Prólogo

Intenté fijar mi vista en la dirección de donde había venido el grito. Todo estaba muy oscuro, pero logré captar algunas imágenes a pocos pasos de mí. Estaba segura de que se trataba de una chica.

Permanecí quieta, indecisa sobre si debía acercarme o no. Antes de que pudiera tomar una decisión, ella comenzó a moverse lentamente hacia mí, como si sus pies pesaran una tonelada.

Tenía los ojos cerrados y su cabello flotaba de manera extraña por sobre su cabeza, como si estuviera poseída. Igual que en las películas de terror que evitaba ver por miedo.

—¿Estás bien? —mi voz fue pausada y suave, tratando de no aumentar la extrañeza del momento. A decir verdad, ciertas cosas me asustaban.

No obtuve respuesta. Ella continuó avanzando en mi dirección sin abrir los ojos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, pude percibir claramente el intenso olor de su sangre.

—¿Alguien te hizo daño? —pregunté nuevamente, esperando obtener alguna respuesta.

No podía distinguir de quién se trataba debido a la falta de luz, pero mi intuición me advertía que me alejara de allí. Traté de ignorar ese sentimiento, diciéndome que estaba exagerando debido a mi rechazo a la oscuridad y mi poca capacidad para ver en ella. Tal vez solo era una broma para asustarme, algo que ya había sucedido antes. Pero la sensación solo iba en incremento.

Pasaron unos cruciales segundos mientras intentaba entender la situación. Di un paso hacia ella, cometiendo un grave error. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que realmente estaba sucediendo.

Una figura más alta que la chica la sujetaba por el cuello, manipulándola como si fuera una muñeca de trapo, evitando que cayera. En un abrir y cerrar de ojos, su esencia se volvió feroz y supe que se trataba de un draugr.

Un profundo temor se apoderó de mí, estaba frente a uno de ellos sola y en la oscuridad. Un escalofrío recorrió mi espalda, erizando los vellos de mi piel. Un nudo se formó en mi estómago, mientras mi corazón latía aceleradamente. Mi cuerpo se tensó y mis músculos se contrajeron involuntariamente, preparándose para el ataque. Mi mente se llenó de pensamientos alarmantes.

Era consciente de la gravedad de la situación, sabía que debía salir de allí y buscar ayuda. Tenía que alertar a los segadores o guardianes, confiando en que ellos sabrían cómo enfrentar todo esto, si es que aún había algo que se pudiera hacer. La negrura me envolvía como una manta, y mis ojos no estaban lo suficientemente adaptados para ver con claridad lo que había en mi camino. El elemento de la chica me atraía hacia ella, como si se tratara de una cuerda o un imán.

Corrí hacia las puertas de entrada, apenas eran unos diez metros de distancia. Sin embargo, antes de que pudiera llegar, fui violentamente embestida. Sentí cómo mi cuerpo era levantado del suelo y arrojado violentamente hacia las banquetas ancladas en la pared de los vestidores. El impacto fue brutal, el aire escapó de mis pulmones en un jadeo ahogado.

Mi cabeza golpeó contra una superficie dura y firme. El dolor fue inmediato, cegador. En un instante, la poca visión nocturna que tenía desapareció, sumiéndome en una oscuridad total. Me sentía mareada y desorientada, mi respiración era irregular, mientras el sabor metálico de la sangre impregnaba mi boca. Un líquido cálido goteaba por mi frente.

El dolor se apoderó de todo mi cuerpo, como si algo se hubiera roto en mi interior. Superaba con creces la fractura de mi mano unos meses atrás. Intenté moverme, pero cada intento era recibido con una punzada que me dejaba paralizada. Con manos temblorosas, me apoyé en el suelo frío y sucio, tratando de ignorar el mareo que amenazaba con derrumbarme nuevamente.

A pesar de todo, reuní fuerzas y luché por incorporarme. Sabía que no tenía tiempo para preguntarme qué vendría después. Debía encontrar la manera de salir de ese lugar, de escapar de los draugrs como fuera posible. Me impulsé gateando hacia adelante, cada movimiento una tortura. No podía ver nada, pero el instinto de supervivencia me empujaba a seguir.

El sonido de pasos acercándose me hizo acelerar, aunque mis músculos protestaban con cada esfuerzo. Buscando desesperadamente la salida, mi mente era un torbellino de pensamientos negativos y sensaciones. Rogué por encontrar ayuda antes de que fuera demasiado tarde.

El draugr me agarró del cabello y me arrastró por el suelo, levantándome en el aire y aprisionándome. El dolor en mi cabeza y costillas se intensificaba, dificultando cualquier intento de escape. La desesperación aumentaba con cada segundo que pasaba.

Las sombras giraban a mi alrededor en un torbellino negro con puntos rojos que aumentaban mis náuseas. Mi mente luchaba desesperadamente por encontrar una solución en medio de la angustia. Sabía que tenía que actuar rápido si quería seguir viviendo.

Capté el brillo de algo justo antes de que el frío metal tocara la piel de mi hombro. Me di cuenta de que se trataba de una daga, cuya hoja afilada fue deslizada con una sutileza aterradora, cortando todo lo que tocó a su paso. El dolor punzante se extendió por mi cuerpo, y el aire comenzó a sentirse escaso en cada respiración.

El draugr soltó una risa burlona que despertó en mí una mezcla de enojo y tristeza. Pensé en mi madre y en lo que habían hecho con ella. ¿La habrían capturado de la misma manera que a mí? No, no había forma de eso. Ella era astuta y hábil, y yo no me parecía en nada a ella.

Sentí cómo la sangre caía hasta mi mano empapándola por completo. Un entumecimiento se extendía lentamente por todo mi cuerpo, provocándome una profunda fatiga. Tenía muchas ganas de cerrar los ojos y dejarme llevar por la sensación de sueño, ya nada dolía. 

Suspire pensando en mi rutina; ver a Tommy durante sus entrenamientos, su torso sudoroso y tonificado bajo las luces, el largo tatuaje que se subía por su brazo derecho y se marcaba cuando flexionaba sus brazos. Me imaginaba en mi habitación, esperando por él con una mezcla de anticipación y deseo. Si no aparecía, le enviaría un texto recriminándole su ausencia, esperaría una respuesta. Luego, dormiría tranquila, soñando con el calor de su presencia.

El nombre de Tommy resonó en mi mente, devolviéndome a la realidad. De repente, me di cuenta de que la criatura no solo me estaba atacando físicamente, sino que también estaba interfiriendo con mi mente y mi voluntad de luchar. El dolor volvió, siendo abrumador, pero el pensamiento de no ver a Tommy me impulsó a luchar. No se los podría tan fácil.

Solo tenía una opción, y a pesar de la poca afinidad con mi elemento, aún tenía algo para mostrar. Me concentré en generar una ráfaga de viento. Sin tiempo para trazar patrones complicados en mi mente, dejé que el viento se desatara en todas las direcciones, esperando que fuera suficiente para liberarme del férreo agarre del draugr.

Tuve mucha suerte. La ráfaga resultó ser lo suficientemente fuerte como para lanzarlo lejos.

Di un paso hacia la salida, pero mi cuerpo cedió ante el agotamiento y las heridas. Mis rodillas se doblaron bajo mi propio peso. El dolor pulsante en mi cabeza y hombro se volvía cada vez más insoportable, dificultando mi respiración y sumiéndome poco a poco en la oscuridad.

A pesar de mis esfuerzos por correr, mis piernas no respondieron, frustrando mi intento desesperado por escapar.

—Cuida lo que haces y acaba con ella rápido antes de que venga alguien. ¡Debemos irnos ya! —dijo la voz masculina, sonando como si estuviera regañando a su compañero o dándole instrucciones.

Sentí el frío del suelo tocar mi mejilla izquierda, mientras el cansancio se intensificaba y se apoderaba de mi cuerpo de una manera desconocida. El dolor y la fatiga me arrastraban hacia la inconsciencia, sabía que estaba a punto de desmayarme. Mi mente luchaba por mantenerse despierta, pero el cuerpo simplemente no podía más.

Un gruñido agudo y aterrador resonó en el lugar. Algo rozó mi cuello y luego mi mejilla. Fue una sensación repulsiva, pero a la vez, inesperadamente reconfortante. Como si la presencia estuviera allí para protegerme en lugar de dañarme.

El grito estridente y horrorizado salió de la boca de uno de los draugrs. Fue lo último que logré escuchar antes de que mi mundo se sumiera en la oscuridad total.

Siempre había temido a la noche y a las criaturas que se ocultaban en ella. Ahora, sin embargo, me daba cuenta de que ciertos humanos podían ser incluso más aterradores que las mismas criaturas que había temido. A su vez, algunos de estos seres infernales parecían casi inofensivos en comparación. Mientras me desvanecía, una inquietante reflexión me asaltó: ¿realmente todo lo que provoca miedo es tan terrible?






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