𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒐𝒄𝒉𝒐 ~ 𝑻𝒆𝒓𝒎𝒐𝒄𝒍𝒊𝒏𝒂

Era un hecho. Me gustaba Draken.

¿Quería que lo hiciera? No. Por supuesto que no quería. No entraba en ninguno de mis planes que el maldito chico del dragón en la cabeza empezase a despertar ciertos sentimientos en mi interior. Pero no podía hacer nada para controlar a mi propia cabeza y alejarlo de mi pensamiento tan fácilmente.

También tenía claro que Inupi seguía presente en mis pensamientos, y me iba a explotar la cabeza, porque eran sentimientos diferentes. Demasiado diferentes. Tanto, que no había hecho más que darle vueltas una y otra vez durante la pasada noche.

Apenas había dormido, me pasé las horas virando como una tonta sobre el colchón.

Cuando hablaba con Inupi, era como si un nerviosismo se apoderase de mí, nunca sabía qué decir a continuación o de qué manera responder a cualquiera de sus preguntas sin que se me viese el anzuelo.

Sin embargo, con Draken era algo muy diferente. No tenía que fingir nada, mis contestaciones salían por mi boca como el mismo aire que exhalaba, sin pensarlas ni siquiera por unos segundos. Y eso me hacía sentir cómoda en cierta manera. Pero no podía ser.

No quería ahora hacerme ilusiones ya no solo con una persona que nunca me había dado motivos para que me gustase, si no ahora también con otra con la que hasta hacía pocas semanas me había llevado a matar. Era impensable que esto pudiera estar pasándome, pero lo hacía.

Al fin y al cabo, siempre lo pensé, que por mucho que intentase fijarme en buenas personas con las que jamás había discutido, mi atención, quisiera o no, todas las veces se había dirigido hacia aquellas que más problemas me generaban.

A fin de cuentas, con Kanaye fue algo similar. Y no deseaba otra vez lo mismo, no quería que de nuevo un capricho o un tonto sentimiento pusiera mi vida patas arriba y destruyese todo lo que había conseguido avanzar en estos años. Jamás pude perdonármelo, y, si volvía a hacerlo, sería como si no hubiera aprendido la lección por aquel entonces.

Pero...Draken no es Kanaye...

Me lo había repetido una y otra vez aquella noche. Pero no me fiaba ni de mi propio criterio. Apenas le conocía, apenas sabía nada de él, de si había tenido alguna relación anterior o si él estaba interesado en cosas como esas.

Yo, desde luego, no lo estaba. No quería estar con nadie. Ya no me sentía con fuerzas de volver a soportar el peso que una relación "estable" conllevaba, no quería tener que volver a complacer a nadie solo para gustarle un poco más, evitar que perdiera el interés en mí, tratar de dar todo de mí para al final terminar con otro millón de inseguridades.

Me llevé los dedos a los labios, recordando que mi cuerpo, en un impulso involuntario, anoche le había dado un beso en la mejilla antes de subir a casa. Y me enfadé más conmigo misma.

Él me hacía hacer cosas que mi mente no encajaba en su comprensión. O, al menos, en ese entendimiento que intenté forjar cuando Kanaye desapareció de mi vida.

Tampoco podía ser egoísta, tenía que volver en mí y tratar de controlar eso que mi cuerpo hacía sin pensar. Pues, tenía claro que él seguramente habría atribuido ese beso a las cervezas que había bebido, pero, aun así, no podía hacer ese tipo de cosas y pensar que quizá solo me afectaría a mí. Solo esperaba que el pelinegro no se quedara pensando en aquello y lo tomara como un acto de una chica algo chispada por el alcohol.

Pero yo no podía tomarlo solo así, pues cada vez que lo recordaba notaba mis mejillas arder, al igual que el momento que habíamos tenido al final de sus escaleras, o cuando ya de noche nos habíamos quedado hablando en el balcón de cosas sin importancia. Y ahora también, la mayoría de los lapsos de tiempo que habíamos compartido juntos flasheaban mi memoria y se añadían a los de la noche anterior.

Agarré la almohada y la apreté contra mi cara, dando alguna que otra pataleta sobre el colchón antes de dejar caer mis brazos y piernas para quedarme como si fuera una estrella de mar mirando hacia el techo.

Había recobrado el semblante serio y, con la mirada perdida, pensaba una vez más en aquello. En la relación con mi exnovio y en cómo me sentía con él. Así como con algún que otro chico con el que había estado antes del último.

¿Lo que sentía con ellos era amor?

No tenía ni idea. Pero todo había empezado siempre de la misma manera, sintiéndome justo como lo hacía ahora.

Y quizá porque sabía que solo era algo momentáneo y que, de ser correspondido, terminaba desapareciendo, dejando paso a otro tipo de emociones.

Emociones que yo entendía como amor, y, sin embargo, no las sentía que fueran semejantes a como las describían el resto de las personas.

Había dejado que mis ojos se cerraran por un momento, acababa de comer y me había entrado un sueño horrible a causa de casi ni haber dormido la noche anterior.

Mi mente empezó a divagar, casi dormitando, mientras me imaginaba escenas de la noche que me esperaba junto a esos cinco en el festival, pues Inupi había aceptado el unirse a nosotros por el cumpleaños de Mikey, aunque dijo que llegaría un poco más tarde, ya para cuando estuviéramos en la playa.

De entre todas las imágenes que mi cerebro estaba creando, me quedé con la última que tuve antes de dormir, yo parecía verlo todo desde las espaldas de los demás, todos riendo y disfrutando de los puestos mientras Inupi y Draken les vigilaban, pero, ambos, en cierto punto, giraron sus rostros por encima del hombro para mirar en mi dirección con una amplia sonrisa.

Me duele... me está ardiendo...y me estoy quedando sin oxígeno...joder...

Volvía a estar bajo el agua, había venido sola esta vez, a pesar del mal tiempo que hacía me había empeñado en venir a bucear hoy, no por nada en específico, simplemente me apetecía.

Pero no tenía que haberlo hecho, si no, ahora la corriente no me habría arrastrado haciéndome chocar con los corales, desgarrándome el traje en el costado izquierdo y haciéndome una incisión quizá demasiado profunda.

Y digo quizá, porque no podía verla, estaba medio mareada, y lo único que veía era sangre a mi alrededor, flotando como si una espesa nube roja me estuviese engullendo.

Ni siquiera sé como llegué a la superficie, no lo recuerdo bien, me pitaban los oídos y tenía la vista completamente nublada. Había notado como mi cuerpo se despegaba del mar, y cómo también ahora mi espalda reposaba sobre una superficie firme. Creía estar a punto de desfallecer, y lo más que podía ver, eran unos trazos negros, un tiburón que de vez en cuando se acercaba más a mí.

Una presión en mis labios, mis pulmones llenándose de aire por momentos, y el agua saliendo a borbotones de mi boca antes de terminar por perder la consciencia por completo, mientras unos orbes de tormenta se fijaban en mi rostro.

Ahora varios momentos, de manera fugaz, aparecieron ante mi visión.

"De no ser por mí te habrías muerto ahí flotando" decía su grave voz entre alguna que otra risa.

"Eres preciosa, Nami" antes de un beso en la playa.

"Eres mía, Nami, solo mía" sus manos acariciándome el cuello y colocándome ese colgante con la inicial de su nombre.

Notaba las mariposas en mi estómago. Pero ahora las imágenes parecían haber sido superpuestas por un filtro de oscuridad.

"¿Por qué no te tapas la cicatriz con un tatuaje? Es fea, no me gusta verla" ahora sus dedos apretaban mi costado, y lo sentía igual que cuando esa herida fue abierta mientras buceaba.

"Yo no quiero ser así contigo, eres tú la que me hace comportarme así" mi mejilla era la que molestaba en ese momento.

"¿No quieres hacerlo? Vaya... no importa, solo será un momento" Mi cadera era la que notaba la presión de las yemas de sus dedos, y mi pecho sentía lo mismo, le faltaba el aire al estar apretándome contra un colchón.

"No quiero conocer a tu hermano, no quiero que nadie se interponga entre nosotros, preciosa" ahora era mi corazón el que daba punzadas.

El filtro se volvió aún más oscuro, pero ya no eran ni su voz ni su rostro el que se aparecía ante mí. Era la espalda de mi hermano.

"¡Nami! ¿¡Acaso eres tonta!? ¡Debiste decírmelo mucho antes, vamos a la comisaría!" Yo gritaba, hacía por detenerle sobre la moto, pero no podía. Lo único que estaba haciendo era ponerle aún más nervioso.

"¡Me da igual lo que me digas!" Estaba perdiendo el control y aceleraba sin darse cuenta.

Y ya no se escuchó más que mi grito ahogado.

"¡Kaito! ¡Para! ¡El perro!"

Agarré el manillar de la moto, haciéndolo virar bruscamente y salir de la carretera hacia la enorme pendiente de la izquierda.

El filtro oscuro opacó la imagen por completo. Y ya no veía nada más que un punto de luz al final de la oscuridad.

Pero sí sentía y escuchaba cosas.

Unos jadeos que no salían de mi garganta, pero los notaba aprisionados en ella, de nuevo, pitidos ensordecedores, el llanto de un cachorro, mi cuerpo arrastrándose, clavándose alguna que otra rama.

Cuando por fin el punto de luz se agrandó, mi vista enfocó únicamente una cosa.

El semblante de mi hermano, sin el casco, su rubio cabello teñido de carmesí, y cómo ese reguero le discurría hacia el suelo por el rostro.

Intentaba gritar, pero no podía.

Y ya no estaba allí. Volvía a estar en mi habitación. Y seguía sin poder gritar.

Una figura me miraba a los pies de la cama, no la distinguía, era más oscura que la noche, y unas marcas blancas adornaban su cuello, como si esa zona resplandeciera, delimitando con nitidez una forma que conocía demasiado bien.

Se acercaba, y no podía moverme. Intentaba gritar, y la voz no me salía. Sudores fríos recorrían mi espalda, extendiéndose hacia cada centímetro de mi piel.

¿A quién intentaba llamar? A cualquiera, pero nadie podría escucharme, mi voz salía sin ningún sonido y solo podía ver a ese ente aproximarse hacia mí cada vez más. Pero no hacía nada, solo estaba ahí, mirándome.

Tenía miedo. Una sensación infundada que me devoraba por completo en un lapso que me pareció eterno.

—¡Ah! — mi cuerpo se incorporó en la cama de manera sobresaltada.

Tenía la espalda sudada, mi pecho se contraía y expandía frenéticamente, mis manos apretaban la sábana con fuerza y el aire entraba y salía de mi boca de manera discontinua.

Ryu estaba ladrando a mi lado, dando brincos de un lado a otro. Siempre lo hacía cuando me pasaban estas cosas, parecía notarlo e intentaba despertarme con sus ladridos, aunque rara vez lo había conseguido.

—No pasa nada Ryu...ya estoy bien. — Cuando recobré el aliento, acaricié su cabeza, haciendo que sus caídas orejas se movieran con el roce de mis manos. —Estoy aquí...

Me quedé mirándole por unos instantes, recordando al cachorro que acababa de ver en mi pesadilla.

—Sí que has crecido desde entonces... ¿eh?... —Sonreí, quitándome una lágrima que había empezado a surcar mi mejilla, la cual no dejé que pasase más allá de la mitad de esta.

Miré hacia la ventana de la habitación, cerciorándome en ese momento de que no tenía ni idea de cuánto tiempo me había quedado dormida, pero los tonos anaranjados ya iluminaban a través del cristal.

Habíamos quedado poco antes de las nueve para ir con tiempo al festival, estar allí un rato y después dirigirnos hacia la playa para beber allí. Y eran casi las siete y media de la tarde.

Genial, a correr, como siempre.

No iba a darme tiempo a arreglarme, me hubiera gustado peinarme bien, al igual que cuando quedé con Baji y Kazutora para ir a tomar algo, pero esta vez iba a ser imposible, aún tenía que sacar a Ryu, ducharme y escoger qué iba a ponerme, eso último era lo peor, nunca me decidía por nada.

No lo pensé mucho, me levanté de inmediato y le coloqué la correa a Ryu para sacarlo, aunque fuera a dar un par de vueltas por nuestra propia calle. Y él pareció entender que tenía prisa, pues se dio bastante prisa en hacer sus necesidades y, además, caminaba a mi lado, dando únicamente algún que otro tirón, pero nada comparado a cómo lo hacía cuando estaba alterado.

Fue un paseo corto, y en cuanto subí a mi piso, empecé a prepararme. Literalmente, saqué todo lo que tenía dentro del armario antes de ducharme, rebuscando entre todas las prendas algo que pudiera ponerme.

Aparté un vestido largo, que no me gustaba para nada, pero lo tenía de fondo de armario para este estilo de eventos. Era de un azul marino leve, con grandes flores blancas y naranjas estampadas a lo largo de toda la fresca tela, que se ataba a un costado para fijarlo a mi cuerpo.

Creía recordar que, por algún lado del desastre de los cajones del cuarto de baño, tenía una horquilla adornada con una flor blanca, y pensé que quizá le quedaría bien a ese vestido, así que, antes de meterme a la ducha, la busqué y la dejé encima de la prenda que reposaba en el colchón de mi cama.

La ducha fue rápida, pues antes de entrar miré al reloj y vi que faltaba apenas media hora para que vinieran a buscarme.

No me entretuve mucho en pintarme, solo me eché un poco de rímel y un poco de brillo de labios. Y tampoco lo hice con el pelo, decidí hacerme una trenza de espiga algo despeinada y dejar que esta cayese a un lado de mi cabeza, para poder colocar la horquilla en el lado opuesto de mi cabeza y que sujetase algunos mechones para que no se me fueran hacia la cara cada dos por tres.

Me coloqué el vestido y, aprendiendo la lección de la última vez que salí con ellos, esta vez opté por ponerme unas bambas blancas en los pies. Íbamos a estar caminando por un buen rato y creí que ese calzado sería más apropiado que unas sandalias, aunque no le pegasen del todo al conjunto, pero qué más daba, al final de cuentas, terminaría por quitármelas una vez fuéramos a la playa. Además, así mi herida estaría más protegida y evitaría que pudiera suceder otro incidente con cualquier cristal roto y mis pies.

Me quedé mirándome al espejo por unos instantes mientras me echaba algo de colonia.

—Bueno, al final no estoy tan mal ¿no Ryu? — dirigí mi vista hacia mi perro, que se la había pasado mirándome como iba de un lado para otro mientras me arreglaba, de vez en cuando me perseguía, intentando jugar conmigo, pero tenía que apartarle a cada rato o si no, no iba a hacer otra cosa más que entretenerme. Ladeó la cabeza con mi pregunta y sacudió la cola fuerte contra el suelo. —¿Eso es un sí?

Empecé a reírme y le acaricié la cabeza.

—Supongo que sí es un sí. Tú estás guapo siempre, aunque ya empiezas a oler ¿eh?... — me agaché y le miré de manera desafiante. —Mañana te toca baño...

Le cambió la expresión de golpe y se fue hacia una esquina del salón. Le encantaba la playa, el agua del mar y meterse dentro para jugar con las olas, pero, en cuanto le mencionaba la palabra baño era como si mi mascota hubiera visto un fantasma. A mí me hacía gracia, por que era igual de cabezota que yo, siempre le costaba demasiado estarse quieto mientras le enjabonaba, se ponía nervioso, y solo parecía calmarse cuando por fin encendía la manguera para quitarle todo el jabón y él se ponía a jugar con el agua que salía por la abertura de esa goma de plástico.

Miré hacia donde él se había colocado y sonreí de nuevo.

Supongo que mañana le haré tallarines después de bañarle, así se le pasa el susto.

Volví mi vista de nuevo hacia el cristal donde me reflejaba, mirándome ahora sí, por última vez.

Al final este vestido no me quedaba tan mal...

Se había hecho de noche mientras me había estado preparando, y faltaban cinco minutos para que diese la hora acordada, así que aproveché, ya que por suerte me había dado tiempo a todo, a envolver un pequeño detalle que le había preparado a Mikey por su cumpleaños, era una tontería en realidad, pues no sabía muy bien qué podría gustarle a parte de unos dulces, pero pensé que, una fotografía de las que nos habíamos tomado todos juntos en uno de esos días en los que Baji y Kazutora vinieron a buscarle estaría bien.

Le había colocado un pequeño marco que pinté con algunas olas y algún que otro pez por los bordes, con el detalle de que estos peces eran como esos taiyakis que vendían en Tokio en cualquier esquina. Estaba segura de que eso sí iba a hacerle gracia.

En la imagen estaban todos sonrientes, Mikey en medio, con los brazos abiertos a ambos lados, dejando a su derecha a Baji y Kazutora, los cuales se agarraban por los hombros haciendo el símbolo de la paz con las manos, y, del lado izquierdo, a Draken y a mí, con una postura más normal, pero igual de sonrientes. Me fijé que la mano del más alto, en el momento de tomar la fotografía, estaba posada en mi cintura, atrayéndome hacia el grupo para que todos cupiéramos bien, pues recordaba que, aquel día y en un primer momento, yo me había negado a salir en la foto, pero él insistió tanto que al final tuve que aceptar.

Si lo pensaba mucho, aun podía sentir el tacto de sus dedos acariciando esa parte de mi cuerpo mientras el temporizador de la cámara realizaba la cuenta regresiva.

Sonreí como una tonta hacia la fotografía, pero no me entretuve más. Sacudí un poco la cabeza, terminé de envolverla para dársela antes de que nos fuéramos hacia el festival y la guardé en el bolso de mimbre que llevaría.

Había bajado a la calle para esperarles, pero parecían estar tardando un poco. Ya eran casi las nueve y ahí no aparecía nadie, así que me coloqué mejor la tira del bolso antes de acercarme a la puerta del apartamento de Draken.

Justo cuando alcé la mano para dar un par de golpecitos, la puerta se abrió repentinamente, apareciendo Mikey ante mis ojos.

—Ya iba a llamaros. —le sonreí, fijándome que se había puesto una camisa veraniega con grandes flores estampadas, unas bermudas beige y unas chanclas que parecían bastante cómodas. Llevaba el mismo peinado que la noche en que lo conocí, con sus rubios cabellos recogidos en una moña en la parte alta de la cabeza, dos mechones que le caían al frente y el resto de esa media melena cayéndole hasta la altura de su nuca bajo ese recogido.

—Hola Nami, perdona por tardar, Ken-chin me estaba peinando.

—Pues para ser una persona que parece no peinarse nunca él mismo, le ha quedado bastante bien, todo hay que decirlo —bromeé y empecé a buscar en mi bolso aquello que le había preparado. —Toma, feliz cumpleaños adelantado, Mikey.

—¿Y esto? ¿Un regalo?

Asentí y él empezó a desenvolverlo rápidamente. Cuando giró el marco y vio la fotografía, su cara pareció iluminarse, acercándose a cada uno de nuestros rostros y riéndose mientras hacía algún que otro comentario.

—¡Baji está horrible! —decía entre risas. — Pero eso no es nada nuevo, menos mal que se quitó la melena de hombre-lobo que llevaba de joven. ¿Te ha enseñado Draken alguna de las fotos de cuando éramos pequeños? Todos eran demasiado diferentes y algunos estaban feísimos. Menos yo, claro, yo siempre he sido el más guapo de todos mis amigos.

Negué a su pregunta con un gesto de mi cabeza mientras sonreía viendo como estaba disfrutando del regalo. Ahora se había abalanzado a mi cuello y me abrazaba, diciéndome que le encantaba el marco que había pintado y, de la nada, plantó un beso en mi mejilla, uno demasiado fuerte, como de esos que te daban las señoras mayores.

—¿Qué hacéis? Se os escucha desde arriba — Giré mi vista y vi a Draken apoyado en el marco de la puerta sobre uno de sus brazos, con una ceja alza y mirando en nuestra dirección con un semblante serio.

—¡Quita! Voy a ir a guardar el regalo que Nami me ha dado por mi cumpleaños, no quiero que lo veas, es solo mío. — Mikey pasó por debajo de su brazo y subió las escaleras corriendo, Draken se giró para verle y yo me quedé mirándole a él disimuladamente.

Al igual que Mikey, él también llevaba unas bermudas del mismo color beige, pero en la parte superior de su cuerpo vestía una camiseta blanca lisa, cubierta por un haori que no le había visto nunca, uno azul marino estampado con una fina franja de rombos blanca. Era similar a todas esas otras prendas que ya le había visto, con la diferencia de que esas otras eran negras.

—Te queda bien el azul. —le dije cuando se giró hacia mí y pude ver que sus ojos me recorrían de arriba abajo en apenas un segundo, para luego quedarse fijos en la horquilla de mi pelo.

—¿Mikey te ha dado un beso? —había pasado totalmente de lo que acababa de decirle, pero noté un tono diferente en su voz.

—¿Eh? Ah, sí, es que le he dado un regalo por su cumpleaños, parece que le ha gustado.

—Ya te digo, no suele ser tan cariñoso con la gente. — Se rascó la nuca y volvió a girar su mirada hacia dentro. —Así que supongo que sí, le habrá gustado.

Volvía a mirarme, ahora con media sonrisa y como si quisiera decirme algo. Pero no lo hacía.

—¡Haciendo acto de presencia! ¡Aquí llegan los más guapos de todo Tokio! ¡Baji Keisuke y su amigo el pelo de fruta! —Una voz grave y con tono socarrón llamó nuestra atención, haciéndonos mirar hacia un lado.

—¡Baji! —gritó el que le acompañaba dándole un fuerte golpetazo en el brazo para luego mirar hacia nosotros. —Ya estamos aquí, perdón si os hemos hecho esperar.

Vi que los dos me miraban al igual que Draken, como si estuvieran analizando mi conjunto. Y eso me ponía nerviosa.

—¿Voy mal?

—Nami, voy a callarme por respeto. — dijo el de ojos color café, y escuché un chasquido de lengua que provenía de mi lado. —Estás preciosa. Venga, vámonos, menos mal que vas con cuatro chicos a los lados, si no, se te tirarían encima como hienas hambrientas.

—No seas tonto Baji. —le dije entre risas mientras Draken parecía volver a mirar hacia arriba, le escuché murmurar algo inentendible, pero imaginaba que estaría preguntándose por el qué estaría haciendo Mikey ahí arriba.

—¿Y nosotros? ¿Qué tal vamos? ¿Te gusta?

Baji tomó su camisa entre los dedos y dio un giro rápido sobre sí mismo. Kazutora, en cambio, permaneció mirándole con expresión de asco. Ambos iban vestidos de manera similar a Mikey, con camisas de tela fina y estampadas con diseños veraniegos.

—Vais genial. Los dos. — Baji se enalteció e hizo un gesto burlón, mientras que Kazutora pareció enrojecer por momentos antes de volver a darle otro golpe a Baji, diciéndole que ya se dejase de hacer el tonto.

Si es que... de donde no hay no se puede sacar... — murmuró Draken a mi lado, pude escucharle aún entre las risas de los demás y la mía propia, al igual que los pasos de Mikey, que ahora bajaba las escaleras como si le estuvieran persiguiendo.

—¡Bien! Pues ya estamos todos. —Mikey, que acababa de volver de esconder su regalo, salió corriendo del edificio de mi vecino. —¡En marcha!

Fue corriendo para caminar con los otros dos unos pasos por delante y yo esperé a que Draken terminase de cerrar la puerta de su casa.

Cuando terminó, se colocó a mi lado y pasó un brazo por mi hombro, mientras que, con la otra mano se encendía un cigarrillo.

—Venga, vamos, o nos dejan atrás seguro. —No aparté su brazo. No me sentía incómoda, solo estaba confusa del porqué de ese acercamiento repentino. —Y...por cierto, a ti también te queda bien el azul, pero es normal teniendo en cuenta que eres un pez. — Apretó sus dedos en mi hombro y empezó a reírse en voz baja.

—¡Draken! —me aparté de golpe y, entre risas, empecé a darle con el bolso mientras continuábamos caminando detrás de los demás.

Pude darme cuenta de que, mientras seguíamos hacia delante desde detrás de ellos, charlando ya más tranquilamente, la mirada de Mikey nos observaba de vez en cuando por encima de su hombro, pero tenía media sonrisa en su rostro. Estaba segura de que él estaba contento de poder celebrar su cumpleaños aquí, en una isla casi paradisíaca y, lo más importante, con sus amigos. 

Habíamos estado un buen rato por el festival, jugando en la multitud de puestos que había allí montados, y, en casi todos, la escena había sido la misma.

A Mikey se le antojaba alguno de los premios, y Draken intentaba conseguírselo mientras que Baji y Kazutora simplemente se picaban entre ellos a ver quién era el mejor de los dos en todas y cada una de las carpas. Daba igual que fuera esa en la que había que pescar patitos de goma, o los tiritos, o incluso en las que había que atrapar peces con un circulito de papel que se rompía a la mínima que el pez daba un saltito encima.

Hasta bromeaban diciendo que sacarían todos los peces de ese estanque para soltarlos en el mar y que pudieran nadar en libertad. Esto lo decían a raíz de una conversación que tuve con ellos por teléfono unos días después de que me dijeran que habían ido al acuario del norte de la isla. Pero seguían siendo unos impulsivos, tuve que convencerles en ese momento de dejar a los peces del puesto tranquilos, porque en el mar no iban a poder soltarlos o se morirían en cuestión de minutos, eran carpitas naranjas, y ellas, en el océano, como que no pintaban mucho.

Desde luego que me lo estaba pasando bien, hasta yo probé suerte en alguna de las casetas de tiritos, sin ningún éxito, por supuesto, el tener puntería no era uno de mis fuertes. Sin embargo, a Draken sí parecía dársele bien, y siempre se colocaba a mi lado con otra escopetita cuando yo intentaba apuntar.

Quizá también fallaba porque, cuando intentaba enfocar mi vista hacia el frente, mis ojos viraban involuntariamente para ver su perfil de reojo, todo concentrado, e incluso sacando la punta de la lengua como si eso le hiciera apuntar mejor.

En cierto momento, nos separamos para ir a comprar las cosas antes de ir a la playa a celebrar con el resto del pueblo el final del festival. Mikey y Draken se fueron por un lado a comprar las bebidas mientras que Baji, Tora y yo nos encargaríamos de buscar algo para que el cumpleañero pudiera soplar las velas, que era lo único que parecían haber comprado esos dos antes de venir al festival, y ahora solo necesitábamos algo donde plantarlas.

—¿Y si compramos yakisoba y se lo ponemos encima? —Baji le daba mordiscos a un poco de calamar ahumado mientras miraba hacia todos lados en busca de nuestro objetivo.

—¿Aún tienes más hambre? ¿Cuántos de esos te has comido ya? Además, al que le gusta el Yakisoba es a ti, ya sabes que Mikey prefiere atiborrarse de comida basura.

—¿Y si llevamos un trozo de eso? —señalé hacia un puesto que había algo más alejado. Reconocí el nombre que había en el toldo de la carpa, pues pertenecía a una de las pastelerías más famosas del pueblo en la que todo el mundo encargaba los pasteles de cumpleaños. Recordaba que Kaito a veces me compraba un trozo de pastel de frutas en este festival, era el único tipo de tarta que medianamente me gustaba. Y él siempre insistía en que tenía que ser tarta, que no valía con otra cosa.

Con ese recuerdo me entristecí por unos momentos. Pero no quería deprimirme, así que pasé ese dato que me carcomía por alto y vi que aquellos dos ya se habían acercado hacia el tenderete y ahora estaban comprando un pastel pequeño de chocolate.

—Listo. — Baji comprobaba su teléfono. —Mikey y Draken ya están en la playa. Vamos con ellos antes de que empiecen a beber sin nosotros.

Esa playa no quedaba muy lejos, así que no tardamos mucho en llegar.

Como todos los años, estaba a rebosar de personas, todas ataviadas en diferentes estilos de ropa y cargando bolsas con lo que supuse sería la bebida y algo de picar para los momentos previos a que la música ya no les dejase hablar entre ellos con normalidad.

—¡Aquí! — Draken alzó uno de sus brazos llamando nuestra atención, se habían colocado en una zona donde las personas que había alrededor parecían ser de más o menos nuestra edad.

Nos aproximamos y dejamos sobre la arena la bolsita con el pastel bien cerrada, de manera que no fuera posible que ningún granito le entrara.

Aproveché ese momento para quitarme las zapatillas y dejarlas a un lado de todas las bolsas, y los demás parecieron imitar mi acción antes de que todos nos sentáramos en círculo y abrieran algunas bolsas de patatas fritas mientras que Kazutora empezaba a servir las bebidas para todos.

Draken se había sentado a mi izquierda y Mikey a mi derecha, siguiendo en esta misma dirección, le continuaba Baji y Kazutora cerrando el círculo de esa manera. Estos tres últimos habían empezado a charlar sobre los puestos en los que habían estado jugando y peleándose por ver quién era el que había conseguido más victorias en ellos. Draken y yo nos limitábamos a mirarlos y a reírnos por lo bajo viendo como ellos se alzaban la voz sin ningún sentido y hacían movimientos de manos demasiados exagerados a veces.

Oye...— le susurré inclinando un poco mi cuerpo hacia él. —¿Inupi te ha dicho algo? ¿No se suponía que vendría a la playa?

Le dio un sorbo a su vaso, con sus ojos puestos en los hielos que se removían en su interior. Vi como ese trago le pasaba por la garganta, haciendo que su nuez se moviera en un movimiento brusco, como si al líquido le hubiera costado pasar por su garganta.

—No va a venir. — Le miré algo confusa. —Dice que ha tenido un mal día, y que no quería aguarnos la fiesta con sus problemas, ha preferido quedarse en su apartamento.

—Vaya...—Vi que me estaba mirando de reojo, como si esperase mi reacción a aquellas palabras. —Bueno, imagino que tendrá sus motivos...no importa, solo espero que esos problemas que parece tener últimamente se arreglen pronto...

Extrañamente, no sentí nada negativo al hecho de que el rubio no fuera a aparecer. Era raro. Tenía la impresión de que en ese momento debería haberme entristecido en cierto modo, pero no lo hice.

Me quedé callada por unos momentos mirando hacia mi copa.

—No te preocupes, es solo una noche más para nosotros en la isla, pero para ellos es de las últimas, ya tendremos tiempo de salir los tres ¿no? — Le dije con una sonrisa al tatuado, que aún seguía con esa mirada puesta en mí.

—Claro... solo es una noche más. —Suspiró y agarró una de las botellas para rellenarse la bebida. Tras eso, pude ver como se tocaba uno de los bolsillos, como intentando colocar algo que tenía dentro para que no se le cayese a la arena.

El tiempo pareció volar de nuevo, ya casi era medianoche, y, curiosamente, Mikey había desaparecido de nuestra vista en una de esas que dijo que iba a buscar algún sitio donde poder ir al baño.

—¿Dónde coño se ha metido ahora? —Draken parecía buscarle por encima de las cabezas de la gente. —Baji, Tora, id preparando el pastel y esas cosas, voy a ir a buscarle.

Giró su vista hacia mí.

—¿Me acompañas? Estos dos vuelven a estar borrachos y no quiero que se les vuelva a escapar ningún cristal cerca de tus pies. — bromeó.

—Claro, mejor ser precavidos. — sonreí y empecé a caminar con él entre el gentío.

Había demasiada gente, y, a diferencia de Draken, a mí casi todos me sobrepasaban en altura. Lo bueno de que él fuera mucho más alto, era que, a pesar de yo ir unos pasos por detrás, era difícil que lo perdiese de vista, y, si lo hacía, solo tenía que buscar su tatuaje del dragón entre el resto de las cabezas.

Sin embargo, él no pareció pensar lo mismo de mí.

—Dame la mano. Que al final tú también te vas a perder. —No me dejó decirle nada, simplemente alargó el brazo hacia atrás y tomó mi mano con una de las suyas antes de seguir caminando por la arena. Apretaba sus dedos y su pulgar de vez en cuando se movía sobre mis nudillos con suavidad.

—¿Lo ves por algún lado? —pregunté intentando alejar la atención que mi mente había puesto en su mano tomando la mía.

—Qué va.

Continuamos andando por un rato más entre la gente. Hasta que pasamos al lado de un grupo de chicos que parecían estar gritando y pidiendo que ya empezase la música.

—Vaya...qué casualidad. — Un escalofrío recorrió mi nuca. Giré mi vista, parándome en seco y soltando el agarre de Draken al instante que vi su alta figura aproximarse, con esos andares de superioridad que siempre había tenido.

—Hola Kanaye. — musité de manera seria hacia los grisáceos ojos que se habían agachado hacia mi rostro, haciéndome retroceder un par de pasos.

—¿Qué haces aquí? ¿Ese que va para allá no es el del otro día que estaba con aquel rubio? — había empezado a hacerme preguntas en el tono de siempre, con una sonrisa en el colorado rostro que supuse tenía así a causa del alcohol. — ¿Es tu nuevo novio?

—No... no es eso Kanaye, ya déjame, sabes que no puedes acercarte así... estoy con unos amigos.

Se acercó aún más y tomó mi mentón entre sus dedos, recorriéndome con la mirada y su cabeza ladeada. Draken parecía haberme perdido por unos instantes, pues al soltarle, él había continuado hacia delante.

—¿Amigos? — miré hacia mi izquierda, en dirección hacia donde podía ver a Baji y Kazutora dando saltos alrededor de donde teníamos las bolsas. — ¿Esos dos?

Giró su cabeza en la misma dirección, dejándome ver de nuevo la silueta de ese tiburón y haciendo que empezase a ponerme nerviosa de nuevo.

—Yo conozco a esos dos... el otro día estuvieron pescando en mi barco... —Volvió a sonreírme de esa diabólica manera. —Hice buenas migas con ellos, quizá luego pueda unirme a vuestra fiesta y estar contigo un rato ¿no? Al final de cuentas, hoy es un día especial para ti. No me he olvidado de eso, Nami.

Sus dedos jugaban con algunos mechones de mi cabello, colocándolos detrás de mi oreja. Mi corazón bombeaba sangre demasiado fuerte. Podía notar cada latido presionando mi pecho desde mis entrañas, y, con su respiración chocándome en el rostro, con esa mezcla de olores del alcohol y el tabaco, mezclado con el olor de su perfume, a mi mente empezaron a venir recuerdos traídos directamente gracias al sentido de mi olfato.

—Apártate, por favor. Estás borracho. — posé mis manos sobre su pecho e hice por apartarme, momento en que noté otro brazo pasarme por la cadera.

—¿Otra vez tú? —Esta vez, el escalofrío se produjo por otra voz grave, pero que sonaba desde mi lado. — ¿No te bastó con lo del bar?

Kanaye se quedó mirando a Draken, con mirada desafiante y como si estuviera a punto de estallar de rabia, tal como recordaba que lo hacía en el pasado.

—Te advierto que yo no soy como mi amigo. Y no me apetecen problemas esta noche, así que déjala tranquila, ¿estamos?

Para mi sorpresa, el del cuello tatuado sacó un cigarrillo, posándolo sobre sus labios y alzando las manos mientras sus labios se curvaban en una sonrisa.

—Ningún problema. Vosotros a lo vuestro, y yo a lo mío.

—Eso quería oír, vámonos Nami. — Draken volvió a tomar mi mano y comenzó a caminar alejándonos del lado de Kanaye.

Sin embargo, mi rostro no pudo evitar dirigir una última mirada hacia él por encima de mi hombro cuando le escuché gritar.

—¡Nami! — Seguía mirándome, dándole una calada al cigarro y con los ojos entrecerrados, pero ahora alzando un brazo como si se estuviera despidiendo. —¡Feliz cumpleaños!

Draken se paró en seco y se giró hacia mí. Yo no pude hacer otra cosa que pasar saliva por mi garganta esperando sus palabras.

—¿Es tu cumpleaños?

—Bueno, — desvié mi mirada hacia un lado y me llevé la mano que él no me agarraba a la nuca. — Técnicamente es mañana.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Tenía el ceño fruncido.

—¿Puedo contártelo en otro momento? —Escuché una risa que se me hizo conocida a unos cuantos metros a la derecha, era Mikey, estaba hablando con una chica morena de cabello oscuro y rizado de manera bastante alegre. —Mira, Mikey está ahí.

—Ya lo sé, acabo de verlo. —Pero no se movía del sitio. Su mano apretó la mía una vez más y continuaba mirándome de esa extraña manera.

—Draken, por favor...después te lo cuento si quieres...vamos a buscar a Mikey y que él sople las velas ¿sí? — dije con pesadez y esbozando una sonrisa, intentando de esa manera paliar un poco los nervios que habían surgido en mi interior por el encuentro con Kanaye.

—Está bien. — Respondió de manera demasiado seca. 

¿Por qué no había dicho nada? Era toda una caja de sorpresas, y eso me inquietaba, porque me hacía pensar que escondía algo que no quería contarle a nadie, algo que parecía atormentarla hasta el punto de cerrarse en ella misma, incluso el de ni haber dicho que su cumpleaños coincidía con el de mi amigo.

¿Quizá era por que no quería celebrarlo con nosotros? No, no tenía esa pinta. Pues su mirada parecía haberse perdido cuando ese chico, al que cada vez me daban más ganas de partirle las piernas, la había felicitado.

Mikey parecía haber estado ligando con esa chica todo el rato que habíamos estado buscándole, y ahora tuve casi que arrastrarle de vuelta con los demás para que pudiera soplar las velas.

La música había empezado a sonar hacía un rato, y ahora lo único que se escuchaba entre todo el ruido de los altavoces que habían colocado en lo alto de una de las carpas eran las voces de la gente llamándose unas a otras o cantando alguna que otra canción de las que iban sonando.

Había también muchísimas personas que se habían puesto a bailar en medio del gentío, y tenía claro que Baji y Kazutora no tardarían mucho en unirse a toda esa fiesta, pero sabían también que antes teníamos que darle su momento a Mikey.

Nami había estado callada todo el rato, y tampoco quería que estuviera de esa manera, por lo que nada más llegar con los demás, la aparté un momento para hablar con ella e intentar que se despejase. Ella asentía y parecía fingir que todo estaba bien, o al menos, así lo entendí antes de volver a pasarle el brazo por encima y volver con los demás.

Baji estaba mirando la hora en su teléfono, y le hizo una seña a Kazutora con la mirada. Quedaba apenas un minuto para medianoche.

El de mechas comenzó a sacar el pastel que habían comprado y a colocarle las velas con todo el cuidado que una persona que iba medio borracha podía tener. Podía ver a Mikey, que tampoco es que fuera muy sobrio, relamerse la comisura de los labios. De seguro estaba deseando hincarle el diente al dulce, por lo que no tardamos mucho en cantarle el cumpleaños feliz entre todos y dejar que él soplase las velas con fuerza.

Sin embargo, mis ojos no habían parado de mirarla a ella. A pesar de que sonreía viendo como Mikey empezaba a llevarse trozos de ese pastel a la boca, podía notar la melancolía que su mirada desprendía.

—Oye Draken, voy a ir a comprar hielos a la carpa ¿vale? Se acaban de terminar. —Me miraba con el rostro colorado a causa del alcohol y de haber estado riéndose con Baji hasta casi llorar por sus tonterías. —No tardo nada, ahora vuelvo.

Se alejó sin que me diera tiempo a detenerla, pero podía verla desde lejos, pues el tenderete al que se dirigía no distaba mucho de donde nos habíamos ubicado.

—¡Nooo! Namiiii, no te vayas sin míiiiii.... — la voz de Baji sonó a mis espaldas, parecía estar imitándome. Me giré de golpe y lo vi doblado sobre sí mismo con Kazutora en frente, del mismo modo y casi ahogándose en risas.

—¿Qué coño hacéis? — definitivamente, estaban más borrachos que nunca. Alcé una ceja y me quedé mirando su numerito.

Kazutora inspiró y se puso recto, como si fuera a recitar un discurso.

—Nami, si las olas del mar chocan con las olas del río, ¿por qué tu culo no lo hace con los huevos míos?, atentamente: Draken.

Baji y él volvieron a estallar en unas risas ahogadas y empezaron a toser, Mikey estaba hablando de nuevo con esa chica que se había acercado a nosotros y no parecía estar enterándose de nada de lo que esos dos imbéciles estaban haciendo.

Agarré a Kazutora con mi brazo y le empecé a hacer presión.

—Vosotros queréis que os mate aquí mismo, ¿verdad? —les dije claramente a ambos, pero no hacían más que reírse mientras intentaban articular una disculpa con sus palabras.

Solté a Tora y ambos siguieron a lo suyo, yéndose a dar una vuelta entre la gente que bailaba.

Mikey vio que me quedé solo y le dijo algo a esa chica, para después acercarse a donde yo estaba sentado, aun estaba mirando a Nami desde el lejos y encendí un cigarro. No pude evitar reírme de lo que había dicho Kazutora, ahora, que ya no podía verme.

—Draken. — el rubio se sentó a mi lado.

—¿Qué? — le miré de manera pícara. — Imagino que hoy no duermes en mi piso ¿no?

—Bingo — me guiñó un ojo sonriendo, pero volvió a ponerse serio al instante. — Aunque eso no era lo que venía a decirte.

—¿Entonces qué?

—Vete con Nami. ¿No te das cuenta de que te gusta? — lo soltó sin más. Mi vista seguía puesta en ella, apoyada en la barra de ese tenderete, sonriéndole al encargado mientras esperaba que le diera una bolsa con los hielos que había ido a comprar.

Suspiré y le di otra calada al cigarro, más profunda esta vez.

—Claro que lo sé, imbécil.

—Y... ¿Por qué no me has contado nada hasta ahora? — su mirada era amable, a pesar de estar igual de rojo que los otros dos a causa del alcohol. —Sabes que puedes contármelo todo.

—¿Te recuerdo que cuando te dije lo de Emma fuiste como un loco a contárselo? — giré mi vista hacia él, sonriéndole burlonamente.

—Tienes razón. Soy un celestino. Pero no pienses en ella, todo lo de mi hermana ya quedó atrás ¿no?

—Ya sabes que sí, fue hace mucho tiempo ya, Mikey. Eso lo sabes de sobra.

—Pues por eso, aprende de lo de Emma y... —Nami había empezado a acercarse con la bolsa de hielo en sus manos, parecía quemarle del frío, pues no paraba de pasársela de una mano a otra mientras me parecía verla refunfuñar. Me hizo gracia y sonreí instintivamente. —Qué asco me das, no la jodas con ella, anda. Yo me voy a pasarlo bien. Ahí te quedas.

Se levantó y me dio un tirón de la coleta que llevaba hecha antes de alejarse de nuevo para agarrar a la morena con la que seguramente pasaría la noche y alejarse entre el gentío.

—¿Y los demás? —Nami acababa de llegar, tirando la bolsa de hielo a la arena. —¿Se han ido?

—No...están por ahí, no te preocupes por ellos.

Me levanté y encendí otro cigarrillo.

— Vámonos, anda.

— Pero ¿y ellos?

Me quedé mirándola, estaba buscándolos con la mirada. Me acerqué un poco más y posé mi mano en su espalda.

—Ellos pueden seguir la fiesta solos, no te preocupes, vámonos.

—Bueno... ¿seguro que quieres irte? — alzó su mirada hacia mi rostro, abriendo los ojos demasiado y haciendo que mi interior comenzase a acelerarse.

—Sí, seguro.

Recomendación de canción: A Starry Night in Apollo Bay - RINI

Habíamos caminado casi en silencio hasta nuestra playa, donde no había absolutamente nadie, pero eso era normal en aquella zona. Era como si ese lugar, por las noches, solo nos perteneciese a nosotros dos.

Nos sentamos en la fría arena, ninguno de los dos parecía tener aun ganas de irse a casa. Una leve brisa empezó a mover algunos de los mechones de su cabello. Ella tenía la cabeza gacha, mientras jugaba con sus manos en la arena haciendo una pequeña montaña delante de su cuerpo. Parecía estar dándole vueltas a algo.

—Oye Draken... — musitó en un hilo de voz. — ¿Puedo preguntarte algo?

—Claro.

Inspiró profundamente antes de hablar.

—¿Quién es la hermana de Mikey? — Giró su vista hacia mí, aún tenía las mejillas rosadas y quizá le bailaban un poco las sílabas, pero no parecía estar tan bebida como para no saber de lo que estaba hablando.

—¿Cómo sabes tú de Emma?

—Así que así se llama... —sacudió su cabeza. —Es un nombre bonito. Raro, pero bonito. Bueno, el caso es que cuando fui a comer con Mikey, me la mencionó, y también me preguntó si tú no me habías hablado de ella...que yo recuerde no lo has hecho nunca ¿verdad?

—No, no lo he hecho. — Saqué de nuevo el paquete de tabaco e, instantáneamente, ella se puso a rebuscar en el bolso. Sabía perfectamente qué era lo que iba a sacar de ahí y no pude evitar sonreír mientras ella colocaba otro día más ese cenicero de plástico frente a nosotros.

—La ceniza al cenicero, por favor.

—Ya lo sé, tonta. — Suspiré y me acomodé un poco. Ella me miraba atenta, esperando mi respuesta. — Verás... tampoco es la gran cosa. Era mi prometida.

—¿Cómo? ¿Ibas a casarte? ¿Tú?

—Sí, yo, iba a casarme.

Volvió a agachar su cabeza, la sonrisa se le borró de repente.

—¿Y qué pasó?

—Pues lo que le pasa a la mayoría de las parejas que llevan toda la vida juntos. — Le di una profunda calada al cigarro. —Que llega un momento en que todo se vuelve mundano, como si se hubiera perdido lo que se sentía al principio y ya nada te hiciera ilusión... ¿sabes lo que te digo?

No contestó. Solo me miraba, por lo que decidí continuar.

—El caso es que empezamos a planearlo todo, pero ninguno de los dos teníamos ilusión por la boda, ni por nada...Nah...— empecé a sentir una presión en el pecho. Llevaba tiempo intentando autoconvencerme de que todo lo que había pasado con Emma era culpa de los dos, pero en el fondo, muy en el fondo, sabía que todo había sido por mi culpa. —La verdad es que, al estar juntos desde adolescentes, llegó un punto en el que dejé de preocuparme por la relación, ella estaba siempre ahí, era como si no se fuera a ir nunca, y poco a poco parecía como si ambos hubiéramos perdido el interés el uno por el otro. Recuerdo una época en la que ella estuvo demasiado atenta conmigo, pero yo me seguía comportando igual... no mostraba nada, ni le decía nada que volviera a avivar lo nuestro...

No me estaba costando nada contarle todo aquello, me sentía bien en cierto modo, pues ni con Mikey había mantenido esta conversación.

—Total, que ocurrió lo típico, conoció a otro chico, le llenó de la ilusión que yo ya no sabía como darle. Y todo se canceló. Ese es el resumen de lo que pasó con la única novia que he tenido en mi vida.

Giró su vista de nuevo hacia la arena.

—¿Aún te duele? Me refiero, cuando piensas en ella. — su voz sonó temerosa en cierta manera, pero no entendí el porqué.

—No es tanto que me duela. Es obvio que no es como si vaya a desaparecer de mi mente, así como así, han sido demasiados años juntos. Pero bah... —me recosté en la arena, era como si me hubiera quitado un peso de encima. —¿Te acuerdas del día que fuimos a la colina y te tiraste como una puta loca por la pendiente?

Le di un par de toquecitos en el costado para que quitara esa expresión seria y le hiciera cosquillas. Ella se dobló y dejó salir una pequeña risa antes de apartar mis dedos de un manotazo. Me quedé sonriendo mientras ahora sus ojos se posaban en los míos, pero volví a fijar la vista al cielo.

—Vaya susto me diste aquel día...— continué. —En fin, aquel día recibí un mensaje de Emma, de vez en cuando me los manda, y no me gusta que lo haga. No terminamos de mala manera, pero aun así...no sé, le dije que prefería no mantener contacto precisamente por que no me apetecía saber de su nueva vida con el que ahora es su prometido. El mensaje de aquel día era para invitarme a su boda. Es irónico ¿no? Qué mierda pinto yo allí...

—Igual tú sigues siendo importante para ella y quiere que estés allí... no sé Draken, seguro que ella piensa igual que tú y está hecha un lío. A pesar de que todo haya terminado entre vosotros, es normal que si habéis estado tanto tiempo juntos sea difícil el dejar de veros o hablaros...

—Sí... supongo que es eso. Pero ya te digo, todo eso queda ya para el recuerdo, fue hace años, y también fue uno de los motivos para venirme aquí a Okinawa, quería desaparecer de Tokio para estar alejado de una vez por todas de todo eso... — la miré fijamente. —Y creo que es lo mejor que pude haber hecho, Nami, de verdad.

—Me alegra que te haya ayudado el venirte aquí... aunque ahora tenga que ser yo la que te soporte diariamente... — bromeó y se tumbó a mi lado, bocabajo y manteniendo la parte superior de su cuerpo elevada gracias al apoyo que hacia con sus codos y antebrazos en la arena.

No le dije nada, solo me giré quedando sobre mi costado y posé mi mano en su espalda, intentando quitarle algunos granos de arena que tenía ahí, pero, cuando terminé de quitárselos, la dejé ahí.

—¿Y tú qué? ¿Qué pasa con eso de tu cumpleaños que no querías decir nada?

—Mhm...— juntó sus manos delante de su boca y habló con la mirada fija en la arena, con la cual empezó de nuevo a jugar entre sus dedos. — Lo de mi hermano ocurrió en esta fecha. Justo en esta noche. Por eso no me gusta celebrarlo.

Me quedé helado. No me esperaba esa respuesta, para nada. Mis dedos apretaron su espalda sin quererlo.

—Y ese chico...Kanaye, ese es mi ex, ya te dije. Bueno, aquella noche discutí con él, justo en este festival. Y Kaito se enfadó...agarró la moto para sacarme de allí...Ryu se nos cruzó...

—Espera, espera. — No estaba entendiendo nada, se acababa de poner nerviosa y estaba hablando sin ningún sentido, las manos le estaban temblando, así que me incorporé sentándome en la arena y haciendo que ella hiciese lo mismo. —¿Cómo que Ryu se os cruzó?

—Sí...Ryu se nos cruzó en la carretera, bueno, ahí todavía no tenía nombre, pero apareció de la nada, y yo agarré el manillar de la moto... — estaba intentando esconder la cara, pero no le dejé hacerlo, quería verla. Tenía los ojos llorosos. — Yo hice que nos accidentáramos, Draken. Casi mato a mi hermano, y lo peor es que ni Ryu tuvo la culpa... yo no quería que Kaito me sacase de allí...

No parecía ella. De nuevo volvía a ser esa chica a la que acababa de sacar del bar donde un tipo la había estado molestando. Pero esta vez era diferente, era como si la culpa la estuviese consumiendo por algo que, a mi parecer, no tenía motivo de ser. Había sido un accidente.

—Nami, eso no es tu culpa.

—No, Draken...no lo sabes... —ahora reía de manera nerviosa. —No lo sabes, pero al menos ya te he contado lo me pasa con mi cumpleaños ¿no?

—Supongo que sí...

—Bien... ¿podemos cambiar de tema?

Siempre lo evitaba. Volvía a querer cambiar de tema de repente. Pero lo respetaba, no quería forzarla a contarme nada que no quisiera ni cuando ella lo deseara. No quería hacerla sentir incómoda. Y, sobre todo, no quería verla con esa expresión que había puesto hacía unos segundos.

Se frotó los ojos y miró al cielo, hoy la luna estaba casi completamente llena, y el reflejo de los rayos del sol en ella iluminaban la playa, ambientando todo con un haz blanco que otorgaba cierta paz.

—Hoy está bonita.

Nami había dicho aquello con suavidad y, sin embargo, sus palabras se sintieron como una sacudida de las olas en mi pecho.

—Sí, si lo está. — metí la mano en mi bolsillo y saqué eso que había conseguido antes en el festival, pero que no sabía ni siquiera el porqué no se lo había dado antes, sin embargo, ahora parecía que tendría más sentido. —Toma anda, feliz cumpleaños.

Le tiré aquel diminuto peluche hacia las manos, era uno de esos animales que tanto le gustaban.

La expresión volvió a cambiarle. De verdad que yo no llegaba a comprender como una persona podía alterar sus emociones tan fugazmente, pero ella parecía ser experta en eso.

—¿¡Y esto!? ¡Es precioso Draken! — Lo estaba apretando con sus dedos delante de su rostro como si fuera una niña pequeña. — Ahora solo tengo que buscarle un nombre.

—¿Un nombre? — Sin embargo, la cara que ahora tenía me hizo reír de nuevo a mí también. — ¿De verdad que le pones nombre a absolutamente todo?

—Obviamente. Cállate, que tu moto también tiene nombre.

—Es el...

—Ya, no me digas otra vez que es el modelo de la moto, porque te tiro al agua como vuelvas a decirme lo mismo, para ti tu moto es Zephyr, y no es por que ese sea el modelo.

Rodé los ojos sonriendo. —Está bien, tú ganas. — miré al peluche. —¿Te gusta entonces?

—Claro que sí...Gracias, no me lo esperaba.

—Nah... lo he ganado hace un rato en los tiritos, y tampoco es la gran cosa, pero me ha venido de perlas ahora.

Sonrió y encogió sus rodillas sobre el pecho, colocando el peluche encima de ellas y mirando ahora hacia la orilla de aquella playa.

—¿Qué dices Draki? — Acercó su cara hacia el juguete. —¿Quieres bañarte? Nah...tú te perderías, pero yo sí que voy a ir.

Me miró de reojo.

¿Cómo ha llamado al peluche ese?

Quizá con otra persona, me hubiera parecido una tontería, y hasta una idiotez, pero ahora mismo y tras haberla visto casi llorando hacia unos momentos, que bromease de esa manera me reconfortó por dentro. Suspiré y me tallé los ojos, empezaba a tener algo de sueño.

Pero se me quitó de repente cuando los abrí y vi que ya no estaba a mi lado y que había dejado el muñeco encima de una tela azul marino perfectamente doblada, junto con la horquilla blanca que había llevado en el pelo durante toda la noche. Giré mi vista hacia la orilla. Y la vi.

Estaba en ropa interior, acercándose cada vez más hacia el agua.

—¿Qué haces desnudándote? ¿Vas a bañarte así?

—¿Qué pasa? Esto es como un bikini, además, no creí que te importase, me dijiste que al haberte criado con tías medio desnudas ya estas cosas no te llamaban la atención ¿no? — se había girado y casi que me gritaba mientras corría hacia el agua.

Nunca la había visto en bikini. Esta era la primera vez que la veía sin esa ropa holgada que siempre llevaba. Y mis ojos no podían apartarse de ahí.

Tenía un tatuaje en el costado izquierdo, cuya existencia era desconocida para mí, pero no podía verlo debido a la distancia a la que estábamos. Intenté enfocarla un poco mejor, recorriendo cada parte de su cuerpo con mis ojos.

Aquella noche le había dicho aquello, y era una verdad como un templo, pero el hecho de que ahora mismo no pudiera dejar de pensar en mis manos acariciándole ese tatuaje solo me demostró lo confundido que estaba. O quizá no tanto. Ella sí llamaba mi atención, por que me gustaba, ya era una tontería negarlo.

—¿Vas a quedarte ahí o qué? El agua por la noche está buenísima, ven a bañarte y cambia esa cara un poco, anda.

Sonreí y no lo pensé mucho más, me quité el haori, la camiseta y las zapatillas y fui casi corriendo hacia ella.

Cuando llegué a su lado me quedé observando su perfil, ahora iluminado por la clara luz de la luna. Aunque desapareció casi al instante que su rostro se giró hacia mí, me miró de arriba abajo, sonrió y se tiró de lleno al agua para empezar a nadar hacia el fondo.

Tenía que seguirla, no podía hacer otra cosa, más que dejar que su oleaje me llevase a donde ella quisiera. Así que, inspiré profundamente, y me lancé al agua para alcanzarla. 

Recomendación de canción: Telepatía (Violín) – Joel Sunny (Buscad esta versión, en bucle hasta final)

El agua estaba en calma, al igual que nosotros.

Habíamos estado un rato en silencio, escuchando únicamente el sonido del agua que nos circundaba. Y, en ningún momento, mis ojos pudieron despegarse de ella, aunque lo hicieran de reojo y sin que ella lo notase. La veía sonreír levemente, mirando hacia el horizonte, como si no pensara en nada en esos momentos, mientras que por mi cabeza pasaba una única pregunta. Pero no sabía cómo abordarla.

—¿Qué piensas? — rompí el silencio.

—En nada...solo en lo bien que se está aquí.

Me acerqué un poco más, tenía todo el cuerpo sumergido en el agua y solo mi cabeza asomaba, mis pies se enterraban en la arena del fondo, pero ella parecía no estar haciendo pie, y me estaba poniendo nervioso ver como pataleaba bajo el agua y su cuerpo bajaba y subía sin cesar.

No se me ocurrió otra cosa que colocarme detrás de ella y hundirla apoyando mis manos en sus hombros mientras me reía. Al poco, ella asomó de nuevo desde debajo del agua, ahora girada hacia mí.

—¿Qué haces? ¿No estás viendo que no hago pie aquí? — tosió un poco de agua, pero no dijo aquello de mala manera, se estaba riendo.

La agarré de la cintura e hice que me rodease el cuerpo con sus piernas.

—Ya lo estaba viendo, y me estaba poniendo nervioso, así al menos te estás quieta un rato. — le dije en un tono bajo mientras le quitaba algunos mechones mojados de la cara con mis dedos.

Ahora tenía su rostro frente al mío, ambos sumergidos casi hasta el cuello, con sus brazos apoyándose en mis hombros. No se apartaba. Y decidí preguntarle de una vez por todas.

—Oye Nami, ¿tienes ganas de ir a Ishigaki?

¿Qué estoy haciendo?

Se suponía que estaba ayudándola a que mi amigo se enamorase de ella, y, sin embargo, toda esta situación se me estaba escapando de las manos. No pude evitar sentirme extraño por unos momentos.

—Claro que tengo ganas...pero Draken...se acabó lo del plan de Inupi, no quiero hacerlo así... lo llevo pensando unos días.

Me quedé callado.

—¿No vas a decirme nada? —ella alzó una ceja de manera confusa.

—¿Nada de qué?

—No sé. —esbozó media sonrisa. — Algún comentario hiriente de los tuyos, tú ideaste el plan, e incluso te implicaste para ayudarme, me parece extraño que no te moleste.

—No puedo decirte nada, Nami. — hablé con el semblante serio y un tono de voz grave.

—¿Por qué? — se agarró un poco más fuerte a mi cuerpo.

Al principio no contesté, solo dejé caer mi cabeza un poco hacia atrás, dejando salir un profundo suspiro. Era alivio. Esbocé media sonrisa y ya no pude más.

—Por esto.

Subí mi mano hacia su nuca, casi en una caricia que le habría recorrido la espalda, y dejé que mi cuerpo fuera el que hablase por mí.

Con mis ojos puestos en ese pequeño lunar de su rostro, acerqué mis labios a los suyos, depositando en ellos todo lo que venía sintiendo desde hacía unos días, besándola, apretando mi agarre en su cintura, en un intento de que no se separase de mí.

Aunque no hacía falta, pues no se apartó. Se dejó llevar en mis labios, acompañando de manera cómplice mis movimientos, haciéndome olvidar las barreras que siempre habían parecido estar edificadas entre ella y yo, destruyéndolas con cada uno de los choques de nuestros cuerpos, sobrepasándolas cuando nuestras lenguas se encontraban y comenzaban a danzar la una con la otra, sorteando cualquier ínfimo espacio de separación que pudiera existir entre nosotros.

Deseaba experimentar qué se sentiría al besarla, pero jamás me imaginé que, esta manera lenta en la que nos estábamos fundiendo, iba a suponer el despertar de todos mis sentidos. Su piel suave, su olor endulzado con la vainilla de esa colonia que acostumbrara a echarse, su sabor salado a causa del agua del mar, cuyos sonidos se mezclaban con los que nuestros labios estaban provocando, y, el cómo, si dejaba los ojos entreabiertos, podía verla de cerca, preciosa, como siempre me pareció desde el primer momento que la vi, a pesar de que jamás se lo hubiera dicho.

Notaba el caliente vapor que se generaba cuando, por unos instantes, nos poníamos de acuerdo para separarnos y recobrar el aire. Pero eran escasos segundos de silencio, tras los cuales, uno de los dos volvía a lanzarse a la boca del otro.

Empecé a caminar hacia la orilla, sin dejar de besarla en ningún momento; ahora que había empezado, no quería que se detuviera, pues, lo que sus labios me estaban haciendo sentir, solo por la manera en la que jugaban con los míos, era algo que jamás había experimentado con nadie. Mis manos tensas habían viajado hacia la parte superior de sus muslos mientras la cargaba, donde dejaba algún que otro apretón con las yemas de mis dedos, tratando de no ir demasiado rápido con ella, pero sin reprimirme de tocar un poco más arriba.

Salimos del agua, y no dejé que se bajara en ningún momento de mi cuerpo, ella se removía, continuaba dejando besos ahora por mi cuello, haciéndome jadear y perder la noción de todo lo que estaba a mi alrededor. Sus manos habían estado enredándose en mis mechones, y, con su lengua trazaba un camino desde mi clavícula hacia la oreja izquierda, donde jugaba con sus labios en mi pendiente.

Me agaché como pude y, en un movimiento rápido, agarré todo lo que habíamos dejado por la arena, pasándole mi haori por encima y comprobando como ahora me miraba con media sonrisa, pero seguíamos sin decir nada, pues ninguna palabra parecía ser tan importante como para que fuera mencionada.

Mis labios fueron los que decidieron visitar su cuello. Ya no era un beso calmado, me estaba perdiendo cada vez más, y el simple hecho de escuchar como acababa dejar salir un ligero gemido, no hizo más que impacientarme más por ella. Estaba empezando a desearla como a ninguna otra.

Nunca fue la falta de sexo lo que me ponía nervioso con ella. Simplemente era ella la que lo hacía, la venía deseando desde siempre. Y nunca me había dado cuenta. 

Estábamos en su habitación, habíamos llegado a su apartamento en lo que me parecieron segundos tras salir del agua.

Todo me superaba, desde el momento que empezó a besarme no pude, ni quise, hacer otra cosa que no fuera dejar a mis labios tomar los suyos en un beso que se había visto presa de un deseo inconmensurable, carnal y casi lascivo.

Pero se sentía bien. Demasiado bien como para ser real, y me gustaba. Al principio pensé que todo esto estaba pasando a causa del alcohol, pero él no mostraba síntomas de ebriedad, era certero en todos los movimientos que realizaba, y me estaba haciendo sentir libre en cierto modo; acababa de quitarme de encima, y por largo rato, todo a lo que mi cabeza le daba vueltas constantemente. Solo estaba disfrutando del momento con él, y no lo entendía, pero sabía que esto ya no era a causa del beso. Siempre que estaba con él, mi agitado interior parecía volver a la calma. Por mucho que mi cuerpo ahora mismo no lo estuviera a causa de la situación, dentro de mí todo parecía estar en un orden quizá demasiado sospechoso.

Estaba encima de mí, en aquella cama. Mojando las sábanas con la humedad remanente del agua del océano en nuestros cuerpos. Pero no nos importaba. Ahora mismo lo único que tenía cabida en mi mente era la profundidad con la que sus jadeos me calaban los oídos, su fuerte respiración chocando en mi cuello cuando sus labios se posaban en él de manera entrecortada.

Sus dedos acariciaban mi cuerpo, y mis manos lo hacían en su ancha y marcada espalda, para dejarse caer hasta su torso, pasando mis dedos por todas las curvas que delimitaban cada uno de sus ahora tensados músculos.

En un roce suave, su mano viajó a mi espalda para desabrochar mi sostén, quitándolo delicadamente mientras su boca comenzaba a bajar por la parte delantera de mi cuello. Y no sabría decir cual de nuestros cuerpos era el que desprendía más calor de los dos, pero nuestras respiraciones agitadas parecían hacer el intento de enfriarlos de manera descontrolada. Sin ningún éxito.

Él se había quitado las bermudas cuando entramos a su habitación, y podía sentir su erección con cada roce que había empezado a hacer en medio de mis piernas, apretándose cada vez más y dejando salir un gemido ahogado en cada ocasión que se presionaba contra mí.

Sus ásperos labios habían llegado a uno de mis pechos, besándolo gentilmente, rozando con su lengua la punta de este y provocándome otro gemido más que inundó la habitación, mientras que su mano, en la que vislumbraba alguna que otra vena hinchada, había comenzado a bajar por mi abdomen, delineando un camino con dos de sus dedos hasta llegar a mi ombligo, yendo cada vez más hacia abajo.

Un escalofrío helado que recorrió mi columna al notar cómo se acercaba a esa zona fue el causante de que mis manos ahora le elevaran el rostro para volver a besarle antes de que continuase. Mi pecho había empezado a latir demasiado fuerte, hasta el punto de doler.

Draken... para... por favor...

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Desde el balcón no podría verse más que esa playa, en la que no había quedado más que el oleaje azotando la costa, arrastrando ahora un diminuto adorno para el pelo. Una flor blanca que seguramente se adentraría en el océano una vez las mareas cambiasen.

Eso hubiera ocurrido, de no ser por los ojos que habían estado observándolo todo, los cuales también se habían cerciorado del objeto que esos dos habían dejado allí, sin darse cuenta de su olvido, presos de la lujuria.

La bronceada mano agarró la horquilla, elevándola hacia el cielo para comprobarla una vez más con esos ojos de tormenta.

—Un amigo... ¿eh Nami?...

El chico se guardó el objeto en uno de sus bolsillos, momento que aprovechó para sacar de ahí el paquete de tabaco y encender un cigarrillo, mientras su mirada se posaba en los locales que quedaban a su izquierda.

Y sonrió casi diabólicamente.

—Por mucho que no lo quieras, y por mucho que lo intentes... sabes que siempre serás mía...

*Ojitos*

No tengo mucho que decir, solo que perdón por al final no subir los dos capítulos seguidos, pero como veis, este es otro bien largo jeje.

¿Qué os ha parecido el capítulo? Decídmelo por aquí ^^ Se agradecen todas las opiniones :)

Intentaré actualizar prontito de nuevo, aunque primero quiero terminar cositas de otras novelas, pero, al menos aquí tenéis por lo que tanto se habían hecho de rogar jej.

Como siempre, estaré corrigiendo faltas de ortografía tras publicarlo, así que si veis algún comentario mío por el capítulo maldiciéndome a mí misma no os preocupéis, aún no me llevan los del manicomio. 

Ah bueno, la definición del título del capítulo.

Termoclina: es una capa dentro de un cuerpo de agua o aire donde la temperatura cambia rápidamente con la profundidad o altura.

Os quiero <3 

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