16 - Vuela conmigo
— ¡Hasta que llegan! — Ymir, quien estaba tumbada en uno de los sofás color borgoña se levantó para ayudar a los hermanos con las bebidas.
Al lado de Ymir se encontraba una chica rubia, bastante bajita, con unos ojos grandes y azules que sin duda alguna otorgaban dulzura a aquellos que los miraran.
En otro sofá estaban Eren y Armin, quienes sostenían en sus manos unas botellas con lo que seguramente era cerveza, y conversaban animosamente con la chica rubia, era la primera vez que Melissa tenía la oportunidad de ver a Eren con el cabello suelto, gusto que no le duró mucho, ya que el calor y su propia comodidad lo obligaban a volver a recogerlo en su habitual moño desordenado. Armin por su parte se veía como siempre, pulcro y con una aura amistosa que confortaba cualquiera.
Cuando Historia se dio cuenta de los recién llegados corrió y se abalanzó con sobre Jean.
— ¡Hace cuanto que no te veía! ¿por qué te desapareciste tan de la nada? — la muchacha le soltó un golpecito en el brazo, que a penas y causo reacción en el más alto.
— Yo también te extrañé, Historia.
Marco también saludó a la muchacha, a la par que Ymir saludaba a Jean. Por su parte, Melissa permanecían detrás de los hermanos aun sosteniendo las bolsas de hielo, las manos se le comenzaban a cansar debido a su baja fuerza, pero emitir una sola palabra o sonido le apenaba por sobremanera. Al final fue la chica rubia quien se dio cuenta de su presencia.
— Déjame ayudarte con eso, ¿sí? — la pelirroja asintió sin chistar — pequitas, ¿puedes poner esto en el refrigerador?
Melissa miró con algo de desconcierto al no entender a quién llamaba, las palabras de Historia hicieron clic en su mente en el momento en el que Ymir, con una sonrisa y una mirada enamorada le quitaba las bolsas de las manos a Historia y seguía su petición.
— Gracias — Melissa comenzó a apretar y destensar los puños en un intento de descansar sus manos
— No hay de que, linda. Me llamo Historia, soy la novia de Ymir, ¿cómo te llamas?
— Soy Melissa
— Que nombre tan dulce — la muchacha la tomó del dorso de la mano y la acercó hacia la sala en la que ya estaban los demás — eres totalmente bienvenida aquí, el baño está bajando la escalera y puedes tomar lo que gustes del refrigerador de aquí.
— Gracias — Historia le regaló otra dulce sonrisa antes de alejarse hacia el rumbo de Ymir, a quien tomaba entre sus brazos con un amor gigantesco.
Cuando volvió la mirada hacia la sala, encontró a Armin sentado junto a Connie, y Eren, Marco se estaba presentando ante el rubio y el pelinegro, ¿estaría bien sentarse en donde ella quisiera o tenía que pedir permiso? ¿De verdad haber aceptado asistir había sido una buena idea? Historia era muy amable, pero nunca había convivido con el resto fuera del grupo, ¿iba a agradarles? ¿o su comportamiento incomodaría a los demás? Probablemente las preguntas le hubieran ocasionado salir huyendo de la situación de no ser por una voz de disipó el cúmulo de pensamientos que rondaban por su cabeza.
— Mel, ven, siéntate — Jean la llamaba desde el sofá en el que el ya había tomado asiento, palmeando con la mano el sitio junto al suyo. La muchacha le tomó la palabra y se sentó a su lado, confirmando que era suyo el olor a perfume que su nariz había percibido desde el coche, pero cuyo origen desconocía.
Jean era cortes, se mantenía lo suficientemente cerca como para no dejarla desamparada, pero lo suficientemente lejos como para no incomodar o invadir el espacio vital que ella necesitaba.
— Oye, Mel, ¿tú pintas, cierto? — Armin, quien había emitido la pregunta la miraba con notoria curiosidad, tal como lo hacían ahora todos los presentes.
— Ah... sí. Lo hago, me gusta mucho.
Eren arqueó una ceja — ¿qué clase de cosas pintas?
Esa era la primera vez que él le dirigía la palabra
— Bueno, me gusta mucho el paisajismo, y los retratos también. Sé pintar con acuarela, con óleo y también dibujo.
— Estoy muy seguro de que eso te va a jugar a tu favor cuando entres a arquitectura, aprender de perspectiva para mí fue un tormento total, pero a ti se te va a facilitar más.
La conversación era amena, hacía que Melissa bajara sus defensas y que todos se sumaran a esta hablando de sus propios intereses. Era bastante irónico que todo supieran tanto de las vidas de los otros, pero al mismo tiempo seguían siendo inconscientes de otros detalles muy fundamentales, como por ejemplo que Eren era aficionado al piano, en palabras de Armin el muchacho era un prodigio, aunque Eren se esmeraba en aclarar que no era para tanto.
Al poco rato llegaron Reiner y Berthold, quienes también se incluyeron en la charla. Todos hablaban de sus intereses y sus estudios, Reiner quería ser abogado, Berthold estaba ya en su segundo año en psicología, profesión que sin duda pegaba mucho con su carácter. Armin se preparaba para ser biólogo, Eren para ser ingeniero en biomédica, mientras que Historia estaba en leyes, cosa que sorprendió a la mayoría; en palabras de Ymir su novia podría parecer pequeña, pero era increíblemente buena defendiendo sus ideales, además de ser la número uno de su clase. Jean, Ymir, y Connie no estudiaban, la muchacha trabajaba en una pequeña librería que se encontraba en la misma plaza comercial que la cafetería de Connie y Jean.
Toda la noche transcurría bien, hasta que Connie se sobresaltó después de recibir un mensaje de texto
— ¡Ya llegó! ¿Recuerdan que les dije que invité a mi mejor amiga? Me dijo que estaba afuera, ya debe estar subiendo.
Todos miraban expectantes a la puerta, hasta que la silueta de un muchacho rubio y alto comenzó a vislumbrarse, acompañada de otra que la mayoría de los que estaban ahí reconocieron fácilmente.
En cuanto pasó el umbral, Connie se abalanzó sobre ella, casi tirándola al suelo. Ambos reían y se soltaban y abrazaban continuamente mientras que las carcajadas sonaban sin césar.
— ¡Te extrañé tanto, Sasha! ¡Mucho! — Después de algunos minutos él la soltó — Ah... perdón Niccolo. Espero no te moleste.
— No hay por qué, hola, Connie.
Sasha, quien aún se encontraba muy abismada por la extrema muestra de cariño de su amigo, no se había percatado del resto de los presentes, que al mismo tiempo la miraban extrañados.
— ¿Sasha? Creí que no ibas a poder venir, ¿quién te dio la dirección?
La castaña salió del trance en el que Connie la había sumido, y giraba su cabeza en dirección a Ymir, quien había emitido la pregunta. Rápidamente Sasha dio un recorrido por el lugar con la mirada, encontrándose con los rostros conocidos de sus compañeros.
— ¿Chicos? ¿qué hacen aquí? ¿conocen a Connie?
— Connie trabaja conmigo desde hace año y medio — Jean se levantó del sofá a la par que hablaba, para tomar a Connie por el cuello usando su antebrazo — Oye cabeza de huevo, ¿por qué no me dijiste que eras amigo de Sasha?
— ¡No sabía que la conocías! Ella y yo somos mejores amigos desde la secundaria.
Sasha comenzó a reír levemente, su risa, con ese carácter tan genuino, acabó por contagiar a los presentes, quienes admiraban la confusión existente en el lugar.
Connie y Sasha relataron como es que se conocían, tal como había afirmado el muchacho, estuvieron juntos en la escuela secundaria, y los padres de Connie adoraban a la muchacha. Sasha también les presentó a su cita, Niccolo, un muchacho que estudiaba gastronomía y que Jean recordaba por la historia que la chica había relatado para ellos dos semanas atrás. Ambos se miraban con una extrema dulzura, y no se separaron en ningún momento de la velada, aunque tal no fue impedimento para que Sasha se acercara a Melissa y le confirmara a esta como serían las cosas si ambas saliesen juntas: Sasha hablaba de mil y un cosas a la vez, la animaba a bailar y a beber más, mientras que Melissa, a pesar de rechazar sus propuestas, se sentía complacida por la compañía de ella y Jean, quien tampoco la había abandonado en ningún momento de la noche.
Las horas fueron pasando, y cual Cenicienta moderna, llegó el momento de que Melissa se fuera a casa para estar ahí antes de las doce, tal como se le había pedido. Jean, cumpliendo con su palabra, le pidió las llaves del auto a su hermano, quien se las cedió sin ningún problema al ver que este no había bebido una sola gota de alcohol. La muchacha se despidió de los presentes y bajaron rumbo al auto. Una vez ahí, emprendieron el trayecto de regreso. Jean encendió el estéreo del auto y le pasó su teléfono a su copiloto.
— ¿Quieres poner algo de música?
— Ah... no, estoy bien, gracias.
La música salía de los parlantes del auto, provocando una atmosfera tranquila.
— Jean
— ¿Sí?
— Gracias por haberme invitado... fue divertido. Nunca había ido a una fiesta con gente de mi edad.
El muchacho le dedicó una sonrisa ladeada mientras seguía mirando al frente — No hay de que, Mel. Eres agradable, y me alegra que hayas tenido una buena noche. Te la merecías. Solemos reunirnos a menudo, estás siempre invitada, y algo me dice que todos los del grupo vamos a reunirnos más seguido.
La muchacha estuvo a punto de responder, hasta que de los parlantes del auto comenzó a escucharse una melodía que le resultó conocida
🎶 If you can use some exotic booze, there's a bar in far Bombay. 🎶
— ¿Te gusta Frank Sinatra, Jean?
Jean, aun con la vista al frente, mostró una muestra de desconcierto ante el repentino cambio de tema.
— Sí, ¿por qué?
— A mí también me gusta... estoy viendo una serie donde salen algunas de sus canciones en la banda sonora, y comencé a escucharlo más a partir de ahí.
¿Era eso una coincidencia? Miles de series usaban la música de Sinatra, pero preguntar no estaba mal
— ¿Estás viendo Los Soprano, Mel?
— ¡Sí! Es increíble, creí que solo sería una serie pretenciosa y aburrida, pero es genial.
— ¿Estás bromeando? ¡Es la mejor serie de todos los tiempos! — en ese momento, un recuerdo agridulce vino a la mente del muchacho, provocando que su tono de voz animado pasara a uno más nostálgico — solía ver esa serie con mi papá, él la amaba, tenía la colección de la serie completa. Era increíble.
La voz de Jean representaba algo que ella conocía al derecho y al revés: esa sensación de extrañar algo que es imposible de recuperar. Sabía desde aquella primera charla en el estacionamiento que probablemente Jean había nacido en una familia rota, pero algo que desconocía era que la ruptura en su nicho era algo que lo seguía acompañando aun hasta esos días. No era de su incumbencia, para nada, y no sabía como reaccionar en esas situaciones, por lo que se limitó a seguir el ritmo de la música de Sinatra con las yemas de sus dedos palmeando su pierna.
Al llegar al alto que estaba antes de entrar al vecindario donde vivía, Jean sintió sobre sí una mirada, cuando giró su cabeza encontró en Melissa una sonrisa reconfortante. Sin ningún ápice de curiosidad, o de conocer partes de su pasado. Pensándolo de mejor manera y con la mente más fría, probablemente nadie más que Melissa sabía mantener las distancias ante las preguntas incomodas que inquiriesen detalles sobre su vida. Detrás de el marco de sus gafas, sus ojos emanaban una confianza genuina.
Cuando el semáforo cambió de color, Jean volvió a arrancar, para a los pocos minutos estar de vuelta en la casa blanca de techo puntiagudo que había visitado antes. El reloj marcaba las 11:54, estaban a tiempo.
— Gracias por traerme a casa
— No hay de que, Mel. Me alegra que hayas tenido una buena noche.
La muchacha se inclinó en dirección a él para despedirse, por lo que Jean abrió los brazos para recibirla. Después de un corto abrazo, Melissa bajó del coche. Jean, desde el asiento del piloto, bajo la ventanilla del asiento de al lado y pronuncio unas últimas palabras.
— Buenas noches, Mel.
La muchacha se giró sobre sí misma, para mirarlo y nuevamente sonreírle.
— Buenas noches, Jean.
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