𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆 ~ 𝑫𝒐𝒓𝒔𝒂𝒍 𝒐𝒄𝒆𝒂́𝒏𝒊𝒄𝒂

Draken...para...por favor...

Había pronunciado esas palabras en apenas un susurro contra sus labios.

Detuvo su mano de inmediato, alzándola hasta llegar a mi mejilla y dejar una leve caricia con su pulgar.

¿De verdad quieres que pare? — Estaba agitado, pero no apartaba su mirada. Mientras el roce de su dedo continuaba en mi rostro, su otra mano apretaba mi cintura sin ejercer demasiada presión. Sus ojos estaban fijos en los míos, y ahora podía verlos, en la penumbra de aquella habitación, más oscuros de lo que ya de por sí eran.

No pude contestarle la pregunta, y él volvió a besarme, poco a poco, introduciendo de nuevo su lengua y enredándose con la mía lentamente, para una vez más, aumentar la intensidad paulatinamente.

Mis manos volvieron a acariciarle, siendo ahora su cuello el que recibía la atención de mis dedos, subiendo estos hasta su cabeza, donde, si abría escasamente los ojos, podía ver más cerca que nunca ese enorme tatuaje que adornaba su sien. Mis yemas lo dibujaban con cuidado, al igual que aquella vez que me acerqué para comprobar que el diseño que había boceteado correspondía con el trazado de las líneas, aunque ahora el motivo de estar tan cerca de él fuera totalmente diferente.

Nami... —susurraba mi nombre con esa grave voz, que ahora sonaba incluso más profunda entre sus jadeos, mientras su lengua dejaba un húmedo camino desde la zona más alta de mi cuello hasta llegar a la clavícula.

No podía negarlo, toda esta situación hacía que mi interior ardiese, notaba que mi cuerpo deseaba el suyo, como nunca había deseado el de nadie. Y sentirlo así, encima de mí, tan cerca como para notar su respiración chocando incesantemente con cada centímetro de mi piel, no hacía otra cosa que aumentar mis ganas.

Sólo déjale hacer...si no va a ser peor...

Repetía una y otra vez para mi interior, sólo tendría que comportarme igual que lo hacía con Kanaye, solo tenía que hacer eso...

Pero, cuando esa mano que apretaba mi cintura se volvió a deslizar hacia uno de mis muslos, cosquilleándolo con la aspereza de sus dedos conforme se acercaba más al interior de mis piernas, volví a pararme en seco.

De nuevo esa sensación fría recorriendo cada centímetro de mi ser, pero ahora viéndose acompañada por un ligero gemido, ya no a causa del placer que debería estarme provocando la situación, el cual sí podía sentir justo hasta que él se acercaba a esa zona; si no por la idea de lo que venía a continuación. Ese era el momento en el que el placer se tornaba en asco. Un asco hacia todos los sonidos que se escucharían, asco a mis jadeos, asco a todo lo que saliera por mi boca, a todo lo que notase...

Y no quería sentirme así, no con él.

Sin darme cuenta, y otra vez en mi maldita vida, una lágrima se escapó de mis ojos. Me mordí el labio inferior y giré mi cabeza hacia un lado, mientras él continuaba dando besos por mi cuello.

Pero se detuvo.

—¿Nami? — podía notar su respiración en mi cuello, la mano que aun mantenía en mi rostro hizo girar mi mirada hacia la suya. Esa lágrima había ido a parar directamente a la yema de su pulgar —¿Qué pasa?

—Nada... tú sigue... no te preocupes por mí...

—¿Cómo? — elevó su cuerpo sobre mí, apoyando ambas manos a los lados de mi cabeza—. Dime que te pasa.

—Nada Draken... en serio... no me pasa nada —Pasé mis manos por sus hombros, forzando una sonrisa—. Tú solo...

Se dejó caer sobre mí, suspirando fuertemente. Pero no decía nada.

Recomendación: When I Can Spend Time with You – Hiroaki Tsutsumi (en bucle hasta el final)

—Oye, ¿Qué haces? — le pregunté tras unos cuantos segundos en los que únicamente el silencio nos había rodeado, y cuando noté que una de sus manos se tallaba los ojos mientras suspiraba. Su respiración había ido amainándose, pues notaba como su pecho se contraía y expandía sobre mi torso cada vez más lentamente.

Me estaba aplastando, pero eso no era lo que más me importaba en ese momento.

—Mira Nami...no hace falta que me digas nada si no quieres. Pero no pienses que vaya a seguir con algo que tú no quieras hacer...por muchas ganas que tuviese, esto no funciona así.

No pude decir nada.

Él dejó un beso en mi frente y se dejó caer a mi lado izquierdo, colocándose bocarriba y pasando su mano izquierda por detrás de su nuca. Se quedó mirando al techo por unos instantes.

Giré mi cuerpo en su dirección. No sabía qué hacer ahora, solo le miraba, cómo su pecho subía y bajaba con cada profunda respiración que estaba dando.

—¿Estás enfadado? —osé preguntar con algo de temor a su respuesta. Me esperaba lo peor.

—¿Por qué iba a estarlo? — dijo en tono serio, casi en un murmullo y sin mirarme.

Apreté mis labios y empecé a sentirme culpable de todo esto. De haberle seguido el beso, de haber dejado que me trajera a su casa y de dejar que el calentón nos hubiera hecho llegar hasta este punto para que ahora, por mi culpa, tuviera que detenerse todo en seco.

—Todo esto ha sido un error... — me incorporé en la cama, sentándome en el borde de esta, pasándome alguno de los mechones de mi desordenado cabello por detrás de la oreja. Tenía ganas de llorar, una presión en mi pecho estaba empezando a expandirse a todas y cada una de las partes de mi cuerpo mientras buscaba a tientas mi vestido en el suelo, tapándome el pecho con uno de mis brazos—. Creo que lo mejor es que me vaya a mi casa...lo siento Draken...olvidemos todo esto...

Él no contestaba y eso solo hizo a mis ojos escocer un poco más.

Encontré el sostén, y me lo coloqué en apenas un momento, aunque con algo de torpeza. Trataba de tocar la tela de mi vestido con los pies, pero no daba con él, y estaba empezando a ponerme cada vez más nerviosa, mi respiración se agitó de nuevo, tenía que salir de ahí lo antes posible.

Noté una fina tela acariciarme los hombros y deslizarse por mi cuerpo, tapándome, pero no era mi vestido. Era ese haori azul marino que él había llevado puesto.

—Draken, ¿Qué...?

No me dio tiempo a terminar la pregunta. Sin que yo me hubiera percatado, él se había levantado de la cama y, tras colocarme la prenda por encima, pasó sus brazos por mi espalda y piernas para levantarme y empezar a caminar por su piso.

—Cállate, anda. Vamos a fumar.

Me di cuenta de que se había vuelto a poner las bermudas, aunque sin abrocharlas completamente, y dejando su torso sin nada.

Mantuve el silencio mientras nos acercábamos al balcón, y ahora, gracias a la claridad que entraba a través del ventanal, pude observar mejor su cuerpo. Me di cuenta de que tenía una cicatriz en el abdomen, bastante grande de hecho, y una de mis manos fue hacia ella casi instintivamente para acariciarla.

—¿Cómo te hiciste esto?

Sin dejarme en el suelo, y sosteniéndome casi que únicamente con la fuerza de uno de sus brazos, agarró el paquete de tabaco y abrió el balcón, yendo al exterior y sentándose en el suelo de este conmigo de lado encima de sus piernas. Una de sus manos me acariciaba la espalda y yo aproveché para pasar mis brazos por las mangas del haori y cubrirme el cuerpo cerrando las telas sobre mi torso. Me estaba enorme, pero de esa manera me taparía mejor.

Seguía sin responderme. Encendió un cigarrillo y me quedé mirando su perfil izquierdo mientras le daba una profunda calada y expiraba el humo en un suspiro. Mis ojos habían vuelto a posarse en su tatuaje una vez más, en un intento de evitar un contacto visual directo con él.

Dio otra calada, dejándose el humo en la boca e inspirándolo por la nariz, haciendo que el humo formase un espeso y fino hilo en su recorrido.

¿Qué hago aquí sentada? Nami...vete de aquí...

Hice por levantarme, pero me lo impidió.

—Nami, si quieres irte no te voy a detener más. Pero si sirve de algo que te lo diga, no quiero que lo hagas. — Dejó el cigarro en el cenicero y su mano fue hacia mi clavícula para colocarme mejor el haori—. No hace falta que hagamos nada. Podemos solo charlar como todas las noches. Y si quieres hacer como si nada de esto hubiera pasado...está bien. No pasa nada. Puedes hacer lo que quieras.

Liberó la tensión de sus brazos, ahora podía moverme, podía hacer lo que quisiera, si quería levantarme e irme, podía hacerlo. Pero no sabía qué hacer. Él parecía más calmado, incluso, en cierto sentido, me transmitía tranquilidad. E irme a casa ahora mismo sabía que iba a suponer empezar a darle vueltas en la cabeza a todo esto. Pero quedarme aquí quizá también era incómodo para él. No sabía si quizá Draken aún tenía ganas de hacer nada conmigo, si todo esto lo estaba haciendo con ese propósito, o si estaba intentando pasarlo por alto de alguna manera.

No tenía ni idea, estaba hecha un completo lío ahora mismo.

—¿Podemos...solo hablar? —me atreví a decir mirando hacia mis manos.

—Ya te he dicho que sí. ¿Estás bien ahí o quieres sentarte en el suelo? Aunque, si prefieres el suelo, te advierto que está frío de narices. — no le miraba, pero pude notar que de seguro había puesto media sonrisa.

—Estoy bien aquí, si no te es incómodo...

—Para nada. — Volvió a coger el cigarro y pasó la mano libre por mi cintura, posándola en mi costado izquierdo—. No me habías contado nada de este tatuaje.

Parecía intentar sacar algo de lo que hablar.

—Tampoco preguntaste nunca si tenía alguno.

—¿No te gusta y por eso no lo enseñas? Yo recuerdo que cuando me hice el mío iba enseñándoselo a todo el mundo como un crío... —señaló a su sien con una sonrisa melancólica—. Bueno, quizá es porque era un crío cuando me lo hice.

Había dejado salir una risa tonta y ahora su rostro se fijó en el mío aún con esa expresión. Y me reconfortó. Sentí que los nervios se disipaban poco a poco con cada caricia que su enorme mano estaba dejando en mi costado.

—Draken. — por fin pude esbozar algo parecido a una sonrisa—. Lo llevas en la cabeza, por mucho que no quisieras, la gente iba a verlo.

—Buen punto. — le dio otra calada al cigarro y me lo tendió. — ¿Quieres?

Negué, sabía que si fumaba los nervios volverían, y, ahora que me estaba empezando a relajar no quería que lo hicieran.

—¿Y tú? ¿Qué con ese tatuaje? ¿Me lo quieres contar?

—Es una mantarraya. Me la hice por mi hermano, pero no tiene nada que ver con lo que le pasó. Me la hice mucho antes de eso.

—Creía que tú eras la loca de esos bichos. —Apretó un poco la yema de sus dedos en la zona del tatuaje.

—Y lo soy, pero a Kaito también le encantaban, aunque le daba un poco de miedo bucear con ellos... — Hice una pausa—. Esos bichos, como tú les dices, van siempre juntos, como una gran familia que navega los mares sin separarse en ningún momento...en cierto punto llegué a pensar que Kaito y yo éramos como dos de esos animales, que se habían separado de la colonia, y siempre navegaban juntos sin alejarse el uno del otro...pero ya ves que al final...

Al final una de ellas provocó que la otra se quedase varada en el camino.

Ese recuerdo había vuelto a mi mente, y me quedé callada.

—Es un detalle bonito. Aunque... —su mano pasó por debajo de la tela del haori, acariciando ahora directamente sobre mi piel, y había empezado a pasar sus dedos por la cicatriz que sobresalía un poco, cubierta por esa tinta negra que la había intentado tapar de alguna manera —. Bueno, no es nada...

Sabía que quería preguntarme sobre lo que sus dedos estaban tocando. Me hacía cosquillas, pero no molestaba, solo hacía que mi espalda de vez en cuando sintiera algún escalofrío.

Quería creer que el que ahora mismo estuviéramos comportándonos de una manera tan cercana se debía al momento que habíamos compartido, sin embargo, ahora mismo todo eso parecía haber quedado atrás, simplemente parecíamos hablar de manera normal, con la diferencia de que dejábamos que nuestras manos tocasen el cuerpo del otro con algún que otro reparo.

Yo me mantenía erguida, aunque estuviera sentada en sus piernas, y su mano, aunque me acariciaba de manera dulce, parecía hacerlo temerosamente, como si tuviera miedo de que en cualquier momento fuera a decirle que se detuviera.

Mis ojos volvieron a fijarse en su abdomen. A diferencia de él, a mí su cicatriz si me resultaba de interés.

—Fue en una pelea —Soltó de la nada —. Una de esas en las que nos metíamos cuando pequeños. ¿Te apetece escuchar la historia? No es muy agradable, pero bueno, supongo que es mejor eso que estar en silencio ¿no?

Asentí y él me indicó que me levantase de sus piernas.

—Ven, quiero enseñarte una cosa.

No sabía qué le pasaba. Pero desde luego no era nada bueno. Estaba demasiado callada, con la mirada puesta en otro sitio, evitaba mirarme, y no quería que se sintiera incómoda por nada.

Sí, habíamos estado besándonos, y por poco nos acostamos, pero el hecho de que ella nos detuviera no era el problema. El maldito problema era que en el momento en que la vi bajo mi cuerpo, desviando la mirada a un lado, vi un atisbo de miedo en ella que no me gustó lo más mínimo. Y no quería eso. Aunque quizá hubiera sido cosa de una noche y ya, no podría soportarlo si hubiera seguido por mucho que ella dijera que no le importaba.

Por que sabía que sí le importaba. No entendía cómo, pero podía verlo en sus gestos; y notarlo en esa humedad que de pronto impregnó la yema de mi dedo. Ella no quería.

Quizá ni siquiera quiso besarme cuando aún estábamos en la playa.

Quizá todo había sido culpa del alcohol y ella solo se estaba dejando llevar.

¿Qué mierda he hecho? Joder...

Entramos dentro del salón, fui directamente hacia la zona de la cocina y puse a calentar un poco de agua, tenía la intuición de que un té le vendría bien, y quizá a mí también. Aún tenía el pulso acelerado, cada vez que sus dedos me tocaban notaba mi corazón latir con más fuerza, y necesitaba calmarme un poco y enfriar la situación. Aunque no me sobrasen las ganas de volver a sus labios. Pero no pensaba hacerlo, no, a menos que ella lo pidiera.

Agarré otro cigarro y lo posé sobre mis labios mientras el agua hervía y no. Ella se había quedado de pie a mi lado, con la mirada fija en los fuegos y acariciándose uno de sus brazos con la mano contraria.

—¿Tienes frío?

—No... estoy bien, no te preocupes. ¿Te ayudo en algo? —su voz era suave, muy diferente a cómo ella solía hablar.

—Dame un par de tazas de ahí — Señalé hacia el mueble que tenía al lado.

Encendí el cigarro y le di un par de caladas hasta que empezó a sentarme mal, así que lo apagué en el mismo fregadero y lo tiré a la basura. Ella se había agachado y dejó en la encimera lo que le había dicho. La miraba de reojo y se me ocurrió una idea.

—Ahí tienes. ¿Puedo hacer algo más? —preguntó una vez se hubo incorporado.

—Sí.

—¿El qué? Dime, ¿cucharas?

—Quita esa cara de mierda. Te pones fea así, como ese bicho del que me hablaste una vez.

—¿Qué bicho?

—El pez ese con la boca redonda y muchos dientes, Dios, ese bicho era horrible.

—¿Una lamprea?

Empecé a reírme en voz baja.

—Esa misma.

—Draken —empezó a acercarse y me clavó los dedos en el costado —, ni en broma me parezco a esa cosa — mi cuerpo se inclinó hacia un lado aún con sus yemas apretándome debajo de las costillas.

Mi cara había quedado casi a la altura de la suya, pero no hice nada, por fin parecía tener algo parecido a una media sonrisa en el rostro, así que yo esbocé otra en respuesta.

—Ya, ya sé que no te pareces, solo quería verte sonreír de una vez por todas.

Ella se me quedó mirando, y pude ver que su sonrisa desaparecía de a poco.

Por fin la tetera empezó a pitar. Me incorporé y eché el agua en las tazas, con dos bolsitas de un té que en teoría se suponía era para relajarse. Agarré ambas tazas y le di un toquecito suave a Nami con mi pie en su pierna para indicarle que se moviera.

—Vamos a mi habitación, venga — ella me siguió hasta allí sin decir nada.

Dejé las tazas en la mesita de noche, encendí la luz y abrí el armario para coger una camiseta limpia que colocarme. Pude ver que, dentro del armario, había algo que no estaba como siempre, había dos camisetas que normalmente yo tenía apiladas una sobre la otra y ahora se encontraban mal colocadas, además parecía haber algo entre ellas. Levanté la que estaba arriba y encontré un paquetito de regalo.

Mikey, encontré el escondite de tu regalo. Pienso verlo.

Lo agarré junto con la camiseta y me giré cerrando el armario.

Ella parecía seguir buscando ahora su vestido, antes la vi hacerlo, pero con la luz apagada era complicado que encontrase nada.

Aquí estabas...— lo sacó de debajo de la cama, ahora pude recordar que antes de recostarnos en ella hace un rato, dejé caer todo al suelo y esa tela se enredó en mis pies, pero la aparté con un rápido movimiento que parecía haber hecho que el vestido terminase en ese lugar —. Joder, está lleno de arena todavía.

—Puedes quedarte con el haori si quieres. No importa. — ella me sonrió y se sentó en la cama, dejando el vestido en el suelo para no llenar las sábanas de arena.

La vi asentir, ahora parecía inspeccionar mi habitación, aun parecía estar ausente en sí misma.

—Mira lo que he encontrado — alcé mi mano con el paquetito y lo moví en el aire girando mi muñeca suavemente.

—¿Ahí ha escondido Mikey el regalo que le he hecho? —Ahora sí, por fin, la escuché reír —. Pues, si no quería que lo vieras, ese creo que ha sido el peor lugar para esconderlo ¿no?

—Exacto, pero Mikey es así... — Me senté al lado de ella y quité el papel que cubría el misterioso objeto —. ¿Una foto?

—Sí la que nos tomamos el otro día, no sabía qué regalarle — se acercó un poco hacia mí y posó su dedo índice sobre la cara de Baji —, mira a Baji, si te fijas bien, tiene un ojo pipa.

No pude evitar reírme en alto. Era verdad, aunque la foto estaba tomada de lejos, si te fijabas, podías ver ese detalle que Nami había señalado. Mis ojos recorrieron las caras de todos, parándose en la mirada que ella mostraba en la imagen, que, aun estando de lejos, desprendía ese azul intenso que calaba hasta los huesos.

—Sales bien —Acerqué mis dedos al cristal de la fotografía —. Es un bonito recuerdo. Me imagino que esto lo has pintado tú ¿no?

Me había dado cuenta de que había tenido el detalle de pintar los peces como esos taiyakis que Mikey se hartaba de comer y esbocé media sonrisa.

—Sí...pensé que le gustaría —Se acercó un poco más y pude notar el roce de su brazo con el mío. Volví a tensarme por unos momentos y la miré de reojo, ella tenía la vista puesta en la fotografía, con los labios entreabiertos y se pasaba algunos mechones por detrás de la oreja.

De nuevo noté las punzadas en el pecho.

Suspiré y dejé la fotografía a un lado para levantarme e ir hacia la pared de la habitación que quedaba a nuestra espalda. Ahí tenía un corcho en la pared, con varias fotografías de cuando éramos jóvenes. Siempre había acostumbrado a tener una pared llena de fotografías de los momentos que había compartido con mis amigos y creí que enseñárselo la despejaría.

Descolgué el corcho y volví donde ella estaba, sus manos ahora sostenían la taza con el té caliente y le daba algún que otro sorbo en silencio.

Volví a sentarme a su lado y coloqué el panel en nuestras piernas, para que ella pudiera también verlo.

—Mira, a algunos de aquí los vas a reconocer enseguida, a ver si adivinas quienes son cada uno.

Sus ojos ahora recorrían cada fotografía y una leve sonrisa adornaba ahora su rostro.

—Vale, definitivamente estos son Mikey, Kazu y Baji —reía en voz baja—, ahora entiendo a qué se refería Mikey con lo de los pelos de hombre-lobo de Baji.

—Sí, tenía la melena larguísima, pero un día llegó con trasquilones que le había hecho su madre en un intento de cortársela y al final tuvo que arreglársela en una peluquería. —le contesté algo más calmado.

—Zephyr siempre en medio...cómo no... —bromeó señalando la fotografía de en medio, pero no le di importancia, prefería que lo hiciera, que bromease— ¿Esto es la playa? ¿Quiénes son ellos?

—Mira, ven — agarré el corcho y lo levanté un momento para colocarme ahora apoyando la espalda en la pared que hacía de cabezal de la cama. Ella se ubicó a mi izquierda —. Este de aquí es Mitsuya, el amigo mío que te comenté que podía habernos ayudado con la fachada — señalé una de las fotografías en las que él aparecía —, estos son Pah y Peh...

—¿Qué son? ¿Un dúo de comedia? Vaya nombres...

—Más o menos — no pude evitar reírme y pasar a señalar a los siguientes —, este de aquí es Chifuyu, es de los mejores amigos de Baji y Kazutora, es piloto y siempre está de aquí para allá.

Ella dejó caer su cabeza en mi hombro y señaló la fotografía donde salíamos todos, celebrando que Takemichi nos dijo que iba a casarse.

—¿Todos estos son tus amigos? —aprecié un tono melancólico—. Anda mira, Inupi sale aquí, qué serio está...

Tragué saliva por un momento. Me había olvidado completamente de Inui hasta ahora.

—Sí...aquí salen casi todos...Hakkai, los gemelos Kawata, Takemichi y su esposa Hinata, Mikey...

—Espera, ¿este del pelo negro es Mikey? —separó su cabeza de mi hombro por un momento y se me quedó mirando con los ojos demasiado abiertos. Giré mi vista hacia ella y le contesté recobrando la sonrisa.

—Sí... cuando Baji se cortó el pelo parece que le gustó y decidió copiárselo, siempre nos copia los peinados...

Arqueó una ceja.

—Ni preguntes, no tengo idea de qué le pasa por la cabeza al enano a veces, solo apareció un día así y al poco se cansó, volviéndoselo a dejar de su color natural y largo.

Ella soltó una risita y volvió a mirar hacia la misma imagen.

—¿Y ella? La que está al lado de Mikey.

Apreté un poco los labios.

—Ella es Emma.

—Ah...—pude ver que ella hizo lo mismo, un gesto con sus labios como si pensara que había metido la pata al preguntar —. Es muy guapa, Draken.

Bajé un poco mi mirada, con su cabeza apoyada en mi hombro podía verle las oscuras y largas pestañas sobre el perfil de su nariz, al ver que no respondía, alzó un poco la vista y mis ojos se encontraron directamente con los suyos. Volvía a ponerme nervioso.

—Sí, sí lo es. Pero...

...tú también.

—¿Pero?

—Nada— sacudí la cabeza ligeramente, desviando mi mirada de nuevo hacia lo que teníamos sobre nuestras piernas. Ella hizo lo mismo, y la escuché bostezar suavemente.

—Veo que tienes aquí el horario que hicimos, pensaba que lo habrías tirado en cuanto nos separamos aquel día. — con dos de sus dedos, agarró con suavidad la hoja arrancada de una libreta que había en una esquina del corcho. Era aquel horario que ella había hecho para no molestarnos el uno al otro al principio de conocernos.

—Nah... no la tiré, y para no perderla la coloqué aquí —esto era cierto, aunque ya casi ni miraba aquel horario, pero lo había dejado ahí.

—No recuerdo haberle dibujado un pez. —señaló la esquina inferior del papel.

—Ah no, eso se lo pinté yo un día que me aburría y creo que habíamos discutido.

—¿Un pez?

—Claro, tú eres la pececita ¿no?

—Maldito calvo...— se acomodó mejor en mi cuerpo y no pude evitar pasarle un brazo por la espalda para estar más cómodos —. En fin...

Hablaba casi susurrando, sonaba cansada y acababa de bostezar de nuevo. Iba a preguntarle por si tenía sueño, pero me interrumpió.

—Oye... ¿y estos uniformes? Me suena de haberlos visto antes... — dijo cuando terminó el bostezo, señalando un par de fotografías.

—Esos son los uniformes de la ToMan... el grupo que creamos, si viviste en Tokio por aquella época seguramente verías a más de uno por la calle...éramos bastantes —me llevé la mano derecha al abdomen involuntariamente, recordando en ese momento la pregunta que me había hecho antes sobre la cicatriz —. ¿Quieres que te cuente cómo me hice esto? Al fin y al cabo, tiene que ver con todo el tema de la pandilla...

Asintió rozando su cabeza en mi cuerpo. Aún podía percibir el olor salado del agua mezclado con la vainilla de su colonia invadiendo mi olfato.

—Verás... tuvimos una pelea con una pandilla enemiga, por así decirlo, ellos se habían buscado problemas con un amigo de Pah y bueno, eso motivó toda la enfrenta —hablaba calmado aún con el corcho en las piernas, ella de vez en cuando pasaba sus dedos por las imágenes, tocando la cara de quien le iba mencionando —, exacto, ese es Pah. El caso es que esa pelea tenía también otro motivo — no pude evitar reírme sarcásticamente al recordarlo —, intentaron ir a por mí.

—¿A por ti? ¿Por qué? — parecía sorprendida, pero no hizo ningún gesto más allá que el de apartar su mano del corcho y dejarla sobre su abdomen.

—Por que yo era el segundo al mando de todos, supongo que querrían quitarme de en medio.

—¿Quién era el primero?

—Mikey.

—No me jodas, venga, en serio, ¿quién era el primero? — me dio un suave golpe en el pecho, alzando la vista por un momento, tenía los ojos adormilados y las mejillas coloradas, definitivamente tenía sueño. Tras eso, dejó su mano caer suavemente, llegando a mi abdomen, donde estaba la mía, dejándola sobre ella y bajando la mirada.

Volví a reír.

—Te lo estoy diciendo en serio, era Mikey — mi cuerpo estaba actuando sin que me diera cuenta, la mano del brazo que le había pasado por la espalda ahora volvía a estar en su cintura sobre la tela del haori —, bueno, no me desvíes. Nos peleamos con estos tipos y al final a mí me tuvieron que llevar al hospital de urgencia, uno de ellos me había apuñalado y empecé a perder demasiada sangre...pero este chico...Takemichi, se interpuso y ganó algo de tiempo para que no terminaran conmigo...—tomé su mano sin darme cuenta —. Casi muero aquel día. Menos mal que la ambulancia llegó a tiempo...

—Sí... menos mal...

Me quedé en silencio por unos instantes recordando todo aquello. De no haber sobrevivido, mi vida hubiera terminado cuando era un adolescente, no podría haber crecido junto a los demás ni haber vivido todos los momentos buenos que habíamos compartido hasta la fecha.

Quizá mañana deba llamar a Takemichi... a ver qué se cuenta...

Noté que ella estaba respirando calmadamente mientras yo pensaba en mis cosas, ya no decía nada, imaginé que seguiría mirando las fotografías.

Mi mano izquierda le llevaba acariciando el costado un rato; desde que había empezado a contarle la historia de mi cicatriz. Antes había notado algo en esa zona, justo donde tenía el tatuaje, una línea de piel que parecía sobresalirle por encima de las costillas, desde la parte cercana a la espalda y en horizontal hacia delante, y, por el tacto que tenía, deduje que era una cicatriz, pero era demasiado grande.

¿Quizá de una operación?

—Oye Nami...

—¿Mhm? — solo emitió un murmullo. Intenté mirarle la cara, pero el pelo se la estaba tapando.

—¿Cómo te hiciste esto?

—Ah... buceando...con los corales...casi me muero también...

¿Y eso lo dice tan tranquila?

—Kanaye me salvó...

¿Su ex? ¿El tipo de la playa?

Volví a callar por unos segundos que parecieron horas.

—¿Ese chico de antes te salvó?

Pero ya no contestaba.

—Oye, Nami... — incliné un poco más la cabeza y le aparté los mechones que le cubrían la cara. —¿En serio te has quedado dormida en esta postura? —dije casi en un susurro y con media sonrisa en el rostro.

Rodé los ojos y suspiré. Quizá lo mejor hubiera sido despertarla y que fuera a descansar a su casa, pero se le veía tan tranquila con los ojos cerrados y respirando pausadamente, que decidí no hacerlo.

Aparté el corcho dejándolo en el suelo entre la mesita y la cama de noche para poder levantarme con todo el cuidado del mundo para que ella no despertase. Murmuraba algo inentendible a causa de los movimientos, pero conseguí colocarla con la cabeza en la almohada y le pasé la sábana por encima, aun estaba medio desnuda y únicamente vestida con el haori que le había dejado.

No pasaba nada, la dejaría dormir ahí y yo me iría al sofá, por una noche que no durmiese en la cama no importaba en absoluto, al final de cuentas, cuando llegué al piso fue mucho peor ya que había tenido que estar durmiendo en el suelo con un futón, que sí era cómodo, pero como la cama no había nada.

Cuando me agaché un poco para retirar las tazas con los tés, de las cuales, una ni se había tocado y la otra había quedado vacía, vi en el suelo el peluche de la mantarraya que le había conseguido en el festival. Lo recogí y lo dejé en mis manos por un momento, dándole unas cuantas vueltas antes de girar mi vista de nuevo hacia ella.

—¿Cómo te llamabas tú?... Ah sí, Draki...vaya idiotez... — sonreí al juguete y se lo dejé al lado sobre el colchón, ahí no cogería polvo ni suciedad.

Pero, en el momento que fui a apartar mi mano, ella pronunció algo aún estando dormida que me hizo pararme en seco.

—Lo siento...

Me puse de cuclillas al lado del borde de la cama, mirándola por unos instantes.

¿Por qué siempre te disculpas tanto?

Me froté los ojos con dos de mis dedos. Quería entenderla, pero era complicado y me faltaba información para poder hacerlo, y esta noche ya no iba a sacar mucha más.

Empezaba a notarme cansado y mis ojos habían comenzado también a pesarme, así que me levanté del suelo, ahora con la intención de salir de la habitación. Agarré las tazas, apagué la luz y me dirigí hacia la puerta.

Pero, antes de salir, volví mi vista atrás para verla una última vez esa noche, seguramente sería la última vez que la vería ahí, pues tenía claro que lo que había pasado entre ella y yo no volvería a repetirse, y, algo en mí quiso ver ese momento una vez más.

Había salido de nuevo al balcón con un cigarro. Me apoyaba en el barandal mirando hacia la playa, sin poder apartar mis ojos del suave oleaje.

Le estaba dando caladas al palito de nicotina pausadamente, sin dejar de darle vueltas una y otra vez al momento en que decidí acercarme a ella justo allí donde tenía puesta la vista. Era como si lo estuviera viendo ahora desde tercera persona, pero sintiendo su piel contra la mía con cada imagen de las dos borrosas figuras que me imaginaba en el agua, difusas, besándose, saliendo de la playa precipitadamente y acercándose cada vez más hacia este apartamento.

Notaba sus labios, los roces de sus manos en mi espalda, su respiración agitada en mi oído, su lengua recorrer mi cuello...Notaba todo.

Pero era normal, acababa de suceder, y suponía que, con el paso de los días esas sensaciones desaparecerían poco a poco.

Todo debía volver a la normalidad. Y, sin embargo, en lo profundo de mi ser, algo me decía que eso ya no sería posible.

—Joder... —dejé caer mi cabeza, pasando una de mis manos para retirar los mechones de mi cabello hacia atrás, por la parte alta de mi cabeza y apretando un poco con las yemas —. Esto es una mierda...

Las punzadas en mi pecho me lo llevaban advirtiendo un tiempo, no era algo de lo que me hubiera dado cuenta en este momento, pero no quería ilusionarme, no quería volver a verme involucrado en algo que sabía no iba a poder sobrellevar, para que terminase igual que con ella, igual que con Emma, por mucho que las emociones que sentía con Nami eran demasiado diferentes a cómo eran con ella. Ni siquiera el cómo habíamos llegado a esto podía asemejarse a lo de ella. Aquello eran sentimientos de adolescente que ni yo comprendía, pero esto...esto era totalmente diferente.

Me gustaba ella, la loca de los peces que no había hecho más que darme problemas desde que llegué. Y lo hacía de una manera completamente nueva para mí, porque su mente me era difícil de descifrar.

No podía enamorarme de alguien que ni siquiera sabía lo que sentía cuando estaba conmigo. Solo dejaría el tiempo pasar, que todo quedase en esto, antes de que cualquiera de los dos saliera más lastimado de lo que parecíamos estar. Ella tenía problemas, mucho más graves que mis tonterías de corazón solitario, los de ella eran actuales, su hermano, sus padres...todo lo poco que, en confianza, había sido capaz de contarme, eran asuntos que en la actualidad rondaban en su cabeza; no eran temas del pasado como los que yo tenía.

Las palabras de Mikey vinieron a mi cabeza.

"No la jodas con ella, Draken"

Chasqueé la lengua y me di la vuelta en el balcón, apoyándome ahora sobre los codos y mirando en dirección a la puerta de la habitación.

—No voy a joder nada Mikey...porque no creo que vaya a haber nada que joder...ella no parece querer nada...ni tampoco estar preparada para tenerlo, al fin y al cabo...yo tampoco lo estoy...

Murmuraba como un loco sin que nadie me escuchara, pero necesitaba decir aquello en alto, fuera de mi mente, como si de esa manera mis palabras fueran a materializarse en hechos verídicos.

Pero sus putos ojos no se me iban de la cabeza.

Le di una última calada al cigarro y sacudí la cabeza, parecía que me iba a explotar. Entré al salón y cerré el ventanal del balcón antes de recostarme en el sofá para intentar dormir. Desde ahí podía ver la puerta de la habitación.

Amigos...eso seremos...

Bostecé y cerré los ojos para intentar dormir.

Solo amigos... aunque en algún momento tengamos que hablar de esto... todo seguirá igual...

¡Hola!

Oigan, ando rayada con una cosa, ¿recordáis que en una parte del fanfic puse que Draken es rubio natural? Pues ando con la duda de que ahora creo que es pelinegro, pero equis, pasándome el canon por el forro otra vez en mi vida. Solo era por deciros, que llevo unos cuantos capítulos queriéndolo decir pero, efectivamente, se me olvida T_T

Os quiero mucho y muchísimas gracias por todo el apoyo que le dais a esta historia, espero que no os decepcione. No planeo hacerla muy larga, pero tampoco quiero cargarla de trasfondos y que finalmente quedé enorme. Iré viéndolo a ver de qué manera meter todo sin que se vuelva un HEAVENS 2.0 jaja.

PD: Explicación del nombre del capítulo. 

Dorsal oceánica: sin entrar en detalles de los tipos que hay, son relieves submarinos por los que se expulsa material de las capas interiores de la Tierra, pero la cosa es que se asemejan a las cicatrices. 

Pongo imagen. Son las líneas que se ven más oscuras en la zona del agua de este mapa.



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top