𝑶𝒄𝒉𝒐 ~ 𝑱𝒖𝒆𝒈𝒐 𝒅𝒆 𝒂𝒈𝒖𝒂𝒔
Breve recordatorio de que el fanfic tiene playlist ^^ Por si acaso, no suelo hacerlo por que creo que es más fácil con el spotify, pero ¿queréis que suba una parte con las canciones? (Si lo hago, aviso que la iré actualizando esa parte de vez en cuando ya que a la playlist del spotify también le suelo ir añadiendo canciones que me dan la vibra del fic) Lo que me digáis.
La noche anterior volví a casa con una sensación extraña. En cierta manera, sabía que quizá era algo de alivio de saber que finalmente era posible pasar un rato con ella tranquilo, sin pensar en mucho más que en la conversación que estábamos manteniendo en ese momento o simplemente mirando hacia cualquier punto sin decir nada.
Quizá cuando estábamos en silencio era el momento que mejor me sentía, pues me quedaba tranquilo, respiraba paz por unos momentos mientras ella parecía hacer lo mismo.
No le había mentido en lo que le había dicho en aquel balcón, sí me gustaban sus ojos, pero se me hacían inquietantes en la misma medida, pues siempre parecían analizarme, con más profundidad que cualquier otros que me hubieran observado jamás. Y no sabía por qué, pero eso me intimidaba un poco, no en el mal sentido, pero sí me hacía pensarme dos veces las cosas antes de decirlas, para, finalmente, siempre soltar lo peor posible por la boca y terminar dañándola. Al menos así había sido hasta ahora, pero habíamos prometido al menos intentar no hacerlo más y empezar de cero.
Esa era la idea, pero no me podía imaginar que algún día lo lográsemos, aunque, quizá, si conseguía ennoviarla con Inupi, pues cada vez tenía más claro que ella estaba loquita por él, se le calmasen un poco esos humos que se cargaba.
Sin embargo, tampoco había parado de darle vueltas al porqué se comportaba así cuando me recosté en la cama para intentar dormir.
Anoche había empezado a contarme y solo llegó a decir que era por algo ocurrido con su familia, pero aquellos fuegos artificiales hicieron que dejase de hablar. Además, la vi ponerse triste y no me gustó esa expresión, podría soportar cualquier expresión por su parte, una de odio, una de alegría, e incluso una de asco, pero no me gustó verla con esa otra cara, ya había tenido que verla demasiadas veces a lo largo de mi vida, y hacía tiempo que nadie frente a mí la ponía. Por eso decidí no volver a sacar el tema de conversación y dejar que fuera ella misma la que decida si quiere contármelo o no.
¿Tenía curiosidad? Por supuesto, pero no era tan entrometido como para estar intentando sonsacarle información. Quizá Inui sí sabía algo y podría contarme, aunque por lo que me dijo hace días, veía poco probable que ese tipo soltase la lengua tan fácil.
— Agh... — bostecé, me había quedado hasta tarde dándole vueltas a la cabeza a aquello y para colmo había dormido de pena, así que me pesaban los ojos como nunca y no me estaba concentrando en la pieza que tenía que arreglarle a esta moto.
Pensé que lo mejor sería salir a fumar y despejarme, así que me limpié las manos con un trapo y me levanté para abandonar el taller e ir a la calle. Aún era temprano, así que tenía toda la mañana para poder terminar con el arreglo y no dejarlo a medias.
Una vez fuera, me encontré con la pelinegra de pie, con los brazos cruzados sobre su pecho y una de sus manos elevada, se estaba acariciando los labios con la yema de sus dedos, como si estuviera pensando algo detenidamente.
— Buenos días, ¿Qué piensas tanto? — se sobresaltó al escucharme y me sonrió.
— Hola Draken — se había acercado un poco más hacia mí — oye, ¿pensáis arreglar la fachada en algún momento? — lo preguntó intentando no poner una cara de desagrado, pero era evidente que a ella le disgustaba tanto como a mí el hecho de que la fachada estuviese tan dejada. Aún tenía el color grisáceo del negocio anterior, y lo único que la adornaba era el intento de letrero que había hecho Inupi con aquellas pinturas que estaban ya viejas.
— Pues, la verdad, no tengo idea de cuando vamos a hacerlo — suspiré llevándome un cigarrillo a los labios — y nosotros tampoco es que tengamos mucha imaginación para estas cosas.
— Ya veo...
— ¿Sabes? Tengo un amigo que se tiraría de los pelos de ver esto así, y no tardaría ni un segundo en agarrar los sprays y hacer algo que merezca la pena de ver. — Tenía claro que si Mitsuya veía esto iba a querer hacer algún grafiti y, sabía aún con más certeza, que lo dejaría increíble.
— Oye, ¿queréis que os ayude con eso? — volvía a mirarme a mí en lugar de la fachada, con los ojos bien abiertos y esbozando una sonrisa — al fin y al cabo, tengo un montón de pinturas ahí dentro — señaló por encima de su hombro hacia su establecimiento — me pasé comprando botes para cuando quise pintar la mía, así que...
— ¿Tú pintaste tu fachada? — me quedé boquiabierto, pues creía que de eso se habría encargado cualquier artista. Su fachada simulaba un fondo marino, llena de animales de toda clase y a cada cual más realista que el anterior, incluso tenía pintada una chica buceando al lado de la puerta.
— Sí, yo solita, me llevó mucho tiempo y además, nunca paro de añadirle animales — empezó a reírse y tomó una de mis manos con la suya, arrastrándome al frente de su local — cada vez que viene un crío a bucear, me dice que estaría bien añadir otro animal, y siempre les pregunto cuál les gustaría y al poco termino añadiéndolo — ahora se había puesto pensativa y bajó el tono de su voz — lo que pasa que ya me estoy quedando sin espacio... — miró hacia arriba, a la fachada del que era su apartamento — y ahí arriba no tiene sentido poner nada, pues se supone que el límite del mar esta aquí ¿ves? — dio un par de saltitos, intentando llegar a la parte más alta de la fachada del establecimiento, pero, claramente, no llegaba, era demasiado pequeña y esos saltitos tampoco servían de mucho más que para provocarme un par de risitas de burla hacia ella.
— ¿Por qué te ríes?
— Nada, nada, solo me ha hecho gracia verte dar saltitos, ¿no ves que no vas a llegar ahí por mucho que saltes? — me asesinó con la mirada, pero volvió a sonreírme, aunque le temblaba un poco la ceja.
— Bueno, pues todo esto lo hice yo, y cada animal tiene su nombre.
— No me jodas — empecé a reírme — no te creo, venga, a ver — señalé hacia un cangrejo que se posaba sobre una gran alga que cruzaba la fachada de arriba abajo — ¿Cómo se llama este?
— Ese es el cangrejo Sebastián, se lo puso una niña rubia que vino el año pasado — ella rozaba con los dedos ese animal y yo empecé a contener la sonrisa una vez más.
— ¿Y la tortuga? — señalé hacia el dibujo de ese animal que estaba debajo de la ventana.
— Esa es Paca Carey.
— ¿Tiene apellido y todo?
— Obvio, aquí mis animales tienen clase ¿sabes? — también ella parecía aguantarse la risa, pero terminó por soltarla — Es una tortuga carey, por eso el apellido.
— Vale, vale... — miré hacia arriba, parecía disfrutar cuando hablaba de los animales, no era algo que acabase de descubrir, pues la noche anterior se tiró hablándome de bichos hasta que fue casi la hora de despedirnos, y parecía que ese tema de conversación nos tenía entretenidos y apartados de empezar a soltarnos puyitas. Alcé mi dedo y señalé a toda la zona de arriba, la que parecía ser más próxima a la superficie de ese océano que había pintado por toda la fachada — ¿y eso? ¿qué son?
Nami se apartó un poco de la fachada y se puso a mi lado, cruzando de nuevo los brazos sobre su pecho, pero esta vez, abrazándose a sí misma — Esas son mis favoritas... ¿no sabes qué son?
— Ni idea Nami, no entiendo de bichos.
— Ya, tu sólo sabes de motos.
— Exacto, ¿tú entiendes de motos?
— Ni idea, con suerte y sé diferenciar una moto de un coche, la verdad — soltó una carcajada desde su garganta, me quedé mirándole el rostro, sus azules ojos volvían se clavaban en esos animales como si guardase un anhelo en su interior, y otra vez la curiosidad empezó a comerme por dentro, pero como bien decía, no quería ser entrometido con sus asuntos, así que simplemente la dejé continuar — Eso son mantas rayas, son preciosas, y algunas son enormes... de hecho, dentro de poco me gustaría ir a verlas, pero no sé si tendré tiempo o con quién dejar a Ryu, la última vez que fui él no estaba conmigo.
— ¿A verlas a dónde?
— Pues al mar, tonto, buceando, esta especie hace migraciones masivas y es una verdadera magia poder verlo en directo ¿Sabes? Asusta un poco, por que se juntan tantas que parece que en cualquier momento vayan a cambiar de dirección y a atropellarte... pero no lo hacen... y la forma de nadar que tienen... no sé, siempre me han gustado — había empezado a acariciarse el costado con cuidado y su tono de voz se había vuelto más meloso que de costumbre. De verdad parecían gustarle esos animales más que ningún otro.
— ¿Hay que ir muy lejos para verlas o qué? — le di una última calada al cigarro y empecé a alejarme un poco hacía el taller mientras ella me seguía varios pasos por detrás.
— No mucho, en realidad pueden verse aquí mismo en esta isla, pero a mí siempre me ha gustado ir a Ishigaki — la miré extrañado, no conocía muy bien el nombre de todas las islas que conformaban el archipiélago, y mucho menos si a lo mejor aquello era un pueblo o una ciudad pequeña, pero ella se encargó de aclarármelo — es una isla que está un poco más al sur, hay que ir en avión desde Naha.
Asentí con un murmurar de garganta y ella sacudió la cabeza, queriendo retomar de nuevo el inicio de aquella conversación — Bueno, a lo que iba, ¿me dejaríais pintaros la fachada o no? No creo que tu amigo vaya a venir desde Tokio solo para arreglaros esto ¿no?
Lo pensé por un segundo, y la verdad, tenía razón, Mitsuya estaba tan ajetreado con el tema de sus diseños que seguramente le sería imposible tan si quiera el venir a verme hasta que hubiera pasado la temporada y hubiera presentado sus creaciones, o, al menos, que las hubiera terminado.
— Supongo que Inupi no tendrá ningún problema... — me rasqué la nuca y la miré — así que sí, nuestra fachada es toda tuya.
Se quedó mirándome otra vez con los ojos bien abiertos, y sus labios se curvaban de arriba abajo incesantemente, como intentando aguantarse de nuevo una risa socarrona — Draken, eso ha sonado fatal, menos mal que me lo has dicho a mí y no a uno de tus ligues.
— ¿Tan mal pensada eres? — esbocé media sonrisa y bajé mi brazo para agarrarle la cara entre mis dedos, apretándole ambas mejillas entre ellos, haciéndole poner la boca como si fuera un pez, y eso me hizo incluso más gracia a mí — Coño, mira, ahora sí que eres una pececita.
— Sí, mira, glu, glu — apartó mi mano de un suave manotazo — ya, déjame tranquila, que solo venía a proponerte eso y has terminado metiéndote de nuevo con mi cara, pelón.
No pude evitar reírme en alto, definitivamente, estas bromas ya no tenían el tono hostil con el que nos habíamos comunicado hasta ahora, era como cuando hablaba con Mikey, exactamente igual.
— Qué tonta eres a veces — miré la hora en el móvil, ya había pasado un largo rato desde que decidí tomarme ese descanso, y debía volver a lo mío antes de que el tiempo se me echase encima — debo irme Nami.
— Vale — ella miró hacia su local — yo me iré a preparar algún diseño para arreglar esto — señaló hacia el frontal de nuestro edificio — en cuanto tenga algo te lo enseño.
— Está bien, nos vemos luego — pero, antes de entrar, giré mi vista nuevamente hacia ella — Nami — se detuvo en seco y me miró — mejor, no me enseñes nada, que sea una sorpresa.
— Pero si vas a verlo igualmente, no te creas que pintar todo eso me va a llevar cinco minutos, además... voy a necesitar que estés cerca.
Arqueé una ceja, confuso, pero ella no dijo nada más y se metió dentro de su negocio mientras sonreía por última vez, dejándome, en otra ocasión más, con la duda sobre lo que pasaba por su mente.
Volvía a estar todo en calma, ya no notaba tanto esa presión en el pecho cuando hablaba con él, de hecho, hasta algo se removió en mi interior cuando la noche anterior me pidió ver las fotografías, pues como ya dije una vez, casi nadie solía prestarme atención cuando les invitaba a verlas, y el hecho de que él quisiera verlas volvió a traerme recuerdos.
No se lo había dicho, pero quizá ese recuerdo fue el que me impulsó a ofrecerme para el tema de arreglarles la fachada, que, si bien no me importaba hacerlo, ya que había amado pintar la mía, ya casi me había quedado sin espacio en ella y hasta echaba de menos el poder tener un gran lienzo en el que plasmar las cosas que se me venían a la mente o las que me decían aquellos niños.
Y ya tenía una clara idea de qué iba a dibujar en su fachada, la cosa era sacar tiempo para ello, pues también tenía que atender mi negocio. No podía dejarlo de lado solo para pintar, por mucho que me apeteciera.
Las cosas no se pagan con billetes del monopoly.
Hoy no tenía trabajo por la tarde, así que aprovecharía para bocetear algo en un papel y así tener una ligera referencia de lo que tenía en la mente para ellos. Y estaba segura de que les iba a encantar, al menos al pelinegro. Inupi, por otro lado, siempre parecía estar conforme con todo mientras estuviera bien hecho, al menos siempre me había dado esa impresión de él.
Mientras dibujaba, empecé a pensar en qué habrían hecho esos dos la noche anterior, antes de que Draken volviese a casa. No creía que hubiese dejado a Inupi solo, y una punzada me tocó directo al pecho.
¿Y si Draken se quitó de en medio porque estaban con alguna chica y no quería estar de aguanta-velas?
Una expresión de desilusión me inundó el cuerpo y tuve que soltar el lápiz. No sabía por qué, pero aun a sabiendas de que Inupi ya había estado con otras chicas desde que llegó a la isla, esta vez fue la primera que de verdad sentí algo al respecto de esa situación.
Nunca había tenido claro que era lo que sentía por él. Ya había tenido otras parejas cuando era más joven, pero nunca llegué a sentir eso que llaman "amor" y aún hoy en día me preguntaba si a esto se refería todo el mundo. Y no me gustaba, era una fea sensación que me ponía nerviosa y que me hacía cometer locuras delante de él, comportarme de una manera boba y risueña cuando lo tenía enfrente, solo para recibir algo parecido a la indiferencia por su parte.
Y aun me explicaba todavía menos, como era que, a pesar de que él parecía tan lejano a mí, no podía sacármelo de la cabeza. Daba igual las veces que hubiera puesto distancia entre nosotros, daba igual los intentos fallidos por mi parte, que yo seguía sintiéndome igual. Por eso me enfadé conmigo misma en este momento, por sentirme más estúpida que nunca pensando en él, teniendo celos de cualquier chica aun ni siquiera siendo yo nada para aquel rubio.
Quizá debería intentar olvidarme de tener algo con él y distraer la mente en otras cosas.
Estaba mordiendo el extremo del lápiz de manera nerviosa, pensando en que quizá lo único que necesitaba de verdad era tener algún tipo de distracción, él nunca me dio a entender nada, ni se me había insinuado como para que yo me sintiera así, simplemente era su forma de ser conmigo, o quizá era su físico, no lo tenía claro, pero algo había que me gustaba de él y no podía negarlo.
Sin embargo, si me paraba a pensarlo más detenidamente, mi mente se confundía aún más. Pues nunca me habían llamado la atención los chicos como él. De hecho, los que sí lo habían hecho eran justo como su compañero, al menos físicamente. Cuando era más joven solía ser más superficial en cuanto a mis parejas, que tampoco es que hubieran sido muchas, pero todas habían terminado a cada cual peor, algunas incluso me habían hecho el suficiente daño como para que cada que salía de esas relaciones, decidiera encerrarme más en mí misma, pero la última fue la peor con diferencia. No quería ni recordarlo, porque por esa mierda de relación pasó todo.
Sacudí mi cabeza y decidí dejar de pensar en todo aquello para levantarme a mirar cómo tenía la semana de trabajo y ver cuando era que podría sacar tiempo para hacerles la fachada a mis vecinos.
Hojeé la agenda y vi que tenía un par de inmersiones por las tardes, así que quizá podría aprovechar las que tenía libres para pintar, y quizá, si me quedaba hasta por la noche, todo estaría terminado en poco más de una semana. Solo faltaba que el pelinegro tuviera el tiempo suficiente también para dejarme hacer una cosa y listo, aunque, pensándolo mejor, y si él quería que fuera medio "sorpresa" quizá lo mejor sería incluir aquello que se me había ocurrido en el boceto y ya fijarme en el papel en lugar de en él.
Aún así, necesitaba que me hiciera de modelo durante un rato, por lo que agarré el teléfono y decidí mandarle un mensaje.
Mensaje enviado a Draken
Oye, ¿tienes tiempo cuando termines hoy en el taller? Te necesito.
Mensaje recibido de Draken
¿Nami? ¿Estás ligando conmigo? ¿Qué es eso de que me necesitas?
Mensaje enviado a Draken.
NO! ES PARA LO DEL BOCETO DE LA TIENDA, ESTÚPIDO.
En realidad, me estaba riendo. Podía imaginarme la cara que había puesto al responderme, esa cara burlona, similar a la que se le pintaba en el rostro cuando bromeaba conmigo.
Mensaje recibido de Draken
Sí, hoy no tengo nada que hacer después, solo iba a seguir buscando a alguien que me venda la pieza de la moto que me hace falta para Zephyr.
Me quedé pensativa por unos momentos, pero llegué a la conclusión de que igual podía hacer algo con respecto a eso. Al fin y al cabo, no creía que él fuera a utilizarla más.
Mensaje enviado a Draken.
Entonces, ¿podemos vernos cuando termines?
Mensaje recibido de Draken
Claro.
Estaba escribiéndole una respuesta, pero se me adelantó.
Mensaje recibido de Draken
¿Quieres cenar en mi casa? Tráete ese trasto musical tuyo si quieres.
Miré el teléfono, confusa y releyendo ese mensaje una vez más.
Mensaje enviado a Draken
No te creas que voy dando conciertos privados así como así, además, quiero quedar contigo para otra cosa, no para que me escuches cantar, y más aún, creía que odiabas escucharme tocar.
Mensaje recibido de Draken
Como quieras, te aviso cuando termine y nos vemos abajo.
Dejé el teléfono, no quería distraerlo mucho más de su trabajo.
Me seguía pareciendo algo seco y escueto en palabras a veces, pero ya no parecía molestarme que me hablase así, al fin y al cabo, esa era su manera de ser, y mientras ninguno de los dos se pasara con el tono, todo estaría bien.
A ver qué es lo que quiere de mí...
Acababa de avisarla por el teléfono de que había terminado de trabajar. Estaba algo cansado, pero no me importó si tenía que pasar un rato con ella, al fin y al cabo, iba a hacernos el favor de arreglar nuestro local y, con suerte, lo haría más llamativo para que los clientes se acercasen a echar un vistazo.
— Hola peloncete — di un salto en el sitio, no me había dado cuenta de que ella se había acercado andando sigilosamente hasta llegar a mi lado. Pero no dejé que se diera cuenta de que me había asustado.
— Hola pececita — le sonreí burlonamente y ella infló sus mofletes.
Si haces eso solo te pareces aún más a un pez.
— Pasaré eso por alto — se cruzó de brazos, cerrando los ojos y desviando su mirada, pero abrió uno de sus ojos y me miró — ¿me acompañas un momento?
Ladeé mi cabeza — ¿No íbamos a cenar en mi casa?
— Sí, pero antes quiero enseñarte una cosa — empezó a jugar con el manojo de llaves en sus manos, parecía algo nerviosa — ¿Vienes o no?
— Claro, vamos.
La acompañé hasta el interior de su local. Era curioso, pero aún no había entrado allí. Por dentro, todas las paredes tenían un tono azul cielo que, a pesar de la oscuridad, se notaba bastante bien, y tenía alguna que otra onda dibujada en blanco y simulando ser las olas del mar.
Pasamos a la sala que había a la derecha de su negocio, la que en el mío hacía de taller y en el de ella se ubicaba una enorme mesa blanca rectangular con sillas alrededor.
— ¿Aquí das las clases?
— Sí, esta es la zona que utilizo para ello.
Me di cuenta de que esa estancia era algo más pequeña que mi taller, todo a causa de que, al fondo, había otro muro que parecía separar esa sala de otra más pequeña. Ella se había dirigido hacia el fondo y ahora abría la puerta que las separaba.
— Yo no tengo esa separación en mi local, ¿por qué tú sí?
— Ah... — se giró hacia mí — mandé separar las estancias, necesitaba un sitio donde guardar varias cosas y, bueno, me sobraba espacio en esta sala, así que esto es como un pequeño almacén, ven un momento, necesito que me ayudes con una cosa.
Fui con ella y entramos a una estancia que, como ella decía, tenía toda la pinta de ser un almacén, pero fuera de lo que me había imaginado, estaba lleno de materiales de pintura y alguna que otra cosa de las que ella usaba para las inmersiones, además, al fondo, ocupando la mayor parte del espacio, había algo cubierto con una lona.
Nami empezó a quitar cosas de en medio para que ambos pudiéramos acercarnos mejor e indicándome si podía colocar unas cuantas cajas pesadas que había por el suelo en la parte alta de una estantería de metal.
— Quería haberlas subido yo, pero no llego, y me da miedo caerme de la escalera con esas cajas... tú en cambio eres perfecto para esto — me acababa de dar un par de palmaditas en el bíceps y me miraba de manera socarrona — ¿cuántas horas te tiras haciendo pesas?
— Pocas, no tantas como te estás pensando, siempre he estado así, por lo que no me hace falta tanto ejercicio como crees.
— Pues qué suerte — se agachó a coger una última caja, que tuvo que aguantar con su muslo desde abajo para que no se le cayese, pero fui rápido y se la quité de las manos antes de que terminase por tirar todo lo que tenía dentro.
— Deja anda, yo me encargo de esto — coloqué la caja en la estantería y me quedé mirándole — ¿para esto me necesitabas?
— Claro que no, mira... — volvía a sonar nerviosa y se había acercado al fondo, a donde estaba aquella cosa cubierta con la lona, y empezó a sacudir un poco el polvo que había sobre esta, para después destaparla.
Me quedé frío al ver lo que había debajo de ese enorme trozo de tela.
— ¿Por qué tienes tú esa Kawasaki? ¿Y por qué es cómo la mía?
Pasó su mano por el sillín de la moto, como si, de alguna manera, el ver ese vehículo la hubiera inundado de melancolía.
— No es mía.
— ¿Y entonces? ¿Por qué la tienes aquí? — me fijé un poco mejor, tenía algunos daños bastante grandes, e imaginé que quizá la tenía guardada por que no funcionaba — ¿Necesitas que te la arregle? — Sin embargo, no parecía ser eso, pues de haber sido así, ya le habría pedido ayuda a Inupi antes que a mí. Sumado a eso, me quedé mirando a la moto por unos segundos, para después volver a mirarla a ella.
Esa moto no es suya, no creo que alguien tan pequeña como ella maneje una moto tan grande.
— Si no recuerdo mal... — estaba intentando moverla, para sacarla de aquel rincón, pero claramente no podía con ella, así que le ayudé tirando del manillar hacia el pasillo de la sala que habíamos despejado de las cajas que antes había esparcidas por ahí.
Una vez la moto quedó en medio de la sala, ella empezó a mirar las cachas de la moto — mira — señaló hacia una de las partes traseras de la moto — esta pieza está intacta, puedes usarla para tu moto si quieres.
Si es que es hasta del mismo color. Es increíble.
Me ubiqué a su lado para comprobar que lo que me acababa de decir era cierto, la parte que yo había estado buscando como un loco por todas partes estaba ahora frente a mí, intacta, a diferencia del otro lateral de la moto, este otro estaba intacto, y justo era el lateral en el que mi Zephyr había sufrido los daños.
— ¿Me estás diciendo que me das la pieza para arreglar la mía?
— Exacto — se había alejado y ahora se apoyaba contra la pared, yo me quedé mirándola extrañado.
— ¿Cuánto quieres por ella?
— Nada Draken — se estaba acariciando un brazo con la palma de su mano contraria — no quiero nada, solo que me hagas de modelo para una cosa — perdona por no habértelo dicho antes.
— ¿Modelo?
— Sí, por eso te dije que te necesitaba hoy, además... si quieres puedes llevarte la moto.
Lo notaba, no estaba cómoda viendo esa moto. Así que cogí la lona y tapé el vehículo tras colocarlo de nuevo en el sitio de donde la habíamos sacado. Ella se había apartado y ahora me esperaba en la puerta para salir de esa sala, no sin antes agarrar unos cuantos lápices y papeles que había en una caja en una de las baldas más bajas de esa estantería de metal.
Me acerqué hacia ella y salimos del local en silencio.
— Nami — me miró con esos grandes ojos azules e hizo un sonido con la garganta a modo de pregunta — ¿Estás bien con eso de que me lleve la moto? — En realidad, lo que quería saber era si ella estaba bien, pero no era bueno mostrando mis preocupaciones, así que decidí asaltarla con eso, sin saber quizá, si esa pregunta podría incomodarla más.
Giró su vista hacia el cerrojo para sacar las llaves y un mechón de pelo se le escapó de esa media coleta que llevaba, tapándole un poco la cara por el lateral.
— Sí, ya te dije que puedes quedártela. Yo no voy a usarla y no hace más que ocupar espacio ahí dentro.
— Comprendo... — Me preguntaba a mí mismo si aún funcionaría, pero eso es algo que averiguaría cuando me la llevase al taller uno de estos días. Volvió a hacerse el silencio y antes de que pasara más tiempo, decidí romperlo — Bueno, ¿vamos a mi casa?
Hola^^ Sí, he cambiado un poquito los separadores porque los otros se me hacían demasiado claritos y casi ni se veían.
Perdón por tardar en actualizar, he estado liada con cosas del grupo que tenemos lxs escritorxs y casi ni tiempo me ha dado para escribir, pero ya tengo los próximos capítulos de este fic estructurados y solo es escribirlos así que seguramente lo actualice más de seguido ^^
Opiniones de qué os va pareciendo la historia por aquí <3 Se aprecia.
Besitos osqm ^^
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