Capítulo 14: Ecos de Dolor
Guía Básica del Inframundo: Tomo III - Estructura Infernal
Los sombríos se clasifican en diversas jerarquías y clases, cada una reflejando su poder y función en el inframundo; Demonios Menores/bajo rango", son los más numerosos y suelen desempeñar roles de sirvientes y mensajeros. Les siguen los "Demonios Medianos/rango medio", seres más poderosos y astutos, capaces de influir en eventos terrenales. La categoría de "Demonios Mayores/alto rango" alberga a entidades de gran poder y habilidades, mientras que los "Demonios Superiores/elite" son líderes de vastas legiones infernales, gobernando con astucia y maestría.
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La noche no transcurrió como esperaba. La idea era meterme en la cama y dormir tranquila hasta el amanecer, pero eso fue algo que no ocurrió. Di vueltas durante horas, atormentada por el pasado y lo que estaba segura había hecho el "donante". Cuando ya no podía soportar pensar más en ello, me levantaba y miraba por la ventana hacia el jardín y la entrada del bosque por alguna novedad. No ver nada inusual me tranquilizaba.
Sin embargo, comenzar mi día resultó muy difícil. Las pocas horas de sueño y todos mis pensamientos me lo estaban poniendo complicado. Eran las nueve de la mañana y los corredores permanecían en silencio. Las chicas con las que compartía el área común no tenían la música fuerte como todos los días, recordándome lo malo que había pasado. La noche anterior se había emitido el comunicado de que las clases estaban suspendidas hoy, y que todos debían permanecer en sus dormitorios, excepto aquellos que irían a casa, y yo sería una de ellos. La tristeza y el silencio colgaban en el aire, pesados y densos, como un recordatorio constante de lo que significaba la muerte.
Arrastré mi cuerpo cansado fuera de la cama y entré en la ducha. Estaba agotada física y emocionalmente después de pasar toda la noche pensando que para el mundo ya no existía y que mi padre nos había borrado del mapa, lo cual resultaba confuso y muy enfermo de su parte. La carga de toda es información se manifestaba en mi agotamiento, como si cada pensamiento aguijoneara mi mente y cuerpo.
Guardé cosas al azar en mi bolsa de mano y recogí mi habitación rápidamente. No tenía ganas de estar ordenando. Además, quería hablar con Arlenn antes de irme.
Llegar a su habitación no fue posible; me topé de frente con una guardiana que llevaba algunas cosas de Ari, así que pregunté de inmediato si estaba en su habitación.
—Ella no está, la señorita Agares es seguridad máxima.
Eso, aunque llamó mi atención, no me impresionó del todo. Arlenn era una chica importante, y yo lo sabía desde pequeña, estaba en la línea a sucesión de la corte de tierra, era nieta del rey. Solo resultaba extraño que me lo recordaran; una infernis de puro linaje siendo amiga de una mestiza que no encajaba del todo en una categoría. A veces, la realidad de las cosas me confundía y sembraba dudas en mí, no podía ser todo tan perfecto.
—Entiendo. Necesito encontrar a Thomas Eldritch, uno de los se...— me callé; eso era algo que no debía decir. —¿Sabes dónde está? —pregunté.
—No puedo darte esa información.
—Es urgente. Somos familia, por favor, dile que lo esperaré en el Hall de entrada. Iré a casa en un rato más, pero necesito hablar con él. —Me sentí rara al decir lo de familia, pero sabía que era mi forma fácil de llegar a él.
La chica asintió y siguió su camino.
La escuela estaba fuertemente resguardada con numerosos guardianes encargados de la seguridad y protección. Sin embargo, solo era unos pocos segadores, en su mayoría destinados a cuidar de un infernis de una familia importante.
Los segadores, por cuestiones de seguridad, mantenían en estricto silencio quiénes eran y a quién protegían. Esta discreción era fundamental para resguardarse de posibles amenazas. De esa manera, los potenciales atacantes no sabrían si se enfrentaban a un guardián o a alguien mucho más preparado, y tampoco conocerían a quién custodiaban. Solo era discreción y firmeza, garantizando la seguridad en un ambiente de silencio que ocultaba las conexiones.
Yo sabía que Tommy era un segador porque lo conocía desde siempre, pero desconocía a quién cuidaba, quién de toda la escuela era su protegido. Nunca me lo quiso decir, y me había aburrido de preguntar. Quizás tampoco quería escuchar la respuesta.
En el Hall, busqué un lugar estratégico donde pudiera aguardar discretamente y, por supuesto, sentarme. Con la mirada fija en la puerta principal, vi cómo una hilera de alumnos subía de a uno al coche que los recogía. Los guardianes revisaban las maletas del auto y luego les permitían marcharse, probablemente lo estaban haciendo por seguridad. Luego de un rato me canse de mirar y solo me concentre en la llegada de Tommy, esperé durante mucho tiempo, pero él nunca llegó. No me sentía lista para vivir este día.
—Buenos días, señorita Astoreth. Junto a mi compañero, la escoltaremos hoy a casa.
Un hombre joven me hablo, mostrándome el camino.
Sentí cómo mis mejillas se calentaban, una oleada de vergüenza me invadió ante esas palabras. No podía ser llamada así; Astaroth era el príncipe derrocado, un sombrío de élite que comandaba legiones y manejaba el fuego a su antojo, al igual que los magiers que pertenecían a su linaje, tal como mi abuela, Idalia. Yo no tenía el elemento fuego, era una vergüenza para él que me llamaran así. Además de ser lógicamente incorrecto porque era un usuario de aire, era un apellido demasiado imponente para que fuera utilizado en mí.
—Dime Iseria —dije rápidamente, mientras caminaba para meterme al coche, tratando de disipar las sensaciones que esas palabras habían causado y deseando que nadie lo hubiese escuchado.
No era solo el viejo chofer, sino que estaba acompañado de una pareja de hombres jóvenes que parecían salidos de una película de Van Hellsing o algo por el estilo. En otro momento me hubiese reído, pero supuse que la abuela estaba al tanto de lo sucedido y había decidido por seguridad, aunque era un poco tarde.
—Esto es incómodo, yo ni siquiera soy importante —comenté a nadie en especial cuando la puerta fue cerrada.
—El linaje no lo es todo señorita Iseria, para la señora Idalia usted es muy importante, así que no diga esas cosas —la respuesta llegó del viejo chofer.
No tuve manera de rebatir eso, ni por palabras ni por la vergüenza de saber que me había escuchado.
El coche se puso en movimiento, di una última mirada para divisar una cabellera castaña bajando las escaleras. Mi corazón latió con fuerzas, y casi se me olvido que estaba en movimiento.
—Detente, por favor, debo hablar con Tommy.
Algo me dijo el guardián desde el asiento delantero, pero no lo escuché; me lancé fuera del coche y prácticamente corrí la distancia que me separaba de Tommy.
Verlo llegar, aunque fuera una hora después, me llenó de felicidad; era un pequeño gesto que agradecía. Hasta que recordé para qué lo necesitaba
—¿Qué necesitas? —Así fue como inició. —Sabes que no puedo correr a tus llamados, Iseria.
Esperaba algo más, como "¿Estás bien, Isi? Estaba muy preocupado por ti. Lamento no hablarte estos días" o simplemente un "¿Cómo estás?". Decidí actuar como él, como si no me importara nada.
—Lo sabías y no me lo dijiste. ¿Por qué no lo hiciste?
Tommy suspiró, manteniendo la distancia emocional, como siempre lo hacía.
—No sé a qué te refieres.
—¡A lo de estar viva! —mi voz se elevó en un tono entre enojo y dolor.
Pensé que no entendería mis palabras y preguntaría de qué hablaba, a qué me refería. Quería creer que confiábamos el uno en el otro como antes, y que él me hubiera contado todo, o por lo menos que se sorprendería con mis palabras, pero su reacción fue nula. Me dolió, como si una pequeña traición se hubiera colado en ese momento, esperaba más de él y de alguna manera parecía que ya no lo conocía o que yo no le importaba en absoluto.
—No soy yo el indicado para hablar de ese tema. Cuando vuelvas quizás podemos hablar de aquello, pero primero convérsalo con Idalia. Si hay algo que decir, debe ser ella. Debes reponerte y volver cuando desees. Un par de semanas estará bien.
Su respuesta me desconcertó; esperaba algo más de sensibilidad de su parte.
Besó mi frente y dio media vuelta sin esperar una palabra más de mi parte. Lo último que vi fue su espalda alejándose.
Me quede allí diciéndome que todo tenía una explicación y que pronto pasaría su malestar y volveríamos a ser lo mismo. Tommy era mi base, si él no estaba presente todo se veía muy lejano y difícil.
Nunca pensé en la chica muerta, pero su ausencia pesó en el aire. Me preguntaba si era insensible a los demás o solo es que aún estaba conmocionada.
El viaje a casa fue extraño. En primer lugar, ansiaba descubrir de qué se trataba todo esto. En segundo lugar, me sentía triste por la actitud de Tommy. Y, en tercer lugar, me sentía especial por tener a dos guardianes conmigo.
Cuando finalmente llegué a casa, solté un suspiro de alivio, por fin tendría respuestas o eso quise pensar. Me encontré con un silencio inusual que envolvía cada rincón. Idalia no estaba en ninguna parte. Una de las mujeres del aseo me indico que había salido del pueblo y no regresaría hasta la tarde. La ansiedad volvió a mí, no quería tener que esperar sentía que ya lo había hecho suficiente.
Decidí que la mejor opción para no sentir lo lento que pasaba el tiempo era intentar dormir, pero mi paz mental estaba lejos de permitirme un relajo. La incertidumbre sobre por qué alguien atacaría a una chica casi muerta se mezclaba con la frustración por la falta de respuestas de Tommy y de lo que había hecho el "donante". Cada minuto que pasaba sin una explicación solo aumentaba mi ansiedad; me sentía atrapada en una maraña de emociones contradictorias: preocupación, miedo, enojo y frustración se agolpaban en mi interior.
Me hallaba sola en una de las salas de estar de la casa, la luz del medio día se filtraba por las cortinas entreabiertas. Empecé a mirar la televisión y algún momento me quedé dormida. Cuando desperté, todo estaba envuelto en oscuridad. El aroma característico de la abuela impregnaba el aire, indicándome que estaba en casa. Debí haber estado muy cansada para no haber sentido el sonido del coche al llegar. Me levanté con pesadez, sintiendo el cansancio en cada músculo, pero casi corrí al despacho de la abuela.
Ahora si necesitaba encontrar respuestas a las preguntas que me había estado haciendo desde que Thane me contó todo. Al abrir la puerta, me encontré con Idalia, sentada en su escritorio, con una expresión sombría en el rostro. La tensión en la habitación era palpable, como si estuviera cargada con electricidad.
—Qué bueno que estés bien —exclamó, levantándose rápidamente de su silla y acercándose a mí con un abrazo fuerte y protector, una efusividad que raramente demostraba.
Me sentí rara por el gesto repentino. Seguía sin acostumbrarme a las muestras tan directas de afecto, y me encontré sin saber cómo reaccionar, una vez más. Mis brazos colgaron a los costados, incómodos y sin saber dónde colocarlos. A pesar de la calidez del abrazo de mi abuela, una sensación extraña se apoderó de mí; gratitud y confusión. No sabía cómo explicarlo, pero algo dentro de mí se resistía a aceptar plenamente ese gesto de cariño.
—Idal... Abuela, pasó algo y necesito que hablemos ahora, es importante —dije, tratando de enfocarme en el motivo de porque la había buscado y no en mis propias emociones desordenadas.
—Lo sé, supe lo que pasó en la escuela, y lo que te pasó. Tuve tanto miedo cuando ayer en la noche me llamaron para contarme que no habían sido daimons, sino que esas cosas... —su voz mostraba desprecio mientras levantaba mi cabeza para examinar la cicatriz de mi cuello y hombro.
Me sentí incómoda bajo su escrutinio, pero sabía que no podía evitarlo. La abuela se demostraba protectora, aunque rara vez demostraba tanto afecto como lo estaba haciendo ahora. Asentí con la cabeza, sin poder articular palabra.
—No, no es sobre esto. Es sobre lo de hace cinco años, el incendio. Necesito que me cuentes todo —continué, deseando desesperadamente desviar la atención de mi herida y centrarla en lo que realmente importaba.
El ambiente se volvió aún más denso mientras esperaba la respuesta de mi abuela. Su mirada se endureció, como si estuviera reviviendo el pasado ante mis ojos. Finalmente, asintió con solemnidad y comenzó a hablar.
—Me gustaría saber cómo lo supiste, pero supongo que eso ya no importa —comentó, su voz ligeramente cargada de preocupación.
—Hay un chico de la escuela. Él conoce a Ari desde pequeña, a Arlenn Agares. ¿Te acuerdas de ella, la hija de la amiga de mamá? Él me lo dijo. Intenté hablarlo con Tommy, pero no hubo posibilidad. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué nadie me lo dijo, Arthur lo sabe ? —pregunté, dejando escapar la confusión y el anhelo de respuestas que había estado guardando durante tanto tiempo.
La miré con ansias de respuestas, esperando que pudiera arrojar luz sobre los oscuros acontecimientos de los últimos días. Las sombras parecían bailar en su rostro, revelando una mezcla de enojo y tristeza que no había visto antes. Sus labios, por lo general firmes, estaban ahora apretados en una fina línea, y sus ojos, que solían brillar con frialdad, estaban nublados por una sombra de preocupación.
El silencio que siguió fue ensordecedor. La abuela parecía buscar las palabras adecuadas, pero ninguna parecía ser suficiente para abordar mis preguntas. Finalmente, levantó la mirada y me enfrentó con una expresión grave.
—Hubo razones por las que decidí no contarte ciertas cosas, Iseria. Razones que me he cuestionado si fueron las correctas. Pero necesito que entiendas que lo hice para cuidarte. Hay cosas que son mejor dejar en el pasado, y será más fácil si decides dejar ir el tema.
No sé en qué mundo vivía ella, si pensaba que yo iba a dejar de lado un tema tan importante.
—No lo dejaré ir, creo que James tiene que ver en todo lo que pasó. Así que quiero que me cuentes la historia, todo. No quiero que me oculten las cosas, no es necesario. Solo es peor tener que enterarse así. Alguien que no tiene absolutamente nada que ver con esta familia me contó todo eso, ¿crees que nadie más lo sabe o que no me lo dirán? —exhalé profundamente después de pronunciar estas palabras, sintiendo que había liberado un peso que llevaba demasiado tiempo cargando.
El silencio entre nosotras era denso, palpable. Cada segundo que pasaba sin que ninguna de las dos hablara aumentaba la tensión en la habitación. Podía sentir el peso de las palabras no dichas, imaginando hacia donde iba el asunto. Mi corazón latía con fuerza, lleno de incertidumbre y expectación.
¿Qué podía ser tan terrible como para querer mantenerlo así? ¿Qué había pasado en estos años? Las preguntas se amontonaban en mi mente, pero no me atrevía a pronunciarlas en voz alta, estaba temerosa de lo que podría descubrir, aunque no tenía sentido, yo ya había pasado por lo peor. Entonces, finalmente la abuela rompió el silencio con una voz cargada de emociones que apenas podía contener.
—Te las diré, solo decir que nada de lo que diga o pase, tiene que cambiarte a ti —advirtió.
—Ok...
No iba a prometerle nada. Inhale profundamente, sintiendo que el aire regresaba a mis pulmones después de haber soltado esa simple palabra. Ella me llevo al gran sofá de la habitación y se sentó junto a mí.
—Cuando fue el funeral de Azahara, estuve completamente perdida por todo. Pero quedé con tu padre de ir por ustedes esa noche. No era novedad que él no estaba capacitado para estar con ambos, ni siquiera los conocía realmente, pero cuando llegué, el fuego ya había tomado toda la casa, y no pude detenerlo. A pesar de mi linaje y ser capaz de manipular el fuego a mi antojo, esa noche no pude. Las llamas subían por el cielo y el resto de las paredes, sabía que no había lugar que el fuego no alcanzara, y luego... —hizo una larga pausa, sus ojos reflejaban la tormenta de emociones que la embargaba. Su sufrimiento era palpable. —Cuando por fin pudimos entrar, no había rastro de ustedes dos, no vivos... solo unos pocos restos calcinados de dos niños de su edad. Creí, creímos que estaban muertos. —De su boca escapó un sonido cargado de dolor y arrepentimiento.
Me encontraba atónita, con el corazón encogido por el peso de su angustia y lo que realmente significaban aquellos recuerdos.
Mis manos temblaban mientras las colocaba sobre las de ella, sintiendo la intensidad de sus emociones. Un calor insoportable comenzó a subir por mi cuerpo, pero esta vez no era comparable con la noche pasada; era el calor del dolor, la angustia y la rabia que inundaban la habitación.
Me di cuenta de que muchas de las cosas que creía saber, todo lo que había asumido sobre su ausencia, en todos estos años, el haberla culpado de abandonarnos. Se desvaneció ante lo que me acababa de decir.
Comprendí que Idalia nunca nos había abandonado o no por decisión propia. Había luchado desesperadamente por salvarnos y que haber fallado en ello la había atormentado todo este tiempo.
Mis pensamientos eran un nudo de emociones contradictorias, pero en medio de la confusión, una cosa estaba clara: necesitaba saber qué había hecho James. Creía tener una idea, pero necesitaba una confirmación.
—¿Qué dijo él? —pregunté con temor, consciente de la gravedad de mi pregunta, pero sintiendo la necesidad imperiosa de conocer la verdad.
Ella soltó un sonido de rabia y desprecio, dejando al descubierto que no era una buena respuesta.
—Que estaba volviendo a casa, y que ya todo estaba en llamas, que intentó entrar en la casa, pero su elemento era muy deficiente para disipar el fuego, estaba muy lastimado y le creí, lloró y se arrepintió tanto de haberlos dejado solos, de que crecieran lejos de él. ¡Maldito mentiroso! —exclamó con voz cargada de desprecio y rabia, la misma que estaba sintiendo yo en ese momento—. Luego de eso, los sepulté. Había perdido a Azahara y a ustedes en menos de una semana. Fui con Thomas y le di la noticia, no fue una buena noticia, pero debía hacerlo, él era lo único que me quedaba de mi preciada hija y de ustedes. Lo apoyé como Azahara lo hubiese hecho y luego de eso me escondí del mundo. No había un propósito en mi vida, más que esperar el paso de los años y morir. Jamás esperé recibir ese llamado, jamás hubiese pensado en volver a verlos. Y habían pasado tantos años ya, y yo no sabía nada de lo mal que lo estaban pasando.
Su voz resonaba con una intensidad cargada de emociones, reflejando la ira y la amargura que había acumulado durante tanto tiempo. Yo también sentía esa misma rabia, la misma decepción y el mismo dolor que emanaban de cada una de sus palabras.
El peso del dolor y la culpa me aplastaba, dejándome sin aliento. ¿Cómo podría enfrentar la verdad de que mi propio padre, James, había sido el culpable de todo esto? ¿Cómo podría perdonarlo alguna vez por las vidas que destrozó y el sufrimiento que causó? Aunque estaba claro que él no buscaba perdón. Y lo menos importante, pero que seguía sin entender, ¿qué lo había llevado a hacer algo así?
—¿Por qué lo hizo? Cuál es la razón que tuvo para hacerle creer al mundo que estábamos muertos. Buscar dos cuerpos para ponerlos allí. —pregunté.
No iba a defenderlo, pero había una parte de mí que aún sentía algo por él. Había sido un buen padre cuando yo era pequeña. Mis recuerdos de él estaban tan intactos, que no podía entender como ese hombre que sonreía y se preocupaba por mí, había llegado hacer algo así.
Mis palabras resonaron en la habitación, cargadas de confusión y un anhelo desesperado por comprender los motivos detrás de las acciones de James. Aunque el dolor y la traición me consumían, una pequeña parte de mí se aferraba a la esperanza de encontrar una explicación que pudiera justificar sus acciones, por más retorcidas que parecieran.
—Creí que tenía una razón válida, pero cuando te vi. Tan delgada y descuidada. Cuando pude hablar con Arthur, supe que no los estaba protegiendo de nada. Yo fui siempre la mejor opción para cuidarlos, conmigo lo tendrían todo —sus palabras fueron un eco en la habitación.
Me sentí algo tonta por todo lo que le había dicho en el pasado.
—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué esperaste a que te culpara de algo que no habías hecho, sabiendo...? —mi voz se quebró, incapaz de terminar la pregunta.
—Vi tu determinación por detestarme Iseria, no ibas a creerme con esa actitud. Pensabas que estaba allí haciéndote daño, que te había abandonado. Además, era lo más fácil, me culpaste por ello y quizás era mejor eso a que odies a tu padre, después de todo es él quien te trajo a este mundo —explicó con pesar en su voz, luchando por justificar su silencio y proteger la imagen de mi padre.
Una risa amarga escapó de mis labios ante su comentario. ¿Cómo podía no detestar a un hombre que había causado tanto dolor y destrucción en nuestras vidas? Mis recuerdos de él comenzaron a desmoronarse lentamente.
—¿Crees que debes proteger a un hombre que tomó a dos niños de nuestra edad y los dejó morir quemados, todo con tal de apoyar su mentira? Él nos llevó a esa casa lejos del mundo que conocíamos y nos dejó allí. ¡Me dejó sola! Sin ningún tipo de ayuda, además de advertirme que nos detestabas por no ser perfectos, que no querías nada con nosotros, y le creímos. Recordaba tanto todas las peleas que tenías con mamá, y eso me hizo estar muy segura de que no te importábamos... —mis palabras se desvanecieron en un susurro, incapaz de expresar completamente lo que sentía.
El silencio que siguió fue abrumador, como si todas las palabras dichas en esta conversación no tuvieran vuelta atrás.
—Con Azahara tuvimos nuestros malos momentos. Ella cambió mucho y me culpó por mis errores. Quiso castigarme y siempre sentí que tu padre fue el castigo que ella buscó. Como si tenerlos a ustedes fuera hacerme mal, la había perdido mucho antes de que muriera.
Esa era una historia que no quería tocar, no sabía qué errores había cometido Idalia, ni qué errores había cometido mamá, pero seguía sintiendo una lealtad hacia ella que nadie podría cambiar nunca.
—¿Qué va a pasar con James? —quise saber.
—No lo sé, realmente quisiera matarlo. —fue su respuesta, cargada de resentimiento y dolor.
Me estremecí ante la confesión de mi abuela. En lo profundo de mi ser, también albergaba un deseo similar. ¿Cómo podía no desear venganza por todo lo que nos había hecho?
El silencio se prolongó por un momento más, hasta que Idalia rompió el vacío con una frase que me tomó por sorpresa.
—Supe lo de los draugrs y lo de la chica muerta. Sé que han aparecido daimons en la escuela. Así que no volverás a ese lugar todavía, Iseria. No voy a permitir que te pongas en peligro nuevamente.
Ni siquiera pensé en discutir con ella.
Sentada en la oscuridad de mi habitación, dejé que mis pensamientos vagaran mientras observaba el suave vaivén de las sombras en las paredes.
Mi mente divagaba hacia mi vida, me sentía como en un barco que se mecía con la intensidad del mar, mi vida era inestable. Desde que mamá nos dejó nunca había experimentado la tranquilidad completa y quizás era desde mucho antes con la ausencia de un padre. Mi vida era una constante lucha contra olas que amenazaban con sacudir más fuerte.
Ya había enfrentado demasiados peligros y había soportado demasiadas tormentas. Era hora de buscar algo de calma en un hogar, donde al menos podía sentirme segura.
Queridos lectores,
¿Cómo llevan esta revelación completa? ¿Creen que el padre de Iseria, tenga alguna buena excusa?
¿Qué opinan de la lejanía de Tommy?
Leo sus comentarios.
Su apoyo es fundamental para dar vida a esta historia. Cada voto cuenta y es un impulso invaluable para continuar explorando este mundo de fantasía.
¡Gracias por ser parte de este viaje y por hacer que HellBound cobre vida!
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