Parte 14

Sus pasos resonaron en la penumbra de un callejón. Era increíble lo rápido que había atravesado la carretera con tacones. Lograba percibir el sonido que producía una gotera de alguna de las tantas tuberías pegadas a las murallas del angosto lugar. La luz de la luna se colaba por los espacios entre los edificios combatiendo poderosa el avance de lo oscuro. Había decidido que tomaría la mayor cantidad posible de atajos que la ocultaran de las calles principales de la ciudad. Aunque pensándolo bien ¿a cuántas personas podría encontrar a las cuatro de la mañana?

Los lecheros, panaderos y los repartidores de periódicos trabajan desde temprano, le recordó su conciencia.

Estaba demasiado desorientada para evitar que su pie derecho entrara en un charco con agua. Masculló por lo bajo con mucha frustración.

Luego continuó unos metros hasta que decidió que debía sacarse los zapatos por la incomodidad del agua en uno de sus pies. Suspiró abiertamente y trató de tranquilizarse. No se suponía que debía ser tan torpe. Había pensado que por el simple hecho de ser lo que era no debía cometer errores tan tontos ¿No se suponía que debía ser perfecta en todos los sentidos? Aun le faltaba mucho por saber.

Ya no era una mujer normal. Todo había cambiado de la noche a la mañana. Ahora debía cargar con un secreto de dimensiones asombrosas hasta el día en que le llegara su hora.

Pisó otro charco, pero éste no contenía agua sino una mezcla aceitosa que reflejó su imagen distorsionada. Aún no se reconocía. El rojo y el verde no eran habituales en ella. Estaba más acostumbrada a su cabello claro y natural. Su piel no acostumbraba llevar pecas.

La vibración de unos pasos la distrajo como si de tambores se tratase. Volteó rápidamente. No tenía miedo, nadie podía lastimarla lo suficiente para hacerle daño.

Unos ojos de color púrpura centellearon en la oscuridad. Un segundo después se encontró acorralada contra la pared por una fuerza sobrenatural. Su cuerpo no le respondió, solamente pudo cerrar los ojos. El aliento del desconocido chocaba incesantemente contra el suyo. Su cercanía le agobiaba.


Él no podía creer que la había encontrado esa noche. Su aroma le embriagaba. Todo su ser anhelaba beber la sangre de la mujer que tenía en sus manos. Estaba completamente seguro que su sangre saciaría su infinita sed. Pero también sabía que si lo hacía la perdería para siempre y aquello aún no debía suceder.

Observó su rostro con cuidado. Jamás la había visto por la ciudad. Sus labios rojos estaban entreabiertos y sus ojos cerrados con el entrecejo fruncido. Había pasado demasiado tiempo enfrentándose a la raza humana y sabía diferenciar el amargo reflejo del miedo. Ella no parecía tenerlo.

Bajó su cabeza hasta que su nariz quedó pegada al pálido cuello de la pelirroja. Su piel no estaba cálida como la de los demás humanos. Una sola mordida era necesaria para terminar con su sufrimiento. Cuando iba a sacar sus colmillos, sintió que su dedo meñique se paralizaba.

"Es un muy mal momento", se lamentó internamente.

Debía salir de ese lugar. Casi olvidaba que había ingerido una píldora roca. Seguir sus instintos casi le había ocasionado un gran problema. Ahora que sabía que la portadora del delicioso aroma estaba de regreso, se encargaría de encontrarla cuando estuviera recuperado.

Que acabaran con su vida podría ser lo mejor para todos, pero ya sabía que eso no sucedería. Ella no había tenido la suerte de conocer hasta qué punto se había convertido en un monstruo. Ni siquiera conocía sus puntos débiles.

Inesperadamente, el desconocido la soltó. Después de unos segundos, se animó a abrir los ojos. Estaba sola. Suspiró con exageración y siguió con su camino. No podía explicar lo que había sucedido.

Acostarse en su cama le resultó la mejor sensación del mundo. Podía lucir como otra mujer, pero por dentro seguía siendo la misma que había abandonado esa cama por la mañana. Su mundo había cambiado por completo. En ese momento ya no estaba segura de lo que se consideraba normal. Se sentía como si hubiera despertado de un coma de veinte años. Como si todo hubiera evolucionado mientras que ella se había quedado en el pasado.

Lo peor de todo era que no podía compartir lo que sentía con nadie. Ni siquiera estaba segura de tener autorización para hacerlo. Alucar le había hablado de reglas, eso significaba que alguien o algún grupo de inmortales se encargaban de esa sección. En parte, eso explicaba que no existiera una llamativa matanza de mortales por las noches.

Cerró los ojos y rogó por quedarse dormida. Quería escapar a un mundo de fantasía. Quería que todo volviera a la normalidad.

Cambió de posición una y otra vez. Cuando estaba por la número treinta y cuatro, el canto del gallo de las seis de la mañana le hizo rendirse. Estaba más que claro que no podría dormir ese día.

Ya no le quedaba más opción que dejar de retrasar lo que realmente la estaba perturbando.

Debía encontrar la manera de volver a verse como Andraya Caro.

Abrió la puerta de su placar del lado que tenía un gran espejo y se sentó frente a él. Hasta la sensación de la alfombra contra sus piernas se sentía de otro mundo.

A las nueve de la mañana se reportó enferma en su trabajo. Había deseado tanto poder dejar las cosas en claro con Zack, que varias veces había planeado lo que le diría, recordando después que no podía regresar completamente cambiada. Nadie le iba a creer quién era. Ni siquiera estaba segura de si sus huellas dactilares seguían siendo las mismas.

Se sentía como si fuera flecha verde y no supiera cómo usar el arco y la flecha. Como superman con miedo a las alturas. Como un power ranger sin traje. Tenía una habilidad única y no encontraba el detonador.

Volvió a sentarse frente al espejo. Esta vez mucho más decidida. Su mente controlaba su cuerpo. Ella debía controlar su mente. Se concentró en su reflejo y en lo que quería. Quería volver a ser la de antes. Quería su cabello castaño chocolate, sus ojos cafés y su flequillo de vuelta. Cuando el verde de sus ojos se apagó por unos segundos, supo que estaba en la dirección correcta. Necesitaba seguir el mismo camino pero con más fuerza.

La novena vez logró la transformación completa de todo su cuerpo. El siguiente paso consistía en familiarizarse con lo que sentía cuando cambiaba. Así podría controlarlo mejor. La voz cambiada representaba el menor de los problemas. Se había dado cuenta de que si fingía tener disfonía nadie podía objetarle que no sonara igual. Eso en el caso que alguien la llamara y se encontrara con su transformación.

Incluso había probado la teoría después de haberlo hecho cuando Ivonne había llamado para contarle lo maravilloso y relajante que era el lugar donde estaba. Raya la convenció de que estaría bien después de prometerle que tomaría algunas pastillas que la rubia le había indicado.

Casi una hora antes del atardecer, un empleado de una confitería muy exclusiva le llevó una canasta de comidas, con una tarjeta de pronta recuperación. El hombre no sabía quién lo había enviado y eso la disgustó.

Estaba casi segura de que había sido alguien del hotel, pero ¿quién? El hotel estaba repleto de personas muy amables y de buen corazón. Roberto encabezaba la lista. Anotó mentalmente que debía pasar a agradecérselo en persona.

La canasta estaba llena de diferentes clases de tés con propiedades especiales para los resfriados. También había una sopa de pollo en polvo y otra de verduras, un jugo de manzana de medio litro, un paquete de pañuelos, unas aspirinas y un jarabe de frutilla.

Después de ver los dos últimos descartó que el responsable de la canasta fuera Roberto. Él y la mayoría de sus compañeros del hotel sabían que ella era alérgica a uno de los componentes de la aspirina. Lo había dejado bien claro cuando una vez confundieron su café con el de otra persona, ella lo bebió sin darse cuenta; al final una ambulancia la había socorrido para que no se asfixiara.

Jamás habría imaginado que una compañera podía moler las pastillas para después ponerlas en el café. Desde ese día ella misma se preparaba lo que tomaba y así se aseguraba de no llevarse sorpresas.

Cuando el sol empezó a ocultarse, se alistó para visitar a Alucar. Había algunas cosas que debía saber antes de regresar al hotel y rodearse de mucha gente. El portero se sorprendió cuando le entregó la llave de su Volvo XC60 color blanco que tenía guardado en el estacionamiento. Ivonne era la que solía utilizarlo cuando viajaba a conferencias a otras ciudades.

Saber que intentaría conducir de nuevo le llenó de entusiasmo. Esta vez estaba lúcida y no tenía que suceder nada malo. O iba en auto o iba caminando. Cuantas menos personas supieran que visitaba a Alucar habría menos posibilidades de que la relacionaran con algo sobrenatural.

No se sorprendió al ver que él la estaba esperando con una sonrisa. Seguramente tenía alguna habilidad relacionada con las premoniciones. Era eso o ella era demasiado predecible. Estacionó el auto y se felicitó mentalmente por no haber sobrepasado, en el camino, los límites de velocidad.

Alucar la guio hasta su pequeño estudio. Andraya se sentía con mucha más confianza que el día anterior.

—Como te has dado cuenta, esta casa es especial. Cuando te encuentres aquí estarás a salvo ya que tu aroma es inhibido —le explicó mientras se acomodaban.

La castaña asintió. No sabía por dónde empezar.

—Ya controlo bien mi transformación y estoy pensando en regresar al trabajo. Puede parecer algo ilógico, debido al nuevo mundo que estoy descubriendo, pero necesito regresar al trabajo. Aún me falta una semana para mis primeros días libres.

—¿Qué te preocupa?

—Estoy aterrada con la idea de herir a alguien. No sé si esto de ser inmortal me hará saltar encima de alguna persona en cuanto tenga hambre.

Alucar meditó unos segundos antes de responder.

—Contigo no funciona de esa forma. Mientras tu cuerpo te permita que consumas comida humana, podrás hacerlo para satisfacer momentáneamente tu apetito. Creo que tu instinto de caza no está bien desarrollado por el momento. Aunque también necesitarás sangre para sobrevivir.

—¿Me tentará la sangre humana?

—No has mostrado síntoma de que eso pueda suceder.

—Quizá se deba a que no la he tenido cerca. Alguna persona podría cortarse en cualquier momento...

—Lo sé, pero hasta que no pruebes esa sangre no podrá tentarte lo suficiente. Los inmortales convertidos casi siempre son un misterio. Algunos ingresan con ideas tan sólidas en la cabeza que son casi inmunes a la sangre humana.

—Eso me preocupa. Quiero estar segura de que si alguna vez le hago daño a alguien, por un poco de sangre, me destruyan sin pensarlo. En lo que a mí respecta, mi vida no vale más que la de cualquier otro humano.

—Es muy noble de tu parte, pero no creo que puedas encontrar a otro inmortal que piense igual a ti. Ninguno de los de nuestra clase puede asesinar a otro inmortal sin arriesgar su propia existencia.

—Antes de ir a lo legal de este mundo, —hizo comillas en el aire—quiero terminar con el tema de mi alimentación. He pensado en seguir con la sangre artificial, ¿cómo hago para conseguirla?

—Yo te la puedo proveer. Las píldoras son mi negocio. Te las regalaré por un tiempo y después tendrás que comenzar a pagarme.

—Así que por eso debemos trabajar. Para ganarnos la píldora de cada día —dijo divertida.

—Pequeña, me temo que hasta el momento has visto solo el lado lindo de lo que implica realmente ser inmortal. Hay zonas del mundo en donde está permitido alimentarse de humanos, éstas rotan cada veinte años.

—¡Qué horror! ¡Pobres personas!

—Para nosotros representan el eslabón débil de la cadena alimenticia.

—¿Cómo es que nadie se da cuenta?

Alucar se acercó a su estante de libros y extrajo un pequeño libro verde oscuro forrado con terciopelo y envuelta en una cinta de cuero.

—Es gracias a esto. Es como nuestra constitución. Aquí están todas nuestras reglas. Si un inmortal no las rompe, entonces no hay forma de que el secreto salga a la luz.

Andraya lo acarició antes de abrirlo. Las páginas estaban amarillas por el paso del tiempo y estaba escrito a mano. No pudo entender nada de lo que estaba dentro.

—¿En qué idioma está?

—Este está en latín. Optaron por ese idioma porque así podía traducirse más fácilmente.

—¿Tienes alguno en español?

Alucar negó con la cabeza.

—Vas a tener que aprender latín. La mayoría de los inmortales lo habla.

—Creo que ya no se enseña eso por aquí. ¿Qué hay de los demás idiomas?

—Una de las secciones habla de las conversiones. No se puede convertir en inmortal a cualquier persona. Se debe conseguir un permiso especial que no es fácil de obtener. Ser inmortal es un privilegio al cual solo algunos pueden acceder. Como tu caso es especial, yo soy responsable por ti.

La respuesta del inmortal no estaba relacionada con la pregunta, eso hizo que ella casi perdiera el hilo de la conversación.

—¿Y si no hubiera nadie que viera por mí?

—Tendrían que destruirte. Es por eso que me encargué de investigar tu caso. Necesitabas que otro inmortal te abriera las puertas a este mundo. Todo lo que necesites, incluso las clases de latín, deberás recurrir a mí.

Andraya frunció el entrecejo.

—¿Eternamente?

—Por supuesto que no. Es solo hasta que demuestres que conoces lo suficiente como para ser responsable. Debes recordar que lo más importante para nosotros es permanecer en el anonimato.

—Si cometo un error, ¿tú pagarías en mi lugar?

Alucar la miró con compasión.

—Si cometes un error me harían destruirte. Y en caso de negarme, correría con el mismo destino.

—Eso... es injusto —se lamentó.

—Es cuestión de puntos de vista.

—Pero... ¿por qué la persona que me salvó con su sangre no se hace cargo de mí? No quiero que te lastimen si llego a hacer algo mal.

—No es tan simple. El portador de la sangre que te dio vida no tiene el mínimo interés en inmortales impuros. Lo conozco desde que era pequeño. Ha nacido con un inmenso odio hacia los humanos. Estoy casi seguro de que los culpa de su condición.

Andraya no sabía si era malo no entender lo que había escuchado. Quizá la idea central era que si fuera por su salvador, ella estaría muerta. Él o ella no había tenido la menor intención de ayudarla a sobrevivir.

—Daré lo mejor de mí para aprender lo necesario en la menor cantidad de tiempo. No voy a decepcionarte.

—De eso estoy seguro —dijo muy tranquilo.—Me apoyo en el respeto que tienes hacia los humanos. Por el momento debes saber que una de las reglas implica que hasta que seas independiente, no puedes conocer la identidad de los demás inmortales de la zona.

Para la hora del desayuno, Andraya estaba muy enfocada en actuar normalmente. Nadie debía notar que sucedía algo con ella. Saber que había cosas peores que ir a gran velocidad en un auto le hizo superar su miedo a chocar. No se podía lastimar de esa manera. Alucar le había dicho que su piel era más gruesa que la de los humanos y que no podían hacerle daño con facilidad.

Los empleados del hotel la recibieron con una sonrisa sincera. Después de tanta sorpresa, tristeza y angustia, estar en su trabajo representaba el lado bueno de la vida. Allí estaban las personas que conocía y lo que le gustaba hacer. Casi olvidó que Tricia estaba en su luna de miel cuando pasó por su oficina. Su lugar estaba siendo ocupado por Lorena, la secretaria de su amiga pelirroja.

Cuando abrió la puerta de su oficina se sorprendió al ver que Zack estaba dentro. Él la esperaba sentado en su escritorio mientras examinaba un folio negro.

—Buenos días, señor Bale —le saludó con educación, disimulando el nerviosismo que sentía.

No sabía si se debía a que sabía que era inmortal, pero lograba percibir que la presencia del hombre era mucho más cautivadora que antes. Se felicitó a sí misma por haber llevado una pañoleta alrededor de la cabeza y  lentes oscuros. Todo eso para facilitar las cosas en caso de transformarse en la mujer pelirroja de la otra noche.

—Buenos días —dejó lo que estaba haciendo para mirarla fijamente.—Espero que ya te encuentres mejor.

—Mucho mejor, gracias —le mintió sintiendo algo de culpa.

Incluso Zack se dio cuenta de que ella no le estaba respondiendo con la verdad. A él no se le escapaba que cada vez que la castaña mentía tendía a morder la mejilla interna de su rostro.

—Espero que me estés diciendo la verdad. Una recaída podría ser peor y no hay presión alguna en que regreses hasta que estés sana.

Andraya casi podía jurar que su jefe había parecido preocupado. Lo que le intrigaba era el motivo de esa preocupación ¿Estaba interesado en su salud o en que estuviera en condiciones de hacer un buen trabajo? Lo primero iba incluido en lo segundo, añadiéndole un toque personal. Aunque normalmente un jefe debía mostrarse considerado, Zack no tenía esa cualidad.

—Un resfriado no es gran cosa. Mis síntomas ya están tratados y me siento perfecta para continuar con mis obligaciones. Si no le molesta, en unos minutos con mucho gusto le presentaré los informes que solicitó antes de su viaje en la sala de juntas.

Cuanto más grande fuera el lugar donde se encontraran, menos percibiría su presencia.

—Te esperaré en mi oficina —informó mientras salía del lugar.—Otra cosa, ya te he pedido que dejaras de tratarme de usted. Si lo vuelves a hacer, lo consideraré un acto de rebeldía —cerró la puerta dejándola absorta.

Era más que evidente que él no desaprovecharía la oportunidad de recordarle lo que había sucedido en la boda ¿Por qué simplemente no lo olvidaba? ¿Era necesario que le recordara que había actuado de forma impulsiva? Seguramente él también había hecho cosas estúpidas que no quería recordar ¿Por qué se empeñaba en hacerla sentir incómoda?

Movió la cabeza para despejar todo lo que interfería en su concentración. Debía enfocarse en su presentación. Le hubiera resultado más fácil hablar frente a los accionistas que enfrentarse a solas con Zack. Ese hombre no la dejaba pensar con claridad. Era como si su cerebro estuviera programado para rechazar todo lo que viniera de él. Sin embargo, su cuerpo no estaba muy de acuerdo con el plan y reaccionaba a su presencia sin poder evitarlo.

Revisó si su libreta electrónica contenía la información que necesitaba y sonrió al ver que todo estaba bien. Necesitaba que todo saliera perfecto. Al final del día, Zack la tendría que respetar como una mujer de negocios.

Cuando Andraya pensó en una presentación en la oficina de Zack, jamás imaginó que él esperaría que ella dejara su libreta electrónica frente a él y se inclinara a su lado para hablar. Y todo se debía a que ella era mujer. Apostaba todo su dinero a que jamás lo encontraría en la misma situación con otro hombre.

—¿Hay algo que te molesta? —interrogó irritada al ver que el hombre fruncía el entrecejo.

—Los demás accionistas encontrarán satisfactorio que los puntos del gráfico estén tan elevados...

—A diferencia tuya —le interrumpió ella.

Quizá al dejarla sola en la dirección del hotel, él habría esperado que los puntos bajaran y así poder cambiarla de puesto, o en el peor de los casos, despedirla. Andraya era consciente de que él aún no estaba muy convencido de que ella pudiera con el puesto. Zack Bale creía que podía con todo él solo y ella no estaba dispuesta a comprobarlo.

Una horas antes de la boda, Tricia le había comentado que Zack había pedido el expediente de todos los empleados que se encontraban en cargos de importancia. En los pasillos se rumoreaba que Phill la reemplazaría en muy poco tiempo. Supuestamente, Zack era de los hombres que pensaba que las mujeres no debían ocupar un cargo de importancia para que una empresa pudiera florecer. Era como si él se hubiera quedado en el tiempo.

Phill Calvis era un ejecutivo con mucha más experiencia que ella, pero mucho más descuidado debido a sus líos de faldas. No había mujer en el hotel que él no hubiera intentado conquistar, sin tener la menor consideración con la señora Calvis.

—Pero no por las razones que imaginas —dijo Zack, quitándola de su ensimismamiento.

—No puedes saber lo que pienso.

—En eso tienes razón. Aunque estoy casi seguro que has pensado en un plan maquiavélico que involucra encontrar un error imperdonable en tu contra.

—Yo... —no supo qué decir.

Zack la invitó a sentarse en la silla frente a su escritorio.

—Como sabes, la adquisición de este hotel fue un largo proceso legal entre el antiguo dueño y yo.

—Tu padre.

—Él es un hombre muy intuitivo y cree que siempre tiene la razón. Es por eso que compré el hotel en el momento que me dijo que no podría elevar los puntos.

Andraya quería rodar los ojos. Zack no se estaba dando cuenta de que era igual a su padre.

—¿Por qué no podrías hacerlo? Tengo entendido que posees muchas otras empresas que son exitosas.

—A diferencia de mis otras empresas, este hotel sigue necesitando muchas mejoras para poder competir en el mercado internacional. Mejorar implica el relacionamiento con los accionistas y nuevos inversores. Es en ese mundo en el cual mi padre piensa que no puedo salir bien librado, en compartir responsabilidad con los demás.

¿Por qué será?, quería preguntarle con sarcasmo.

—Al dejarte sola por tanto tiempo ya no sé si tengo algo de crédito en los puntos que hemos alcanzado.

Casi pudo sentir el enojo en sus palabras. Andraya rogaba porque éste estuviera dirigido en su propia dirección y no hacia ella. La castaña no lo había obligado a dejar el país. Además, empezó a sentirse incómoda por dar cabida a un tema personal que a ella no le incumbía. Lo peor era que no sabía si debía mentirle para consolarlo, porque estaba claro que ella había impulsado a la empresa prácticamente sin su ayuda.

—El dejarme sola fue un acierto tuyo. Ese simple hecho te hace el responsable de la mejora —intentó no sonreír para que él lo tomara bien.

Zack la miró algo sorprendido.

—Eres muy astuta —dijo después de unos minutos.

Andraya sabía que a él no le iba a gustar reconocer sus fallas. Tal vez no pensaba que todos los humanos tenían defectos, quizá se creía la excepción. Aunque ella sabía que él no tenía muy buen gusto en cuanto a la comida.

—Eso intento —bajó su cabeza algo sonrojada.

Ya no podía evitar que la penetrante mirada del hombre la atravesara. No quería que Zack pudiera leer sus ojos. Estaba reacia a aceptar que él le afectaba más que cualquier otra persona. No podía sentirse atraída, no debía.

—La... la remodelación de la cafetería del lado este ya está casi terminada —continuó con lo primero que le vino a la cabeza.—La reapertura está agendada para la próxima semana.

El hombre asintió conforme. Tenía una propuesta que ayudaría a la publicidad de la cafetería. El dueño de una conocida marca de chocolates había hablado con él para realizar la fiesta de lanzamiento de un nuevo tipo de chocolate justo en el día de San Valentín. Zack le explicó la idea a la castaña, y a ella le encantó. Sería una buena oportunidad para que más personas conocieran las delicias que servían en la cafetería.

—Será mucho trabajo, pero puede hacerse —murmuró pensando en los detalles más importantes.

—Yo me encargaré de la fiesta, tú de la reinauguración —indicó Zack.

Andraya aceptó no muy convencida. Seguramente él contrataría a extranjeros para que se encargaran de la fiesta. Eso era muy típico de él.

—Es una buena idea —accedió finalmente.

Él la sorprendió una vez más, pidiéndole la recomendación de una organizadora de eventos. A Andraya no se le ocurrió nadie más perfecta que su prima lejana, Rossana Miles. La castaña sabía que la empresa de su prima estaba en su mejor momento, lo había constatado al ver que se encontraba en el puesto número dos de la lista que se había publicado en un periódico local.


—No sabía si debía traer una agenda —se disculpó Andraya antes de sentarse junto a Alucar.

El hombre negó con la cabeza.

—No es necesario. Lo que te diga lo aprenderás. Aún no puedes tener evidencia de la existencia de nuestra raza.

La mujer asintió. Estaba preparada para conocer más de ese nuevo mundo.

—¿Por dónde quieres empezar? —interrogó Alucar.

—Sería bueno saber de dónde vienen los inmortales —respondió después de descartar unas cuantas preguntas.—Me intriga saber desde cuando habitan el planeta y por qué odian tanto a los humanos.

Alucar se acercó a uno de sus libros del estante. Esta vez eligió un libro con dibujos en la portada. Al igual que todos los libros del lugar, tenía las hojas amarillas y estaba en un idioma que no reconocía. Los dibujos eran antiguos y coloridos.

—Hace mucho tiempo, existió un pueblo llamado Grelvia, entre los límites de la actual Europa y Asia. Este pueblo, pacífico y próspero, era gobernado por una familia muy poderosa, los Arenian.

Con la ayuda de los dibujos, Andraya pudo imaginarse que se encontraba en Grelvia.

—Los grelvianos cultivaban todos los alimentos que consumían. Tenían hectáreas y hectáreas de alimento que cosechaban en distintas épocas del año. Pero los malos tiempos llegaron y la tierra se secó. No volvió a brotar ni una planta siquiera. Grelvia limitaba con dos reinos que estaban expandiéndose como consecuencia de la guerra que azotaba la región, pero éstos no podían tomar parte ese territorio por un acuerdo con la familia Arenian.

—¿Qué sucedió? —preguntó mientras acariciaba la imagen de un pueblo desolado.

—Pedir ayuda a uno de los reinos significaba entrar en guerra con el otro. Por eso los Arenian se llamaron a silencio. Creían fervientemente que si esperaban la tierra sanaría y todo volvería a la normalidad.

—Y eso no sucedió —adivinó.

—Así es. Cuando la primera persona murió, el hambre se convirtió en ira. Los grelvianos le exigieron a los Arenian que eligieran un bando al cual unirse. El reino del norte tenía más territorio conquistado y un ejército más feroz; pero el reino del sur tenía mejor armamento. Los Arenian volvieron a negarse a tomar parte. La desesperación se apoderó de los habitantes ya que no podían hacer nada en contra de la familia sin evitar que la guerra los alcanzara. Decidieron recurrir a Polo, un hombre que habían desterrado años antes por descubrirlo con prácticas de brujería. Como no tenían dinero, se ingeniaron para robar las reliquias de los Arenian. Después, un grupo de cuatro hombres se encaminó a buscar al brujo. Lo encontraron después de tres días en una casa de madera corroída, en medio del bosque.

«Polo los recibió con una sonrisa tenebrosa, él sabía que el día en que dependerían de él llegaría muy pronto. No se molestó en escuchar las disculpas y se concentró en el pedido de los hombres. Ellos querían que él salvara al pueblo. El brujo los convenció de que no podía controlar las decisiones de la familia Arenian, pero que podía hacer que la tierra recuperara la vida. Esa opción era aún mejor que la que inicialmente tenían esos hombres. Entregaron las reliquias y presenciaron un falso ritual antes de regresar.»

—¿Falso ritual?

—El brujo no desaprovechó la oportunidad de vengarse de todo el pueblo.

—¿Por qué sentía tanto odio?

—Cuando era pequeño sus padres habían sido quemados por practicar brujería, a él lo dejaron con vida porque no tenía edad para entender lo que sucedía. Fue criado por una viuda que había sido designada para vigilarlo en todo momento.

—Pero ella no cumplió con su obligación y lo protegió —dedujo ante la imagen de una mujer regordeta con canas que sonreía casi de forma maternal a un niño que jugaba en un prado.

—Exacto. Polo desarrolló el potencial que había heredado de sus padres bajo la supervisión de la viuda. Fue feliz mucho tiempo, hasta que un día, una pareja de novios que se había escabullido en el bosque para estar solos, lo descubrió en uno de sus ritos nocturnos. El pueblo entero fue a buscarlo, pero no lo hallaron. En su lugar, asesinaron a la viuda por no haber cumplido con su deber.

—Casi puedo comprender el odio que Polo sentía hacia los grelvianos.

—El verdadero ritual tuvo lugar a media noche, con la luna tan roja como la sangre, Polo ofreció las almas de los Arenian utilizando las reliquias que había recibido para que la tierra volviera a ser fértil —Alucar se adelantó a la pregunta que iba a hacer la mujer.— Cuando se adora un objeto se crea una poderosa conexión emocional.

Andraya se alegraba de no haber vivido en aquella época tan difícil, donde una mala decisión podía significar la muerte de varias personas.

—¿Qué sucedió después?

—Los miembros de la familia Arenian perdieron su humanidad. De la noche a la mañana se convirtieron en monstruos sedientos de sangre. Al principio no sabían que les ocurría, fue después de que mataron a sus empleados que se hicieron la idea de lo que se habían convertido.

—¿El sacrificio sirvió?

—No de la forma en que hubieran deseado. Cuando los cuatro hombres regresaron, desearon no haberse ido nunca. Los campos florecieron como nunca antes, pero no había nadie que pudiera disfrutar de eso; todos estaban muertos. Muy tarde, los hombres se dieron cuenta de que debían haber huido. Los Arenian los hallaron y los asesinaron.

—¡Santo cielos! —exclamó horrorizada.

—Fue así como en un abrir y cerrar de ojos toda Grelvia quedó en la historia. Los Arenian abandonaron el territorio y se alejaron para que nadie los descubriera.

—¿No se puede deshacer el hechizo o es una maldición?

—No se puede. Polo entregó su vida para sellarlo. Cuando un brujo entrega su vida no hay nada ni nadie que pueda deshacer su hechizo.

Andraya cerró el libro. Ahora estaba convencida de que ser inmortal podía resultar peor que la muerte. Ella estaba condenada, ya no tenía alma.

—No eres completamente inmortal —Alucar la sorprendió adivinando de nuevo lo que pensaba.—Estoy convencido que tienes alma, aunque sea un pedazo de ella.

—¿Có... cómo es que supiste lo que estaba pensando?

—Es algo casi natural al pasar tanto tiempo estudiando humanos. Sus reacciones y pensamientos son más fáciles de descifrar de lo que ellos opinan. En tu caso, todavía posees esa transparencia que los caracteriza.

—Es una desventaja ¿cierto?

Después de asentir, el hombre añadió:

—Es algo que puede remediarse.

Alucar guardó el libro de dibujos y eligió otro que estaba en francés. Fue el primer libro que Andraya pudo entender bien. El tema principal eran las píldoras de las cuales Alucar se encargaba. Pero no había solo píldoras de sangre, había otras con nombres raros y para diferentes usos.

—Aunque nos referimos a nosotros como inmortales, no vivimos eternamente —le explicó cuando salieron a sentarse en el jardín.

—Todos tienen un punto débil ¿Cuál es el nuestro? ¿Estacas y ajo?

El hombre soltó una carcajada.

—No te acercaste ni un poquito. Pero no me refería a eso, sino a que nuestro reloj corre en cámara lenta en comparación con los otros. Las inmortales de sangre pura pueden tener un hijo para perpetuar la especie. Normalmente su cuerpo está programado para un solo embarazo.

—¿Normalmente?

—No es como si la naturaleza nos gobernara en ese sentido. Todo lo que sabemos de nuestra especie, al igual que los conocimientos humanos, se debe a la paciente observación y experimentación. Un 25 de abril, hace trescientos cincuenta años, una inmortal murió al dar a luz un par de niños.

—Un nacimiento de mellizos.

—Más bien gemelos. Como te dije antes, el cuerpo de las inmortales está preparado para tener un solo hijo. En el caso de esa mujer, tuvo el primer y único caso de división de cigotos en el desarrollo temprano del embarazo.

« Los bebés inmortales no empiezan a crecer antes de los cinco meses y continúan con ese ritmo hasta lo que sería los ocho años. Después crecen a ritmo de los humanos hasta los diecisiete. Al pasar por esa edad, el cuerpo envejece a un ritmo mucho más lento.»

—¿Cuántos años tienes?

—He vivido durante novecientos veinte años. Soy el inmortal de mayor edad.

—¿En cuántos países has vivido? —se interesó repentinamente.

—En casi todos, pero mi verdadero hogar está en Bulgaria.

Andraya notó algo parecido a la añoranza en los ojos del hombre. Quizá estaba casado y esperaba regresar todo.

—No tengo familia —añadió después de unos segundos.—Me casé hace mucho tiempo con una mortal. Tuve un hijo con ella. A él lo vi morir a los noventa años de un ataque al corazón.

Alucar se reservó contarle que tener una esposa mortal había ido en contra de todas las reglas. Él se sintió algo liberado al saber que alguien sabía la verdad que estaba escondiendo. Andraya le inspiraba la confianza que jamás había encontrado en sus amigos inmortales. Tal vez se debía a que ella veía a los mortales como criaturas iguales a los inmortales.

—Lo siento. Creí que al ser tu hijo viviría más tiempo.

—La naturaleza de los bebés depende de la madre, no del padre. Una mortal solo puede dar a luz a otro mortal. En ese aspecto no hay intermedios. Es por eso que eres única en el mundo. Posees las cualidades de ambas especies. Aunque no estoy muy seguro de si la sangre inmortal destruirá lo que queda de tu lado mortal con el tiempo.

—¿Hay forma de saberlo?

—En este país, imposible. Primero necesitas aprender lo que implica ser inmortal, después podrás acompañarme a un viaje que aclarará tus principales dudas.

—Claro. Y antes de que se me olvide, he pensado que como quiero permanecer con mi identidad oculta por el momento...

—Sería conveniente que usaras otro nombre —terminó el hombre por ella.

—Tengo uno en mente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top