━━ 𝟐𝟕


𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄
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𝐌𝐄 𝐂𝐎𝐒𝐓Ó 𝐌𝐔𝐂𝐇Í𝐒𝐈𝐌𝐎 𝐀𝐁𝐀𝐍𝐃𝐎𝐍𝐀𝐑 𝐄𝐒𝐄 𝐄𝐃𝐈𝐅𝐈𝐂𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐏𝐀𝐑𝐓𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐎𝐒. No quería separarme nunca de ese abrazo. Cuando me besó, no quería apartarme para nada del mundo.

Probablemente nunca volveré a ver a Coriolanus Snow y eso me destroza. 

Paso mi dedo por la punta de mi nariz, sonándome mientras cierro la puerta de la casa de mi familia en silencio, detrás de mí. 

Con un suspiro, muerdo mi labio inferior, intentando evitar que el sollozo que suplica escapar rompa a salir de mi boca.

Lo único que quiero es colapsar en mi cama y sumergirme en un pozo de lástima solo por un día. Quiero cerrar las cortinas y vivir en una habitación oscura llena de tristeza por solo una vez.

Mientras camino hacia mi habitación, noto que la puerta de Sejanus está abierta. Dentro, está doblando camisas y pantalones, metiéndolos en una bolsa de viaje propia, y de repente, algo me golpea.

Las dos personas más cercanas a mí, Sejanus y Coriolanus, estarán en los distritos durante años y yo me quedaré aquí. Sola. 

Me apoyo en el marco de la puerta de su habitación y vuelvo a sonarme.

─ ¿Te vas mañana?

Él mira por encima de su hombro, sus ojos encontrándose con los míos mientras asiente. 

─ ¿Vas a estar bien?

Intento sonreír, pero no me sale del todo bien. En cambio, murmuro con un gesto afirmativo. 

─ ¿Puedo ayudarte con algo?

Él niega con la cabeza, pero me acerco y me coloco a su lado de todos modos. Me mira con puro optimismo en sus ojos y una sonrisa llena de esperanza.

─ Voy a marcar una verdadera diferencia allí y lo sabes. 

Él ve mis ojos enrojecidos, pero no me pregunta por qué estoy llorando. No quiero que lo haga y él lo sabe.

Nadie se ofrecería como Agente de la Paz en los distritos, excepto Sejanus. Él es bueno hasta la médula; siempre es optimista. 

─ ¿Qué vas a hacer en el futuro, Mari? ─me pregunta. Es una pregunta algo extraña que no me espero. 

Honestamente, no lo he pensado mucho. Supongo que, durante toda mi vida, el plan era ir a la universidad y vivir una buena vida. Pero ahora que lo tengo al alcance de la mano, ya no lo quiero. 

Suspiro. 

─ Universidad, ¿tal vez? Gané la beca. 

Su rostro se contrae con confusión. 

─ Pero Coryo...

─ Hizo trampa ─termino su frase, apartando la mirada de él. No soy yo quien hizo trampa, pero aún me siento avergonzada. 

Sus cejas fruncidas vuelven a relajarse a su estado habitual, y asiente como si tuviera sentido.

─ Siempre le gustaba copiarte. 

Una pequeña risa escapa de mis labios. 

─ Cállate.

Su objetivo era hacerme reír y animarme... y funcionó.

─ Coryo se va al Distrito 12 mañana por la mañana. Tiene que cumplir 20 años ─la frase suena amarga al salir de mi boca. 

Asiente, como si lo que acabo de decir no fuera para nada preocupante. 

─ Todos vamos a hacer grandes cosas, Mari. 






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