Capítulo 6: Demonio con Piel de Humano

Inframundo: Tomo IV - Criaturas de la Noche

Criaturas de la noche; Hellhound, dragois, lamias, vampiros, brujas, hombres lobo y otros.  Vinculados a la oscuridad y lo desconocido, estas criaturas encarnan temores ancestrales en el mundo de los humanos. Cada entidad se despliega en la penumbra con atributos únicos, acechando en el velo entre la fantasía y lo humano.

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Pasaron varios días antes del juicio, debíamos esperar que el idiota se recuperara. Damien se había ido, pero dejo encargado de la situación a un guardián que no había visto ese primer día. Fue una sorpresa para mí que Alphonse y yo nos lleváramos bien, él era un demonio de dientes afilados con una forma humana igual de peligrosa. Pero compartimos tiempo viendo películas de miedo y hablando un poco de su raza. Quizás por sus bromas o por su rostro en algún momento olvide que era un demonio feroz.

Cuando el día del juicio llego, nadie vio venir el desenlace a mi favor, lo había visto en la cara de Erick y su familia. Desde mi punto de vista, Damien resultó ser un abogado muy competente, aunque hubiese preferido mucho más.

Mostraron el vídeo de la pelea en la escuela al jurado. Nadie podía discutir que yo no había hecho nada, además de chocar con él, nunca lo toque. Solo me veía allí, mirándolo a la distancia, viéndome un poco extraña a mi gusto, pero las cámaras no captaron nada de magia elemental, Idalia había tenido razón en ese aspecto, el aire era invisible para todos.

Damien me explicó que no podíamos pedir mucho, que había asuntos que no me podía explicar, pero los hablo con Idalia en privado. Una correccional no estaba dentro del plan y el infierno no estaba disponible para cualquiera, por lo que Erick fue sentenciado a pagar las cuentas del hospital y con servicio comunitario. Aunque me hubiese gustado que le dieran sesiones de control de ira.

Alphonse me hizo ver que el castigo mayor ya se lo había dado, después de todo estaba claro que el idiota había quedado fuera de las grandes ligas, y que nunca podría volver a jugar. Una cosa es que no hubiese muerto, otra que el corte se regenerara solo sin ayuda "divina o mágica".


Idalia cerro su computador, fue un sonido feo, fuerte, como si estuviese molesta por algo que vio. Se paró de su asiento y fue donde mí, y solo apago la televisión sin mi permiso.

—Hoy solicite una reunión en la Academia Atabey, debemos ir para tu prueba, consideraran tu avance académico, pero en lo de magia elemental debemos trabajar en ello, con un poco de suerte entraras como junior.

—Ya te lo dije que no voy a ir, abandonaré la escuela no la necesito —no era un tema que quisiera seguir hablando, lo habíamos repetido todos los días pasados.

Ella se veía agotada cuando toco su frente, como si le doliera la cabeza.

—Estoy cediendo Iseria, podría llevarte a Hestia, tu cupo está allí. Pero sé que es un cambio brusco y vas a odiarlo, así que la mejor opción es aquí. Vendrás conmigo a nuestra casa de Wisconsin, así que es momento que comiences a empacar lo necesario, nos iremos mañana. Se volvió peligroso estar aquí.

—¡NO VOY A IR! —gruñí. Molesta de que siguiera insistiendo en lo que yo no quería.

—Si no vas a una escuela, ¿qué vas a hacer? ¿Pasarte la vida en trabajos de medio tiempo y vivir en una pequeña habitación? Y si algún día quieres tener una familia, ¿será con un humano? ¿Qué pasará cuando tengas que explicarle que no envejeces como él? Y si tienes niños con magia elemental, ¿dónde los llevarás? O peor aún, si alguna criatura quiere atacarte, ¿qué vas a hacer para defenderte estando sola?, ni siquiera sabes usar tu magia.

Sus palabras resonaron en mi mente, reconociendo la lógica y validez total de sus argumentos. Sin embargo, no iba a ceder a ella, nunca.

—No iré, no voy a cambiar de opinión —afirmé con determinación.

—Hoy no puedo con tu actitud, lo hablaremos mañana, pero créeme que haré cualquier cosa para que vengas conmigo, aunque tenga que amarrarte y arrastrarte hasta Atabey.

No era necesario agregar algo cuando su amenaza ya estaba clara. Tomó sus cosas y se marchó.

Comí pizza y miré la televisión hasta que me harté. Estaba molesta por tenerla encima de mí, como si yo le importara. Detestaba que quisiera comportarse como una madre. Yo ya había tenido una y no había forma de conseguir un reemplazo. Llamé a Tommy y al principio, la conversación fue agradable, hasta que toqué el tema que Idalia había mencionado antes de irse.

—Idalia quiere que haga lo que ella desea, ni siquiera me pregunta mi opinión, y aunque se la diga no la escucha, no iré con ella Tommy, estoy bien aquí.

—Estás viendo las cosas desde el enojo, Idalia no es mala como tú piensas.

—Mamá la odiaba, y puedo entenderlo, ella es tan fría y distante, quiere que todos hagamos lo que ella dice, tu no has visto como trata...

—Basta, esto suena a una rabieta y no me gustan, tu madre no odiaba a Idalia. Ella te quiere y se preocupa por ti.

—Claro, tanto que se fue desde que murió mamá.

—Hay cosas que desconoces, además ir a Hestia no es malo, Arth está en Inglaterra y seguirá allí por un tiempo largo, es un buen momento para que retomen su relación de hermanos. Han estado separados mucho tiempo y eso les hace mal. Además, podrás aprender muchas cosas, ojalá yo hubiese tenido esa posibilidad.

—Quiero verlo y tenerlo cerca, pero no iré a Inglaterra, no voy a hacer lo que ella dice. ¿Y qué es lo que desconozco? —quise saber.

—Tienes que hablarlo con Idalia, no me compete a mí decirlo. Además, sé realista Isi, si te quedas allí, alguien podría hacerte daño, no eres una persona grata en el pueblo, estoy al tanto de todo lo que paso, y de un poco más —él se escuchaba cansado —Te diré un secreto de mi trabajo, podrías "venir" a la academia Atabey.

—Espera, ¿estás en una academia? — mi voz sonó muy alta, me había dado un mensaje en su frase, venir significaba que él estaba allí, o hubiese dicho ir.

—No hablo de mi trabajo.—respondió con un tono de risa.

Él estaba jugando sutilmente conmigo, y odiaba su chantaje porque sabía que era algo que consideraría en un rato más.

—Debes decirme más cosas, no hay forma de que lo piense si no me cuentas más —gemí queriendo saber todo, pero escuche su risa en respuesta.

—Si no lo haces por Arth, hazlo por mí, vamos pequeña Isi, piénsalo.

Yo no iba a ir con Idalia, me mantendría firme en mi negativa sin importar los argumentos que ella presentara. Pero ir con Tommy era otro asunto, uno que si podía considerar.

Mi sueño fue intranquilo, volví a tener pesadillas. Recordaba estar en mi cama durmiendo y Arth despertándome mientras gritaba, no podía parar de toser, él me entregaba una pequeña cajita que pertenecía a mamá y yo me aferraba a ella.

El sonido de llamas crepitantes sonaba muy cerca. Arth gritó algo, pero sus palabras no llegaban a mis oídos. Él agarró mis hombros y me sacudió con fuerza, tratando de despertarme completamente.

Sentí el calor sofocante y el penetrante olor a madera quemada invadiendo mis sentidos. Era consciente de que esto no era un recuerdo de hace cuatro años, no tenía nada que ver con aquel incendio. Me di cuenta de que Arth, de alguna manera, me estaba alertando.

Salí de la cama con dificultad, mis ojos picaban intensamente y apenas podía mantenerlos abiertos debido al espeso humo. Sabía que tenía que actuar rápidamente para escapar de allí. La habitación estaba completamente iluminada por las llamas que se propagaban por las paredes y las cortinas. La puerta ya no existía en su lugar. Todo a mi alrededor era una danza infernal de lenguas de fuego que quemaban todo a su paso.

Recogí la cajita de mamá, aquella que contenía sus ligas. Era lo único físico que me quedaba de ella y no podía ser reemplazado.

Mi mano derecha seguía enyesada, sin movilidad suficiente para abrir la ventana y con mi mano izquierda era una inútil, no podía desbloquearla. El material caliente quemaba mi piel al contacto. La dificultad para respirar se intensificaba con cada segundo. Me aferré a la ventana una vez más y tiré con todas mis fuerzas, pero no se movió ni un centímetro.

—Ven aquí Isi—la voz de Idalia sonó desde un espacio que parecía haber sido la puerta.

—No, no puedo creer que esta fuera tu amenaza —tosí después de cada palabra.

Ella no esperó a que yo reprochara algo más, dio unos pasos acercándose y me agarró del brazo, tirando de mí. Las llamas se habían abierto dando acceso a un pasillo por el que podíamos caminar.

El humo ya había invadido mis pulmones, lo cual era otro problema. Sentía que me estaba ahogando y que perdía fuerzas. Idalia nos sacó de la segunda planta. La escalera que solía unir ambos pisos ya no estaba en su lugar, pero ella encontró la manera de avanzar como si nada estuviera sucediendo.

El aire frío de la noche golpeó mi rostro y llenó mis pulmones como si fuera mi primer aliento. Me dejé caer en el suelo una vez que alcanzamos la acera. Pasaron minutos en los que tosí sin poder detenerme. Mi garganta dolía y ardía, sintiéndose áspera.

—¡Que forma de querer arrastrarme contigo!, ¡estás loca! —grité con voz entrecortada, sintiendo un dolor agudo en cada palabra, el humo me había hecho mucho daño. En ese instante, comprendí más que nunca que no debía confiar en Idalia.

—¿Crees que voy a ponerte en peligro de esa forma? —rugió, su voz resonando con ira y frustración.

—Dijiste que encontrarías la forma, y sé que cumples tus amenazas —mi voz salió ronca, el dolor y la rabia se mezclaron en mis palabras.

En un estallido de emociones acumuladas, ella me alzó del suelo, obligándome a mirarla.

—¡Puedes estar enojada con la vida, Iseria! ¡Pero no me culpes de algo que no he hecho! Tú y Arthur son lo único que me queda de mi hija, y jamás les haría daño, esto no lo hice yo. Pudiste haber muerto si no llego a tiempo. ¡Intenta entenderlo de una vez!

No supe qué responder a eso, ella simplemente me dejó caer y eso me sorprendió más que cualquier otra cosa. Su rostro tenía manchas negras, su ropa estaba hecha un desastre y sus manos estaban muy heridas por el fuego, su elemento. Me estremecí al verla en ese estado. Otra ola de tos vino, obligándome a tomar grandes bocanadas de aire.

Los sonidos de cosas quebrándose resonaban con fuerza. Las llamas sobrepasaban la copa de los árboles. Gente de las casas contiguas llegaron para ayudarnos. Debían haber llamado a bomberos, porque poco después llegaron listos para proteger las casas vecinas. No había nada que hacer, todo está siendo consumido por las llamas.

Mi cabeza zumbaba con sus palabras, tratando de conectar los puntos. Recordé a Tommy mencionando que alguien podría querer hacerme daño si me quedaba, y si no era Idalia, solo había molestado a una persona, tanto como para quererme muerta.

—Iré a un lugar — traté de procesar la situación.

—Te harás daño —se detuvo en seco, como si hubiera captado algo en mi expresión. Sin decir una palabra más, se quitó su sweater y lo colocó sobre mi cabeza —Ten cuidado.

Había estado en su casa en el pasado. No me sorprendió verlo en la calle a las tres de la mañana. Estaba solo y fumando un cigarrillo, su expresión cambio de inmediato cuando me vio, me di cuenta de que no era lo que esperaba, en realidad, él no esperaba volver a verme con vida. Me había equivocado con Idalia ella no era la culpable.

—Eres un enfermo de mierda, ¿cómo pudiste? —espete, llena de rabia y aun con las secuelas del humo en mis pulmones.

—No sé de qué hablas, pero voy a llamar a la policía, no puedes estar aquí ¡Perra loca! — trato de mantener la compostura, pero su mueca de disgusto estaba allí, delatándolo.

—Vamos llámalos y diremos como quemaste mi casa.

Por su rostro atravesó el reconocimiento de que él lo había hecho, pero de su boca salieron palabras de negación.

—Es lamentable que no estés muerta. Habría disfrutado quedarme allí para ver cómo tu cuerpo se consumía en las llamas. Incluso enterarme de la noticia mañana al despertar hubiese sido algo lindo —su boca formaba una sonrisa siniestra y escupió cada palabra con odio.

Me reí, y eso si sonó como una hiena o quizás si como una psicópata desquiciada, tal como me había llamado en muchas ocasiones. Nos sentíamos igual, ambos nos odiábamos y también lo quería muerto, pero yo no era capaz de hacerlo.

—Te dije muchas veces que no te metieras conmigo. Desde ahora deberías comenzar a tener consideración con las advertencias que te da la gente. El fuego no me hace daño, ¡soy un maldito demonio!

Esa era una mentira parcial. Sus ojos brillaban con un pequeño entendimiento, quizás en su cabeza entraba la posibilidad de algo mágico, después de todo no había una lógica para empezar a sangrar sin que nadie lo hubiese tocado.

—Todos se enterarán de esto y me las vas a pagar, haré que te arrepientas cada día de tu vida si es que alcanzas a vivir algo más que esta noche. John, necesito que vengas aquí —el hablo a la nada —. Arregla esto por mí.

Algo en mí advirtió la presencia de un tercero; una figura surgió de la nada, lo sentí antes de verlo con mis propios ojos. El hombre, apenas más alto que yo, se plantó frente a mí. Su palidez era notable.

Entendí de inmediato el poder que Erick y su familia tenía sobre todos aquí y porque siempre me había sentido incómoda y asustadiza bajo su presencia. Había algo no humano en él y algo en mí siempre lo había reconocido solo que no había forma que lo supiera hasta ahora. Nunca antes había sentido la presencia de algo diferente en el pueblo, no conocía a otras criaturas de la noche. Aunque, para ser honesta, nunca fui muy hábil con mis sentidos de peligro.

—Esto es solo una merienda para la noche, no tiene mucha sangre— sonó como si estuviese aprendiendo hablar.—Y huele distinto a los humanos, ¿azufre?

Erick se rio. Y un escalofrío recorrió mi espalda, mientras me preparaba para afrontar una situación desesperada. Las opciones parecían escasas, correr o enfrentar una muerte segura.

—¡Estás muerta Isa!

Las palabras de Erick fueron lentas y remarcadas, como si disfrutara el momento, o disfrutara más lo que vendría.

Gire para correr, no sabía cuál era la reacción de un vampiro, pero esperaba que no fuera mayor a la mía. Estuve muy equivocada, solo había dado tres pasos y él ya estaba delante de mí. Sonrió mostrando el brillo de sus colmillos desenfundados y sus ojos se tornaron verde, tal como los de un gato en la oscuridad.

Quise hacer algo con mi magia elemental, pero nada salió para defenderme. Sentí la mano fría, sin vida sobre mi piel, y tuve miedo.

—Creo que me perdí. Iba en dirección al infierno número seiscientos sesenta y seis, pero parece que esta no es la calle adecuada 

La voz de broma y la presencia de Alphonse fue un salvavidas.

Me tomo por el hombro y me tiro hacia él, protegiéndome con su cuerpo. Nunca había estado cómoda con que me tocaran, pero hoy, eso me ponía tan feliz. Había aparecido a mi lado de alguna manera, ni siquiera lo había notado hasta que hablo, y en realidad no me importaba, estaba muy agradecida de tenerlo aquí.

—Sigan en lo que estaban, no le diré a nadie que hay... mm, ¡un vampiro por aquí! —imito un tono de voz chillón.

—Hace días que no cómo, huelen raro, pero agradezco esto, Erick —sonrió como si fuese a merendar algo rico.

Me pregunté si el tipo era idiota o que, acaso no podía sentir el aura o la fuerza del Hellhound. El vampiro se lanzó sobre nosotros, pero su sonrisa no duró mucho tiempo.

Alphonse lo agarró en el aire, como si se tratara de un papel. El movimiento fue tan rápido que apenas pude seguirlo con la mirada. En cuestión de segundos, el vampiro estaba en el suelo, inmovilizado.

—¡No!, eres un vampiro malo, una sanguijuela despreciable. No intentes robarme mi sangre —se burló Alphonse con una voz de niño. —Mira qué colmillos tan bonitos tienes, pero qué lástima que no funcionen como los míos, estos si son para comerte mejor...

—¿Qué demonios?

No culpaba a Erick por lucir sorprendido. Alphonse levanto la vista, sus ojos eran dorados, nada parecidos al verde del vampiro, eran brillantes y muy llamativos, muy distintos a los de hace un rato atrás. Su sonrisa era de diversión, como si le hubieses dado un regalo a un niño de tres años. Se había defendido solo con una mano mientras el vampiro se retorcía buscando un escape.

—Eso mismo idiota, ¡DEMONIOS! — le respondí a Erick.

 —Iseria hazte cargo del humano, ten cuidado a estado bebiendo sangre de vampiro por un tiempo, huele como una de sus mascotas. — Presiono más la cabeza del vampiro contra el suelo, era impresionante. —Aquí no hay nada que ver, primero le sacaré un bracito luego otro, ¿estoy pensando si puedo armarlo por partes, aguantara? Y Cuando te aburras del chico me avisas, le romperé nuevamente el brazo, no queremos que salga limpio de todo esto.

Rompí el yeso con mi mano libre, deshaciéndolo poco a poco hasta quitarlo por completo. Habían pasado poco más de dos semanas y mi mano se sentía lista para ser usada. Su expresión era impagable y aunque Erick, hubiese bebido sangre de un vampiro por días, meses o años nada lo salvaría.

Esta vez fue él quien corrió, el león se había transformado en un gatito y yo había expuesto mi verdadera naturaleza.


Volví con Idalia y la encontré esperándome, como si supiera lo que iba a suceder. Lo había pensado después de haberme defendido de Erick y saber que un vampiro había querido beber mi sangre. Ya no tenía razones para quedarme aquí.

Le había contado lo que era y la próxima vez él se aseguraría de matarme antes de intentar algo como lo de esta noche. Ya no tenía donde vivir, no había una casa a la que volver o la que vender para poder empezar nuevamente, no tenía dinero ni nada material, mis opciones se habían reducido a una sola, Idalia.

—Iré contigo, pero yo elegiré mi vida.

Ella no dijo nada, simplemente abrió la puerta del coche. Una vez que me senté, cubrió mis piernas con una manta y colocó la cajita sobre mi regazo. La sostuve con firmeza mientras miraba a través de la ventana los restos de la casa. Una parte de mí aceptó que Idalia no era la culpable y que yo había malinterpretado lo sucedido. Aunque pudiera beneficiarse de la situación, eso no la hacía responsable. Acaso ¿podía confiar en ella?

—Gracias por salvarme. Aún no estoy lista para morir.

Arthur había cambiado mucho. Se veía más grande, más maduro, pero su voz y su sonrisa seguían siendo los mismos que recordaba. Sus ojos, tan celestes y fríos como los míos, los de mamá y la abuela, ahora demostraban algo más. Había una amabilidad y comprensión en ellos que no recordaba.

Para mi sorpresa Arth no me regaño y no la tomó conmigo como yo creí que pasaría. Parecía más culpable por haberse marchado y dejarme sola, especialmente sabiendo que el donante no era un buen padre.

Supuse que había visto en mí lo dañada que estaba, porque no quiso insistir con ni un tema, es más sentí que rechazo hablar de todo ello. Solo se dedicó a estar muy presente todos los días, abrazándome y queriéndome. Estos abrazos y cariños si los podía aceptar, se sentían de una buena forma. El amor que sentía por mi hermano podía llenar el vacío que había sentido durante todo este tiempo. Simplemente estar cerca de él me hacía muy feliz.

Lo había escuchado hablando con Idalia. Había visto como interactuaban, y era un total encanto. La llamaba abuela mientras yo la seguía llamando por su nombre. Él era el nieto ideal, y esa parte no me gusto, se supone que debía ser distante como yo lo hacía. Él estaba al tanto que Idalia no nos había querido y que nunca nos había ayudado, no entendía como podía olvidar todo en un instante.

—No voy a pasar mi vida peleando con la abuela, ella no tiene la culpa que tú crees. Además, nos falta conocerla. Todos merecen una segunda oportunidad, y tú a ella ni siquiera le has dado una.

—No es lo que yo creo, acaso no recuerdas como hacía llorar a mamá... Y nos es solo eso, nos dejó solos, sabía que estábamos aquí y jamás se hizo presente. —me molesto que él hiciera como que, si nada hubiera pasado, como si tener que vivir sola todo este tiempo no fuese nada.

—Si Isi, reconozco que peleaban, pero no sabemos el porqué. Quizás ella tiene menos culpa de la que tú quieres atribuirle. Creo que deberías escucharla un poco y no tomar todo a la defensiva.

—No quiero.

Sabía que no podía confiar en Idalia, y tampoco quería hacerlo.

—No entiendo cómo puedes ser así con ella. ¿No crees que merece una oportunidad de explicarse? —insistió.

—Ella nos abandonó, Arthur. Nos dejó solos sin ninguna explicación. ¿Cómo puedo confiar en alguien así? Ella sabía que estabas en Hestia y nunca te busco, estando aún más cerca.

—Isi, la abuela no sabía que yo estaba en Hestia. Hay cosas que tú no sabes.

Arth me miro como si quisiera decir algo importante, pero un segundo después esa idea ya no estaba.

—Claro, es una maniática del control, sabe dónde está todo, no hay forma que crea eso. —insistí.

—Creo que te faltan cosas por aprender aun, o recordar, además deberías darles la vuelta a los asuntos un par de veces antes de creer lo primero que viene a tu cabecita. Mira este lugar, y solo daté cuenta de los detalles del pasado, de sí nos esperó aquí o no. —él se estiró justo antes de mirarme —Nadie te obliga a que la ames y que te lances sobre ella en abrazos. No la imagino tan afectuosa, y a ti en este momento tampoco —sonrió conforme de sus palabras, como si intentara imaginarlo.

Nos quedamos en silencio por un momento, cada uno sumido en nuestros propios recuerdos. Arthur parecía estar reflexionando sobre algo en particular mientras dibujaba círculos en la tierra con el palito.

—¿Recuerdas algo de papá? —pude sentir su curiosidad.

—Recuerdo cómo se reía cuando me levantaba en sus brazos...

—Me refiero a él, físicamente —interrumpió —Sé que no lo has visto en años y a veces incluso yo tengo dificultades para recordarlo. Solo es confuso el cómo era.

Cerré los ojos por un instante, tratando de visualizar la imagen del donante en mi mente.

—Era alto, con cabello rubio como el mío, su piel era pálida y sus ojos son oscuros. Sus manos eran grandes. ¿Recuerdas cuando se subió al techo de la casa para rescatar tu balón y resbaló?

—Claro, había olvidado eso.

Se puso en pie y supe que la conversación había terminado. Por un momento sentí que Arth sabía mucho más de lo que decía o preguntaba. 


Idalia me había obligado a comenzar clases de magia elemental y combate apenas llegamos aquí, algo que yo no quería, pero que Arth trabajo al punto en que yo acepte. Haría cualquier cosa por mi hermano y por Tommy.

Había progresado bastante en las clases cuerpo a cuerpo en estos casi siete meses, pero todavía no lograba mucho en las de magia elemental. Ni siquiera podía crear un pequeño tornado, lo más que podía hacer era levantar una ventolera, lo cual requería una gran concentración y me dejaba agotada.

Mañana tenía la entrevista en Atabey, y dependiendo de cómo me fuera. Decidiría mi futuro.

—Tu desempeño es... Torpe Iseria, aún no tienes una pisca de control sobre tu elemento. Tienes que seguir practicando el doble o el triple, hasta que logres perfeccionarlo y dominarlo lo suficiente.

Bueno por lo menos uso la palabra torpe y no que era una inútil, aunque ambas sabíamos que yo podía ser todas las anteriores. Lo había dejado demostrado en cada clase fallida.

—Mmm... — me gustaba hacer ese sonido, había descubierto que le molestaba.

—Termina luego tu cena, debemos hacer algo antes que vayas a dormir.

Idalia era muy demandante, no era novedad para mí, pero era algo en que chocábamos constantemente. Yo no estaba acostumbrada a seguir las reglas de una casa o a una persona que me las impusiera. Era tranquila no lo negaba, sabía tomar mis decisiones; elegía mi hora de dormir, mis horas para comer y cuanto rato me tomaría en ello. Aun así, nuestra relación había mejorado bastante desde el día que dejamos el pueblo luego del incendio. Arth había contribuido en ese acercamiento, y la verdad es que a ratos no se sentía del todo mal.

—¿Qué cosa?, si no me lo dices, ni siquiera me moveré de aquí.

—Solo termina cariño.

Ella no prometía o no decías cosas en vano, siempre había algo bueno o sorprendente en sus palabras. Así que lo hice, la curiosidad siempre me ganaba.

Seguí a Idalia por la casa hasta llegar a su estudio, un lugar al que no había entrado durante todo este tiempo. Observé mientras ella se acercaba a uno de los estantes repletos de libros y elegía uno que parecía muy antiguo. Solicitó ayuda para mover un escritorio viejo y pesado, revelando una trampilla oculta debajo de la alfombra.

En ese momento, mi mente recordó una película que había visto hace tiempo, en la que una chica quedaba atrapada en el ático de una casa por una aparentemente dulce anciana. La trama giraba en torno a un ritual en el que la mujer, intercambiaba su cuerpo envejecido por el joven y atractivo cuerpo de la chica, y finalmente, la asesinaba. Aunque ella no era anciana y dudaba que necesitara de mi juventud, un escalofrío recorrió mi espalda al considerar la posibilidad de que esto pudiera ser uno de esos casos. 

—Ven conmigo.

Ella desapareció en la oscuridad. Me pregunté si debería correr por mi vida o seguirla y descubrir de que se trataba. No tuve tiempo para dudar, una serpiente de fuego se acercó a mis pies dejándome en claro que solo había una opción.

El lugar estaba muy oscuro y olía a encierro, como a humedad, quizás hongos o algo orgánico en descomposición. Fácilmente podría haber sido un humano o eso decía mi cabeza.

—No vas a matarme aquí, ¿cierto?, no es que quiera que me mates es más como una pregunta— es algo que no podía evitar preguntar, no era mi culpa desconfiar de la gente.

—Creo que debes dejar de ver televisión y leer más, te ayudara.

Movió algo desde la pared, y dejó al descubierto una caja fuerte, puso la combinación y extrajo una pequeña botella de cristal que tenía algún contenido.

—Siéntate allí.

Ella apuntó el suelo, mire en dirección para ver un pentagrama, era muy llamativo. Yo sabía de la existencia de ciertos libros de demonología y que allí había información sobre símbolos y otras cosas que no eran de dominio público, pero nunca había visto uno, hasta ahora. 

No imaginaba que ritual estaba preparando, y tampoco porque iba a realizar uno, si es que era eso.

—¿Seré alguna especie de sacrificio humano... magier para alimentar a un sombrío?

Ella hizo un sonido estrangulado.

—Me daría vergüenza ofrecerte en un sacrificio, no voy a avergonzar así a nuestro linaje.

Me sentí muy ofendida por sus palabras, lo que hizo que el temor desapareciera. Tome la pequeña botella de cristal que había sacado de la pared.

— ¿Qué es?

—No debería decírtelo porque sé que comenzaras con peros; es sangre de un sombrío —ella miraba el libro buscando una página.

Mire el líquido, jamás pensé que la sangre fuese negra. Creí que era roja como la de los humanos, después de todo era el mejor método para camuflarse en este mundo cuando se iban de juerga o terminaban en prostíbulos o bares, haciendo caer en pecado alguna mujer humana.

—¿Cómo la obtuviste? ¿Para qué sirve? Dudo que un sombrío te la haya ofrecido. Además, estoy al tanto de lo peligroso que es retener a un sombrío. ¿Acaso lo hiciste desaparecer después de robarle su sangre? ¿Puedes invocar sombríos? No se supone que eso está prohibido.

—Es la sangre del demonio Astaroth, mi padre. Él me la dio por si la necesitaba, y no es tan fácil hacer desaparecer a un demonio. Es solo una petición de protección no un sacrificio. La tomarás cuando yo te lo indique.

— ¿Qué?, no, no tomaré esto, debe estar en su fecha de caducidad por unos cuantos siglos — estaba horrorizada de que ella sugiriera esto.

—Sabía que no debía decirte nada —Idalia levantó la vista del libro y se dirigió a mí con seriedad—. Necesito que me escuches atentamente porque solo te lo diré una vez. Estás en una gran desventaja en comparación con el resto de nuestra clase. Tienes un elemento que ni siquiera puedes utilizar, y los demás estudiantes lo notarán. Si crees que lo que ese chico te hizo en tu antigua escuela fue difícil, aquí será peor. Eres mi nieta y haré todo lo posible para evitar que eso ocurra.

—Lo agradezco a... abuela, pero he sobrevivido a una vida difícil tomando mis propias decisiones no voy a meter algo en mi organismo que podría llevarme al cielo hoy mismo, estoy bien así, respirando.

Aún me costaba decirle abuela, pero poco a poco se iba sintiendo menos extraño y más en su lugar, era nuestro parentesco después de todo, no era tan malo llamarla así.

—Tienes nulas habilidades, en una noche perdida en una montaña morirías por el frío o por tropezar y caer a un barranco, y eso es solo hablar de cosas simples como humano, porque si tienes que luchar no serías capaz. Es verdad que golpeas más fuerte que un humano y también que eres más rápida, pero eso no está ni cerca de los magier. No debes olvidar que no son los humanos con quien debes compararte de ahora en adelante.

Unas pequeñas chispas de fuego salieron de sus delicadas manos, pude notarlo claramente solo porque todo estaba muy oscuro. Ella tenía razón, no podía ver ni la punta de mis pies si no tenía mis lentes puestos, y se suponía que un descendiente tan directo de demonio no debería tener esas dificultades. La poca genética del donante había hecho mucho efecto en mí.

No puse más peros y seguí sus indicaciones, me había salvado de las llamas, me estaba alimentando y comprando cosas. No era muy lógico que fuera a matarme ahora. Entré al pentagrama invertido y me senté en el suelo frío y sucio.

La abuela comenzó a leer de su libro que claramente no estaba en español, algunas palabras sonaban como latín, pero no lo eran. Entre mirarla a ella y sus manos, escuchar el idioma y mirar el contenido del pequeño recipiente, volví a preguntarme si quizás estaba ofreciendo mi alma a algún demonio, así parecía.

Me hizo señas para beber del recipiente, y no lo pensé mucho. Para mi sorpresa no tenía olor ni sabor, y paso a través de mis labios como si fuera chocolate espeso. Termine de beber el contenido y baje el recipiente, la abuela dejo de leer y cerro el libro sin decir una palabra.

Se movió con dirección a las escaleras y empezó a subirlas llevándose la luz con ella, la oscuridad comenzó a darme ansiedad, pero no sabía si podía moverme.

—¿Vas a quedarte toda la noche allí?, creí que querías salir corriendo apenas pudieses.

Cuando escuche esas palabras me levante tan rápido como pude, olvidando el recipiente que estaba en mis piernas, se hizo añicos apenas tocó el suelo. Acababa de quebrar algo que de seguro era importante e irreemplazable.

—Lo lamento, olvidé que lo tenía, yo solo... se deslizó de mis manos y no lo vi— quise disculparme.

—Descuida, solo era un recipiente cualquiera. Aunque ya tengo claro que no puedo darte ni una responsabilidad para limpiar la cristalería.

Sonrió bajo la luz de su esfera de fuego. Ella acababa de hacerme una broma, y creo que por lejos lo más extraño de esta noche, era saber que Idalia Astoreth, tenía humor y era capaz de reírse.



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