Epílogo; Casa de Aire

El jardín de la escuela estaba empapado por la lluvia. Las gotas caían incesantes, golpeando las hojas de los árboles y el suelo de piedra, creando charcos que reflejaban el gris del cielo. Me encontraba allí, compartiendo un paraguas, rodeada de gente. Aunque sus voces y risas se desvanecían en el fondo de mi mente, cuando puse atención a una escena que me hizo detenerme en seco.

La tranquilidad del momento fue rota por la aparición del director Grimory, quien caminaba junto a una chica de cabello claro, debía tener un par de años menos que yo. Todos vieron en la dirección que yo miraba. La sensación de aislamiento me rodeó como un manto, aunque físicamente estuviera acompañada.

De repente, de un coche se bajó un hombre de cabello castaño acercándose a ellos. Su presencia me descolocó, y mis recuerdos se agolparon en mi mente, confusos. Recordaba claramente que su cabello era tan rubio como el mío, pero me había equivocado. Ese hombre... ese hombre tenía algo que me resultaba inconfundiblemente familiar. Yo sabía quién era, aunque la última vez que lo vi fue hace años. El donante de esperma, frente a mis ojos.

Las conversaciones a mi alrededor continuaban, ajenas a mi descubrimiento. Escuché fragmentos de lo que decían mis compañeros.

—Parece que ha escrito un libro importante sobre algo— murmuro uno de ellos —Eso ha abierto las puertas de la academia para... para sus hijas.

Mis ojos se desviaron hacia la chica mayor que se despidió del director y se subían a un lujoso coche blanco que destacaba en medio de la lluvia.

La rabia empezó a bullir dentro de mí. Recordé los días en los que apenas tenía para mantenerme, las noches frías y solitarias, las carencias que había sufrido. Ahora, él vivía sin inconvenientes. Sentí cómo la ira me consumía y empecé a caminar hacia él, mis pasos resonando en el suelo empapado. Había creado una trampa para mi hermano y para mí, haciendo que todos creyeran que estábamos muertos. Había arruinado tantas cosas, alejándome de Idalia, de mi familia, de Thomas.

—¡Maldito bastardo! —mi voz cargada de ira acumulada. Esta vez estaba dispuesta a enfrentarlo.

El hombre se giró al escucharme. Sus ojos se encontraron con los míos y vi el destello de reconocimiento cruzar su rostro. Sus cejas se alzaron ligeramente, pero rápidamente recobró su compostura. Me miró de arriba abajo, notando mi uniforme de la casa de aire, y una chispa de sorpresa se reflejó en su mirada. Sin embargo, en lugar de acercarse o decir algo, simplemente se despidió del director y se dispuso a caminar en dirección al coche.

La rabia explotó dentro de mí. Levanté una mano y dirigí una ráfaga de aire hacia él. La ráfaga cortó la lluvia y se dirigió hacia el hombre, quien ni siquiera se inmutó. Con un simple gesto de su mano, deshizo mi ataque como si fuera una brisa insignificante.

Sus labios curvaron en una sonrisa irónica. Sus ojos recorrieron a mis acompañantes antes de posarse en mí de nuevo.

—Igual a tu madre —dijo con un tono helado, su sonrisa no alcanzando sus ojos.

La mención de mi mamá era como una daga afilada, no quería que él la nombrara, más aún cuando me miraba con desprecio.

Alguien bajó la ventanilla sacando su cabeza. Era una chica pequeña de unos cinco años que me observó con curiosidad. Sus ojos grandes y brillantes me miraban con una inocencia que me desgarró el alma.

—Eres muy bonita —dijo con una sonrisa dulce, sin comprender lo que estaba pasando.

A su lado, una chica de cabello rubio y ojos pardos, que, a primera vista, tenía un parecido conmigo que era innegable, me miro como si supiera de qué se trataba todo.

—Hija, sube el vidrio, ya voy —le dijo con un tono de voz que me resultaba tan familiar como distante.

Me sentí confundida, recordando cómo alguna vez me había hablado a mí de la misma manera.

El coche arrancó lentamente, alejándose mientras yo me quedaba allí, bajo la lluvia, con la furia ardiendo en mi interior. La imagen de James, mi padre, su indiferencia y desprecio, se grabaron en mi mente. Sabía que este encuentro no era el final. Esto era solo el comienzo de algo más grande.

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