estaba al lado de donde esas chicas que había visto al entrar se ubicaban. Para mi sorpresa, el rubio se paró a hablar con una de ellas antes de entrar a los servicios.

— ¿Qué estás haciendo? — Draken llamó mi atención y giré de nuevo la vista al frente para mirarle.

— ¿Qué estoy haciendo con qué?

— ¿Así ligas tú? ¿Hablando de trabajo y de peces?

— ¿Y de qué quieres que hable Draken? No tengo otro tema de conversación que hablar con él.

Se llevó una mano a la frente y resopló fuerte — Madre mía... ni sé por qué me metí en esto...

— Oye, yo no te pedí nada, fuiste tu solo el que... — un escalofrío recorrió mi espalda cuando escuché la puerta del bar abrirse una vez más aquella noche.

Pero no fue frío, no lo hacía.

Un grupo de chicos entró y se paró en la barra a pedir algunas bebidas. Me tapé el rostro con una de mis manos y me quedé mirando hacia la pared de la derecha, disimulando beber de la copa.

— ¿Qué haces? ¿Por qué estás nerviosa de repente?

Draken estaba cuestionándome, pero yo no le respondía, solo pensaba en la manera de salir de allí.

— Oye Nami... — sus dedos rodearon mi muñeca, intentando hacerme bajar esa mano que me tapaba el rostro, pero yo lo mantuve firme para que no pudiera moverlo de ahí.

— ¡Ya he vuelto! Mirad, me he encontrado con una amiga, dice que nos unamos a ellas — Inupi había vuelto del baño junto a una chica preciosa, a la que yo reconocí al instante, pues era uno de esos ligues que sabía que había tenido uno de los primeros días en los que salimos juntos. Una chica más alta que yo, con el cabello castaño y largo por la cintura, con unos ojos verdes envidiables y una figura de espanto. Parecía ser que era una de las chicas que estaba en aquella mesa del fondo y había reconocido a Inupi cuando este fue al baño.

Pero ahora mismo aquello no me importaba en lo más mínimo, ni tan siquiera el hecho de que, el que él hubiera venido con aquella chica a invitarnos a pasar el rato con ella y sus amigas, sin ninguna mala intención, me hubiera generado cierta decepción que se tradujo en una punzada en el pecho. Todo ahora mismo me daba igual. Solo quería hacer una cosa, o más bien evitar una cosa.

Pero no tuve tiempo de nada. Todo pasó en un chasquido de dedos.

— Hola Mika, qué de tiempo... — un pelinegro, alto, de tez morena y ojos grises se había acercado a la chica con la que había venido Inupi y la estaba saludando.

Instintivamente volví a mirar hacia la pared tapándome con la misma mano que antes, pero esta vez noté una de las manos de Draken posarse en mi muslo por debajo de la mesa.

Nami, ¿qué ocurre? — me estaba susurrando lo suficientemente alto como para poder escucharle desde el otro lado de ese mueble que nos separaba. Mi pierna empezó a traquetear en el suelo y mis ojos no sabían hacia donde mirar, de vez cuando se posaban en el pelinegro, que me miraba preocupado y, otras, en los rojizos ladrillos que adornaban la pared de aquel bar.

— Coño Nami... a ti sí que hacía tiempo que no te veía...

— ¿La conoces? — la chica que estaba al lado de Inupi le preguntó de manera amable.

— Sí — él sobrepasó a Inupi y se sentó a mi lado, haciéndome bajar la mano que me tapaba la cara tomando mi muñeca entre sus dedos con suavidad y apoyándola sobre la mesa — Sí la conozco.

No tuve más remedio que girar mi vista hacia él. Hacía tiempo que no lo veía, que mi mirada no se cruzaba con ese enorme tatuaje con forma de tiburón que le cubría un lado del cuello y que no me fijaba esos hermosos ojos del mismo color de las nubes cuando se avecina una tormenta. Pero estaba diferente, parecía más dejado de lo normal, y bajo esa mirada que antes nunca lucía ni una mota de cansancio, ahora esa zona se veía adornada con unas notables y oscuras ojeras.

— ¿Cómo estás? — Sus ojos me recorrían el rostro, de arriba abajo, y pude verle fruncir el ceño cuando se fijo en el escote de la blusa que llevaba puesta. Su mano acarició mi hombro, deslizándose por la tela de esa prenda y tomando el borde de la corta manga que tenía entre dos de sus dedos — Te ves demasiado guapa con esto ¿sabes? Dime, ¿qué tal todo?

— Bien... supongo.

— Disculpa, ¿tú eres? — Draken, que todo este rato me había estado observando, terminó por interrumpirle, de reojo vi que Inupi también lo miraba, pero aquella chica no paraba de hablarle y él parecía estar agobiándose, como si quisiera también haberle dicho algo a ese chico, pero, al mismo modo, sin ser descortés con la chica llamada Mika, cuyo nombre acababa de conocer.

Sin embargo, el otro chico pasó de él — ¿Qué estás bebiendo Nami? — solo escucharle pronunciar mi nombre hacía que en mi pecho aumentase la peor de las sensaciones del mundo, le vi tomar un sorbo de mi copa — ¿Desde cuándo te gusta esto a ti?

Tenía la cabeza gacha, mirando hacia el tablero, pero en cuanto noté que uno de sus brazos me pasaba por los hombros me incorporé del asiento con intención de pasarle por encima y salir de ahí. Alcé mi mirada y mis ojos se cruzaron con los de Draken, tenía el ceño fruncido y miraba con cara de asco, pero al verme mirarle de la manera en que lo hice, su expresión cambió por completo.

— ¿Dónde vas pequeña? Quédate, hablemos un rato, tienes que ponerme al día, hace muchísimo tiempo que no nos vemos — sus manos habían rozado mis muslos mientras intentaba pasar por encima de él y noté que en algún momento había presionado sus dedos contra mi cuerpo, como impidiendo que terminase de pasar la otra pierna para salir de aquella banca en la que estábamos sentados.

— Lo siento, me voy, no me encuentro bien, tengo que sacar al perro, y...

— ¿Perro? ¿Ahora tienes un perro?

— Sí...

— Bueno, supongo que puede esperar un ra...

Noté que alguien tiró de mi brazo y terminó de sacarme de ahí, me colocó a su lado y pasó su brazo por mi hombro.

— Vámonos de aquí — Draken sonó serio, el otro chico se incorporó rápidamente, apretando las palmas de sus manos contra el tablero de la mesa, para luego alzar un dedo y señalar al tatuado que ahora estaba a mi lado, acercándome a su cuerpo con ese brazo que había pasado por encima de mis hombros.

— ¿Y tú eres? ¿Quién? — el de orbes grises preguntaba amenazante hacia el alto.

— No tengo por qué contestar a alguien que no ha respondido primero a mi pregunta. — Noté que sus dedos presionaban mi hombro y tiraban de mí para girarnos y salir de allí.

El chico quiso seguirnos, pero Inupi se interpuso, yo miraba por encima de mi hombro mientras Draken me arrastraba fuera del bar, el rubio también miraba en nuestra dirección sobre su hombro y pude entender lo que decía únicamente gracias a los movimientos de sus labios.

— Iros, yo me encargo.

Aquella chica, Mika, posaba ahora las manos en el pecho de aquel chico, que ahora, con ella al lado, parecía haberse calmado. Le pasaba una mano por la cintura, agarrándola de ahí con sus dedos apretados en el cuerpo de ella.

Me di cuenta en ese momento, justo antes de salir del bar, de que me estaba olvidando de algo.

— Draken, mi bolso... — me solté de él y rápidamente volví a la mesa, inclinándome lo suficiente para agarrar el bolso que había dejado en el banco donde Draken estaba sentado hacia unos minutos, y noté como los ojos del chico volvían a posarse en mi cuerpo.

Nami, ¿pasa algo? — Inupi me susurró al pasar por su lado, justo cuando me disponía a abandonar de nuevo el lugar e ir al lado del tatuado.

— No... no te preocupes — le sonreí vagamente.

Pasé al lado de aquel chico y Mika, con el tiempo suficiente para susurrarle algo a ella sin que el otro lo pudiera escuchar.

Ten cuidado.

Ella me miró extrañada, pero pareció que mis palabras no le importaron, solo se quedó mirando como me alejaba y volvía al lado de Draken, el cual, al volverme a tener al lado, pasó su brazo de nuevo por mis hombros.

— ¡Nami! — antes de salir, esa voz me llamó una vez más desde el interior, escuché al pelinegro que tenía al lado chasquear la lengua al verme girar la cabeza instintivamente hacia atrás — Ya nos veremos por ahí, preciosa.

No dije nada más, para cuando quise darme cuenta, Draken ya me había sacado del bar y me seguía obligando a caminar hacia delante, empujándome con su brazo en la parte alta de mi espalda.

Está temblando. ¿Quién coño era ese?

No era ella. Esta sí que no era la Nami que yo conocía.

Cuando ese chico se había sentado a su lado no sentí otra cosa que un mal presentimiento apoderarse de mí. Al principio pensé que sería un tipo algo pasado de copas intentando ligar con ella, pero ese no parecía ser el caso, la expresión que ella había puesto me lo estaba confirmando cada vez más.

Llevaba toda la noche burlándome de que con esa ropa parecía otra persona diferente, que, si no era ella y cosas por el estilo, pero no eran más que eso, bromas sin sentido para hacer que se picara. Pero ahora podría asegurar con total confianza que la chica que tenía bajo mi brazo no era aquella a la que no le importaba soltarte una mala contestación a la mínima que algo le molestase, la misma que parecía querer asesinarte si le tocabas la moral, aunque fuera solamente un poco, no, desde luego que no, esta chica era otra totalmente diferente.

Las manos le estaban temblando, tocándose la tela de la blusa donde ese chico le había posado la mano. Acariciaba la prenda entre sus dedos, tenía la mirada al frente, perdida y sus labios se fruncían de vez en cuando en cuando, mordiéndoselos también alguna que otra vez con nerviosismo.

Esperé a que todas las luces del pueblo quedasen atrás y que ya hubiéramos salido al camino que llevaba cuesta abajo hacia la zona de nuestros establecimientos para quitar mi brazo de encima de sus hombros, ella no se había quejado en ningún momento, pero tampoco parecía estar pensando en eso.

— Lo siento Draken, os he jodido la noche... — había dejado de caminar y se paró detrás de mí.

— ¿Conocías a ese tipo?

Ella abrió los ojos sorprendida. Me daba exactamente igual que hubiéramos tenido que irnos del bar dejando a Inupi allí, además, por la cara que le vi poner, estaba seguro que lo mejor que había podido hacer era llevarme a Nami de allí, tenía el presentimiento de que el rubio más tarde, cuando nosotros ya no estuviéramos cerca, querría intercambiar algo con aquel chico del tatuaje en el cuello, y seguramente no fueran palabras, pues la mirada que le vi poner fue la misma que cuando éramos jóvenes y estábamos a punto de pelearnos por cualquier tontería.

— Nami — ella se había acercado a mí y se me quedó mirando con cara de culpabilidad — Contéstame, ¿lo conocías?

Asintió, pero pareció hacerlo avergonzada y aún se acariciaba uno de sus hombros con la mano contraria.

— ¿Te acuerdas cuándo me preguntaste hacía cuanto no estaba con nadie?

— Ajá... — bajó la mano que se tocaba el hombro y la juntó con la otra, jugaba con sus dedos de manera nerviosa.

— Él, él fue el último.

¿Ese?

— Pero, Draken... no quiero hablar del tema, ¿podemos ir a casa? — asentí y seguimos caminando hacia nuestras respectivas casas, aun quedaba un rato de camino, durante el cual intenté que ella despejase la mente de lo que quisiera que estuviera pensando.

Pero nada parecía surtir efecto, ni el hecho de que le hubiera instado a hablarme sobre peces, tortugas o cualquier tipo de animal de esos que a ella le gustaban tanto. No había nada que no me respondiera en una única y corta frase en un tono lúgubre y misterioso.

Empecé a preguntarme si quizá Inupi sabía algo de todo esto, pero no parecía ser el caso, pues él estaba igual de extrañado que yo mientras todo eso había sucedido en el interior del bar. Lo mejor sería hablar con él al día siguiente y centrarme ahora en ella, sobre todo en calmar esos nervios, pues temía que a lo mejor en una de esas volviese a comportarse toscamente y no quería retroceder todos los pasos que habíamos avanzado hasta la fecha.

Llegamos a la puerta de la casa y ella la abrió, pero se giró hacia mí y se quedó mirando hacia el suelo, parecía de verdad sentir el que nos hubiéramos tenido que ir de allí.

— Oye, yo... quizá no debí haberte hecho pasar por todo lo de escoger ropa...

Llevé mi mano a su mentón y le levanté la mirada para verle la cara, tenía los ojos llorosos, pero de ellos no salía ni una sola lágrima.

— Escucha, me da igual que no quieras contarme nada. Pero tú no eres así, creo que eres más fuerte de lo que he visto esta noche. Tú no te quedas callada nunca.

— Draken, tú no sabes...

— Eso no tiene nada que ver. A lo que quiero llegar es, si ves que nos tienes a nosotros al lado y no te ves capaz de sacar ese genio tuyo que tanto odio, no te quedes callada, creo que solo tienes que decirnos algo, una seña, cualquier cosa.

— No tengo por que meteros en nada de eso... a ninguno de los dos. — al verle poner esa cara, instintivamente mi mano perfiló su mandíbula para colocarse en su cuello, y dejar que mi pulgar le acariciara la mejilla.

— Nami, ten por seguro que, si eso vuelve a pasar, no creo que ninguno de los dos volvamos a estar tan calmados. A mis amigos y a mí nunca nos han gustado ese tipo de personas, créeme. Ya tuvimos problemas con tipos así de jóvenes por comportamientos similares.

— Gracias — cerró sus ojos y ladeó la cabeza sonriendo, en ese momento fue en el que me di cuenta de lo que mi mano estaba haciendo en su rostro y decidí apartarla — sabía que en el fondo eras buena persona ¿sabes?

Rodé los ojos y le sonreí con burla — Soy buena persona, nada de "en el fondo" ni mierdas de esas, solo que tú me pones de los nervios, ya lo sabes.

— Lo mismo te digo de mí, peloncete. — se giró y entro en su casa, mirando hacia arriba de las escaleras — nos vemos mañana ¿vale? Gracias y perdona otra vez.

— Ya deja de pedirme perdón. — le hice un aspaviento con la mano para que terminase de entrar en su casa y se fuera a descansar de una vez por todas — Vete a dormir pececita, nos vemos mañana.

Me miró e infló los mofletes — No me mandes a dormir, no soy una niña pequeña. — pero luego sonrió y se me quedó mirando de nuevo con esos enormes ojos que esta noche eran aún más llamativos gracias al marcado maquillaje que llevaba en ellos — Pero bueno, te haré caso por una vez, me voy ya.

Llevaba un rato mirando al techo de la habitación. Dándole vueltas una y otra vez a por qué ella se había puesto nerviosa al ver a aquel tipo.

¿Quizá fue un novio y terminaron mal? ¿O quizá un chico con el que se acostó, pasó de él y el tipo seguía insistiéndole?

Seguramente fuera algo de eso, pero seguía teniendo la mosca detrás de la oreja solo por la reacción que ella había tenido.

Decidí no darle más vueltas al asunto y pensar en otra cosa.

Bueno, al menos Inupi se ha quedado con la boca abierta al verla, es un avance. Pero es normal, a mí me ha pasado lo mismo cuando la he visto. Estaba preciosa.

Sonreí para mí mismo sin quererlo, pero sacudí la cabeza y volví a sonreír de otra manera diferente.

Nah, tonterías.

Quizá es que con ese cambio de actitud que hemos tenido ambos de un tiempo para acá, es imposible que no me fije en ella de esta manera ¿no?

Ahí esta, ahí esta,  ahí está, el tiburón se la llevó el tiburón.

Hostia que random, perdón se me fue, ya estoy más animada. 

Bueno, se supone que el tatuaje del tipo ese es algo parecido a este (aunque el de la imagen que pongo es un tiburón martillo, obviamos esto y nos imaginamos que es un tiburón blanco de este estilo ¿vale?)

La imagen la he pillado de google, o sea que ni idea de quién es, pero créditos al propietario de ese cuello JAJAJAJAJ. 

Dudas por aquí <3

Besitos en el dedo meñique. 

PD: os recuerdo que subo webadas a instagram y encuestas, por si queréis ir a verlas, hoy me ha dado por subir stikers que creo que tendría Nami en el whatsapp a las stories (igualmente todo eso lo meto en las stories destacadas del fic para que siempre anden por ahí).

Me callo ya, que se me va. osq again. 

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