𝑪𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 ~ 𝑴𝒆𝒓𝒊𝒅𝒊𝒂𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒐𝒓𝒊𝒈𝒆𝒏

Recomendación de canción: Love & War (Slowed versión) – Yellow Claw G-Funk, Yade Lauren

Todas las canciones recomendadas se incluyen en la playlist del fic, para que las tengáis a mano.

Habían pasado los días, en los que intenté por todos los medios no cruzarme con él. Sin embargo, era inevitable, cada vez que tenía que cerrar la tienda me lo encontraba fumando en la puerta de su establecimiento, o cuando salía del piso para hacer algunas compras, casi siempre daba la casualidad de que él también salía por la puerta que había justo enfrente, la que subía a su piso.

Además, tras aquella noche, no volví a salir al balcón como hacía todas las noches, no al menos todo el tiempo que me gustaría, simplemente salía un momento a fumar un cigarro y volvía a entrar a casa. Hasta Ryu parecía echar de menos nuestros momentos nocturnos de música. Pero no me quedaba más remedio.

Todas esas veces que me había cruzado con el pelinegro, nuestras miradas se encontraban, y no nos decíamos más que un simple "hola", por respeto más que otra cosa, porque no tenía ni idea de qué manera ese tipo y yo conseguiríamos llevarnos bien en algún momento, por mucho que le hubiera dicho a Inui que iba a intentarlo, no sabía cómo.

Estaba ansiosa, el no poder hacer mi vida como hasta ahora me había generado un descontrol increíble, no podía relajarme tranquilamente sabiendo que a la mínima que hiciera algo de ruido, quizá él saldría por el balcón a quejarse. Y eso necesitaba cambiar. Así que hoy tenía la intención de plantearle una solución.

Además, hoy no tenía ninguna inmersión programada para por la tarde, así que podría tomarme el resto del día libre para poder hablar con él sobre el tema, así que terminé de recoger todos los papeles y bolígrafos de la sala que utilizaba para dar el curso de buceo a aquellos que se inscribían para poder hacer una inmersión e inspiré profundamente un par de veces, alentándome a mí misma a dirigirme al establecimiento de al lado.

Sin embargo, acababa de darme cuenta de que Ryu no estaba por ningún lado, siempre lo tenía conmigo en el local, y no solía salir solo por mucho que le dejara la puerta abierta, así que comencé a asustarme por si se había escapado.

— ¿Ryu? ¿Estás ahí? — empecé a mirar entre los trajes de neopreno que había colgados en la otra sala, pero no estaba ahí. Tampoco era un perro pequeño como para esconderse en algún sitio, pues siempre que lo hacía lo veía al instante, pues era malísimo escondiéndose, la mayor parte de las veces, su cola o el hocico le quedaban a la vista y lo encontraba al momento, pero hoy de verdad parecía que no estaba dentro de la tienda. Mis nervios comenzaron a aumentar.

Salí del local y fui hacia la puerta que había en el lateral derecho del edificio, aquella tras la cual estaban las escaleras para subir a mi piso. Pero estaba cerrada, por lo que Ryu no podría haber vuelto a casa — ¡Ryu!

Joder... ¿Dónde coño estás maldito?

Volví a la fachada del local y cerré la puerta del negocio con la llave, no me lo pensé dos veces y empecé a dar vueltas por el edificio, mirando si de casualidad estaba comiendo de los cubos de basura o algo así, pero tampoco estaba ahí.

Fui hacia el otro lado de la calle, pasando por delante del local de esos dos, el cual tenía abierta la enorme puerta de metal que había al lado de la entrada principal. Pude ver de reojo la cantidad de motocicletas que tenían allí reparando. A pesar de haber abierto hacía solo un par de días, me di cuenta de que varios curiosos se habían acercado el primer día y, al día siguiente, algunas personas del pueblo ya les habían traído por lo menos cinco motos para que las arreglaran. Esa enorme puerta daba directamente a la parte que habían dedicado al taller, así que seguramente el tatuado estaría por ahí, y tampoco quise fijarme mucho con tal de no verlo.

Pero al ver un pelaje rubio moviéndose detrás de uno de los vehículos me saltaron todas las alarmas.

— ¡Ryu! ¡Me cago en la perra que te parió! ¿Qué coño haces ahí?

Entré directamente al taller y lo vi, estaba ahí sentado mirando como el pelinegro apretaba vete tu a saber qué en la parte baja de una moto. Estaba tumbado bocarriba, con los brazos en alto apretando la pieza con una llave inglesa, llevaba un mono azul marino lleno de grasa, del cual solo se había dejado puesto la parte baja, con las mangas de este atadas a su cintura, y, sobre la cual, solo vestía una camiseta gris oscuro de tirantas que, debido a la postura que tenía, se le había subido un poco por el abdomen y pude verle directamente esa parte del cuerpo. Era tal como la había imaginado, se le notaban y marcaban a la perfección cada uno de los cuadraditos que esa camiseta levantada dejaba al aire.

Estaba sudado, y no era para menos, este año estaba haciendo demasiado calor. Si bien en junio suele ser una época de lluvias, esta vez no había sido así, y parecía que el verano se había adelantado desde principios de este mes, ya que esta estación calurosa comenzó en sí un par de días antes de que el pelinegro llegase a Okinawa, pero el calor en cambio hizo su aparición un par de semanas antes de eso, y parecía que ya no nos iba a abandonar hasta bien entrado el otoño. Aun así, tampoco es que todo el mes hubiera sido seco, sí había habido un par de días de lluvia, cosa que hizo que todas las hortensias de la isla florecieran y lo tiñeran todo de unos preciosos colores que iban desde el azul, pasando por el violáceo y llegando hasta unos tonos rosados preciosos, me encantaban esas flores, pues sus colores se asemejaban a los que quedan en el cielo cuando el sol casi ha terminado de ponerse en el horizonte, justo antes de que la noche cayese sobre la isla.

— Hola Nami — el pelinegro se arrastró por el suelo sobre esa camilla de metal con ruedas en la que reposaba su espalda — ¿este es tu perro?

— Me viste el otro día salir de casa con él, es evidente que es mi perro, lo que no sé es qué hace aquí contigo.

— Igual yo soy mejor compañía que tú para él — esbozó una sonrisa burlona y se incorporó para quedar sentado sobre esa camilla de metal.

— Igual es que te ve como otro perro, no me extrañaría en lo más mínimo, la verdad.

— ¿Por qué dices eso? — ahora me miraba extrañado.

— Por tu cara — esbocé media sonrisa — siempre tienes esa cara de perro, es normal que se te acerquen los de tu misma especie.

No dijo nada, pero vi que le había dado un escalofrío y ahora sacudía sus manos, frotando una con la otra para quitarse la suciedad de ellas.

— ¿Qué te pasa?

— Nada, es solo que me ha dado un deja-vú un tanto extraño.

No pude evitar reírme y empecé a acariciarle la cabeza a Ryu, pero mis ojos volvieron a fijarse en él — quizá fuiste perro en tu otra vida y no te acuerdas. La verdad, no me extrañaría.

Pasó completamente de mi comentario y cambió de tema — ¿Cómo has dicho que se llama?

— ¿Quién? ¿Mi perro?

— No, tú... — dio una palmada en mi cabeza.

— ¡No me toques con esas manos llenas de mierda!

Se empezó a reír — pues claro que el perro Nami, ¿Quién si no?

Sacudí mi cabello en la zona donde se había posado su mano, ahora tendría que lavarme el pelo otra vez.

— Ryu, se llama Ryu.

Empezó a reírse — es mi tocayo entonces.

— ¿Por qué dices eso? ¿Tú nombre no es Ken?

— Sí, pero mi apellido es Ryuguji, por eso lo digo.

Volví a reírme, esta vez más fuerte que antes — Lo que yo te diga — miré a mi perro, que estaba con la lengua fuera mirando hacia Draken — Ryu, este chico fue perro en otra vida, todo son señales, hasta su apellido suena a nombre de perro, ¿no lo crees así?

Otra torta en mi cabeza, esta vez más fuerte — ¡Draken! ¡Qué te he dicho que no me des con esas manos!

— ¡Te lo estás ganando a pulso Nami! — a pesar de que se le notaba enfadado, se reía — ¡Tú tienes cara de pez y no te digo nada!

— ¿Cómo que pez? Mi cara es preciosa, así que no puedes decir nada al respecto.

Refunfuñó algo inentendible, pero no le hice caso. En cambio, comencé a pensar que, quizá, ya que al final por culpa de Ryu había tenido que venir aquí, quizá podría asaltarle con lo de hablar más tarde para solucionar nuestro pequeño problema de convivencia como vecinos.

— Oye Draken.

— Dime pececita.

Arqueé una ceja y me quedé mirándole a esos oscuros ojos que ahora expresaban burla hacia mi cara — Bah, mira, paso de decirte nada — resoplé — ¿podemos quedar más tarde para tomar un café?

— ¿Estás ligando conmigo?

Agarré un palo de madera que había a mi lado y lo alcé en alto — Mira, ni por todo el oro del mundo se me pasaría por la mente el intentar hacer eso contigo — él se acercó más y agarró mi muñeca con su enorme mano, haciéndome bajar el brazo, pero aún manteniendo su agarre — es solo que tenemos que hablar de una cosa.

Volvió a mirarme con extrañeza, ahora estaba más cerca de mí y mis ojos se posaron en su clavícula, igual de marcada que el resto de su cuerpo, pero aparté la vista de ahí y volví a dirigirla hacia su rostro — ¿De qué quieres hablar conmigo Nami?

— Del tiempo — bromeé y él apretó su agarre en mi muñeca — ¡Ay! Bruto, es broma, y ya, suéltame, que al final me vas a hacer daño.

— Perdona... — apartó su mano y parecía sentirlo de verdad — ha sido un acto reflejo.

No sé por qué, pero me sentí mal por un momento — No, perdóname a mí, he sido una borde — aunque seguía pensando que tampoco me había pasado tanto en realidad, de todas maneras, decidí volver a lo importante — Bueno, el caso, tenemos que ponernos de acuerdo con el tema del ruido en nuestros pisos. Y quiero hablar contigo sobre eso.

Me levanté de donde estaba agachada, pero él permaneció sentado en la camilla metálica — ¿Puedes hoy? — acaricié a Ryu, para indicarle que nos íbamos de vuelta a casa.

— Sí, sí puedo. Cuando termine con esta moto de aquí y le eche un vistazo a la mía.

— ¿Qué le pasa a tu moto?

La cara le cambió al instante, parecía enfadado — Que algún cabronazo del transporte le rayó toda la cacha trasera por el lateral, y llevo unos días pensando en si cambiarla o pintarla encima.

— Draken... ¿Qué es la cacha? — parecía tonta preguntándole eso, pero es que no tenía ni idea de lo que me estaba hablando.

Él se quedó mirándome y esbozó una amplia sonrisa, un escalofrío recorrió mi espalda al verle esa cara, algo inexplicable para mí en ese momento, pues solo había sido una simple sonrisa — Cómo te explico... es la cubierta — le dio un toquecito a la moto que tenía detrás de él — es esta parte de aquí ¿ves? Pues mi moto tiene todo esto arañado — señaló una parte de esa moto y por fin comprendí a lo que se refería.

— Ajá... pues espero que puedas arreglarla...

— Yo también. Si no la reclamación que se van a llevar va a ser gorda.

De verdad parecía que esa moto le importaba, en cuanto empezó a hablar de ella le había cambiado la cara, mostraba una seriedad que hasta el momento no había visto antes en él.

— En todo caso. Nos vemos luego, ¿no? — comencé a salir del taller, saludando a Inupi con la mano a través del cristal que separaba el taller de la oficina que se ubicaba al otro lado, estaba atendiendo a unos clientes, así que decidí no molestarle — Yo estaré en casa por la tarde, así que cuando estés listo solamente da un par de toques a la puerta de abajo y listo.

— De acuerdo. Nos vemos entonces.

— Está bien... — una vez fuera, me giré una última vez hacia él y le sonreí, una última broma no iba a hacerle daño a nadie — y ven con las manos limpias, no me seas guarro — tras decir aquello, aceleré el paso para meterme en mi local de nuevo junto con Ryu, solo por si al tatuado le daba por venir detrás de mí a responderme.

Pero no pareció hacerlo. Mejor, así podría comenzar a dejar todo recogido y cerrar el negocio por hoy.

Quizá hasta tenga tiempo y pueda echar una pequeña siesta después de comer...

Esta chica...

— ¿Qué quería Nami? — Inupi apareció por la puerta que conectaba el taller con la oficina.

— Nada, quiere quedar conmigo esta tarde para hablar.

Alzó las cejas y se quedó mirándome.

— ¿A qué viene esa cara? — Imité su expresión — no te preocupes, que no voy a quitártela.

— ¿Cómo quitármela?

— Estáis juntos ¿no es así?

— ¿Quiénes? ¿Nami y yo? — se empezó a reír — ¿qué dices? Es mi amiga y ya está, solo eso, me cae bien y es divertida.

— ¿Divertida? — a mi me parecía un grano en el culo, sinceramente, pero sus expresiones sí que me hacían gracia, era algo raro — Nami está todo lo lejos de ser divertida. Ya me podías haber avisado antes de que ella era mi vecina.

— Pero si te lo dije por teléfono.

— ¿En serio?

— Vete tú a saber en qué estarías pensando cuando hablábamos por teléfono.

— Pues quizá tenía cosas más importantes en las que pensar, como por ejemplo en el transporte de las motos y en el papeleo del taller de Tokio, por ejemplo.

— En fin... — se acercó a mí y se agachó al frente — ¿Tan mal te cae?

— No es tanto así — no tenía ni idea de lo que sentía hacía ella, me ponía de los nervios, no parecía intimidarle en lo más mínimo, por muchas expresiones de seriedad que le pusiera, incluso cuando le ponía malas caras, ella no se achantaba con nada, solo abría la boca y soltaba una de esas contestaciones que me dejaban sin saber que decir la mayoría de las veces — simplemente es intensa. No sé.

— Ya... — me miró de arriba abajo y yo rodé los ojos.

— ¿Qué con esa expresión? — le inquirí.

— Nada, nada... — volvió a levantarse — tú no seas tan borde con ella, y compórtate mejor, ya verás como su actitud contigo cambia, ella no es mala persona, pero sí le ponen de los nervios muchas cosas, y, una de ellas, precisamente, es la gente borde y antipática.

Pero si ella es igual...

— ¿Qué murmuras?

— Nada.

— Bueno, entonces has quedado con ella ¿no?

— Sí, quiere que hablemos de algo para que la convivencia vecinal sea mejor.

— ¿Habéis peleado?

— Algo así, el primer día, cuando llegué aquí, se puso a tocar música y a cantar en el balcón, se escuchaba desde mi piso, así que salí y le llamé la atención, estaba cansado, me apetecía descansar, y no podía.

— ¿Nami canta?

¿Era su amigo y no lo sabía?

— Sí, canta, y toca algo parecido a una guitarra. Pero no sé qué es, solo la vi aquel día.

— ¿La estabas espiando?

— Ya te he dicho que no tenía ni idea de que vivía ahí, imbécil.

Volvió a mirarme con esa cara rara, esbozando una media sonrisa. Pero no contestó, simplemente sacudió la cabeza y volvió a la oficina a terminar con el papeleo del alquiler de motocicletas.

Ahora que lo pienso... quizá debería pedirle el número de teléfono a Nami, así si su perro vuelve a hacerme una visita inesperada podré avisarle por ahí y que no aparezca hecha una fiera...


Recomendación de canción (en bucle hasta fin del cap): Choro Gracioso - Laurindo Almeida, Ray Turner

Eran más de las seis de la tarde, me había llevado más de la cuenta el tema de mi moto, para que, al final, me decidiera por cambiarle la pieza que se había arañado. Sin embargo, conseguir una cacha similar a la que mi moto llevaba iba a llevarme tiempo, así que tendría que ir con ese arañazo hasta que encontrase alguien que la vendiese por Internet y esperar a que me llegara.

Inupi se fue bastante mucho antes que yo a su piso, así que me tocó a mí dejar todo cerrado y, tras eso, subí a darme una ducha y vestirme con algo más decente. Hacía calor, así que decidí ponerme el haori negro que tenía desde hacía tantos años pero que aún así seguía en perfectas condiciones, junto con una camiseta blanca de mangas cortas y los vaqueros. Vaya, El look de siempre. Tampoco es que tuviera mucha ropa, pero ese conjunto siempre me había gustado.

— En fin...

Ya me encontraba delante de la puerta que subía a su apartamento, así que no lo pensé mucho más y di un par de golpes en ella.

— ¡Nami! ¡Soy yo!

Escuché unos ruidos tras esa puerta, unos pasos bajando la escalera de manera apresurada, junto con los de otros más agudos que deduje serían los del perro acompañándola. Sonó un ruido más fuerte.

— ¡Ryu! ¡Que te estés quieto! ¡Déjame ponerte la correa! — la puerta se abrió — Hola Draken — era ella, que había girado la manilla con una mano en un movimiento brusco mientras comprobé que estaba peleándose con el animal para intentar ponerle la correa — Dame solo un momento — pero no podía, el perro no paraba de dar vueltas e intentar subirse a ella.

Cuando vi que el animal se le subía encima, pude darme cuenta de lo pequeña que era, pues de pie, Ryu era casi tan alto como ella, le llegaba hasta la cabeza y sus patas se apoyaban en el pecho de ella haciendo que Nami perdiera el equilibrio varias veces.

Empecé a reírme, y fue entonces cuando el perro me vio y vino directamente hacia mí — Hola rubio — le acaricié la cabeza y decidí intentar una cosa. Levanté mi dedo índice, señalando hacia arriba y hablé en tono mandatorio — Sienta.

El perro se quedó quieto y obedeció la orden. Las manos de Nami fueron rápidas y consiguieron ponerle la correa con ese despiste. Elevó su mirada, y esos azules ojos se posaron en mi rostro — ¿Cómo has hecho eso?

— Supongo que entre los de nuestra especie nos entendemos ¿no? — bromeé, pero ella no dijo nada, solo jadeaba a causa del esfuerzo que acababa de estar haciendo, con sus ojos aún posados en mí, estaba colorada y tenía varios mechones del oscuro cabello desordenados. Un pequeño escalofrío recorrió mi espalda.

— Joder... si tú supieras lo complicado que es a veces... pesa demasiado y más de una vez me ha tirado al suelo... — se incorporó y tendió hacia mí la mano que aguantaba la cuerda del perro — toma, aguántamelo un momento, por favor. Cojo mis cosas y nos vamos.

Me había quedado estático, pero alargué mi mano para tomar la correa, rozando por un instante su mano, y otra corriente recorrió mi espalda.

¿Qué coño pasa? Hace calor, es imposible que esté teniendo frío ahora mismo.

Ella agarró un bolso de tela y terminó por salir del edificio, cerrando la puerta con llave y arrebatándome la cuerda que mantenía atado a Ryu de las manos.

— Bueno, ¿vamos? — ya parecía haber recuperado el aire, y empezamos a caminar sin decir nada hacia la zona de la playa.

— ¿Dónde vamos? — decidí romper el silencio.

— ¿Eh? Pues a comprar un par de cafés para llevar y a la playa — el animal empezó a correr hacia delante y tiró de su brazo de manera que la hizo tropezar, instintivamente le agarré para que no se cayese.

— ¿Estás bien?

— Dios... sí, gracias otra vez — se acarició el hombro, parecía haberle dado un tirón — la idea era que fuéramos a una cafetería, pero hoy este está demasiado nervioso, no sé que le pasa, así que mejor compramos unos cafés para llevar y vamos a la playa, así puedo soltarlo un rato y que corra para desfogarse.

Miré hacia la izquierda, en dirección a la playa que quedaba bajo la pendiente. Aún el sol permanecía en el cielo, aunque no tardaría mucho en empezar a caer sobre el horizonte, pero no me pareció mala idea, además, aún no había tenido la oportunidad de pisar si quiera esa fina arena, pues el trabajo en el local había sido inmenso durante esos días, todo con el objetivo de que pudiéramos abrir lo antes posible. Y, bueno, al final ese sacrificio había merecido la pena.

— Está bien...

Volvimos a guardar silencio. Tal y como dijo ella, al pasar por una cafetería, volvió a darme la correa del perro para que ella pudiera entrar y pedir un par de cafés, con los cuales salió al poco en las manos.

— ¿Te importa llevar tú a Ryu y yo los cafés?

Alcé una ceja — ¿Ahora confías en mí como para dejar que me haga cargo de tu perro?

— ¿A que te tiro los cafés encima?

— No te pases.

— Solo pregunto, igual tienes frío y necesitas calentarte con algo — me acercó uno de esos vasos desechables al brazo, estaba ardiendo — está caliente ¿no? Pues imagínate como me arden las manos ahora mismo, si quieres llevar tú los cafés, por mi perfecto, pero te aviso que te vas a morir de calor.

— Sí, lo está — la verdad, prefería llevar al perro — ¿Y por qué no has comprado otra cosa que no sea café? Digo yo, un batido, algo frío... no sé, solo son ideas que se me vienen a la mente. Además, ni siquiera me has preguntado lo que yo quería.

— Pues mira, primero porque no me gusta el dulce, y aquí todas las bebidas frías llevan muchísimo azúcar — ahora ella fue la que alzó una ceja — y segundo, no tienes cara de que te gusten los heladitos ni esas mierdas, así que ala, un café recién salido del infierno para el machote del dragón en la cabeza — mientras hablaba, comenzó a intentar apartarse un mechón de la cara con el dorso de la mano, pero no era capaz ya que tenía ambas manos ocupadas con esos vasos y el mechón volvía a ponérsele en la cara. Estaba poniéndome nervioso, así que terminé por agarrarle el mechón con los dedos y se lo coloqué detrás de la oreja, haciendo presión para que se le quedase ahí quieto. Se me quedó mirando con cara de sorpresa — ¿Qué haces? ¿Estás ligando conmigo?

Había puesto el mismo tono con el que yo le hice esa misma pregunta en la mañana y no sabía por qué, pero me hizo gracia la cara que había puesto — En absoluto, me estabas poniendo nervioso y se te iban a caer los cafés si seguías moviendo las manos, así que venga, vamos a la maldita playa y me cuentas tu maravilloso plan para que me dejes vivir tranquilo.

— Draken... — habíamos comenzado a caminar, y ahora el perro, mientras yo sostenía la correa, parecía ir más tranquilo y caminaba al lado de mí, ella lo hacía en el lado contrario — te recuerdo que yo vivía aquí antes que tú, así que el que ha generado todo esto eres tú.

— Como sea, pero tenemos que ponernos de acuerdo.

No dijo nada más, solo un ligero asentimiento desde su garganta y comenzamos a bajar las empinadas escaleras de madera que daban directamente a la fina arena de la playa.

No nos acercamos mucho al agua, y, cuando estábamos en un buen punto, ella dejó un momento los vasos de café en la arena y sacó una enorme toalla del bolso de tela, extendiéndola y sentándose en ella. Yo me quedé de pie al lado, con la correa del perro aún en las manos.

— ¿Qué haces? Siéntate — sacó una libreta del bolso y palmeó el lado de la toalla que quedaba libre a su derecha — Ryu, ven aquí — el perro se acercó ansioso a ella, su hocico quedó próximo a su cara y, mientras ella le desabrochaba la correa del collar, este le dejó un lametón en toda la cara.

Sí, me descojoné al ver la cara de asco que puso. Y me quedé mirándola como reñía al animal por hacer eso, pero este no le hacía caso, solo salió corriendo y empezó a jugar en la orilla con las olas, saltándolas y yendo de un lado para otro.

— Dios... — sacó otra toalla más pequeña de la bolsa y una botella de agua, mojó un poco la tela y se limpio la cara — menos mal que estoy acostumbrada a esto... odio que haga eso, en fin, vamos a lo nuestro.

Yo ya me había sentado a su lado, esperando a ver con qué me salía ahora. Me había dado el café, al cual le di un sorbo y me sorprendí de lo bueno que estaba, nunca había probado un café así y me quedé con los ojos puestos en la tapadera de plástico de ese vaso.

— ¿Está bueno verdad?

— Sorprendentemente, sí.

— Aquí todo es mejor que en la ciudad. Hacen todo con más cariño.

— En Tokio no tienen tiempo para centrarse en los detalles de las cosas... — murmuré y giré mi vista hacia ella.

— ¿Verdad? Yo les decía lo mismo a mis padres — ella también me miraba en ese momento. Los dorados rayos del sol le iluminaban la mitad del rostro, haciendo que en sus ojos se intensificara aún más ese azul profundo.

Ambos nos quedamos callados por un momento, sin decir nada, hasta que ella volvió su vista rápidamente a la libreta.

— A ver, tenemos que hacer un horario — le dio un sorbo a su café — yo suelo cerrar el local pronto, a las cuatro o las cinco de la tarde, según el trabajo que tenga, y si tengo que hacer alguna inmersión por la tarde suelo cerrar antes... ¿vosotros a qué hora cerráis?

— ¿Inmersión? — acababa de caer en la cuenta de que no tenía ni idea de lo que hacía, me lo imaginaba por la apariencia de su establecimiento, pero yo pensaba que únicamente se dedicaba a vender ropa de buceo y así, esos días también me fijé en que, de vez en cuando, varios grupos de personas entraban en él con libretas y materiales como si fueran a la escuela, así que también suponía que daba cursos, pero no lo tenía del todo claro, nunca presté atención a los cartelitos que tenía pegados en el cristal de la fachada, así que decidí preguntarle — Nami ¿a qué te dedicas tú?

— ¿Nunca te ha dado por leer los carteles? — habló sarcástica — bah, bueno, supongo que no. Doy cursos de buceo a las personas que quieren sacarse el título, además de las nociones básicas necesarias para poder realizar las inmersiones que organizo, esto más que nada es para los turistas que buscan algo de aventura, y bueno, antes vendía material de buceo, aunque llegó un punto en el que pensé que le sacaría más alquilándolo... — paró un momento para darle otro sorbo al café, se le había quedado una gota de ese líquido en los labios, y vi que su lengua lo lamía con suavidad antes de continuar hablando — y luego está lo divertido...

— ¿Lo divertido? — ladeé mi cabeza y saqué el paquete de tabaco, de joven no solía fumar, pero llegó un punto que todo el estrés de la ciudad me había empujado a hacerlo, a darme, aunque fueran diez minutos de paz fumándome un cigarro tranquilamente en la puerta del taller de Tokio — ¿a qué te refieres? — saqué un cigarro y lo encendí. Ella se quedó mirando el cigarro y rápidamente se puso a rebuscar algo en el bolso — ¿Qué buscas?

— Esto — sacó una especie de cono de plástico — es un cenicero para la playa, no se te ocurrirá tirar la colilla a la arena ¿no?

— ¿Es el bolso de Doraemon eso o qué?

Se rio — un poco, pero siempre voy preparada, al menos con lo básico — hincó ese cono en la arena delante de mí, y conforme iba fumando, dejaba que la ceniza cayera dentro de él cuando era necesario que se la quitase al cigarro.

— Bueno, está bien, supongo — volví a mirarla — ¿qué decías que era lo divertido?

— Inmersiones. Las organizo con los grupos de turistas y voy con ellos. Eso es lo mejor de mi trabajo... algunos grupos son mejores que otros... pero igualmente... — se abrazó las piernas y se quedó mirando al frente, ahora ese color dorado le inundaba el rostro. Mis ojos por algún motivo no podían apartarse de él y estaba empezando a ponerme nervioso — igualmente, disfruto mucho todas las veces que nos sumergimos, cada día ves algo nuevo, un pez que no estaba ahí el día anterior, cada día hay colores nuevos... no sé... es bonito. Siempre me ha gustado.

Parecía feliz hablando del mar. El tono con el que me había dicho aquello era el más calmado que le había escuchado poner desde que la conocí. Sin embargo, volvió a ser la de siempre en cuanto terminó de decir aquello.

—En fin, yo creía que al ver toda la fachada azul de mi local con los peces y todos los animales marinos pintados en él te imaginarías a lo que me dedicaba. ¿Eres medio cortito verdad?

—¿Ah? — ahora me temblaba el párpado, me había tocado los nervios en apenas dos palabras — Lo que pasa es que me interesaba bien poco lo que hacías, la verdad.

—¿Por qué lo dices en pasado? ¿Ahora sí te interesa?

—No, es simplemente por conversar.

—Agh, en serio, me desquicias, venga, vamos a continuar con lo nuestro — le echó un vistazo al perro, que ahora jugaba con un ermitaño, parecía estar acechándolo, pero el pequeño animal se metió al agua y se le escuchó lamentarse desde donde estábamos, ella sonrió y agarró de nuevo la libreta — a ver, entonces ¿vosotros a qué hora soléis cerrar? ¿y qué haces después de terminar de trabajar?

Hice un repaso en mi mente de mi día a día — a ver... Inui suele irse antes que yo siempre... por lo que termino cerrando yo solo el local... no sé, tampoco tengo una hora de cierre en sí, pero al público cerramos a las cinco de la tarde. Yo suelo quedarme hasta las tantas con las motos que tengo para arreglar.

— Vale... entonces... si cuando yo ya he cerrado tú aún no estás descansando en casa... puedo ajustarme y cenar antes...

— ¿Para qué quieres ajustarte a mi horario?

— Para poder salir al balcón un rato por las noches, siempre lo he hecho, y desde que tengo un acosador no puedo hacerlo. ¿A ti te molestaría que tocase algo de música mientras trabajas?

— Pues un poco sí, la verdad — le vi poner una cara rara, pero si ella estaba dando su brazo a torcer con el tema de adecuarse a mi horario, quizá yo debería de hacer lo mismo en cuanto a eso — pero no te preocupes, puedes hacerlo, yo pondré música en el taller y cerraré la puerta para no escucharte y listo.

— De acuerdo. Además... si algún día sales por la noche a la ciudad o algo, avísame, así podré quedarme más rato en el balcón.

— ¿Qué obsesión tienes con el puto balcón?

— Ay ¡ya! Me despeja, es mi afición, amo ese puto balcón, y a Ryu le relaja ¿te sirve esa respuesta? — empecé a reírme, no entendía el enfado repentino y alcé mis manos para que se calmase.

— Vale, vale... no te preocupes, mira, podemos hacer una cosa, yo suelo estar hasta bien tarde en el taller, entonces, si quieres — me di cuenta que ella había hecho una tabla con las horas en la libreta — hasta... quizá las diez de la noche puedes tocar lo que quieras y hacer el ruido que quieras en el balcón.

Apuntó eso en la libreta y comenzó a mirarla — Vale... entonces, si suponemos que lo más tarde que puedo llegar a cerrar el local son las siete de la tarde los días que tengo inmersiones... puedo sacar a Ryu a las siete y media... volver a las ocho y media... y entonces tengo una hora y media para poder estar ahí... vale, me parece bien.

Posé mi dedo en esa tabla que había escrita, justo en donde marcaban las diez de la noche — Entonces, a partir de las diez, yo saldré a fumar al balcón y listo, así no tendremos que cruzarnos y podremos estar tranquilos los dos ¿no?

— Exacto, eso es, además, por si acaso, dime tu número de teléfono.

— ¿Me vas a mandar mensajitos? — bromeé y me dio una pequeña torta en el tatuaje de mi cabeza.

— No, es por si tienes que avisarme de que vas a irte con Inui al centro o algo por las noches, te lo dije antes, si no hay nadie en tu casa, podré estar más rato a mi aire.

— Es verdad — sacó su teléfono y vi que de fondo de pantalla tenía una fotografía con un chico.

¿Un amigo? No, en teoría no tiene amigos, no me extraña, con esa actitud. Pero, entonces, ¿quién es?

Decidí no preguntar, una vez hubo abierto la agenda del teléfono me tendió el aparato y apunté mi número, tras eso, me dejé una llamada perdida en mi teléfono, más tarde la agendaría. Le devolví el teléfono y vi que ella había estado haciendo una copia de esa tabla con el horario en otra hoja de la libreta.

— ¿Qué haces?

— Hacerte una copia para ti. No creo que bajo esa enorme cabeza se esconda un cerebro capaz de retener el horario que acabamos de hacer — arrancó la hoja de papel y me la tendió — así que toma. Guárdala como oro en paño, es más, enmárcala y ponla en tu casa.

La miré con expresión seria, chasqueé la lengua y tomé el papel de mala gana, guardándolo en un bolsillo del pantalón.

Ella le echó un último vistazo a la libreta y terminó por cerrarla para guardarla de nuevo en el bolso.

El silencio volvió a hacerse eco, ambos nos habíamos quedado mirando al frente, viendo como el perro cavaba un hoyo en la arena, el cual se llenaba con el agua que traían las olas. Cada vez el cielo se iba tiñendo más de esos colores anaranjados, con ya algunos tonos violáceos por encima de ellos.

Saqué otro cigarro y vi de reojo que ella me miraba las manos.

Rodé los ojos — ¿Tú fumas?

— No mucho.

— ¿Cómo que no mucho? — me giré de nuevo — O fumas o no, "no mucho" no es una respuesta.

— Sólo un cigarro por las mañanas y otro por las noches, en el balcón, de hecho, el otro día no pude por que me interrumpiste, ¿te vale así?

— Toma anda — le tiré el paquete a las piernas, que ahora las tenía cruzadas una sobre la otra como si fuera una niña pequeña — coge uno si quieres.

— Gracias — cogió el paquete y sacó un cigarro — ¿me dejarías el mechero? Sin tirármelo, por favor.

Sonreí involuntariamente. Cada comentario que decía en ese tono me ponía de los nervios, pero Inupi tenía razón, también me provocaba risa, me divertía picándola, sin embargo, aún tenía esa sensación en mi interior de que todo era fruto de que no terminaba de soportarla — Toma, ¿quiere algo más la pececita?

— ¿Por qué me llamas así? — tomó el mechero de mis dedos, rozando los suyos por un momento — no soy un pez.

— No sé. Tienes cara de pez. Ya te lo dije esta mañana.

— Qué pereza de hombre... — a pesar de haber dicho eso con pesadez, empezó a sonreír al frente y se abrazó a ella misma mientras fumaba, me quedé mirando como se llevaba el cigarro a los labios, dándole calada tras calada durante un rato.

— En fin, está empezando a hacer frío... ¿nos vamos?

No me había dado cuenta, pero con la tontería, llevábamos casi hora y poco ahí sentados. Y tenía razón, había empezado a refrescar. Además, ella no llevaba nada para taparse, así que en cuanto nos levantamos, ella sacudió la toalla y se la echó por los hombros.

Ryu, cuando nos vio levantarnos se acercó y ella sacó la botella de agua del bolso para darle un poco de beber al perro y aprovechó para atarle la correa de nuevo. Volvió a darme la cuerda mientras ella recogía los vasos ya vacíos del café y el cenicero de plástico.

No le dije nada, simplemente llevé yo al animal. Antes de salir de la playa por esas escaleras que antes habíamos bajado, ella vació la ceniza de ese objeto de plástico en una papelera que había al lado de la escalera, lo guardó de nuevo en su bolso y tiró en ella los vasos también a la basura.

Las farolas del camino que llevaban hacia la zona de los establecimientos, donde nuestras viviendas se encontraban, se habían encendido ya, a pesar de que aún no era de noche profunda, y me quedé mirando la estampa. Era bonita, la iluminación que daban esas luces aún con el cielo sin terminar de oscurecerse por completo.

Caminábamos despacio y en silencio, pero había algo que sí quería preguntarle.

— Oye Nami.

— Dime.

— ¿No vive nadie más por aquí?

— No, solo nosotros.

— ¿Por qué? — tenía curiosidad por aquello, a parte de nuestros establecimientos, había dos o tres más que parecían también tener ese apartamento en la planta superior.

— Los demás creo que decidieron utilizar esa parte de los edificios como almacén, pero solo los nuestros los mantuvieron como unas viviendas. Imagino que aquí lo suyo es vivir en el centro, todo está más a mano, y es una zona mucho más activa que esta. Ya ves — alzó las manos señalando alrededor nuestra — ya no hay nadie por aquí, y todo está cerrado a estas horas, así que esto está muerto de noche... pero... ¿sabes qué? — me miraba sonriendo, y no pude evitar que de nuevo mis ojos se quedaran fijos en su rostro — yo lo prefiero así, me gusta la tranquilidad.

— No te pega nada.

Su expresión volvió a cambiar, ahora me miraba con curiosidad — ¿Por qué?

— Tienes pinta de ser... cómo decirlo sin que te moleste...

— Dilo de cualquier forma, viniendo de ti seguro me va a molestar igual.

— Una intensita, eso. Eres un culo inquieto, no paras.

Arqueó una ceja y ahora su boca esbozaba una sonrisa burlona — ¿Me miras el culo Draken?

— ¿Qué? No.

Empezó a reírse en alto — Guarro. Eres un cerdo — me había quitado la correa del perro de las manos y empezó a correr con él hacia nuestros locales, que ya no quedaban muy lejos de donde estábamos — ¡Corre Ryu! ¡Nos persigue un acosador! ¡Corre! ¡Antes de que nos secuestre o algo peor! — no paraba de reírse y yo me había quedado plantado en el sitio — ¡Antes de que vuelva a hablarnos con ese tono de querer matarnos!

— ¡Nami! — empecé a correr detrás de ella y cuando llegamos a la fachada de los locales, vi que ella se había escondido tras la esquina del suyo, al lado de la puerta que subía a su piso — ¿¡Cómo coño se te ocurre ponerte a gritar eso!?

— Bah — estaba jadeando — No hay nadie, ya te lo he dicho — aún se estaba riendo — solo quería ver la cara que se te quedaba, ¿Qué vas a hacer?

Volvió a crisparme los nervios, pero no podía negarlo, estaba loca, me sacaba de quicio, todo lo que hacía y decía me desconcertaba, no sabía por donde iba a salir con cualquier cosa que le dijera, y eso... lo odiaba. Sin embargo, cuando estaba con ella, el tiempo parecía pasar más rápido de lo normal.

— No voy a hacer nada Nami, solo irme a casa.

— Y yo a la mía — sacó las llaves de su bolso — Supongo que hoy no puedo salir al balcón, ¿verdad?

— Efectivamente, voy a ir a la cama directamente, así que nada de ruido.

— Está bien — ambos nos dirigimos hacia nuestras puertas, que quedaban confrontadas la una de la otra, y escuché que ella también acababa de abrirla con las llaves, dejando pasar a Ryu al interior.

Sin embargo, antes de atravesar la puerta de mi casa giré mi vista por encima del hombro, y me la encontré de la misma manera, con sus ojos mirándome por encima de uno de sus estrechos hombros.

— Buenas noches, Nami.

— No hagas ruido tú tampoco — Entró en casa y antes de cerrar la puerta volvió a asomarse — Ah, y buenas noches, cabeza huevo — dio un portazo y la escuché reírse, pero no le di importancia. Solo entré y cerré la puerta tras de mí.

Me notaba raro.

¿Qué es esto?...

Ya los amo. Lo he puesto en un anuncio de esos de Wattpad, pero acaba de empezar el fic y ya noto que me van a tener loca estos dos también...

Por si acaso, lo del deja-vú raro que tiene Draken cuando Nami lo asemeja a un perro, es porque en HEAVENS (el fic de Hanma de mi perfil) Hanma se mete con Draken llamándole chucho jajajajajaja.

Meridiano de origen: es el meridiano de Greenwich, a partir del cual se empiezan a contar los husos horarios. Es el punto de origen para las mediciones de la longitud. (Referencia a que aquí empieza toda la historia de estos dos, igual es un poco rebuscado, pero anyway, le quiero poner nombres de términos que se usan en oceanografía a los títulos de los capítulos y voy mirando cual va quedando mejor) 

Mirad el lado bueno, leéis un fic e igual aprendéis cosas nuevas JAJAJAJA vale ya, me voy con las frikadas a otro lado. Espero que os haya gustado este capítulo, me lo he pasado muy bien escribiéndolo. 

Amor y besitos <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top